La celebración de tu boda acabó sin mayor gloria. Conociste a un montón de gente influyente de Constantinopla, aunque no le prestaste demasiado caso a nadie y acabaste borracho como una cuba y dando el espectáculo más lamentable que se puede imaginar. Tal vez como venganza hacia tu suegro, para darle el aviso de que no te ibas a dejar manipular por nadie. Como es evidente, no consumaste tu noche de bodas, aunque tienes la sensación de que tu mujer lo agradeció.

A la mañana siguiente, tu suegro no estaba por ningún lado. Encontraste a tu mujer de buen humor, que ordenó a unas sirvientas que te prepararan el desayuno, aunque debía ser casi la hora de comer, por la posición del sol y la enorme resaca que arrastrabas.

-Se que no es de tu agrado -dijo ella con voz dulce- pero debemos ir a la ciudad a presentarle nuestro enlace al Prefecto Militar, a fin de que destine una tropa que vigile la villa del valle y los caminos. Deberías asearte.

En efecto, acudir con la resaca que arrastras a una presentación. Meterte en un carro durante horas con la cabeza como un bombo es lo último que deseas, pero en la ciudad hay placeres inexplorados que en esta porquería de villa jamás comprenderán. Tal vez con un poco de maña consigas aplazar el regreso todo lo posible y descubrir que puede ofrecerte esa ciudad en unos días intensos que hagan palidecer la juerga de anoche.

-Mandaré a alguna sirvienta que te prepare un baño y ordenaré a la cocina que preparen un remedio contra tu resaca. Creo que lo necesitarás.

La verdad es que el vino de aquella tierra me había dejado para el arrastre. Bebió de ser una fiesta memorable, por lo menos para mi. Había que entrar con buen pie en la ciudad.

Mientras espero a que sea el baño preparado repaso mentalmente la situación anterior y las palabras de mi ahora esposa. Bueno, por lo menos me entendía, y sabía lo que sentía en algunos momentos. Quizás pese a ser una criatura poco agraciada, compensara su falta con un exceso de comprensión y dulzura. Ufffff, demasiado profundo para mi. Pienso mientras me voy quitando la ropa. Veamos que tal se porta la doncella.

Las doncellas te preparan un buen baño y un joven escudero te ayuda a vestirte. Las gachas frías que han preparado en la cocina son realmente asquerosas, de no saber que es uno de los mejores remedios para la resaca, y estar más que acostumbrado a su sabor, hubieras echado las gachas junto con toda la bebida de anoche para adornar el suelo del salón.

El viaje a Constantinopla se te hizo largo, monótono y aburrido -si quieres aprovechar para darle conversación a tu mujer, puedes hacerlo-. Al llegar a Constantinopla el carro se desliza por las calles hasta la que será vuestra posada. Un tugurio bastante maloliente en el Gran Bazar. Por una parte, te enoja tener que vivir como un plebeyo, alojarse en este antro es casi un insulto, pero por otra parte, el Gran Bazar es el mejor sitio para correrse juergas nocturnas.

Tras asearos del viaje, os dirigís al palacio del Prefecto Militar, donde os recibe un lacayo que os indica que el Prefecto está atendiendo otros intereses en la ciudad, y os insta a esperar en la sala principal, donde unos músicos amenizan la espera de al menos otras diez personas.

El traqueteo de la carroza me hacía despertar de mi sopor. Viendo lo aburrido y tedioso del viaje, levanto la vista hacia mi esposa:

-Y bien..... qué os parece este matrimonio?....... amada mía.  Agrego con una sonrisa en los labios. Me gustaría que ella fuera sincera, pero yo solo podría guiarme por mi instinto.

-¿Perdón? -Eduvigis estaba mirando por la ventana distraida. Es evidente que no se esperaba esas palabras de ti. Tal vez una chispa de esperanza en sus ojos de que su infierno particular no sea tan malo como parece-. A mi no me es dado discutir los deseos de mi padre. Mi madre siempre me preparó para el matrimonio, decía que el amor se hace con el tiempo y con cada gesto -la mirada en sus ojos demuestra que cree de verdad en lo que dice-. A mi me da la sensación de que este matrimonio es a ti a quien más desagrada. Es evidente que mi padre no te tiene en mucha estima.

Escucho atentamente los razonamientos de mi esposa. Quizás sus palabras pudieran darme una ventaja para así, empezar a subir un poco mi posición y el respeto de algunos.

- Ambos sabemos que nuestro rango de nobles nos obliga a hacer este tipo de acciones. Pero..... qué es lo que vos esperais? Si nos hemos comprometido ante el altísimo formalmente, debieramos de empezar a actuar como tales. Yo no entro en las razones de mi hermano para desposarme con vos. Era mi obligación, así como la vuestra. Pero si entro en lo que vos pensais, ya que vamos a tener que aguantarnos el resto de nuestra vida.

-Si, supongo que si queremos que nuestra relación funcione debemos de hacerlo, y de poner algo de buena fe ambos. Mi padre piensa que soy ingenua, y tal vez lo sea, pero no soy sorda. Le he oído discutir con informadores antes de llegar vos. Hablaban de tu reputación. No me gusta lo que oí, pero aún así mi padre accedió. Mi madre ya me avisó sobre las infidelidades de los hombres, incluso me dijo que mi propio padre le fue infiel en más de una ocasión, sobretodo en las guerras, cuando pasaban tiempo lejos del hogar.

Mentiría si dijera que no me importa, porque si que me importa. Pero no os juzgaré ni os reprocharé, me haré la tonta si es lo que deseáis. Pero que sea lo que de verdad deseáis. Esas habladurías sobre vos os hacen más daño del que imagináis a vos, y a mi. Nadie esperaría de vos que cambiarais de la noche a la mañana... Pero todo largo camino empieza con un simple paso.

-No voy a negar mis correrías y festejos a lo largo de mi vida, pero hasta ahora, no tenía ninguna......."obligación" para con nadie. Lo que digan de mi, no me importa. Es verdad. Pero las cosas ahora son diferentes.

-Me complacen tus palabras -Eduvigis te ofrece una sincera sonrisa que por un momento la hace parecer un poco más agraciada-, estoy convencida de que con el tiempo conseguiremos que mi padre te tenga en alta estima.

Me cambio de asiento y me coloco al lado de ella. Sinceramente, para que quiero yo que tu padre cambie de opinión. Susurro a su oido mientras mis mabios se posan dulcemente en su mejilla.

Eduvigis se sonroja y sonrie. Es evidente para ti la inocencia de la muchacha en lo que a cortejo se refiere.

- Por cierto amada mia.  Le digo con una sonrisa pícara en los labios. Habeis de saber, que me teneis un poco...... disgustado.

-¿Disgustado? -Eduvigis se entristece ante tus palabras-. ¿Qué he podido hacer, o dejar de hacer para provocar esa sensación? -no sabes si echarte a reír o a llorar por lo inocente que es esta muchacha. Su tristeza es sincera, a pesar de ver tu sonrisa, no ha sabido interpretarla.

-Si amada mia. Añado mientras divertido le guiño un ojo. Ayer no me entrasteis en brazos en vuestros aposentos. Termino de decir mientras mi dedo indice recorre su españda de arriba a abajo.

Edivigis sonríe, al fin has conseguido hacerle entender tus intenciones, aunque parece que se ha quedado sin palabras. Notas claramente una primera reticencia al toque de tus dedos, como si no acabara de creer tus palabras, pero poco después se deja llevar.

Eduvigis se entrega a ti un un cálido beso, y de repente se oye un fuerte golpe en el techo del carruaje, seguido por un grito de la sirvienta de Eduvigis y un salto del carruaje que para en seco. Maldita sea, el iditota de Eduardo ya ha vuelto a atropellar un zorro. Que manera de cargarse el momento. Va a pagar caro su descuido. Y te asomas a la ventana dispuesto a darle una voz a Eduardo, reprendiéndole por su torpeza. Pero al asomar la cabeza te encuentras con la punta de un florete, y al extremo del mismo un salteador de caminos acompañado por un secuaz. Dos metros detrás del carro, el cuerpo degollado de Eduardo -asi que no ha sido un zorro atropellado- se desangra cara al suelo en una postura imposible.

-Ahora, si es usted tan amable, baje despacio de la carroza y no sufrirá daño alguno. No pretendemos tomar ninguna vida, tan sólo nos interesan sus pertenencias.

Contrariado por la situación, me asomo por la ventanilla del carruaje para cerciorarme de lo ocurrido. Justo cuando saco la cabeza del carruaje, un florete me da las pocas pruebas que necesitaba para saber de qué se trataba.

De un rápido vistazo, veo el cuerpo degollado de mi escudero, para escuchar más tarde las sandeces del asaltante.

Que no quieren cobrarse una vida? Repetía en mi cabeza como si de una frase irónica se tratase. Corro las cortinas, y hecho el pestillo de la puerta.

-La vida ya os la habeis cobrado, por lo que no creo que nos dejeis salir vivos de aquí. Repondo mientras desenvaino mi espada y me dispongo para el combate saliendo por la otra puerta del carruaje. Así que...... mejor, discutámoslo de otra manera.
 

Si es que soy más malo que el tabaco x´DDDD

Por suerte para ti, tu señora no ha llegado a quitarte el peto, jejejeje...

Un resumen rápido del combate:

1.- Se tira iniciativa. Tiras 1d10 y le sumas la puntuación de Destreza y Astucia (en tu caso, 1d10+4), cuanto más alto, mejor. Por acelerar un poco, sólo tiraremos iniciativa al principio del combate.
2.- Se declaran las acciones. Primero declara el que peor iniciativa tiene.
3.- Se resuelven las acciones por orden de iniciativa, primero los que tienen la iniciativa más alta.