Partida Rol por web

Me sobresalté, dando un gran respingo, cuando se oyó aquella voz al mismo tiempo que la bombilla estallaba. Nos quedamos en plena oscuridad, mientras aquella voz nos hablaba como un susurro que provenía de todas partes. Sostuve el maletín con más fuerza, pegándolo a mi pecho, como si pudiera protegerme detrás de él. Todo ello, sin soltar la mano de Eara, tratando al mismo tiempo de situarme delante de ella.

L-la puerta... ¿P-por dónde era...? -Pregunté a mi hermana en voz baja, tratando de orientarme en la oscuridad.

Intenté guiar a Eara hacia la salida, lentamente, con pasos cortos para no hacer ruido. Pero, mientras tanto, intenté ganar tiempo de alguna manera.

¿Qu-quién eres? -Pregunté en voz alta- ¿Por qué te escondes?

El vibrar de la caja que sostenía Eara se acentuó con una breve emanación de calor, como si la madera se entibiara.

L-la puerta... ¿P-por dónde era...? -Pregunté a mi hermana en voz baja, tratando de orientarme en la oscuridad.

¿Qu-quién eres? -Pregunté en voz alta- ¿Por qué te escondes?

Eara se pudo guiar mejor que Conrad, aunque ambos tuvieron razón en empezar a dar pasos hacia el sur de su dirección, pues por allí intuían a la puerta. El chico mientras intentaba ganar tiempo hablando con “la persona”.

-Soy Mhelborne… el Antiguo.

Contestó la voz con confianza, como si presentarse no fuese un problema. En su tono se sabía algo de autosuficiencia, el aire de un ser (porque estaban seguros de que no era un humano, aunque no pudieran identificar de qué se trataba) que no temía a dos simples niños. Tal vez que no temía a nada.

-No me escondo, solo les protejo de verme… ¿o quieres verme, niño?

Resaltó esa última palabra justo al momento en que los talones de Eara dieron con la puerta abierta que daba al túnel.

No me gustaba la voz, no me gustaba su tono de suficiencia. Daba la impresión de que disfrutase con nuestro temor. Incluso esa forma de afirmar que nos protegía me resultaba más una amenaza que otra cosa.

Entonces dimos, en la oscuridad, con la puerta. No dije nada, sólo apreté la mano de Eara en esa dirección y traté de correr junto a ella a través del pasadizo que nos había llevado hasta aquella sala.

Es extraño qeu todo aquello ya no me parezca tan raro como al principio. Cundo escucho la voz es cierto que los pelillos de mi nuca y de mis brazos se ponen de punta. Un especie de ente que nos habla. Estoy algo alucinada.

Así que, sin soltar la caja que cada vez insistía en vibrar más, Conrad coge mi mano y tira de mi hacia el lugar donde está la puerta. Antes lo de que pienso mis pies dan con ella y entonces intentamos correr. Huir de esa cosa es lo único que se nos ocurre a ambos pues, ponernos a dialogar con algo o alguien que no vemos y que dice no tener miedo a mostrarse, pero que nosotros no querremos verlo, da un poco de mal rollo.

Así que sin dudarlo y con el corazón latiendo a una velocidad desmesurada, corremos. Al principio cogidos de la mano, pero al final nos soltamos para que sea más fácil. La caja la llevo en la mano y no pienso soltarla.

Los impulsa esa sensación de estar bajo un peligro mortal, así que corren. Tanto el pequeño como su hermana salen disparados dentro de ese túnel, sin mirar atrás. La luz de arriba viene pronto a servir de faro en aquella oscuridad y en segundos consiguen acceder a la escalerilla. Ninguno ha soltado sus pertenencias de camino y Eara ha conseguido primero tomar el impulso hacia arriba, pero su hermano la sigue, y ellos siempre están pendientes del bienestar del otro.

Soltándose las manos cuando no queda otra, terminan de ascender y salen hacia el interior del granero. La luminosidad ofrece una extraña tranquilidad aunque esa cosa tal vez pueda estar pisándoles los talones.

La caja se ha enfriado y ha cesado de zumbar.

¿Señal buena, mala… qué hacer ahora? Pueden intentar cerrar la trampilla o seguir corriendo hasta salir por donde hubieron entrado, el extremo de la soga que se perdía en la oscuridad sigue atado del madero en el cual Conrad lo había asegurado. Cosa rara y tenebrosa que el sonar de sus corazones es un retumbar parecido a un tambor.

A los tambores de sus pesadillas...

Cuando alcanzamos el final de aquella escalerilla y surgimos al exterior, me quedé paralizado mirando a aquel agujero, a su oscuridad, como si temiera que algo surgiera de sus sombras en cualquier momento. Mi respiración estaba acelerada, y mi corazón golpeaba el interior de mi pecho como los tambores de nuestro sueño. Aquella comparación me ponía los pelos de punta, y me hizo mirar hacia la puerta del lugar, y también hacia la planta superior, por donde habíamos entrado. Todo estaba aparentemente tranquilo, salvo nosotros.

Dejé el maletín en el suelo y lo abrí, observando su contenido nuevamente, tratando de ordenar en mi cabeza cada pieza de aquel aparente rompecabezas mientras me recordaba que había dos piezas más en mis bolsillos. Una brújula, y un diario. Intentando calmarme, saqué el diario y lo abrí, comenzando a leer la última y la primera páginas, para ver de qué iba aquello, y si merecía la pena leerlo entero. Aunque algo me decía que sería importante hacerlo.

Corrimos. Corrimos como nunca habíamos corrido, ni siquiera cuando Fang nos dijo que lo hiciéramos. Sentía los pasos de mi hermano detrás y mi mano seguía apretada en contra esa caja que parecía haber dejado de temblar.

Subo la escalara sin pensarlo mientras noto a mi corazón aporrear mis oídos fuertemente en un ritmo demasiado familiar para mí aunque no consigo identificar por qué.

Cuando llego arriba tiendo la mano a mi hermano para ayudarlo a subir en un último intento y me dejo caer un poco al suelo para descansar cuando, de repente, recuerdo a qué me recuerda el resonar en mis oídos: los tambores de aquel sueño.

Mi boca se vuelve pastosa y mientras Conrad se decide a mirar en el maletín yo, intento mover aquella trampilla para tapar aquel agujero. Como hacerlo con una mano es complicado, la cajita la dejo junto a mi hermano,

-Te la dejo aquí, voy a cerrar la trampilla-le explico con la respiración entrecortada.

Luego con la fuerza de una niña intento cerrar la trampilla.

Eara intenta cerrar la trampilla mientras su hermano abre el diario y custodia, entre tanto, la pequeña caja que ha dejado de zumbar. De a poco los corazones bajan de ritmo y se calman aun mas cuando la niña sella nuevamente aquel agujero con la tapa metálica que cae con un chirrido tapando la negrura.

Mientras el prólogo del diario dice lo siguiente:

Cita:

Conrad luego pasa al final del jornal que esta garabateado en una letra desprolija aunque parece pertenecer a la misma persona.

Cita:

El sonido de la trampilla al cerrarse me tranquiliza mucho. Veo como Conrad lee algo. Deduzco que será algo de lo que ha encontrado en ese maletín.

-Conrad, ¿podemos irnos?-le digo mientras tomo de nuevo entre mis manos la caja que antes zumbaba.

La vuelvo a dar vueltas mientras le doy tiempo a mi hermano para leer lo que sea que esté leyendo. La giro y la giro mientras pienso que esa casa es como un puzzle, como el cubo ese que tiene cada cara de un color y hay que conseguir unificarlas todas mediante una sesión de giros. Recuerdo que ese fue un bonito regalo al que le di demasiado uso. Al final las pegatinas que daban color a las caras se despegaban y me quedó un poco amorfo, pero conseguí cuadrar las caras. 

Esta caja me recuerda a ese cubo, como si necesitara tener cierto grado de ingenio para terminarlo. Estoy bastante absorta mirándola, pero no encuentro nada y me rindo.

-¿Hay algo interesante ahí?- le digo a  mi hermano poniéndome a su lado.

Todo el miedo y el nerviosismo se fue difuminando a medida que me sumergía en la lectura. Sentado en el suelo con las piernas cruzadas, apenas presté atención a mi hermana cuando dejó la caja a mi lado, aunque me molestó el ruido de la trampilla al cerrarla. La lectura de aquellas notas me atrapó totalmente, y con apenas un par de páginas, la primera y la última, ya me hacía una pequeña idea de qué iba todo aquello, aunque tenía más preguntas que respuestas.

Es... Creo que lo escribieron los que encerraron esa cosa ahí abajo. -Le dije a Eara, pensativo- Aunque igual también lo sacaron ellos, no se. Igual ya estaba ahí abajo, lo liberaron y luego tuvieron que volver a encerrarlo. Como en una de esas historias de momias, con sus maldiciones egipcias y eso. -Especulé, recordando haber visto una vieja película sobre ello- Lo que no entiendo es que relación tiene esto con nosotros, por qué nos han guiado los sueños a este lugar... -Comenté, echando un par de páginas hacia atrás el diario, con el ceño fruncido- Tiene que haber algo aquí que nos sea útil...

Conrad estaba tan ensimismado en la lectura que no hizo caso a la petición de su hermana de irse del lugar. En su cabeza algo de ese puzzle parecía irse formando de a retazos. Todavía no comprendía, eso sí, qué papel les tocaba a ellos dos en esta historia, en estos sueños sin sentido… pero estaba intrigado. Eara tenía un poco más de ganas de irse, y además esa caja que no se abría la tenía un poco enganchada de curiosidad también. Pero este sitio… ese hueco que se abría a esa sala daba repeluz.

Sin embargo, esperó y su hermano investigó unas hojas más atrás.

Diciembre 30

Si antes me hubieran dicho que las hadas eran seres reales, si me hubieran avisado de lo que estaba enterrado aquí. No, no tengo tiempo. Después de escribir estas líneas sé que me quedará poca vida, no puedo asegurar que pueda terminar esta investigación en absoluto.

No.

Pero le prometí eso a mi esposa, hoy terminaré el ritual, tal como los Fianna me han contado. Debería olvidar ese nombre, ellos me advirtieron.

Pero estoy perdiendo la cabeza.

Me quedaré toda la noche aquí, he preparado el recipiente, he preparado las velas. Hoy la luna nueva asomará de vuelta.

Es su fase favorita…

¡Maldito seas!

Voy a escribir el ritual esta noche, debo repetir las palabras exactamente igual. Sé que no estaré solo… pero… ¿será suficiente? La manada y yo, contra eso. La oscuridad que renace de las sombras y mi esposa…

Mi pobre esposa…

Luego de esto había una página arrancada, justo la que sería la anterior a la última del diario. De modo que Conrad tenía la página del 30, la arrancada, y la final… en ese orden.

Analizar aquellas notas manuscritas resultaba fascinante, tanto como el desentrañar un enrevesado misterio. Enarqué una ceja al leer la palabra "hadas", extrañado y confuso. ¿De verdad? ¿Creía en esas cosas quien lo escribió? Me pregunté si había motivo para no creerlo yo mismo, dado todo lo que había visto en el último día.

Mis ojos se abrieron de par en par ante la mención de un ritual. ¿Quienes eran esos Fianna? No lo tenía claro, pero parecían gente que quería ayudarle.

Recipiente, velas, luna nueva...

Mis ojos se desviaron brevemente hacia el maletín, sin saber exactamente por qué. Algo me decía que había alguna relación. Sin embargo, faltaba una página.

¿¡Qué!? P-pero... -Exclamé, rebuscando entre las hojas del cuaderno por si la hoja arrancada estuviera guardada entre ellas- ¿Falta el ritual, precisamente? No me lo puedo creer...

Dejé caer el cuaderno sobre mis piernas con un resoplido, bajando los hombros con decepción. En ese instante, me detuve en una idea. El autor del diario se lamentaba por su esposa... pero no terminaba de decir qué había pasado con ella. Pero estaba uniforme a una... manada. Y parecía no haber logrado completar el ritual.

Aquel hombre... ¿Podría tratarse de nuestro padre?

Estoy tan ensimismada mirando la cajita que tengo entre las manos que cuando Conrad comenta alterado algo sobre ese diario me sobresalto.

-¿Qué?-digo mientras me acerco y echo un ojo a ese diario que tiene entre sus manos-, ¿Qué diablos es este sitio?-le pregunto a Conrad a sabiendas de que él tiene exactamente la misma idea que yo de todo aquello.

Es todo tan extraño, el día anterior estábamos contentos porque íbamos a irnos a vivir a una nueva casa, con nuevos padres, una nueva vida. Los conocimos y todo fue tan perfecto que daba algo de miedo. Pero, empezaron a ocurrir cosas raras, cosas que nos indicaba que no éramos normales. Un sueño nos había traído hasta donde estábamos ahora y no sabíamos qué hacer.

Ese diario hablaba de rituales, manada y nombres raros que ni siquiera sabía si quería comprender.

-Conrad... yo... no sé qué hacer-le digo a mi hermano algo superada por aquella situación. 

Somos niños, algo más maduros que el resto de niños del mundo porque nos había tocado vivir una vida más dura que al resto, pero niños al fin y al cabo. Y yo estoy muy perdida y desconcertada.

Los niños eran sólo niños y algo de frustración se alojaba en ellos ante algo tan grande y misterioso: un ritual, una manada (¿de qué?), un ataúd extraño y una caja que zumba y se pone caliente al tacto cuando ella quiere. Y hadas… no había que olvidarse de las hadas. ¿Sería el padre de los niños el que había escrito aquel diario? Las dudas eran muchas…

Eara buscaba en su hermano un atisbo de certeza, de saber de qué se trataba todo esto.

Lo bueno era que el ser que yacía entre las sombras, aparentemente, no podía salir de su agujero porque seguían a salvo. La trampilla baja era todo lo que quedaba como recordatorio de esa sala circular.

¿Qué debían hacer ahora? Debían ser las primeras horas de la tarde por la posición del astro solar. Maddy estaría con Gerald cuidando de ella luego del ataque.

¿Y Fang?

Preguntas y más preguntas que debían comenzar a hacer frente.

Ese nombre... Ese nombre...

Murmuraba pensativo, abstraído de todo mientras aquel misterio me atrapaba. Aquel misterio y todos los misterios que encerraba. Abrí el maletín, cogiendo uno de aquellos bolígrafos y observando el resto del contenido. Todo debía estar allí, allí... y en la caja, y en aquel agujero oscuro. Cogí uno de los papeles y comencé a tomar notas, recitando las palabras que anotaba.

Mhelborne, dijo que se llamaba… el Antiguo. -Anoté el nombre y el apelativo- Brújula, compás, botella, caja... -Continué anotando, como una lista- Velas, velas... ¿Viste que hubiera velas allá abajo? Aquí dice que estaban preparadas... Y el recipiente, podría ser la botella, o la caja... Luna nueva, ¿en qué fase lunar estamos? ¿Tú lo sabes, Eara?

No podía dejar de pensar en voz alta, preguntar, y tratar de encajar las piezas. Aquel misterio me tenía absolutamente absorto, hasta que elevé mi rostro y vi la preocupación en la cara de mi hermana.

Deberíamos buscar a Fang para hablar de esto... -Comenté en una búsqueda de soluciones, pero entonces recordé algo- ...aunque, realmente, estamos aquí para escondernos, ¿será buena idea salir?

Conrad parece concentrado. Le observó y me sorprendo recordando que así es como se ponía cuando estudiaba en el orfanato. Cierto grado de nostalgia asoma a mi cabeza, como si hiciera años que nos fuimos de aquel orfanato. Han pasado tantas cosas en este período de tiempo que estoy algo abrumada.

Tardo unos segundos en darme cuenta de que Conrad está hablándome.

-¿Eh?-le digo. 

Luego le escucho.

-No lo sé, Conrad-le digo antes de echar un ojo a la hoja-. La vasija es esto-añado enseñándole la caja-. Temblaba y antes estaba caliente. No sé si había velas, había antorchas, pero velas... no me suena-le digo recordando la sala en la que previamente habíamos estado.

Miro el cuaderno que tiene enfrente.

-¡Cornad! Fang dijo que él pertenecía a una tribu que se llamaba así-añado señalando el nombre de Fianna-. Igual la opción de hablar con él es la más sensata, ¿no crees?-le digo mientras mis ojos bailan sobre las palabras de ese diario.

Esta tenía muy claro qué era la vasija que se necesitaba. La miré con gesto de sorpresa, dándome cuenta de que saber eso nos daba otra pieza del puzzle. Sin embargo, si la caja era la vasija, ¿para qué era la botella? De hecho, ¿Y la brújula, y el compás? Había demasiadas cosas que no entendía, y por más que me frotase la cabeza no le veía sentido.

Puede que las velas se deshicieran, si intentaron el ritual... -Me atreví a suponer, torciendo los labios hacia un costado- Y seguimos sin tener la letra de lo que había que recitar. Tendríamos que leer todo el diario, para ver si lo dice más atrás, o por si menciona de dónde lo sacó.

Comencé a recoger todo, asegurándome de que permaneciera en el interior del maletín, salvo el diario que me guardé en el bolsillo. Eara recordó que Fang había hablado de los Fianna, de hecho él era uno de ellos. Sin duda, debíamos hablar con él, pero...

Sí, tenemos que hablar con Fang, pero ¿cómo? Hemos venido aquí para escondernos... ¿Y si salimos y nos encuentra Oliver? -Me puse de pie, mirando a mi hermana con preocupación- Supongo que... podríamos mantenernos en movimiento y no volver por el mismo camino... ¿no? Eso le retrasaría si está buscándonos...

Me siento muy perdida. Ya no sé qué estamos buscando, ni casi cómo hemos llegado hasta allí. Me encantaría meterme en la cama y taparme hasta las orejas, cerrar los ojos y dormir, pero la cosa no está así, la cosa está de otra manera. Conrad quiere poder descrifrar algo de todo el laberinto de sucesos que parece rodearnos, y no le culpo. 

-No tengo ni idea, Conrad-le digo sinceramente-. Cualquier cosa que hagamos puede despistar a Oliver, pero también a Fang. Volvamos por un camino diferente, me parece bien, pero ¿por dónde? ¿Conoces esto?-le digo haciendo un gesto amplio de brazos.

Mis ojos lo enfrentan mientras él me mira.

-Venga, intentémoslo-le digo finalmente dirigiendo a la entrada por la que accedimos a aquel lugar.

De a poco algunas cosas se iban juntando en la mente de los niños, datos aparentemente aislados que podrían configurar un mapa de conceptos, algo que explicara mejor todo aquello. Pero primero había que ver qué hacer ahora mismo: quedarse y estudiar el diario tenía su lado atractivo pero podría ser peligroso si ese bicho realmente no se hallaba tan encerrado como aparentaba. Por otro lado el volver también acarreará sus riesgos, tal vez podrían intentar un camino alternativo a casa. Por si alguien o algo los estaba cazando.

Además estaban sus padres adoptivos que podían preocuparse por ellos. Para Eara era mejor volver sin pasar por los mismos caminos, orientándose sobre el camino a casa. Debían ser las tres de la tarde y no deseaban quedarse aquí cuando la luz del cielo fuese escasa, por más que ya el bosque no aparentase ser un enemigo sino un sitio que les hacía sentir bien.

Emprendieron la vuelta, sin traspiés de camino. Si Oliver los estaba siguiendo no se notaba pues nadie salió a su encuentro.

La casa tenía algunas luces encendidas cuando llegaron. Tenían llaves para ingresar sin llamar a la puerta por si su padrastro estaba ocupado con la esposa. La calle estaba solitaria y algunas nubes surcaban un cielo límpido mientras un pájaro negro cantaba sobre una rama estrecha del árbol vecino.

No veían todavía rastros de nadie, ni idea tampoco tenían de si Fang había vuelto o no. Seguro que alguien había porque las luces parecían asegurarlo.

Al final, regresar a casa no resultó tan complicado. Incluso esforzándonos en tomar un camino diferente, uno que nuestros pies no habían pisado realmente, no nos perdimos ni nos costó encontrar la ruta correcta. El bosque me producía una sensación extraña, era nuevo para mí, y al mismo tiempo familiar. Me sentía a gusto en él, pese a todo lo que desconocía del mismo. Tal vez tenía relación con lo que nos había contado Fang, lo que habíamos visto en sueños, y despiertos, con el ciervo, con los lobos que decían que éramos.

Salimos del bosque a un camino, y de éste a una carretera, que nos llevó a casa. A pesar de nuestras precauciones, no vimos ni rastro de Oliver, aunque tampoco de Fang. Al final, alcanzamos la casa, descubriendo que había luz dentro.

Pero, ¿y si quien esperaba dentro no era quien nosotros queríamos?

Deberíamos ir por detrás y echar un vistazo... -Propuse a Eara, temiendo el resultado que hubiera tenido el enfrentamiento entre Fang y Oliver, y quién de los dos pudiera estar en casa aguardando nuestro regreso.