Partida Rol por web

¡Maldición! Halperin había apretado el gatillo de su pistola, pero no sonó el disparo. La tiró al suelo y rebuscó donde su equipo estaba en un montón, casi cubierto de nieve ya. Extrajo rápidamente un largo rifle de los más comunes que teníais, pero no menos mortífero.

¡Espera, engendro! ¡Te voy a enseñar!

Miles se echó encima de Halperin por ver si evitaba que hubiera más muertes. ¡Douglas! ¡Te he dicho que no dispares, joder! Forcejearon, pero Halperin se lo sacudió con facilidad y preparó un disparo de su rifle hacia donde estaban Menez y Baumann.
 

Baumann miraba con ojos aterrados a todos, también a Menez. Antes solamente parecía temeroso de Halperin, que era el que estaba claramente trastornado. Ahora esquivó con facilidad el manotazo que intentó propinarle la periodista. Se dio la vuelta y echó a correr por la nieve. Seguía las huellas de los que habían ido a la torre.

¡Socorro! Gritaba. ¡Socorro! ¡Nos quieren matar a todos!

Lo peor es que se te habían mojado los pies. Ahora mismo te dolían, lo cual no era mala señal, después de todo, pero no estabas completamente seguro de si sentías todos los dedos.

La ciudad parecía inundada por sonidos inquietantes. Crujidos, derrumbes inesperados, silbidos. Perdido en el interior, al lado de un abismo de quién sabe qué profundidad, permanecías agotado, tirado en medio de unos escombros. Tenías magulladuras por todo el cuerpo, pero no parecía haber nada roto. Los ecos hacían imposible saber de dónde llegaba el sonido de los pingüinos, o dónde podías estar. Lo más seguro era volver a la superficie, aunque aquí hacía más calor y, por tanto, la posibilidad de congelarte era mucho menor.

Pero no podías dejar de pensar en los horrores que habitaban las profundidades.

estoy con usted, señorita, cads minuto cuenta y pueden estar dando muerte a nuestro camarada, por favor señores, muevanse ya, eso puede esperar!!!  se lo ruego, sigamos sdelante ya, por favor.

- ¡JA!¡Mira cómo ahora habla inglés el tío!- Soltó Menez cuando Baumman salió corriendo escurriéndose de entre sus brazos. No pudo más que sentir ciertas nauseas por recordar cuántas veces en su vida le había pasado aquello. Los hombres huían de mujeres como ella, con carácter fuerte y que llevaban las riendas de su vida sin dejar dominarse por el "sexo fuerte". ¿Pero por qué sentía aquello ahora? Sabia que Pooster, ya fuera porque era un viajante inter-planar o porque estaba ido de la cabeza, no era como los demás. Entonces comprendió que no era sus melancólicos recuerdos sino el esfuerzo realizado y la adrenalina que corría por su cuerpo lo que le provocaba aquella incómoda sensación. Agotada se inclinó y apoyó sus brazos sobre las rodillas jadeando.

- Arf, arf. Se le escapa el testigo, Halperin.- Ni siquiera supo por qué decía aquello. ¿Acaso quería que Baumann muriese? Símplemente había cogido cariño a Halperin y no quería que, si volvían alguna vez sanos y salvos a la civilización, se pasara su vida en una cárcel o lo mataran. Suficiente iba a tener con pasársela en un manicomio. Si Baumman moría y Miles no decía nada de lo que allí había pasado, ella tampoco lo haría.

- Veamos cuánto de extraterrestre tiene Herr Rucker.- Se acercó al cuerpo del alemán y, antes de nada, retiró cualquier arma que pudiera tener y, precavidamente, se la guardó para sí misma. Le tomó el pulso por si seguía vivo y pudiera practicarle los primeros auxilios hasta que alguien pudiera salvarlo o para determinar la hora de su muerte.

Tras aquello lanzó una mirada extremadamente dura a Miles, acercándose a él para susurrarle algo sin que Halperin pudiera escucharle.

- Mucho genio y lenguaje soez pero es usted un inútil. Quítele de una vez las armas a Halperin o se las verá conmigo.- Viendo que Miles, por mucho mal genio que tuviese era incapaz, se acercó a Halperin con aires de dulzura y comprensión.

- Ala, ya está por ahora. Ha hecho un buen trabajo, Halperín pero ahora déjeme hacer a mí. ¿No conoce mi revista? ¿Por qué cree que he venido hasta aquí? Moore no da palos de ciego. Me trajo aquí para lidiar precisamente con estas cosas.- La lengua de Menez estaba desbocada.- Mis conocimientos sobre este tema dejan muy atrás a los suyos, yo sabré qué hacer. Ahora usted debe limitarse a hacer su trabajo que es reparar el avión y permanecer a salvo para sacarnos de aquí una vez nuestros compañeros acaben con todos ellos. Hemos conseguido un documento muy importante para entenderles y ese es siempre el primer paso para exterminarlos por completo.

La experiencia previa de cuando deambule por los tuneles tenia su gracia, habian mapas de la ciudad por todos lados, al momento supe donde estaba, mas o menos. La jodienda era que tenia el cuerpo molido y no podia subir por donde habia caido, los pies apenas me respondian. Un vistazo mas detenido del lugar donde me encontraba acabo por revelarseme una avertura en uno de los muros, mas bien era como una puerta lapidada a la que el tiempo y los mini seismos habian acabado por abrir. Los cascotes alli esparcidos daban a entender que el paso de habia abierto recientemente.

Cojamos la linterna a ver que hay...como no, un plano nada mas entrar...sigamos.

Chester intentó razonar con los Exploradores del Muro. Presionándose el puente de la nariz, intentó no dejarse llevar por la prisa, la rabia y la impotencia que sentía en aquel momento.

Señores... estos murales seguirán aquí cuando hayamos dado con Starkweather. Por favor, acompáñennos. Separarse aquí dentro no es una buena idea, y ya nos hemos demorado más de la cuenta.

Fuera cual fuera la decisión de Meyer, Sutton y los demás ensimismados, Chester no pensaba quedarse allí dentro ni un segundo más.

Timoty, señorita Acacia; propongo que si no quieren seguir avanzando, les dejemos aquí. Las vidas humanas son más importantes que los grabados en las paredes. Propongo que salgamos ya de aquí; tenemos que dar con Starkweather sea como sea.

Dominique se arrastró por el angosto pasadizo. Venía de una sala curiosamente esférica, con muchos detritus inidentificables que, con la subida de la temperatura, hedían. El pasadizo tenía una superficie pulida y con curvas suaves, orgánicas. Le parecía estar deslizándose por alguna suerte de tubo digestivo tallado en piedra. Resbalaba, pero su irregularidad hacía fácil el desplazamiento. El paso era estrecho, de tal modo que solamente cabía agatas. Finalmente encontró una membrana quebradiza y tranlúcida de modo que la luz a su través solo podía indicar que el pasadizo seguía más allá. La membrana cedió fácilmente a un empellón, rompiéndose. Dominique descubrió al otro lado otra cámara esférica, esta vez inviolada. Estaba llena hasta casi la mitad con unas curiosas bolas carnosas que le cabrían en la mano abierta si las agarrara. Eran de color gris parduzco. El hedor aquí era especialmente intenso.

Rucker parecía todavía vivo. Su corazón latía lento e irregular. Sin embargo, Menez no sabía cómo ayudarle. Simplemente, por el momento, procuró que estuviera tapado, y que la nieve no entrara por entre sus ropas.

Registró como quien no quiere la cosa, todo lo que pudo. No encontró más que notas en alemán cuyos dibujos sugerían que el tema era la geología. Su documentación también estaba ahí, en un rincón seco y profundo de la mochila. Uno de los documentos era una especie de carné con un sello en forma de águila prusiana que tenía una svástika en sus garras.

Douglas tiró un par de veces con su rifle de cerrojo, antes de que Miles le desarmara. Se disponía a pelear con el ingeniero cuando Menez consiguió que se tranquilizara un poco. Jadeando, ambos técnicos estuvieron un rato en la nieve, reponiéndose.

No le he dado. Se ha ido, el maldito extraterrestre. Miró con expresión astuta a Menez y asintió. No parecía del todo convencido, y seguía murmurando para sí, pero obedeció por el momento.

Miles puso a Halperin a trabajar, esta vez con algo más de orden. Ante las palabras de Menez reaccionó con silencio y una inesperada dignidad.

Espero que no haya matado a ese hombre, Menez, y que sepa lo que está haciendo.

El equipo de Rucker era muy similar al de los americanos, pero la mascarilla parecía diferente. Tenía un saco que, cuando se respiraba, recogía parte del aire exhalado y lo volvía a dejar a disposición de volverse a aspirar. Es un diseño que no conocía Menez, pero se había fijado en que los alemanes tenían menos bombonas de oxígeno, y que las cambiaban menos a menudo, lo que quizá significara que el sistema era más eficiente, y no lo que había pensado en un principio.

Está bien, sigamos, dijo Meyer, mirando con tristeza los grabados hermosamente policromados que le rodeaban. No dudó ni un momento. Vayamos arriba. Es seguro que estará ahí. Pero no tengan muchas esperanzas.

Priestley miró con odio al doctor Meyer. ¡Vayamos donde dice! Somos idiotas por seguir como los ratones al flautista solo por un cuento enmohecido.

Se hizo un silencio en el cual Meyer miró severo al fotógrafo. Veo que conoce la historia. Quizá haya sido usted el ladronzuelo que me ha robado mis cosas.

Excepto Acacia, todos conocíais la existencia de los últimos capítulos de la historia de Poe, y  su agudo intelecto adivinó la poca sorpresa en vuestras expresiones.

¿Todos? Tenía un concepto más elevado de ustedes. Pero ya ven. No importa. Ahora ya no tengo que seguir ocultando nada. Hemos venido para rescatar a un hombre. Creo que le encontraremos en el templo de Pym, arriba, donde los monstruos lo entregarán a su dios como alimento, si es que no lo han hecho ya.

El científico dio media vuelta y emprendió camino por la única salida de las ascendentes que no estaba obstruida.

Mierda. Era claro que Priestley no deseaba haber dicho lo que dijo. Lo encontré una noche en su tienda, mientras usted miraba los grabados, y lo leí. ¡Pero no lo robé! ¡Lo dejé en su lugar!