Partida Rol por web

Mientras observo el cambio de las paredes de mi apartamento ¿?¿Pero que cojones...? Esto ya pasa de castaño oscuro, pues no sólo la extraña habitación y los alrededores parecen sacados de una película de miedo psicológico, de esas que están tan en boca de todos últimamente, sino que ahora mi apartamento parece ser víctima de esta pesadilla sacada de la mente del mismísimo Tim Burton.

Mientras buscaba la puerta de salida mi frenética carrera se ve cortada de repente al encontrarme otra joven. Esta, por desgracia, es totalmente desconocida debido a que se encuentra de espaldas a mí, por lo que su rostro es 'invisible' para mí. Mientras mis ojos recorren la zona de forma rápida y asustada ¿Oiga? ¿Joven? ¿Que hace en mi casa?

Al mínimo movimiento que hiciste para hablar con aquella muchacha y poder ver de quien se trataba una solitaria respiración fue tu única respuesta. Mierda. Mierda. Mierda. Y parecías notar una presencia. Demasiado cerca.
El pánico hacía que abrieras los ojos, desorbitados. Estaba ahí.

A tus ies, la silueta de aquella muchacha era visible por la leve claridad que se colaba por los resquicios de la ventana cerrada, te llenaba de pavor. La muchacha no era otra que Qi Yue.

La habías visto en alguna ocasión en fotos, pero no tenías duda de que era la mujer que te habían adjudicado por culpa de los linajes y esas historias.

Estaba llorando, con las rodillas tiradas en el suelo. No parecía pedir ayuda. Nunca lo hacía.

No sé durante cuanto tiempo estuve caminando en la oscuridad desde que salí del avión y me alejé del lugar del accidente. Hacía mucho frío y me frotaba los brazos para intentar entrar en calor, pero era en vano. Rezaba para no quedarme quedarme pajarito en un sitio desconocido por la mano de Dios. 

Mi paseo terminó cuando llegué a una zona yerma que estaba poblada por varios iglúes bastante separados los unos de los otros. Pero en medio de ellos, se hallaba lo que parecía una iglesia que destacaba más que cualquier cosa. Miré hacia los lados para intentar encontrar a alguien que pudiera ayudarme con los supervivientes del avión, pero al parecer el lugar estaba desierto. Fue entonces cuando decidí acercarme a la iglesia.

Caminé con precaución y pendiente de mi alrededor por si alguien se cruzaba por mi camino. Al llegar a la puerta, empujé con fuerza para abrirla pero se negó a ceder. Tras varios intentos fallidos, conseguí moverla y dejar una rendija lo suficiente grande como para que mi cuerpo pasara de canto. Dí unos pocos pasos al internarme en la iglesia antes de pararme al principio del pasillo.

De camino a la iglesa, se revalaron algunos datos de interés. Por ejemplo, las casas parecían haber sido abandonadas voluntariamente y con premeditación, sólo quedaban las cosas más inútiles o difíciles de transportar.

Otro punto llamativo era unos extraños dibujos rituales realizados en brea y algunas alhajas que colgaban en las entradas de las casas. Además de los iglúes se podían observar varios cercados, todos vacíos excepto uno. En aquel, tendidos sobre el suelo, se encontraban los cadáveres de varios perros de tiro.

El edificio parecía ser de una sola planta, pero tenía dos entradas independientes, una frontal y otra lateral. La primera parecía llevar a la capilla mientras que la segunda parecía dar paso a la vivienda de alguien.

La puerta cedió y un eco desde el otro lado acompañó el lento movimiento. Parecía estar tan desolada como todo el poblado. La capilla no era demasiado grande, abarrotada no llegaría a albergar a una centena de personas. Sendas filas de bancos se alineaban a derecha e izquierda de un estrecho pasillo central que llevaba hasta un altar que no pasaba de ser un prisma de piedra blanca sin ningún tipo de ornamentación.

Tras este, en el absis, se podía observar una figura de escayola que representaba la crucifixión de Cristo y, bajo él, un enorme fresco que representaba los siete días de la creación.

Lo más llamativo era la destrucción que reinaba en el lugar, pues la mayoría de los bancos estaban rotos, partidos por la mitad. Otro punto a destacar era la enorme sensación de frío reinante en el interior, extrañamente mucho más inclemente
que la del exterior. Una puerta al fondo del todo parecía estar todavía intacta.

Con los ojos desorbitados por la sorpresa ¿Como? ¿Qi Yue? ¿Pero que coj...? Me despierto de una pesadilla para caer en otra... y lo que es peor, esta si que me suena.

A punto de echar a correr, desesperado como estoy en estos momentos, termino por fijarme de que la 'persona'... o lo que quiera que sea que tenga ante mí, estaba llorando Emmmm, esto si que no me lo esperaba... ¿que rayos hago ahora?

Tragando de manera notoria, hago de tripas corazón y, manteniendo en todo momento una segura distancia de seguridad, pregunto con voz suave (más por lo asustado que estoy que por educación) ¿Qi Yue? ¿Eres tu? ¿Que haces aquí? Mientras hablo, empiezo a retroceder en caso de tener que 'huir'.

No obtuviste respuesta alguna, en su lugar viste un débil y extraño brillo en sus ojos. Tenías miedo, aunque no quisieras sentirlo lo sentías. Lo notabas. Lo volvías a sentir, presente. Ya era tarde. 

La transformación de la muchacha te llenaba de pavor. Intuiste unos cuernos, negros como el azabache, más oscuros que la propia negrura. Viste una mirada brillante clavada en tí. Su sonrisa malévola. Sus colmillos amarillentos. Las afiladas uñas mugrientas en las que terminan sus largos dedos. El pelo canoso, atestiguando una malvada sabiduría. 

Un intento apenas perceptible de cerrar tus ojos, y la presencia se había movido. Fugaz, rápida como las sombras, de las que parecía formar parte. Qi no estaba por ningún lado, todo se desvanecía...

El despertador hizo su trabajo y te sacó de aquella pesadilla tan real. Sobre tu mesa se encontraba aquel libro y junto a él, el billete de avión rumbo a Australia. El despertador dejó de sonar. Estabas en casa.

Tras fijarme detenidamente en el contenido de la sala principal de la iglesia y el contenido que tenía ésta, me fui acercando poco a poco al altar que se alzaba al final del pasillo. Los símbolos negros pintados con brea que había en exterior y los objetos que colgaban fuera de las casas me seguían poniendo bastante nerviosa y ne dejaba de pensar en ello.

Me paré delante del modesto altar y me demoré observando la pintura del cuadro con total atención. Me dí media vuelta y volví a echar una mirada a la estancia. El lugar estaba sumido en un total desorden, como si se hubiera desatado el infierno en aquel sitio. Cada vez se me estaba erizando más el vello de la nuca. Tenía que buscar ayuda lo antes posible para poder largarme de aquel siniestro lugar.

De repente, a uno de los lados vislumbré una puerta que estaba en mejor estado que el resto de la iglesia. Caminé hasta ella con precaución y agarré el pomo con una mano y la otra la apoyé en el marco de la puerta. A pesar de estar destruido el inmobiliario de la iglesia, aquella entrada estaba en perfecta condiciones y cedió con facilidad. Tras dejar un hueco lo suficiente grande para poder ver en el interior, metí la cabeza a echar un vistazo.

De camino hacia aquella solitaria puerta pudiste observar un rosario ensangrentado tras el altar principal. La sangre parecía algo reciente.

Aquella puerta daba acceso a la casa de algún misionero o sacerdote. Su aspecto también era de dimesiones reducidas. Una habitación-comedor y una cocina con despensa componían el lugar. Lo curioso residía en que la casa no parecía abandonada como el resto, ya que la alacena estaba llena de comida y no parecía faltar ropa ni otros enseres en los armarios.

Al parecer no estaba tan sola como creía en aquel lugar olvidado de la mano de Dios. El cuarto al que había accedido estaba bien provisto de comida y eso significaba que había alguna persona viviendo en ese lugar. Lo que era bueno para mí, ya que a lo mejor podría ayudarme con los heridos que se habían salvado en el aterrizaje forzoso del avión.

De un sonoro palmetazo, lanzo al despertador contra el suelo de la habitación... un claro testigo de la mala noche que acabo de pasar. ¿Cual podía ser la causa? Mi pobre cerebro ahora no podía imaginarlo ni por asomo; ¿la cena?, ¿el stress?, ¿el viaje? ¿o la quizás la boda concertada? Muchas posibilidades y nada de tiempo ni ganas de averiguarlo. Gruñendo en bajo tono, miro al pobre despertador, hecho pedazos contra una de las paredes del cuarto, mudo testigo y única víctima de la noche.

Alejando mis pensamientos (en la medida de lo posible) de tan nefasto circulo, opto por levantarme e irme a darme una ducha. Cierto es que, por muy frenética y nefasta de las horas anteriores, no deseo ser un marrano así que opto por la opción del baño... que además puede servirme para relajarme un poco.

Unas pequeñas velas, cuyas llamas parecían que habían sido capturadas por formas irreales quedaban plasmadas en las paredes, iluminaban la estancia, suficientemente ancha como para sentirse cómoda. Al entrar, fue tal la sensación de protección y bienestar que el deseo de quedarse allí parecía más que una obligación.

Las cabezas de algunos animales disecados era como si te vigilasen constantemente. Así, uno al lado del otro y pegados a la pared avanzaste un poco más para percibir mejor el habitáculo. La ropa que podía observarse estaba compuesta por ropas de abrigo hechas con pieles, propias de los esquimales, y de pesadas sotanas que pudiste identificar con un simple vistazo a su propietario como un misionero jesuíta.

Había fruta, leche, galletas... y un montón de latas en almíbar y de conserva. También había un libro que reposaba sobre una cama sin deshacer.