Partida Rol por web

Hirch se encuentra a Hansen por la zona. Está entrando por la verja, tras haber hablado con Jim.

Moore no estaba, pero tampoco tenía instrucciones concretas de qué horario de trabajo debía seguir: en esto el jefe dejaba cierta lasitud, mientras que las cosas se hicieran. Seguramente, si no tenía tiempo de hacer las cosas, podría hacer horas extra sin problemas.

Señor Hirch, encantado de hablar con usted de nuevo... ¿Autopsia? El forense lo ha examinado ya. Si lo desea le puedo hacer llegar el informe completo, pero, en resumen, la hora de la muerte ha sido confirmada tanto por los testimonios de los testigos como por la autopsia. Había bebido bastante, pero no lo suficiente como para estar borracho. Tenía varios golpes en la cara, y contusiones en los nudillos, como si hubiera peleado a puñetazos con alguien. El golpe que lo mató -aunque casi a la vez se ahogó en el puerto- fue el que se dio contra el suelo, contra un adoquín que sobresalía. Parece una muerte accidental, aunque nunca se puede estar seguro de estas cosas. Espero que todo esto quede entre nosotros, Doctor.

Sutton sonrió ante las palabras de Pickwell, quien parecía realmente obsesionado con el incidente de Douglas, pero descartaba meterse en semejante berenjenal con un agente de la ley.

En cambio, su juego siempre había sido como pulsar las teclas adecuadas del personal de servicio para obtener un medio a la realización de sus deseos.

Se giró hacia el recepcionista.

El inquilino de la 21... ¿se encuentra ahora mismo en su habitación? - preguntó con ese tono prometía otra propina. - Estaba pensando en abonar por adelantado una larga estancia en tan encantador alojamiento y el 21 siempre ha sido mi número de la suerte...

Tobías se gira y berrea escaleras arriba.

¡MOLLYYYYYYY! Baja enseguida. ¡Moly! ¿Dónde está el señor de la 21?

La fámula que baja las escaleras combina con el local, de eso no cabe duda. Mira y remira a los tres visitantes de arriba a abajo.

El señor se largó esta mañana, muy temprano, dice con descaro. Cogió su petate y se dió el piro señor Jam. Aquí tiene la pasta.

Entiendo, entonces - Sutton sonríe, los dedos de su mano izquierda tamborileando sobre el mostrador de recepción mientras los de la derecha están ligeramente introducidos, la mano colgando de forma casual, del bolsillo del chaleco, de ese bolsillo del que han salido varios billetes - que no habrá ninguno problema en alquilar la habitación.

Si esta noche estoy a gusto, no tendría problema en alquilar durante uno o dos meses...

¡Estúpida! ¿No te tengo dicho que me avises de todo lo que pasa? ¿Eh? Le va a dar un manotazo, pero ella le esquiva con portentosa habilidad, nacida de la práctica, y sube corriendo las escaleras, armada de su trapo sucio.

Cambia rápidamente de actitud hasta conseguir una estupenda caricatura del respeto debido a un gran señor. La habitación número 21 acaba de quedar libre, señor. Si espera a que la limpiemos...

Se guarda el sobre mugriento que le ha dado Molly, saca el libro de registro y se dispone a registrar al valiente que quiera dejar aquí su nombre, lo que casi parece equivalente a tener antecedentes policiales.

Así que Sutton, con su elegante pluma, deja estampado un borragato de difícil interpretación en la casilla adecuada y da el dinero a Jams. Tras eso, suben los tres a la habitación.

Subís una escalera cochambrosa para daros de narices contra un policía de uniforme con pinta de aburrimiento, que acaba de dejar pasar a Molly a la que se puede escuchar trabajando en otra habitación, mientras canta la canción de moda.

Un corto tramo de pasillo con el suelo de madera, crujiente, bajo la misma moqueta que se puso al hacer el edificio os lleva a la habitación número 21. El agente saluda maquinalmente, aunque luego se fija en vosotros, dado que desentonáis bastante con el local.

Efectivamente, la habitación número 21 es contigua a la 23. Abrís la puerta y entráis. Los muebles son escasos: una cama estrecha, un juego de palangana y jofaina, una mesa y una silla. La calidad de los muebles no desentona con la del resto de las cosas del hotel. Por cortina hay un trozo de tela amarillento, y la ventana que oculta va a dar a un patio trasero lleno de cubos de basura. Hay una puerta como en tantos hoteles, que comunica esta habitación con la 23.

Os habéis fijado que al final del pasillo por el que se llega a la habitación hay un cuarto de baño comunal.

Durante la hora de la comida, se va restableciendo el ambiente poco a poco, aunque no respira el optimismo que respiraba ayer mismo.

En los postres, llega el detective Hansen, para recordar a todos la desgracia, y que estáis huerfanos de capitán. El oficial de guardia, Ballard, come con vosotros. Junto a él está el cuarto oficial, el joven Driscoll. Los dos parecen algo preocupados, y hablan entre ellos. En medio de la comida se levantan, y cuando llega Hansen, se van a hablar con él. Pronto se extiende el rumor: tres de los hombres de la tripulación, marineros de primera, no se han presentado esta mañana. Wykes, Grimes y Brewer.

Pero el trabajo sigue implacable, y Packard os azuza sin piedad. También anuncia que Moore estará en la cena, en el Amherst, para decir unas palabras, y aprovecha, para levantar los ánimos, para decir que seguramente el SS Gabrielle ya tiene capitán.

El nuevo, McDonald, es expedido al dentista, para la revisión preceptiva, y se avisa a Green de cuándo (más o menos) se pasará por su consulta, en el Amherst.

Menez vuelve a su calvario, a las bodegas. Tanto es así que comienza a sospechar de que es víctima de alguna broma pesada, hasta que sale al aire y se le despejan las ideas (y ve que nadie parece tener cara de guasa, más bien los rostros de la gente permanecen serios)

Lo de O'Connel al principio se complica un poco, pero acaba empaquetando y consignando las galletas secas (1440 libras, nada menos) y el azucar.

Hirch, justo cuando llegaba Hansen, ha estado un rato hablando con él. Luego, en la tarea, descubre, tras un largo periplo, el cofre con equipo eléctrico para derretir el hielo, que un Laroche bastante cambiado por culpa del sindrome de abstinencia por estar dejando de fumar revisa casi a golpes. Por fortuna, la mala disposición del electricista no produce ningún estropicio y, al fin y al cabo, hace su trabajo comprobando todas las conexiones.

Intentemos que Pickwell se quede tranquilo cuanto antes, no vaya a querer tramar otro plan similar a este. - Sutton sonreía, pasando un rato divertido con esta aventura, pero trató de no elevar la voz por el hombre de la ley que estaba en el pasillo.

Veamos si la suerte te sonríe, muchacho. - dijo al piloto mientras se dirigía a la puerta contigua. - O si tenemos que convencer a la pobre Molly de que nos deje su llave maestra...

Se imaginaba teniendo que seducir a la pobre limpiadora y entretenerla con una buena charla mientras Field y Pickwell se dedicaban a registrar la habitación...

Tras poder comprobar cómo es el comienzo de la tarea vespertina para la gente, dejas el barco con la tarjeta que da su nombre y dirección y pasas una estupenda sesión en el dentista.

Se trata de una precaución elemental: evitar que en medio de la nada, a alguien se le infecte una muela o algo similar. Tu torturador encuentra nada menos que tres caries, una de las cuales es seguro que (según él) te va a dar problemas en los próximos meses. Así que el tipo se frota las manos y se pone a la tarea, para dejar tus dientes como un pincel.

Y, por último, ya en el Amherst, la visita a Green, el doctor. Green parece un excéntrico. Su habitación está llena de láminas exóticas, reproducciones de cuadros inquietantes, cubistas, expresionistas. Está todo bastante desordenado, aunque él parece encontrarlo de su gusto, y no tarda en encontrar lo que busca.

Hay una salita con una pequeña camilla, un biombo y un armario de puertas de cristal con todo lo necesario para la revisión. El doctor fuma y habla, mientras trabaja.

Tengo, quizá que darle una mala noticia, dice chupando la pipa que, por cierto, no tiene tabaco, sino alguna otra hierba, pero me temo que a partir del día en que salgamos de aquí, tendremos que renunciar al placer de fumar. Es por el oxígeno ¿sabe? Vamos a ir a lugares donde se requiere oxígeno suplementario para sobrevivir, pero como no se tengan los pulmones en forma, la hipoxia será segura, oxígeno o no.

Como bien sabes, no estás en muy buena forma. El doctor chasquea la lengua y toma muchas notas en una libreta. Tiene usted un bonito lío ahí dentro, dice, cuando te pasa el fondendoscopio por los pulmones, te hace toser y, en general, cumplir con los bien conocidos rituales de una exploración completa.

De hecho, espero que usted no fume en absoluto, en ningún momento de su vida.

Bueno, bueno, pasa usted con suficiente, me temo, dice tras la prueba de esfuerzo, pero qué le vamos a hacer. Creo que podrá soportarlo, pero no haga esfuerzos innecesarios, y salga a caminar por las mañanas. Y recuerde -chupa la pipa- ¡Nada de fumar! 

Llevado por la curiosidad, miras de lado la libreta donde tantas notas ha tomado. Ves un montón de dibujos, entre ellos, varias caricaturas (y una tuya) de los expedicionarios.

Je je, eso seria digno de ver, pobre Molly. Seguro que no esta preparada para ese quite...

Bien me pongo a mirar lo poco que tiene la habitacion y a fijarme en los detalles. Tambien miro lo tipico como debajo de la cama, el colchon, los cajones si los hubiera. Miro la puerta para ver si ha sido forzada. el suelo por hi hubiera una tabla suelta

En esto que se me pasa por la cabeza mirar entre la basura...

Ehh. Esto, seria conveniente mirar en los cubos de la basura, nunca se sabe. Y viendo la cara que ponen ante la aventura de ponerse hechos un cristo decido ofrecerme voluntario.

Vale venga, no pongais esa cara, ya voy yo, pero que sepais que me debeis una, que me la cobrare en algun Pub. Asi que me bajo a la planta baja a ver esos cubos.

Mientras bajo me quedo unos segundos en el rellano de la escalera a ver si escucho algo entre Molly y Tobias

Chester observa el cuartucho; sin duda, quien estuviera aquí solamente lo hizo porque sabía a quién tenía al lado; sería demasiada casualidad que fuera por otra cosa...

El policía no parecía precisamente un ejemplo de probidad y honradez, y a muy malas quizás podían convencerle para tomarse una copa con unos periodistas interesados en la desaparición del capitán. Pero todo aquello no eran más que elucubraciones. Más valía ponerse manos a la obra. Con un suspiro de resignación, Chester empezó a registrar cajones y armarios - dejándole la basura al esforzado Domi - por si al anterior inquilino se le había olvidado algo en la habitación. Aunque lo dudaba mucho...

Pickwell, dando una imagen de profesional que llama la atención, registra con pulcritud pero rapidez la habitación ya vacía. Todavía no ha sido limpiada, pero el anterior ocupante se ha llevado todas sus cosas. No parece haber tablas sueltas, no parece haber nada escondido en el colchón o en sitios similares. La papelera tiene solamente colillas de cigarro y cerillas gastadas. No ha sido vaciada. En la palangana hay pelos rubios. Ahí ha debido afeitarse y peinarse. En la toalla no muy limpia hay también algunos pelos rubios.

Antes de irse a mirar en los cubos de basura, Pickwell saca del bolsillo una navaja suiza, y con uno de los complementos que lleva, una especie de hierro medio doblado en la punta, un alambre y una de sus propias llaves, tantea la puerta de comunicación con la 23 hasta que se abre con un satisfactorio "click" y otro "crack", ya que ha forzado el resbalón a base de hacer una complicada palanca compuesta. Tampoco parece que sea demasiado complicado el mecanismo, cierto. Pero la puerta ha quedado marcada. Hace un leve gesto de "me importa un pito" antes de abandonar la habitación.

Cuando abre la puerta para salir hace caer al joven policía, que, al parecer, estaba apoyado en ella, escuchando. El agente uniformado se da un buen golpe contra el suelo.

¡Madre mia agente, menudo golpe!, se encuentra usted bien. y me agacho para prestarle auxilio, el pobre esta un poco desorientado. ¿Pero como ha hecho para caerse de esa manera? y asi como que no quiere la cosa, lo oriento segun le ayudo a levantarse mirando hacia afuera de la habitacion, para que no vea el roto de la puerta.

Ese chichon tiene mala pinta, pobre. Ande acompañeme abajo a ver si tiene Molly un poco de agua fria o hielo para bajar la hinchazon. Lo cojo del antebrazo y lo conduzco hacia la planta de abajo, segun saco al agente de la habitacion les hago un sutil gesto a mis compañeros para que aprovechen y entren en la habitacion.

Viendo las dudas en la cara del agente al abandonar su guardia le digo: No se preocupe, estamos solos en el hotel y tardare solo cinco minutos, no querra que le vean en la comisaria el morado que empieza a marcarsele en la frente, verdad...  y mirando con cara de ausente digo mas para mi que para el: Aunque lo peor, creo yo, seria dar las explicaciones de porque tengo la cara como un cromo...

Venga, no ponga esa cara, Molly tiene usted un poco de hielo. y bajamos las escaleras hacia recepcion.