Partida Rol por web

Cuando Celeste entró en la Catedral, su alma de Sylvain se vio estremecida por el aura que envolvía todo en aquel lugar. La mortecina luz del exterior se filtraba a través de las cristaleras, tornándose de colores irisados. Habían encendido las primeras lámparas. No había misa hasta más tarde, de modo que los únicos presentes eran los prelados y monaguillos.

Todos estaban muertos.

Como si de una aparición se tratase, Jules había descendido de los cielos desde la cúpula superior. Celeste pudo imaginárselo. Los sacerdotes, sobrecogidos, habrían alabado a su Dios... para acabar ensartados por una espada. Sus cuerpos yacían tirados aquí y allá, desangrándose lentamente, mientras Jules caminaba de vuelta a la nave central desde la puerta ahora cerrada.

Su hasta entonces hermanastro, visto de cerca, resplandecía con la luz de mil soles. Su piel se había tornado más pálida, al igual que su pelo, y sus ojos azules parecían glaciares. Sus alas luminosas brotaron de nuevo de su espalda al ver llegar a la hechicera y de un salto se impulsó hasta el centro de la catedral, frente a ella.

-¿Vienes a detenerme? Te advierto que cualquier intento será inútil. Ahora soy invulnerable.

Celeste cerró los ojos, y convocó los poderes luminosos que dormían en su alma. Su cuerpo también se iluminó como si albergara en su interior una estrella tratando de escapar. La peliazul brillaba con una luz también cegadora, y voló sin tocar el suelo hasta detenerse a varios metros de distancia de Jules.

No quería acercarse demasiado, no quería que su ex-medio-hermano se preocupara. Venía en son de paz. De hecho, sus intenciones eran demasiado oscuras para lo que había hecho hasta ahora. Venía a cambiar de bando... eso... si es que existían bandos. 

Los siete círculos, Mateo, Jules, ellos... la situación era realmente confusa. Mateo y los siete círculos eran enemigos pero tenían el mismo fin. Aleph, Junette y Damien tratarían de parar a Jorosh y a Jules... ¿A qué bando se estaba afiliando ahora?

-Tranquilo, hermano. No busco pelea, y menos contigo. Tus palabras me fascinaron.

Siempre te he visto como alguien que no teme usar los medios necesarios para llegar a un fin. Eso es lo que hacemos en esta familia. repitió con voz queda-

-Vengo a ayudarte a terminar tu tarea. 

Silencio

-No me preguntes el porqué, te lo voy a dejar claro. Aleph, me ha traicionado, y de la manera más horrenda posible. Lucian era mío, y me lo ha arrebatado. Le odio.- dijo con furia- y le amo. ¿Matar al ser que amas... porque debes hacerlo? Me suena tan... Lazarus...

-Me temo que no somos hermanos. Primos, a lo sumo. -Jules sonrió de medio lado-. De todos modos, ¿crees que voy a tragarme que has desertado en el último momento? ¿Tú, que estabas tan apegada a ese hombre, por algo así?

Jules levantó la espada cubierta de sangre.

-No soy estúpido. Si estoy aquí ahora es porque he calculado cada uno de mis movimientos cuidadosamente. ¿Vas a intentar apuñalarme por la espalda, Celeste?

-Por algo así... ¿¿¡¡¡¡POR ALGO ASÍ!!!??

La voz de Celeste tronó en la catedral, y hasta la luz que salía de su cuerpo parpadeó notoriamente. Jules se atrevía a menospreciar lo que había sentido.

-¡¿¡¿Te parece poco?!?! Toda. Toda mi puta vida esperando ese momento. Calculando, investigando, tratando de encontrar el paradero de ese hombre, de poder atraparlo y en contra de lo que sería natural, negarle sus poderes y dejarlo a mi merced. Hacer con él lo que quisiera.

La ira era evidente en las palabras de Celeste.

-Y contra todo pronóstico, ahí estaba, atado, y ciego gracias a mis habilidades. Le había vencido en su propio campo, usando los poderes que él mismo me enseñó a usar. Y, gracias a uno de sus artefactos, el brazalete, iba a poder negarle sus habilidades, encerrarle en un sótano y por fín. Vengarme.

Y no sólo por una vez, fueron dos las veces que ese ser echó al traste todo lo que había conseguido hasta el momento. Destruyó mi investigación, un estudio que habría supuesto un antes y un después en la historia. ¡Lo destruyó complétamente! La venganza alimentaba mi corazón. Pensaba que algún día lo tendría a mi merced... y ese día había llegado.

-¡Si no fuera por las acciones de Aleph esta mañana mismo me hubiera desquitado con Marianna! Pero no, le hice caso y le dejé hacer... sólo para que Lucian pudiera ser mío... ¡Y me lo ha arrebatado! Delante de mis narices.

-No, no es una minucia.

Respiró un par de veces. Antes de sentenciar.

-Es una venganza.

-No es una venganza.

Jules aleteó hacia ella. Envainó la espada y le tendió la mano.

-Es una obsesión.

Cuando Celeste la estrechó, notó que la mano de Jules estaba muy cálida, como cuando se acercan los dedos a una vela. El hombre sonreía viendo a una igual cara a cara, a una hermana de verdad.

-Nosotros estamos solos y nadie más puede comprender lo que nos mueve. Pero debemos hacer lo que debemos hacer.

Jules se dejó caer hasta el suelo y guardó las alas.

-Mateo preparó esto antes de morir. La Catedral de St. Nathaniel fue construida sobre las ruinas de un templo muy antiguo de la época de Sólomon. Aquí ha muerto gente para calmar la sed de dioses antiguos. Los cimientos son piedras negras, artefactos desconocidos y de gran poder. Como si el destino lo hubiera dispuesto, ésta será la nueva cuna de Jorosh... una cuna perfecta.

Elevó una mano con aire teatral.

-Nosotros estaremos protegidos aquí dentro, pero la misma Kahr será la leña que alimente la pira que traiga a Jorosh de nuevo. Mi padre descubrió que existen vetas mágicas por debajo de las calles de la ciudad. Las preparó para que yo pudiera invocar a Jorosh utilizando las miles de almas que viven ahí fuera. Como si fueran las venas y éste el corazón, darán la sangre necesaria para que regrese el demonio.

Todo está listo desde hace décadas. El altar será el lugar donde se realice la invocación. Los Guardianes están activos y lo único que necesitamos es empezar para que se active el mecanismo ideado por Mateo. Ellos siguen vivos, ¿verdad?

-Si te refieres a Elisabeth, María, Tristán y Silas... no puedo asegurarte el último. Si te refieres a Aleph, Junnete, Damien y Fiona, sí puedo asegurarlo.

Celeste también bajó hasta el suelo, y cerró las alas, quedándose estas plegadas en su espalda.

-¿Dices que en la catedral estaremos a salvo? Entonces... ¿dónde renacerá Jorosh?

-Aquí. Pero no seremos ofrecidos como tributo. Me refería a Aleph y a los demás. Van a intentar evitarlo. Es de esperar que entren aquí buscándome y traten de luchar. Yo haré lo que pueda mientras se completa el ritual, pero si somos dos podremos defendernos mejor.

-¿Quién sabe que estás aquí? Podría tratar de confundirlos.. enviarlos a otro lugar...

-Probablemente Fiona y Elías lo sepan o vayan a descubrirlo en breves. No me importa. Es mejor así. Prefiero que mueran frente a mí que en las calles agonizando. Además... me gustaría despedirme.

Jules echó a andar hacia el altar.

-Ya no pueden hacerne daño. Después de tanto tiempo... tantos sacrificios... tantas pesadillas. Por fin lo he conseguido. ¿Sabes lo que soy?

-¿Ya no pueden hacerte daño? ¿Qué quieres decir? ¿Qué... qué eres?

¿Mateo? ¿La encarnación de Jorosh? ¿Un ángel? ¿El diablo?

La mente de Celeste bullía en preguntas e hipótesis... la conversación estaba siendo reveladora.

-Los humanos no son los únicos que han caminado sobre la tierra. Ha habido otros antes. Los olvidamos. La Iglesia nos hizo olvidar. Hubo elfos de luz, elfos de oscuridad, gigantes con cuernos y una fuerza sobrehumana, seres sin rostro, elementales, ondinas, demonios... y ángeles.

Jules se colocó tras el altar y tiró al suelo los instrumentos cristianos de un manotazo.

-Aquellos ángeles de antaño murieron o fueron exiliados. El mundo se convirtió en un mundo de humanos. Los que quedaron atrapados en este lugar, al morir, sufrieron una pequeña transformación. En ocasiones, un niño humano nace con un alma de otro ser. Son los Nephilim. Yo soy uno de esos niños. Soy un Ebudan.

Sacó de su cinturón una daga y se hizo un corte en la palma de la mano. La hoja cruzaba la carne, pero no llegaba a cortarla.

-¿Lo ves? Los Ebudan tenían un papel en sus vidas. Podía ser más o menos importante, pero todos estaban obligados a cumplirlo. Todos sabían lo que debían hacer y entregaban sus vidas a una causa. Tenían tatuajes de luz por todo el cuerpo que les indicaban pistas. Y los sueños... Y la quemazón en el estómago... Yo también lo tuve. Las pesadillas atormentaron mi adolescencia. Nunca supe por qué, pero debía hacer algo. Veía cosas que no conseguía asimilar. Y entonces fue cuando Mateo me lo dijo. Iba a unir a Jorosh otra vez. Algo encajó en el fondo de mi mente. Ésa era la razón por la que estaba vivo. Al activarse el Cuarto Guardián yo... Sencillamente trascendí. Ahora soy lo que siempre debí ser. Mi yo completo, mi alma en paz.

-¿Sueños extraños? ¿Sueños tan reales en los que crees que eres alguien que no eres? Dejabùs contínuos, sensaciones de que algo lo has vivido. Sensación de que hay algo más dentro de tí que no eres tú... que eres algo mucho más antiguo...

Celeste no pudo hacer más que abrir los ojos mientras esa información entraba en su mente. 

-Yo... yo también los tengo.

Cogió la daga de Jules, y la pasó por su mano. Pero instantes antes, su brazo se tornó intangible, liberando el poder enseñado por Lucian. El cuchillo atravesó la mano sin herirla.

-Yo... ¿quién soy?

-No lo sé -admitió Jules-. Pero una de las cosas más importantes de la vida es saber quién eres... y actuar al respecto. Yo soy el villano de esta historia y lo admito. No he tenido ningún remordimiento a la hora de matar a otra gente. He conspirado contra vosotros y contra mi familia. Hice que Elías lo perdiera todo y que exiliasen a Fiona con su matrimonio forzado. Asesiné al hombre que intentó matar a Elisabeth. Invoqué al monstruo que se presentó en casa la noche en que activé a Sandor. Mentí, torturé y maté. Pero a diferencia de Mateo, yo no me arrepiento. No voy a vivir torturado para siempre por mis acciones. Un inmortal no debería hacer eso.

Cuando todo esto acabe, cuando se reinicie la guerra por el mundo y la Iglesia se colapse al regresar Jorosh, yo cogeré a Elisabeth y me iré lejos de aquí. Me aseguraré de que viva bien el resto de sus días y de que nadie le haga ningún daño. Y mientras en este lugar los cristianos paguen por sus pecados contra nosotros, los sobrenaturales... yo seré feliz.

-La noche en la que casi mueres, si no hubiera sido por nuestra ayuda.

Ahora todo cuadraba. Es lo que había sospechado Celeste y lo que Junette y Fiona se negaban a creer. Sin embargo... mentiras, traiciones, embustes... su vida anterior se podría resumir en las mismas palabras. Manipulación de los demás para obtener un fin, el fin que deseas y que necesitas. 

Tu destino, en el caso de Jules, o tus ambiciones, en el caso de Celeste. Exceptuando las muertes, no había sido tan distinto. Y, pensándolo fríamente, la muerte era solo el siguiente paso. No había sido la primera vez que se lo planteaba, de hecho, se había propuesto que Jules muriera accidentalmente. Pero eso era por la herencia. No había nada más irrelevante en ese momento.

-Mentiras... toda una telaraña de mentiras tejidas por una araña que medía cada paso a su alrededor. Rodeada de pájaros tratando de comérsela y con pocos aliados. No ha tenido que ser fácil Jules.

No tardó en pensar en el oro negro. Su investigación fallida. También hubiera matado por conseguir datos, por conseguir una pieza.

-Oro negro. ¿Te suena esa palabra? También tejí mi propia telaraña para conseguir información sobre él. Yo misma leí tomos en bibliotecas olvidadas descifrando entre líneas. Malversé fondos dedicados a otras investigaciones para poder obtener más datos sobre él. Incluso podría haber llegado a matar por conseguir una sola pieza de ese metal preciado.

Pero mi red fue destruída. Destruída por los siete círculos.

Celeste miró a Jules a los ojos su intenso brillo azulado combinaba con el cabello suelto del ángel. Acercó su faz hacia la de su hermanastro, mientras la acariciaba con su mano derecha. Era cálido...

-Te entiendo Jules. Te entiendo mejor de lo que crees. 

-Es una obsesión.

Y le besó.

Jules dejó que Celeste pusiera sus labios sobre los suyos, pero no tardó en volver la cara y dar un paso atrás.

-Nunca he estado muy interesado en las mujeres -dijo-. Nunca me ha interesado nadie, en realidad. No es algo que me importe demasiado.

No estaba enfadado ni molesto; sencillamente daba una información.

-Empecemos ya.

El Ebudan cerró los ojos y apoyó las manos sobre el altar. Comenzó a concentrarse y, de pronto, todo empezó a vibrar.

-Jules, ¿puedo pedirte algo antes de comenzar? Si es que tienes el don, ¿podrías prestarme energía? De lo contrario, no creo que pueda luchar con libertad. El combate contra Lucian y Horos fue brutal, y ya recuerdas el de Dregar. Casi no lo contamos si no es por que desbordé mis poderes.

-Mientras estás así, ¿podrás luchar tú? De lo contrario podrías prestarme la espada.

Si Jules no accedía, el combate contra sus compañeros sería realmente corto... solo podría dedicarse a correr de un lado a otro, tratando de que no le dieran. Aunque, debido a sus poderes de Némesis dudaba si Aleph y Damien podrían siquiera dañarla, no se fiaba de Fiona.

-Podré luchar, no te preocupes. Pero lo siento, no tengo el Don. Eso lo tenía Mateo. A mí me enseñaron a manejar los flujos místicos para traer a otros seres a este mundo. Sin embargo, incluso aunque pudiera, no podría darte ninguna energía. No puedo derrochar ni una sola gota.

El suelo empezó ser dibujado por unas líneas púrpura cargadas de energía mística. Se entrelazaban formando esquemas geométricos y absorbiendo la sangre vertida por Jules.

-Cuando esto comience, Jorosh se manifestará en el mundo. No tendrá ni una décima parte de su poder, pero luchará por liberarse. Ese eco nos ayudará a defendernos. Además, una vez se inicie, no podrá pararse. Mateo lo diseñó de modo que el sistema se alimente a sí mismo. La gente comenzará a morir y Jorosh hará el resto.

Celeste asintió con la cabeza. No sabía cómo, pero de alguna manera esperaba que de la energía necesaria para traer a Jorosh de vuelta ella pudiera robar un trozo para alimentarse. En caso contrario, sus habilidades del némesis servirían para no ser herida, pero no para mucho más. Si no puedes atacar, defenderte indefinidamete no es una estrategia. Al final se gastan los recursos.

-Entonces... ¿tendremos que luchar contra Jorosh mientras empiece a manifestarse?

Jules negó con la cabeza.

-Creo que no.