Partida Rol por web

-Y es por eso que debemos rescatarles- interrumpe Wallace. Todos le miran como si acabase de decir una tontería. Hay otro momento de incómodo silencio. -Vamos, hemos tenido que competir con la jerarquía para atraer wraiths a nuestra causa. Si no aprovechamos que los anacreontes están dispuestos a morder a los suyos para encontrarnos, entonces estamos perdiendo una gran oportunidad- todos parecen ahora pensativo.

-Es el momento de que los wraiths de Edinburgo se den cuenta de quiénes son sus tiranos.- y mira a Connor y a Elisa. -Y si vais a trabajar con nosotros, tengo un plan en el vosotros encajáis a la perfección. ¿Estáis de acuerdo?- y ahora hay expectativa entre los compañeros de Wallace. Rose mira sorprendida, Lucy parece algo incrédula y hasta Angus parece expresar algo de curiosidad. El único imposible de leer es Belford, y a pesar de ello, incluso él parece guardar silencio, esperando...

Al final empezaban a hablar de planes, aunque éstos fueran bastante locos. Rescatar a otros de las garras de un ejército numeroso y bien armado. Sí, seguramente a ella le hubiera gustado que la rescatasen de estar en la misma situación, y era consciente de que si Rose no le hubiera ayudado a escapar estaría presa con ellos. Pero arriesgar su vida de aquella forma era casi suicida, y nunca podría seguir buscando a su amada si la capturaban o mataban, si es que era posible.

Por otro lado, y aunque Elisa seguía priorizando su objetivo por delante de todos, no era de las que no le importara nada más que ella misma. Apenas conocía a aquellos que han sido capturados, apenas habló con ellos. Sin embargo, no le parecieron malas personas, y conocer los planes que Wallace tenía para ellos no le iba a hacer daño antes de tomar la decisión. Quien sabe, quizá hasta tendrían una oportunidad, y cuanto acabara la disputa entre ambos bandos, antes podría dedicarse a sus propios asuntos.

-Claro, ¿cual es plan?- dijo sin estar demasiado convencida en que le fuera a gustar.

¿Para qué negarlo? La respuesta de Belford, entre su intimidadora apariencia y su tono tenebroso de historia de terror, me hizo retroceder un paso aunque, casi de inmediato, y un tanto avergonzado, recupere mi posición tratando de aparentar una seguridad que estaba muy lejos de sentir. Carraspee con la garganta (grave error, recordando la herida), y añadí -Bien, bueno es saberlo.

Pero, como no podía ser de otra manera, la lista de malas noticias y horripilantemente absurdas revelaciones no hacía sino aumentar. La idea de que ese régimen pudiera haber arrestado a toda la población (¿podía siquiera llamarse población a una ciudad de cadáveres?) hizo que mi rostro se frunciera en un ceño preocupado. Realmente, por mucho que todavía no tuviera las cosas demasiado claras, eso hería mi más profundo sentido de la justicia. Y, además, me sentía en cierto modo responsable: a fin de cuentas, esas personas podían ser ejecutadas por mis acciones... bueno, "ejecutadas".

El sentido común me decía que debía escuchar primero las condiciones de mi papel, pero esta era una de esas ocasiones en las que el corazón no tenía costumbre de prestar a la cabeza. -Por supuesto- Respondí, rápidamente. -Es cosa nuestra, después de todo.

Total, todavía no estaba muy convencido de eso de que pudieran volver a quitarme la vida.

-Perfecto- dice Wallace, algo más entusiasmado. -Iré al grano. Quiero que os infiltréis en la ciudadela, disfrazados con uniformes de la Legión Siniestra-. El silencio parece tensarse indefinidamente hasta que finalmente es Lucy la primera en hablar.

-¿Estarás de broma, no? ¡Son unos yogurines!- exclama extendiendo la palma para señalar a Elisa y a Connor. -Sin ofender... pero es la verdad. Sois unos Infantes- exclama en protesta.

-Y por eso son perfectos. A nosotros nos conocen ya, nos buscan. Incluso si moliáramos nuestros rostros, sabéis que nos pueden detectar con facilidad. Pero Connor y Elisa son completamente nuevos. Nadie les conoce de este lado y por lo que saben en la Ciudadela, están escapando todavía. Nadie les reconocerá- explica con franqueza. Esta vez es Rose quien reacciona.

-Pero joder... no llevan ni un día muertos. ¿Quieres darles los uniformes, mandarlos a la ciudadela, y que se las apañen? ¿Por qué nos los tiramos a un Nihil, y nos cagamos en sus muertos. Es más fácil, si me preguntas- dice ella, bastante ofuscada.

-La ventana de oportunidad es corta. Si queremos liberar a los Wraiths que han detenido hoy, tenemos contadas horas antes de que les envíen a las fundiciones en Estigia.- y se gira hacia los novatos. -Está en vuestra mano. Es peligroso y el riesgo es alto, pero podríais salvar a mucha gente de...- dice, pero guarda silencio antes de terminar la frase.

-... de algo peor que la muerte- completa finalmente Belford, con un tono ronco. -Angustia eterna, ser derretidos lentamente y transformados en agonizante ectoplasma.-

Su primera misión no era una fácil, más bien lo contrario, un suicidio. No sabían nada del nuevo mundo que se les mostraba entre sí y se les pedía que se infiltrasen. Estarían perdidos y después de eso, ¿quién los salvaría a ellos si los atrapaban?

-¿Creéis que funcionará? Como dice Rose somos unos novatos, aún sigo sin comprenderlo todo muy bien, ¿no hay ninguna otra alternativa? ¿Contaríamos con algún apoyo o ayuda?

Dejarlos a su aire sonaba atroz. No es que una parte de ella no quisiera salvar a las personas que acababan de capturar, pero realmente no les conocía tanto como para arriesgar todo por ellos. Por un instante miró al otro novato, Connor, como si buscara algo que la convenciera para darle fuerzas para hacer algo para lo que no estaba preparada.

Las palabras de Belford terminaron de convencerme. Decididamente, no podía cargar por toda la eternidad con ese cargo de conciencia, con no haber hecho absolutamente nada ante esa... bueno, ¿tortura eterna de ser convertido en ectoplasma? ¿De verdad?

Seguía sin enterarme de la misa a la media de la mayor parte de su charla, pero tenía la sensación de que ese era un problema que no se iba a solucionar precisamente en un par de minutos y, quizás, ese eran un tiempo que los rehenes ya no tenían. Wallace estaba en lo cierto, y teníamos que actuar ahora que aún teníamos la oportunidad y la ventaja.

-Vamos, Rose, ¿no hablabas antes de dejar que te dieran una puñalada por otro? ¿Te preocupa que te quitemos el protagonismo?- bromeé, tratando de quitarle hierro al asunto y de no pensar racionalmente en lo que estaba haciendo. Captando la mirada de Elisa y comprendiendo (quizás demasiado bien) sus dudas, añadí, buscando no tanto el convencerla a ella sino el convencerme a mí -Venga, se han jugado el cuello por nosotros, no creo que se hayan arriesgado tanto para dejarnos morir a la primera oportunidad, ¿verdad?- pregunté al resto, un tanto retóricamente aunque no pude evitar mirarles a los ojos con un cierto temor, que en seguida aparté de mí sacudiendo la cabeza. -Además, el plan tiene sentido. Dudo que me hayan conseguido siquiera ver la cara y supongo que a ti tampoco. Si vamos disfrazados, ¿qué razón tendrían para sospechar? Y a propósito, ¿de dónde sacaremos los disfraces?- Pregunté, cayendo en la cuenta por primera vez.

Wallace mira a Elisa. Niega suavemente con la cabeza sin cambiar la expresión de su rostro. -Verdaderamente no lo sé. Pero no hay ninguna alternativa inmediata. No hay nada más que podamos hacer contando con tan poco tiempo.- y luego mira a Rose ante la última pregunta de la española. -Sí... hay algo que podemos hacer para ayudaros cuando estéis allí- los ojos de Rose se abrieron de par en par, en incredulidad, mientras Lucy negó suavemente en tranquilo desacuerdo. Sólo Belford y Angus guardaron silencio y no demostraron nada en relación a las palabras de su líder.

Pero la intervención de Connor logra aliviar la tensión un poco. El líder de los Renegados sonríe -¿No creerás que lo único que hacemos es sentarnos todo el día aquí a refunfuñar de la jerarquía?. Los uniformes los obtuvimos en franca lid, defendiéndonos de los agentes de la Jerarquía. Uno de los varios trofeos que hemos logrado arrebatarle a los estirados de la ciudadela- Rose sigue mirando a Wallace, como si temiese lo siguiente que fuese a decir. Éste le responde con una mirada tratando de tranquilizarle.

-Tenemos a alguien en la ciudadela ya. Un guardia. Normalmente no nos comunicamos salvo que sea absolutamente necesario. Tener un hombre en los distritos militares es una ventaja que no podemos subestimar...- Rose refunfuña escuchándole. -... pero creo que es el momento de darle buen uso. Si alguien puede daros una mano en la Necrópolis, ese es nuestro hombre- explica.

-Lucy, Angus, traed los uniformes. Debemos darnos prisa...- y mira a Belford. -¿Te crees que podemos darle una mirada rápida a sus sombras?- pregunta mientras el otro se gira para encararos.

-A decir verdad, no lo sé. Puede tomarme más del tiempo que tenemos- pronuncia lentamente el hombre de la máscara, como si cada palabra requiriese un gran esfuerzo. -Aunque es cierto que si sus Sombras se entrometen, podrían arruinar esto para todos...- dice mientras se acerca a Connor.

Los lentes oscuros de la máscara parecen ocultar una mirada que revisa con atención sus facciones, sus gestos, sus movimientos. 

-¿Os ha hecho algo vuestra sombra desde que estáis aquí? ¿Un movimiento involuntario? ¿Una frase inoportuna? ¿Una visión tenebrosa? Responded sinceramente- dice el enmascarado.

Elisa creía que Wallace intentaba convencerla de hacer la misón que les encomendaban. Ella aún tenía sus dudas, más sabiendo que aunque Wallace les dijo que tendrían ayuda se limitaba a unos uniformes aparentemente veraces y a un guardia que quizá les ayudara en última instancia. No obstante, Elisa sabía que si no demostraba ser de utilidad, prescindirían de ella. Quizá eso haría que tuviera tiempo de buscar a su amada, pero las posibilidades de que los centuriones la capturaran como a los otros eran muy altas.

-Supongo que acepto.

Su voz no indicaba demasiada convicción ni valentía, pero era una mujer que rara vez faltaba a su palabra. Si aceptaba, daría lo mejor de sí misma. Luego el hombre con el rostro oculto les habló de sombras. Debía ser la voz que oían, Elisa creía que podían ser alucinaciones o su propia conciencia. Pero al parecer era algo más.

- Yo...- no quería parecer una llorica ni ser una acusica, pero creyó que lo mejor era, como le pedían, ser sincera-... lo que llamáis sombra ha intentado minar mi valor, plantearme dudas. ¿Es eso normal? ¿hay alguna forma de acallar esa voz o convertirla en aliada?- de la forma en la que le había hablado le parecía difícil que pudiera darse alguna de las dos opciones. Aún así, los seres frente a ella sabían mucho más que Elisa sobre ese mundo, quizá la aconsejaran bien o le hicieran más fácil la convivencia con su "voz interior".

-¿Y por qué entre todos los presentes tiene que mirarme precisamente a mí?- pensé un tanto intimidado ante la figura de Belford. Y además, ¿cómo pensaba que le respondiera a eso si todavía no tenía del todo claro qué era exactamente esa famosa "sombra"?

Las palabras de Elisa, sin embargo, me hicieron reflexionar. Es cierto que también había escuchado algo... aunque no tenía nada que ver con lo que ella decía. Era difícil de explicar, especialmente cuando tu interlocutor llevaba puesta una máscara antigás que impedía distinguir un solo rasgo de su cara... pero suponía que tenía que hacer un esfuerzo, especialmente, si era tan importante que confiaran los unos en los otros.

-Yo no diría que tengo dentro una voz que me habla...- mascullé, un tanto confuso -Creo recordar haber oído una carcajada cuando salté desde lo alto del edificio, pero nada...- hice memoria, y añadí -...aunque, me parece que cuando desperté, escuché algo que me decía que estuviera sobre aviso. ¿Es eso lo que es tan preocupante? La verdad, no sé exactamente de que es lo que hay que protegerse.

Belford escucha con atención a Elisa. Cuando esta termina emite un sonido ronco y alargado que se extiende a través de los pliegues de su máscara y se escapa con un estertor grave y metálico, más similar al ruido que haría un engranaje mal aceitado que a algo que pudiese producir una persona. Sin embargo, por la manera como se mueve el enmascarado, sospecháis que se ha tratado de una carcajada.

-¡Aliada!- exclama con su voz profunda. Entonces se gira y en lugar de ir hacia Connor, decide corregir su rumbo y acercarse rápidamente a Elisa. –Escúchame bien, niña- gorgotea mientras la encara –ese demonio que llamamos sombra conoce todo de ti. Sabe lo que tú sabes, tus temores, tus secretos más oscuros, tus debilidades. Y no dudará en usar esa información para arrastrarte al Olvido…- y una pausa refuerza el silencio sepulcral que parece suele acarrear sus intervenciones. -… y a nosotros con él. Considera si quiera la posibilidad de una alianza con tu Sombra, y no durarás más de un día aquí- y todos parecen estar observándolo.

-Creo que tengo el tiempo suficiente para revisarla a ella- resopla finalmente Belford. Wallace asiente y con un gesto de la mano, hace que Lucy le siga en dirección a la puerta que bloquea el acceso a las escaleras que llevan a la planta superior. Ambos desaparecen atravesando la madera. En el cuarto sólo queda Rose con el ceño fruncido y Angus, imperturbable.

Cuando Connor interviene, Belford se gira levemente. -¿Has leído a Baudelaire?- pregunta desde un susurro. –Alguna vez escribió que La mayor treta que pudo idearse el Diablo fue la de hacerle creer al mundo que no existía.- y aunque no había forma de saberlo, todo parecía indicar que los ojos tras los agujeros vítreos de la máscara, estaban fijos en Connor. –Considérate afortunado- espetó.

Pasan unos instantes y su cabeza se gira para mirar a Elisa. Luego vuelve a hablar. –Connor. Comparte tu suerte con Elisa. Voy a necesitar que la sostengas y que pongas mucha atención- ordena finalmente.

La Sombra, como la llamaban, la había atormentado desde que la oyó por primera vez. Era negativa, asustaba y parecía querer volverla contra ella misma exponiéndole dudas y miedos. Y ahora incluso podría hacer que le hicieran algo malo. Ella solo quería eliminarla o controlarla, cuando dijo de convertirla en aliada se refería a si se podía volverla a su favor, no al contrario.

-Yo... ¿váis a hacerme algo? ¿podéis hacer que esa voz se calle?- Nada le gustaría más que aquello, aunque desde luego no parecía que los medios fueran mejores que la enfermedad. Estaba asustada en ese momento.

Decirle a un recién muerto que se sintiera afortunado no me parecía el comentario más indicado, pero asentí con la cabeza, entendiendo que allí se estaba tratando un tema más serio de lo que me parecía en un primer lugar. Además, por alguna razón, parecía que Elisa se había llevado la peor parte, y no parecía estar demasiado agradecida por la atención del enmascarado, lo cual, sin lugar a dudas, era comprensible.

Me acerqué a ella, siguiendo las indicaciones de Belford, y le sonreí brevemente para tranquilizarla, aunque dudaba de que realmente pudiera serle de mucha ayuda. -¿Qué tengo que hacer exactamente?- pregunté, atento a las instrucciones del Perdonador.

-La voz nunca se calla- rompe el silencio desde el rincón la voz monótona de Angus. Su sola intervención parece arrojar una capa más de tensión a la situación.

-Lo que ha dicho Angus- refuerza Belford de nuevo. -Por ahora necesito medirla y asegurarme de que no tiene los medios para poneros en riesgo justo ahora. Después... bueno, ya veremos- dice el hombre mientras se gira hacia Connor. -Es simple. Hazte detrás de ella y sostén sus brazos. Aunque quiera cooperar, sondear una sombra no es nada placentero. Y castigarla es aún más difícil.- dice él, en tono magistral.

-Coopera en lo posible, y acabaremos más rápido. El dolor durará lo que tarde en hacer lo mío y luego podrás continuar como si nada. Si después de esto regresáis... - y hay un instante de pausa en su intervención, una inspiración profunda -...en una pieza y tu Sombra continúa siendo un incordio, con mucho gusto me haré cargo de ella- dice.

-Al turrón- ordena a Connor con su voz profunda, esperando a que se acomode.

-¿Sabes lo que es esto, no?- dice con tranquilidad la voz dentro de ti. -En las pandillas, cuando llega una tía nueva, tienen que marcarla entre todos. Ya sabes... la estrenan.- añade con aire autosuficiente.

-Te van a violar. Ya verás cuando baje Wallace con las cadenas y la cera, como se van a divertir contigo. Vas a hacer parte de los Renegados, te van a meter su membresía por la garganta...- añade socarrona.

-Y Connor lo sabe. ¿O por qué te crees que no ha dudado ni un minuto en saltar a restringirte-

Lo que iban a hacerle le aterraba. Belford ya le daba miedo de por sí, y que necesitara que la sujetaran no le daba mejor espina. y entonces la volvió a oír. Su voz no quería que le hicieran eso. Era la señal que esperaba.

-Por favor, hacedlo rápido.

Se mantuvo, aunque nerviosa, quieta y dócil. Si dolía, era mejor que seguir oyendo ese ser que vivía, o eso parecía, para atormentarla.

Las palabras de Belford sonaban demasiado a tortura como para hacerme sentir a gusto en mi papel, pero viendo que Elisa acepta la decisión (aunque tampoco parecía que, en cualquier caso, tuviera mucha opción de negarse), tragué saliva o, más bien, hice el gesto y le sujeté los brazos desde atrás. Desde luego, la joven mostraba una gran presencia de ánimo al mantenerse tan serena ante semejante situación, y no estaba muy seguro de haber podido hacer lo mismo en su lugar. Como mínimo, la palabra "castigar" me producía todo salvo buenas vibraciones.

-Estoy listo- Informé a Belford, una vez que la inmovilicé. Me habría gustado poder añadir alguna frase de ánimo para ella, pero tenía la mente en blanco y, sabía, todo lo que dijera iba a sonar terriblemente falso, por lo que lo dejé correr.

-Castigar una sombra requiere algo de sacrificio del paciente...- comienza diciendo Belford, y en cuanto Connor se pone en posición, abre su abrigo buscando algo. -... nada es gratis de este lado.- dice con una respiración profunda, mientras saca una pequeña caja oscura que pone sobre el suelo. Parece una pequeña lámpara con refuerzos de hierro, con cristales completamente oscuros, como si estuviesen llenos de tinta.

Luego saca un estuche de tamaño mediano de otro de sus bolsillos interiores. Sus ojos son imposibles de seguir y el silencio con que empieza a producir sus materiales le otorga un aire respetable, casi quirúrgico. -... voy a extraer la Angustia de tu sombra. Su combustible.- dice mientras abre el estuche, extrayendo una jeringa de casi dos palmos, con una aguja especialmente larga y gruesa. Su máscara parece enfocarse en Elisa.

-Una vez realice esto, tendrás algunos días de tranquilidad. Con suerte, varias semanas. Pero si quieres mantener a raya a tu sombra, deberás someterte a esto con cierta frecuencia.- la jeringa está vacía. El pistón está al fondo. Belford la sostiene con la mano derecha, mientras lleva la mano izquierda a la camiseta de la española, y con poca ceremonia, la levanta hasta dejar descubierto la piel blanquecina de su pecho.

Con un rápido movimiento, introduce la jeringa como si clavase una daga, introduciendo muy profundamente la aguja. Y con fuerza, empieza a halar el pistón, mientras un líquido negro y oscuro comienza a llenar el envase de la misma. -La tengo...- susurra Belford, y su voz se siente algo esforzada.

El dolor es fuerte al principio. El metal de la aguja se siente frío y hace estremecer tu interior con ferocidad. Luego comienza la succión, lenta, mientras pareciera que estuviese aspirando todos tus órganos internos a través del pequeño tubo de metal, causándote un intenso y desagradable dolor que se va extendiendo por todo tu cuerpo.

Hay un grito de dolor desde tu mente, como si estuvieses gritando, pero sin lograr materializar aquello. Era como si tu cabeza estuviese quejándose a medida que aquel icor negruzco iba llenando la jeringa, y te iba debilitando poco a poco. Sin embargo, nadie parecía moverse para ayudarte, nadie parecía preocupado, y lentamente ibas llenando la aguja de Belford...