Partida Rol por web

Me maravillo ante la agilidad que demuestra tener mi hermano al trepar para llegar a aquella ventana. El corazón se me encoge cuando le veo que uno de los pies pierde la sujeción y parece que va a caer desde arriba, pero pronto soluciona la situación y sigue subiendo con maestría. Desde mi posición hace que parezca fácil, pero su cara de esfuerzo me dice lo contrario. 

-Ánimo-le digo desde abajo tratando de hacer lo único que pueda hacer en ese momento: infundirle valor.

Más rápido de lo que yo pensaba llega arriba, aunque todavía no a la ventana. Aún le queda llegar hasta ella, pero al menos si el salto no sale bien, creo que ya está a salvo de romperse la crisma.

Miro fijamente desde abajo deseando que sea capaz de llegar a esa ventana.

Trepar era fácil. Era algo que había hecho muchas veces, en el orfanato. Lo malo no era trepar, ni descolgarse, ni caminar por un alero guardando el equilibrio. No, eso era sencillo. Lo malo era no dejarse llevar por el miedo, cuando uno miraba hacia abajo. Eso era lo difícil. Y cuando perdí apoyo con uno de mis pies, y creí que me precipitaría hasta el suelo, al mirar hacia abajo, se me vino el mundo encima. Pero finalmente logré recuperarme y seguir agarrándome a los salientes que veía hasta alcanzar el techo.

¡Tranquila, todo bien! -Quise tranquilizar a mi hermana, asomándome sonriente desde arriba.

Pero aquella sonrisa se desvaneció al mirar en dirección a la ventana que debía alcanzar. Estaba alta, pero lo peor era que al intentar alcanzarla corría el riesgo de caer, no hasta el dejado en que estaba, sino al suelo. allí abajo. Traté de esperar unos segundos para recuperar el aliento, observando los posibles salientes que hubiera entre las tablas de madera mal colocadas de aquella fachada. Sí, estaba seguro de que podía hacerlo, meter mis deditos entre aquellas tablas y auparme hasta la ventana.

Bien, allá vamos...

Conrad se preparó para el último salto mientras su hermana le daba fuerzas desde el suelo. Eara lo vio dar un embión y lanzarse hacia la ventana con la intención de asirse a ella lo mejor posible para ingresar en el granero.

Sin embargo la precisión que demostró fue digna de un acróbata ya que su cuerpo dobló la distancia como si esta no existiera haciendo que el niño quedara justo atravesando el marco y cayese hacia el interior sin esfuerzo.

Eara estaba esperando afuera ahora, y el paisaje no parecía tan bonito sin la presencia protectora de su hermano, pero sabía que èl ya estaba dentro y a salvo.

Conrad se preparó para el último salto mientras su hermana le daba fuerzas desde el suelo. Eara lo vio dar un embión y lanzarse hacia la ventana con la intención de asirse a ella lo mejor posible para ingresar en el granero.

Sin embargo la precisión que demostró fue digna de un acróbata ya que su cuerpo dobló la distancia como si esta no existiera haciendo que el niño quedara justo atravesando el marco y cayese hacia el interior sin esfuerzo.

El interior del granero lo recibió con un dulzón aroma a heno. Estaba en una plataforma de madera, un entrepiso, desde donde una escalerilla de madera lo llevaría al suelo. Desde este lugar habían escuchado la voz en el sueño, aquella del hombre al que no veían.

Abajo se notaba la mayoría del piso de tierra cubierto de heno, que se apuraba más en los rincones. De las paredes colgaban herramientas del oficio de granjero y la doble puerta estaba cerrada pero sin candado, cadena o barra. Quien tuviese la llave podría abrir así que la pregunta era si habría una copia a mano.

O en la casa aledaña…

O quedaba que Eara se animara a trepar. También podría abrirse a hachazos pero eso dejaría una buena marca de que algún intruso había entrado en la granja.

Sufro como sufre una madre cuando ve que su pequeño va a hacer algo arriesgado. Me da miedo que se haga daño, pero cuando veo la precisión con la que cruza esa ventana casi doy un grito de alegría que tengo que contener ya que se supone que no debemos hacer ruido.

Ahora estoy sola y, lo que antes parecía un granero seguro en el que encontraremos algo de paz, de repente me parece tétrico y peligroso.

Avanzo de nuevo hacia la puerta con la esperanza de que Conrad no tarde mucho en abrir aquel portón y que esta sensación de inseguridad desaparezca.

Desde la propia plataforma ya me daba la impresión de que no iba a ser tan sencillo. Se veía la puerta, pero no tenía cadena ni candado, sino un cerrojo. A saber dónde estaría la llave, podía estar en cualquier rincón escondida, en la casa de al lado, o directamente no estar y que se la hubiera llevado el que hubiera cerrado. Podía golpear la puerta con alguna herramienta, como un martillo, pero entonces la dejaría rota para que cualquiera viera que habíamos entrado. Y eso suponiendo que lograse romperla.

Miré alrededor, tratando de buscar una solución, y colgada de un saliente de la pared vi una soga enrollada. Entonces, se me ocurrió una idea. Cogí aquel rollo de cuerda y lo dejes cerca de la ventana, tirando de un extremo hasta una de las vigas. Rodeé ésta con un par de vueltas e hice un nudo. No estaba muy seguro de cómo hacer buenos cabos, así que la anudé varias veces. Entonces cogí el rollo y me acerqué a la ventana, asomándose con cuidado.

Psst, hermanita... -La llamé desde arriba- No puedo abrir la puerta, mira a ver si puedes subir por aquí... -Le dije, arrojando la cuerda al vacío para que pudiera agarrarse a ella.

La pequeña sufrió la angustia del que ve a un hermano desaparecer, aunque sea un momento, y pensar que puede pasarle algo. Pero Conrad salió de nuevo, y esta vez tenía un plan. Ató el extremo de una soga a una viga y luego dejando caer el otro. La niña podía alcanzarlo con facilidad pero debía tener precaución en la subida… los ojos de su hermano no se apartaban de ella, eran dos personas que parecian una sola, que velaban todo el tiempo el uno por el otro.

Estoy tensa. Escucho hasta el silencio gritar mientras espero a que Conrad haga algo para que volvamos a estar juntos. Cuando oigo su voz vuelvo al punto donde estaba antes y le veo con una soga. La ata y me indica que suba. Jamás he hecho algo así, pero si quiero reunirme con él debo intentarlo.

Miro hacia el camino del que hemos venido. No veo nada, pero en mi interior mi cabeza parece gritarme que Oliver estará buscándonos. Mi cabeza no computa que posiblemente sea Fang el que haya ganado el enfrentamiento.

Decidida, pero temblando, agarro la cuerda y me la ato a la cintura. Subiré como lo ha hecho mi hermano, pero con la seguridad de que esa cuerda salve mi culo si caigo hacia abajo. Con algo más de facilidad de la que yo pensaba comienzo a subir, apoyando los pies en donde antes he visto a mi hermano hacerlo. Noto mi cuerpo como gelatina, mi corazón galopar y mis poros sudar mientras subo.

-Ya... ya llego-le digo a mi hermano con voz de esfuerzo.

Eara ata la cuerda a su cintura y comienza el ascenso. El esfuerzo se nota en su voz pero la subida transcurre sin contratiempos. Un pie, luego otro, el tirón de las manos sobre la soga, y la concentración en la necesidad de llegar son importantes, aunque no puede dejar de pensar en ese Oliver y en la posibilidad de que Fang esté muerto y él, persiguiéndoles.

Llega arriba y su hermano la recibe con alivio. Ahora pueden mirar dentro de este sitio con mayor tranquilidad. La ventana abierta da a una plataforma de madera, que sería una especie de entrepiso. Desde allí una escalera de madera los lleva abajo. El suelo de tierra del sitio se halla cubierto por montones de heno, que se apilan sobre todo en los rincones. Herramientas de agricultura ocupan un lugar contra la pared.

Es como en aquel sueño solo que la trampilla no se ve a simple vista y tampoco se oye la voz del hombre que les había hablado.

Cuando llego arriba, abrazo a mi hermano igual demasiado efusiva. Estoy sudando y me doy cuenta que agradecería tener una ducha cerca. 

"Si Oliver es capaz de olernos... pero ¿qué digo? ¿cómo va a olernos?" me digo a mí misma mientras paseo mis ojos por la estancia.

-Deberíamos buscar la trampilla, ¿no crees?-le susurro a mi hermano mientras me desanudo la cuerda y me estiro y sacudo la ropa polvorienta.

Eara logró subir por la cuerda, sin muchos problemas. Me mantuve observándola con el corazón en un puño durante todo el proceso, hasta que en el último momento pude ayudarla tirando de ella. Terminamos fundidos en un sentido abrazo, por lo mucho que nos preocupábamos el uno por el otro. La situación no era para menos. Sin embargo, no podíamos quedarnos allí parados.

La trampilla, sí. -Acepté la propuesta de mi hermana, recordando por qué habíamos entrado allí- ¿Recuerdas donde estaba, exactamente? -Pregunté enfilando las escaleras que descendían a la planta baja- Estaba oculta bajo la paja, creo, no debería costar encontrarla...

Había que buscar la trampilla y como, en sus cabezas el sueño seguía vívido, y el sitio en que se hallaban era prácticamente el mismo, no fue tan difícil el ubicar esa tapa redonda que tenía manijas. Estaba en el mismo lugar que recordaban, debajo de un montón de paja acumulada.

Entre los dos la fueron retirando hasta que la trampilla apareció. No estaban convertidos en lobos así que podían tirar de ella usando sus manos. ¡Qué ventajoso era tener un pulgar y el resto de los dedos funcionales! ¡Y ni hablar de que esos malditos tambores habían dejado de existir en el mundo real! Pero Oliver, que de alguna manera se asociaba con ellos seguía allí afuera. Eso quitaba un poco la paz mental de estos pobres niños.

Aquel lugar era tan desconocido y tan familiar a la vez que casi se me ponían los pelos de punta. Bajamos y comenzamos a buscar la trampilla donde la encontramos en nuestro "sueño". Estaba allí, tapada con paja. La destapamos con habilidad y vimos que era exactamente igual a la que recordábamos.

Miro a Conrad un segundo antes de agacharme para intentar levantarla. En el "sueño" había sido relativamente fácil y después... pues después nos habíamos despertado, así que no sabíamos qué pasaría una vez la tuviéramos abierta. El recuerdo de esos tambores y la posible presencia de Oliver hacen que se me ponga el vello de punta.

Por suerte, el parecido entre aquel lugar y su homónimo del sueño no era aproximado, sino bastante exacto a como lo recordaba. Así, fue muy sencillo buscar bajo la paja que habíamos visto en el sueño, y encontrar, en el mismo lugar exacto, aquella trampilla de metal.

I-increíble... -Murmuré al ver la chapa metálica, apartando la paja de su superficie hasta dejarla completamente a la vista- Tal como la recordaba...

En el sueño, aquel instante en que la encontrábamos estaba teñido de miedo y prisas, a medida que los sonidos de los tambores se aceleraban, como avisando de algún peligro. En aquel momento, sin embargo, nos encontrábamos en un intenso silencio. Bueno, eso no era verdad del todo. Mi pulso estaba completamente acelerado, y podía sentir mi corazón bombeando a toda velocidad. Bum, bum, bum, bum... Como tambores, como los tambores del sueño. Todo se repetía.

Miré a mi espalda, a la puerta del establo, temiendo que alguna sombra indicase que alguien... Que Oliver hubiera llegado al lugar, siguiendo nuestro olor. Al volver a mirra la trampilla, Eara se encontraba ya sujetando la manilla para tirar de ella, así que apresuradamente me situé a su lado para tirar ambos a la vez. Yo no era tan fuerte como mi hermana, nunca lo había sido. En realidad, yo siempre había sido bastante "tirillas", y no faltaron nunca chicos en el orfanato que se burlasen precisamente de eso, de que fuera un debilucho y de que incluso mi hermana fuera más fuerte que yo. Siempre me habían parecido tonterías propias de niños tontos, aunque en ocasiones había deseado ser más fuerte de lo que realmente era.

La fuerza de ambos hermanos hizo la magia posible: con un ruido de algo oxidado, con ese sonido chirriante de una cosa que hacía tiempo nadie había toca, la trampilla se abrió. El interior era un fozo de oscuridad. Recordaron, entonces, que aquella vez había una especie de luz amarilla titilando al fondo. De nuevo rememoraron el sonido de los tambores que indicaban peligro pero ahora solo era un eco de sus propios corazones desbocados.

Una escalerilla metálica, adosada a la pared, permitía bajar por este cilindro de negrura. El silencio permanecía como única constante de este momento. El olor que venía desde abajo era mayormente el de algo dejado olvidado el en tiempo: olor a polvo y a vejez.

¿Bajarían los dos? ¿Podían calcular la distancia tirando un objeto por la abertura? ¿Tenían alguna cosa que sirviera para iluminar el camino?

Observar aquel pozo, aquel agujero en el que no se veía más que oscuridad, me trajo tanta esperanza como desasosiego. Tenía el convencimiento de que allí abajo había algo importante, pero al mismo tiempo recordaba el súbito final de aquel sueño, cuando nos precipitábamos al vacío.

¡La cuerda! -Exclamé, alzando la mirada hacia la planta superior, por la que habíamos entrado. Salí corriendo hacia las escaleras, para subir a desanudar aquella cuerda por la que había trepado Eara hasta la ventana, para bajarla y anudármela bajo los brazos por un extremos- Yo bajo, tú sujeta la cuerda y ve soltando según voy bajando, así me sujetarás si resbaló o algo. -Le dije, tendiéndole el cabo- Tú eres más fuerte...

El olor que impregna mis fosas nasales casi me hace vomitar. Ese olor a humedad, a cerrado y a viejo inunda mis pulmones dejando su fragancia pegada a los bordes de mi garganta, casi puedo masticarlo. Casi agradezco que Conrad se ofrezca a bajar atado con la cuerda. Asiento lentamente a su idea mientras hago verdaderos esfuerzos por cambiar mi expresión de asco. 

Por otro lado, de nuevo esa sensación de separarnos me invade y me da un pavor terrible, pero es obvio que es más seguro hacerlo como Conrad sugiere. Así que, le ayudo a anudarse la cuerda y me quedo esperando que comience a bajar recordando el sonido de aquellos tambores que invadieron nuestro sueño.

-Ten cuidado-le digo con un susurro ahogado.

Conrad tuvo una buena idea: se anudó la soga a la cintura y comenzó a descender auxiliado por Eara, que tenía los extremos. Así se podría sostener de la escalerilla sin temor a caer pues la cuerda era un medio de asegurarse no partirse el cuello. El olor a humedad hizo asquear a su hermana pero se puso manos a la obra sin perder un minuto. Era mejor que el pequeño bajase primero aunque la preocupación por él seguía en sus venas.

Conrad comienza a descender, la oscuridad lo envuelve y parece como si faltara el aire, como si la negrura lo oprimiera. La soga le da tranquilidad, aunque la escalerilla parece estar firmemente anclada contra la pared. Sigue bajando, en su cabeza cuenta hasta 120, desde allí la abertura de arriba se ve como algo luminoso que se va alejando.

De pronto su pie toca el suelo, es un suelo de tierra un poco húmedo. Sus ojos no le permiten ver alrededor con claridad pero estirando los brazos nota que hay una abertura por el este. Desde allí parece haber un corredor subterráneo.

El tema es que si sigue avanzando perderá la visión totalmente, caminar en penumbras no parece divertido.

Conrad tuvo una buena idea: se anudó la soga a la cintura y comenzó a descender auxiliado por Eara, que tenía los extremos. Así se podría sostener de la escalerilla sin temor a caer pues la cuerda era un medio de asegurarse no partirse el cuello. El olor a humedad hizo asquear a su hermana pero se puso manos a la obra sin perder un minuto. Era mejor que el pequeño bajase primero aunque la preocupación por él seguía en sus venas.

Conrad comienza a descender, y su hermana tiene que obligarse a mantener la calma. De a poco lo ve desaparecer en esa negrura que parece tragarlo, pero sigue sintiendo el tirón constante de la soga, que le indica que baja despacio, que no se ha acabado esa escalerilla de golpe o algo por el estilo. Cuenta hasta 120 mentalmente y nota que la soga ha dejado de descender, pero no tira.

Eso significa que el chico ha llegado al final, que ha tocado el piso.

El tiempo pasa despacio. Casi puedo escuchas el segundero de un reloj en mi cabeza. Al principio puedo escuchar el resonar de sus zapatos sobre los peldaños de esa escalera. Pronto dejo de escucharlos y siento tensión pues, aunque la cuerda se sigue tensando, no me llegan noticias de Conrad. Trago saliva tratando de mantener la calma. Como no lo consigo empiezo a contar y llego hasta 120 cuando la cuerda de repente deja de moverse y de tirar. Hago dos tirones leves a modo de comunicación con mi hermano pues no quiero ponerme a gritar.

"¿Y ahora qué hago? ¿bajo yo?" pienso con algo de urgencia.

El estar separada de él me produce ansiedad, mucha ansiedad. Sé que es algo enfermizo pues la vida seguirá, ambos creceremos y en algún momento deberemos formar nuestra propia familia... pero yo no quiero otra familia. 

Estoy sumida en mis pensamientos esperando alguna respuesta o algún sonido por su parte.