Partida Rol por web

La Medellín permanecía en la órbita de aquel planeta siniestro tras tres semanas de su despertar en el lugar.

Cuatro miembros de su tripulación, cuatro amigos, habían perecido tratando de terminar con lo que fuera que les retenía allí, absorbiendo la energía de su motor de salto, sin el cual, tardarían décadas (O tal vez más de un siglo) en volver al espacio civilizado.

Rex, autonombrado capitán de aquella cafetera destartalada que una vez había sido una nave de prospección minera enfocada al trabajo en asteroides, escuchaba a diario (A veces varias veces) las grabaciones de los últimos momentos de vida de Amy, Lemon y Sam, tratando de deducir contra qué habían luchado en la bodega de la Alexis. Todos parecían haber enloquecido en mayor o menor medida, y parecían obcecados en su empeño por expulsar algo de aquel lugar, algo con lo que salieron faltando fuera del casco de aquella nave muerta, pero los supervivientes de la Medellín nunca pudieron ver de qué se trataba. Por desgracia no sabían cómo Ron había perecido. Sam había hecho referencia a su defunción, pero esta, como el resto del incidente en la nave varada escapaban de su ramplona comprensión.

Tras dos horas en las que los supervivientes poco más pudieron hacer que mirar la superficie del suelo de su nave, Ra comunicó que la Medellín parecía libre de lo que fuera que la mantenía cautiva en aquel lento deambular, en el anillo de naves abandonadas que tan apetitosas les habían parecido al despertar del sueño criogénico. Tal vez hubiesen logrado su objetivo. Tal vez hubiesen perecido para salvarlos.

Debían volver a aquella nave, ver qué podía haber ocurrido allí... Y así procedieron. Ra quedó vigilando la Medellín mientras Claudia y Rex recorrieron los pasillos por los que sus compañeros habían trastabillado por última vez, comprobando cómo toda su tripulación estaba muerta, alimentando con sus restos a gusanos horrendos salidos de una película de cciencia ficción barata, peor no por ello menos peligrosos. 

Se encontraron con un par de androides (Bastante machacados) en el puente de la nave, incapaces de relatarles qué había pasado, y convencidos de que acababan de quedar allí varados, cuando saltaba a la vista que llevaban semanas incapaces de retener ningún recuerdo. 

Mientras volvían hacia la Medellín, un loco melenudo les asaltó. Parecía haberse cortado la lengua, aparte de tener todo tipo de cortes en su cuerpo, muchos causados por sí mismo, aparentemente. Consiguieron dejarlo sin sentido y arrastrarlo a su nave, donde Ra se encargó de lavarlo, desparasitarlo y hacerle curas varias, antes de meterlo en una cabina de crio-sueño, donde lo dejó reposar durante una semana, dejando que sus heridas cicatrizasen y tratando de emplear programas de recuperación subliminal para tratar de curar su psique.

Las labores del androide como enfermero lograron milagros. No lograron recuperar su legua, así que Ra le preparó un dispositivo capaz de transmitir oralmente las palabras que este tecleaba en el mismo. El hombre, tocado, pero parcialmente recuperado, resultó ser un antropólogo que formaba parte del equipo científico de la Alexis. Habían desenterrado algo en un planeta lejano, una escultura primitiva de una raza alienígena que pretendían llevar a los cuarteles de su corporación, pero su viaje se había visto interrumpido cuando despertaron en aquella misma órbita muerta. Algunos de sus compañeros se suicidaron, otros fueron atacados por entes alienígenas que parecían haber alcanzado la nave a través de algo similar a un portal dimensional, otros se mataron entre ellos al caer en la locura. Él sobrevivió ocultándose bajo las rejillas de la nave o en sus conductos de ventilación, pero se había vuelto loco por todo lo vivido, o eso intuía Rex, pues el tipo no era capaz de explicar qué le había pasado en las dos últimas semanas.

Los tripulantes de la Medellín terminaron por adoptar a Ewan (Pues este era el nombre del superviviente) como un miembro más de su disfuncional familia, no sin cierto sentimiento de culpa, como si creyesen que con él conservaban los últimos restos de sus amigos caídos. Este sujeto se mostraba medianamente útil en las tareas cotidianas de la nave, pero estaba claro que no eran un gran saqueador, como ellos.

Y a estas labores les tocó volver tras comprobar que todo había sido un espejismo. Cuatro horas tras la desaparición de sus compañeros, los pulsos electromagnéticos volvieron a azotar la nave. Su motor de salto seguía sin funcionar. Seguían en aquella chatarrería volante, y lo único que podían hacer, mientras buscaban alguna solución a su problema, era saquear otras naves, desmontando sus motores de salto con la esperanza de que, tal vez montándolos en una nave lo suficientemente grande, podrían contrarrestar la tracción sobrenatural a la que se veían sometidos desde el planeta muerto.

RA se encontraba realizando unas labores de mantenimiento rutinario estándar cuando sus sensores detectaron los pulsos electromagnéticos que impedían a la nave abandonar aquel planeta en el que parecía que se habían anclado. Una persona normal maldeciría su situación, pero él era un androide ingeniero (en el caso contrario sería una ginoide ingeniera) y por lo tanto funcionaba a través de comandos y códigos informáticos. Dirigió sus pasos metálicos hacia el puente de mando, con el objetivo  de buscar algún miembro humano de la tripulación al que comunicarle el aviso.

La IA que se encargaba del lenguaje ya iba codificando los elementos de la oración, aunque el sujeto lo seleccionaría en cuestión de microsegundos en cuanto su escáner visual localizara a alguno de sus compañeros. El mensaje sería claro, emitido por una voz metálica con tono neutro y frío: 

- Detectados impulsos electromagnéticos, [introducir compañero aquí], que impiden el uso del motor de salto, ¿cómo deseas proceder?

Le habían configurado para que tuteara a compañeros del mismo rango, pero que supiera detectar por el lenguaje no verbal o el tipo de uniforme si se dirigía a algún humano superior, al que trataría de usted. Esto a veces fallaba, la tecnología no estaba perfeccionada. También podía fingir que sonreía o se apenaba, hasta había momentos en los que proporcionaba un abrazo o unas palmadas en la espalda, depende del día.

El resto escucharon por sus comunicadores el aviso de Ra. Ya se habían acostumbrado a sus avisos automáticos cada vez que, tras 45 minutos, el pulso volvía a irrumpir en su cotidianeidad. Este unas veces afectaba al sintético, otras veces lo pasaba de largo, sin que pareciese haber alguna circunstancia especial para diferenciar cuándo se quedaría quieto en su sitio, como un peso muerto, o cuando podría continuar con sus labores, pero aquellas alertas eran fundamentales cuando se está manipulando la maquinaria pesada de una nave siniestrada. Uno se jugaba el terminar sepultado bajo toneladas de acero si no contaba con la proximidad de aquel minuto en el limbo mecánico.

Aquella mañana estaban 'visitando' la Balaam Alpha, un navío de transporte, el más próximo a la luna que orbitaba el Planeta Muerto que habían visitado hasta ahora. Este parecía estar cargado hasta los topes de material de cocina, preservación de comida (congeladores vacíos) y mobiliario de hostelería. Resultaba cuando menos fantasmagórico pasearse entre las neveras de cantina, sus barras, congeladores y equipos de cajas registradoras apilados en columnas, como si en cualquier momento un camarero fantasmagórico fuese a salir tras uno de ellos, como en una de esas películas malas de terror de hacía un par de siglos.

Podrían tener un buen cargamento de metal, pero sin tener a dónde llevarlo hasta recuperar su capacidad de salto, resultaba absurdo cargar la escasa bodega de la Medellín. Así, sus ocupantes se dedicaban más al saqueo de baratijas y objetos valiosos de escasas dimensiones. Lo hacían más por higiene mental que por auténtica necesidad, asumiendo que juntar oro sobre sus cadáveres no sería muy útil. 

En las entrañas de la nave todo parecía indicar a que la tripulación se había matado entre si en un gran motín. Los cadáveres hasta parecían tener indicativos de colores (rojos o azules) para indicar de que bando formaban parte, una masacre muy pensada. Aparentemente también llevaban una gran carga de prótesis, peor aparentemente aquella gente había caído en un extraño frenesí de modificación corporal, alentando el que no fuese extraño encontrarse con cadáveres con dos pares de brazos o con torsos robóticos, pena que las únicas prótesis no usadas fuesen las ópticas y de amplificación de sonido. Hasta buscaron, emocionados, algo que tal vez pudiesen implantar a Ewan para mejorar su calidad de vida, dada su falta de lengua, pero no encontraron nada aprovechable.

Lo que sí que encontraron fue un cargamento oculto, bajo los cuartos del capitán, consistente en 7 metralletas y 21 cargadores, acompañadas de 3 vibro-machetes.

Cuando Ra dio el aviso se encontraba en una barraca vacía, en la que solo quedaba un cadáver decapitado, ya momificado, sobre una de las camas. Ewan y Claudia se encontraban en un almacén cuya carga había volcado, haciendo infructuoso el recorrer la sala de extremo a extremo, llenando el equipo de comunicación de corto alcance de sus equipos de respiraciones entrecortadas y juramentos (Solo de la marine, claro). Puede que en la Medellín hubiesen adoptado a Ewan como un nuevo miembro de la tripulación, pero eso no significaba que por ahora se hubiesen animado a dejarlo explorar las naves solo.

Cuando la breve noche mecánica cayó sobre ellos, fueron visitados por los horrores que les habían asediado durante la noche.

Ewan se había visto realizando alguna labor de mantenimiento, empleando unos alicates que se ponían al rojo vivo, pero la quemazón no le preocupaba tanto como el peculiar espectáculo que vio en sus pies desnudos, tenía demasiadas uñas, aun teniendo decenas de dedos en los pies.

Claudia se había soñado tratando de recoger todos sus intestinos del suelo, como cordajes rojos que se le resbalaban entre los dedos. Cada vez que creía haberlos metido en su hueco, comprobaba que seguía habiendo gran cantidad de los mismos en derredor, teniendo que continuar con esta tarea interminable. Al menos, curiosamente, no le dolía. Era casi relajante. Y eso la inquietaba aún más una vez despierta.

Ni tan siquiera RA se libraba de la influencia onírica de aquel maldito planeta y los complejos ciclos diarios de reseteo a traición por PEM. Cuando reseteaba la información que no necesitaba en absoluto. Se veía bombardeado por imágenes que trataba de eliminar a toda costa, o vería su memoria saturada por información residual completamente innecesaria. En su caso los flashes parecían hacerle creer que algo crecía en su tórax sintético, rasgando su estómago artificial hasta formar una sonrisa que empleaba tornillos y agujas por colmillos. No terminaba de comprender qué significaba aquello, pero estaba convencido de que si sus compañeros orgánicos se viesen en una situación similar, posiblemente se volverían locos.

Los recuerdos de sus pesadillas se volatilizaron cuando el tintineo de las luces de emergencia y el sonido de los generadores reiniciándose volvieron a llenar los espacios en los que se encontraban. Y entonces el característico berrido de Rex cuando se encontraba ebrio y se reía él solo llenó el audio de sus comunicadores...

- Joder, tíos, hay algo ahí abajo... HAY ALGO QUE SE MUEVE AHÍ ABAJO, os lo juro. Moved vuestros putos culos de regreso a la Medellín, no sé qué puede significar esta mierda pero, tal vez... TAL VEZ HAYA GENTE VIVA AHÍ ABAJO.

Se escuchaba al pobre imbécil emocionado. Costaba saber si aquello era algo bueno o malo, pero aquella noticia casi parecía traducirse, entre sus sílabas, como si el maldito capitán de la Medellín hubiese visto un puto cachorro de perro por primera vez en su vida. Lo que sus compañeros sabían es que aquel tarugo nunca sería capaz de ser lo suficientemente responsable como para cuidar de algo que no fuese su sonrosado culo, y eso porque lo tenía unido a la parte superior de sus piernas.

Ewan seguía a Claudia como un perrito asustado, su mente era en gran parte un lienzo en blanco, y esa era la mejor de las situaciones, cuando el lienzo se llenaba solía ser de imágenes de pesadilla.

Pero ya estaba empezando a separar el presente y la realidad del resto de pensamientos y recuerdos extraños, lo justo para ser cada vez más funcional, aunque de momento fuera como acompañante. La obediencia le parecía una solución más que inteligente dada su situación. Aun así, se esforzaba por pensar con claridad, sabía que era un hombre inteligente, y que tenía recursos y conocimientos, poco a poco intentaba que todo eso volviera a ser el centro de su mente.

Mientras seguía, observaba, hablaba poco, aun le resultaba extraño escuchar el sonido metálico del modulador que le habían hecho, estaba agradecido, pero no era precisamente feliz con aquello.

Cuando encontraron las armas, no sabía qué hacer con ellas, se guardó un vibro machete, como un automatismo, el cinturón tenía un soporte para eso y por alguna razón lo colocó allí, parece que eso si sabía usarlo, por lo demás observaba la facilidad con la que Claudia las inspeccionaba, parecía que sabía lo que hacía, la imitó en alguno de sus movimientos, pero lo único que entendía era que aquello era peligroso, así que se ofreció a cargarlas por ayudar sin mucho más interés.

La voz de aquel pelirrojo estridente resonó en los comunicadores, Ewan se asustaba fácilmente todavía, se agachó, por instinto, detrás de Claudia, y cuando reconoció la voz se incorporó avergonzado y solo acertó a tirar de la manga de su compañera.

-Vámonos, vámonos, volvamos a la nave, solos aquí, volvamos ahora-

Ra se encontraba en una barraca. Intentó buscar en sus tareas el por qué, pero últimamente una serie de archivos de vídeo corruptos le estaban alterando sus simuladores de sensaciones humanas. Inspeccionó el cadáver con su escáner biológico para ver si obtenía alguna información del estado momificado de la carne. Mientras intentaba obtener los datos, escuchó a sus compañeros humanos emitir mensajes en un tono alto. ¿Estaban asustados? ¿Les estaban atacando? La IA formulaba varios comandos para realizar en función de sus patrones de comportamiento.

El capitán Rex requería su presencia inmediata, así que se dirigió hacia donde le indicaba su autoritaria voz. Parece que McDonald y Pink se encontraban yendo en su misma dirección. Emitió un saludo coloquial estándar tras levantar su mano derecha en forma de palma:

- Hola, tíos.

Y siguió sus pasos, ya que una de sus funciones principales era la de salvaguardar la integridad física y mental de sus compañeros humanos. Tampoco se preguntaba por qué, pero era un comando vital alrededor del que se configuraba su programación y personalidad.

- Ya vamos, joder. No creo que tengamos tanta prisa, esa cosa no va a ir a ningún lado.

Escupo al suelo y le echo un vistazo a Ewan, que me sigue como un niño perdido.
- Y tú, no te acerques tanto, haber si se me escapa la mano y te cae una colleja.

- Hola tostadora.
Me paso el dorso de la mano por debajo de la nariz, tras dedicar a Ra un amistoso saludo.

Ewan, aun con su maltratada mollera, no dejaba de preguntarse a qué se refería aquel loco de pelo rojo ¿Se refería a alguien en la propia Medellín? ¿En la nave en la que se encontraban? ¿O en la superficie de aquella luna? Había conceptos que iban volviendo a fijarse en su deteriorada cabeza, más que nada por escuchar a sus nuevos compañeros cotorrear sobre ellos, como el tema del planeta, su luna o lo bien que les sentaría una Mochabeer^tm.

Sea como fuere, no sería del todo extraño que aquel incierto capitán se hubiese esnifado algún Matadolores cortado con un Stimpack y estuviese viendo hombrecillos verdes de farra bajo las rejillas de la Medellín, pero el tipo llevaba días dando por culo con su deseo por acercarse más y más a aquella luna, a la que no dejaba de espiar  a mínima de cambio, y ahora parecía que aquella dama estelar le había descubierto uno de sus secretos.

Ewan y la marine Pink volvieron a la nave cargados con las armas que habían encontrdo en aquel polvorín oculto, unos pasos por delante de Ra, para encontrar a Rex revisando una vez más los sitemas de exploración a distancia de la Medellín. Lo que antes había servido para sopesar las posibilidades de que un asteroide portase una buena beta de minerales preciosos a canjear por sintemarisco, prostitutes y polvos dela risa ahora se había convertido en los tristes prismáticos de un Acab enloquecido que prefería buscar su ballena blanca en la superficie de un planeta condenado a vigilar la espalada de sus compañeros.

- Tíos, mirad. Llevo tida la mañana mirando la superficie de esta cara de la luna palmo a palmo mientras vosotros os tocabais la colita en esa nave y... Juro que hay gente ahí. No es solo que haya visto movimiento, es que, a pesar de que los aumentos de estas cámaras son una mierda, pudo garantizaros que son humanos. He marcado los trs puntos en los que croe haber visto actividad. Echad un vistazo.

Tres puntos rojos, sobre el mapa, casi una abstracción en gris y negro en la que poco se podía reconocer, indicaban los puntos en los que se había concentrado la obsesión de Rex.

- Tal vez ellos sepan algo... Por qué estamos aquí presos o lo que sea... O tal vez... Debamos salvarlos...

El resto de la tripulación de la Medellín era más que consciente de la completa ausencia de afanes altruistas por parte de Klaus. El tipo simple y llanamente había visto algo que se movía, aparte de sus propios compañeros y de los incansables glitchs de pixel gordo de los monitores de la Medellín y quería jugar con esos ratones.

- ¿Qué decís? ¿Echamos un ojo?- Su expresión era un cóctel con un 25% de curiosidad infantil, un 25% de súplica desesperada y un 50% de psicosis espacial.

- Está bien, echemos un puto ojo a esos sitios. Te aseguro que si son hostiles me voy a hacer unas zapatillas con su pellejo.

- Si ustedes así lo desean -comentó RA en tono neutro y servil.

Algo en su programación le indicaba que debería averiguar los parámetros del posible viaje para poder calcular las probabilidades de que la tripulación sufriera daños, o acabara muerta. Parece que los programadores de este Reparaciones Avanzadas 225 tenían un peculiar sentido del humor o conocían bien a los capitanes de la talla de Klaus Rex, y ponían al androide siempre en el el peor de los contextos de actuación.

A Klaus no le hacía falta mucho más apoyo que el recibido por Claudia, el sintético era un bienmandado y Ewan poco iba a poder aportar con su dañado cerebelo e inexistente voz (si dejamos de lado ese molesto juguete que aporreaba cada dos por tres creyendo hacerse oír), así que el pelirrojo ya se encontraba, emocionado, desconectando y plegando el corredor umbilical de la Medellín, el que sus compañeros acababan de cruzar de vuelta.

- Ra, haz los honores con el volante, eres más preciso que yo con esa mierda.- Le pidió ayuda, amablemente, el capitán al androide mientras fijaba las coordenadas en las que había creído ver movimiento en su monitor.

Los tripulantes de la Medellín poco más podían hacer que ocupar sus asientos y apretar sus correas por si el viajecito se hacía de rogar. La entrada en la atmósfera de cualquier planeta con aquella cafetera no tenía mucho que envidiar a las atracciones más mareantes de las viejas ferias terráqueas. 

La luna iba creciendo en las ventanas exteriores hasta llenar con todo su resplandor plateado la cabina de la nave. Ra y Klaus trataban de deducir cuál sería la mejor zona para aterrizar cerca de alguno de esos puntos singulares que latían en sus monitores.

Y entonces sonó aquel golpe.

Seco.

Metálico.

Y completamente inesperado.

Algo había alcanzado a la Medellín en su flanco inferior derecho. Algo proveniente de aquella luna que tiraba de ellos hacia abajo.

- ¡¡¡RA!!! HAZ ALGO, MALDITA SEA... ¡¡¡NO SÉ QUÉ COÑO...!!!- El sobreexcitado Rex soltó sus correas y trató de revisar qué los aferraba.- Es un puto arpón ¡¡¡UN PUTO ARPÓN ENORME!!! Nos han empalado como a una puta ballena ¡¡¡HIJOS DE PURA!!!

O aquella cosa les hacía descender rápidamente o tarde o temprano la Medellín comenzaría a perder aire mientras trataba de succionarlos por auqle agujero abierto, fuese del tamaño que fuese. Rex había tomado una palanca y trataba de usarla para desprender aquel arpón dentado, lo que tampoco parecía una marvillosa idea.

Todos comenzaron a ponerse ligeramente nerviosos, tratando de no imaginar qué sería de ellos en los próximos 5 minutos.

- ¡Malditos hijos de puta! -grito cuando veo el arpón atravesar el fuselaje de la nave - ¡Qué cojones estáis haciendo!

Sin perder más tiempo, me dirijo hacia el arpón con la intención de desengancharlo para evitar que nos arrastre.

RA inició el comando de sentarse a los mandos de la Medellín. Primero se colocó en posición, se sentó con precisión, ajustó la distancia de la silla a la mesa para un pilotaje más optimo, y comenzó a analizar y reconocer los controles de la nave. Desde su punto de vista operativo y rutinario, aquello era necesario y preciso, desde el punto de vista humano, era lento de cojones. Cuando ya estaba en su puesto, un golpe sacudió la nave. El capitán Rex y la soldado Pink comenzaron a emitir exabruptos por la situación, que a RA no le afecto, ¿o sí? Se activó el comando "calmar a la tripulación". RA extendió el dedo índice de su mano izquierda, lo acercó a la boca del capitán y emitió el siguiente mensaje:

- ¡Shh! No rompas la magia.

Dicho esto, intentó controlar la nave, pero la sacudida hizo que se moviera de sitio, lo que ocasionó que de nuevo empezara el comando "colocarse en posición".

Klaus se peleaba con su palanca y aquel enorme trozo de metralla dentada que servía como vector para arrojarlos a la superficie de aquel planeta a toda velocidad. La nave había entrado en la atmósfera de la luna y continuaba descendiendo, imparable, mientras Claudia trataba de ayudar al capitán. Si no se libraban de aquello cuanto antes, poco podría hacer Ra por sus culos.

Una vez colocado, RA intentó volver a tomar el control de la nave para darles estabilidad a sus camaradas laborales. Analizó de nuevo los controles y se puso a intentar dominar ese navío metálico espacial sin rumbo.

En el caos reinante de pitidos, succiones de aire y traqueteos que parecían poder anunciar el gran impacto final fueron más determinantes las capacidades de RA a los controles de la Medellín que el fútil gasto de energías de Claudia y Rex tratando de desenganchar la fijación de aquel basto arpón dentado en el flanco de la nave... Pero, ¡Eh! Todo suma, y precisamente ese empeño, horadando y tratando de hacer palanca con sus herramientas, añadido a un certero movimiento del piloto sintético, lograron que el anclaje terminase por desprenderse de la herida abierta en la cabina, liberando la nave aún en su rápido avance hacia el suelo de aquella acerada luna.

El descenso (Accidentado) estaba más que garantizado, peor la menos Ra parecía convencido de que sería capaz de posar aquella olla a presión sin que las vidas de sus compañeros o su propia integridad física peligrasen. El beso fatal estaba a segundos de cumplirse...

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