Partida Rol por web

Niego con la cabeza con una sonrisa de resignación.

- Lo siento, Madmoiselle, no es propio de caballeros preguntar sobre los vicios ajenos. A veces las cosas se descontrolan, nos ha pasado a todos.

Me levanto la manga de la camisa y saco los colmillos. - ¿Que tal un chupito refrescante y vigorizante? Después de todas las delicias que nos ha ofrecido esta noche, es lo mínimo que puedo ofrecerle para que recupere el vigor en sus piernas y el rubor de sus mejillas.

No se preocupe, no me escandalizaré si lo rechaza. Entiendo que su domitor no le haga gracia compartir la copa...

No se preocupe, no me escandalizaré si lo rechaza. Entiendo que su domitor no le haga gracia compartir la copa...

Hago un gesto de negación con la mano, automático después de tantos años.

-No tengo domitor -respondo inmediatamente, casi sin pensar- soy libr...

Sin embargo, me interrumpo. ¿Lo soy? Un sentimiento de angustia me trepa por la garganta, y sacudo la cabeza. ¿Lo soy, después de lo que ha sucedido? ¿Debería ir diciendo todo esto alegremente?

-Da igual, señor Antoine. Sólo tengo que comer algo de comida humana. Me repondré en seguida. Gracias.  

Augustus respondió a la pulla dirigida a su mentira encogiéndose de hombros. Parecía quez se la había olido. 

—El mundo es muy grande. Supongo que existirá, en algún sitio. 

Aprovecho que Antoine se hacia cargo para tomar la delantera en el camino de salida a la cubierta, dejando que la parejita hablara a sus espaldas sin voltearse a interrumpirles. Un brindis mas y con suerte la noche pronto terminaría, para poder ir a casa y volver a lo realmente importante.

Si todavía respirara, suspiraría con resignación. A su manera, tal vez se sintiera tan mal como la moteada aparentaba estar, solo que no lo exteriorizaba… y sus razones desde luego serian diferentes.

Cuando veo que se sienta no puedo evitar soltar un bufido, todo esto es absurdo, una absoluta pérdida de tiempo. Doy unos pasos hacia Trisha y la miro molesta. Elíseos…

-Si tan inteligente es, quizá deba mostrarse por eso de evitar persecuciones absurdas ¿O eso ya supera las capacidades de su inteligentísimo Antoine? ¿Y las suyas?- Mi mirada la recorre de arriba abajo. -Supongo que no se puede esperar mucho más… No todo el mundo puede tener dos dedos de frente. Pero aun que no quiera, debe venir con nosotros y tal vez así consigamos terminar con todo este asunto.-

-Puede creer nuestras explicaciones o no, me da igual. Simplemente tiene que venir y punto. ¿Su cerebro es capaz de asimilar una simple orden?-

No tengo claro si solo quiere llamar la atención o simplemente entretenernos, pero mi paciencia se está agotando rápidamente y cada vez me resulta más desagradable su compañía. La observo a través de mis gafas y tomo aire, a veces resulta relajante.

-¿La tengo que llevar de la mano o sabe venir sola?-

Describid vosotros mismos como llegáis a la cubierta, por el momento se encuentran en ella, Angélica,Antoine, Babylon, Eris, Jojo y Rosalie. Están acompañadas de Marcel y sus dos chiquillos Anthony y Christopher. Parker y su aire están más apartados sin intervenir en la conversación. 

Cuando al fin Lavonne y yo llegamos a la cubierta del Delta Night, la tensión latente en el aire podría cortarse con un cuchillo. Mis ojos no pueden evitar dirigirse al Príncipe Marcel, intentando discernir cuál es su estado de ánimo. A continuación echo un vistazo a todos los presentes, escudriñando detenidamente todas sus reacciones y su actitud.

«¿Quién de vosotros nos la ha jugado?», me pregunto al tiempo que saludo con un cabeceo y una media sonrisa estoica a nadie en particular. A continuación me sitúo junto a los demás, manteniendo una distancia prudencial del resto. Especialmente de Marcel. Irguiéndome y levantando ligeramente el mentón, aguardo pacientemente, las manos entrelazadas frente al vientre.

—No te preocupes. Todo irá bien —le susurro a Lavone, deseando con toda mi alma que así sea.

Regresó a cubierta acompañada de Sebastian, llevando uno de los vestidos de JoJo que claramente no encajaba en su figura, una toalla sobre los hombros, y una seriedad en el rostro ciertamente impropia. Su mirada buscó la silueta del Príncipe, y haciendo caso omiso del resto de personas que había allí, se dirigió directamente hacia este después de hacerle un gesto a Sebastian, tratando de adivinar conforme los pasos acortaban la distancia en qué grado de disconformidad se encontraba. El tramo desde el camarote hasta la cubierta no había hecho más que rumiar en silencio palabras y hechos, formando frases inconexas que cuando llegó el momento de despegar los labios no sirvieron de mucho.

Suspiró para después hablar manteniendo el tono relajado con un sorprendente control de su propia voz.

—Señor Guilbeau, entiendo que ha desaparecido un broche muy preciado para usted. Me temo que a pasado por mis manos sin yo saberlo debido a un engaño. Agradecería poder hablarlo en privado con usted, y con su dama si le parece apropiado. —Se detuvo un instante, ahondando en los ojos del Príncipe—. Hay... cosas que debería saber.

Me encojo de hombros y sonrío.

- Entonces no hagamos esperar al príncipe.- Me giro a Caroline y le hago un gesto para que suba delante de mi.

Subimos a la cubierta, dejo que Jojo se acomode en una de las butacas y saludo a algunos de los presentes con una agradable sonrisa. Me acerco con Caroline al príncipe y hago una profunda reverencia.

- Mi señor, nos han dicho que nuestro príncipe requería la presencia de todo el mundo en la cubierta, y aquí estamos.

Me levanto lentamente y me retiro a un segundo plano. Veo restos de copas, agua y caras largas, pero no estamos todos. Miro a Caroline con curiosidad. - Esto no parece una fiesta divertida. ¿Ha pasado algo que ha terminado con la fiesta?

Como una contestación a mi pregunta, aparecen Sebastian y Lavonne. La situación me parece divertida pero hay cosas que se me escapan. Pero por fin la preciosa bailarina inglesa contesta de forma involuntaria a algunas de las preguntas que me torturaban.

Así que era eso.

Han robado un juguetito del príncipe. Eso es muy... pero que muy... atrevido.

- ¿un engaño? 

Ignorando mis titubeos, Antoine aprieta el paso hacia cubierta, aún sosteniéndome del brazo, e irrumpimos allí. 

Me deshago del contacto con el cainita y me retiro hacia atrás, a algún lugar poco iluminado, donde arreglarme algunos rizos deshechos y volver a atarme el pareo a la cintura. Sigue húmedo, pero no he podido ponerme nada más. Mi rostro se muestra algo más serio que a lo largo de la noche, por lo que procuro no establecer contacto visual con nadie.

Antoine: Mi señor, nos han dicho que nuestro príncipe requería la presencia de todo el mundo en la cubierta, y aquí estamos.

¿Qué? ¿Por qué? Deberíamos estar descendiendo todos del barco, no entiendo...

Lavonne: Señor Guilbeau, entiendo que ha desaparecido un broche muy preciado para usted. Me temo que a pasado por mis manos sin yo saberlo debido a un engaño. Agradecería poder hablarlo en privado con usted, y con su dama si le parece apropiado. 

Alzo las cejas, genuinamente sorprendida. ¿Quién ha tenido los santos cojones de robarle al príncipe en sus narices? Bon sang, la gente es temeraria al extremo. 

Los ojos azules de Lavonne se desviaron un instante hacia Antoine, como dando a entender que lo había escuchado. No le dio más importancia que aquel gesto pues a quién debía una explicación era a Marcel. De él dependía hacerlo público o no.

Me río ante la escueta respuesta del bomboncito malhumorado. Sin duda no está acostumbrado a que sepan reconocer a que juega, y por un segundo me da pena con su carita de perro abandonado. Cruzo las piernas y las deslizo con suavidad dejando que la raja de la falda deje ver hasta casi donde nace mi cadera.

- Señor Fowler, por favor. Algo me dice que está demasiado acostumbrado a tener una partida bien ganada al deslizar sus dedos entre mortales y mulatitas impresionables. ¿Que ocurre? 
¿No le gusta jugar cuando se encuentra a una dama cuya preciosa sonrisa no es capaz de ablandar?

No le mires así Trisha, estás casada - me decepciona. Había escuchado demasiado de usted. - Me río viendo como el payaso forastero ni siquiera entiende de lo que hablamos. - Oh vamos... conozco a mi marido. Si viene a mentirme con algo así no debería venir acompañado del mayor experto en arte de la ciudad... - digo levantando la copa hacia el señor Dumont - ... y mucho menos de un hombre que no sabe mentir - digo sonriendo al señor Sauniere.

Me acerco la copa de nuevo a los labios mientras escucho como una miserable neonata se digna a hablarme con un tono que puede llegar a lamentar. Dejo que termine y fijo mis ojos hambrientos en ella.

- Entiendo.

Les señalo con el dedo y con la otra mano acaricio mi rodilla desnuda - Dígame señorita... como se llame. Me cuesta aprenderme los nombres de los neonatos.

¿Cuando la ha nombrado Sheriff el príncipe? Ha desaparecido algo valioso del príncipe y me está acusando a mi o a mi virtuoso esposo, sin tener una maldita prueba.

Eso puede costarle muy caro...

Neonatos bla bla bla… Hago un esfuerzo por escuchar todas las estupideces que dice, infravalorarme por mi edad ¿Cuántas veces me pasa cada noche? Vástagos y humanos, humanos y vástagos, todos tienen las mismas carencias.

-¿Sheriff?- Sonrío a pesar de cada vez estar más enfadada mientras muevo la cabeza a los lados. -No es algo que desee y no, no la estoy acusando de nada, si lo hiciera se daría cuenta.- Odio tener que explicar las cosas dos veces. -Se requiere su presencia, la de su esposo y la requiere alguien que según su estúpida manera de pensar quizá le deba algún respeto.-

Frunzo el ceño. -¿De verdad me va a salir caro? ¿Cree que tengo que poner solución a eso?- Disfruto encontrando las soluciones para reducir costes. Me quito las gafas y ayudada por mis dientes pliego sus patillas para luego guardarlas en uno de los bolsillos de mi maletín. -Me encantaría quitarle esa sonrisita de zorra asquerosa que tiene.- Digo mientras cierro el puño. -Y así cerrarle la boca por un rato, aunque creo que se me pondría a llorar y eso no lo aguanto… Estoy indecisa.- Me quedo callada un rato, pensativa.

-Aunque pensándolo bien que sería de estas fiestas sin basura llorona como usted, una neonata me está acusando, el señor Fowler me miente… me voy a poner a quejarme y a hacerme la interesante a ver si así consigo importarle a alguien. Realmente si no fuera por gente como tú y tu querido maridito hasta una fiesta podría llegar a ser interesante y productiva, pero mejor que no… así puedo dedicar mi tiempo a lo que realmente me importa.-

-¿Se da cuenta ahora?- Quizá no… soy demasiado sutil.

La miro, realmente disfrutaría de esto. Mejor me voy. -Si no quiere venir no venga, seguramente le irá muy bien rehusando presentarse ante un primogénito, una buena forma de presentarse en la ciudad. La felicito.- Relajo los dedos de mi mano lentamente, luego me vuelvo y empiezo a caminar hacia las escaleras.

Jerome se mantuvo sereno hasta que Morgan hablo, no iba a interrumpirla pues a veces es necesario sacar la mierda de dentro de una forma u otra – Señorita Morgan por favor – no dijo más que eso cuando ella hubiera terminado de hablar.

Luego tras un amago de suspiro prosiguió – Supongo que esa es su respuesta final, lamento haberle hecho perder tiempo importante- Se excusó – Podríamos volver o seguir en la búsqueda, es cuestión de decidirlo ahora -

Entrecierro los ojos al ver a Lavonne aparecer con ese toreador, claramente debería ser más duro con ella en un futuro. No era suficiente la "educación" que había impartido hasta ahora.  

Señor Guilbeau, entiendo que ha desaparecido un broche muy preciado para usted. Me temo que a pasado por mis manos sin yo saberlo debido a un engaño. Agradecería poder hablarlo en privado con usted, y con su dama si le parece apropiado.

No. sentencio mirando fijamente a mi chiquilla. No puedo creerme que tengas que ver con este desaire al príncipe. Levanto la mano para abofetearla pero me detengo a punto de rozar su piel y acaricio su mejilla. Está claro Darling que alguien tan puro como tu ha tenido que ser víctima de un engaño, pero no temas, no hay de qué esconderse, dilo aquí, alto y claro. ¿Quién ha sido?

Sonrío y extiendo las manos señalando al público. 

Alzo en un gesto casi imperceptible para el ojo no entrenado la ceja, mezcla de sorpresa y desprobación, cuando veo aparecer a mi chiquillo junto con la tan polémica señorita Drummond. Que continuando con su habitual tónica de la noche continuaba ¿cómo se dice? dando la nota, muy apropiado para una bailarina. 

Endurezco mi gesto hacia Sebastian cuando escucho las palabras de la joven y susurro unas palabras a Morgaine. 

Asiento a las palabras de Alan, no sonrío sin embargo. Esto es serio. Esta panda de cretinos no tiene ni idea de lo que implica enfadar a Marcel, y no, por muy complacida que haya estado por la sucesión de acontecimientos en lo referente a la pequeña zebra que aparece ... algo debilitada... no me gusta que haya nada que escape a mi control. 

Carraspeo. 

En efecto querida, el príncipe de la ciudad exige una respuesta no una audiencia privada. Relajo la expresión Se lo suplico, deléitenos con esa maravillosa confesión para que podamos continuar disfrutando... disfrutando de los entretenimientos que la Señorita Baker ha organizado con tanta dedicación... no puedo evitar casi reír mientras alzo mi copa a Jojo. ¿todo bien querida? parece exhausta... ¿demasiada presión? es lo que tiene la mortalidad, que te hace débil y comestible. 

¡Maldito broche! No puedo creerme que una noche tan encantadora se vea eclipsada por una maldita reliquia familiar por muy preciada que sea para Marcel. Podría haber sido cualquiera, la mala zorra de Morgaine, la loca de Eris, el cleptómano Jasper, el cretino de Christopher incluso solo por joderme la noche. Estaba claro que alguien quería gresca y sabía que tecla pulsar. 

Marcel, no ocurre nada. El broche aparecerá, estará por ahí, a lo mejor los criados lo han extraviado, será todo un error. suplico en un hilo de voz mientras poso mi mano en su antebrazo y aprieto levemente para llamar su atención. Por favor... hazlo por mi. 

Estaba claro que no tenía poder absoluto sobre él, la ira de Marcel podría ser terrible, sólo la sufrí una vez, cuando lo abandoné la primera vez. Desde ese momento no me había atrevido a contradecirle. No era un ser especialmente irascible, pero si muy celoso de todo lo suyo, las repercusiones de esta situación podrían ser terribles. 

Todos los que estéis en cubierta podéis hacer una tirada de percepción + empatía, con y sin auspex por favor.