Partida Rol por web

Cuando las cosas empiecen a pintar bien, espera la explosión que lo j*d*r* todo. 

Aquella salvaje sacudida hizo que Chester perdiera el equilibrio. Cayendo de rodillas, intentó que no se le escapara el rifle de las manos. Si estaban siendo sometidos a algún tipo de ataque, lo iba a necesitar.

Una vez tuvo su arma asegurada, se acercó hacia Charlene, gateando como un bebé inseguro.

¿Estás bien? - le dijo, sinceramente preocupado. Después se volvió hacia los demás e hizo extensiva su pregunta. ¿Estáis todos bien? ¿Qué narices ha sido eso?

- ¡Ueeeee!- Exclamó Menez al sentir el temblor. Cual tortuga encogió el escaso cuello y, si hubiera podido, habría metido la cabeza entre los hombros. En vez de correr como una loca- no era su estilo.-fue bajando con mucho cuidado de no poner los pies en sitios indebidos. La sangre fría de la periodista era algo que la había hecho famosa, precisamente, por ponerla en práctica en este tipo de situaciones.- Eso ha estado cerca.- Dijo cuando un cascote movió al pasar muy cerca de su cabeza uno de sus rizos.- Ni idea de que ha sido pero no me voy a quedar aquí a averiguarlo.- Alargando el brazo buscó el apoyo de su todopoderoso Sr. Pooster.

De los dos disparos, solamente uno de ellos provocó que en la vestimenta de Williams apareciera un agujero. En el hombro. El otro disparo rebotó contra el fuselaje del avión que, de pronto, vomitó un chorro de fuego por la puerta abierta, posiblemente al estallar alguna de las garrafas de combustible de uno u otro tipo que había almacenadas. Añadida a la deflagración otra serie de estallidos de índole desconocida (aunque muy bien podrían deberse a las bombonas de oxígeno almacenadas como reserva), aquello se transformó en un infierno.

Pickwell no consiguió más que hacer dos disparos, uno con cada arma. Lo siguiente que ocurrió fue que la onda expansiva lanzó contra él a Williams además de, por suerte, protegerlo con su cuerpo de la mayor parte de la llamarada.

La fortuna de llevar ropas aislantes también le protegió del abrasador calor que lo envolvió, pero la situación en las cercanías del boeing estaba pronta a ponerse de color castaño oscuro. El oxígeno salido de las bombonas de reserva hacía que el fuselaje se estuviera poniendo rápidamente al rojo vivo. Poco tiempo faltaba para que el combustible de las alas estallara también, por simpatía.

Sutton no respondió. Se encontraba tirado en el suelo cerca de una piedra labrada que le había descalabrado.

Moore se agachó maldiciendo, lo justo como para evitar la caída de otra serie de proyectiles provenientes de la planta superior, varios de ellos podrían haberle destrozado, ya que tenían cantos afilados como cuchillas y debían ser bastante pesados. Todos ellos se perdieron rampa abajo, algunos despejando el camino, otros obstaculizándolo, dependiendo de si lograban pasar o no por los escombros que ya lo tapaban.

Comenzó a atender a Sutton, aunque se hacía de ver la ausencia de Hirsch, dado que parecía ignorante de qué hacer siquiera para comprobar si vuestro arqueólogo estaba vivo.

Sykes, en un intento de apartarse del camino de las piedras que ya había evitado Moore, pisó en falso. Se precipitó rampa abajo con un grito. Desapareció de la vista poco después, tras darse un golpe contra una columna caída, desviarse a un lado y caer por un lateral de la estructura de bajada no protegido por un tabique.

Aún a cuatro gatas, Chester no se dio cuenta de lo que se le venía encima. Solo la mirada de horror de Charlene, al ver lo que se les venía encima, hizo reaccionar al fotógrafo. Pero era demasiado tarde; cuando se dio la vuelta, vio como un enorme muro de hielo se le venía encima. Apenas tuvo tiempo de abrir la boca y soltar un grito helado.

¡¡¡Nooooo!!!

Al levantarme la primera idea que se me ocurrio era rematar la jugada dejando seco de un tiro al malnacido de Kyle, pero al momento deseche la idea Joder, no soy un maldito asesino. Asi que agarro a Kyle por el brazo que tiene el tiro y lo arrastro todo lo mas lejos posible del avion. 

Cuando considero que la distancia es suficiente acerco una de las pistolas al muslo de la pierna contraria de donde tiene el tiro en el brazo y le descerrajo otro tiro a quemarropa, Bang. Bueno, ahora si que no vas a ninguna parte.

Mientras se retuerce de dolor aprovecho para registrarle en busca de cualquier cosa que lleve encima, sobre todo armas.

una vez terminado le hago un torniquete con un trozo de su ropa y le tapono la herida del hombro, con un poco de suerte viviras para el interrogatorio...

Me tumbo dejando a Kyle en medio entre el avion y yo a modo de parapeto esperando la inminente explosion de mi querido avion...

Charlene no perdió el tiempo, y con un movimiento no demasiado ágil pero sí muy afortunado acertó a interponer una de las columnas entre ella y el desprendimiento. Logró asirse a ella y trató de atraer a Chester hacia la precaria protección que ofrecía, mientras sus ojos se abrían desmesuradamente, con el horror de quien contempla cercana una muerte cierta.

BOOOOOM

Pickwell había hecho todo lo posible. A su lado, calcinado, se encontraba el cuerpo de Williams. No se movía. No tenía ojos, ni cara visible en medio de la sangre. El resto del cuerpo podría estar más entero, pero ambos estaban ardiendo. El aviador tuvo que rodar para apagar el fuego que ya le estaba atravesando las gruesas capas de ropa, y luego echar nieve casi derretida aun a esa distancia de la deflagración para apagar a William.

Ambos se encontraban lo más lejos que habían podido llegar. El avión estaba completamente en llamas. La columna de humo negro casi tapaba el cielo desde ahí, y hacía calor, aun a esa distancia. Halperin y DeWitt, junto con Larry estaban tirando hielo a vuestro otro aeroplano, que ahora era la única oportunidad de volver que os quedaba. El ala más cercana a la explosión estaba en llamas, y tenía varios abollones de la metralla, pero parecía entero, y con el frío de la Antártida era complicado que llegara a detonar.

Williams, horriblemente lúcido, palpó tu cabeza hasta encontrar tu cara y entonces dirigió la ruina que tenía por rostro hacia ti. Sus cuencas llenas de una gelatina sangrienta y humeante parecían mirarte a pesar de todo. Farfullaba, intentaba hablar.

No importa lo que él hizo. Lo que vosotros hagáis. ¿No os dais cuenta del peligro? ¿Nadie lo entiende? Es una... infección... se extiende desde fuera hacia dentro. Lake y el resto lo pusieron en marcha. No lo entendían. ¡Todos los que están aquí hacen que sea aún peor! ¡Tenemos que morir todos, como los gérmenes! Nadie puede regresar. Tenemos que perder nuestras vidas, es la única manera de salvarlos, mantenernos alejados, mantenerlos a salvo tras el muro. ¡He intentado decíroslo! ¡No lo habéis entendido! Él no escucha cuando la gente habla, ¿verdad? Incluso el profesor ha dado media vuelta. El edificio estaba a oscuras. ¡Nadie sabía dónde podía estar!

Intenté decírselo a los nuevos. Novatos. Creí que ella me escucharía, pero nadie lo hace. El resto sólo era dinero. ¡Sólo cosas! ¡Cargamento! ¿Cuánto vale una vida? ¿Cuánto valen todos ellos. Ella me agradecería que lo hubiera intentado si lo supiese...

No teníamos que haber abandonado el casquete polar la última vez. Jamás tendríamos que haber venido aquí. Dyer y yo las vimos. Eran terribles. Se movían, viven en la oscuridad... Oh Dios, incluso saben hablar... el sonido de sus movimientos y ese olor... Son terribles, terribles. Oh Dios.

La risa que siguió hizo que la piel negra de los labios se agrietara para mostrar carne poco hecha, sanguinolenta.

¡Se están riendo de ti! ¡Se están riendo de todos nosotros! Nos están observando con sus ojos grandes y vacíos. Esos ojos sumidos en tinieblas. ¡El tiempo y el espacio no son suficientes, oh no... no son suficientes para ellos. ¡Estuvieron a salvo durante millones de años! Pero todo era mentira. Esa fortaleza sigue ahí. Está aún ahí, y el Foso. ¡Lo vi! ¡El foso y la Cosa dentro! ¡El foso! ¡El foso!

Una tos con esputos sanguinolentos acabó con su vida.

Durante los segundos que duró la tragedia, tuvo lugar un curioso efecto: a Pickwell se le puso cada vello del cuerpo de punta. Podría haberlo achacado al terror si no fuera por que los pelos que quedaban enteros de los manguitos de sus guantes y del borde de su capucha también estaban completamente tiesos, como si de repente hubiera mucha electricidad estática.

Del lugar donde habían desaparecido, al otro lado de la plaza, salieron vuestros compañeros que echaron a correr hacia el desastre rápidamente. En el otro lado, también muy lejos, salieron de un hueco de las ruinas Starkweather y Nandan, que habían ido por su cuenta a buscar a Hirsch.

Pooster se había pillado una mano entre dos piedras, y se la había machacado de mala manera. Posiblemente tenía algún dedo roto.

Charlene agarró de la capucha a Chester, tirando de él con todas sus ganas. El derrumbe, en vez de acertarle de lleno, gracias a su rapidez, le rozó un hombro.

Un curioso efecto se hizo patente a los que todavía se agarraban como insectos a la plataforma de bajada. Todos los vellos de su cuerpo se pusieron literalmente de punta. También los de los puños de los guantes, y los que adornaban las capuchas de las parkas. De repente la electricidad estática estaba galvanizando el aire.

Todo dejó de moverse. Algunas piedras que, por su inercia, habían debido seguir cayendo se quedaron quietas en el sitio. La destrucción paró. Del piso inferior os llegaban los ruidos de vuestro guía moviéndose. Sutton, tras medio minuto de inconsciencia, con media cara llena de sangre que se iba congelando poco a poco, se incorporó. También se podía escuchar, fuera, el ruido de lo que debían ser enormes llamaradas.

Cuando, no sabéis muy bien cómo, pudisteis salir del edificio, la visión en el campamento era dantesca. Al otro lado de la plaza se veía el Enderby envuelto en llamas y partido por la mitad: había estallado el combustible de las alas quién sabe cómo. El otro avión estaba siendo apagado por tres figuras envueltas en parkas que desde esa distancia no eran reconocibles. Al otro lado yacían otras dos figuras que se habían arrastrado fuera de la onda expansiva, pero que humeaban. Una de ellas se movía y parecía atender a la otra, sin signos de vida. Desde todavía más lejos, Starkweather y Nandan iniciaban el regreso.

Sykes estaba bastante perjudicado. Cojeaba. Pero era un tipo duro.

Vamos a ayudar, dijo.

Chester no podía creérselo: seguía vivo. El hombro le dolía como mil demonios, pero aún estaba de una pieza. Más o menos.

Al menos, físicamente hablando, claro. 

Cuando llegó al campamento, aún medio conmocionado y ayudándose con Charlene en algunos tramos, empezó a pensar que quizás sí había muerto, porque aquello parecía el infierno. Medio saltando, medio cojeando, se acercó al campamento base para intentar echar una mano. Empezó dirigiéndose hacia el avión, para ayudar a extinguir las llamas; no podía ser de mucha ayuda tratando a los heridos, y de todas formas, el incendio era lo primero. Al fin y al cabo, sin aviones iban a morir todos, o sea que tanto daba si era ahora o en un mes. El hecho es que estarían condenados.

¡Madre del cielo! ¿Qué ha pasado aquí?

Los hombres eran tipos duros, capaces de continuar ya fuera con un hombro destrozado, la cara ensangrentada, cojeando o con la mano aplastada. Las mujeres, en cambio,muchos dirían que afortunadas. Sin embargo, Menez pensaba que eran más prudentes, más inteligentes, que simplemente sabían dónde estar en cada momento, intrépidas y, en definitiva, supervivientes.

- Están ustedes hechos unos toros.- Dijo sin que se notara ni un ápice el sarcasmo en su voz, mientras ayudaba a Pooster a vendarse la destrozada mano. Al llegar al campamento observó todo  con sus ojos ya entrenados en multitud de escenas de sucesos que había vivido como reportera y sumó dos más dos. Guardó rápidamente la pistola de vengalas, con el cañón aún humeante, entre los múltiples pliegues de sus ropas. Algo alterada contestó a Chester y espoleó a los demás.

- ¡Déjense de pesquisas y ayuden a apagar el fuego,válgame el cielo!- Con la excusa de echar un vistazo al Enderby, Menez cogió una pala del campamento, dispuesta a echar paladas de nieve en todo lo que viese ardiendo.

El regreso fue francamente duro para Charlene. No tanto por tener que ayudar a Chester, que pesaba lo suyo, sino más bien por una sensación de aprensión que parecía conmover a todos. Sin los aviones, todo estaba perdido. Iban a morir allí, eso era una certeza. Naturalmente, aquella verdad apresuró la marcha todo lo posible.

El Enderby... - acertó a decir, a medida que se iban acercando, mientras señalaba apenas en la dirección del aeroplano - no hay nada que hacer allí. Intentemos salvar el otro avión...

Y hacia allá fue, dispuesta a colaborar en lo que pudiera, preguntando a todo aquel que se cruzaba qué había ocurrido.

El intento de salvar al menos uno de los aviones tuvo éxito, si bien no sin antes pasar muchos trabajos. Bajo el aire antinaturalmente tranquilo todo el mundo observó que los vellos de todo el cuerpo se mantenían erizados, y en la penubra de cualquier sombra, el roce de los tejidos que los abrigaban producían chispitas, como si hubiera movimientos de electricidad estática que galvanizaran cada superficie. En el silencio que siguió a tantos esfuerzos, todos alrededor del avión partido en dos por la fuerza de la explosión, un levísimo pero universal sonido se dejaba oír:

Nnnnnnnnnnnh.

Como si una profunda pero leve vibración galvanizara la ciudad ruinosa. De los dos hombres que habían sido afectados por la hecatombe uno resultó estar muerto: la cara en carne viva por haber recibido de lleno la inicial llamarada de combustible y dos tiros: uno en el hombro y otro en un muslo, el último mal atendido con un torniquete chapucero. Su identidad resultó, por fin, y a pesar de los destrozos de su rostro, desvelada: se trataba de Kyle Williams, el piloto de Lexington.

El otro herido resultó ser Dominique Pickwell, que si bien también tenía la cara quemada, había recibido el golpe de manera más indirecta o de más lejos, y se encontraba consciente, aunque tan maltrecho que no se veía capaz de ayudar. Su traje, que había ardido en toda su superficie, le había salvado la vida, gracias a sus maravillosas propiedades aislantes y a que había rodado sobre si mismo. Estaba muy nervioso. Farfullaba.