Partida Rol por web

John dudó unos instantes. Él no era muy fuerte y no sabía si podría levantar aquella alcantarilla. Por suerte estaba lloviendo y eso habría ablandado la tierra alrededor y quizá sería más fácil hacerlo.

El pequeño se agachó y agarró con todas sus fuerzas las barras transversales de la alcantarilla. Hizo un primer intento pero eso estaba muy duro. Pensó rápidamente y se le ocurrió escarbar alrededor para tratar de abrir hueco. Escarbó tanto que sus nudillos empezaron a sangrar.

Estaba dolorido y muy cansado pero había visto como se las gastaban aquellos seres y quería estar lo más lejos de ellos.
Volvió a agarrar los barrotes de la alcantarilla y se concentró unos segundos.

Y tiró, tiró tan fuerte como pudo...

John tiró tan fuerte como pudo de la alcantarilla. Las heridas que se había hecho en los dedos le escocían, y aún así la tapa de metal apenas se movía...

El chico estaba muy débil, tanto que se sorprendió. Era como si hubiese estado una eternidad sin hacer ejercicio, sus músculos casi no respondían a su cerebro. Pero no podía permitirse abandonar, porque si las Hadas les veían, estaban perdidos. Así que tiró aún más fuerte, ignorando el dolor lacerante en sus manos. Apretó los dientes y notó cómo los músculos de sus codos casi se desgarraban... pero finalmente logró apartar la pesada tapa de metal.

Sin perder tiempo, se coló por el hueco como pudo. No podía pararse a pensar en la oscuridad y en el olor nada agradable que salía de la cloaca. Debía moverse y ponerse a salvo.

En cuanto John se metió por la alcantarilla, Kolda lo siguió a toda prisa. Y fue una suerte, porque aunque ahí abajo olía fatal, al menos gracias al resplandor del Hada podía ver dónde estaba. Había caído en una especie de galería cilíndrica muy estrecha, que sin duda no era más que un desagüe y no estaba hecha para que nadie caminase por ella, pero no tendría muchas dificultades para arrastrarse y avanzar. Probablemente era de las rutas más seguras que podían encontrar ahora en el pueblo... siempre que no acabasen en una vía muerta.

Ahora podía tomar dos caminos, uno a la izquierda y otro a la derecha, aunque por lo que recordaba la Clínica debía quedar hacia la izquierda. Pero antes de que pudiera moverse, John se dio cuenta de que Kolda le miraba con expresión de preocupación.

—¿Es... estás bien? —preguntó el Hada.

Y lo cierto era que John no se encontraba demasiado bien. Además de las heridas en los dedos, el chico se había hecho bastante daño en el codo izquierdo al esforzarse por abrir la alcantarilla. Pero no había mucho que pudiera hacer, salvo soportar el dolor y concentrarse en seguir adelante...

—Huele muy mal aquí abajo —dijo llevándose las manos a la nariz para tratar de olvidar el dolor. Pero inmediatamente sus mano derecha fue a parar a su codo izquierdo. Le dolía mucho y a duras penas pudo reprimir un grito de dolor... pero no así su llanto.

El muchacho estaba muy dolorido, se encontraba además perdido y la sensación de frío y humedad todavía no había abandonado sus huesos. Quería volver a su casa y sentarse junto a la chimenea mientras su padre le leía aquel libro.

Varias lágrimas recorrían las mejillas del niño que estuvo a punto de derrumbarse. Pero no lo hizo, el protagonista de aquel libro no lo haría. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y miró a Kolda.

—Me duele mucho, pero mi padre siempre dice que tengo que ser fuerte o nunca podré ser como William Turner.

William Turner era el intrépido aventurero protagonista de aquel libro que tanto le gustaba a John, su única motivación para no estar todo el día leyendo.

El rostro de Kolda reflejaba la preocupación que sentía por John. Estaba claro que le habría encantado poder hacer algo para aliviar el dolor del chico, pero por desgracia era imposible.

—Tienes razón —dijo—. Aguanta, seguro que cuando lleguemos a la Clínica encontramos algo para tratarte y te pondrás mejor.

Luego se volvió y echó un vistazo al oscuro y hediondo túnel.

—Será mejor que nos pongamos en marcha cuanto antes. Si algún Hada nos ha visto colarnos por la alcantarilla, no tardarán en seguirnos. Creo que deberíamos ir en dirección a la Clínica, dudo que las alcantarillas den muchos rodeos...

Los dos empezaron a moverse sin perder tiempo. A Kolda no le resultaba difícil avanzar, porque el túnel era bastante ancho para ella... pero John lo tenía más difícil. Apenas cabía por el hueco, tenía que arrastrarse por el fondo sucio y el dolor de los codos no hacía que fuese más sencillo. Pero finalmente llegaron a una abertura que se abría hacia abajo, y pudieron oír un rumor de agua que corría.

El olor allí era aún más fétido, pero cuando Kolda iluminó el lugar con su luz, vieron que era una galería de alcantarilla mucho más ancha. Por allí abajo sería más fácil moverse, y para alcanzar la galería bastaría con saltar con un poco de cuidado. Kolda miró a John, como preguntándole si pensaba que debían seguir por ahí.

La opción era bastante evidente. El pequeño ya no podía más con el dolor así que cualquier camino que le hiciera el trayecto más cómodo era inmediatamente el ganador.

Miró a Kolda como pidiéndole permiso para bajar a la galería más ancha y, al cruzarse sus miradas, comprendió que estaba igual de confundida que él así que, sin pensarlo demasiado se dejó caer a la galería más ancha. Una vez abajo se apresuró en taparse la nariz con la sábana empapada que todavía tenía colgando de los hombros. El olor era insoportable y aquella sábana le ayudaba a contener el vómito.

El muchacho miró con detenimiento la nueva galería ayudado de la luz que emitía el hada y pronto se decidió por caminar hacia un lado. El agua que corría por el suelo venía de allí así que pensó que el desagüe estaría hacia el otro lado y si seguía el curso del agua volvería de nuevo a la calle. La dirección tenía que ser la contraria y sin dudarlo demasiado, John comenzó a caminar.

Al ver la decisión con la que John retomaba el paso, Kolda no dijo nada y se apresuró a seguirlo. Mientras les durasen las fuerzas tenían que moverse, antes de que fuera tarde. El olor de la alcantarilla era horrible, y ni siquiera estaban muy seguros de estar siguiendo el camino correcto... pero seguir avanzando era todo lo que podían hacer. Si llegaban a la Clínica todo sería más fácil, o al menos habría esperanzas de superar aquella pesadilla.

—Esto es asqueroso —dijo Kolda con una mueca de disgusto—. Espero que podamos salir de aquí...

Luego pareció arrepentirse de haber dicho aquello en voz alta, y se esforzó en sonreír para animar a John.

—Quiero decir que espero que podamos salir lo antes posible, porque saldremos seguro. ¡Ánimo, sigamos adelante!

No habían dado ni dos pasos después de que Kolda hablara, cuando John notó algo raro. Se giró para ver si alguien les seguía, pero no vio ni oyó nada en la oscura alcantarilla, salvo el rumor del agua. Sin embargo, estaba seguro de haber escuchado algo. Era como si una vocecita le hubiese susurrado al oído, desde un lugar muy muy lejano. Y había distinguido claramente dos palabras, "Kolda" y su propio nombre, "John".

—¿Has oído eso? —preguntó John visiblemente nervioso.

La mirada del niño revoloteaba por todas las esquinas de la estancia buscando la procedencia de aquella voz. El corazón empezó a latirle con mucha fuerza casi pidiendo permiso para salir de su armazón.

No pudo ver nada y su primer impulso de ocultarse se vio rápidamente negado. Quien fuera que les había llamado conocía a ambos por su nombre. ¿Y si eran aquellas hadas malvadas? Ellas conocían el nombre del muchacho.

John se estremeció.

Kolda se había quedado muy quieta, con cara de confusión. John estaba seguro de que había oído la voz tan claramente como él, pero no parecía asustada. Sólo muy sorprendida.

—Sí... —dijo—. Lo he oído, pero... No puede ser...

Atisbó la galería hedionda por la que iban, pero no cabía duda de que seguían estando solos allí. Kolda alzó un poco la voz y pronunció una palabra que John no entendió.

—¿Melhi? ¿Eres tú...?

No hubo respuesta, todo lo que se oyó fue el rumor del agua discurriendo por la alcantarilla. Kolda se giró hacia John.

—Creí que me lo había imaginado, pero si tú también lo has oído... Era la voz de Melhi, una de mis compañeras, un Hada buena. Pero debería estar en la Clínica con el resto de chicos. ¿Cómo es posible que la hayamos escuchado?

¿Melhi? La confirmación de que esa voz era de un aliado era lo mejor que podía pasar para la maltratada moral del muchacho. Era una pequeña luz en una noche muy oscura.

—Seguro que ella sabe salir —dijo—. ¡Melhi! Estamos aquí.

Sin pensarlo el niño dio un grito y acto seguido se tapó la boca con sus manos. Sabía que eso podía ser la voz que necesitaban todas las hadas malvadas para localizarles pero la desesperación le había hecho actuar sin pensar.

—Perdón —dijo con las manos todavía sobre su boca.

Kolda se sobresaltó cuando John pegó aquél grito, pero no le reprendió. Ella misma había estado a punto de hacer algo parecido al escuchar la voz de Melhi. Se quedó quieta por un momento, pero no escucharon nada más. Unos segundos después, Kolda torció el gesto...

—No sé, no me fío demasiado —murmuró—. ¿Y si es una trampa? Nunca había oído que las Hadas pudiésemos comunicarnos así entre nosotras...

No parecía decidirse sobre qué hacer a continuación.

—¿Qué hacemos, seguimos adelante hacia la Clínica o intentamos comunicarnos con Melhi por si es la verdadera? Sea como sea, no creo que debamos decirle dónde estamos, al menos hasta que comprobemos que es ella de verdad...

Un gesto de pesadumbre apareció en el rostro de John. Se venía abajo la posibilidad más cercana de juntarse con más gente y que acabara esa pesadilla.

Vaciló durante unos instantes antes de responder. No sabía cual era la mejor respuesta y tenía miedo a equivocarse.

—No sabemos ir a la clínica... y tampoco sabemos si es Melhi la verdadera —dijo finalmente—. Creo que deberíamos comprobarlo. ¿No tenéis una forma secreta de comunicaros? Es decir, ¿cómo os comunicáis entre vosotras?

Kolda abrió mucho los ojos ante la sugerencia de John, y se dio una palmada en la frente.

—¡Es verdad! ¡Le preguntaré algo que sólo sepamos nosotras!

Frunció el ceño un momento, pensando qué podría preguntar a la supuesta Melhi... y entonces se le ocurrió.

—Ya lo sé... —dijo, concentrándose—. Melhi... si de verdad eres tú, ¿cuánto hace que existes y dónde naciste?

Esperó la respuesta durante unos instantes, muy concentrada. Entonces sonrió emocionada y aleteó con rapidez.

—¡Es ella! —exclamó—. ¡Es Melhi de verdad, y está con los demás chicos! Madre mía, qué suerte...

Luego se quedó callada un momento, y abrió la boca con sorpresa. Se volvió hacia John, con expresión dubitativa.

—Oye, John. Me preguntan tu nombre completo. Dicen que es importante...

—¿Mi nombre? —dijo mientras arrugaba la frente—. Yo me llamo John... ¿por qué es tan importante mi nombre?

El muchacho sospechaba y miraba por primera vez con recelo a Kolda. ¿Y si ese hada no era "la buena"? ¿Y si todo era una trampa y estaba yendo de cabeza hacia ella? En los libros que leía muchas veces acababan haciendo ese tipo de trampas para que el protagonista sufriera aprietos.

—Vayamos a esa clínica... seguro que puedes guiarnos hacia allí —dijo invitando a Kolda a iniciar la marcha.

Pero Kolda no parecía estar escuchando a John. Estaba concentrada en lo que sea que le estuvieran diciendo desde el "otro lado" de aquella improvisada línea de comunicación. De improviso se giró hacia el niño.

—Los chicos han encontrado un archivo de pacientes en la Clínica —dijo—. Estaban buscando tu nombre en él para saber dónde vivías, aunque las Hadas han intentado impedírselo. ¡Vamos, no hay tiempo que perder!

De inmediato echó a volar por el túnel, esperando que John la siguiese.

—Tenemos que decirles que bajen a las alcantarillas para intentar encontrarnos —explicó mientras volaba frente a John—. Si nos juntamos todos, será mucho más fácil poner fin a esto.

Se volvió para comprobar si el chico la seguía, y por un momento pareció preocupada.

—¿Qué tal tu brazo, estás mejor...?

Casi había olvidado el dolor del brazo. La tensión del momento hacía que su cabeza estuviera demasiado ocupada y distraída del tremendo dolor que, cada vez más, punzaba los nervios de su brazo.

Se echó la mano al brazo. El recuerdo de ese dolor había hecho que volviera e incluso que un pequeño mareo sobrevolara la cabeza del niño.

—Me duele mucho —dijo apesadumbrado—, pero estaré bien.

Se notaba que John estaba conteniendo una lágrima; o varias. Más bien estaba conteniendo un llanto desconsolado provocado por la angustia y la soledad. Era un niño en un aprieto y la situación se le estaba viniendo encima. Era sólo un niño.

Kolda asintió cuando John dijo que estaría bien a pesar del dolor. Sonrió con orgullo y le animó a seguir.

—Tranquilo, ya estamos cerca —dijo—. Y cuando estemos juntos, todo irá mejor.

Siguió volando con rapidez, y dejaron atrás galerías húmedas. Ya se habían acostumbrado un poco al olor fétido... aunque sería agradable salir de aquél agujero lo antes posible.

Llegaron a un recodo en el que Kolda se detuvo al volver la esquina.

—Mira eso... —dijo, señalando al frente.

A la tenue luz del Hada, John pudo ver que justo delante había una escalera con barandilla de metal, que subía hasta una puerta cortafuegos de color gris. Parecía una salida.

—Tal vez podamos salir por ahí, o quizá deberíamos seguir adelante. Lo cierto es que no estoy muy segura de a qué altura debemos estar, aunque hemos avanzado bastante... ¿Tú que crees que es mejor?

Mientras Kolda hablaba, oyeron un ¡clac! y luego un leve chirrido. Al mirar hacia la puerta, se quedaron de una pieza al comprobar que se estaba abriendo poco a poco... ¿Les habrían oído?

Lo que estaba claro era que estaban a punto de averiguarlo.