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Matagigantes I: La Batalla de Colina Marcasangrienta.

Matagigantes I: Relatos y Narraciones.

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14/04/2019, 18:49
Haluk Molok.
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EL INICIO DE UN NUEVO COMIENZO

El hobgoblin se encontraba en un lugar que nunca habría imaginado, una comunidad de humanos en medio de un bastión rodeado de orcos, un territorio hostil que habría que purificar en nombre de su deidad, en nombre de Asmodeus. El caos de esas tierras debería de desaparecer para implantar unas leyes justas y sinceras, sin ningún tipo de falsas esperanzas a la que la mayoría de los dioses están acostumbrados a ofrecer. La absoluta sinceridad, peligrosa como el filo de una daga sería la moralidad que impartiría el hobgoblin en ese lugar, junto a una disciplina y unas formas de vida útiles para el conjunto de la sociedad. Para ello necesitaría de mano de obra barata, esclavos, seres inferiores que servirían en su propósito. Ese sería el sueño de Haluk Molok en esas tierras, un sueño casi imposible de alcanzar, pero su fe no tiene límites y hará todo lo posible para acercarse a ese sueño y convertir sus propósitos en realidad.

El trasgo tenía un propósito y ese era defender, escoltar y mantener a salvo a una semiorca llamada Brinya Keler, había indicios de que esa semiorca podía ser objetivo de un ataque para silenciarla para siempre y así se llevará toda la información a la tumba, debía de evitarlo a toda costa por eso propuso que él se encargaría de vigilarla tanto a ella como su alojamiento durante el día, mientras que Dragos Florescu se encargaba de la semiorca por la noche.

A primera hora de la mañana, justo cuando el sol iba a salir Haluk Molok ya había realizado las oraciones y se disponía a relevar a Dragos para la vigilancia de Brinya. El hobgoblin se aposentó cerca del domicilio del objetivo, primero de todo rodeó el perímetro para observar si había alguna señal que delatara una presencia hostil o sospechosa.

Durante el día el trasgo pudo apreciar la presencia de seres sospechosos que acechaban en la lejanía, no podía discernirlos entre la muchedumbre, era imposible ya que no se acercaban lo suficiente como para identificarlos o que requiriera de una actuación por parte del cruzado.

<< Qué debe de saber la semiorca para que haya gente acechándola con intenciones hostiles. ¿Querrán silenciarla para siempre? ¿Era parte de algo y ahora se arrepiente? ¿Una especie de traición o golpe en Trunau para hacerse con el poder? ¿Qué hay detrás de toda esta encrucijada? >>

La tensión en el rostro de Haluk era visible, sus ojos no paraban de moverse de un lado a otro vigilando a Brinya. Una vez la semiorca llegó a su hogar, el trasgo se quedó haciendo guardia a una distancia prudencial, haciendo sendos rodeos a la edificación para salvaguardar la integridad de su alrededor de presencias sospechosas. El trasgo se acercó a varios transeúntes preguntándoles su destino o que estaban haciendo por allí, para ojos del trasgo cualquiera podría ser un espía y algunos de los pueblerinos de Trunau se lo tomaron a malas, pero para Haluk le importaba una verdadera mierda su opinión.

<< Hay individuos acechando y vigilando a Brinya… estoy seguro que no actúan por mi presencia, deberé de informar de todo esto al grupo y hablar con Dragos para ver si ha tenido la misma sensación que yo. >>

Pasaban los minutos, los minutos fueron horas y el sol ya estaba a punto de perderse en el horizonte. Era momento de cambiar de turno, esperó a que Dragos hiciera presencia para hacer el intercambio y así el cruzado poder ir a la Casa Enredada a hacer sus respectivas oraciones a su deidad y tomarse su merecido descanso.

 

 

<< ¿Y si hiciera un pequeño templo a Asmodeus en Trunau? ¿En su territorio circundante a la muralla? ¿Podría iniciar una nueva cruzada para purificar todo este bastión? Si lo consiguiera sería reconocido entre los míos, podría llegar a vengarme y destronar al hierofante que me hizo la vida imposible. Un nuevo comienzo, un nuevo objetivo una nueva puerta que abrir en nombre de Asmodeus. >>


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16/04/2019, 18:51
Ertiznao.
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LA PRIMERA AVENTURA DEL VALIENTE ERTIZNAO EN TRUNAU, EN HONOR A LA DIOSA SHELYN

El deber le llamaba, habían asesinado a un hombre importante en Trunau y eso era algo feo y él combatía la fealdad. ¡Por Shelyn! Aceptó unirse al variopinto grupo reunido en la posada para deshacer el entuerto. Esos pobres estaban muy perdidos y necesitaban una cabeza que les guiara, le necesitaban. A él y a Shelyn.

El primer punto por el que debían empezar era el de encontrar a Omast Frum un apestoso sargento demasiado aficionado a la bebida. Algo que no agradaba a la diosa. El olor a alcohol les sirivió de guía para dar con el bastardo. El bastardo llamaba magnífico bastardo al difunto Rodrik, lo que Ertiznao rápidamente identificó como una alta graduación en bastardía. Estaba claro que el difunto y el borracho tenían algún tipo de relación, tendría que investigar más detenidamente acerca de eso. Acompañándole en sus pesquisas estaba la mujer gallina Garinya que había sido bendecida, a su extraña forma, con el favor de Shelyn no había más que verla. También estaba Wilbur el humano que era muy callado, casi como un mudo, pero era un tipo grande, no se le podía pedir más.

Tras aturdir al sargento de la guardia con su superior intelecto, Ertiznao permitió a la mujer gallina adquirir uno de los odres del borracho. El plan había salido perfecto, si en algún momento se hubiera planeado algo así, sin duda Shelyn les guiaba. Con todo lo conseguido volvieron a la posada a descansar y a poner en común todo lo averiguado. Ertiznao no quiso deslumbrar al resto con todas sus conclusiones y por eso mismo guardó un prudente silencio.

Hablaron mucho, más de lo que él consideraba necesario pero al final se encaminaron hacia un lugar, un lugar que parecía peligroso. A muchos otros eso les hubiera dado miedo pero claro a esos otros no les protegía la única y auténtica diosa Shelyn. Él se sentía seguro y capaz de enfrentarse a cualquier peligro, no temía a ningún mal que pudiera encontrarse, incluso podría ir él solo a enfrentarse al enemigo que fuera pero no deseaba privar de gloria y aventuras al resto del grupo y por eso mismo fue con ellos. Además así podría protegerles y guiarles con sus sabios consejos.

La Casa de la Plaga se llamaba el lugar, un nombre presuntuoso para el pequeño desafío que allí encontraron. Un sitio feo y medio derruido que no debería de tener en su nombre la palabra casa, como mucho él le otorgaría la palabra escombros. Los Escombros de la Plaga sonaba mucho mejor a su parecer.

Los recuerdos que tenía el goblin de lo sucedido en aquel lugar eran algo confusos y poco ordenados. Recordaba un buen número de: ¡pum, pum! Otro tanto de: ¡paf, paf! Algún que otro: ¡kapum! Y muchos putazos. Nada que él no hubiera podido solventar si se hubiera remangado y puesto en serio, pero la diosa Shelyn no le permitía emplearse al máximo en tareas tan menores. El grupo al que él guiaba se defendió bien y solventaron sin demasiados problemas los encuentros a los que se enfrentaron. Tuvo que usar alguno de sus conocimientos divinos para facilitar la tarea pero por lo demás lo hicieron bien. En especial Willbur el callado, que mataba con cierta belleza, quizás Shelyn le estuviera indicando algo por medio del hombre. Debía reflexionar sobre aquello.

A la salida unos feos asesinos intentaron atentar contra su vida, pero nada pudieron hacer contra los designios sagrados, tras una buena golpiza y la muerte de alguno de ellos, los enemigos huyeron de él. Ni siquiera tuvo que ensuciarse las manos para salir victorioso. Ese grupito con el que se había juntado eran resolutivos, no rezaban a Shelyn pero allí estaba él para arreglar eso. Poco a poco irían haciéndolo.

En definitiva se lo había pasado bien con el grupo, había tenido investigación, acción y algo de entretenimiento. Todo había sido divertido y lo divertido era generalmente bonito así que Shelyn estaba contenta. Únicamente había faltado algo de fuego, el fuego siempre mejoraba todo.

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16/04/2019, 22:18
Dagfinnr el Vikingo.
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RELATO DE DAGFINNR EL VIKINGO:

No alabes el día hasta que haya llegado la tarde.

Otro día llegaba a su fin en Trunau, y Dagfinnr se hallaba de pie junto a la ventana de su pequeño cuarto en la Casa Enredada. Un día ajetreado que había empezado con una reunión del variopinto grupo que había sido asignado el cometido de investigar la muerte de Rodrik Garth, un miembro importante de la milicia local. Dagfinnr le había conocido brevemente, y Rodrik le había ofrecido trabajo protegiendo las granjas de las afueras. El Vikingo se había tomado en serio el asunto, y más cuando habían visto varios indicios de que se trataba de un asesinato. Piero había organizado primero los interrogatorios, y después se iban a dividir en grupos para recabar la mayor cantidad de información posible.

Dragos y Haluk Molok se quedaron vigilando la casa de Brinya Kelver, la prometida semiorca de Rodrik, que podía estar en peligro. No era la única de esa raza que podía estar relacionada con el asunto, pues Katrezra era otro semiorco en el Santuario había sido amigo de Rodrik, y además era amigo del herrero que había forjado el cuchillo ceremonial.

Rodrik Garth era un poeta y además guardaba un diario en el santuario de Trunau, y su amada Brinya había desaparecido. Eran varias pistas que tenían que seguir, así que la mejor idea era dividirse. Además del herrero, una de las pistas que tenían eran los rastros de los semiorcos que habían abandonado la posada. Dagfinnr había acompañado a Momo, Tronquito y Ekaterina aquel día…

Un hombre sin amigos es como un abedul desnudo.

La primera parada era la casa de los padres de Momo. Tal vez sabían algo de Katrezra que había huido, pues era algo así como la musa de Rodrik y necesitaba medicación. El vikingo recordaba cómo él había estado nervioso en presencia de Ekaterina. No habían empezado con buen pie en los interrogatorios, y la camarera de la posada era de carácter fuerte y afilada lengua. Pero se había ofrecido a ayudar, y además podía leer las huellas en el suelo, lo que podía resultar útil.

La pequeña Momo y el esbelto Ghoran que ahora se hacía llamar Tronquito completaban el grupo de cuatro. Eran casi inseparables, y Tronquito parecía deleitarse con cada detalle de todo lo que le rodeaba. En la casa de Momo sucedió algo insólito cuando su tronco de madera adquirió formas más redondeadas y… unos pechos. Fue sin duda extraordinario, aunque no les ayudó a avanzar en la investigación.

Mientras tanto, llegaban noticias de extrañas cruces pintadas en distintos puntos del pueblo de Trunau. El rastro que siguió Ekaterina les llevó hasta la herrería, donde se encontraron con Piero, Winn y el gato llamado Peludo. Ellos tenían ahora el diario de Rodrik, ya que se habían encontrado con Katrezra que se había ocultado en la herrería y se lo había dado.

Ya tenían muchas piezas de un puzzle extraño y preocupante a partes iguales. Las cruces blancas marcaban cuatro sitios de la aldea, la segunda daga que había encargado Rodrik estaba sin terminar y la estaba haciendo la aprendiza semiorco Urnsul, y por último el visionario Katrezca había visto un trol de inundación cerca de un lugar llamado “la Casa de la Plaga”. Las visiones de Katrezca no dejaban lugar a dudas: algo malo estaba pasando allí.

Un mudo le habla a un ciego…

El grupo completo, a excepción de Haluk Molok y Dragos, se preparaba para ir a la Casa de la Plaga. Pero antes iban a visitar el manantial. Era uno de los puntos marcados por las cruces blancas, que estaban siendo borradas por el sargento Omast Frum. Un hombre veterano algo alcoholizado. En el manantial se encontraron con un anciano elfo mudo que se hacía entender y que respondía a las preguntas con señas. Fue Win, el paladín ciego, el que más trató con el elfo, lo que resultó de lo más curioso.

Al final, la suerte estaba echada. La Casa de la Plaga, que había sido antaño una iglesia de la diosa Iomedae cuyo símbolo era en efecto una cruz blanca, parecía ser el foco del mal que amenazaba Trunau. Tal vez les aguardaba allí un trol de la inundación, o algo peor pues la iglesia había servido también como refugio para enfermos de la plaga hasta que un misterioso incendio arrasó con el lugar. Ahora era un lugar de encuentro para amantes.

Antes de entrar en un lugar, fíjate por dónde se puede salir.

Antes de entrar, Garinya sobrevoló las ruinas de la Casa de la Plaga. Encontró una cruz blanca pintada en el tejado. Entraron todos a través de una pared derrumbada, y pronto se encontraron con un pasillo estrecho. Fue precisamente Garinya quien iba delante, mientras Peludo y Dagfinnr miraron por un agujero en el suelo. Extrañas voces alertaron al gato, y entonces atacaron varios ciempiés gigantes. El Vikingo trató de llegar hasta el combate saltando por unas escaleras, pero sus compañeros habían acabado con aquellas débiles criaturas antes. Lo mismo pasó con unas arañas gigantes poco después.

Y así sucesivamente. Varios combates se libraron en aquellas ruinas, y en ninguno pudo demostrar su valía. Para colmo, en un momento dado golpeó con su espada con tal rabia que falló el ataque y la hoja se partió contra una columna. Poco después, su arma de repuesto también se rompió.

No alabes una espada hasta haberla probado.

Fue entonces cuando Win se giró para ofrecerle al Vikingo la espada larga que llevaba en el cinto. Era un arma dedicada a la diosa Iomedae que habían encontrado, y al sacarla Dagfinnr notó su peso equilibrado, y su hoja afiliada.

-Min skatt, susurró en su idioma. –Me es muy apreciado…

Iomedae era la diosa del valor recto, de la justicia y el honor. Tal vez los dioses le habían mandado una señal en forma de espada.

Ese pensamiento le acompañaba durante la noche en la posada. Apenas recordaba el resto de la exploración de la iglesia. Hubo más lucha. Cuatro ladrones, de los que abatieron a dos y los otros dos huyeron. También un extraño niño y un collar. Pero en realidad, desde que agarró la espada, todo lo demás pasó a un segundo plano.

No alabes la cerveza hasta haberla bebido.

Ya en la Casa Enredada, se tomaron unas cervezas y compartieron lo vivido en la pequeña aventura. La amenaza seguía sobre Trunau, y seguramente el pueblo iba a necesitar a todos los allí presentes pronto. Y Dagfinnr iba a tener una nueva oportunidad para mostrar su valía.

Con los primeros rayos del alba filtrándose por la ventana, el Vikingo se levantó de la cama. Alzó su espada nueva, y pudo ver cómo los rayos del sol rebotaban de la cruz de la misma. Por un instante, le recordaba el símbolo de la diosa Iomedae…

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22/04/2019, 19:35
Willbur Cole.
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DIARIO DE WILLBUR COLE


DIA 1 DE ABADIO DE 4715 – Día del Juramento.

Hola, Anna.

   Lamento no haberte escrito en tanto tiempo, pero he tenido algunas ocupaciones, lo he ido dejando y dejando y al final no ha sido hasta hoy que he sacado un momento para unir mis pensamientos y dejar constancia de ellos en este simple trozo de papel. Pero bueno, dejemos de dar vueltas y voy a pasar a contarte los sucesos acaecidos.

    Casi a finales del año pasado, el 23 de Kuthona, nos ordenaron a algunos jóvenes milicianos y a mí salir de patrulla. Lo sucedido allí me ha hecho recordar por qué odiamos a los orcos tanto, y por qué tenemos nuestros cuchillos de la esperanza. Aquellos que no acaban de comprender del todo el hecho de este cuchillo, deberían haber visto lo que yo vi. ¿Qué maldito dios enfermo pudo crear algo tan malvado y cruel como los orcos?

    En fin, pasaré a relatar lo sucedido, a ver si consigo la paz y el sosiego que tanto necesito al transcribirlo al papel.

    La patrulla transcurría normal, sin peligros aparentes, hasta que vimos una columna de humo. Acudimos raudos, pero no fuimos lo suficientemente rápidos. Ojalá hubiéramos llegado antes…

    Unos orcos habían atacado una caravana que se dirigía a Trunau, matando a todos y saqueando los recursos. Al llegar, solo un hombre seguía con vida, un acólito de Iomedae al que esas escorias estaban abrasando la cara, los ojos, acercándolo al fuego de una carreta. La orden de ataque fue dada, y caímos sobre los orcos como un embravecido mar de justicia. Sentía un odio tal que quería seguir la lucha, acabar con este grupo, con la tribu Mataosos, incluso con el insulto que supone la existencia de Urgir. Por suerte, mis jóvenes acompañantes fueron más juiciosos y me hicieron darme cuenta del estado del acólito y de la necesidad de regresar, una vez los pocos orcos que sobrevivieron escaparon.

Acepté sus palabras como ciertas y regresamos con el hombre que se debatía entre la vida y la muerte. Yo pensaba que solo habíamos evitado que esas bestias corrompieran su cuerpo, pero no fue así. Lentamente se ha ido recuperando, y me han dicho en el templo que está ya casi fuera de peligro. Es un hombre fuerte para haber sobrevivido a algo así, eso está claro.

    Es curioso, por cierto, que durante todo el trayecto un gato negro nos estuvo siguiendo, manteniéndose siempre cerca del herido. ¿Por qué la mirada de los gatos siempre parece indicar que hay algo más que lo que se aprecia a simple vista? No sé, pero me gusta ese gato.

Sin más, me despido hasta más leer.

  DÍA 4 DE ABADIO DEL 4715 – Día del Sol.

Hola, Anna:

    Rumores extraños han llegado en el día de hoy hasta la Casa Larga. Según dicen, una Strix y un jabalí salvaje han sido encontrados medio muertos en el huerto de la granja de Piero.

    Lo extraño es que éste no ha informado de nada. Las Strix suelen ser criaturas agresivas y crueles, aunque nunca lleguen al límite de los orcos. Pero matan humanos y orcos por igual. ¿Por qué Piero querría salvar a esta Strix? No lo comprendo.

    Por otra parte, he visitado al novicio, Win parece que se hace llamar, y me han dicho que va recuperando la consciencia, aunque a ratos. No parece que vaya a ser de inmediato su recuperación. Aproveché para llevar algo de comida al gato, ya que, como siempre que he ido, permanece casi constantemente a los pies del herido. No ha visto muchos animales más fieles que este, la verdad. Es enternecedor.

    Cratos, el hijo de Grongar, ha mostrado interés por unirse a la milicia como arquero. Es un buen chico, me cae bien. Además, es ágil y rápido, y se le ve espabilado. Creo que será un buen añadido.

Sin más me despido hasta más leer.

DÍA 18 DE ABADIO DEL 4715 – Día del Sol.

Hola, Anna:

    Hoy ha sido un día alegre en la continua y tensa rutina de las guardias en Trunau. Después de lo de la caravana, falta hacía alguna noticia como esta, y que un extranjero esté dispuesto a abandonar su antigua vida para asentarse en Trunau siempre es algo alegre.

    Pero no solo eso, fue mucho más allá. ¿Recuerdas la Strix de la que te hablé, que estaba herida de muerte? Pues no solo ha conseguido recuperarse de sus heridas, sino que… ¡ha solicitado ingresar en la milicia!

    Alguien como ella demostrará bien pronto su utilidad, estoy más que seguro. Con esas alas puede ver cosas que nosotros no podemos ver, puede ir a sitios donde a nosotros nos costaría horas llegar. Estoy emocionado con tenerla con nosotros. Garinya, dice llamarse, y su jabalí, Trog.

    El valiente campesino Piero, que insiste en mantener su granja fuera de la ciudad, fue a hablar con el capitán Rodrik Grath y su padre, el líder Jagrin Grath. No pasó mucho tiempo hasta que ambos se convencieron de la necesidad de incluir a Garinya en la milicia de Trunau. Los extranjeros siempre son bienvenidos en la defensa del pueblo.

    El capitán pidió voluntarios para enseñarla lo que había que aprender y yo fui el único que levantó la mano. Parece que los demás la tienen miedo, estúpidos. Si alguien quiere matar orcos, por mí como si es un hijo bastardo de un trol y un gigante.

    Así pues, ahora soy el responsable de alguien. ¿Qué te parece? Ni yo mismo me lo creo. En fin, espero poder hacerlo bien.

Sin más me despido hasta más leer.

DÍA 19 DE ABADIO DEL 4715 – Día de la Luna.

Hola, Anna:

    Hoy fui a hablar con el acólito, Win. Ya parece estar completamente recuperado de sus heridas en la cara, al menos de las físicas. Y ni siquiera, pues me han confirmado que nunca más volverá a ver. Esto es triste, realmente lo lamento por él.

    Estuve charlando y lo noté bastante alicaído. He intentado distraerle, ayudarle a entrenar su oído, explicarle los trinos de los pájaros, los sonidos que ahora le llegarán mucho más fuertes. No sé si consigo distraerle algo o no, pero al menos siempre me escucha y presta atención.

    Hoy le pregunté por los motivos de su viaje a Trunau. Me dijo que estaba siguiendo a su mentor, un enano llamado Trulin Burningaxe. Uno de los que murieron en la caravana. Lamento que eso sucediera, y que probablemente la última visión que Win tuviera de su mentor fuera verle envuelto en sangre y exhalando su último suspiro.

    He intentado motivarle, explicarle que para mí él sigue siendo igual de válido. Pero parece que solo su gato, Peludo pues así me ha dicho que se llama, consigue animarle. Me respondió que lo que necesita es un nuevo objetivo en su vida, y yo rezo a Erastil para que consiga encontrarle uno. Si yo perdiera la vista… no quiero ni pensarlo. No existe mucho que pueda hacer por él, y lo lamento. Me pregunto si me agradecerá que le salváramos de los orcos. Quiero creer que sí, estoy seguro que la historia de Win aún tiene muchos capítulos por delante.

Sin más me despido hasta más leer.

DIA 24 DE ABADIO DE 4715 – Día de las Estrellas.

Hola, Anna:

    Grandes noticias, ¡no me equivoqué con Garinya! Es espectacular. Hoy nos mandaron a una patrulla, una rutinaria, de esas en que pasamos por la granja de Piero. Me gustan esas patrullas, me gusta ver que Piero sigue dando en los morros a todos esos malditos orcos.

    Nos estábamos acercando a su granja cuando el jabalí de Garinya, Trog, pareció olisquear algo. Animal listo este, mucho, y fiero como él solo. Por suerte, parece tenerme por amigo. Nos miraba y olisqueaba el suelo. Entonces Garinya alzó el vuelo y bajó enseguida. Orcos… me susurró.

    La ordené que regresara rápidamente a Trunau para dar aviso, mientras yo vigilaba a los orcos. Parece ser que tenían en su punto de mira la granja de Piero, precisamente. Pero la rápida acción de Trog y Garinya permitió que la milicia llegara cuando ya los orcos estaban preparados para caer sobre la desprevenida granja. Y, en su lugar, fuimos nosotros los que caímos sobre ellos. Maldita escoria, pasamos a cuchillo y flechas a todos, no dejamos ni uno vivo.

El capitán nos felicitó, especialmente a Garinya y a Trog, que ha sido nombrado miembro honorario de la milicia de Trunau. Fue un día alegre, un día de fiesta. Y creo que Garinya sintió que, con ello, devolvía, al menos en parte, lo que Piero hizo por ella. Me alegro por la strix. Y también me siento muy orgulloso de ella y de su acción.

Sin más me despido hasta más leer.

DIA 28 DE CALASTRIL DE 4715 – Día de las Estrellas.

Hola, Anna:

    Sé que te tengo muy abandonada, pero realmente en este tiempo no ha sucedido nada tan extraordinario como pasarlo a estas hojas que forman mi diario. Así que tampoco veía necesidad de escribir.

    Win parece haber aceptado ya su condición, en la medida de lo posible. Su gato, aquel que nos siguió y que no se apartó de su lado, sigue con él. Es como un gato lazarillo, si eso existe. Me parece muy curioso, la verdad.

    Por su parte, Garinya sigue haciendo patrullas y guardias. Ya ha sido plenamente aceptada en la milicia, pero sigue siendo oficialmente responsabilidad mía. Y creo que a ella le gusta serlo. Aunque a veces es difícil entenderla, en eso sí que nos diferenciamos los humanos y los Strix.

    Sin embargo, el hecho de que te haya escrito hoy es por un suceso extraño. Hay un hobgoblin, llamado Haluk Molok, que ha estado rondando por el pueblo a menudo. Me llama mucho la atención el modo en que vigila todo, e incluso llegué a pensar si no sería un espía orco. Pero hoy me ha dicho que quisiera entrar en la milicia de Trunau. Caramba, lo que menos me esperaba es eso.

    Dije que hablaríamos con el capitán en cuanto tuviéramos oportunidad e intercambiamos información. Me explicó cosas sobre su raza, y la verdad… pues bueno, en cierto modo se asemeja a los orcos. Tienen una estructura basada en la ley del más fuerte, aunque en este caso puede ser del más fuerte intelectualmente. Un tipo curioso, que me ha hecho pensar mucho sobre su raza y la mía.

Sin más, me despido hasta más leer.

DIA 3 DE FARASTO DE 4715 – Día del Trabajo.

Hola, Anna:

   Llevo unos días con una sensación extraña, como si algo a mi alrededor no estuviera bien. No sé qué puede ser, creo que es la paranoia de vivir rodeados de enemigos. Igual debería hablar con el capitán Rodrik, pero no quisiera preocuparle por esta tontería. Supongo que en unos días se me pasará.

   Pero bueno, ¿por qué me pongo yo a pensar cosas de esas hoy? ¡Hoy es un día de fiesta, el día de la ceremonia del cuchillo de Ruby! Me encanta esa niña, ahora ya toda una mujer. Es fuerte y capaz. No en vano, junto a sus cuatro paladines, todos extranjeros excepto Piero, derrotó a los hermanos Grath. Buena chica, y gran añadido a la defensa del pueblo si llega a hacer falta.

   Ahora que hablo de los extranjeros, hemos reunido una buena remesa. Voy a contarte un poco de ellos, para que veas a qué me refiero. Por suerte, muchos parecen dispuestos a colaborar en la defensa.

   Empezaré por los que ya conoces. Está Garinya, la Strix que sigue a mi cargo. Buen añadido para la milicia. También Haluk Molok, que ha mostrado también interés por alistarse, aunque aún no he podido hablar con Rodrik sobre ello. También está Win, aquel novicio al que salvé la vida, pero no sus ojos. Junto a su inseparable Peludo. También Piero, el granjero que encontró a Garinya y la salvó. Insiste en mantener una granja fuera de la protección del pueblo, y eso me hace sentir orgulloso. Defenderé a ese hombre y esa granja.

   ¿Recuerdas a Momo, aquella gnomo cuyos padres murieron en la explosión de su tienda y que ahora trabaja en "Esto y lo Otro"? Pues parece haber hecho buenas migas con... un árbol. Ja, ja. Perdón, una tonta broma. Se trata de una especie de hombre árbol que dice llamarse Tronquito. Un ser extraño donde los haya.

   También está Ertiznao, un goblin adorador de... Shelyn. Esto ya es mucho, ¿en serio adora a la diosa de la belleza? Supongo que será la belleza desde el punto de vista de un goblin, pero dudo que ese punto de vista coincida con el de la diosa. O sí, vete a saber, los dioses son caprichosos.

   Dagfinnr es un vikingo. Hum... se le ve fuerte, pero que haya sido desterrado al páramo... ¿No estaría mejor en Freetown? Bueno, si lucha por Trunau, pues será bienvenido. Hablando de la ciudad de los bandidos, tenemos a una mujer que viene de allí, Ekaterina Illhart. Es una... no sé, ¿semielfa? ¿Otra cosa? Igual debería preguntarle, pero no sé... se muestra realmente distante de todo y de todos. Desconozco lo que habrá pasado en Freetown, pero debe comprender que esto no es como allí, que aquí nos ayudamos y apoyamos. Ojalá encuentre su sitio en nuestra comunidad.

   Me he dejado para el final al que más me preocupa: Dragos Florescu. Es un tipo pálido hasta parecer que tiene la piel de papel y alto como él solo. Llegué a pensar en un no muerto, un vampiro o algo, y más porque parece salir solo de noche. Eso sería un problema pues, aunque los vampiros son fuertes, también necesitan matar para vivir, y no podemos perder gente para alimentarle. Pero pasa el tiempo y nada extraño sucede. Así que... no sé, habrá que darle una oportunidad, ¿no?

   ¿Qué te parece toda esta nueva gente? Veo muchos buenos añadidos para el pueblo. Si no fuera por esta tensión... necesito relajarme.

Sin más, me despido hasta más leer.

DIA 4 DE FARASTO DE 4715 – Día del Bienestar.

Hola, Anna:

   Joder, ¿por qué no avisé de mi presentimiento? Maldita sea, no podía imaginar que todo se iría por el desagüe tan rápido. No sé quién ha sido el autor de esta jugada, pero desde luego le ha salido redondo...

   Te resumiré todo porque tengo aún muchas cosas por hacer, incluso a estas horas de la noche. El Capitán Rodrik Grath apareció en La Casa Enredada muerto, con las venas cortadas por lo que quisieron hacer pasar como su Cuchillo de la Esperanza. Quisieron hacer pensar en un suicidio, pero a muchos nos saltaron las alarmas.

   Me quedé fuera, conteniendo a la gente, mientras los investigadores nombrados por Kurst investigaban. Y descubrieron algunos fallos, como la mala calidad del cuchillo de la Esperanza y una carta. Así pues, se determinó que era asesinato.

   Todo esto es una mierda. Un gran hombre muerto, todo revolucionado. Joder... Me tengo que ir, hay muchas cosas por hacer, gente que investigar, patrullas que hacer... Te mantendré informado.

Sin más, me despido hasta más leer.

DIA 5 DE FARASTO – Día del Juramento.

Hola, Anna:

   Uff... Tengo tanto que contar y tan poco tiempo. En unos minutos he quedado en La Casa Enredada con los compañeros que hemos investigado el Templo de la Plaga. Pero estoy adelantando acontecimientos.

   Tras los sucesos de ayer, todas las pistas nos conducían a dos peronas clave, Brinya, la antigua prometida de Rodrik, y Katrezra. Se acordó mantener una vigilancia sobre Brinya, pero no sabíamos donde encontrar a Katrezra.

   Sin embargo, descubrimos que varias cruces blancas habían aparecido en diversos puntos del pueblo así que, con Garinya y Ertiznao decidimos hablar con el sargento Omast Frum, que estaba intentando quitar una de las marcas, subido en un precario equilibrio, más precario aún por la cogorza que llevaba.

   Tras varios intentos, conseguimos que bajara de tan precaria situación. Una vez en tierra, nos dijo que ese no era el único sitio marcado, y nos explicó los otros sitios.

   Luego fuimos a la Casa Enredada para poner cosas en común. Un hecho curioso fue que la daga con la que quisieron hacernos creer que murió Rodrik en realidad era suya, una copia que encargó para sustituir la suya que había perdido.

   Tras explicar lo que sacamos del Sargento, decidimos visitar el Arroyo de la Esperanza, otro de los sitios marcado por las cruces. Allí conocimos a Melenaplateada, un elfo aparentemente mudo que, por señas, nos dio varias pistas sobre lo sucedido:

1. Nos dijo que las cruces en realidad eran dos espadas cruzadas, el símbolo de Iomedae.

2. Nos dijo que las marcas habían sido hechas por un grupo de semiorcos que estaban alojados, hasta ayer, en La Casa Enredada.

3. Nos dijo que alguien con mi ropa, es decir, alguien de la milicia, dejó pasar lobos al pueblo (osea, que tenemos un traidor).

   Con todos estos datos fuimos a El Templo de la Plaga. Tras exterminar varias alimañas, encontramos la antigua daga de Rodrik. También encontramos a un niño que dijo ser hijo de unos campesinos de Trunau y que nos metía prisa porque el monstruo podría volver.

   Poco más hay que decir de eso, investigamos lo que quedaba solo para encontrar el cadáver de un orco muerto hacía días.

   Una vez abandonamos la Casa de la Plaga, fuimos atacados por cuatro asesinos. Humanos, para más detalles. Tras matar a dos, los otros consiguieron huir.

   Ahora hemos quedado en La Casa Enredada, pero estoy realmente preocupado. Estoy convencido de que Trunau está bajo ataque. ¿Qué puede hacer un guerrero como yo enfrentando enemigos que no van de frente? Pero hice una promesa con Trunau, protegerla contra todo, y por Erastil que la cumpliré. Pero me preocupa la presencia de asesinos humanos. ¿Mercenarios de Freetown, o un complot de ésta para acabar con nosotros?

   Al menos, tengo el consuelo de haber formado un gran grupo con los otros encargados de la investigación. Juntos seguro que llegamos al fondo del asunto.

Sin más, me despido hasta más leer.

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23/04/2019, 18:34
Peludo.
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Historias de un gato.

Capítulo uno- Prólogo: Reunión inesperada.

Duermo y las Tierras del Sueño se abren nuevamente para mí. Lavo mi cuerpo en una llanura apacible, con varios gatos alrededor, cuando veo a una gata en las cercanías. Es guapa, tiene tres colores y unas manchas amarillas entre negro en el lomo que siempre se me han antojado muy sexys.

Camino hacia ella, con mi cola en alto para que vea lo guapo que soy y lo protuberante de mis testículos. No parece prestarme mucha atención a pesar de que huele a celo, por lo que me acerco y le hablo. Le digo que estoy en el Mundo de la Vigilia y que estoy cuidando de unos humanoides en una aventura muy entretenida. Apenas termino de maullar, entiendo que no es algo interesante realmente, por lo que de seguro no podré aparearme hoy pero, contra todo pronóstico, mueve las orejas haciéndome entender que sí he captado su atención. Me pregunta por qué lo hago y le cuento mi historia y de Win. Entiende mi actuar y, luego de darse una vuelta, se echa en el pasto para escucharme cómodamente. Me siento sobre mis posaderas y comienzo a contarle. Le hablo de la fiesta de la niña semiorco y del asesinato de Rodrik. Le hablo de nuestra investigación y de cómo maté a unos lobos infectados para proteger a otros. Es cierto que quizás no fue así realmente, pero son detalles menores. Entonces, le cuento los últimos acontecimientos pues son los más nuevos y recientemente vividos y así comienza mi relato.


 

Capítulo uno- Episodio I: ¿Cómo un gato resuelve un misterio?

La tropa de primates que me acompañan consideró que deberíamos averiguar qué sabe el sargento ebrio de la muerte de Rodrik, donde está Katrezra y qué sabe la herrera acerca del Cuchillo de la Esperanza que encontramos. Nos separamos en grupos y me fui junto con Win y Piero a buscar a la herrera Morninghawk para averiguar su opinión acerca del cuchillo y la boleta que encontramos en la habitación del difunto.

Guié a los dos humanos hacia las dependencias de la herrería y allí nos vimos con la dueña, una semiorco que nos recibió de buena gana. Nos habló acerca de su aprendiz, que estaba encargado de terminar el cuchillo de Rodrik y se lo robó antes de huir. Nos mostró que el cuchillo que tenemos no está terminado y esa es la evidencia que necesitamos para saber que el asesino usó ese cuchillo, intentando simular un suicidio, pero falló pues el testimonio de Sara basta para relacionar a esa tal Urnsul con el asesinato de Rodrik. Pero la paciencia no es el fuerte de los gatos y mis instintos me dijeron que alguien se escondía en la trastienda. Sin esperar nada, usé la capacidad que solo tienen los felinos para desaparecer a la vista y moverse sin ser oídos, para deslizarme sin ser notado. Atrás, un semiorco de aspecto frágil, con una serie de cicatrices y que se parece mucho a la descripción que dieron de Katrezra, estaba escuchando a mis compañeros. Miré alrededor y vi lo que me pareció ser el diario de Rodrik. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta trasera con mis poderes mentales y levanté el diario en el aire, que flotó junto conmigo hacia fuera del lugar. Lo escondí detrás de un tarro de basura para que no fuese encontrado por casualidad y corrí hacia el grupo girando alrededor de la tienda. Maullé con fuerza para que Win escuchase que encontré el diario, pero cuando llegué a ellos, el semiorco había salido de su escondite y estaba conversando con Piero y Win. Confesó haberse ocultado por miedo y luego nos contó de las visiones que ha tenido de peligro inminente para todo Trunau.

Por fin, el misterio se había resuelto por este lado y guié a Win para que encontrase el diario oculto. En él, Rodrik escribió que algo malo descubrió en la Casa de la Plaga, algo que incluía a un tal Trol de la inundación o algo así. Al parecer, lo que allí vió fue lo que llevó a la muerte.

En resumen, debíamos ir para allá. Otro misterio resuelto gracias a Peludo.


 

Capítulo uno- Episodio II: Un gato armando las piezas.

Reunidos una vez más en la Casa Enredada, conversamos acerca de las cosas que averiguamos. Les contamos al resto del grupo todo lo que descubrimos en la herrería y el diario de Rodrik, con lo que muchas de nuestras preguntas obtuvieron respuestas. Algunos del resto comentaron que han visto a algunos pintar cruces blancas en algunos lugares del pueblo. Me dio la impresión que podrían tener algo que ver con las marcas que pintaron los semiorcos en la habitación destrozada. Sin perder el tiempo, corrí a la habitación, la abrí con mi mente y entré, solo para confirmar que hay marcas similares en el interior.

Luego, bajé rápidamente y se lo comenté a Win. Discutimos que algunas de esas marcas estaban en la casa de Brinya, lo que me hace pensar que esas marcas son formas de marcar al objetivo. Lo más probable es que sabían que debían acabar con Rodrik y marcaron la casa donde vivía con Brinya pero este no llegaba pues estaban peleados y se estaba alojando en la posada. Cuando lo averiguaron, marcaron la posada para coordinar el asesinato. Como siempre, mi deducción es brillante y los simios me alabaron y acariciaron e incluso me dieron leche tibia como premio por mi exacta elucubración. Pero rechacé la mayoría de esas atenciones pues debíamos ir a la Casa de la Plaga, que es el lugar al que nos llevaría inequívocamente nuestra investigación y, como es obvio, yo debería guiar al grupo.


 

Capítulo uno- Episodio III: Saliendo de Trunau acompañado de humanoides (y un pájaro y una planta).

Nos dirigimos a las afueras de Trunau, para ir a la Casa de la Plaga. Averiguamos que era un antiguo templo a Iomedae que fue atacado por los orcos y luego se incendió. A todas luces, un lugar maldito. Al avanzar, nos encontramos un elfo mudo, un agradable druida que estaba limpiando. De cierta forma, conseguimos comunicarnos con él y me di el gusto de ser acariciado. No recuerdo que es lo que dijo pero bueno, no me importa. Para ser sincero, solo la Casa de la Plaga podía darnos las respuestas que buscábamos.

Salimos de los muros y encontramos el lugar. Era horrible y con Garinya sobrevolamos el sitio para ver si había peligros cercanos o algo que vimos dentro, pero no fue así, por lo que solo nos quedó un camino: Entrar.


 

Capítulo uno- Episodio IV: Un gato limpiando la Casa de la Plaga.

Entramos en la casa de la plaga y, en resumen, maté bichos de varios tipos. Maté unos gusanos enormes con muchas patas, maté unas arañas gigantes, maté unas ratas enormes, maté otros tipos de ratas más feos. Incluso estuve a punto de matar a un gran cubo de mierda gelatinosa pero era muy lento y me dio sueño, así que dormí hasta que otros lo mataron pero no antes de darle unos buenos garrazos para que se arrepintiese de existir. 

Recuerdo varias cosas importantes. La primera, encontramos en ella el cuchillo perdido de Rodrik, que de seguro perdió cuando estuvo aquí investigando. Recuerdo también haber visto cosas pintadas en la pared, de las que destacan la palabra “Skreed”. No sé qué significa, pero algo puede ser. Por otro lado, había un orco muerto que parecía haber estado cavando un túnel al momento de morir. De seguro que era alguna forma de intentar entrar en Trunau sin ser visto, pero que no les resultó. Lo último, encontramos a un chaval vivo y secuestrado, que rescatamos y que dijo que había un semiorco que se encontraba con algo aun más feo.

Íbamos saliendo de la casa cuando unos humanos asesinos intentaron matarnos. Como seres inteligentes que eran, intentaron huir apenas me vieron aunque solo uno de ellos consiguió salir con vida.

Así fue como terminó nuestra aventura. No hemos averiguado demasiado pero tenemos cosas con las que continuar. Claro me queda que algo grande está ocurriendo y que la muerte de Rodrik no es más que la punta del iceberg.


 

Capítulo uno- Epílogo: La inevitable realidad.

Mi historia, narrada magistralmente y con gran elocuencia, definitivamente era el camino para aparearme. Su mirada me dice que está interesada y paso la lengua con mis colmillos, sabiendo que pronto morderán su nuca. Soy un gato muy interesante y creo que es imposible que una felina se resista a mis encantos. Pero la inevitable realidad es que por interesante que sea la historia, hay cosas que mandan a la hora de perseguir un objetivo. Así como mis poderes no fueron en realidad demasiado determinantes a la hora de explorar la Casa de la Plaga, el aspecto es lo más importante a la hora de seducir. La suerte no es lo mío y, cuando se acerca un gato angora con el aspecto más majestuoso que he visto en mi vida, la gata decide irse tras él de forma inevitable.

¿Cómo podría culparla? Yo mismo me habría ido con él si fuera hembra y así es como sé que no me tocará acción hoy. Bajo las orejas, resignado. Bueno, mejor me pongo a dormir para volver al Mundo de la Vigilia, Win debe estar por despertar y me necesitará, como siempre.

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25/06/2019, 07:36
[RIP] Sargento Omast Frum.
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RELATO FINAL DEL SARGENTO DE PATRULLA OMAST FRUM:

Baldric y Graendel jugaban en el jardín, como cada tarde, chillando alegres mientras cruzaban sus espadas de madera. En sus infantiles mentes vivían las aventuras de bravos guerreros, románticos asaltadores de caravanas, temerarios y osados ladrones o paladines de moral intachable. Esa cálida tarde, Baldric fingía ser Jurgen "Piel de Hierro", el Primer Hermano de la Guardia Negra del Rey Baltasar; Graendel, su hermana gemela, luchaba bajo el nombre de Elaria, la Princesa Guerrera de las tribus salvajes del Páramo de Marfil. Sus falsas armas restallaban al chocar en estocadas de fantasía, mientras los dos infantes correteaban por el frondoso parque de la mansión de su padre.

En su alocada carrera, Jurgen "Piel de Hierro" consiguió arrinconar a Elaria en los establos, junto al almacén de forraje.

— ¡Ríndete, bandida! —rugió el Primer Hermano.

— ¡Eso jamás! —respondió desafiante la Princesa Guerrera.

— Entonces... ¡muere!

Baldric ejecutó una estocada a fondo, tal y como el maestro de esgrima le había enseñado: rodilla derecha bien flexionada, pierna izquierda extendida, brazo derecho hacia atrás para compensar el desequilibrio. Graendel se desplomó teatralmente, herida de muerte, y tras apenas unos segundos, los dos hermanos estallaron en carcajadas.

Cuando se apagaron las risas, se tumbaron el uno junto al otro en la montaña de heno, todavía jadeantes. No fue hasta ese fugaz instante que percibieron el suave roce de una escoba en el suelo de tierra de los establos. Graendel fue la primera en asomar la cabeza desde el corral donde se hallaban.

— Es Bordas, ese viejo de la cara quemada... —susurró sin perder de vista al criado.

Los dos hermanos se miraron y una sonrisa pícara se dibujó en sus rostros. Tomando las espadas de madera, abandonaron el escondrijo y bailaron entre las sombras como los silenciosos asesinos del Clan Niebla. Se movían con la agilidad y el sigilo de un gato callejero; Bordas no tuvo oportunidad alguna.

— ¡Estás muerto! —gritaron al unísono, saltando desde la penumbra y golpeando al anciano con sendas estocadas.

El gesto de dolor y sorpresa del siervo mudó raudo en una sonrisa beatífica.

— Ay, mis señores — respondió Bordas mansamente, alzando los escuálidos brazos-, me rindo.

Los muchachos se miraron orgullosos. Nada se les podía resistir.

— No queremos tu rendición, viejo — gruñó Baldric, arrogante, apartando un mechón castaño de su sudorosa frente—. Somos poderosos guerreros; tú no eres más que un siervo...

— Sí — le secundó su hermana. Su melena rubia, alborotada por el intenso ejercicio, destacaba en la penumbra del establo como una moneda de oro en el lodoso fondo de un estanque—. Tu vida no tiene valor para nosotros. Somos Espadas de Sombra del Clan Niebla. ¡No tenemos piedad!

Los dos críos rieron a mandíbula batida, regodeándose en su victoria. Olvidándose al momento del siervo, se sentaron sobre unas balas de paja a comentar emocionados cómo habían sorprendido cada uno a su víctima. El anciano, aliviado por dejar de ser el foco de atención de los jóvenes señores, retomó su pacífica labor.

— Algún día comandaré a la Guardia Negra... — susurró al rato Baldric, soñador—. Tendré mil aventuras y venceré a todos los enemigos del reino.

— Sí, yo también —asintió Graendel, que admiraba a su hermano y siempre se esforzaba por darle la razón en todo —. Será genial.

Una media sonrisa, poco más que una mueca, rozó los labios del viejo Bordas. Era una sonrisa vacía, llena de tristeza y resignación. Pero, ¿cómo podían saber dos jóvenes nobles, cuya vida había transcurrido entre sedas, manjares y despreocupación, los múltiples significados que podía esconder una sencilla sonrisa?

— ¿¡De qué te ríes, lacayo!? —exigió saber el muchacho, herido en su orgullo— ¡Acaso te ríes de mí!

— ¡Se lo diremos a nuestro padre y te hará azotar en el patio!

El anciano abrió los ojos asustado, sujetando la escoba contra su pecho como si eso fuera a protegerle.

— ¡No, por favor, mis señores! —gimió lastimeramente—. ¡No pretendía faltarles al respeto!

Baldric sonrió a su hermana, confabulador, y volvió a hablar al criado.

— Pues deberás pagar tu afrenta de alguna manera. ¿Qué puedes darnos, que pueda comprar nuestro silencio?

El anciano Bordas quedó mudo, cambiando el peso de una delgada pierna a la otra. La angustia emanaba de cada uno de sus nerviosos gestos.

— Nada tengo de valor, mis señores -se lamentó Bordas—. Sólo soy un pobre viejo sin más pertenencias que su vida y sus recuerdos...

Los dos hermanos no percibieron ni por asomo la melancolía que rezumaba de las palabras del vetusto mozo de cuadra. Es bien sabido que los niños son tan inocentes como crueles. Y fue esa despiadada ingenuidad la que llevó a Graendel a proponer un pago para la supuesta deuda:

— Pues un recuerdo será lo que te exigimos: cuéntanos como te abrasaste la cara.

El anciano alzó lentamente una mano hacia la cicatriz que cubría toda su mejilla. La apergaminada piel del dorso, moteada por los años, se pegaba a los huesos como la olvidada muda de una serpiente, quebradiza y casi traslúcida. Sus ojos se cerraron con fuerza. Cuando volvió a abrirlos, su mirada se perdía en algún punto sobre las cabezas de los dos hermanos. Hacia un recuerdo muy lejano. Un recuerdo oscuro como la noche y doloroso como el beso ardiente del fuego.

Bordas no era más que un niño la noche en que los incursores orcos asaltaron Trunau. Fue el tremebundo retumbar de un tambor lo que le despertó de su sueño. El atronador sonido parecía llegar de todas partes, resonando implacable en el oscuro rincón donde el joven Bordas tenía su catre. La cortina que separaba su humilde estancia del resto de la chabola, vibraba con cada uno de los latidos del timbal de guerra orco.

— ¿Mamá...? ¿Papá...? —murmuró atemorizado, sin recordar que sus padres habían partido poco después de acostarle, camino a un funeral.

El chico se incorporó con lentitud, agarrando con fuerza la piel de carnero que le servía de manta y alzándola hasta cubrirse el mentón. Sus pupilas bailaban en la penumbra, deformando las familiares siluetas de la cómoda y el armario hasta convertirlas en amenazantes y monstruosas figuras. Con un quejido de terror, coreado por la estruendosa pulsación del tambor de guerra, Bordas se hundió en su camastro, envolviéndose por completo con la lanuda manta.

Tras unos eternos minutos, lo que pudiera haber sido una simple pesadilla, se reveló como una apabullante realidad. No solo proseguía la sombría canción de muerte; hasta el interior de la choza llegaban sonidos de refriega: el acerado chocar de espadas, los alaridos de los heridos y los rugidos de los combatientes que seguían en pie. Pero lo que más horrorizó a Bordas fue el acre aroma del humo. El niño ya había podido contemplar los efectos del fuego en la planicie durante los áridos veranos. Cómo quedaba el suelo, carbonizado y muerto, cuando un incendio barría la llanura. Cómo los animales que no habían podido correr más rápido que las llamas, yacían sobre las cenizas con las patas retorcidas y los cuerpos negros y deformados.

Bordas se levantó de la cama y se dirigió a la sala principal de la cabaña, apartando de un manotazo la raída cortina. Esa habitación estaba algo más iluminada, puesto que la vacilante luz de los incendios que asolaban los edificios cercanos penetraba por las ventanas delanteras de la casa. Alarmado, comprobó que la humareda ya había empezado a colarse en la chabola y reptaba sinuosa formando una capa ondulante a la altura del techo. ¿Habría empezado ya a arder el tejado? Angustiado, corrió cruzando la estancia con la cabeza agachada, temiendo a cada paso que la techumbre se le viniera encima. Al llegar a la puerta, estaba tan histérico que le llevó varios segundos retirar el sencillo pasador que la mantenía cerrada. Gemía mirando al techo, mientras luchaba por abrir una puerta que podía haber cruzado a ciegas en cualquier otra ocasión. Tras una mortificante eternidad, el pasador se hizo a un lado con un sordo chasquido y Bordas escapó a la calle. Lo que se encontró, le dejó plantado en el umbral como si hubiera echado raíces.

Ese estrecho callejón formaba parte de la corta infancia de Bordas tanto como los rostros de sus padres. Fue la tierra apisonada de esa callejuela, que bajaba en suave pendiente hacia la Puerta Occidental, donde el niño había dado sus primeros pasos. Conocía cada rincón, cada piedra, cada sombra. Pero la calle a la que salió esa noche había cambiado. El sempiterno aroma a serrín que provenía de la casa de Aleril, el carpintero, moría ahogado bajo el implacable hedor de los incendios. Las altas llamas dibujaban sombras amenazadoras ahí donde nunca antes había habitado el miedo: el corral de las gallinas de la señora Targa era una fosa de oscuridad al fondo de la calleja; los tablones que Aleril siempre tenía apoyados en la pared de su casa, se hallaban desperdigados por el suelo desordenadamente y, bajo ellos, charcas de negrura parecían querer ocultar a criaturas siniestras y voraces. Todo estaba mal. Una ronca voz, áspera y malévola, arrancó al muchacho de su ensimismamiento.

¡Orcos, salid a luchar! ¡Aquí hay un Sargento de la milicia con ganas de pelea!

Bordas miró en la dirección de dónde provenían las bravuconas palabras. Junto a la puerta lateral del taller de Aleril, un hombre solo hacía frente a media docena de orcos. El soldado empuñaba una enorme espada, de esas que podían partir el tronco de un árbol joven de un solo tajo. Parecía herido, pues se tambaleaba visiblemente, pero aún así se mantenía firme. Bordas jamás había presenciado un combate real, a sangre y muerte, pero en ese instante, viendo a los guerreros orcos rodear al trunauano, un sentimiento de orgullo y exaltación recorrió su menudo cuerpo. Ese soldado era un héroe. Un caballero como los que aparecían en las historias que su padre le contaba antes de acostarse. Aislado, pero imperturbable, como una acacia milenaria en medio del desierto. Un farallón infranqueable ante la oleada de maldad que se cernía sobre él. Bordas alzó los brazos mientras un chillido de júbilo trepaba por su garganta, pero el aullido de alegría murió en sus labios y su cadáver, apenas un graznido seco, se despeñó de su boca flácida.

El primer golpe, un martillazo en el rostro que crujió húmedo y desagradable, echó al soldado hacia atrás. La espalda impactó con fuerza contra el alféizar de la puerta del taller, provocando que todo el aire de los pulmones del miliciano fuera expulsado de golpe. La marea verde se echó adelante, acicateada por la aparente debilidad el humano. Con un barrido horizontal de la monstruosa hoja, el trunauano consiguió bloquear los ataques de sus enemigos, abriendo a su paso un rojo surco en el pecho de uno de sus atacantes. Pero la esperanza que nacía en el pecho del joven Bordas se extinguió antes de dar sus primeros pasos... Un enorme guerrero orco, saltando desde la retaguardia, aprovechó la endeble posición del soldado para asestarle un cruel hachazo. El héroe hincó una rodilla en el suelo. La mirada perdida. Una expresión de estúpida sorpresa pintada en el rostro salpicado de sangre.

— No... — murmuró aterrorizado el niño, retrocediendo inconscientemente.

Vengativa, la orca que empuñaba el martillo de guerra, descargó otro tremendo golpe en la nuca del caído, mientras su compañero alzaba la descomunal hacha y la dejaba caer en un violento tajo vertical. El brazo izquierdo del soldado cayó a un lado, agarrado todavía a su espadón. Un chorro de sangre se esparció por el suelo en un charco oscuro y viscoso. Bordas no llegó a ver lo que sucedió después, pues sin darse cuenta, siguió retrocediendo aterrorizado hasta ocultarse en su incendiada casa. Lo último que escuchó fueron los chasquidos del acero maltratando la carne ya muerta. Fue entonces cuando el tejado en llamas se desplomó sobre él.

Las lágrimas recorrían el rostro del viejo Bordas. No fue consciente de que había estado hablando hasta que distinguió el miedo en los ojos de los dos infantes. Sus rostros eran pálidas máscaras de horror, con las bocas desencajadas en un silencioso grito de auxilio. El anciano bajó la cabeza, apesadumbrado, y se despidió con voz queda.