Partida Rol por web

"Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramadas de Tempe acariciada por los céfiros."

Casa de Lauren Rienne, Filadelfia, 9:47 pm

El día pasa tranquilo, al menos para la cantidad de preocupaciones, tu invitado no da mayores molestias y por supuesto tu logras conciliar el sueño. Quizás por todo lo sucedido, pareciera que no quisieras levantarte, y el sopor te gane durante un poco más de lo habitual, debilitándose lentamente, a medida que la oscuridad se cierne, y las gotas de lluvia resuenan en la ventana, primero de forma aislada, y luego se precipitan como un torrente. Iba a ser una noche húmeda y tétrica por demás. Y nuevamente, en la comodidad de tu refugio, no valía la pena levantarse...

Hasta que el timbre sonó abajo, alguien había llegado, los sonidos afuera de tu habitación quedaron ahogados por el repiqueteo de la lluvia sobre el cristal de la ventana, y la calma en la que te encontrabas. En la fingida muerte que insistías.

No obstante la calma fue interrumpida. Era Joseph, que abrió la puerta con su habitual delicadeza y con su voz, trató de despertarse.

-Disculpe señorita Rienne... pero el señor Lawrence Cramer ha llegado, y la espera en el salón- comentó Joseph finalmente. -y el señor Anders me ha informado que quería comentarle algo a usted en cuanto se levantara- La voz guardó silencio. Y la tranquilidad volvió. Pero por la luz que se filtraba, sabías que Joseph estaba ahí, parado, esperando tu respuesta.

Casa de Lauren Rienne, Filadelfia, 9:49 pm

El letargo diurno es pesado y difícil de sobrellevar para una criatura como tú. Con tu humanidad, horadada por el tiempo en el Sabbat, era difícil despertarse temprano. Pero esta vez sabiendo que sobre tí se cernía, quizás la preocupación misma, y tu bestia, te mantuvieron algo más alerta.

Pero era un estado difícil de explicar, tu consciencia parecía estar presente, tus pensamientos fluían como un río, así como tus ideas, pero no lograbas percibir nada del exterior, sin sensaciones, solo acostado allí, donde habías decidido descansar.  ¿Dónde estabas?. Fue entonces cuando aquel ruido te sacó de tus cavilaciones. Era un timbre, podías estar seguro de que sí. Un timbre. Te costó algún tiempo procesarlo. Luego el repiqueteo sobre la ventana y el frío. La lluvia, había lluvia allá afuera. Luego las sombras sumiendo el sitio.

Había sonado el timbre del sitio donde estabas... pero no estabas seguro de nada más... excepto quizás de que la lluvia caía allá afuera.

- Muy bien Joseph, gracias. - le dijo sin mirarle siquiera - Bajaré en unos minutos. Asegurate de que estén cómodos. - sentenció con un gesto de su mano para que el mayordomo se marchase.

Iba a ser una noche inquietante, lo mas probable es que acabase con una recepción con el principe, pero no descartaba la posibilidad de un intento de venganza personal a manos de Kingsley. Así que necesitaría ir con ropa idonea.

Se arregló con un traje de chaqueta, con chaleco; y unos mocasines sin tacón, de hombre. El pelo recogido tras su nuca, le daba una apariencia de pelo corto bastante masculino, que se apoyaba en la ropa y el calzado que había elegido. Recogió una pistola de 9mm que guardaba en el cajón superior de su mesa de estudio, colocándose la funda en la cadera, el bastón bajo el que guardaba un estoque pasó a su mano izquierda mientras abría la puerta para descender al salón donde la esperaban. Estaba lista, lista para morir de manera definitiva si era necesario, pero si se daba el caso; se llevaría a alguien con ella.

- Buenas noches caballeros... - saludó mientras bajaba las escaleras y llegaba al salón - Espero no haberles hecho esperar demasiado. - terminó con una sonrisa, tomando asiento entre ambos y apoyando el bastón a un lado del sillón.

Refugio de Samantha Branno, Filadelfia. 8:55 pm

Las tinieblas recaen sobre Filadelfia, y al mismo tiempo la lluvia parece desatarse, llevas algún tiempo tratando de estar conciente, mientras la bestia susurra a tu oído que está hambriento. Sientes como tu vitae no es suficiente y se agota, sientes hambre... los instintos básicos parecen forcejear contigo por el control de tus actos. Esa horrible, horrible sensación.

Mientras afuera... la lluvia golpea las ventanas, incesantemente. Puedes percibir la sombra de la figura pétrea e inmóvil de Samantha, sumida en su letargo aún.

Hace frio además, el regugio de Samantha no hace mucho por proteger de la temperatura... y la noche ahora reinante, traía malos augurios. Entonces, lo oíste.

Primero fue un sonido indescriptible, distante, electrificante, y luego empezaste a percibirlo, pudiste darle nombre. Un teléfono sonaba, sonaba, aunque algo lejano. En el segundo piso quizás. Ese impulso fue suficiente para sacarte de tu sueño, para que recuperaras la conciencia por completo, más no el control. La bestia no parecía dispuesta a darte tregua esta noche. Y al parecer no sería la única.

Samantha no se había despertado aún.

Su ceño se encuentra fruncido, sus ojos miran hacia arriba mientras que varias arrugas aparecen en su nariz y sus labios. La bestia lucha por salir hacia la superficie de su cuerpo y eso no es algo que él iba a permitir. Sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro al despertar, su Sire, su refugio, su casa, un sonido... el teléfono.

Sus músculos se tensaron al intentar levantarse y una mueca de ¿dolor? ¿asco? apareció en su rostro. Tal vez era fastidio. Estaba un poco harto de toda esta situación y no era algo que estaba en sus manos, por lo menos por ahora, para que se solucione rápidamente.

El hambre no lo dejaba pensar con claridad. Su Sire, la casa, el teléfono. Muy lentamente, se obligó a arrastrar los pies hasta donde se encontraba el teléfono, y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, levantó una mano y lo cogió, para llevárselo a la oreja.

¿Diga? Fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

Me incorporo lentamente de mis sueños para quedarme un momento sentado en el lecho. Recorro con la vista la habitacion ajena de toda familiaridad, y escucho el tiempo afuera chocar contra las percianas...estas noches me agradan. Decido incorporarme y encontrarme con mi anfitriona, para esta hora debe estar despierta ¿Donde estan mis modales de huesped? pienso de manera jugetona. 
Me acerco a la puerta y giro la perilla lentamente para ver el pasillo que antes recorri igual de impecable que antes. Desando el camino y me dirijo hasta la sala de los muebles antiguos, con la esperanza de encontrar a alguien.

Lawrence Cramer estaba bastante más elegante que días anteriores, un traje oscuro junto con un perfumado especial, una corbata amarilla de corte Italiano, y parecía haberse peinado un poco más, pero el aspecto de un hombrecillo sin mucha presencia, y manipulable. Está el solo y no se ha sentado. Erik, se encuentra silencioso, también de pie. Como esperándote. Ambos te miran y parece que tu inusual indumentaria de la noche ha captado su atención. En especial el bastón que portas, como posible arma, y que tan inocente se ve ahora.

-Ejem...- dice Lawrence mientras da un paso al frente, se acomoda los lentes -: No lo suficiente al parecer, pero creo que ahora no importa. Lauren, esta vez he venido con algo de preocupación y decepción. Esperaba encontrar una noche tranquila y cómoda, en la que pudiera hacerte una visita ocasional y recoger mi pintura, para colgarla en mi refugio, ya lo sabes, un hombre con buen gusto, es un hombre que sabe lo que quiere, es un hombre seguro!... o bueno, en nuestro caso un vástago, lo sabes bien querida Lauren- las parrafadas de Lawrence siempre tenían inicios similares, parecía un pequeño autómata. -: Pero esta mañana he recibido una llamada directa desde el Elíseo, comentándome que debía recogerte a tí, y a un invitado que hospedas aquí mismo, para escoltarles de inmediato a una audiencia con el Príncipe, y heme aquí, sin saber demasiado al respecto y esperando que tu tengas una buena explicación para esto Lauren... que tendrás que irme haciendo mientras nos dirigimos hacia mi auto. Por favor, llama a tu invitado, no queremos hacer esperar a Edmund Langley, por supuesto que no!- dijo mientras daba un paso al frente.

Erik tan solo abre los ojos desde su posición, parece que él también tiene algo que decir, pero con la presencia de tu sire, no se ve demasiado animado o lanzado.

Das varios pasos sobre el pasillo y abajo oyes otros pasos. Guardas silencio y puedes oir la voz de tu elegante y refinada anfitriona, saludando... así que parece que después de todo, alguien ha llegado.

Buenas noches caballeros... - era un tono formal, de saludo, bastante elegante y educado, como parece propio de ésta vástago Ventrue - Espero no haberles hecho esperar demasiado.

-Ejem...- Se oyó de alguien -: No lo suficiente al parecer, pero creo que ahora no importa. Lauren, esta vez he venido con algo de preocupación y decepción. Esperaba encontrar una noche tranquila y cómoda, en la que pudiera hacerte una visita ocasional y recoger mi pintura, para colgarla en mi refugio, ya lo sabes, un hombre con buen gusto, es un hombre que sabe lo que quiere, es un hombre seguro!... o bueno, en nuestro caso un vástago, lo sabes bien querida Lauren- era un tono masculino, bastante refinado y algo extraño, parecía una voz forzada a ser dura, y al mismo tiempo con un tinte aburrido, empezando casi con una veborréa moral. ¿Quién sería el interlocutor de la querida Lauren Rienne? -: Pero esta mañana he recibido una llamada directa desde el Elíseo, comentándome que debía recogerte a tí, y a un invitado que hospedas aquí mismo, para escoltarles de inmediato a una audiencia con el Príncipe, y heme aquí, sin saber demasiado al respecto y esperando que tu tengas una buena explicación para esto Lauren... que tendrás que irme haciendo mientras nos dirigimos hacia mi auto. Por favor, llama a tu invitado, no queremos hacer esperar a Edmund Langley, por supuesto que no!- terminó aquel hombre. Así que después de todo, había esta noche una cita en el Elíseo, y tu eras el invitado de Lauren Rienne.

Subes por las escaleras, tambaleándote, casi arrastrándose, apoyado contra la pared, no te fijas mucho en el lugar, ves el pasillo y un pequeño directorio en el suelo sobre el que está el Teléfono sonando desde hace bastante tiempo. La bestia ruge con firmeza, parece no estar muy contenta... y lucha, porque el hambre parece guiar ahora tus impulsos... sientes esa sed de sangre creciendo, y por ahora, aplacarla e ignorarla funciona, aún recuerdas que eras humano, no eres un asesino... solo estás condenado...

Descuelgas la bocina, y oyes silencio durante unos instantes, tu ¿Diga? parece rebotar contra un inexistente interlocutor, y no hay respuesta del otro lado...

- ¿Hablo con el vástago Edward L'strange no es así?- una respuesta masculina, metalizada por efectos del aparato resuena en tus oídos finalmente. Puedes sentir que eso hace despertar un poco tu suspicacia, una llamada recién entrada la noche, tus músculos tensados... tu bestia esperando algo de sangre, y ahora tu nombre en el teléfono...

En las alcantarillas de algún barrio, Filadelfia. 8:47 pm

Las gotas caén, lentamente sientes la humedad que ahora llega hasta tus tobillos, y los murmullos de la noche se agudizan, se multiplican, hay varias goteras en algún lugar, un golpeteo constante en otro sitio. Entonces piensas... abres los ojos, y la oscuridad te hace difícil percibir cualquier cosa, pero el olor es indicador inmediato de que estás en aquella alcantarilla en la que te refugiaste del día.

Un chillido llama tu atención, en el crecido flujo de las aguas residuales, nada una Rata hacia adelante, pasa de ti, parece que se mueve con alguna dirección fija en su cabeza. Muy cerca de allí, observas una pequeña filtración de luz, casi imperceptible, junto con una caída constante de gotas, en un chorro débil. La tapa de la alcantarilla, por allí, se filtra el agua de lluvia del exterior, esta noche el frio logra afectar tus sentidos de vástago.

Una noche más en Filadelfia... y las preguntas en el aire de la oscuridad, parecen materializarse, se hacen sólidas, pesadas, como esa incertidumbre sobre lo que sucederá.

Es correcto. Dijo Edward. ¿Con quién tengo el placer de hablar? Continuó aún con corrección.

La sangre le hervía dentro del cuerpo. La poca sangre que tenía... la Vitae... necesitaba más pero ahora no era el momento de pensar en ello. Ahora era necesario estar calmado y con los sentidos alertas.

L´strange no reconoció la voz del teléfono, aunque había dicho su nombre, su apellido y sabía que era un vampiro, no la reconoció. ¿Quién podría llamar al número de su Sire? ¿Quién podía saber que iba a ser él el que respondería al teléfono? ¿El Príncipe? No... no lo sé...

-: No es importante- respondió la voz del otro lado de la línea. Luego otra intervención sin lugar a una réplica -: Tiene esta noche a las 10 en punto una audiencia con Edmund Langley en los salones del Elíseo, los mismos que visitó en la madrugada de hoy, señor L'strange- dijo la voz con un tono protocolario, como si estuviese leyendo una invitación y no hablando contigo en términos cordiales.

-: No vaya a llegar tarde señor L'strange, puede acompañarle su Sire Samantha Branno, pero no hay garantías de que se le permita el acceso a la audiencia. Se le estará esperando, no lo comente con nadie más.- Y finalmente, sin mediar una respuesta o réplica, el tono de marcado llegó del otro lado, y te quedaste escuchándolo un rato.

Los formalismos del Elíseo y la burocracia vampírica, al parecer no te habías equivocado al pensar que serías citado tarde que temprano ante el príncipe de la Filadelfia a responder por lo sucedido la noche anterior. Y había sido temprano.

Muy temprano. Ni siquiera me había peinado... ni alimentado... ni nada.

Desandó sus pasos hacia el cuarto dónde se encontraba su sire y miró la hora. Todavía tenía un par para poder presentarse de manera correcta ante el Príncipe, pero no estaba seguro que era lo que debía decir. No le habían dado tiempo alguno para qué pratique lo que tenía que decir frente al Príncipe y eso lo ha dejado descolocado.

Por suerte, L´strange es lo bastante inteligente para salir del paso en una situación así, pero frente al Principe Langley nunca se sabe lo que puede pasar.

...

Desando el camino hasta mi habitacion sigilosamente, alli espero un instante y vuelvo a dirigirme hacia el lugar con aires de desentendido, no quiero que piensen que pude haber escuchado su conversacion. Lauren parece haber estado metida en intrigas contra la toreador...que interesante...

Miro a la rata tras levantarme, haciendo sonar y crujir mi cuerpo. -Más vale pajaro en mano.....- Susurro antes de ir por ella y cogerla para "desayunar". Que mejor alimento para esta no vida de infierno que me ha tocado vivir... Sonrio mientras me encamino afuera de la red de alcantarillado, quiero que el viento de la noche, refresque mi cara, me lave de los pestilentes olores del subsuelo. Hoy tengo que volver al museo de arte, el Eliseo, y preguntar por aquella mujer....

-Espero que este mi baby, sino... Alguien morirá, y esta vez, no trataré de contener a la bestia.....- Pienso mientras subo los escalones excitado.

- Lawrence... Lawrence... Lawrence... - caminó hacia el cainita que le dió su no-vida con cierta mueca de enfado - Tu halo de simplicidad, no puede engañarme. - se señaló frenando en seco frente al vastago - Llevo tu vitae, - le explicó acariciando con su dedo indice izquierdo la parte central de su torso - tu esencia recorre mi cuerpo muerto desde el día en que me creaste. - susurró con el ceño fruncido y su mirada fija en la de él - Sabes, - sentenció apoyando sus manos en el respaldo de uno de los asientos del salón - anoche, cuando Amanda Kingsley me acusó de ser la asesina de su ghoul pensé, - tomó aire para exhalarlo con cierta melancolia y aire de decepción - que locura. - negó con la cabeza - ¿Como iba mi creador, mi "padre", a enviarme como cabeza de turco a tal desfachatez? - preguntó encogiendo sus hombros al tiempo que extendía sus manos en cruz - Y sigo pensando en ello... - asintió sin variar en su postura - Vamos Erik, tenemos que reunirnos con el Principe de la ciudad. - señaló con un gesto hacia el garaje, donde estaba su vehiculo - Seguiremos tu coche, Lawrence y, espero tu apoyo incondicional ante Langley. - terminó por decir caminando hacia su coche y no hacia el de Lawrence.

Cuando bajas, recuperándote un poco del estremecimiento que te produce la bestia, encuentras a Samantha, está de pie, al parecer acaba de despertarse al igual que tu, si silueta en la oscuridad es perfectamente distinguible, así como el silencio que produce la falta de funciones vitales de ambos.

Pasa algún tiempo antes de que oigas la voz de tu sire, mentora y amiga.

-: ¿Era quien creo que era?- preguntó simplemente. Su voz sonaba extraña, distante, algo triste quizás. No podías ver el rostro de ella, la penumbra sumía sus facciones, y seguramente sería mejor así. Apenas comenzaba la noche, y la primera noticia no era la mejor. Edmund Langley era implacable, era un vástago de modales refinados y filosofías antiquísimas, que le gustaba tener todo bajo su control. Había sido poco lo que habías podido tratar con él en tu presentación, pero a pesar del apremio con que evacuó tu asunto entonces, había meticulosidad en sus tratos.

Ahora, tratándose de un asunto como este, era evidente que las cosas cambiaban radicalmente, los rumores de los castigos y las represalias del príncipe eran fuertes en ciertas épocas, en especial cuando había desapariciones, marchas... y detrás, se encontraba una historia de descuido e irrespeto hacia la cabeza de la camarilla en Filadelfia...

La rata chilló, tratando de contraatacar sin ninguna posibilidad, clavas tus colmillos, mientras ahora se le escapa la vida, los ecos del animal se pierden por entre las apestosa alcantarilla, hasta apagarse, en el mismo silencio. La sangre, sabe asquerosa, a mierda, a suciedad, tu bestia no parece nada satisfecha y un sinsabor recorre tus sentidos, mientras una tibia gota de sangre se escurre de tus labios. Te provocaba escupirla, pero era algo al menos.

Finalmente decides salir del agujero, las gotas empiezan a mojar tu ropa y el frío se introduce por tus sentidos, sin calarte, sin afectarte, pero si reportándote aquello que apenas recordabas de tus días de humano.

Retiras la tapa, y de repente, el torrente de la lluvia cae empapando tu rostro. Por un instante un pensamiento atraviesa tu cabeza... un auto... revisas a ambos lados, para luego percatarte que ha dejado... de llover?

Pero ves el pavimento mojado, la lluvia cae en todas partes, excepto sobre tí. Luego, dos piernas largas y negras. Hay un hombre que sostiene una sombrilla sobre tu cabeza...

El sujeto está vestido de traje. Te observa fijamente, está poco mojado y sostiene una sombrilla roja sobre tu cabeza, esperando a que salgas.

La escena llama la atención de algunos transeúntes, que se detienen a cubierto para observar lo que sucede. Notas que detrás del sujeto hay un auto negro, donde hay dos hombres más. Y que atrás tuyo hay dos sujetos más serios, que parecen guardar la misma compostura que el que ahora sostiene la sombrilla y evita que te mojes.

-: Señor William Danton, se le solicita su presencia en los predios del Elíseo, para una audiencia con Edmund Langley, tendrá que acompañarnos- casi parecía susurrarlo con cuidado. Luego sacó de su bolsillo algo, una placa.

-FBI, queda detenido- dijo en voz más alta, como si hiciera parte del teatro.