Partida Rol por web

 ¡Comienzan las sospechas y las matanzas! Aquí empezamos a jugar

En la sala de espera, ¡la cosa está que arde! todos los presentes para esa reunión tan poco esperada en la que el gran jefe se encargará de desenmascarar a los culpables! La sala tiene aspecto rectangular, y es la sala de espera, mientras esperais al gran jefe. Esta reunión será un momento bastante bueno para los policías, que intentarán capturarle, o eso había informado uno de los infiltrados mafiosos de la policía antes de que lo "asesinaran" mediante el simulacro de un accidente. Todos os miráis las caras, sin decir ni mu la puerta de la sala se abre de pronto, asomando una silueta anciana pero poderosa.

Muy defraudado con los míos hago una señal de invitación hacia dentro de la sala

Pasen señores, esta velada nocturna será muy muy larga.

Acto seguido me pongo al margen de la puerta, por la parte de la sala de estar, para que entren todos siendo yo el que cierre la puerta

Era mi jodido día libre. ¡Mi día libre! Y aún así, había tenido que dejar a mi mujer en cueros en la cama para venir con urgencia hacia aquí. El jefe nos reclamaba por algún asunto que no me habían querido comunicar (Ni tampoco yo había preguntado). El jefe no dá explicaciones y no acepta un "no puedo" por respuesta. Él es lo importante y lo demás es secundario.

Así pues, ahí estaba yo, apoyado en la pared y fumando un cigarrillo mientras esperaba junto a los demás a que el Jefe (o el consejero en su defecto) se dirigiera hacia nosotros. La única explicación que habíamos recibido es que teníamos a unos jodidos chivatos o polis, qué sé yo, dentro de nuestra Familia. Suelto el humo lentamente, mientras miro fijamente sin cesar la puerta del despacho del jefe.

"Espero estar aquí para que me concedan matar a los polis".

Guardo silencio, desviando de vez en cuando mi mirada de la puerta para posarla en la cara de los demás, intentando ver una sombra de culpabilidad o miedo.

Ya he apagado en el cenicero más de tres cigarros y ya voy camino del cuarto. La espera es demasiado tediosa. ¡Odio esperar! Pero está claro que al jefe no se le puede meter prisa. Él te mete prisa a ti.

Cuando por fin se abre y nos permiten entrar, me adelanto a los demás y comienzo a pasar, eligiendo la pared de al lado de la puerta como lugar apropiado para apoyar mi espalda. No pienso dudar en sacar la pistola y liarme a tiros si alguno de éstos gilipollas, los jodidos polis, se atreven a desenfundar la suya.

 mientras juego con un anillo que tengo en el dedo espero las órdenes del jefe, miraba a todos en busca de una señal de sospecha, algunos hasta tenían gotas gruesas saliendo de su frente. Al escuchar la puerta abrirse y ver la silueta del jefe vuelvo a colocarme el anillo y espero la señal para entrar. al ingresar a la habitación tomo asiento en la mesa y uso mis manos para apoyar mi cabeza, la realidad es que no quería estar allí, pero órdenes son órdenes y eh de cumplirlas a cualquier costo.

Mordió la colilla del cigarro que estaba entre los labios. Si, iba a ser una noche muy larga para algunos, y corta para los menos afortunados. Se sentó a la derecha de uno de los extremos de la mesa consumiendo rápidamente el tabaco casi como si fuera algo tan vital como el oxigeno. Seguramente en dos años tendría petroleo puro en los pulmones, pero mierda y media le importaba. Dedicó una mirada analítica a cada uno de los presentes, como si estuviera intentando averiguar así quienes eran los traidores al jefe.

*Los momentos como este parecieran ser de tensión para todos, menos para Lizandro. Él ve a los otros fumar mientras se miran sospechosamente. De verdad no le importa, él tampoco sabe por que lo llamaron con tanto misterio; tampoco es que fuera la primera vez que lo hicieran, o por lo menos para Lizandro, él de verdad no se acuerda de nada. Se le dibuja una sonrisa en el rostro en la cara cada vez que alguien lo ve, pero solo pasa por su cabeza un "Quien carajos es ese?... mmm...". Se sienta en un asiento y se recuesta sobre el espaldar de la silla mientras se pone a mirar el techo* la la la la la...

 Con mi espalda apoyada en la pared de la sala de espera, saco mi baraja de poker y jugueteo con ella, actuando si no hubiera nadie más en la sala. Alternativamente cambio de opinión, levanto la mirada y dedico un rápido vistazo al resto de personas. Guardo de nuevo la baraja y acaricio la navaja de mi bolsillo, sonriendo.

Según veo, la gran mayoría parecen nerviosos, incómodos de estar aquí. A mí me gusta esto, es emocionante. Es arriesgado, como una partida de azar en la que tu vida es la apuesta mayor. Y me encantan las apuestas. Probaré mi suerte.

Amelia Pink, más conocida por sus amigos y allegados como Pinky, había llegado puntualisima a la reunión y con un aspecto impecable y maravilloso se había sentado con las piernas cruzadas en una de las sillas, tras haberla limpiado y desinfectado a conciencia. Había sacado un libro de poesia romántica de su bolso rosa, de tela de pelo artificial de peluche, muy a juego con su sobrenombre, y se puso a leer mientras iban llegando uno a uno sus compañeros de reunión. Amelia, bueno, Pinky, no entendía muy bien qué hacía exactamente en esa reunión, ella era una mujer de negocios, no una... lo que sea.

Hace gestos de aspavientos con la mano para apartar el humo de los cigarrillos de los que están fumando, arruga la nariz de fastidio.

-Fumar es un mal hábito, os acabará matando de un cáncer de pulmón o peor, de garganta. Saben cómo muere alguien que tiene cáncer de garganta?- dice muy seria a los que están fumando -Lenta y dolorosamente se van asfixiando, en una larguísima agonía hasta que un buen día, puf! se mueren!- hace otro gesto con la mano, para apoyar visualmente su explicación.

-No les parece suficiente buen motivo para dejar el tabaco?- sonríe encantadoramente. Luego ve como el Jefazo entra en la Sala y cierra tras de sí. Pinky pone algo de pucheros, se siente algo confusa por toda aquella reunión.

"Policias infiltrados?!" es lo único que cala en su mente de orden y mundo perfecto.

-En serio?- le pregunto al matón que nombró el tema -Infiltrados? Y como...- me tiembla la voz y el labio inferior de la boca de horror, ante la idea de que la policia husmeara en mis negocios -como.. es eso posible?!

-Contando donde estamos y que en cualquier trabajo diario pueden darte un tiro y matarte sin que te enteres, prefiero disfrutar de mi vida a lo grande. ¿Has escuchado esa frase de vive rápido y muere joven? Primero habrá que cazar a los que esten fuera de lugar aqui, y luego me pensaré si dejo esto. ¿Maldito veneno de mierda, como puede uno acostumbrarse tanto a él?

Lo último lo comentó con una sonrisa ámplia. Lanzó el casi consumido cigarrillo y automáticamente prendió otro siguiendo como si nada. Había traído solo una cartera de la cual sacó el mechero y volvió a guardarlo en la misma. Este accesorio era negro y pequeño, elegante.

 Ahí va :)

Mierda, mierda y mierda. Fat Sylvio volvía a llegar el úlimo a la sala. Sus ciento treinta y cinco kilos de peso corrían por el pasillo. Le iba a dar un ataque al corazón, ni las pastillas que le había recomendado el doc le ayudarían si seguía maltratando  a s pero tenía sus motivos para llegar tarde. Aquel asunto con Squillacci se había complicado y le había tenido que pegar un tiro. Eso no le iba a gustar al jefe, ni mucho menos. No es algo para que te manden ejecutar pero le iba a costar un dineral y muchas explicaciones. Quizás unos latigazos...quizás un dedo. Y encima lo llaman por el asunto de los topos. Unos putos infiltrados y tiene que ser hoy...precisamente hoy. El día en el cual su culo está jodido. Llega a la puerta de la sala y uno de los matones lo pretende parar. - No me pongas la mano encima, capullo de mierda.  - Su cara está sonrojada y el corazón no para de galopar dentro de su cuerpo. Abre la puerta y entra. - Perdón por el retraso jefe, he tenido problemas. Se acerca para besarle la mano.