Partida Rol por web

Mereelu asintió al comentario del yan. Aunque no compartiera sus creencias religiosas, debían rescatar cuanto antes a la maga. La ayuda de la híbrida sería de gran estima llegado el momento. No creyó que fuera necesario añadir ninguna palabra más. El tiempo corría y, además, su piel comenzaba a irritarse por la falta de agua. Si la misión se alargaba demasiado podría tener problemas.

El serdelmal ya sabía que venían a por él, así que Namib comenzó a hacer el cántico que los chamanes gnómicos le habían enseñado para recibir fuerza de los espíritus animales y de sus ancestros mientras corría. 

Eso lo distraería y atraería los ataques hacia ella, para que entonces sus compañeros tuvieran mayor probabilidad de llegar hasta él y rescatar a la maga. 

" ...the gnomes have learnt a new way to say huuuuurrrrraaaayyyy..."

Unos más adelantados que otros, llegaron a la entrada del laboratorio de la criatura. El suelo dejó de tener baldosas, para estar completamente liso y del mismo color. Un sinfín de estanterías, llenas de objetos extraños y materiales, rodeaban las paredes y alcanzaban hasta un alto techo de color gris. Varias mesas plateadas parecían llenar la sala, pero aún así aún había espacio suficiente para moverse tranquilamente entre ellas.

Sobre las mesas había vasos con líquidos extraños, agujas y objetos cortantes. A pesar de que reinaba cierto desorden, no se podía hablar de que la suciedad hiciera compañía a todo ese lugar. Todo estaba pulcro y muy cuidado.

En una de las mesas más alejadas, la maga Shela estaba tumbada, atada de pies y manos. Ya no tenía su ropa de maga, que había sido quemada en el combate anterior; en esos momentos, llevaba una túnica gris, a juego con el techo. Con sus mangas remangadas, un tubo transparente parecía atravesar la piel de su brazo.

La criatura estaba también allí, tras la mesa de la joven. No parecía haberse dado cuenta de la llegada de los aventureros. Embutido en una túnica negra, se movía con agilidad, sus grandes garras atrapaban todo con ferocidad y velocidad.

Esto ya está apunta, "gran maga" una risa gutural nació de su interior mientras seguía en movimiento.

No se si te dolerá, nunca he dejado a nadie quieto. Pero yo lo voy a disfrutar... Sí, cada vez más cerca, cada vez más...

El rostro de la maga pareció relajarse por unos instantes. Incluso se pudo ver un resto de sonrisa. ¿Sabría ella que el grupo sí había llegado?

Una vez en la boca del lobo, me deshice de la antorcha tirándola al suelo, para coger el arco y una flecha que ya preparaba sobre la cuerda. Si quien estaba detrás de esto era tan poderoso, será mejor no darle ni una oportunidad.

Fui adentrándome en el laboratorio mientras tensaba un poco la cuerda, fruto de los nervios al no saber qué me iba a encontrar exactamente allí dentro. No tardé demasiado en verlo con mis propios ojos, y no entendía qué estaba haciendo o para qué necesitaba a Shela. Sus comentarios no daban demasiadas pistas, sólo anunciaban que la maga sentiría dolor...

Había escuchado suficiente así que tensé por completo la cuerda y disparé la flecha que tenía preparada, observando su vuelo y rezando para que le infligiera el mismo dolor que él quería provocarle a Shela.

-¡Nosiyopuedoevitarlo! -exclamé mientras sacaba otra flecha y buscaba algún sitio donde parapetarme-

Namibia se lanzó como el rayo, a los pies, para tumbarlo y quitarle el equilibrio.  ¡Tenían que evitar que dañara a la maga!

Llegué corriendo hasta el laboratorio, allí me quedé de piedra con lo que veían mis ojos y los abrí como platos. Me quedé un buen rato esperando, hasta que el yan se lanzó a disparar flechas. No sabía que hacer. No era un combatiente, de modo que aprovechando la confusión fuí a desatar a la maga, puede que estuviese débil, pero era la única capaz de hacerle frente al demonio que teníamos enfrente.

Nada más llegar se encontraron el objeto de su búsqueda. Las palabras del extraño tipo erizaron los pelos a la varu mientras lo oía. Entonces, algunos de sus compañeros atacaron a la criatura y alguno más se concentró en rescatar a la maga. Merelu no era ninguna guerrera y la lucha no era su fuerte, por lo que decidió buscar algo por la sala que pudiera servirle.

La varu no tenía ninguna intención de meterse en la batalla. Claramente aquella criatura era la que estaban buscando, el que podría tener respuestas para alguna de sus preguntas. Esperando que no lo mataran y pudiera hablar más tarde con él, Mereelu investigó todo lo que había en la sala para ver si encontraba algo de interés o algo que pudiera proporcionarle información.

Allí estaban... allí estaba aquel ser.

Aylandris se quedó parada viendo como todos se movían a su alrededor. Khazlian, atacando. Los otros dos, corrían hacia la maga. ¿Qué podía hacer ella? ¿Como podía ayudar?

El dragón...

Lo abrazó fuertemente y le susurró al oído-Ahí está ella, ¿como podemos ayudarla? ¿nos pueden ayudar los otros seres?.... No, no van a poder soltarla tan fácilmente, ¡él lo impedirá! pensó alarmada cuando vio a Khazlian ir a por él sin dudarlo. Ella había visto como luchaba, recordaba como la había atacado y empujado. Y vio venir la reacción de aquel ser conforme se diera cuenta de que no estaba solo...

Los pensamientos de Aylandris fueron muy acertados. Ella fue la primera en sufrir un ataque directo de esa criatura cuando intentó atacarle con una silla, y sólo había conseguido un gran dolor de espalda. Pero nadie la había preguntado, y a ella tampoco la había dado tiempo a contarlo.

Pero la acción ya había empezado y no había marcha atrás. Por suerte para todos, la flecha de Khazlian le pilló totalmente desprevenido. Sólo sus palabras rápidas, típicas en los seres de su raza, fueron más rápidas que su flecha. Ésta surcó la distancia en tan poco tiempo que la criatura no pudo protegerse, ni siquiera girarse. La flecha se clavó en su hombro derecho y le hizo casi caer por el golpe. Pero se recompuso a tiempo y se giró.

Su rostro era alargado, bien parecido al de un lobo. Sus ojos eran profundos y llenos de oscuridad. Sus dientes eran alargados, eran dientes de carnívoros. Y sus manos, aunque se las veía con gran soltura, no dejaban de ser unas poderosas garras.

Allí llegaron casi a la par Namib y Kail, cada uno con sus propios intereses. La joven se lanzó a los pies del ser lobuno, intentando derribarle. El muchacho se fue directo a por la maga, a desatarla.

Ninguno de los dos cumplió sus objetivos. Namib chocó contra sus piernas, y ahí se quedó. El ser lobuno le asestó una patada tan poderosa que cruzó la habitación y la estampó contra la pared. Estaba claro que en ese ataque había magia. Y el joven Kail no consiguió ni poner las manos sobre las ataduras de la maga. El ser alzó la mano y Kail se alzó con el gesto. Y también terminó lanzado contra la pared, cayendo sobre Namib.

El dragón de Aylandris respondió a sus palabras, pero quizá no de la forma que ella esperaba. Con un gesto rápido y fuerte, la tiró al suelo, fuera de la mirada de la criatura.

Acercate hasta mí dijo el dragón con la voz de la maga. Estaba claro que quería que se acercara hasta ella para poder liberarla.

Mientas, la mujer-tigre se erizó y saltó con gran destreza sobre las mesas y frascos. Alzó las manos, y una bola de fuego apareció entre ellas, lanzándoselas a la criatura, que se empezó a reir de ella cuando se deshizo al llegar a su escudo

¡Jajaja! No se cómo habrás salido de tu jaula, pero aún no has recuperado tu magia. ¡No eres nadie, maldita yan!

Mientras tanto, Meerelu daba un rodeo, sin alejarse mucho de las paredes, para evitar entrar en un combate directo. Parecía estar buscando algo.

Los frascos y líquidos que había por todas las mesas eran totalmente desconocidos para Meerelu. No conocía nada respecto a química, pues sus estudios no se habían dirigido hacia esas materias. Pero aún así, siguió investigando. Algo tendría que encontrar, algo que pudiese ayudar en esos momentos, o al menos para que pudiese comprenderlo.

Y algo encontró. Entre un montón de papeles con fórmulas indescriptibles, una pequeña libreta negra. Al abrirla, Meerelu había localizado una especie de diario.

En lo poco que pudo leer en esos instantes de tensión, pudo ver cómo la envidia había devorado al antiguo clérigo. Bendecido con el don de la palabra, destinado para hacer grandes cosas, los dioses le concedieron el don de la curación a través de la visión de un Unicornio. Así se convirtió en uno de los grandes de las Iglesias con acceso a la magia. Parecía que ambas culturas podían unirse tras muchas guerras y desconfianzas. Los hijos de los dioses unidos por sus dones.

Pero no era suficiente. El ser pensaba que era una tomadura de pelo, que se reían de él. ¡Podía con más, debía tener más! Ellos eran dioses, pero si él era su mensajero, ¡debía tener sus grandes dones en Idhún, y manejarlos a su antojo! Rezó y rezó a los dioses, pero éstos ya no le respondían. Y le llevaron al Unicornio.

Él lo vio como la contestasción a sus súplicas. Lo que parecía era más bien una prueba. El unicornio se le presentó en un bosque, y se le quedó mirando fijamente. Sin moverse. Fue él el que se acercó hasta él. Y fue él quién le tocó.

Hasta donde se sabía, eran los unicornios los que se dejaban ver y los que tocaban con el cuerno para entregar la magia. Si alguien intentaba acariciarle, se apartaba y dejaba claro quién tenía que hacer. Pero este clérigo no estaba dispuesto.

Y fue la muerte del primer unicornio, una muerte que no estaba anunciada. Al tocarle, sintió el poder extremo, y decidió que no se quedaría con un poco. Lo quería todo. Y le agarró. Y le rompió el cuello.

Otra vez había sido repelido por la criatura con extrma facilidad. Como en la ciudad. Aproveché el ataque de la mujer bestia y escabulléndome por detrás de la criatura volví a intentar rescatar a la maga. Quizás ahora estuviese demasiado ocupado para prestarme atención.

Aprovechando que los demás estaban peleando o concentrados en rescatar a la maga, Mereelu tomó el diario y lo escondió en su hatillo. Aquello era de lo más interesante y seguro que le daría muchas respuestas, pero debía mirarlo con calma y sin la presencia de aquellos inesperados compañeros de aventuras.

El resto de cosas no le dijo gran cosa, salvo que la criatura tenía buenas nociones de química. Luego miró a la criatura. Ahora que lo tenía delante y podía verlo bien, las cosas que había descubierto de él empezaban a tomar sentido.

Sobre la mesa había varios frascos de líquidos y frascos cuyo contenido la varu no conocía, la química no era una de sus especialidades y no tenía ni idea de lo que la criatura iba a hacer con él, pero le pareció que era la mejor manera de desconcentrarlo era destruyendo su propio trabajo. 

Cogió un par de frascos sin conocer su contenido y se los arrojó a la criatura con toda la fuerza que pudo.

A pesar de contar con el factor sorpresa y la superioridad numérica, estábamos en una clara desventaja. Los que se habían avalanzado para golpearle, fueron repelidos sin muchos problemas, y la magia de la que fue una yan no surtió demasiado efecto en él.

Preparo una nueva flecha, deseando tener la misma suerte que con la primera. Pero igualmente, antes de disparar, intento coordinarme con alguien. Quizás no pudiera defenderse de dos ataques simultáneos y, sino le acertaba, puede que lo hiciera otro en mi lugar.

Las palabras del ser maligno parecieron echar más leña sobre el fuego de la furia de la mujer-tigre. Con la rabia acumulada y sus ojos inyectados en sangre, alzó las manos. Sus músculos se tensaron y las venas aparecieron, como si portara una gran carga. Tras unos instantes en los que estaba enteramente concentrada, dejó escapar un grito de rabia, y el suelo se resquebrajó a los pies del ser.

Unas raices espinosas y gruesas rompieron ese suelo y se alzaron con gran velocidad. Prestas, comenzaron a enrollarse en el escudo mágico de la criatura, y no tardaron en empezar a apretar. El ser ya no reía, sólo podía contemplar a la mujer felina y concentrarse en su escudo protector, que le estaba salvando de una estrangulación segura.

En esoso momentos, Kail, siempre con un ojo puesto en la criatura, avanzaba dolorido hasta Shela. Llegó, esperando un golpe del enemigo, pero no lo sintió. Con rapidez, intentó desatar los nudos que la aprisionaban. Pero sus intentos eran vanos. La magia estaba de por medio. Shela le miró y le susurró unas palabras.

La criatura conjuró un gran poder e hizo estallar su escudo, llevándose por delante las raíces. Como si fuera cosa de los Seis, en ese momento la flecha de Khazlian surgió de su arco y se clavó en su pecho, y los líquidos que lanzó Meerelu reaccionaron con su cuerpo, que empezaba a tener serias quemaduras.

¡Insensatos, imbéciles! gritó con hastío el ser. Esto no es nada, he soportado mucho para llegar hasta aquí, ¡y no me venceréis! Su escudo volvió a alzarse, reluciente, incluso parecía más poderoso que antes.

Atreveos a lanzar vuestro mejor golpe dijo, con una tranquilidad espeluznante.

Shela miró a los ojos a Kail, que parecían desesperados por liberarla.

No vas a poder, la magia me ata. Pero ve a por Aylandris y el dragón. Ellos sí podrán, pues parte de mi magia reside en él. Corre, tienes que liberarme.

El diaro le había revelado el inicio de ese ser, pero no tenía tiempo que perder. Su mirada se perdió en el cuerpo de la criatura, intentando descubrir lo que no había leído.

¿Por qué se había fusionado con una criatura? Sus rasgos eran de lobo, mortales, astutos. Había jugado con sus víctimas, haciéndoles lo mismo ¿por qué? En su haber, una gran cantidad de magos, con poderes bastos y sorprendentes. Pero él poseía más, ¿o no?

Sus brazos, llenos de pinchazos, parecieron delatar algo. Su cuerpo no había albergado al principio la magia. ¿No estaría preparado para ello? ¿Cómo había conseguido matar a ese primer unicornio? Los unicornios eran seres de luz... Y la oscuridad había acabado con él.

Estaba claro que los Seis no le hubieran mandado al Unicornio sin esperar que pasara algo así. Si su cuerpo no estaba preparado para la magia, podía volverle loco, o quizá podía diluirse, escapar de él como lo hace el agua abriéndose paso entre la dura roca.

Y entonces Meerelu lo vio claro. Su poder era efímero. Raptaba a tantos magos para poder continuar con su labor. Y la muerte del Unicornio era para conseguir más poder antes de lograr el de Shela.

Aprovechando la confusión, Namib se escurrió por debajo de la mesa de operaciones.  Su intención era ver si había alguna joya o cosa mágica similar que actuase como foco de magia para retener a la maga en esas circunstancias tan difíciles de vencer. 

Era claro que el tipo era un masoquista.  Seguro se picaba los bajos fondos con cicilios o como se llamaran esas cosas.  Pero no le iban a dar gusto.  La idea era engañarlo y llevarse a la maga de ahí.  Claro, a menos que todo esto estuviera de alguna manera predeterminada a que pasara, por destino, independientemente de lo que hicieran ella y sus compañeros. 

Me aparté despaco de la cama intentando no llamar la atención del ser. Tragué saliva y crucé de nuevo la sala, hasta donde estába Aylandris. No estábamos seguros, pero teníamos que movernos rápido y sin llamar mucho la atención. Entónces me dirigí a ella susurrándole al oido.