Partida Rol por web

Aleph tardó unos segundos en comprender todo lo que había ocurrido. Junette ya no estaba. La chica sonriente y estudiosa, siempre intentando ayudar, voluntariosa y amable... Había desaparecido. Y Damien la había seguido, derramando su vida por las losas que ahora sujetaban su cuerpo moribundo. Dos almas se extinguían, volvían al flujo de almas. Y puede que las suyas no tardaran en seguirlas

Y aún así, tras unos segundos se irguió en toda su altura, como si de repente hubiera recuperado las fuerzas. Sus cuernos ahora eran perfectamente visibles, su tercer ojo estaba abierto. Y, en su visión, la catedral era un nido de oscuridad y muerte, solo desafiado tímidamente por un pequeño foco de luz. Un foco de luz que ahora captaba la atención de todas esas sombras. Y ahora, solo cuatro defensores se alzaban ante la destrucción: Elías, Fiona, Vicent... Y él. Eran la última esperanza

Y morirían antes de perderla

Ver caer a Damien hizo que Fiona rompiese a llorar. Dos de sus seres queridos acababan de caer frente a ella. La albina ya había acumulado un poder demasiado grande para poder retenerlo en su interior. Fiona cayó junto a su hijastro y se echó encima como si quisiera protegerlo. Jules la miró, serio, y levantó el estoque para matarla a ella también. Elías se acercó a ellos a grandes zancadas para intentar evitarlo, pero no fue necesario.

Fiona cerró los ojos y de su nuca brotó una línea de luz. Su pelo alborotado y níveo se movía en todas direcciones como si un viento huracanado hubiese entrado en la Catedral. La criatura luminosa de su interior hizo que Jules se tapase los ojos, deslumbrado. Aleph e incluso Celeste tuvieron que cerrar los ojos para hacer lo mismo, pues tal era su resplandor.

-Es el final. Se acabó -dijo Fiona con voz serena.

Cuando abrieron los ojos, aquella cosa de luz sin forma estaba atacando al Jorosh corpóreo que se acercaba a ellos. El guerrero oscuro intentó espantarlo como se haría con un pájaro insidioso, pero no lo consiguió. Rugiendo de rabia y ahogado por la luz, implosionó en un millar de jirones de oscuridad. La garra que se asomaba desde el pozo se convulsionó de dolor y desapareció. El pozo se cerró con un estallido luminoso y, de repente, sólo quedó la oscuridad.

-¡¡NOOOOOOO!! -gritó Jules echando a volar en dirección al círculo de invocación. Ya no había ni rastro de Jorosh. No había señales de energía mágica siendo acumulada en aquella zona. Ni rastro de los guardianes. No había nada.

El Ebudan se volvió hacia sus hermanos y antiguos aliados con los ojos inyectados en sangre. Nunca antes se le había podido ver tan enajenado. Gritaba de tal manera que parecía que se hubiera vuelto loco.

-Habéis... Habéis destruido... ¡La única oportunidad que teníamos! ¡Podíamos ser libres! Vosotros... ¡habéis hecho que todo sea en vano!

-¿Todo? ¿Los asesinatos? ¿Las trampas? ¿Las mentiras? -Elías hablaba entre dientes, con rabia. Tenía los ojos llenos de lágrimas mientras sujetaba a su hermana inconsciente para que no cayera al suelo-. ¿Todo eso es en vano ahora, Jules? No te das cuenta de que nada de eso habría ocurrido si no lo hubieras intentado, ¿verdad?

Celeste se mantuvo impertérrita en el aire sintiendo que todo por lo que había luchado era en vano. La caída de Jorosh había propiciado que el yugo que pendía sobre las criaturas mágicas volviera a atarse más fuerte que antes, pues esa salida había sido sellada.

El trabajo de Jules, el trabajo de Mateo había terminado.

El Ángel empezó a reunir su magia en su interior, tratando de conjurar un último hechizo. Y a la vez, la voz de Aelea dominaba su garganta, pronunciando su último discurso. El tono no era el de Celeste, pero eran sus labios los que se movían.

-Esto no es una victoria. No os engañéis. Han muerto muchos para que vuestro bando tuviera éxito. El demonio ha desaparecido sí, y gracias a eso, las muertes de cientos de personas en Kharn. Vuestros actos han hecho que esas muertes sean en vano, que no tuvieran un objetivo en su existencia.

Sí, podía parecer cruel, pero el verdadero objetivo era liberar al mundo de la opresión y la tiranía de la ignorancia, de los falsos mitos. Todo esto es real, y nadie lo sabrá... nunca. Muchas otras empresas han costado vidas, y no por ello se las considera malvadas. La guerra es así.

Y el conocimiento es el bien más preciado de todos. Ahora, vosotros habéis conseguido que el mundo se suma en la ignorancia. La inquisición nunca será desafiada, y su poder y sus garras asolarán el mundo.

Pero, al menos lo que capto a entender, todo ha acabado. Jules, detente por favor, no derrames más vidas en vano. Las anteriores tenían justificación, si ahora matas, será simple asesinato. No te dejes llevar por la ira, no les des la razón. 

Aelea hablaba cada vez más alto.

Y tú, Minnotorgon. Esta vez parece que has vencido, aunque en esta ocasión me parece justo. La victoria vuelve a ser por la mínima, y ahora hemos llegado a tablas. Celeste también ha comprendido lo que sentiste al matar a Lucian, y... sólo trataba de protegerte, aunque con ello... te perdiera. Las tornas han cambiado, pequeño. La situación es la misma.

Un cierto tono de afecto tintó las últimas palabras, como si Celeste comenzara a mezclar su conciencia con la de su alma. Las lágrimas empezaron a correr por la mejilla de la peliazul, como si un dique que no pudiera soportar el peso del agua se fragmentara en mil pedazos.

Te quiero Aleph. Te amo. Y espero que sepas perdonarme, al igual que yo te perdonaré a tí.

Aleph miró a Celeste, en silencio. No dijo nada

Pero también lloraba

Al final, la conexión se restableció entre los dos

¿Victoria? No, esto no es una victoria. Es una derrota, amarga como las lágrimas que ahora recorren nuestros rostros. Espero que algún día lo comprendas, pequeña. Espero que algún día puedas entender que todo lo que dices es humo entre delirios. Espero que comprendas que no necesitas pedirme perdón, pues no te guardo rencor... Ni soy yo el que debe perdonarte. Pero ese día no será hoy. Has elegido tu camino, y yo ya no puedo seguirte por él

Soy incapaz de hacerte daño. Vete

Sus palabras fueron como el restallar de un látigo, aunque en ellas solo había tristeza. No dijo que la quería, pues esta ya lo sabía, y hacerlo solo habría hecho el proceso más doloroso. De nuevo, elegía el deber sobre el corazón. Puede que, en realidad, los jayanes no fueran tan testarudos como siempre se había creído

Pero el corazón de Aleph estaba roto en mil pedazos... Otra vez

-¿Perdón? ¡No hay lugar para tal cosa! -barbotó Elías-. Acabas de asesinar a mi prima. Y tú, monstruo, acabas de matar al hijastro de mi hermana. Han sido demasiadas muertes como para que puedas marcharte sin más. Ninguno de los dos. Aleph -Elías se volvió hacia el Jayán con aire suplicante-. Por favor, ayúdame. Sólo tú puedes luchar conmigo para derrotar a mi hermano. Si no quieres volverte contra Celeste no te obligaré. Pero Jules... Jules ha llegado demasiado lejos.

Aleph miró a Elías

Jorosh ha sido vencido, Elías. ¿Es posible que Jules vuelva a resucitarlo? ¿O quieres pagar muerte con muerte, por la vieja ley del ojo por ojo? Se giró hacia Jules Si le matáramos, seríamos como él. Jules se enfrentará a la justicia de los hombres, y si es necesario pagará por sus crímenes, pero no será una venganza, ni un acto de rencor, ni siquiera un castigo Volvió a mirara a Elías, aún con lágrimas en los ojos Te ayudaré a atraparlo, si lo deseas, pero no toleraré que lo mates en mi presencia

Tozudo hasta el final

Jules prorrumpió en carcajadas.

-¿Cómo pretendéis atraparme o juzgarme siquiera? -Se posó en el lugar donde Jorosh había estado a punto de ser invocado y miró su estoque ensangrentado-. Soy más que un humano. Soy invencible. No podéis hacerme ningún daño. Y sabed que voy a luchar hasta la muerte... ¡las vuestras! Habéis echado por tierra diez años de planificación. No voy a dejaros salir vivos de aquí. Así que... ¡en guardia!

Aleph frunció el ceño, y miró de nuevo a Jules. Aún caían lágrimas por su rostro

¿Más muerte, Jules? ¿No has tenido suficiente? 

Desenvainó su Ram Dao y comenzó a concentrar energía

Sea, pues. Has perdido toda conexión con la realidad

Aunque seguía mirando a Jules, sus palabras ya no iban dirigidas hacia él

Celeste no sufrirá ningún daño, Elías. Nosotros tres nos encargaremos de Jules, pero ella permanecerá intacta. Esa es mi condición

Absurdo, pues era fácil adivinar que Aleph no permitiría a Jules seguir matando, por mucho que alguien rompiera el trato. Parecía más una súplica que una verdadera imposición

Vincent se concentró en Jules una vez más y el Ebudan sufrió una convulsión. Trastabilló y vomitó sangre, pero no se detuvo. Continuó su avance hasta Aleph.

Aleph vio como Jules se acercaba a él a gran velocidad, como un rayo que volara a ras del suelo. Intentó interponer el Ram Dao, pero era demasiado lento...

Demasiado tarde...

Jules se coló buscando un hueco en la defensa de Aleph y le clavó la punta en un costado. El metal se abrió paso por entre sus entrañas y salió de nuevo, limpiamente.

Ugh...

Aleph retrocedió, sintiendo un molesto sabor metálico en la boca. La herida dolía, pero una voluntad de hierro puede actuar como el mejor de los sanadores, en tiempos difíciles. Y no cayó

Di Quiu

El aire pareció ondularse alrededor de Aleph por unos instantes, pero este no se movió. Sin embargo, sí que cerró los ojos por un momento: Aunque los otros no lo vieran, estaba conectando con la tierra que había bajo sus pies, la misma que, a partir de ese momento, le ayudaría a contrarrestar la ominosa velocidad de Jules. Baldosa y barro, aire y carne, todo era uno, y ese uno se unía a Aleph en comunión, tal y como su maestro le había enseñado tiempo atrás

Puede que Aleph fuera lento. Pero la misma tierra estaba con él

-Elías, no he pedido tu perdón. He implorado el de Aleph, porque he sentido lo mismo que él cuando mató a Lucian. Tienes que hacer algo, porque tus ideales te obligan a ello, aunque sabes que con eso, casi seguro te ganarás el odio o el resentimiento de por vida del ser al que amas.

Mateo también sabía eso.

Celeste seguía concentrando su magia en su cuerpo, recogiendo la energía antigua ahora liberada de su prisión tras frustrar la convocatoria de Jorosh.

-Jules, por favor. Detente en tu locura. No tiene ningún sentido matar ahora.

-Por favor Jules, detente.

Simples pero directas, las palabras de Celeste penetraron en la mente del Ebudan liberando un mensaje muy simple. No eran necesarias más muertes, si realmente quería mantener su credibilidad, no tenía que seguir actuando así.

-¡¡CÁLLATE!! -gritó Jules atacando una vez más.

Esta vez, vio venir el ataque... Pero no pudo defenderse de él. Jules era demasiado hábil, y sus fintas demasiado elaboradas. Aleph se sentía torpe y pesado, y ni la energía que regresaba a su cuerpo podía ayudarle a sobreponerse al dolor que le causaban los contantes embistes de su enemigo. El gigante siempre había sido un muro de roca, manteniéndose erguido ante tormenta y mareas, pero incluso los muros más resistentes acaban por derrumbarse. Y ni la sorprendente capacidad de Aleph para mantenerse inmutable ante heridas que harían desfallecer a otros iba a servirle ahora

Jules era un enemigo al que no estaba seguro de poder superar

Y, sin embargo, seguía luchando. Pues Aleph no era de los que se rendían