Partida Rol por web

Lunes 4, Noviembre de 2013

Despertaste empapado en sudor. No recordabas si a causa de una pesadilla, o de la monstruosa calefacción que formaba parte aquel edificio. Por la ventana entreabierta no entraba más que la tenue luz de una luna llena más pequeña de lo habitual. Ni un simple soplo de brisa, ni una pizca de viento que presagiara la tormenta que, decían, iba a llegar esa noche del lunes.

Te incorporaste levemente, encendiste la luz que tenías junto a tu cama y cogiste el libro que hacía no más de un par de horas estabas leyendo. Rompiste el sueño, y junto a aquel libro reposaba tu billete de avión rumbo a Australia. No parecía mala idea despegarte las sábanas. Te apetecía un buen trago. No obstante, una ligera imagen de una mujer atractiva viajó hasta tu mente, instalándose un pequeño periodo de tiempo pero el suficiente para percatarte de que aquella mujer era ni más ni menos que tu futura esposa. Aquella imagen superó con creces a tu primera pesadilla de la noche.

Dudabas entre seguir durmiendo, levantarte a por un buen trago de agua, o seguir torturándote con tu futura esposa. En cualquier caso, te pareció escuchar un pequeño y extraño sonido que provenía desde la cocina.

Hacía algo de frío, aunque por costumbre ya estabas acostumbrada al cambiante tiempo de tu ciudad. La escarcha del alba luchaba contra los primeros rayos de un sol que todavía se desperezaba, adormilado. Hoy por desgracia te tocaba madrugar para vivir tal espectáculo.

La caminata hacia el autobús se hacía más ardua por culpa de la época del año. El sonido de la estación se convertía en algo inconfundible con forme tus pasos te acercaban. En cuánto subiste al autobús tus ojos te vencieron y tú sin duda lo agradeciste para que el camino hacia el aeropuerto se hiciera menos pesado.

Te sorprendió la gente que había en el aeropuerto, por suerte te defendías bien en aquellos berenjenales. Como era costumbre en los aeropuertos, había las típicas idas y llegadas, abrazos y despedidas, sonrisas y lágrimas. Llamadas a embarques y desembarques, gente que va, gente que venía. Sentimientos que se entremezclaban en el ambiente gélido. Alegrías al reconocer una cara de antaño, manos levantadas en un adiós con fecha de caducidad demasiado lejana. Algunas miradas al suelo, vacías. A ti te ocurrió lo mismo, tus padres aún te tomaban como una niña pequeña y no podían creer que pronto ibas a contraer matrimonio con el hijo de uno de los compañeros de tu padre. El despido fue entre lágrimas.

El trasiego y las prisas de los pasajeros rezagados cargados hasta los topes contrastaba con la parsimonia y sosiego de los viejos viajeros, cuyas livianas maletas de piel y cuero iba repletas de recuerdos y olvidos. Te parecía interesante aquel espectáculo y tu cámara en ocasiones no quería perderse ningún detalle. Última llamada del personal, mientras buscabas en los bolsillos los últimos documentos que te llevaban al pie del avión.

Sentándome sobre la cama mientras que, intuitivamente con los pies, busco las zapatillas que no deberían estar muy lejos bajo la cama ¡Vaya mierda de noche! No hay quien consiga pegar ojo con este calor... En un principio se me pasa por la cabeza la idea de continuar leyendo el libro de cabecera, pero varias causas, entre las que destacan poderosamente una garganta seca y unas sábanas demasiado pegajosas, hacen que me decante por terminar de levantarme.

Mientras me incorporo y empiezo a caminar por el pasillo en dirección a la cocina Basta de torturarme inútilmente con ese asunto. A pesar de lo que digan mis padres, no pienso casarme por interés, al menos no por el suyo. Hay mil y una formas de boicotear una boda desde la posición del novio... ya se me ocurrirá algo, jejeje. Mi Conciábulo del Mal privado se de cortado de improviso cuando escuchos ruidos proveniente de MI cocina. ¡! ¿Que fue eso? Ya alerta, con paso precavido, me acerco a la habitación intentando taladrar las telarañas mentales que aún me quedan debido a la hora.

Después de haberme despedido de mis padres y de sacar un par de fotos más con mi cámara, agarré con fuerza las asas de la maleta y me dirigí hacia la terminal de facturación para dejar mi equipaje. Los aeropuertos me ponían nerviosa. Tantas idas y tantas llegadas, conseguían un ambiente en el cual pareciera que estabas viendo el principio o el final de una película. Y si ya estaba nerviosa cuando viajaba con su equipo de trabajo ahora, que estaba sola, más todavía.

Tras haber facturado, anduve con prisas todo el camino hasta la puerta de embarque, ya que se me había hecho un poco tarde por culpa del trabajo. Mientras caminaba, guardé mi cámara en su funda y la metí en la mochila pequeña que llevaba. Tras cerrarla, saqué del bolsillo lateral el billete de avión y volví a revisar la puerta de embarque a la que debía ir.

Sorteé a varias personas que se cruzaban en mi camino, que llevaban prisas al igual que yo. Pero, aunque no tenía mucho tiempo antes de entrar en el avión, no pude resistirme a echar unas miraditas a las escaparates de las tiendas de ropa por las que pasaba por el lado. Era un mal hábito que tenía desde pequeña y que se había vuelto peor a medida que iba creciendo. Cómo se decía, perro viejo nunca aprende trucos nuevos. Y en ese aspecto, tenía razón.

Al llegar, con el tiempo justo, a la puerta de embarque, una chica me pidió el billete de vuelo y, tras mirarlo, me dejó pasar. Cuando entré en el avión, busqué el número y el asiento que me habían asignado y, al encontrarlo, deposité mi mochila en el compartimento de arriba y me senté. Sólo hacía falta esperar a que despegáramos.

Un sonido estrepitoso, que se le parecía alguna especie de cacharro de cocina se escuchó muy cercano. Al principio sospechaste que nacía en la propia cocina pero parecía provenir de alguna de las puertas de alrededor.

Tras ello, le acompañó el sinuoso romper de una carcajada de una niña muy joven. Sin duda era algo tan insólito que ponía los pelos de punta. Pero... ¿quién iba a estar allí? Todo podía tratarse del cansancio del día anterior, aunque eso más bien era una completa estupidez que no ayudaba a nada. Allí había algo o alguien. Quizá algún pájaro, algún roedor que decidió hacer alguna travesura.

No obstante, no se veía a nadie, y la vuelta a tu habitación quedaba como a millas de distancia tras comprobar que el sonido era verídico. Una sensación fría que te recorría hasta la nuca, lo que te hacía mirar con rapidez hacia atrás, pero no había nada. Nunca parecía haber nada.

Cuando aquel sonido metálico finalizó, la doble puerta que daba al final del pasillo hizo un silencioso click, quedándose minimamente entreabierta. Sin duda alguien te estaba invitando a pasar en el propio salón de tu casa.

Todo estaba preparado para despegar, tu sonrisa aumentaba a cada paso que dabas, sin olvidar ese pequeño hormigueo que se te plantaba siempre en la tripa en ocasiones de aquel tipo. 

Inicialmente el viaje, comenzó a ser tranquilo, y las primeras horas se pasaron rápidamente. Pero tras ese tiempo, la cosa empezó a complicarse. Como surgidas de la nada, impresionantes nubes de tormenta se alzaron de improviso sobre el aeroplano y no pasó demasiado tiempo hasta que una copiosa cantidad de nieve comenzó a acumularse sobre las alas del avión.

Pero lo más peligroso del todo era el viento, un viento huracanado que empezó a zarandear peligrosamente el avión. El personal, viendo que el asunto se estaba poniendo peliagudo, no hacía otra cosa que tratar de calmar a sus pasajeros. Hasta que uno de los pilotos propuso realizar un aterrizaje forzoso en la zona y terminar el poco trecho que os quedaba cuando la tormenta amainase.

-¡Señores! Me temo que tenemos un problema, agarrense bien. En aquel momento era mejor asegurarse de que teníais los cinturones de seguridad bien atados. Si continuamos la tormenta podría arrastrarnos y desviarnos del destino.

¡Propongo aterrizar aquí mismo y continuar cuando la tormenta amaine!- Gritaba el piloto por megafonía mientras trataba de enderezar el avión. Evidentemente no esperaba contestación de ningún tipo, era sólo un comentario lleno de pánico para informar la situación.

Justo cuando el piloto propuso el asunto de realizar un aterrizaje forzoso, una nueva y enorme sacudida hizo que casi fueras al suelo. Por suerte el cinturón de seguridad hizo su trabajo de forma estable. Tras aquel susto, notaste como el avión comenzó a perder altura.

Tragando de manera bastante audible, apreté los dientes mientras la situación se hacía más y más opresiva por momentos. Las sombras danzantes a mi alrededor poco o nada contribuían a despejar mis temores y el conjunto de la escena provocaba que mi mente danzara de forma enfervorizada, pero sin llegar en ningún momento a una idea clara y concisa.

Observando rápidamente y con aire claramente nervioso a las puertas dobles que tengo ante mi persona no puedo sino pensar que diablos he hecho para estar en una situación tan descabelladamente absurda como en la que me hallo. ¿Que coño pasa aquí hoy? ¿Quien diablos está jugando conmigo?... Mis pasos son rápidos y cortos, pero, contrariamente, mi respiración es pesada, casi llegando a la asfixia, y no precisamente por el calor que reinaba en la noche hasta hace escasos momentos Haaaa... haaaa...

Finalmente, recurriendo a todo el aplomo del que soy capaz de echar mano en este momento, abro ambas puertas con un movimiento rápido y seco de mis manos, decidido a aclarar de una maldita vez que está pasando en mi hogar.

La situación era siniestra, cómo varias sensaciones mezcladas con odio, de temor y un toque diabólico a decir verdad. Aún así, te dejaste guiar por ti mismo y diste los pasos necesarios hasta alcanzar la puerta que se había abierto para ti.

La puertas dobles por extraño que pareciese conducían a una grandiosa sala rectangular que se extendía hacia la izquierda y que producía una extraña mezcla de sensaciones al verla. Por un lado el lujo y la magnificencia eran apabullantes, a pesar del paso de los años y del abandono. Pero por otro lado algo funesto flotaba en el ambiente. El suelo de mármol veteado, donde el rosa y el blanco se entremezclaban caprichosos, liso y llano para el mejor deslizar de los danzarines te indicó claramente que te encontrabas en una diáfana y despejada Sala de Baile. 

Gruesos cortinajes de terciopelo rojo, recogidos por gruesos cordones de seda con flecos dorados, caían a lado y lado de los grandes ventanales de cristaleras emplomadas, éstas sí en colores, aunque muy tenues, muy suaves, formando dibujos de plantas y flores. Ante ellas, como repartidas al azar, algunas butacas pequeñas, silloncitos en parejas o grupos, de madera policromada en pan de oro y tapizadas en el terciopelo de las cortinas, para el descanso de las Damas. Pero los cortinajes estaban apolillados, deslustrados, los oros aparecían oscurecidos y manchados de óxido, y los sillones tenían patas rotas, manchones, y algunos estaban simplemente destrozados del asiento, mostrando unas entrañas de lana amarillenta y muelles desencajados.

A un lado tres señales circulares en el suelo parecían haber sido dejadas por un piano de cola que, ahora, no estaba allí. En su lugar había un cuenco de cocina.

Cortándome casi la respiración al comprobar donde me hallo ¿Pero que coj...? ¿Que coño es esto?

Ahora si que podía decir sin temor a equivocarme que realmente me había vuelto loco de remate. El lugar al cual conducía las puertas dobles de marras, que originalmente debía de ser el salón-despacho de mi pequeño pero acogedor piso, daba a una Sala de Baile que debió ser imponente en sus buenos tiempos... pero eso era algo que no tenía ni pies ni cabeza en alguien tan fríamente lógico como yo ¿Como diablos puede haber un lugar como éste en mi pasillo? ¿Acaso estaré soñando? Nada de esto tiene el más mínimo sentido.

Empiezo a comprobar mis alrededores, mirando preocupado, pues hay algo en el aire, un no se qué en el ambiente que hace que se encrespe los vellos de la nuca. Quizás sea un tipo racional, pero mis sentidos no me han fallado hasta ahora y no pienso perder la costumbre.

La posibilidad de que se tratara de una poderosa pesadilla fue descartada en el momento en el que te sentiste atemorizado por el sonido de un nuevo trueno. A éste le siguieron otros, y multitud de rayos que iluminaron el oscuro salón de baile.

En aquel momento te pareció ver una silueta traslúcida de un niño levitando, cruzando por la pista de baile hasta traspasar la rajada cortina que cubría el ventanal a tu derecha.

Medio a la carrera fuiste hacía allí.

La luna quedaba cubierta de negras nubes acompañada de un frío viento que agitaba las altas ramas de grandes árboles. Empezaba a nevar. El frío que se colaba por la ventana entre abierta era casi ensordecedor. Parecía que hubiera alguien correteando por las calles, y efectivamente descifraste la silueta de una pequeña; Una muchacha, de unos 12 años con un muñeco de tela entre sus manos mirando hacia la misma ventana en la que te encontrabas.

Intentaba llegar corriendo a algún sitio donde refugiarse, como si se hubiera dado cuenta de que le habías visto. Empapada, las piedras la golpearon, la oscuridad la envolvía. Creíste verla tropezar cuando un rayo volvió a caer cerca del lugar...

De manera inevitable, me juzgo mentalmente, poniendo en tela de juicio mi lucidez y cordura... algo que, hasta esta noche, valoraba como inamovible en mi carácter y personalidad. No puede ser, debo de estar completamente 'turuta'. ¡Ja! Que alguien como yo acabe en el asilo mental... parece ser que el destino no está carente de sarcasmo y crueldad.

Inmediatamente después, me asomo por uno de los ventanales. La 'noche' no puede ser peor, con una 'lluvia de rayos' magnífica, quitando el detalle que en mi casa la noche era relajada y calurosamente pegajosa. En un momento determinado veo a una joven, una niña que no tendrá más de 12-13 años, corriendo por las vacías calles buscando un sitio donde cubrirse, al parecer.

Llegado el instante, la joven parece verme en la ventana y echa a correr hacia el edificio en el que estoy... al cual no llega debido a que se cae a raiz de un rayo caído en las proximidades. Olvidando momentáneamente mi situación, abro la ventana y, mientras en viento de la noche me azota el rostro, exclamo 女の子 ！

Desde aquel punto de la ventana sólo se podía ver el jardín que habían enfrente, lleno de nieve e impracticable. No dejabas de mirar todo, ahora con mucho más temor: las figuras, que creían debido a la luz que se proyectaba por la ventana, parecían ahora mucho más aterradoras, dispuestas a atacarte en cuanto te descuidaras; además, el viento chocaba contra las paredes, provocando una especie de susurros inaudibles para casi cualquiera, llamándote y atormentándote.

Allá fuera el terreno no era fácil, ya que la tormenta había dejado una capa de casi medio metro de nieve. Hacía mucho frío, y la niña parecía no estar por ningún lado. La fuerza de la tormenta era notoria y no podías parar de preguntarte si esa chiquilla no moriría de frío.

Con algo de dificultades viste el lugar en el que se hallaba tirada el atuendo de la muchacha junto a su peluche. Era en la parte trasera del edificio, la que daba al jardín, allí se encontraba tirado su uniforme de colegio y al lado su oso de peluche de esparto. Sin embargo no había rastro de la niña por ningún lado, ni huellas que indicaran que había podido ir hacia alguna dirección en concreto. Por lo demás todo se encontraba en un misterioso silencio.

Había estado dando cabezadas a ratos desde que despegamos del aeropuerto, ya que no había dormido muy bien esa noche debido a la tensión. Intentaba mantenerme despierta lo más que podía, pero el sueño me estaba ganando. Al final, no pude resistirme a echar una pequeña siesta. De todos modos, con lo que duraba el viaje, podía desconectar un poquito. De repente, me desperté sobresaltada sintiendo al avión zarandearse con demasiada violencia.

Me abroché el cinturón nada más despejarme un poco más del sueño y me agarré tan fuerte como pude a los brazos del asiento. Tenía la espalda totalmente recta debido al miedo. Era la primera vez que me pasaba esto y, encima, tenía que ocurrirme cuando viajaba sola. Estaba claro que yo de suerte no tenía nada. Cuando el piloto dijo que aterrizarían para esperar que la tormenta amainara, suspiré con alivio. Si ya no me gustaba demasiado la idea de volar sola, la de volar con tormenta me disgustaba mucho.

Pero, triste de mi, ya que cuando pensaba que todo iba a calmarse y que iba a ir a mejor, se puso mucho peor. Abrí la persiana de la ventana y miré al exterior. Parpadeé varias veces ya que no me podía creer lo que estaba viendo. Sentí que perdía el color cuando ví que el avión estaba cayendo, y conmigo y otras personas dentro.

¿? No hay niña en el lugar donde la lógica indica que estaría tras verla caer en la nieve hace escasos momentos. No hay niña, ni cuerpo,... ni siquiera una mínima pista que indique donde o quien eras la persona que vi hace nada (si es que era una persona).

La garganta se seca aún más en respuesta al empeoramiento de la situación. La misma no invita a la relajación... en absoluto. Frunciendo el ceño hasta que los músculos de mis cejas se marcaron en demasía, pareciendo, a un observador inexperto, que estuviesen 'cincelados' en mi frente en lugar de ser de carne y hueso ¡Se acabó! ¡no aguanto un minuto más!

Con paso veloz, casi empezando a correr, busco las puertas dobles que me han traído a este lugar infernal, decidido a abandonar este diorama de mal gusta sacado de una escena de novela de terror juvenil.

Justo cuando el piloto propuso el asunto de realizar un aterrizaje forzoso, una nueva y tremendamente enorme sacudida hizo que casi fuerais al suelo todos los pasajeros. Por suerte el cinturón de seguridad hizo su trabajo de nuevo. Tras aquel susto, notaste como el avión comenzó a perder altura constantemente. El piloto dio las última información, gritó con tono denso que acababan de perder uno de los motores del avión y que estaban entrando en barrena.

A voz en grito mientras intentaba enderezar el avión, trataba de mantener la calma de los asustados pasajeros. Pero el propio piloto se dio cuenta de que no había tiempo para más y tenía que emplearse a fondo para realizar el aterrizaje de emergencia. La sacudida en el estómago era cada vez más fuerte e intensa, sin duda el avión iba a golpear el suelo firme...

El choque contra el suelo fue violento, pero la pericia del piloto hizo evadir las peores consecuencias.

Desconociendo el tiempo que habíais perdido, tus ojos comenzaron a responder. Más adelante se encontraba un buen grupo de pasajeros ensangrentados y alguno de ellos parecían simplemente conmocionados, pero que aún no había cobrado el sentido. Por contrapartida el avión también sufrió daños graves, y un ligero vistazo al exterior por la ventanilla anunciaba que el ala derecha había quedado completamente partida por la mitad, que fue la que soportó el primer impacto contra el suelo. 

No dejabas de escuchar un viento huracanado. Era de noche. De nuevo tras la misma ventanilla un golpe de suerte te alertó de que a varios metros de distancia se distinguían movimientos de luces. No tenías en principio problemas para salir del avión por un enorme orificio que se había creado por culpa del impacto, salvo que te obligaba a sortear algunos cadáveres. 

No podía creer lo que había ocurrido. Cuando entré en el aeropuerto no se me había pasado ni siquiera la idea de que el avió podría tener un accidente, pero ahí estaba. El avión destrozado, gente inconsciente o paralizados por el shock y los que no estaban muertos. Estaba claro que si podía, no volvería a coger un avión para viajar a larga distancia. A partir de ahora, los aviones que tomaría serían de viajes cortos.

Me desabroché el cinturón y me incorporé para salir al pasillo. Abrí el compartimento que había sobre mi asiento y cogí mi mochila. Pasándomela por un hombro me la colgué, porque nunca se sabe si podría necesitarlo en un futuro, y comencé a caminar hacía una salida sorteando los cadáveres que estaban repartidos por el avión debido al contratiempo que habíamos sufrido. Cuando vi que se había producido un agujero en uno de los laterales del avión, puse rumbo hacía él.

Me costó un poco salir de allí pero, cuando lo conseguí, no me alejé mucho del lugar del accidente. Era noche cerrada y había unas pocas estrellas que brillaban en el firmamento. La temperatura no era ideal, pero no hacía mucho frío y, al no correr viento, se estaba medio a gusto. Una noche ideal... para estrellarte con un avión a saber donde.

Mientras caíamos en picado, había vislumbrado por la ventanilla luces de lo que parecía un pueblo o similar a varios metros de donde estábamos nosotros. La gente que estaba dentro del avión necesitaba ayuda, algunos con más urgencia que otras, pero en general tenían que pasar todos por un hospital. Y parecía que yo era la única en este momento que estaba en condiciones de ir a pedirla.

Giré la cabeza y miré el lugar en el que estaba el avión y después hacía donde suponía que estaban las luces que había visto. Cerré los ojos y suspiré para calmarme. Tras apretar con fuerza el asa de la mochila, comencé a caminar en dirección al pueblo a pedir ayuda médica para el resto de pasajeros que viajaban conmigo en el avión.

A decir verdad, la idea de salir allá afuera era escalofriante. En su lugar, y a la carrera, decidiste abandonar aquella extraña sala de baile.

Conseguiste dar con las puertas dobles sin apenas dificultades, pero de nuevo una pesadilla parecía recorrer el interior de tu casa. Tuviste tiempo necesario para observar como las paredes del edificio se iban consumiendo de un color oscuro, dibujando extrañas formas a su paso. 

Ante ti viste a una muchacha de espaldas, encogida entre sus brazos. Parecías reconocerla... aunque dudabas...

Un golpe de suerte te alertó, de que, a varios metros de distancia se distinguían movimientos de luces. ¿Se perdía algo por seguir aquella dirección? No había otra. Así que, siguiendo la senda de la fortuna decidiste salir a la intemperie. De camino al exterior fue inevitable darte algunos pequeños sustos por culpa de que algunos cuerpos sin vida parecían caerse de sus asientos por culpa del peso.

Ya allá afuera, un viento casi huracanado te acompañó durante todo el trayecto hasta llegar por completo al exterior. El camino te resultó tremendamente largo y penoso debido a que no podías digerir todavía el accidente. Aún así, al tocar suelo firme percibiste dos factores distintivos, un total silencio y una casi total oscuridad salvo por un par de focos bien altos a lo lejos. Pronto, el motivo te resultó obvio, ya que en un mínimo vistazo indicaba que parecía estar totalmente desierto.

Poco más que una docena de iglúes diseminados en una basta planicie helada completaban el paisaje. En el centro, destacaba una única construcción de madera que se elevaba varios metros por encima de las construcciones nativas. A simple vista podía observarse que se trataba de una iglesia.