Partida Rol por web

En la calle, Meerelu vio algo que la horrorizó y paralizó. Al mirar a una de las casas en llamas, vio dos ojos oscuros y siniestros provenir de ellas, del mismo fuego. Negó con la cabeza, no podía ser. Su mente se negaba a creer que hubiese una criatura del fuego acabando con la paz de esa ciudad.

Pero no lo pudo negar, cuando el fuego se alzó en poderosas y llameantes piernas, y con sus brazos azotaba a la casa cercana. Los ojos llenos de oscuridad absorbían esa maldad, y parecía volverle más poderoso.

Podía haber salido huyendo, pero Meerelu vio algo más allá. Los rostros de los szish estaban allí, en la entrada de un callejón, observando a la criatura de fuego destrozar la ciudad. Ellos temían el fuego. ¿Por qué no huían?

¡Si sabéis como apagarlo, apagar este fuego maldita sea! dije a las tres figuras encapuchadas con rabia, era muy fácil decir lo que estaba mal sin mover un dedo. ¡Maldita sea! ¡Todo el mundo FUERA ! no quería morir, pero tampoco quería que ninguno de los que estaba allí muriese. Sabía que tenía que huir, pero intenté por todos los medios disuadir a la gente que allí estaba de quedarse.¡LArgo, esto es peligroso!

¡Pues que la magia esté con el agua también!  -gritó Namib mientras le pedía con gestos a una de las figuras encapuchadas que la siguiera hacia la represa. 

Tardó unos segundos en situarse, en reconocer los sonidos que llegaban hasta ella. Pero el sueño y el típico amodorramiento que sucede al despertar, tardaron escasos segundos en desaparecer.

Se volvió rápidamente buscando al dragón,. Lo descubrió despierto a sus pies, mirando con atención en dirección a la ventana desde la que llegaban gritos y más gritos. Lo cogió cariñosamente entre sus manos, lo subió a su hombro y bajó de la cama.
Abrió lentamente la ventana, temiendo ver lo que había allí fuera.

-No vayas a moverte de ahí arriba, ¿vale? Tu ahí quieto-le dijo al dragón antes de asomarse al exterior....

Mereelu miró con ojos exorbitados aparecer aquellos ojos entre las llamas. Leyendas e historias sobre criaturas de fuego y destrucción acudieron a su mente mientras intentaba asimilar lo que pasaba. No podía creérselo, no entendía qué hacía allí. 

La llama se hizo aún más poderosa y alcanzó la casa de al lado. La varu se quedó sin saber qué hacer hasta que decidió alejarse un poco intentando recordar alguno de los textos que tiempo atrás había leído, en un intento de descubrir qué clase de criatura era.

Fue entonces, cuando vio a los szish. Qué hacían allí observando tranquilamente a la criatura de fuego era algo que la sacerdotisa no sabía, pero despertó lo suficiente su curiosidad como para acercarse a ellos a pesar de la proximidad del fuego. ¿Tendría aquello algo que ver con el Séptimo?

El espectáculo horrible y grotesco. El edificio de enfrente estaba en llamas, al igual que otros tantos. Mucha gente de diferentes razas y condiciones corrían hacia la salida de la ciudad. Había celestes que les guiaban como podían, aunque algunos sucumbían al caos y al pánico de los demás, y se desmayaban desolados por no poder controlar las emociones de los otros.

Otros pocos se acercaban a los edificios en llamas para apagarlos. Pero parecía una misión imposible.

Y de pronto...

La criatura de fuego es conocida como Elemental de Fuego. Cada tipo elemental de la naturaleza tiene su propio representante de manera destructiva. Sólo cuando duermen son pacíficos, pues buscan dominar a todos los demás, sea como sea y destruyendo todo lo que hay a su alrededor.

Aunque los Elementales de Fuego sean, en apariencia, los más feroces, no hay ninguno menos poderosos que los otros. El Elemental del Agua puede destrozar a su paso y ahogar a la gente, el de Viento puede causar huracanes que dejarían a una ciudad como si nunca hubiera existido...

En la primera aparición de los elementales, la gente pensó que los Dioses habían vuelto a Idhún. Al fin y al cabo, parecían representaciones de los mismos. Sólo con el tiempo se descubrió que un fallido conjuro de un mago inexperto los había despertado, y se requirió mucha magia y muchas vidas de magos para acabar con ellos.

Mientras Meerelu recordaba todo esto, se acercó hasta los hombres-lagarto, que estaban pendientes del elemental. Ella ya los había hablado telepáticamente, y ellos pudieron reconocerla inmediatamente.

El Séptimo no hizo esto. No es su forma.

Y entonces...

Los hombres encapuchados que estaban cerca del fuego que asolaba un edificio entero, alzaron las manos. Sus voces se unieron en el aire, por encima de todo el caos que reinaba la ciudad. El agua emanó de sus manos, y empezó a ir de unos a otros, rodeando su cuepro y atravesándolo. Cada uno de esos magos pareció perder algo de ellos, pues el agua salía con un brillo extraño. Pero no decaían, pues sus voces siguieron fuertes y contínuas, agrupadas en el viento.

Y el agua se elevó, y se lanzó contra los ríos cercanos. Sólo se escuchaba el crepitar de las llamas, pues los magos habían cesado sus palabras para dar paso al juego de manos. La danza que empezaron a interpretar casi hizo que todos se olvidaran de lo que ocurría en Celestia. Hasta que...

Una criatura, todo agua, se alzó de los ríos. Un grito ensordecedor hizo recobrar el aliento a los allí presentes, que empezaron a huir temiendo por sus vidas. Fuego y agua, ambos ahora con ojos, se miraron, y el odio intensificó a ambos. El agua se lanzó a por el fuego, pero sufrió un cambio, al igual que el fuego. El agua dejó de ser agua, y se convirtió en un dragón azul. El fuego dejó de ser fuego, y se transformó en un dragón rojo. Y, alzados, por encima de todos, empezaron a luchar. Una cruenta batalla que lanzaba olas y chispas de fuego sobre Rhyrr, pero que era necesaria para acabar con aquel mal que los asolaba.

UUau, ¡si suelto la represa el dragón de agua se hará más fuerte!  Y Namib corrió aun más rápidamente para llegar a tiempo y soltar las aguas contenidas arriba. 

¡Dra...dra...dragones! me quedé alucinado ante las dos formas luchando, nunca había visto algo como aquello. Me sentí entónces muy pequeño comparado con los magos que habían invocado tamaño poder y ni que decir tiene que con los dos dragones. Busqué un sitio al que subirme y contemplar mejor la lucha y desde ahí vitoreaba al dragón azul, que entendía que era el que estába llamado a ser el salvador de la ciudad.

Meerelu miró al elemental. No conseguía entender qué hacía allí y porqué los szish estaban allí observandolo con tanta calma. No parecía que ellos lo hubieran convocado, entonces... comenzaron una magia o ritual que parecía tener algo que ver con agua. En un principio la varu pensó que estaban intentando sofocar los incendios, pero grande fue su sorpresa cuando un segundo elemental apareció. Fuego y agua se enfrentaron antes los ojos de los allí presentes.

La varu volvió a mirar a los szish y les preguntó con gesto impasible. ¿Vosotros estáis haciendo esto? ¿Estáis tratando de salvar la ciudad? ¿Qué está ocurriendo?

Era difícil describir lo que pude ver desde la ventana. Si bien conocía los estragos que el fuego fuego podía ocasionar, así como lo indomable e impredecible que podía ser, me impactó el hecho de que hubiera un puñado de tipos encapuchados alzando sus manos y sus voces al cielo junto a las llamas.

Debo reconocer que pensaba que sus cánticos animaban las llamas, a que siguiera engullendo todo cuando se encontraba a su paso, de ahí a que preparara el arco. Shela estuvo a punto de quemarme, ellos podrían tener algo que ver con ese fuego, quizás podía reducir su fuerza si el grupo menguaba.

Hasta que entendí que sus esfuerzos eran para utilizar el agua en su beneficio. Si me lo hubiera pensado menos, una flecha habría salido volando hasta alguien que sólo quería ayudar. Boquiabierto, observé como se desarrollaban los acontecimientos, una lucha de dragones justo delante de mis ojos. No eran dragones auténticos, pero para mí era tan espectacular como si lo fueran.

Lo que vio la dejó sin habla. Agarró fuertemente al pequeño dragón en su regazo y trepó al alfeizar de la ventana desde donde podía contemplar lo que sucedía más allá.

-Son dragones. Fuego y agua... Son dragones como tú-le dijo al suyo mientras que intentaba que no se separara de ella, con miedo de que, al ver aquellos dos luchando, corriera a unirse con ellos-Mira, esos son los magos que controlan al dragón de agua, pero ¿quien controla al de fuego?¿vamos a buscarlo?

Se bajó del alfeizar e hizo que el dragoncillo se metiera dentro de su capa. Se tapó la cara como siempre hacian los yan, y salió de su habitacion, cerrando la puerta tras ella y en busca de los magos que controlaban a los dragones de fuego.

El fuego y el agua luchaban, igualadas en fuerza y en poder. Edificios eran destruídos, incluso algún valiente que se atrevía a seguir llevando agua, acabó muerto bajo el poder de alguna de las dos criaturas.

Pero el dragón rojo no estaba sólo. Otros dos elementales de fuego que estaban destrozando la ciudad, decidieron acudir en su ayuda. No tardaron en saltar sobre el dragón y fusionarse con él. Y, en lugar de un dragón rojo, apareció un gran dragón rojo de tres cabeza. La lucha estaba desigualada, y no tardó en comprobarse.

El fuego empezó a lanzar llamas al agua, y ésta perdió un ala. En ese mismo momento, uno de los magos, que había convocado al elemental, gritó de dolor. Y se consumió. Se consumió y desapareció. En el suelo sólo quedó su capa. Pero la magia era poderosa, y los demás compañeros no dejaron de convocarla.

El fuego volvió a atacar, pero encontró una barrera invisible. Otros magos de la ciudad acudieron en la ayuda de sus camaradas. Entre esos magos, todos distinguieron a una maga, Shela, que había estado con ellos en momentos atrás. Su mirada era serena, pero firme. Alzó sus manos y el dragón azul pareció revivir. El ala que había perdido renació, y otras dos cabezas nacieron. El poder de Shela era increíble, y la lucha se había vuelto a equilibrar.

El pasillo estaba vacío, pero la mayor parte de las habitaciones estaban abiertas de par en par. La gente había huído despavorida de allí, temiendo que el fuego alcanzara la posada y lo destruyera. La habitación de Khazlian estaba cerrada, ¿seguiría dentro?

Bajaste las escaleras, dispuesta a encontrar a los magos que controlaban el fuego. Pero algo te detuvo. La dulce Shivei, la tabernera, estaba inconsciente a los pies de la escalera. Antes de alzar la voz, te acercaste a mirar. Allí, sentado en una de las mesas, había un hombre. Tapado con una capa. Su mano derecha estaba en el aire, y la movía con parsimonia, como con aburrimiento. Unas chispas de fuego jugueteaban entre sus dedos. Lo más llamativo de todo es que no era una mano. Eran unas garras.

Ceya estaba impresionada y no se movía. Kail había decidido acercarse más a ver el combate. La pequeña Namib se lanzaba rio arriba en busca de la presa para liberar el agua. Si en esa ciudad todo funcionaba como debía, la presa estaría en lo alto de las montañas circundantes, no sería fácil llegar hasta ella, y mucho menos liberar el agua. Pero era la única que había reaccionado, y estaba convencida que eso ayudaría a ese combate.

No la contestaron las criaturas. No somos culpables ni causantes. No tenemos poder ni sobre el fuego ni sobre el agua, no somos magos Algo que aceptaste sin preguntar más El pueblo de Idhún vendrá a por nosotros, querrán ajusticiarnos porque dirán que es culpa del Séptimo. Y no lo es. Y tú lo sabes

Hay una criatura poderosa por aquí, que desafía a todo y a todos. No obedece órdenes salvo las propias.

La yan se quedó quieta cuando detectó la presencia de aquel extraño. No lo había visto antes en la posada y.... tenía fuego en ....¡sus garras!  Si se lo hubiera cruzado antes en la taberna se acordaría, no se olvidaría de algo así.

Shivei estaba al pie de las escaleras, no se movía. Aylandrus bajó lentamente el último tramo de escaleras, lentamente, sin quitarle un ojo de encima a aquel ser que estaba sentado en la mesa, procurando no hacer ruido, y se acercó a la posadera. Puso sus manos sobre ella y la intentó despertar moviéndola con cuidado de un lado a otro.

Seguí gritando, intentando animar al dragón azul. Sintiendo un gran pesar cuando este perdió el ala ante el dragón de tres cabezas, para luego sentir un gran alivio cuando le reapareció el ala. No se me ocurría que más hacer, a lo lejos vi a Namib correr hacia la presa, quizás eso igualase las tornas o las decantase para el dragón azul. No lo sabía, pero por lo menos era una opción, de modo que me alejé del combate(tampoco es que estuviera haciendo gran cosa ) y seguí a NAmib.

Mereelu no se movió mucho de su lugar mientras los dos elementales luchaban. Realmente tampoco le preocupaba mucho la situación, si las casas ardían ya se reconstruirían. Los insensatos que se acercaban eran un mal menor. Pronto la situación empezó a volverse más complicada. Tres elementales de fuego atacaron al de agua.

Desviando la atención de la intensa lucha que se libraba sobre sus cabezas, la varu escuchó las palabras del szish. Con un gesto de asentimiento confirmó su afirmación. Ella también sentía que el Séptimo no estaba involucrado en eso.

- Entonces, ¿sabéis quien es el causante? ¿Y qué es esa criatura que acecha la ciudad? Estoy segura que tiene algo que ver con lo ocurrido con el unicornio y ese al que llaman el Caído.