Partida Rol por web

Bernardo se detuvo, observando la escalera con aire pensativo.

-Cuanto más ascendamos, más fácil será que nos tropecemos con alguien, y es posible que no nos permita descender de nuevo. Deberíamos terminar de ver qué otras abominaciones se esconden aquí abajo antes de tornar a la superficie. ¿No os parece, mi señor?

No me gusta la idea de andar por aquí abajo desarmado, pero espero que la fe sea arma suficiente. Dejarme aún así ir primero, no vaya a ser que te pase algo.

Lo cierto es que no encontráis nada relevante, tan sólo libros (algunos con símbolos extraños), pero en realidad es una biblioteca normal.

Os alejásteis de las escaleras y decidísteis explorar el resto de aquellas extrañas estancias. Os encaminásteis despacio hacia la nº 17. Una vez entrando allí, poco había (la sala estaba vacía, no había mobiliario), salvo dos entradas a otros lugares (15 y 14).
 

-Non hay nada que fazer aquí, Gabriel -le dije a mi compañero-. Parésceme que aquestos monjes non han nada interesante en su biblioteca; o eso, o que nosotros non somos capaces de hallarlo. Deberíamos buscar a don Bertrán y al hermano Bernardo. Algo non me cuadra en aquestos monjes et siento como si estuviéramos en peligro. Me escaman aquestas soledades.

 - Si, tal vez podamos volver más tarde y entre todos hallar lo que se nos escapa... - Respondí a mi compañero. No me hacia gracia dejar el lugar sin encontrar nada, pero estaba claro que solos no lo encontraríamos sin ayuda.

-Busquemos a aquella dama, que por las pintas que llevaba, non creo que sea un monjita perdida.

 - De acuerdo, pero tengamos cuidado, ya sabemos que los monjes de aquí no son de fiar... - Respondí, con precaución.

Salístes de allí, en busca de aquella figura tan extraña que vísteis pasar por el rabillo del ojo. Lo cierto es que al llegar a la puerta y mirar la siguiente sala (en incluso luego en el patio de entrada), allí no había nada ni nadie... ¿No sería acaso una alucinación o una mala pasada? Tampoco había rastro de los monjes... ¿dónde se habrían metido?

Nada más llegar a la sala 3, vísteis que era una sala como de descanso, o algo así: había tan sólo amplios taburetes e imágenes religiosas colgadas en las paredes, pero nada fuera de lo común. Eso si: enfrente teníais una puerta (nº5) y a la izquierda otra (nº2 --> son vuestras habitaciones).

 Miré a mi compañero:

 - Vamos a ver si los demás están en las habitaciones...

-De acuerdo -dije-. Esto es muy raro. Paresce como si la tierra se hubiera tragado a todo el mundo mientras estábamos en el pueblo.

Cada segundo que permanecemos aquí dentro se me escama más la piel, ¿qué habrá tras esa esquina?

Pongo la mano sobre el pecho de Bernardo para detener su paso

Dejadme mirar a mi

Fuísteis a los habitáculos, pero allí no había nadie. ¿Dónde estarían vuestros compañeros? Sin duda alguna que aquel lugar era enorme, y tal vez por eso, recorriendo las frías estancias y pasillos, encontrarles era sorprendentemente difícil.

Bertrán detuvo el paso de don Bernardo, como si algo le llamara a proteger al clérigo. Quizá fue intervención divina o simple presentimiento o corazonada, pero nada más encararse con la puerta y tocarla, algo pareció quemarle... el alma. Notó cómo algo no iba bien dentro de esa habitación, cómo un sentimiento de dolor, miedo e impotencia comenzara a inundarle enteramente, como si... ¡lo paralizara! Su cabeza quería entrar, pero su corazón le aconsejaba no hacerlo. Todo ello tenía una muestra visible en el rostro del de Berenguer, que bien Bernardo lo veía en el su amigo.

-¿Estarán en el refectorio? ¿Qué hora es? -pregunté, pensando que tal vez fuera la hora de cenar, lo cual explicaría aquellas soledades.

 - Pues no lo sé, pero esto ya empieza a ponerme de los nervios, amigo mio... - Respondí, molesto por esta situación.