Partida Rol por web

La compañia de aquella muchacha había sido un poco más distante de lo que esperaba, pero en cierto modo era lógico, hasta hace unos dias eran dos completas extrañas, y ahora eran compañeras de viaje. 

Finalmente divisamos Celestia en el horizonte, sin duda podríamos hacer noche en aquella ciudad. Ceya había propuesto ir a cazar. 

-Buena idea Ceya, la verdad es que estoy algo hambrienta y nos vendría bien llegar a la ciudad con la barriga llena.

 -¿por qué... todo es tan raro?- dijo Ceya.

-¿raro?¿a qué te refieres? - miré en la misma dirección que Ceya pero no vi nada extraño - supongo que será el estar en un territorio nuevo y tan alejado de nuestras casas.

-Entiendo, aunque no a todos nos ha traído aquí el Unicornio por la misma razón, me temo -me quedo un momento con la mente en otro sitio, mirando al infinito-.

Sin saber que más añadir, me quedo en silencio, mirando aquí y allí en la posada, buscando algo que me evite mirarle directamente a los ojos. Aliviado porque la celeste rompe el momento de tensión al volver con la jarra de agua, doy un generoso trago suspirando placenteramente cuando desciende por mi garganta.

-¿Puedo preguntar qué sitios has visto en tus viajes? El desierto puede llegar a ser grande y maravilloso, a su manera, pero no deja de ser monótono para los que vivimos en él.

Oh, por más sitios de los que quiero reconocer dice, sonriendo, el humano, mientras su mente vaga por sus recuerdos. Desde Shur-Ikail viajé primero por los reinos humanos de Nandelt, más tarde bajé por los bosques de Derbhad, que aunque no tan frondosos como los de Drackwen me dejaron buen recuerdo. Finalmente llegué a tu tierra, al desierto de Kash-tar, tras atravesar las colinas de Gantadd, pero apenas estuve tiempo allí, ya que pronto comencé a subir por las tierras de los celestes, atraído por las historias que contaban de que un unicornio iba a aparecerse en una ciudad de aquí.

Y vos, si puedo preguntar, ¿sois viajero? No es común ver Yans tan lejos de Kash-tar, aunque imagino que menos común aún es ver gigantes esto último lo añade con una sonrisa.

-¡Por Wina!- se acerca a una pared y apoya la palma de su mano intentando sentir algo -todo es... extraño, sin vida, pero a la vez lleno de vida- ve por las calles algunos niños corriendo y riendo a lo lejos y mujeres llamándolos. Estos seres era también raros... Había oído hablar de ellos, pero nunca los había visto. Con esas pieles azuladas, sin pelo, tan altos y con esas cabezas alargadas... Parecía que estaba en otro mundo, ¿tanto cambio había de unas tierras a otras?  Tampoco habían caminado durante tantas jornadas...

-¿No lo notas? Las casas no son árboles, no son naturales... pero a la vez se respira tranquilidad y equilibrio con la naturaleza... Me siento extraña- seguía mirando a su alrededor sin entender por qué se sentía así, pero con ganas de conocer más, por lo que siguió caminando adentrándose más en las calles de la ciudad y de esa arquitectura redondeada que le parecía tan rara. 

Las palabras de Iora hace que la gente comience a rodearos y a murmurar...
 

Consigues apartar tu mente de esos pensamientos de varus, pero una voz cargada de odio llama tu atención. Al girarte, ves a una joven varu hablando con un hombre de su especie.

Una carta es lo que utilizas para dejarme. ¡Una carta! ¿Tan poco he significado para ti que no fuiste capaz de decirmelo a la cara?

La sonrisa de la joven celeste se extendió todo lo que su rostro pudo. Se acercó a ti con ligereza, pero el brillo de los ojos te mostraron las ganas que tenía de poder ayudarte.

Muy bien. Fíjese. En esta sección de aquí tenemos el nacimiento de los dioses. Las leyendas del Uno y de cómo su desintegración dio lugar a los diferentes dioses. ¡Y no solo de los Seis! Si no dioses de otros mundos. ¿Se lo puede imaginar? Si esa leyenda es cierta, me pregunto si los demás dioses serán como los nuestros...

Dio unos pasos y, elevando la mano, continuó

En estos, aunque son pocos, se recogen la creación de las razas de Idhún por sus dioses, igual que cómo crearon el mundo y cómo lo revivieron tiempo después con la ayuda de los unicornios.

Siguió caminando

Aquí tienes narraciones de los Seis. De cómo son, incluso cómo poder adorarlos. Además, también... su rostro se sonrojó y bajó la voz Perdone, no debo hablar del Séptimo en voz alta, y a lo mejor a una sacerdotisa de su status quizá le parezca una blasfemia, disculpe...

Sus manos se entrelazaron a nivel de la cintura, jugueteando nerviosamente. Estaba claro que se había dejado llevar y había hablado más de la cuenta.

Pero lo más importante para ti: Allí había volúmenes del Séptimo.

Los soles se iban ocultando poco a poco mientras recorríais las calles. Gran cantidad de personas rondaban por la ciudad, aunque la tensión parecía evidente entre diferentes razas.

Las calles eran amplias, aunque os costase caminar por ellas. Aún así, las estructuras eran maravillosas y muy bellas, y eso os permitió avanzar con tranquilidad.

Pero una voz resonó en vuestras cabezas. Una voz dolida, amargada y llena de reproche y odio.

Una carta es lo que utilizas para dejarme. ¡Una carta! ¿Tan poco he significado para ti que no fuiste capaz de decirmelo a la cara?

Al buscar a la persona que había dicho esas palabras, visteis que en una fuente, llena de varus, había dos que se miraban fijamente. La mujer varu es la que había dicho esas palabras a un hombre de su misma especie.

Me quedé mirando a Ceya sorprendida. -parece que tienen problemas. no sé si seria adecuado inmiscuirnos en su conversación, por otra parte parece que los soles se van escondiendo y aún no sabemos donde pasaremos la noche, creo que seria buena idea empezar a pensar donde dormiremos, ¿no crees?

Un auténtico escalofrío de excitación recorrió la piel de la sacerdotisa, que tuvo que emplear todo su autocontrol al máximo para no demostrar ninguna emoción, a excepción de un ligero brillo que apareció es sus ojos acuosos. Aunque para un celeste poco acostumbrada a la anatomía varu, probablemente le pasara desapercibido... o al menos eso esperaba la sacerdotisa mientras se dirigía mentalmente a la bibliotecaria.

-No te castigues. Los Seis saben que no has actuado motivada por maldad alguna. Aun así, es cierto que los mortales no deberíamos siquiera nombrar a un ser como ese, a no ser que queramos atraer su ira sobre nosotros... pero no te preocupes, no te deseo ningún mal. Sé de la pureza de tus intenciones, pero te recomendaría que no comentaras este incidente si no quieres atraerte problemas... hay quién podría entenderlo casi como una blasfemia.- controlándose lo mejor que podía para evitar traicionarse a sí misma, y sin sentir un ápice de remordimiento, Meerelu continuó hablando -Aun así, agradezco tu ayuda y tu orientación. Que las bendiciones de los Seis se viertan sobre ti- la despidió, con una falsa sonrisa dibujada en la cara.

Una vez la celeste se hubo alejado y se aseguro de que estaba sola, se dirigió hacia donde se encontraban los libros del Séptimo, buscando cualquier ejemplar que desconociera y ocultándolo bajo los pliegues de su túnica, se dirigió a cualquier lugar apartado para poder estudiarlo con tranquilidad. No pensaba tratar de robarlo, ni mucho menos, eso solo le traería problemas. Mientras buscaba un lugar apropiado en la inmensidad de la biblioteca, aún dirigió un último pensamiento a la mujer. -Realmente encantadora... tan dulce y manipulable... pero en esta vida, la inocencia se paga con traición.-

Geblu estaba acostado ya en el agua, preparándose para dormir. Estaba pensando en sus cosas, en lo que los otros Varu habían dicho. De repente entre sus pensamientos se coló uno ajeno. Estaba lleno de odio ¿O era tal vez resentimiento? Geblu no podía saberlo pues había sentido muy pocos sentimientos aparte del miedo y la desesperanza. Levantó los ojos sobre el borde de la fuente, disimuladamente vio con una chica varu hablaba con un hombre. Parecía enfadados. Al menos ella. Geblu se quedó mirando, sin atreverse a intervenir.

Entu no es capaz de reaccionar por un momento. Se queda mirando a la varu, tratando de balbucear una respuesta.

-¿Qué... qué haces aquí? Sabes que sí eres importante, Iora, la carta... ahí te lo explicaba.

La situación pilla al joven completamente por sorpresa, así que no es capaz de dar una respuesta mejor.
 

Asintiendo con la cabeza y sin pensarlo un momento se acerca a la pareja de varus, creyendo que son celestes algo más extraños que los demás. Pero al acercarse nota que hay una gran diferencia -disculpad... ¿sabéis de algún lugar a buen precio donde poder comer y dormir?- los mira no sin cierta desconfianza, pero sonriendo cortés, pues necesita información -por cierto, ¿también sois celestes? No lo parecéis...- deja ver su inexperiencia con las demás razas, pero conforme dice esto se queda pensando con el dedo sobre los labios y da un golpe con el puño en la palma de la otra mano -¡claro! sois varu, ¿verdad? Tendría que haberlo sabido nada más veros, siento mi torpeza- sonríe de manera adorable sólo como ella puede hacer cuando siente que hay una situación tensa y quiere relajarla. 

Asiento interesado a la sucesión de lugares que va narrando el humano, realmente había mucho por explorar y una vida demasiado corta como para ponerse a pensar en lugares lejanos que puede que nunca visite. 

-Así que, se podría decir que hemos hecho, más o menos, el mismo camino para llegar aquí -siempre se puede aprender algo de los humanos, aunque parezca que no-. ¿Vos? -sonrío divertido- ni que fuera algún tipo de príncipe o chamán, puedes llamarme Khaz -tras aclarar ese punto, sigo con la respuesta a su pregunta-. No viajo tanto como me gustaría, al menos por fuera del gran desierto, se podría decir que es la primera vez que dejo atrás mi tierra natal, pero imagino que por algo se empieza.

Por el rabillo del ojo, tras escuchar el siseo, puedo ver como los del fondo están empezando a alborotarse.

-¿Y esos? -le hago una seña con los ojos a Asgeir, en la dirección de los szishs- ¿qué problema tienen? ¿le han brindado su hospitalidad y así lo pagan?

Observo como los szish sisean enfadados, suelto un suspiro y avanzo hasta sentarme en un asiento libre y cuando pase el celeste para atenderme le digo:

---Una habitación, comida y agua, por favor- repito mientras le dirijo una sonrisa tranquilizadora

Los siseos de los szishs cada vez son más altos. La celeste Shivei se lleva una mano al corazón.

Por favor, tranquilícense. El odio no nos lleva a ninguna...

Los siseos acallan las palabras de la celeste. Uno de ellos se acerca hasta ella y, con un rápido movimiento, la golpea en el rostro, derribándola.

Un murmullo de asombro acalla el local. Todos los ojos están puestos en los dos szishs y la celeste.

Ante las preguntas de Ceya, Iora, la varu que estaba gritando telepáticamente, la miró con una mezcla de odio y de dolor. Levantó la mano, indicándola que se callara. Si hubiera estado más cerca, las gotas de agua que la mano de la joven varu había desprendido le hubieran llegado al rostro.

La varu, que se había acercado lentamente hasta el hombre varu con el que discutía, se separó con brusquedad. Su rostro refleja desprecio, odio. Pero sus ojos, bañados en lágrimas, sólo expresan su dolor.

- ¿Pero qué dices? ¿Importante? Me has partido el corazón. ¿Piensas que estoy aquí por tí? ¿Crees que saldría a buscarte? ¿Crees que abandonaría a mis padres? No, Entu. Créeme que si hubiera venido a buscarte, sería para destrozarte, al igual que has hecho conmigo.

La joven se aparta un poco más de él. Sus facciones, aunque siguen duras, demuestran cierto interés y alegría.

- He venido aquí por la profecía. Tú ya no eres tan importante para mí