Partida Rol por web

Mantengo el ceño fruncido mientras escucho a la mujer hablar. Mis ojos se deslizan hacia el señor Fowler y luego hacia los otros dos inmortales que nos han acompañado.

No entiendo muy algunas cosas de las que hablan.Pero comprendo que la serpiente trataba de hacer alguna treta y se la he fastidiado de algún modo que no acabo de comprender y que se está burlando de mi. La paciencia y los rodeos no son mi especialidad. Las burlas y el sarcasmo tampoco.

Al parecer la dama no guarda lindezas solo para el señor Fowler y para mi, la desquiciante señorita Morgan también recibe insultos en forma de palabras bonitas y pedantes. Son como golpes sutiles de un látigo de golosina.

Sonrío. Niego con la cabeza y me acerco a la dama para sentarme a su lado, tocando su rodilla con la mía y manteniendo una sonrisa en todo momento.

- Disculpe señor Dumont, pero queda poco tiempo para el amanecer y no vamos a desembarcar hasta que aparezca la joya… No podemos perder más tiempo buscando.

Me giro hacia la esposa de Antoine

- Parece usted una mujer preciosa acostumbrada a conseguir las cosas que quiere con una bonita sonrisa. - deslizo mi mano para acariciar su hombro, luego rozo su cuello con dos dedos mientras mi sonrisa desaparece lentamente. - Imagino que le encanta que los demás le laman el culo hasta dejarlo bien reluciente...

Cojo a la mujer de pelo, con una fuerza potenciada por mi disciplina, mi gesto se torna iracundo y me levanto para arrastrar su cabeza hasta el pilar y aplastar su bonito rostro contra la superficie brillante. Es bonito verse reflejado antes de perder algún diente.

- A estas horas de la noche ya no me queda paciencia. Me importa una mierda que esto sea eliseo, yo no sabré mentir pero ellos si. Díganos donde está Antoine y no tendremos que decirle al príncipe que usted ha huido tirándose al río sin brazos.
El príncipe exige saber dónde está su marido. Puede decírnoslo a nosotros o podemos decirle a Dutch que se niega a cooperar. Todas las opciones son poco halagüeñas para usted, pero no me negará que no le dejo escoger...

Miro su móvil en el bolso medio abierto sobre la mesa, la sujeto con fuerza del cuello mientras miro a la señorita Morgan - O podemos usar su móvil para llamar directamente a su marido.

¿Alguno de ustedes puede cogerlo y hacer una llamada?

El único movimiento de Lavonne fue apartarse de la caricia de su Sire, un acto de desprecio claro y contundente. Lo había visto; no le había pasado por alto aquel detalle. Después su mirada regresó al Príncipe, ignorando la falta de respeto de Morgaine, que se atrevía a sonreír ante aquello como si fuese un chiste. Qué mediocre y aburrida debía ser su vida para tener que llenar el vacío con los dramas de los demás.

—Mi señor, lo quiero decirle le concierne a usted, y sólo a usted y a su dama. Después es libre de divulgarlo como le plazca pues estos son sus Dominios y la gente que le ha jurado lealtad. Pero hay alguien que ha traicionado su confianza y me ha hecho partícipe, y esa persona podría estar aquí delante. Por eso lo que tengo que decirle se lo quiero decir a usted, y que usted juzgue oportuno quién de toda esta gente es de su confianza y se merece saberlo. Todo lo que sé es que yo no he sido partícipe de esta broma de mal gusto y que usted y su dama tampoco. No puedo hablar por los demás y no voy a hacerlo delante de ellos. Por favor. Este es su hogar y yo su invitada, y he honrado esa hospitalidad viniendo directamente a usted en cuanto me he enterado. No le estoy pidiendo nada irrazonable, sólo dos minutos.

Notas como la expresión de Marcel se relaja muy levemente, ante las palabras de Rosalie y las tuyas. A Jeremiah no le ha gustado nada tu gesto.

Aunque mi intención en todo este asunto es mantenerme en un discreto segundo plano hasta que esta situación finalice, las palabras de esa connasse de Morgaine me taladran mientras tomo asiento en un lugar en penumbra.

Cita:

-Oui, chérie, es sólo el típico agotamiento de cuando una queda plenamente satisfecha. Ojalá tengas la oportunidad de experimentarlo algún día.-Respondo con voz queda, tratando de no interrumpir el discurso de Rosalie o Lavonne con mis palabras sin importancia.

Con gran valentía, Lavonne se atreve a dar el primer paso y demuestra su disposición y buena voluntad para resolver la situación. Yo me mantengo en silencio, en la duda de si hablar podría acarrear más problemas o, por el contrario, serviría de alguna ayuda. El Sire de Lavonne se aproxima a ella con un gesto conciliatorio, aunque incluso yo soy capaz de darme cuenta de que está esforzándose por aplacar la furia. No sé qué haría si ese monstruo le pusiera la mano encima en mi presencia, pero dudo que acabase bien. Para mi sorpresa, Lavonne rechaza la caricia con desdén, dejando a Jeremiah plantado ante ella. Mientras tanto, las ratas del barco ya empiezan a parlotear en su tedioso y cada vez más irritante intento por demostrar lo supuestamente agudo de sus ingenios. Puedo ver la expresión reprobatoria de Alan cuando me mira, y yo le dedico una mirada suplicante; no sabe nada de lo que ha ocurrido, así que le pido paciencia con los ojos antes de que se apresure a juzgarme indebidamente. Morgaine, la Arpía con vocación de Senescal, se permite hablar por boca del Príncipe, banalizando una situación que podría llegar a ser peligrosa. Tengo la impresión de que lo único que desean todas estas alimañas es ver llover fuego y derramarse la sangre. No sé por qué debería sorprenderme.

La única que habla a favor de Lavonne es Rosalie, la amada del Príncipe. Sus palabras son bienintencionadas, pero ingenuas: aquí no ha habido ningún extravío, sino un robo, y la intención clara de atentar contra la seguridad de Lavonne y la mía. Me muerdo la lengua para no responder precipitadamente. Lavonne, en cambio, continúa hablando con una valentía y una dignidad que me hace sentirme lleno de orgullo. La hermosa mujer se dirige a Marcel con franqueza, esquivando a todas las serpientes del camino, y hace que una sonrisa casi imperceptible, de apenas unos milímetros, se dibuje en mi rostro. Nada puede enturbiar la sinceridad.

Decido que no puedo dejarla exponerse sola.

—Mi señor, yo también le pido derecho a la palabra. Me temo que también he sido salpicado por esta… esta farsa. —Me humedezco los labios antes de mirar a los ojos a Lavonne, y continúo—. Mi rostro ha sido utilizado para llevar a cabo este engaño. El ladrón ha empleado los dones de Caín para engañar a la señora Drummond y hacerle creer que era yo, y el broche de Su Majestad, un obsequio para ella.

Reprimo el instinto de agachar la cabeza en un gesto de sumisión. En vez de ello, miro a Su Majestad directamente a los ojos como prueba de mi sinceridad.

Escucho un movimiento brusco a mis espaldas y me giro para ver una imagen un tanto difusa, los dos “tortolitos” parece que se entienden bien, al menos como a mí me gusta. Una sonrisa de satisfacción aparece en mi rostro, la de tiempo que se ahorra al recurrir a unas formas menos convencionales para una fiesta como esta.

-Por si no lo entiende, le está amenazando.- Digo con tono burlón mientras avanzo con relativa calma hacia ellos. Miro hacia el bolso y luego hacia la mujer. -Su rostro me resulta mucho más agradable sin esa sonrisa, pero por favor no se ponga a llorar, el mundo no necesita sus lágrimas.-

-Ahora, con su permiso… ¿Me deja realizar una llamada? Solo necesito que desbloquee su móvil y organizaremos una bonita reunión en la cubierta superior, a la cual nos gustaría que asistiera su marido. Si tiene alguna queja al respecto solo escoja cualquiera de las otras opciones.- 

Miro atónito a la parejita feliz mientras cojo una copa de sangre que un camarero sostiene a mi lado sin siquiera mirarle; no quiero perder detalle del depelleje que va a haber.

Joder... ¿alguien les ha engañado para robar al puto príncipe? No a Morgaine o a los Tremere, no... ¡al puto príncipe! Más les vale que tengan pruebas de eso, aunque si pueden devolver la baratija robada seguro que el Príncipe es indulgente.

¡Joder! - El timbre del móvil me sobresalta. Miro a todos con una sonrisa forzada mientras saco el móvil para apagarlo. nada puede ser tan importante como para...

Mi gesto cambia al ver quien me llama. No, ella es lo más importante.

Hago un gesto con las manos pidiendo perdón - discúlpenme - digo en bajito hacia Caroline mientras me alejo un poco de la muchedumbre...

Descuelgo el teléfono maldiciendo para mis adentros en un momento tan tenso, sin dejar de mirar la escena desde lejos.

- ¿Trisha? ¿pasa algo? ¿Donde estás?

Mi rostro ha sido utilizado para llevar a cabo este engaño. El ladrón ha empleado los dones de Caín para engañar a la señora Drummond y hacerle creer que era yo, y el broche de Su Majestad, un obsequio para ella.

Miro al chiquillo de Thomson, y parecía una mosca muerta inofensiva. 

He preguntado algo y no se me ha respondido. Noto el brazo de Rosalie apretando mi antebrazo, la miro pero mis manos sujetan con fuerza los apoyabrazos del sofá, no me gustan las evasivas. La pregunta era muy sencilla señor Crawford, ¿dónde está mi broche?

No has percibido nada raro en los intervinientes. 

¡Maldito!

Siento un hilo de sangre por mi labio, mi fortaleza me ha protegido de que me haga más daño, podría curarme el corte pero me interesa, una agresión en el Elíseo, maldito gilipollas. 

Podría pelear pero estoy en desventaja y no podría vencerles y menos al extranjero. 

Callada observo como manosean mi bolso y llaman a Antoine, les susurro... Os arrepentiréis de esto. 

Frunció los labios ante la intervención de Sebastian sin decir nada. Precisamente por aquel tipo de cosas no quería haberlo dicho delante de ellos, y para decir lo que había dicho lo mismo se podía haber callado.

—Está... El señor Crawford, o alguien con la apariencia del señor Crawford me dio el broche como un obsequio de amor y me pidió que lo llevara. Se marchó sin darme tiempo a rechazarlo o decir nada. El señor Saunière estaba presente. Me enfadé. Mucho. Y me deshice del broche porque no quería tener nada que ver con Crawford. Lo siento mucho, si pudiese recuperarlo lo haría pero en mi ignorancia lo tiré al río. Lo lamento profundamente.

Realizo la llamada y espero a que de tono mientras muevo el pie inquieta. -¡Silencio!- Le digo imperativamente a la mujer cuando empieza a murmurar tonterías. -Estoy haciendo una llamada.- Tras un rato, escucho la voz de un hombre, por sus palabras espero que sea el que busco, no me gustaría equivocarme.

Muestro una sonrisa a Trisha y a Shane. -Buenas noches.- Digo con tono seco, mis palabras son sin lugar a dudas una mera formalidad puesto que no se las deseo en absoluto. -Demasiadas preguntas y solo me interesa la última, respóndala, será todo más sencillo.- Le contesto intentando mantener la misma tonalidad.

Espero a que conteste mientras contemplo a su esposa. -No se lo piense mucho, Trisha está deseando verle, se ha puesto un labial precioso esta noche.- Digo burlona, a veces no puedo evitarlo.

Miro a Lavonne, con los ojos abiertos por la sorpresa.

—No era yo —respondo tajantemente, mi voz a medio camino de convertirse en un siseo—. Y puedo demostrarlo. Su Majestad, es libre de buscar en mis pensamientos, o de requerir que alguien capaz de hacerlo y que sea de confianza lo haga por usted. Verá que no miento.

Callo abruptamente. Ha llegado la hora de aguardar el veredicto.

Frunzo el ceño y miro el teléfono una vez más para cerciorarme de que no me he equivocado de teléfono.

- ¿Pero qué coño?
Sin duda no me gusta nada ese tono amenazante. ¿Quien coño se cree que es usted? ¿John McClane en la puta jungla de cristal?

Le ha robado el móvil a mi esposa, perfecto. Quiere que entre al trapo en su juego y no pienso perderme el espectáculo que tengo delante por una maldita gilipollas como usted.

Dígame algo interesante o le voy a colgar.

¿Qué quiere? despierte mi interés, por favor... tiene un listón muy alto por superar.