Partida Rol por web

Diego espoleó rápidamente la montura, justo cuando el choque de hombre iba a producirse. Se acercó lateralmente hacia el comienzo de la cuesta del castillo, y embistió contra uno de los dos tipos que tenía más a mano. Su espada, aquella que había encontrado muchos meses antes en la batida con el barón Sancho viajó de arriba a abajo, y realizó en el brazo a uno de los que tenía delante de sí un importante corte; más bien se lo cortó de cuajo...:

Daño: 13 (-2 por Gambesón) (/2 por brazo, x2 por carga): 11 puntos de daño.

En consecuencia, el tipo cayó al suelo, soltando su espada de la su diestra y llevándose la mano hacia el brazo seccionado, todo ello mientras caía en el suelo... A los pocos segundos, un campesino de Echauri acabó con su vida de un palazo. El otro asaltante que estaba a su lado intentó golpear a Diego, pero sin éxito.

Grité de júbilo cuando la mía espada arrancó sin reparos el brazo de aquel indeseable.

- ¡Aaaaaaaah! - desbordábame la euforia en tanto la sangre saltábame a los ojos - ¡Morid bastardos!¡Por el barón!

Encontrábame ya en mi salsa, enfrascado en aquella refriega. Mucho añoraba en mi ser el enfrentarme de nuevo a la emoción de la batalla, al olor de la sangre et las vísceras, a la lucha sin par contra incontables adversarios.

Frenada ya la mía carga por la cantidad de enemigos, comencé a descargar estocadas a diestro et siniestro, enfrentando a un lancero que oponíase a mi avance.

- Esperemos, Malena, que la batalla que está ocurriendo bajo nuestros pies no les haya alcanzado. - digo, deseoso de que las palabras que acabo de pronunciar reflejen la realidad - Aún así, si se vieran obligados a ello, estoy seguro de que tanto Don Diego como Don Natxo sabrán blandir con fiereza su espada, y cuidar de mi buena esposa. Ya he visto combatir a vuestro Señor en el pasado, y no contra seres de este mundo precisamente. - Hago una pequeña pausa, mientras recuerdo los acontecimientos ocurridos en el bosque. - Pero decidme, Malena, ¿qué es aquello que queríais contarme ya desde hace un rato? -

El primero de aquellos asaltantes que se encontró con Natxo, enarboló bien su espada, et que la hizo clavar, aun siendo el de Otazu sobre bestia, en el suyo pecho. Et el impacto en el mesmo fue harto doloroso para el protector de los caminos del Barón, et así hízoselo saber el orificio de sangre que la espada del confrontado causóle.

Daño: máximo por crítico: 13 PD.

Las costillas rompiéroseles, empero que siguió en montado, con un dolor inmenso en el suyo pecho. Debía aguantar para que la bella Ladia tampoco acabase con cual herida mortal. Entonces el caballero atacó a X1. Empero que le acertó en el brazo de la siniestra, con gran fiereza:

Daño: 8 (-2 por Gambesón): 6 puntos de daño

X1, por contra, respondió sin dudarle, pese al corte casi a la altura del hombro. Et que en aquestas atacó hasta dos veces a Natxo con la severa espada que portaba. El filo fue directo, con gran precisión en uno de sus embistes, hacia el brazo del caballero... ¡Y su suerte fue vana!

Daño: máximo por crítico: 13 PD (/2 por brazo): 7 puntos de daño. --> Natxo queda a 0 pv y comienza a perderlos.

El de Otazu cayó del caballo, habiendo perdido por lo del brazo et el pecho cuantiosa sangre. Su armadura resonó al golpear contra el suelo y quedó inconsciente. La joven Ladia quedó sobre su caballo, viendo al susodicho perder la entereza y la razón... Los otros encarados, cambiaron de objetivo y pelearon contra otros hombres del Barón Sancho.

Tras ver caer al noble caballero a causa de las heridas recibidas, y respirar aliviada después de ver marchar a los hombres que peleaban contra él, desciendo, con presteza, del caballo, y me acerco al guerrero, esperando poder hacer algo por su vida.

Mientra Ladia hacía por salvar la vida del de Otazu, embravecido hallábase don Diego, que desde el suyo caballo repartía mandobles cual bestia angélica es movida por los dedos de Dios. El siguiente zarpazo voló suyo el filo hasta la cabeza del segundo indeseable que posárasele delante, et que así lo hizo:

Daño: 11 (-2 por Gambesón) (x2 en cabeza): 18 PV --> Queda a -3.

El filo de la espada viajó hasta el rostro del tipo, y le segó un ojo al instante. Un enorme trozo de cara colgábale, y su ojo se perdió en medio del barrizal producido por pisadas de guerra bajo sus rodillas. Antes de que cayera inconsciente, el caballero Diego dióle tiempo a clavar el arma suya en el suyo pecho, rompiéndole costillas varias... No había piedad para los malvados esa noche:

Daño: 10 (-2 por Gambesón): 8 puntos de daño --> Queda a -11.

El tipo inconsciente cayó fulminado. Et de lo que pasara seguramente fuera la muerte, sin más. D'esta guisa, entonces, se encarnizó la lucha y los aliados del buen Barón don Sancho dieron muerte a los asaltantes, empero que algunos salieron a la carrera, perdiéndose en mitad de la noche los últimos cuatro o cinco que quedaron.

Tras la batalla, el conteo de heridos y muertos fue de diez para los defensores. Entre ellos estaba inconsciente el caballero de Otazu, protector de los caminos de don Sancho de Landarria. Inconsciente, pero vivo*.

Empero que antes de cabalgar contra los asaltantes*, notaste que una "manada" de hombre bordeaba el castillo del de Landarria. Era como si unos hubieran atacado et otros giraran en redondo. ¿Acaso aquesta lucha sería... un señuelo?

El caballero apenas había tenido tiempo de gritar ¡Santiago! cuando al cargar ocurrió algo que sólo pasa una de cada diez o puede que incluso cada quince veces... el adversario del caballero fue más rápido que el que iba lanzado por su caballo- aunque en verdad no era una carga como tal - y le atravesó con su espada como si no llevase armadura, un gorjeo y una burbuja de sangre emitió el caballero casi sin darse cuenta de que iba a morir muy probablemente. Poco pudo hacer para evitar que le diesen otra buena y apunto de perder un brazo estuviese.

Mientras caía del caballo tuvo una visión: antes de estrellarse vio un macho cabrío con cuerpo de hombre que estaba sentado en un enorme círculo justo en el centro, rodeado por doncellas desnudas todas ellas entradas en carnes y viejas la mayoría, con sus estómagos, piernas, brazos y demás llenos de colgajos pellejudos que repugnaron al caballero en lo más profundo de su psique. Pero sin duda lo peor fue que en un momento dado vio una llamarada sobre los cuernos del macho y acto seguido el enorme y despreciable ser le miraba directamente, las pupilas de sus ojos no eran marrones o negras sino rojas, pero no completamente rojas, sino veteadas de blanco y dorado, el ser le señaló entonces con una mano que no era tal, mas valía por un muñón grotesco ennegrecido que emitió un destello que cegó al caballero y escuchó las palabras  - ELLA ME TRAERÁ TU ALMA... -y después la negrura más absoluta.

Acabó la mía espada con aquellos infelices que trataban de cortarme el paso. Rugí exaltado cuando la mía espada reventó la cabeza del soldado enemigo que trataba de oponerse a mi, et disfruté del fragor de la batalla una vez más, sabiéndonos victoriosos. Victoria para el Barón, et derrota para aquellos cobardes.

Empero, non todo fue gloria aquel día, pues Natxo de Otazu, el santiaguista, hubo de caer muerto en un mal lance.

- ¡Naxto! - grité al verle caer del caballo.

Había acudido Ladia a su lado, a buen seguro a intentar evitar la suya muerte, mas cuando el combate despejose y acabaron los enemigos de huir, ya estaba muerto el santiaguista.

Descabalgué junto a su cuerpo inerme mientras le observaba con cierta lástima.

- Un buen guerrero. - dije a Ladia, que permanecía junto a él - Halló la muerte en el campo de batalla, como habría querido.

Volvime entonces hacia los soldados cercanos, pues non podía descuidarse el nuestro deber para con el Barón, aunque el santiaguista merceciere exequias por su rango.

- Vos. - dije al más cercano* - ¿Quién hállase al mando? He de hablar con él.

Miré al pastor con preocupación, no sin antes mirar en derredor y asegurarme de que nadie nos hubiere seguido.

- Como habréis visto, buen Euxeo, la señora reclama con frecuencia mi presencia, lo cual no es casualidad, pues llegó a sus oídos que era yo partera en mis tierras, antes de que mi señor don Diego decidiere tomarme al su servicio.

Caminé junto a la muralla, procurando no andar muy cerca de las almenas.

- Tal información llegó a los suyos oídos, y agora he ganádome su confianza, lo que puede ser de gran ayuda para averiguar qué acontece aquí. La señora confía en mi, y a punto estaba de narrarme algo que sospechaba cuando el tal Manuel escuchó un ruido y vos encontró en el pasillo. ¿Qué facíais allí, Euxeo? Habéisme puesto en gran peligro al acercarvos de tal modo a las estancias de la señora, y también a vos mesmo.

Mientras Don Diego le exige conocer a la persona que se encuentra al mando a uno de los diversos soldados que deambulan por el campo de batalla, tras dar por muerto al buen Don Natxo, e impedirme poder sacarle de su error, me pongo en pie, y digole a otro de dichos soldados, cuando pasa por mi lado:

- El Caballero que se encuentra a nuestros pies está gravemente herido, y necesita ser curado de inmediato. ¿Seríais tan amable de ayudarme a transportarlo al castillo, para que pueda ser atendido por un médico? -

- Como díjele al Barón Don Sancho, muller, simplemente encontrábame paseando por el castillo, intentando calmar la mía ansiedad ante la tardanza en regresar de la mía esposa y del vuestro Señor. - respondo, ante la pregunta formulada por Malena. - Por desgracia, non dime cuenta de el lugar en el que me encontraba. -

Miro hacia el exterior del castillo antes de continuar.

- Lamento que eso hiciera que la Señora non pudiera confesaros sus inquietudes. -

Miré a la muxer et a continuación al maltrecho Natxo de Otazu. Que el caballero siguiere vivo era algo, mas non podía yo agora perder el tiempo con aquesto, pues había de informar al Barón lo antes posible de cuanto habían visto los míos ojos. Es por aquesto que busqué a un par de soldados que anduvieren cerca, et diles orden de acompañar a Ladia.

- ¡Vos! - grité - Aqueste caballero aún vive, mas ferido hállase, et requiere de que le vea un físico. Ayudad a transportarlo al castillo junto con la señora.

Después miré a Ladia.

- He de encontrar al Barón lo antes posible, mas aquestos vos ayudarán a cargar a Natxo*

Dicho lo cual, me interné entre los soldados en busca del Barón.**

Suspiré ante las palabras del pastor.

- Bueno, non demos más vueltas a este asunto. - díjele, quitando yerro a la cuestión - Que habrá otras ocasiones de averiguar algo.

Miré entonces hacia el exterior, donde la batalla parescía haber concluído.

- Mejor será que salgamos. Vuestra esposa y mi señor pueden encontrarse allí, e quién sabe en qué estado.

Maldito fuere aquel Euxeo. Suerte había tenido de no haber hallado yo el modo de arrojarlo al vacío, mas nuevas ocasiones habría de todo esto. Claro estaba que no confiaba en mi, aunque quizá hubiere creído el engaño que le dispensaba...

PNJOTIZADO*

Helo aquí, caballero -dijo extendiendo el brazo y dejando entrever al resoplante y cansado barón de Landarria-. ¡Soldados! -le dijo a los dos que había mandado Natxo-, ya habéis oído, cargad al herido y llevadlo de vuelta.