Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 5: hacia el hielo. En la Barrera de Ross.

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11/12/2014, 23:00
Guardián de los Arcanos

El SS Gabrielle se aproxima a la Isla de Ross durante las primeras horas de la tarde del martes 14 de noviembre, y atraviesa cautelosamente las heladas aguas del Estrescho de McMurdo hacia el oeste, donde se encuentra el humeante Monte Erebus. La región del Mar de Ross, entre la isla y tierra firme es todavía de hielo sólido y grueso que se levanta de un metro y medio a dos y pico por encima del nivel del mar. La barrera, que se ve fácilmente desde aquí, se levanta como un muro a bastantes millas de donde se encuentra el barco.

Starkweather está muy contento. ¡Hemos llegado! Declara. Capitán, baje el ancla. Comenzaremos nuestro asalto desde aquí. Señoras y señores: bienvenidos a la Antártida.

En cuestión de una hora el barco está anclado y asegurado al hielo con gruesas maromas, se han abierto las escotillas de las bodegas y comienza la ardua tarea de descargar. Improvisan, primero con tablones y luetgo con la rampa, una pasarela para el hielo, tanto perros como hombres se apresuran a bajar dle barco tan rápido como pueden, deseosos de conocer ese extraño y nuevo mundo.

El encuentro con la Expedición de Los Dementes ha sido cuidadosamente planeado. Con el poco combustible que queda a los aviones, todos los integrantes de la misma han conseguido aterrizar ahí donde el Gabrielle amarrará. En encuentro es emocionante. El Gabrielle deja sonar a toda potencia las bocinas y las sirenas, tiene encendidas todas las luces. Al pie de la pasarela esperan Dominique (con una muleta improvisada y el pie derecho completamente vendado) Sutton, irreconocible también, con la cara y las extremidades igualmente protegidas, y sentado en un barril vacío junto a Charlene, que presenta un aspecto parecido; López, el operario, Longfelow, el mecánico, Miles, el ingeniero, que suelta palabrotas sin poderse contener, los dos aviadores: Halperin y DeWitt, el último casi pegando brincos de puro nevio y, por último, los dos guías polares: los hermanos Sorensen. Uno, Nils, algo más retrasado, mira impasible y sin mover una pestaña. Gunnar parece afable y feliz como un niño. Albermale es un curioso personaje ahora. Mira embobado, la cara inexpresiva, quizá con algo de desencanto, observa sin reaccionar a todo el que se le acerque.

Del Gabrielle vienen todos los demás: Avery Giles, el cotilla arqueólogo becario, Myers, su jefe lacónico y con fama de buen boxeador, Porter y Griffith, los geólogos de color de educación jesuita (y puede que algo jesuítica), Orguelfinguer, completamente cambiado, maduro, que se acerca a Abermale con cierta precaución, los chavales, Morehouse y Cartier, los paleontólogos, Greene, el viejo doctor, el despistado y joven brillante Winslow, el glaciólogo (y físico medianamente competente), Pooster, el psicólogo tronado, Menez, periodista irredenta, Hirsch, el afamado psiquiatra inglés, un jovencito moreno que viene junto a Starkweather y Moore, Nandan, el que sustituye al difunto Kleiver (y aquí se ve que hay muchas aventuras que contar); el equipo de guías y perreros: Fiskarson, Pulaski, O'Connel, Snabjorn, Sykes. Packard, el encargado de personal, Cruz, el latinoamericano con pinta de yanky, Huston, el mecánico (que abraza encantado a Miles y a Longfellow), Peabody, el taciturno electricista y también mecánico, Gilmore, el ingeniero con la cara como un mapa, Laroche, el radio de hermosa voz (y ahora mal carácter, por el mono del tabaco), O'Doul, el puritano ingeniero de perforación... esos y todos los oficiales y marineros del Gabrielle con Vrendenburgh, el capitán, a la cabeza.

También, medio locos de contento, asaltan a todo y a todos un montón de perros, gañendo, lamiendo, revolcándose por la nieve, jugando...

Hay mucho, mucho que contar y, sin embargo, también hay muchísimo trabajo por delante. Descargar el Gabrielle llevará mucho tiempo, y hay que hacerlo rápido, ya que la barrera puede soltar alguno de sus regalitos y, aunque en realidad está bastante lejos, agrietar el hielo y hacer zozobrar al barco y a todos los que estén cerca de paso.

Sin embargo no se puede sino sustraer al menos un pequeño paréntesis para celebrar el reencuentro.

Notas de juego

Wow, todos juntos otra vez. Recordad que hay muchas historias que contar. No estaría mal que cada uno contara su versión y que luego alguien laborioso intente hacer un pastiche de todo en la escena de indicios.

Podéis iniciar los diálogos aquí mismo, y también simulando que ya habéis acabado la jornada y que estáis en una tienda (por las que se puede caminar de pie, a todo lujo Dementes) tomando una copichuela antes de dormir.

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12/12/2014, 22:18
Guardián de los Arcanos

ALGUNAS DE LAS FOTOGRAFÍAS TOMADAS POR CHESTER

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13/12/2014, 18:38
Aramiker Menez

Tars trabajar pesadamente en la descarga de las bodegas Menez tuvo tiempo de interesarse pro el estado de sus compañeros. Algunos estaban bastante mal pero ella puso al mal tiempo buena cara. Ella misma había sufrido quemaduras de ácido, quemaduras pro el frío, y había tenido que llevar collarín durante una buena temporada.

Junto al calor de los hornillos Menez contaba a sus tan extrañados compañeros lo que había acontecido durante la larga travesía del Gabrielle. La mujer no callaba ni debajo del agua, casi sin dejar espacio a los demás para dar su versión.

- Creo que podemos dividir el viaje en dos: antes de nuestra llegada a Melbourne y la posterior. Durante la primera lo pasamos muy mal por culpa del Jonás, que acabó siendo no otro que el pinche de cocina Henning. Utilizaba ácido para estropear las radios y no conseguíamos dar con él por mucho que nos esforzábamos algunos. Al final cayó, pero demasiado tarde, me temo. - Una expresión sombría se adueñó del rostro arrugado de la mujer mientras elevaba la mirada al cielo. - Herr Kleiver murió en manos del saboteador sin que pudiéramos hacer nada. Pero me estoy adelantando.- Rectificó.- Mediante una treta urdida con ayuda del Doctor Greene y, gracias a la perspicacia de Peabody, conseguimos la prueba de que Henning podía ser el saboteador. Un recorte de periódico que llevaba en su cartera.- Dejó un instante para que todos se interesasen por la noticia.- La noticia de que su hermano murió en una de las "tan exitosas" expediciones de Starkweather.- Cuando Menez hablaba del líder de la expedición se notaba cierto resquemor en su tono.- El pobre debía guardar el resentimiento por la muerte de familiar y de ahí que tratara de sabotear nuestro viaje. Otra víctima más de una incomprensible locura.- Eso le hacía pensar para qué llevaban psicólogos y psiquiátras entre los miembros si no hacían su trabajo.- Henning envenenó a los perros también, fue un golpe muy duro.- Todavía se horrorizaba de pensarlo.- Cuando por fin estrechamos el cerco  sobre él se vio presionado y se llevó a Herr Kleiver con él al otro mundo, justo antes de llegar a Melbourne. Allí recibí un informe de uno de mis colegas, al que tuve que pagar una buena suma de dinero, que recuerdo que no se me ha reembolsado aún, que demostraba que Henning había estado relacionándose con Paul Danforth, uno de los antiguos expedicionarios de la Miskatonic que aún siguen con vida. Hay pruebas de que Danforth ha estado en Nueva York durante la preparación de la expedición. Además, pruebas de que ha enviado numerosos telegramas por toda américa latina, justo en la fecha en la que se supo que una parte de la expedición iba a abordar la Antártida por el aire.- Miró a los Dementes con curiosidad.- ¿Ustedes también han tenido problemas de este tipo?

 

Notas de juego

Dejo sólo esta primera parte por si alguien quiere decir algo más :)

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13/12/2014, 23:07
Guardián de los Arcanos

En la tienda todos menos Menez miraban al vacío. El día había sido agotador. Un hornillo descongelaba más líquido, que tras tanto trabajo era necesario: en forma de sopa, de té, de café, de cacao. Cualquier cosa para rehidratarse y dar calorías al cuerpo. Los enfermos (Sutton y Dominique) estaban con fiebre, aunque no habían querido renunciar a la charla. Moore también estaba ahí (esta era una de sus reuniones, tan típicas).

En el silencio tras la intervención de la periodista se escuchaba el crujir del hielo bajo vuestros pies. Entre dos y cuatro metros sobre el nivel del mar tenía la delgada costra en la que habíais descargado toda la impedimenta de la expedición. Todos los aviones estaban a punto (también el Fairchild, que ya había hecho un par de viajes al pie del Erebus, donde la Expedición de los Dementes había estado preparando el terreno para el campamento base), también lo estaban los tractores y los equipos de perros.

El crujido del hielo se dejó oír una vez más. De fuera llegó la voz de Fiskarson:

¡El hielo! ¡El hielo! ¡Se agrieta el hielo!

Una vibración sacudió la tienda. Fuera, el sol estaba en el horizonte, como de hecho estaba casi todo el día. Su luz trémula alumbró una nube de polvo de hielo en la barrera. La barrera mediría casi medio kilómetro de alto en esa zona donde estabais, entre el Erebus y el Monte Lister, era el borde de un glaciar que ocupaba cientos de kilómetros cuadrados y que constantemente empujaba material al mar. Parte de ese material había caído sobre la frágil costra en la que os encontrabais y Fiskarson señalaba una grieta que partía de la base de la barrera hacia donde estaba el campamento permanente y otra que se dirigía más a la derecha, amenazando con arrancar un trozo del lugar donde estabais de un par de kilómetros cuadrados.

La situación era peligrosísima. Todo el equipo, todos vosotros, podíais acabar o bien en el mar, o bien en un témpano de hielo en mitad del Mar de Ross o bien aislados al otro lado, en lo que quedara de costra helada pegado a la barrera.

Todo el mundo se puso a gritar y a moverse desorganizadamente, algunos, con las prisas, no correctamente vestidos para lo que se os venía encima: cordones desatados, capuchas colgando de la espalda, abrigos desabrochados... Todo era peligro ahí donde cualquiera con algo de sentido común pusiera los ojos.

Starkweather se había quedado como alelado mirando la mole que había provocado el desastre: ahora lo llamaríais un iceberg, y uno de muchas toneladas del que ahora solo asomaba una pequeña punta en medio de un enorme agujero en la costra, al pie de la barrera. Ahora que ya se había despejado un poco el polvo (soplaba un viento bastante fuerte) se veía que de ahí partían las grietas que os amenazaban.

Notas de juego

Veo poca animación: vamos a mover esto un poquejo, leñe :)

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14/12/2014, 02:20
Chester Field

Chester había escuchado con atención toda la explicación de la Ménez, a la que el viaje no había vuelto más modesta ni menos altiva, tomando breves sorbos de un café que sabía a gloria - comparado con la cosa esta trece veces filtrada con la que se las habían apañado los últimos días. Mentalmente fue comparando los peligros a los que se habían enfrentado los del barco con los suyos propios y, la verdad, por ahora, la Expedición de los Dementes ganaba por goleada.

¿Que tenían un traidor que usaba ácido para cargarse sus radios? ¿Ácido? ¡Bah! ¡Sus aviones habían sido atacados por Una Jodida Bandada de Dragones! ¡Y en pleno vuelo! ¿Un traidor se llevó a Herr Klening al otro mundo? ¡Pues a uno de nuestros contactos le arrancaron la cabeza, le metieron unos cables por el cuello y la usaron como si fuera una radio! ¿Unos perros muertos? ¿Y? ¿Ha echado usted un vistazo a Abermale, piltrafilla? ¡Si está más p'allá que p'acá! Pero fue el comentario acerca de los telegramas lo que realmente le llamó la atención; aquello podía ser importante, y podía ayudarles a atar algunos cabos sueltos.

Finalmente, Ménez concluyó su explicación con una pregunta. ¿Que si habían tenido problemas de este tipo? Chester iba a soltar un comentario sarcástico e inadecuado - había pasado mucho tiempo desde que compartió su último cigarrillo con Sutton, y el mono de nicotina amenazaba con apoderarse de su lengua - cuando notó la vibración del suelo. Aquello no le preocupó demasiado... hasta que se dio cuenta de que los hermanos Sorensen empezaban a lanzarse miradas nerviosas entre ellos. 

Si ellos están preocupados, más vale que nos vayamos preparando - pensó mientras se aseguraba que los cordones de sus botas no estuvieran desatados, de tener los guantes a mano y trataba de recordar dónde narices había guardado su petate de emergencias.

Treinta segundos después, se desató el caos. Aquel no era el juego de Chester; tratando de mantener la calma y el equilibrio, observó a Nils y a Gunnar, dispuesto a imitarles.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Por cierto, Chester está como una rosa, ni quemaduras, ni locuras, ni congelaciones, ni ná de ná. De hecho, está a un cartón de cigarrillos del paraíso. ¿Alguien trae tabaco? ;)

Ahora en serio: lo nuestro ha sido bastante crazy, y tengo fotos que lo prueban. Pero no queréis verlas, creedme. :P

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14/12/2014, 14:04
Alexander Peabody

Alexander no demostró demasiado entusiasmo por el reencuentro con el resto de la expedición; de hecho, no parecía muy capaz de entusiasmarse por nada. Se limitaba a realizar las labores que se le asignaban, sin intercambiar más que unas pocas palabras de cortesía cuando era inevitable hacerlo. Parecía pensativo y preocupado, se quedaba apartado del grupo y aparentemente ajeno a lo que se comentaba, incluso cuando se le mencionaba, como había hecho Menez.

Y en eso estaba, calentándose las manos en el hornillo, cuando comenzaron los crujidos y se desató el pánico; se había tomado muy en serio los consejos que había recibido durante los cursos realizados, y disciplinado como era, se aseguró de que estaba convenientemente protegido contra el frío antes de comenzar a ayudar a los demás con su indumentaria, que parecía en aquel momento la máxima prioridad.

 

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14/12/2014, 21:19
(Prólogo) El viejo Peabody

En medio de la confusión, mientras te abrochas escrupulosamente la parka, por el rabillo del ojo, ves una figura inconfundible para ti, y completamente absurda. Tu padre, con sus ropas anticuadas de toda la vida, te observa desde una esquina de la tienda. Te está haciendo un gesto con la mano tan típico de él que los ojos se te llenan de lágrimas por la nostalgia. Hace como así con la mano, como diciendo: "ánimo, muchacho, ánimo, no te distraigas y vuelve a casa todo derecho antes de que anochezca".

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15/12/2014, 21:32
Aramiker Menez

No había ni calentado el músculo de la lengua cuando se dejó oír un crujido seguido por gritos de alarma de Fiskarson. ¡No había podido contar las deshonra de Starkweather! De inmediato el campamento se convirtió en un caos en el que Menez, con lo pequeña que era, trataba de que no la atropellaran. Trotó hasta donde estaba Pooster con su pierna escayolada. Su pequeña altura era ideal para que el fornido hombre se apoyara en ella como si de una muleta se tratase.

- Lo primero es lo primero.- ¿Qué habían aprendido en las clases? Era una buena alumna pero la tensión del momento hacía difícil concentrarse.- Yo vigilaré que usted se abrocha todo correctamente y usted hará lo mismo conmigo, si le parece.- Ya había probado la ardiente mordida del hielo y no quería sentirla otra vez. Con la mirada buscaba a sus más íntimos compañeros. Maggie, de la cual no le gustaría separarse si debían sobrevivir en en exterior. Nandan, al cual su instinto maternal la instaba a proteger. Peabody, siempre tan solícito a ayudar a los demás a pesar de estar pasándolo visiblemente mal.Incluso el soso de Hirsh, al fin y al cabo era médico.- Permanezcamos juntos, amigos. ¡Mantengan la calma!- Trataba de elevar la voz por encima del tumulto. Cuando ya hubo comprobado sus ropas y las de Pooster, le ayudó a caminar.- Apóyese en mí. ¿Qué hacemos ahora Maggie? 

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16/12/2014, 00:21
Maggie O'Connel

En realidad, Maggie tenía en la cabeza salvar a los perros, pero los perreros se encargarían de ellos... 

- Poneros por parejas, que todo el mundo revise al otro a fondo para que no haya errores de vestimenta, y llevaremos a los enfermos al otro lado de la brecha, una vez estén a salvo nos pondremos a las órdenes del jefe de expedición para intentar salvar el máximo material posible. 30 segundos para revisión y seguidme.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Por no decir... "y yo que sé!" :D

Y encima fallo en una tirada en las que soy fuerte... 

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16/12/2014, 10:43
Timoty Pooster

Tim habia mejorado mucho coin su pierna y se sentia incomodo con la apretada escayola, que ya mostraba algo de moho por su canto exterior.

Al ver llegar a Menez, sintio un instinto protector y comento a su pequeña heroina. De acuerdo, comprobemos las cinchas y no se separe de mi. >ZAun tengo la fuerza suficiente para llevarla en volandas, si fuera menester, y tratar de saltar la brecha, siempre que no se abra en demasia. veamos si podemos solventar la situacion sin que el panico nos azote a todos.

Tras comprobar la vestimenta y con sus guantes de piel de foca forrados de borregillo, se movió en binomio con su peuqña amiga, para tratar dde mover el material de urgencia, asiendo raudo el botiquin y los cables que se enrollo en sus brazos.

Amiga, coja lo que pueda de combustible y un cazo, no podemos quedarnos sin agua y comida, primero lo basico.

Notas de juego

Soy u n suicida de lo crazy, quiero fotos¡¡¡¡

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16/12/2014, 15:00
Lord Anthony Montagu-Sutton III

Si Alexander se había mostrado poco entusiasmado con la reunión con los demás componentes de la expedición, aquello no era nada comparable con la falta absoluta de animo de la que Sutton hizo gala. Mas bien por su actitud totalmente inversa a su habitual alegría casi parecía otra persona, si es que el hecho de estar vendado como una momia no era suficiente para darse cuenta de que algo malo ocurría con el antaño simpático caradura.

No debía ser evidente como pareciera dado el discurso victimista de Aramiker cuyo contenido casi resulto una broma de mal gusto para Sutton. El viaje del Gabrielle había sido un camino de flores en comparación con el periplo vivido por los componentes de la Expedición de Los Dementes, pero la periodista parecía no darse cuenta ni aunque tuviese las pruebas delante.

Desde luego tuvo que morderse la lengua para no decir algo malsonante y largarse de allí con porte airado. De hecho, el primer impulso del noble ha la llegada del barco había sido desentenderse del resto de sus compañeros y largarse directamente a la enfermería del Gabrielle para no salir de allí hasta estar completamente recuperado (si es que eso era posible). Por desgracia las convenciones sociales y el decoro le habían obligado a reunirse con el resto de aquellos alegres suicidas que aun no habían comprendido que ninguno de ellos debería estar allí.

Si hubiese sido inteligente habría seguido su primer impulso y al menos ahora no tendría que aguantar aquel tipo de sandeces...

El crujido del hielo rompió su linea de pensamiento y le devolvió a la realidad, donde para variar las cosas se complicaban y el destino parecía conspirar en su contra. Desde luego la novedad sería que no lo hiciese...

Mientras estallaba el caos a su alrededor y algunos componentes del grupo comenzaban a dar ordenes, Sutton se limitó a levantarse con gesto resignado.

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16/12/2014, 23:22
Aramiker Menez

- Cómo me va a coger usted en su estado.- Dijo falsamente airada. Comprobó sus cinchas y cogió lo que Pooster le había sugerido.

Notas de juego

Yo tb quiero foticos.

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17/12/2014, 02:10
Nandan S.

Si Starkweather padre se había quedado atontado ante la visión del desprendimiento de hielo, su vástago no le iba a la zaga. Nandan había pasado un mal viaje desde su hipotermia, que le había dejado un más que seguro temor a las superficies heladas. Hasta entonces no se había mostrado especialmente cuidadoso en el cumplimiento de las normas de supervivencia, que le parecían harto aburridas, pero ahora procuraba estar siempre acompañado de alguien y no paraba de revisar su equipo contra el frío uno y otra vez. Hasta que no se habían encontrado con la Expedición de los Dementes apenas había pululado por la cubierta del Gabrielle, dedicándose a dibujar en su camarote. 

La verdad es que el adolescente era un cúmulo de hormonas y circunstancias novedosas que con el paso del tiempo desde la salida de Melbourne, estaban transformando a Nandan. El encuentro con los expedicionarios de los aviones no le provocó especial entusiasmo pues ahora que estaba familiarizado con la tripulación del barco llegaba gente nueva -aunque el nuevo realmente era él- con historias apasionantes que contar. Este aspecto sí que llamaba la atención del muchacho, ansioso de nuevas experiencias pero reprimido por el temor a meter de nuevo la pata. En realidad, Nandan no era más que un crío que tomaba la responsabilidad alegremente pero que sufría internamente por tratar de lograr la perfección para que su padre le aceptara al cien por cien. Así y todo, se presentó educadamente a Sutton, Dominique y Chester con "Encantado de conocerles. Mi nombre es Nandan Starkweather. Es un placer." esforzando su Proper English y tratando de aparentar una más que buena educación especialmente ante Sir Anthony. Se sentía por otro lado intimidado a la vez que curioso, por las veladas amenazas de información jugosa y novedosa de Chester Field. A este último sólo acertó a preguntarle sobre si habían visto "sirenas" también en su viaje.

Luego se había visto absorbido y fascinado por los aparatos voladores de estos expedicionarios, que examinó de arriba abajo, echando un vistazo a los mecanismos de la cabina y los motores. En esa tesitura estaba cuando Fiskarson comenzó a gritar.

El impulso le hizo abrazarse a Menez, pero como forzándose a no hacerlo, cambió la trayectoria al verla ocupada con el extraño  Pooster. Al ver que Sir Anthony trataba de levantarse, Nandan acudió en su apoyo.

—Yo le ayudo, Sir Anthony. No haga esfuerzos innecesarios.—y perdiendo la formalidad añadió—La enfermería del Gabrielle es un rollo, así que mejor no nos pase nada a ninguno de los dos.

Notas de juego

Disculpas por el retraso. Diciembre ha comenzado un poco loco. El muchacho ya está aquí dando guerra.

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17/12/2014, 09:52
Alexander Peabody

La indicación de Maggie de que debían comprobar sus atuendos por parejas no pilló desprevenido a Alex, que conocía bastante bien los procedimientos. Revisó, como no, la vestimenta de la aventurera, mientras ella hacía lo propio. Notó una correa algo floja en la muñeca izquierda de la mujer y procedió a apretarla, sin ceremonias ni palabras superfluas, las instrucciones estaban claras y cualquier pérdida de tiempo podía salir cara.

Miró alrededor, en busca de a quién podría proporcionar mejora ayuda. Sutton y Poster parecían asegurados. Mientras se decidía, fijó por un momento la mirada en un rincón vacío y dijo - Pronto estaremos juntos, Señor... - por lo bajo.

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17/12/2014, 12:17
Dominique Pickwell

Manda narices, un ruidito y todo el mundo corriendo a lo loco sin saber que hacer. Con un dolor espantoso en mi pie amputado consigo ponerme de pie lo mas dignamente posible cuando veo entrar como una exhalacion al chaval ese (Nandan S.) que se pega a Sutton como una lapa A ver chaval, las presentaciones para mas adelante, ayuda al señor Sutton a llegar a uno de los Boeing y acomodalo dentro, y no te olvides de ninguna prenda de abrigo de el ni de las tuyas, Chester, haga lo mismo con Charlenne y metanse en uno de los aviones, por suerte para nosotros estan listos para despegar, y a rebosar de las provisiones y pertrechos que escondimos cuando llego el medico de la Lexington.

Al salir de la tienda el caos era peor de lo que parecia, gente corriendo de un lado para otro, otros por parejas sin saber donde ir, a lo lejos el señor Starkweather con la mirada perdida...Joder que caos. No se porque pero los integrantes de los dementes les dio por venir a la tienda donde nos recuperabamos, en el fondo si lo sabia, la experiencia nos habia hecho ser un grupo superviviente.

Halperin, Dewitte empiecen a calentar motores, aseguren la carga y a acomodar a los heridos.

Miles, Longfellow amarren los aviones al suelo como si quisieran que se queden ahi para siempre, si el hielo se desprende del continente no quiero que se caigan al agua, un minuto antes de despegar los soltaremos, ayudales tu tambien Lopez.

Hermanos Sorensen, organicen a la gente del barco para que sean utiles en el rescate de otras personas y de la carga que esta en tierra. Si les pilla en este iceberg cuando se separe tienen un hueco con nosotros en los aviones.

Me aseguro que toda la ropa de abrigo este en su sitio, asi como la del resto de personas aqui reunidas, aunque los Sorensen ya estaban dando los ultimos toques y salgo fuera a ver que pudo hacer, cuando caigo en la cuenta, Abernale, donde narices se ha metido... 

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18/12/2014, 02:35
Nandan S.

Nandan ayudaba a Sir Sutton cuando Pickwell comenzó a darle indicaciones. Confuso miró a uno y a otro, pues no comprendía quien estaba realmente al cargo y se interrogó a sí mismo sobre si habría dicho bien su apellido: Starkweather. En el mes que llevaba a bordo del barco aquello significaba que tenía cierta potestad para tomar decisiones. En cualquier caso, por su propia lógica, el británico debería estar al frente de la toma de decisiones, meramente por su apellido; le supuso demasiado cansado para tomar la iniciativa. De todos modos hizo lo que Dominique le dijo, pues este último aparentaba tener idea de lo que hablaba y al chico le encantaban aquellos aparatos voladores. Cualquier oportunidad era buena si podía verlos volar desde tan cerca.

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18/12/2014, 20:57
Chester Field

Siguiendo las instrucciones de Dominique, Chester se acercó a Charlene y la ayudó a incorporarse y a subir a uno de los aviones. Probablemente le hubiera gustado protestar entre tanto manoseo - del que Chester probablemente abusó un poquitín de nada - pero no había tiempo para quejas; el tiempo apremiaba. Además, Chester aún tenía muchas más cosas que poner a buen recaudo, tanto o más delicadas que la competente aventurera. Entre ellas, su juego de cámaras, sus carretes, las ópticas y aún más kilos de material en general.

No tenía ni idea de qué había sido aquel crujido, pero no presagiaba nada bueno, y en verdad más valía estar preparados para lo peor, a saber; que el hielo se desmenuzara en mil pedazos y se quedara flotando a la deriva como un pececito de hielo en un whisky on the rocks, mientras toda la expedición quedaba aislada tanto de los aviones como del barco. 

Cuando hubo terminado con Charlene y su equipo se acercó a Dominique de nuevo.

¿Crees que el hielo aguantará? Quizás no ha sido más que un crujidito de nada, el bloque aposentándose mejor en el mar. Quién sabe, podría ser que por una vez tuviéramos algo de suerte, ¿no?

Aunque en el fondo ni él mismo terminaba de creerse lo que estaba diciendo.

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19/12/2014, 18:55
Guardián de los Arcanos

El trabajo contra el reloj y la fatalidad resultaba extenuante, sobre todo por lo inesperado: cuando todo el mundo comenzaba a relajarse tras la descarga, la Antártida había dado señales, y seguro que no por última vez, de que era un factor determinante en todas las ecuaciones.

La grieta había aparecido lejos, aun así, y cabía esperar a que diera una amplia tregua para poder desalojar lo más posible el campamento.

Los motores de los aviones necesitaban un proceso largo y tedioso para ser puestos a punto: más de una hora, si es que se deseaban evitar averías. Los motores de los tractores que, afortunadamente, ya estaban montados, presentaban el mismo problema. Ese tiempo, muy angustioso, se invirtió en que los guías polares revisaran una y otra vez las vestimentas de los más descuidados. El caso más flagrante fue el de Winslow, el glaciólogo, que sin miedo alguno se había ido a estudiar el fenómeno, descuidando hasta poner en la mochila su equipo de supervivencia, Gunnar le había interceptado con los cordones de los zapatos sin atar, con el gorro puesto de cualquier manera y la parka desabrochada flotando al viento gélido. Los perros, comenzaron a mostrar su utilidad. Ladraban y gañían más y mejor, ahora esforzándose en tirar de las correas. Ya había operativos dos trineos, y comenzaron a trabajar bajo la dirección de Pulaski y Fiskarson llevando todo aquello que iba estando empaquetado a una zona de la costra que prometía ser algo más estable a la espera de que los tractores se pusieran a hacer viajes: en el peor de los casos se suponía que los montones de material que se iban haciendo acabaran flotando en témpanos de hielo que serían uno a uno rescatados por el Gabrielle.

Una de las grietas parecía dirigirse al campamento, pero la otra amenazaba con cortar el paso a las provisiones desde la pista de aterrizaje de los aviones.

Muchos, bajo el mandato de un recuperado Starkweather, se lanzaron a salvar el precioso combustible. Durante las siguientes horas, a la luz de las bengalas una buena parte del tiempo, se trabajó contra reloj mientras en la lejanía cada vez más cercana se multiplicaban las fisuras, avanzando inexorables hacia el campamento.

Ha sido el pistoletazo de salida para una ruptura general de la costra de hielo, decía Winslow tan tranquilo, pedagógico. Ahora el proceso es imparable, debería durar al menos una semana hasta que el mar disgregue los trozos... eso si es que no hay tormenta.

Carga tras carga de comida, repuestos y bidones de gasolina se arrastraban tierra adentro para ser puestos junto a la pista de aterrizaje. Con cada nuevo viaje, todos rezaban con más fuerza para que aquel no fuera el último. Los aeroplanos, por fin, se cargaron, viajaron al campamento permanente, se descargaron (lo primero fueron los enfermos, con Nils Sorensen para protegerlos de las inclemencias) y repitieron el proceso lo más rapidamente posible, pero el volumen de carga era tal, que la parte que todavía estaba en peligro era enorme.

El Gabrielle tomó rumbo Oeste desde donde le había llegado la noticia, para ayudar, pero se había alejado demasiado, buscando un lugar desde donde hacer de repetidor para los mensajes que se habían planeado enviar con el fin de que el mundo recibiera su jugosa dosis de noticias, así que tardaría en estar disponible con sus inestimablemente valiosas grúas de muchas toneladas de capacidad. Hasta el día siguiente por la mañana no se le esperaba.

Se abrió una nueva grieta en la orilla pocas horas después de estar ya trabajando todos a pleno rendimiento, justo frente a uno de los tractores. Los tractoristas, Huston y Cruz, contemplaban con horror cómo el agua comenzaba a surgir de entre los hielos, mientras estos se hundían frente a un costado de la máquina. Treinta bidones de combustible y más de una tonelada de pemmican se hunbieron lentamente en el agua y desaparecieron para siempre.

El transporte continuó durante otras tres horas. Los tres aviones, el Enterby, el Weddell y el Scott (los Dementes se habían ya enterado de que el Sakleton, el otro boeing de la expedición había resultado destrozado durante una tormenta a causa de uno de los muchos sabotajes de Henning) se esforzaban al máximo, pero estaba claro que se acercaba el fin. Los dos tractores se colocaron sobre pesados palets con raíles para ser transportados hacia la barrera mediante trineos. Todos los hombres y mujeres que quedaban sobre la costra tuvieron que ayudar en esto, ya que los aviones no podían hacerlo. Hombres y animales empujaron y empujaron durante mucho tiempo, ya abandonada la zona de peligro inminente, ya que las nubes se estaban reuniendo y amenazaba tormenta.

Se lograron hacer dos viajes más por avión, hasta que Larry Longfellow avistó desde el aire una fisura que partía en dos la pista de aterrizaje, signo de que ya no se podía descender. Las veinte toneladas de combustible que quedaban por transportar fueron tragadas por el mar. La rotura de los hielos había supuesto la pérdida de la mitad de combustible de avión, unos 140 bidones. Un duro golpe.

La brigada de tractores luchó todo el resto del día siguiente contra las temperaturas bajo cero y la nieve intentando superar el desnivel de varios cientos de metros de la barrera, para llegar al glaciar, peligroso e inestable, pero apoyado en los sólidos flancos del Monte del Terror. El mar se ponía cada vez más tempestuoso, y el hielo se desprendía en grandes cantidades de la muralla, ahí donde solamente el agua sustentaba su mole. Esto forzó al capitan Vrendenburgh a abandonar sus planes de rescate y salir con el Gabrielle de la costa.

La noche y el día siguiente, ya en el campamento permanente, fueron mucho más duros si cabe: con todo el equipo sin montar, apenas lo necesario para no morir congelados, apretados unos junto a otros, azotados por una de tantas tormentas primaverales que este año se habían ido sucediendo en la Antártida y los mares circundantes. No había visibilidad, y a causa de que todavía no estaba señalizado el lugar, no se podía salir. Nevaba mucho. Pronto la integridad de las tiendas de compromiso se vio amenazada. Todo el esfuerzo había sido invertido en proteger las aeronaves en hangares robustos, que impidieran que el viento sustentara las alas y las arrastrara lejos. Todo el mundo estaba casi inconsciente de puro cansancio. Era hora de revisarse los unos a los otros, de hacer un listado de daños más importante que el de material: el de tobillos torcidos, quemaduras por frío, costillas fisuradas, tendones inflamados, muñecas abiertas, dedos machacados...

Notas de juego

Mañana sigo con sucesos relativos a cada uno de los pjs.
 

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21/12/2014, 01:28
(Prólogo) El viejo Peabody

La única impresión que te quedó de lo que podrías pensar que era una respuesta del fantasma de tu padre era una mirada de profunda incredulidad.

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21/12/2014, 01:31
Guardián de los Arcanos

Peabody había colocado la chaqueta a Maggie que, en realidad, estaba bien puesta. No se fijó, en cambio, que el buzo que debía proteger su nuca, sensible tras las quemaduras sufridas en Nueva York, dejaba un pequeño resquicio de piel. Era poca cosa, y el ejercicio físico enmascaró tanto el dolor inicial como los daños que podría haber sufrido. Sin embargo, tras todo el periplo quedaron en esa zona de su cuello feas ampollas, superficiales, pero inflamadas y, cuando volvió la circulación, muy dolorosas.

Peabody si que controló muy bien su propia indumentaria, incluyendo algunos detalles que, con los nervios, había pasado por alto la exploradora.

Pooster y Menez fueron, aparte de conmovedores, completamente desastrosos. Salieron muy ufanos, tal cual estaban en la tienda, y pasó un largo rato hasta que alguien se dio cuenta de cómo llevaban la ropa, les hizo parar y les arregló todo. Luego hubieron de sentirlo en forma de enrojecimientos, sabañones que picaban como el diablo y no pocas pequeñas ampollas en todas las extremidades. Pooster tuvo más suerte, pasó con una enorme ampolla en la punta de la nariz. Menez, al final de todo, y tras pasar por las manos de Greene, parecía tan lastimosa como Sutton: una momia cubierta de vendas y apósitos.

Sutton, en medio de sus fiebres, fue capaz de arreglar a la perfección a Nandan, cosa que el solícito muchacho no pudo devolver, gracias a su completa ignorancia en estos temas. Sutton entró en el avión (el primer viaje era para los enfermos, y esto le salvó la vida) y salió de él inconsciente, transportado por los que le acompañaban. No se recuperó de la inconsciencia hasta el día siguiente, en que lo despertaron unas altas fiebres: deliraba y molestaba a los hacinados compañeros de tienda.

Chester y Charlene (los Dementes, y ahora el resto del campamento comenzaban a llamarlos "chess" porque parecían jugar una extraña partida de ajedrez romántico entre ellos) parecieron inusualmente ineptos. Charlene pasó a formar cuadrilla con Sutton, inconsciente primero, luego febril. Chester, que de principio no estaba tan mal, probó las delicias de sentir cómo era de parecido el efecto del frío extremo al del calor extremo sobre la tan apreciada piel.

Pickwell se había vestido bien, haciendo gala de una presencia de ánimo que no mostró con Hirsch, el que, por eliminación, le había tocado por pareja. Hirsch tampoco anduvo listo, y eso que pasaba por ser medianamente entendido en estas técnicas. En principio se visitó bien: pero no era solamente eso lo necesario, sino moverse bien, trabajar apropiadamente, tener en cuenta el peligroso sudor cuando uno está moviendo bultos frenéticamente, y luego atendiendo heridos de diversa gravedad.

En el momento en el que tocaba a los mismos médicos hacerse un reconocimiento físico, cuando ya el infierno había penetrado en el corazón y el alma de cada uno de los expedicionarios, Greene, con su típica rechifla, pisó el pie izquierdo del psiquiatra. Hirsch no se dio ni cuenta.

Me temo que se ha congelado el pie, amigo mío, anunció el anciano doctor canturreando. A descalzarse pero ya.

En efecto, los dedos estaban ya comenzando a amoratarse, el pie blanco como el papel, la piel respondió a la vuelta de la circulación como de costumbre: enviando oleadas de dolor fresco y jugoso a su cerebro, anunciando así que había un no pequeño desbarajuste en sus congelados capilares. Qué decir, tenía el cuadro típico, propio del que ha olvidado que los ligeros calcetines de seda que todo el mundo llevaba en sus mochilas servía para que el pie transpirara adecuadamente, y no para aislar contra el medio ambiente. El sudor se había congelado, y había estando horas apoyando su cuerpo en un zapato de cemento, por así decir.

Ya no era, desde luego, tiempo de andar haciendo confidencias, pues ahora ninguna intimidad había entre los que formaban el conciliábulo de Moore. No confidencias del tipo de las que se suponía que debían tratar con él.

De todas maneras poco a poco se iba sabiendo que los Dementes habían tenido una travesía accidentada, llena de incidentes como el de Colombia, el de Perú, el de Bolivia... ¿Borracheras? ¿Putas? ¿Era cierto el rumor de que varios de los miembros de los Dementes se habían ido de putas? ¿Y porqué un viaje a unas ruinas cerca del lago Titicaca? ¿Qué ocurrió en Córdoba, donde se suponía que debían dejar a Abermale, para que decidieran desistir y llevarlo consigo? ¿Qué historia era esa de una oveja?

Por otra parte, los Dementes escucharon algo de extraños rituales de iniciación al paso del ecuador, con monstruos marinos y una corte de dioses surgidos del mar. Escucharon algo sobre unas monedas de oro que hacían enfermar de gangrena al que las tocaba, escucharon sobre extraños seres que dejaban no menos extraños rastros.

- Tiradas (24)

Notas de juego

Maggie, 3 de daño por frío.

Pooster 1 daño por frío.

Menez, 5 daños por frío.

Sutton, 4 daños por frío, de nuevo vuelta a la inconsciencia, a la fiebre y al dolor.

Nandan es salvado de chiripa por el ingles.

Chester, 2 daños.

Hirsch, 4 daños.