Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 5 (viaje por aire): hacia el hielo.

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26/10/2014, 20:01
Guardián de los Arcanos

Los días siguientes fueron de mucho trabajo para todos. Las manos de todos, excepto quizá las de Sutton y Abermale que estaban destinados a ser pareja obligada el uno del otro, eran necesarias.

Los dos hermanos Sorensen fueron implacables: pohibido trabajar sin guantes. Realmente el tiempo frío hubiera permitido prescindir de las gruesas manoplas destinadas a lo peor de los fríos del polo, al menos al medio día, pero la necesidad de acostumbrar las manos al trabajo en esas condiciones, ahora que los fallos no serían tan graves, fue el argumento definitivo que no dejaron de mencionar una y otra vez.

¡Dedos congelados! La piel se vuelve negra, los nervios mueren, las manos se quedan insensibles, más tarde llega la gangrena, si no se reacciona a tiempo, hay que cortar algunas falanges, y en el mejor de los casos, nos quedamos sin uno de los mecánicos. Tomen muy en serio nuestras órdenes, decía un mucho más serio de lo habitual Gunnar.

Nils se limitaba a decir seco y ágrio: "guantes", cada vez que alguien trataba de evitar su férrea vigilancia. Guantes, guantes, y un áspero toque en el hombro. Orejeras, gorro, abrigo. Señalaba los puntos donde los botones o los lazos habían sido mal hechos, y no descansaba hasta que el infortunado había corregido el estropicio. Todos aprendieron que una palabra de Nils era una orden que había que obedecer de inmediato.

Era necesario desembalar los esquíes de los aviones, desmontar las ruedas, montar los esquíes sin fallo alguno. Todo hubo que hacerlo al aire libre, ya que no había hangar. Cerca ardía siempre uno de los barriles donde se había quemado el combustible para señalizar la pista, pero los descansos eran raros, y cuando las manos paralizadas por el frío y la humedad llegaban al calor, la piel dolía como si clavaran agujas en ella.

Eso significa algo bueno, decía Gunnar: significa que la circulación de la sangre se restablece, significa que se estaba poniendo espesa por el frío, el paso anterior a la congelación. Aprendan a agradecer ese dolor, el día que no lo sientan, avisen inmediatamente al médico o a alguno de nosotros.

Hubo que construir un armazón de madera para mantener los aviones a la altura adecuada, ya que no había grúa alguna. El campo, en estas soledades, era bastante llano, roto por ondulaciones en las praderas. Al fondo la costa y un pequeño poblado de casas de madera. La población de la zona no superaba las dos mil almas, en cambio, la población de animales era enorme. Todas las mañanas las ovejas lanosas y fibrosas, iban al borde de la verja a curiosear. Tras el segundo día de trabajo vino una fuerte nevada que vistió los campos de blanco puro. Contrastaban con el área de trabajo, sucia, irregular, llena de barro blando y peligroso que a la mañana siguiente estaba duro como la piedra, lleno de aristas peligrosas. El sonido del mar era constante.

Algunos habitantes del pueblecito venían a curiosear, como las ovejas. Una cuadrilla arregló la valla rota por el Weddell, el boeing que había aterrizado primero. El pastor pasó la factura de gastos a Pickwell, y luego a Sutton, cuando fue dirigido en esa dirección. Trajeron el combustible que había sido encargado, en la misma camioneta que tenía el encargado de la "torre" de control.

Uno de los dos pilotos permanecía siempre en el casuto de fibrocemento, al tanto de la radio, esperando noticias del Wallaroo, el barco que debía dejar en el punto adecuado el segundo cargamento de aprovisionamiento para los aviones. Todavía no se sabía nada. El pequeño barco Río del Plata ya había dejado su cargamento, y había regresado a puerto. Pero lo había hecho sin haber reportado noticias del Walaroo.

Todos aquellos (pocos) a los que se podía preguntar, decían que la primavera estaba siendo inestable y tormentosa. La situación era preocupante. Hasta que no se estuviera seguro de que ese segundo cargamento estaba en su sitio, salir hacia el polo era una completa locura.

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27/10/2014, 22:13
Chester Field

Practicar, practicar, practicar... ¿Es que no había nada más que hacer en aquel desolado páramo, perdido de la mano de Dios? Chester empezaba a estar hasta las narices de tuercas, engranajes y palancas. La mecánica le interesaba lo justo para poder reparar sus cámaras de fotos, y meterse hasta el codo en grasa de avión no iba a convertirse en uno de sus pasatiempos favoritos, de esto estaba ya bastante seguro.

En uno de los escasos descansos, Chester se secó el sudor con un trapo sucio (que le dejó la frente tiznada), encendió uno de sus cigarrillos - ahora que los doctores no estaban por ahí para soltarles el rollo de la salud - y, con cara de mal disimulado hastío, trató de iniciar una breve conversación con el camionero de la torreta.

Oye, cuate - de esta se acordaba - ¿Qué se hace por aquí para pasar el tiempo? ¿Beber? ¿Mujeres? ¿Sí?

Nada más terminar de decir aquello, sintió una punzada de  culpabilidad; ¿no se suponía que quizás había algo con Charlene?? ¿Y ya estaba de nuevo preguntando por mujeres?

Pero por otro lado, no habían vuelto a hablar de "aquello" desde la noche de autos - o de aeroplanos - o sea que probablemente ella no le había dado ninguna importancia. ¿Qué sentido tenía entonces tratar de conservar la esperanza? Nah, era mucho mejor tratar con mujeres de afecto negociable. Con ellas al menos uno sabía a qué atenerse.

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28/10/2014, 19:05
Guardián de los Arcanos

30 de septiembre muy de mañana.

Un torrente de palabras en inglés salía de la radio. Halperin, titubeante, pedía repetir algunas frases que la estática se había tragado.

Terrible tormenta... Algo en el barco, un animal peligroso... Hielos... Vía de agua... Gangrena...

Parecía que eran, por fin, noticias del Walaroo. ¡Pregunte si han conseguido dejar el paquete! Decía todo el mundo. Él alzaba la mano y escuchaba. Anotaba lo que podía.

Parece que el paquete lo dejaron hace ya una semana, dijo, por fin. Han tenido una tormenta justo después, hasta hoy mismo, que les ha arrastrado por todo el mar antártico, ahora solamente está en el barco el capitán: está lanzando un S.O.S. a quien pueda escuchar, pero tengo la sensación de que están perdidos. Una barca con los que quedaban vivos ha salido por su cuenta para intentar llegar a Australia. No he entendido muy bien, pero creo que han tenido problemas con un animal furioso, una rata negra muy grande. No estoy seguro. 

Menos mal que de vez en cuando se me ocurrió sintonizar las frecuencias de emergencia. Ahora voy a radiar al punto más próximo. Vayan a avisar al pueblo, para ver si alguien se atreve a ir a rescatar a esos desgraciados, aunque lo dudo, porque de aquí a esa posición hay un trecho muy largo. La señal se acababa de perder. Halperin había llamado a voces antes de seguir escuchando. Era de noche todavía. El campamento se había montado a pie de pista. Hacía dos días que los aviones estaban listos para despegar. Las ruedas, empaquetadas, estaban también listas para ser enviadas a Nueva York en un carguero que saldría dentro de un mes.

Durante esos dos días de más relajo, Chester había ido al pueblo junto con Miles y Longfellow. No había demasiadas mujeres, y las pocas que había, estaban tan vigiladas que mejor habría sido aparecer directamente con las escopetas. Sin embargo, aunque no se entendía ni papa de lo que se hablaba, se podía jugar al pocker, tomar mate y beber una especie de licor fortísimo que servían a granel en la cantina. La mezcla venía a ser entre un licor de caña, jugo de limón y más o menos chicha. Se pusieron hasta las cachas de dulce de leche que, por sus propiedades caloríficas, fue adquirido por kilos para el viaje al sur.

Marlene se había hecho la despistada. No trataba a Chester ni mejor ni peor: ella no era una mujer de trato fácil, de todas maneras. Se ocupaba de ayudar a los mecánicos cuando se lo pedían. En sus ratos libres cogía bichos, plantas, rascaba el suelo en busca de fósiles. Tenía ya un catálogo bastante extenso, y pesado. Tanto que Pickwell tuvo que llamarle la atención: no se podía arriesgar el paso a la Antártida con aunque fuera medio kilo de más en los aviones.

Pero esa misma mañana iban a partir. Todos se pusieron a trabajar en desmontar el campamento. Los aviones esperaban. En los libros de viaje estaban ya anotadas las dos posiciones más probables de los puntos de aprovisionamiento.

El sol, muy inclinado siempre, en esas latitudes, saludó a la expedición con luces de suave rosicler. En todos los días que habíais estado no se había calmado el viento hasta hoy.

¡Tooo-ooorrrmeeenta! ¡Lluviaaaaa! Abermale daba saltitos, enfundado en su aparatoso abrigo de piel de reno.

¿Será verdad que va a haber tormenta? Comentó Miles.

Dos horas más tarde, sobrevolando ya el mar antártico, todavía a la vista de tierra, bastante al norte, pudisteis ver cómo un frente muy activo estaba barriéndolo todo delante vuestro.

Vamos a sobrevolar el frente. El cielo por encima de la masa nubosa estaba claro. El frío se hizo tremendo. Todo el mundo llevaba puesta la vestimenta completa para el polo por primera vez. Se encendieron los calefactores. La tormenta, vista desde arriba, parecía otro mar enfurecido que sobrepasara el océano Antártico, como una criatura informe, portentosa, que devoraba milla a milla todo lo que iba poniéndose en su camino. Diminutas, se podían ver masas de hielo flotando entre las ondulaciones, que sugerían complejos diagramas matemáticos. El ruido del motor era monótono. Los dos boeings estaban aumentando su altitud, tratando de alcanzar una cota cercana al máximo, (la idea era descender luego, planeando todo lo posible, hacia la isla de Ross) cuando un fortísimo viento obligó a maniobrar los aviones. Del Weddell llegó un mensaje apurado: la voz de Charlene sonaba asustada.

¡El golpe de viento nos ha cogido de improv... !

Estática.

Mirando por los visores, os disteis cuenta de que el Weddell tenía problemas. Caía hacia la tormenta. En un instante desapareció por entre las nubes.

- Tiradas (5)

Notas de juego

La paz- Antofagasta - Cordoba

Cordoba - Bahia blanca - Comodoro Rivadavia

Comodoro -  Rio Grande (cambio del tren de aterrizaje)

Rio Grande - Isla de James Ross 

Isla de James Ross - primera reunion provisional - Segunda reunion provisional

Segunda r. p. - Destino final con el Gabriele

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30/10/2014, 15:04
Lord Anthony Montagu-Sutton III

Sutton estaba ocupado como siempre con distraer a Abermale de su comportamiento infantil, entreteniéndole con algún juego, mientras, de vez en cuanto intentaba hacer salir a relucir a su verdadera personalidad a base de hacerle preguntas relacionadas con el campo de la meteorología. Sabía que probablemente era una perdida de tiempo, pero ¿Quien sabía? quizás así, en algún momento dado el verdadero Abermale saldría a relucir ni que fuese por un instante.

Desde su punto de vista una sombra de preocupación se cernía sobre el grupo. Era mas que evidente de que aquella expedición no estaba saliendo especialmente bien, y aunque era de esperar que en una empresa de tal magnitud surgiesen problemas, en aquellos momentos casi parecía como si el destino o mas bien alguien oculto en las sombras, estuviese conspirando contra ellos. Eso último era evidente desde antes incluso que sucediera el atentado al barco, pero era una sensación que se había dilatado en el tiempo incluso en aquellos momentos, mientras volaban y aparentemente se encontraban lejos de cualquiera que quisiera minar la expedición.

De repente, sus elucubraciones conspiranoicas se vieron cortadas cuando un tremendo golpe de viento golpeó el avión, haciendo que lanzase unas cuantas imprecaciones entre dientes. Pero su enfado momentáneo se esfumó relevado por un escalofrió, que recorrió su columna vertebral cuando la comunicación con Charlene se vio repentinamente cortada.

Mirando por uno de los visores observó como la aeronave caía hacia la tormenta, perdiéndose abruptamente entre las nubes.

   - Oh dios mio...- Musitó con el corazón en un puño.

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30/10/2014, 21:13
Chester Field

Chester apenas podía abrir los ojos. Aquellas sacudidas le estaban revolviendo el estómago, y no veía la hora de aterrizar otra vez.

El ruido de la radio hizo que volviera ligeramente en sí. ¿Qué estaba pasando allí?

Cuando finalmente logró reunir el coraje suficiente para mirar por la ventanilla del avión, vio el otro aeroplano cayendo hacia aquellas nubes de tormenta. Aquello fue la gota que colmó el vaso; notó la bilis subiendo por su cuello y fue incapaz de detener el vómito, mitad a causa del mareo, mitad a causa del horror de ver desaparecer a sus compañeros.

Tratando de recuperar el resuello entre arcada y arcada, Chester intentó acercarse a la cabina de los pilotos.

¿Están bien? ¿Podrán remontar el vuelo, verdad?

Era difícil saber si la palidez de su rostro se debía al espanto de ver el otro avión hundirse entre las nubes, o a las constantes sacudidas que sufría su propio aparato.

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30/10/2014, 22:47
Guardián de los Arcanos

El silencio de la radio era ominoso. El avión olía al vómito de Chester y al de Abermale, que no había podido evitar seguir al fotógrafo. Limpiábais todo como podíais sin quitaros los cinturones de seguridad. De debajo del asiento, con cara de circunstancias, Halperin sacó un paquete de bolsas de papel. Vomitad aquí, si tenéis más ganas.

Uno detŕás de otro, los que no teníais suficientes horas de vuelo en el cuerpo, fuisteis siguíendo el ejemplo de Chester y Abermale.

Estaba claro que las fuertes ráfagas de vientos contrarios en las capas superiores habían hecho perder estabilidad al Weddell. No tenía porqué estar todo perdido. Había mucha distancia hasta el agua, y durante la pérdida no era imposible recuperar la sustentación de las alas.

Os mantuvisteis en ruta, observando ansiosos por los visores del suelo. Pasaron los minutos llenos de angustia.

La radio chirrió de repente.

...amos... ...tabilidad... ...cota superior en cuanto sea...

Era la voz de Charlene a la radio. A la media hora, López gritó. A varias millas a estribor se podía ver una mota gris surgiendo de la capa nubosa: parecía el Weddell.

¡Os vemos! Atronó la radio, ahora sin demasiadas interferencias. Hemos recuperado la estabilidad, no hay daños, aparte de algunos chichones.

A lo largo de la travesía también el Enderby tuvo sus problemas. El viento en esas alturas estaba siendo muy traicionero. Rolaba poco a poco hacia el norte, pero soplaba a ráfagas inestables, que hacían peligrar, con las diferencias de densidad, de fuerza y de dirección, la sustentación de cola y alas. Imposible planear. Había que dar gas a los motores para que la misma velocidad del aparato obrara en contra de tantos problemas. Aprendisteis eso por la vía dura, aunque no fue una situación tan peligrosa como la del Weddell. El volante pegó un tirón, que hizo que a Halperin se le escapara de las manos. El avión dio un brinco y el suelo de la cabina se puso casi vertical. Os recuperasteis de la pérdida casi casi justo antes de entrar en la zona de nubosidad. Abermale se puso a gritar como un berraco, a llorar y a llamar a su mamá. Hubo que sujetarle, porque tironeaba del cinturón de seguridad, pero luego se aferró con desesperación a los que le habían intentado agarrar, quedándose entre las manos con algunos mechones de pelo de Sutton, y dejando su cara llena de arañazos.

Fuisteis perdiendo altura, afortunadamente en una latitud y a una hora en las que el frente nuboso iba pasando y quedando atrás. Por primera vez en vuestra vida, en el horizonte, visteis el continente helado: una línea blanca que separaba el mar del cielo. Sin embargo la placa de hielo que todavía rodeaba la tierra hacía complicado poder averiguar el perfil de la costa. Acababa de nevar copiosamente, al parecer. Pickwell hizo dar a los dos aviones varias vueltas de muchos kilómetros hasta conseguir dar con un punto de referencia fiable. La brújula no funcionaba bien. Había que prestar atención más bien al cronómetro y a las periódicas mediciones de la altura del sol, así como a la velocidad que se suponía que llevabais.

Eso parece la Isla Elefante, dijo DeWitt por la radio, desde el Weddell. Os acercasteis. Efectivamente, eso parecía: el perfil era inconfundible.

Una masa rocosa e inhóspita que surgía del mar. Una mole coloreada con infinitos matices de gris, pardo, azul y verde. Estaba demasiado lejos de vuestra ruta, debíais poneros en camino rápidamente, ya que de lo contrario os quedaríais sin autonomía.

Recuperado el rumbo hacia la Isla de James Ross, mirabais preocupados el nivel de combustible. Fue necesario apagar los calefactores para economizar. En ese momento fue cuando comenzasteis a entender el significado de la palabra "frío" El termómetro exterior  daba lecturas por debajo de los -50 grados centígrados, en las cabinas estaríais a -30. Teníais puesta toda la ropa posible.

Encended un mechero. Dijo Gunnar. Chester, saca el mechero ¿crees que no te he visto fumar a escondidas? Amárralo aquí con una goma y dejalo encendido, notaremos la diferencia. Moved las manos y los pies todo el rato, vigilad las caras y las manos de unos y de otros, si veis manchas pálidas en la piel, avisadme, haremos friegas con alcohol para recuperar la circulación.

Todo el mundo estaba tiritando. Como el tiempo era algo menos inestable, se planeó todo lo posible. Pasó el tiempo.

¡Ahí! Eso tiene que ser la Isla del Rey Jorge, y eso más allá ya es la península Antártica. Tenemos que pasar la de largo, detrás debe estar la isla de James Ross.

Notas de juego

Cierto, se me había olvidado: el mareo. Dos tiradas, una de constituciónx5 y luego, tras vuestro propio encontronazo con el viento, una de con x2.

Cada fallo os deja un -20 a todo lo que intentéis. Cada éxito os da un +20 (a la hora de reducir malus solamente) El penalizador máximo es -60, momento en el cual os quedáis casi inconscientes.

Si sacáis un éxito inferior al 20% de la dificultad de la tirada, podéis intentar un descubrir o un rastrear, lo que tengáis mejor, para ver si vuestro oído interno y vuestra vista se armonizan. Caso de conseguirlo os habréis inmunizado contra el mareo en avión y en barco.

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30/10/2014, 23:56
Dominique Pickwell

Por fin tierra conocida, este tramo que parecia facil se ha convertido en una dura prueba. Por un momento pense que los perdiamos. Al menos las condiciones meteorologicas se estan suavizando, a ver como nos va tomando tierra.

Me aflojo un poco el cinturon y me giro lo suficiente como para poder ver el pasillo y al pasaje. El frio es intenso, por lo que tengo que hacer un esfuerzo al sonreir, hay que aparentar tranquilidad... que tal van por ahi detras, mejor supongo, ya no nos movemos tanto, verdad. Bueno tampoco les queda mucho mas por echar fuera, no se preocupen es normal, ya se acostumbraran.

Mucho cuidado con ese mechero, no queremos que por un descuido tengamos un incendio a bordo.

Animense, estamos ya muy cerca de nuestro destino.

Me recoloco en mi asiento ajustandome de nuevo el cinturon, cojo los prismaticos para localizar la isla y la mejor ruta de aproximacion. miro la carta nautica, compruebo con la brujula de mano las indicaciones del compas y calculo la distancia que nos queda para tomar tierra, Un poco justos, pero nada que no hayamos hecho antes.

 

 

 

- Tiradas (4)

Notas de juego

El mareo supongo que no nos afecta a los pilotos. Mas nos vale...

A la hora de aterrizar ayudo en la maniobra de aproximacion con los controles que no usa el piloto, como la palanca de gases, los flaps, paso de la helice, el timon de profundidad, etc. Y en la aproximacion final a tomar tierra actuo como un piloto mas con los mandos, asi sumamos entre los dos fuerza con el rigor de los mandos.

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31/10/2014, 20:05
Guardián de los Arcanos

En el mismo momento en que las manos de Pickwell se acercaban a los mandos duplicados de la nave, sus manos temblaban incontrolablemente. Imposible apoyar con su fuerza las maniobras de Halperin. Pickwell estaba condenado a hacer las labores de apoyo más básicas, como manejar la radio, estar atento a los diales, calcular la posición y sonar los mocos del piloto, si tenía. Y no era broma esto último. El aliento se congelaba, y en los labios superiores se formaban carámbanos no pequeños y muy dolorosos, que amenazaban con provocar quemaduras de frío, ampollas que, según los cursos de vuestros guías, eran muy complicadas de curar. ¿Habíais sudado de miedo? Había una nueva dimensión de la expresión "sudor frío": a pesar de ser un fluído salado y, por tanto, con un punto de congelación más bajo que el del agua corriente, tras cada maniobra peligrosa vuestras frentes se perlaban de gotas que luego caían haciendo ruiditos contra el suelo, sólidas, dejando pequeños círculos de piel enrojecida tras ellos.

Notas de juego

De pilotar nada, Pickwell :) Sufres de una locura temporal, temo. Ni siquiera accionar los flaps o como se llame eso :S Pero no significa que no puedas ser de mucha ayuda, eso seguro.

Por supuesto todo el que tenga más de 30% en pilotar ha tenido que superar los mareos. Además, tener la vista pegada a puntos de referencia (obligatorio si tienes que pilotar) ayuda mucho a superarlo. Los pilotos profesionales no se marean.

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02/11/2014, 20:55
(Starkweather-Moore, guía) Gunnar Sorensen

A Pickwell se le estaba congelando la mano con la que sujetaba el botón de pregunta/respuesta de la radio. Apoyaba el antebrazo en un ángulo del fuselaje, sin darse cuenta de que ese gesto le cortaba la circulación lo suficiente como para causar problemas en sus manos si seguía así. Sintió un golpe amortiguado porque la piel ya se le estaba durmiendo. Miró atrás y vio que Gunnar le había dado con un bastón de esquí que había sacado rápidamente de su equipaje.

Ese brazo, Dominique. Si se te duerme, también se congelará. Muévelo, si es posible sosteniendo algo de peso en él. Muévelo ya.

Sutton tuvo menos suerte: cuando Gunnar le miró la cara, tal y como hacía regularmente para ver si había síntomas (los síntomas de congelación temprana no se sentían: lo primero que ocurría es que los nervios se anestesiaban en una pequeña área de la piel) ya se podían observar manchas blancas en su frente.

Que alguien se ocupe de Abermale. Sutton, ven aquí enseguida. Le quitó el gorro y le comenzó a dar friegas con alcohol. Comenzó a masajear vigorosamente la parte congelada y, ciertamente, Sutton comenzó a sentir que el benéfico dolor venía, teniendo en cuenta, además, de que le estaban frotando donde antes Abermale, en su pánico, le había arañado. Se te va a quedar la cara como un mapa, verás. Esa piel está ya muerta, se te tiene que caer. Pero antes te saldrán ampollas y se pondrá negra. Hay que desinfectar, hay que cuidar... Tened todos mucho cuidado, miraos los unos a los otros constantemente. Id pasándoos el mechero para calentaros las manos.

Halperin, si o si, dentro de media hora hay que volver a dar la calefacción. Eso o encender uno de los hornillos que llevamos, lo que prefieras. De lo contrario, nos congelaremos.

Llevados por el miedo, todos estaban moviendo brazos, piernas y cabezas. Abermale lo tomó como un juego (afortunadamente) y se dedicaba a reír mientras imitaba a los demás.

Despacio, si os ponéis a sudar también será malo. Gunnar mantenía siempre un tono tranquilo, la sangre fría. Haced los movimientos metódicos y no demasiado rápido.

- Tiradas (9)

Notas de juego

Daños por frío:

- Sutton, 2 puntos

- Pickwell 0 puntos (Gunnar descubre a tiempo su congelación)

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02/11/2014, 21:00
Chester Field

Chester apenas se enteraba de lo que sucedía a su alrededor. El otro avión... le parecía recordar que había logrado recuperar el control, pero ahora tampoco estaba muy seguro. 

Alguien había dicho algo de un mechero, y Chester se había sacado el suyo. Menudo momento para echarse un pitillo - pensó. Tras todos aquellos vómitos, sacudidas y accidentes, lo único que quería meterse Chester en los pulmones era aire fresco. - Bueno, allá ellos.

Chester apenas veía nada; su visión periférica era un todo borroso, y estaba sudando a mares. Ya ni siquiera oía a sus compañeros: un intenso pitido de procedencia desconocida era todo lo que podía escuchar.

Dragones, dragones en el aire...

- Tiradas (2)

Notas de juego

Pifias, pifias por doquier. 

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02/11/2014, 21:20
(Starkweather-Moore, técnico) Douglas Halperin

Es mejor no encender el hornillo ni la calefacción, Gunnar. Si solamente tenemos media hora, tenemos que aterrizar en cuanto lleguemos, y prefiero que lo hagamos lejos del depósito, pero con algo de reserva de combustible. Siempre lo podemos buscar a pie, y en cuanto lo encontremos, juntar las reservas de los dos aviones e ir a cargar los bidones en uno de ellos. Por otro lado, el hornillo es demasiado peligroso, un bache y salimos todos ardiendo.

En cuanto diga ya, asomaos todos a las ventanas y mirad si veis una bandera roja. Es la señalización pactada.

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02/11/2014, 21:24
Guardián de los Arcanos

El cielo entre los aviones y la superficie de la Isla de James Ross tenía algunas nubes. Halperin abordó la isla procurando quedar por debajo de esta capa, y tomando ya la altura necesaria para aterrizar inmediatamente.

Bajabais cada vez más. Los oídos se taponaban (como siempre) con el cambio de altura.

Chester seguía muy mareado, y había vomitado otro par de veces más, hillillos de bilis ahora, estaba muy pálido. Apoyaba la cabeza contra el cristal de la ventana, y cuando Halperin dijo que se buscara la señal roja, miró como al descuido. Y ahí estaba. El único que la vio, justo antes de desaparecer bajo una loma. Era el final de un enorme glaciar, justo cuando se encontraba con el mar, junto a uno de sus bordes, que se suponía que era algo más estable que la parte central.

Halperin ya había iniciado la maniobra, pero el aviso le permitió corregir la distancia y acercarse lo más posible al lugar señalado. El avión aterrizó.

Serán unos veinte kilómetros hasta el lugar, calculo, dijo cuando la inmovilidad del avión cuajó de silencio la cabina. Habíais conseguido aterrizar sin problemas. Gunnar ya estaba revolviendo en su mochila para encender el hornillo, y calentaros.

Ni se os ocurra salir hasta que hayamos pasado media hora al calor. López, dame el keroseno. Vamos a cocinar algo de caldo, para templarnos.

Se escuchó el ruido de los motores de Weddell cuando aterrizaba. Pararon. En los altavoces sonó la voz de Charlene: hemos aterrizado sin novedad. Nils no nos deja salir, tenemos alguna congelación de menor importancia. Nos vemos en una hora o así, hasta que tengamos todo arreglado. Cambio.

- Tiradas (2)
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04/11/2014, 19:46
(Starkweather-Moore, técnico) Douglas Halperin

Un agradable calor subía desde el hornillo en el que se estaba cociendo agua, pemmican y sopicaldo: una especie de engrudo grasiento que prometía más calorías concentradas para vuestros cuerpos ateridos de frío. Los temblores comenzaron a ceder y pudisteis relajaros. Ahí donde había habido insensibilidad y principio de congelación, ahora había un escozor y unas punzadas muy dolorosas.

Halperin, con algunas manchas sospechosas en la cara (que se tocaba incrédulo de vez en cuando) dio su parecer: bueno, jefe, ya has escuchado antes lo que yo haría. Juntar la reserva de combustible de los dos aviones e ir en uno de ellos a recoger todo el combustible que podamos. Pienso que estará a unos veinte kilómetros de aquí, puede que hasta sea mejor que el avión ni siquiera despegue y que vayamos sobre los esquies, pero es arriesgado. ¿Qué hacemos?

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04/11/2014, 19:53
(Starkweather-Moore, guía) Gunnar Sorensen

Antes de nada hay que montar un campamento provisional, señalizar el terreno, por si se presenta la niebla que nadie se pierda, hacer barreras de hielo para que el viento no nos tire las tiendas, sobre todo hay que asegurar las alas de los aviones con cables, aquí los temporales pueden ser muy violentos. Luego habría que explorar a pie, un grupo pequeño, con alguien que sepa ver una pista para aterrizar, o que nos diga si el avión puede pasar por donde vayamos.

El líquido cumplía al gusto lo que prometía el aroma: era como beberse un trago de mantequilla líquida y medio rancia, con un curioso regusto metálico y dulzón, pero vuestros cuerpos lo recibieron alborozados.

¿Qué opinan los demás?

Notas de juego

Decisiones, mozos.

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04/11/2014, 21:00
Dominique Pickwell

Bueno, lo primero es lo primero, tenemos que montar el campamento antes de que se haga de noche y baje mas la temperatura. 

Cuando estemos acampados, mientras cenamos podremos tomar una decision con respecto a lo que haremos mañana.

Señores animo, ya cada uno sabe lo que le toca, Pilotos y mecanicos a asegurar los aviones, el resto a levantar el campamento bajo las ordenes de los guias polares.

Con respecto al señor Abernale nos lo iremos turnando, esta noche le toca a Chester, por lo que Anthony queda libre para la faena. Despues de cenar convendria hacer un cuadrante para que esta carga no recaiga sobre los mismos, como ya "disfrutaron" Charlene, Anthony y Lawrence.

 

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06/11/2014, 12:33
Chester Field

No. - Dijo Chester, con pasmosa tranquilidad. Se daba cuenta de que era la primera vez que contradecía a Dominique, pero aquello no podía aceptarlo de ninguna de las formas. 

No - repitió. - No voy a ocuparme de Abermale, no voy a ser su cuidador, y ni por todo el oro del mundo voy a aceptar hacerme responsable de su vida. Sabes que creo que Abermale no debería estar aquí, repetí por activa y por pasiva que el Polo no era lugar para alguien incapaz de ponerse unos pantalones solito; no voy a aceptar hacerme cargo de él. La vida de una persona es una carga demasiado pesada para mí. Además, y si mal no recuerdo, Sutton dijo que él mismo se comprometía a cuidar personalmente de Abermale si hacía falta. Bueno, pues permíteme que le tome la palabra al Señor Sutton: que sea él quien asuma esta responsabilidad. Yo ni puedo ni quiero hacerlo.

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06/11/2014, 19:34
(Starkweather-Moore, guía) Gunnar Sorensen

Ya lo discutirán más tarde, dijo Gunnar molesto. Acababa de proteger con esparadrapo y gasa estéril las quemaduras de frío en la frente de Sutton, que ya comenzaban a hincharse. Dolían en los bordes con la recuperación del flujo sanguíneo. De momento Sutton debe quedarse aquí, si se congelara de nuevo el mismo sitio podría producirse gangrena, debe esperar una hora al calor por lo menos.

Eso significaba que todos menos Sutton y Abermale debían salir a montar el campamento provisional.

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06/11/2014, 19:39
Guardián de los Arcanos

Tras hablar un momento por la radio (que se apagó enseguida, para ahorrar batería), todo el mundo se preparó para salir minuciosamente. Gunnar supervisó a todos. Por fin, abrió la puerta del avión. Entró la luz del sol a raudales, ya que aunque el astro estaba siempre bajo en estas latitudes, la nieve eterna multiplicaba su brillo.

Todos con los mitones para trabajar. Cada cuarto de hora o así vigilaos los unos a los otros por si hay congelación. Descansamos por turnos, el que descansa se debe poner inmediatamente las manoplas e ir al Enderby a tomar algo caliente. Hasta que no esté preparado el excusado deberéis aguantaros de hacer pis o lo que se os ocurra, así que tenemos que darnos prisa.

Lo primero fue marcar el perímetro del campamento. La gélida superficie era áspera y desigual, con miles de salientes puntiagudos debido a las presiones del viento la roca y el agua. Entre los salientes, la nieve se acumulaba en diferentes profundidades, a veces blanda, pero otras compuesta de duras capas superpuestas. Crujía y rugía bajo vuestras botas.

Donde no había nieve o piedra, el hielo era viejo y resbaladizo. Todo el mundo se cayó varias veces durante el primer día de trabajo.

A pesar de todos los peligros, andar sobre el hielo de la Antártida era excitante. La superficie tenía mil tonos diferentes de azul y verde, y a veces se teñía de rojo cuando el sol polar estaba bajo. Los cristales de hielo atrapaban la luz y la reflejaban en mil rayos multicolores, engañando al ojo con la impresión de mágico extraño y engañoso movimiento. El aliento producía un silbido antes de congelarse. A veces flotaba en blancas nubes o se cuajaba en mostachos, anoraks y capuchas.

Cuando se levantaba viento, la visibilidad era nula a apenas dos metros escasos, salvo las ráfagas cegadoras de nieve. Las tormentas de nieve eran frecuentes aquí, y durante la instalación del campamento provisional hubo una, afortunadamente breve y no muy violenta. Cuando ocurrían, cielo y horizonte se perdían en muros de brillante blancura y no era posible ver nada. Estos momentos siempre entrañaban especial dificultad, sobre todo para aquellos que iban a ir a explorar. En el campamento, la labor de señalización había sido colorar banderolas de colores chillones todo alrededor, y formando caminos para ir a las diversas partes del mismo, aviones, tienda de provisiones, tienda habitáculo número 1 y número 2 y excusado.

Pero incluso cuando no había viento y el aire estaba claro, era extrañamente fácil perderse por el camino. El aire antártico tenía una curiosa propiedad, comentada a menudo por los exploradores, de distorsionar las distancias de forma alucinante. Los objetos cercanos y pequeños parecían enormes y muy alejados, mientras que las formas distantes parecían estar al alcance de la mano. Esta sutil alteración os daba la sensación de vivir fuera del tiempo y del espacio, como si todo el continente polar fuera producto de un sueño del que podríais despertar en cualquier momento.

Tras señalizar, se pusieron los cables de sujeción a los aviones y se comenzaron a montar los muros de protección para las tiendas. Cortar hielo era una labor fatigosa, y Gunnar os enviaba con frecuencia al avión que se estaba manteniendo caliente para descansar y que se os secara el sudor. Todo el mundo, especialmente los que se habían mareado, tenía un hambre de lobo constantemente. El cuerpo pedía calorías. Sutton mantenía todo el rato la perolilla con el mejunje que le había enseñado a preparar Gunnar, añadiendo materiales según los ibais consumiendo.

En el momento en el que se montó la primera tienda habitáculo con su muro y todo, Gunnar anunció que los que iban a salir a explorar debían dormir ya.

Nils será uno de ellos. Necesitamos a otra persona por lo menos, debe saber lo que es una posible pista de aterrizaje, así que los candidatos son cualquiera de los pilotos o Miles. Decidid quién viene.

Pero la luz no indicaba que fuera tan tarde... hasta que alguien consultó su cronometro: ¡la una de la madrugada!

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06/11/2014, 21:06
Dominique Pickwell

No hizo falta ningun voluntario, la respuesta fue automatica: Ire con vosotros, mi valor como piloto ya no es mucho, pero se reconocer donde poder aterrizar, aparte de la orientacion de la pista y como situarla en un mapa.

Tambien me quito un poco de en medio. parece que el mal humor repunta con el frio, espero que arreglen sus diferencias sin estar yo presente, quizas sea esta la solucion y se den cuenta de una vez por todas que si cae uno caemos todos

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07/11/2014, 22:16
Lord Anthony Montagu-Sutton III

Frío...

Un concepto tan simple que no por ello dejaba de ser extremadamente doloroso cuando se volvía en una constante. Su piel y su cuerpo aterido desde luego no podían negar esa realidad. Sus extremidades estaban agarrotadas, y la cara inchada le dolía horrores, tanto que su mandíbula apretada por el dolor le impedía castañear los dientes como el intenso frío le reclamaba. Pese a sus mejores intentos no había logrado evitar la congelación y ahora las quemaduras le pasaban factura.

Sin embargo pese a su sufrimiento cumplió con su función y responsabilidad, y no precisamente gracias a su compañero Chester. Cuando Dominique había sugerido que el fotógrafo se encargase de los cuidados del meteorólogo Sutton no tenía intención de dejar que eso ocurriese, pues había empeñado su palabra de que el se encargaría de los cuidados de Abermale y no faltaría a su palabra de ninguna de las maneras, pero sin embargo un gesto de humildad y compañerismo por parte del fotógrafo tampoco habría estado fuera de lugar. Lo que estaba claro que Chester tenía mal perder, pero bueno, si pretendía ser "mas papista que el papa" era problema suyo, el compañerismo y la amistad desde luego no se ganaban dándole la espalda al resto cuando estos mas le necesitaban a uno. Sutton aun mantenía la esperanza de que Chester se percatase de lo equivocado de su postura.

Así pues permaneció en silencio sin prestarse a dignificar las palabras del fotógrafo con una discusión estéril y mantuvo los ánimos tan altos como le fue posible dada su situación, distrayendo su mente dedicándose a cuidar de Abermale con esfuerzo redoblado y encargándose de mantener a todo el mundo bien alimentado.