Partida Rol por web

Siobhan sacudió la cabeza cuando Kate gritó aquello. Ella también había oído algo, pero se negó a prestar atención.

—¡No las escuchéis! —exclamó—. ¡Sólo quieren distraernos! Zaina lo está consiguiendo y están desesperadas...

Miró a su amiga inconsciente, pudiendo apenas controlar las lágrimas en mitad del temblor de tierra.

—Vamos, Zai... vamos, tienes que volver —rogaba—. O llévanos contigo, ¡haz algo para que podamos ayudarte!

Zaina se concentró en aquella luz, que no le daba buena espina, para intentar pasar desapercibida de ella. Pero en aquella tiniebla impenetrable, no podía distinguir lugares donde esconderse. No podía ver nada, nada aparte de aquella mota roja que parecía aproximarse, brillando como una gota de lava. Entonces oyó algo, una voz que pudo reconocer enseguida.

—Hola, Zaina —dijo una voz burlona—. Te he estado buscando...

La luz creció, y Zaina pudo verla por fin. Un puntito naranja en mitad del resplandor. Era el Hada de pelo corto que las había acompañado a Anette, Kolda y ella misma por el bosque. Voló hasta ella con rapidez y se quedó flotando justo delante. A la luz que emitía, Zaina pudo por fin verse a sí misma de forma muy tenue.

El Hada sonrió con aquella mueca burlona tan suya.

—¿Cómo estás, Zai? ¡Parece que lo estás haciendo muy bien tú solita!

La niña no estuvo segura de si el Hada lo decía en serio o se estaba burlando de ella... pero hubo algo en aquella voz que, esta vez, no le gustó nada.

Hubo un momento de silencio, al menos en la cabeza de Kate, después de haber dicho aquellas palabras. Pero después escuchó un ruidito, algo que parecía... ¿un llanto? Esa voz, fuera lo que fuera, estaba llorando.

—No puedo mostrarme... —susurró—. Si pudiera, ya lo hubiera hecho, pero estoy atrapada. Estoy intentando hablar con todos vosotros, pero tú eres la que mejor me oye... necesito que confíes en mí. ¡Dime qué puedo hacer!

Después de eso, la voz permaneció en silencio, dando algún que otro hipido en mitad del llanto.

Sigue escuchando la voz y parece... sincera. Pero con todo lo que pasa, no sabe si creerla.

-Entonces... ¿dime quién eres? No puedo confiar en ti sin saber quién eres. Hay muchas cosas malas ahí fuera y no podemos arriesgarnos. ¡Y tenemos a dos personas inconscientes! ¡No podemos movernos!

Lo que más le chirría es que casi parece que solo quiere que se salve ella.

John entró como buenamente pudo en el árbol, llevándose una mano a la cabeza. No parecía muy dañado, pero sí mareado como si acabase de bajar de una montaña rusa triple.

—Hmm... —murmuró, mientras miraba alrededor con los ojos entrecerrados—. ¿Dónde estamos...? ¿Por qué tiembla todo...?

No parecía darse cuenta aún de que los demás le miraban con más ganas de que fuera él el que les diera respuestas a ellos, que al revés.

–Tú... tú no eres la de antes ¿verdad? –Zaina dio un paso atrás, como si quisiera verla mejor, y escudriñó con la mirada a la pequeña hada a la que había estado a punto de bautizar– O quizás sí, pero al menos no la parte que estaba conmigo antes. ¿Eres la que estaba con Ander?¿O eres otra? 

Zaina tenía muchas preguntas para el hada. Cómo había llegado allí, que hacía con ella, cómo era capaz de estar en tantos sitios a la vez, si acaso era una y muchas, si sabía como salir de allí, si podía llevarla hasta Ander, si se alimentaba de sangre y si iba a hacerla algún daño y si decía o no la verdad. 

Pero soltar todo de golpe hubiese sido maleducado...y había algo que le daba mala espina.

El Hada torció la cabeza hacia la izquierda sin perder su sonrisa cuando Zaina dijo aquello. Luego negó con entusiasmo.

—¡Claro que soy yo, Zai! —dijo—. ¿Quién si no? Puedo estar en muchos sitios, pero siempre soy la misma. Puedo estar con tus amiguitos a la vez que estoy aquí contigo, y con Ander... Estoy en todas partes, alrededor vuestro, observándoos. Os observo con mucha atención, desde hace tiempo.

Sonrió aún más y enseñó sus colmillos.

—Desde hace mucho, sí. Un año ya, cómo pasa el tiempo, ¿verdad? —dio una voltereta que fue casi un espasmo—. No podía creer lo que veía aquella noche, cuando os enfrentásteis a ese zoquete sin cerebro. Bueno, el poco que tuviera acabó por derretirse del todo cuando la Oscuridad le consumió. Pero vosotros érais mucho más listos, aunque érais solo unos pequeñines. Mucho más listos... y poderosos.

Zaina se dio cuenta de que, mientras el Hada hablaba, ella iba sintiendo algo nuevo. Por primera vez en toda esa noche, sentía que empezaba a hacer calor a su alrededor.

Aquella hada no era como las Hadas Rojas, pero estaba claro que tampoco era como Kolda o Melhi. Y su afiliación seguía siendo un misterio. 

–Entonces...también conoces "a los chicos"– si los conocía, probablemente fuese capaz de hablar de ellos o al menos decir sus nombres— los del año pasado, quiero decir... Por cierto ¿Dónde te fuiste antes? ¿ y de dónde viene este calor? La cabaña del Esc...Espectro también era calentita.

El Hada revoloteó frente a los ojos de Zaina. Se reía, pero su risa ya no sonaba cantarina, si no burlona y nada más.

—¿Te refieres a esos tres que se os pegaron y que no hicieron más que buscar problemas y lloriquear? —se carcajeó al decir aquello—. Sí, los conocí también. Pero no eran tan interesantes como vosotras tres.

Dio una voltereta en el aire y se quedó cabeza abajo, mirando a la niña. Era una visión muy inquietante.

—Por eso no están aquí... —mostró sus dientes al decir eso—. Aquí sólo habéis venido los que os lo habéis ganado. Aunque algunos de vosotros estáis empezando a... sacar los pies del tiesto, por así decir. Y eso no está nada bien, ¿sabes?

El calor iba en aumento, y Zaina empezó a sentirse como en aquellos sitios donde alguien había puesto la calefacción demasiado alta. No, definitivamente no era un calor agradable...

¡Cory no es como Dani! ¡Y Rocky tampoco!

Zaina estaba empezando a sentirse molesta, y no solo por las palabras de aquel hada, sino también por ese agobiante calor que estaba haciendo que comenzase a sudar. La referencia al tiesto le recordó a algún comentario que había oído a los mayores, aunque la expresión que usaban ellos era bastante mas fea.

–No te entiendo ¿Quién está haciendo qué? Parecías que te ibas a partir en dos de risa cuando viste lo de la Reina, pero ahora parece que quieres hacerme daño, con este calor... Y luego desapareciste ¿Dónde fuiste? Y ¿qué quieres de nosotros? Yo confiaba en ti

El Hada abrió mucho los ojos cuando Zaina mencionó a la Reina Hada, y volvió a dar volteretas por el aire, riendo como enloquecida.

—¡La Reina! —exclamó entre risas—. ¡Casi lo había olvidado! Ah, sí... Esa inútil y su séquito cumplieron muy bien su papel, ¿verdad? Se aseguraron de que acabáseis justo donde estáis, aunque son tan estúpidas como la Oscuridad, y no tienen ni idea de qué va todo. ¡Todavía creen que fue la Oscuridad la que abrió el Sendero Rojo! Pero bueno, peor para ellas... y mejor para mí.

Poco a poco dejó de reír, pero continuó volando de acá para allá, haciendo que Zaina tuviera difícil seguirle la pista. Era rápida, y con cada aleteo una bocanada de aire caliente parecía salir de sus alas y envolver a la gitanilla.

—Eso es lo que más me gusta de ti, Zaina —dijo el Hada, casi en un susurro—. Aún rodeada por las tinieblas, sola y sin ninguna esperanza... sigues buscando respuestas, sigues intentando salir adelante. Ese valor tuyo, te hace muy especial. Pero...

Mostró una vez más sus dientes en una sonrisa siniestra y fijó los ojos en Zaina. Aquella mirada fue diferente, y alarmó a la niña.

—... también te hace peligrosa —siseó—. Demasiado para dejar que continúes por aquí. Tenía la esperanza de que me fueras útil, pero creo que prefiero no correr riesgos. Encerrar a la Reina, y luego llegar hasta aquí para rescatar a tus amigos... No, definitivamente eres una amenaza. Ander será mucho más manejable, igual que lo fue ese tonto de John. Tú ya no me sirves para nada.

A pesar del calor que hacía allí, un escalofrío recorrió la espalda de Zaina. Pero antes de que pudiera hacer o decir nada, el Hada naranja cerró los brazos y las piernas por un segundo, y después hubo un destello rojo, como si una llamarada se hubiera abierto paso en mitad de la oscuridad.

Zaina tuvo que desviar la vista, mientras una oleada de calor sofocante la cubría. Era casi como si estuviera dentro de un horno. Cuando pudo volver a mirar, vio que el Hada había cambiado. Ahora brillaba de forma salvaje, y por todo su cuerpo habían aparecido desagradables protuberancias afiladas. En la cabeza tenía varios cuernos que asemejaban una corona, parecida a la de la Reina Hada. Pero, por algún motivo, el Hada naranja le produjo a Zaina mucho más terror del que la Reina le había causado al aparecer en aquél sótano de la Clínica.

No supo por qué... pero estuvo segura de que esta Hada era mucho más peligrosa. Flotando aún en mitad de un aura de llamas, el Hada miró con ojos vacíos y flamígeros a Zaina y lanzó una carcajada.

—¡¿QUIERES PONERME NOMBRE AHORA, ZAINA?!

Y se lanzó como una flecha ardiente hacia la gitanilla, riendo como una posesa mientras sus colmillos brillaban a la luz de su propio fuego.

En aquel momento, al comprender la clase de ser contra la que se enfrentaba, el estómago de Zaina comenzó a palpitar al mismo ritmo que el corazón, y poco faltó para que echase hasta la última papilla. Con las pupilas completamente abiertas, dio dos pasos atrás, incapaz de comprender lo que ocurría más allá de que sus posibilidades de salir con vida habían caído en picado.

Si al menos tuviese el mazo, podría liberar alguna carta para que luchase por mí, podría hacer magia como cuando liberé al Mago. 

Pero el hada tenía razón en una cosa... Siempre intentaría salir adelante. Si se rendía, el hada la mataría sin remedio, si intentaba huír, tendría alguna posibilidad. Tantas como de conducir la caravana. Sin decir nada, la niña esquivó al hada y se lanzó a la carrera en una dirección al azar, intentando salir de aquel círculo de luz. Era consciente de que el hada era mucho más rápida que ella, pero ¿qué iba a hacer? No tenía nada a mano, si hubiese un segundo de paz podría tirarla un zapatazo o dos a la cabeza, pero no disponía ni de medio. Lo principal era ganar tiempo. 

Piensa, piensa...Quiero salir de aquí, quiero salir de aquí QUIERO SALIR DE AQUÍ

Siobhan escuchó las palabras de Kate y frunció el ceño.

—¡Kate! —exclamó—. ¡No escuches a nadie que no esté aquí! ¡Dile que se vaya a la porra!

Cada vez le costaba más controlar el vocabulario que a mamá le gustaba tan poco... pero apenas pensaba ya en ello. Bastante tenía con mantener la cordura con la que estaba cayendo. Se volvió hacia el chico de las gafas.

—¡Tú deberías decirnos lo que está pasando! —chilló—. ¿De dónde has salido? ¿Has visto a Zaina? ¡Dinos donde está, tenemos que ir a por ella!

Al escuchar aquello, John pareció despabilarse de golpe. Abrió mucho los ojos tras las gafas y la mandíbula se le desencajó.

—¡Zaina! —repitió—. ¡Oh, no! ¡Está en peligro! Había algo allí, una luz en mitad de la oscuridad... ¡pero no sé qué era!

Luego miró a Anette y en su rostro se dibujó una expresión extraña. Tragó saliva. Alzó una mano y les enseñó a todos lo que llevaba en ella. Era uno de los pendientes de Zaina. Sorprendidos, los demás miraron a la gitanilla y descubrieron que, efectivamente, le faltaba el pendiente de la oreja derecha.

—Me lo dio antes de enviarme aquí —dijo John—. Cree que... podremos comunicarnos con ella a través de él. ¡Pero no sé cómo hacerlo!

La vocecilla lejana seguía martilleando la mente de Kate, y se mezclaba con todo el jaleo que había a su alrededor.

—¡Soy un Hada! —decía—. Una como Kolda y Melhi, pero no tengo nombre. Llevo mucho tiempo atrapada, tanto que ellas ni siquiera me conocen. ¡Pero también tengo poderes, y puedo ayudaros! Llevo desde que estáis en este plano intentando comunicarme con vosotros, pero no podíais escucharme.

Hubo una pausa, y la voz habló una vez más con mucha urgencia.

—Si alguno de vosotros viene a la cabaña, podrá intentar liberarme. ¡Pero hagáis lo que hagáis, hay un montón de peligros que os están rodeando, tenéis que salir de ahí u os quedaréis sin salida! ¡Confía en mí, por favor!

Zaina se apartó a tiempo para que el Hada naranja fallase su ataque por centímetros. El malévolo ser alzó el vuelo con la rapidez de una centella, y se elevó hasta convertirse en un puntito de fuego en la oscuridad.

—¡Oh, venga! —exclamó desde arriba—. ¡No seas pesada y deja que acabe contigo rápido! Total... ¡no vas a poder evitarlo!

Se carcajeó, mientras flotaba dando vueltas. El calor había descendido al alejarse, pero enseguida volvió a atacar como una flecha en llamas y Zaina notó una vez más la bocanada de aire caliente que se aproximaba.

Lo primero que Zaina hizo al apartarse de la trayectoria del Hada, fue mirar a su alrededor. La luz de su adversaria al menos le daba la momentánea ventaja de iluminar lo que la rodeaba... pero la gitanilla comprobó con miedo que no había cosas cerca que pudieran serle útiles. Aquél lugar era lo más similar a la nada que había visto nunca, y si no estaba completamente vacío era porque había un suelo para evitar que ella misma se quedara flotando como un pelele.

Se concentró en pensar en el Mago. La Sacerdotisa la había ayudado... ¿no podría el Mago hacer otro tanto, ya que había usado la carta antes? Quizá ya había gastado el poder de este al encerrar a la Reina, pero no había mucho más que pudiera hacer. No obstante, tenía que pensar rápido, porque el Hada naranja volvía al ataque y Zaina no sabía durante cuánto tiempo podría esquivar aquellos ataques...