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Ofrendas Ardientes

Cap. 1 - Los héroes de Sandpoint

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31/01/2011, 19:34
Director
Sólo para el director
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09/02/2011, 11:06
Director

Kaddok vio llegar al sheriff con un goblin atado y amordazado, al que agarraba de los pies como si fuese un pollo.

- Buen trabajo, muchacho - palmeó la espalda del shoanti con fuerza, Kaddok sintió que la herida que Minvant había curado volvía a abrirse. - Has peleado bien, la próxima vez procura que no te atraviesen con una de esas navajas, cubre tus espaldas, pero manten los ojos en todas partes - el sheriff no tenía ni un rasguño, pero toda su armadura estaba llena de sangre goblin.

Minvant observó desaparecer al noble y se acercó hasta Rictor.

- Gracias - musitó, dándole un fuerte abrazo. Rictor creyó que se desmayaría por el dolor. - Oh, lo siento. Deja que te ayude como muestra de gratitud - frente a las negativas del iomedita, la sacerdotisa trazó unas líneas invisibles en la herida, cuatro rezos y cuatro estelas de color azulado sirvieron para cerrar la herida y que esta dejara de doler. - Ya está - comentó sonriendole abiertamente.

Ivtolt volvió a silbar con los dedos llamando a sus cachorros. Tras unos angustiosos segundos, vio aparecer a uno de ellos, herido, pero vivo, que corrió hacia su amo y se le tiró encima, lamiéndolo, igual que los otros tres lobos, que acabaron tirando al suelo al monje de tanto entusiasmo. Incluso en desaparecido lobo de la mañana hizo acto de presencia, era el que peor aspecto presentaba, trayendo en la boca un brazo goblin con el arma aún agarrada que dejó a los pies de Ivtolt y se sentó, esperando que su amo le felicitara por su buen trabajo.

Shawn encontró poca cosa de los cuerpos goblins, armas pequeñas, arcos diminutos, ni siquiera las flechas de sus arcos servían como virotes para la ballesta. Reunió trozos de comida, piedras y calderilla en forma de monedas de cobre, un botín pésimo.

- Voy a ver que nos pueden decir estos pequeñajos - dijo levantando al goblin, que se removió con toda la fuerza que tenía, hasta ponerse morado.

La gente empezó a salir de sus escondites, el grupo se disgregó rápidamente, cada uno a dónde se le necesitaba. Minvant y Rictor marcharon hacia dónde el padre Zantus, sus acólitos, la curandera Hannah y algunos campesinos ilesos montaban un improvisado hospital de campaña con todos los heridos, los más graves y los más leves. Otro grupo se encargó de retirar a los fallecidos de las calles. Kaddok acompañó al sheriff mientras este reunía a todos sus efectivos y pasaba revista de los soldados que quedaban. Después se encargaron de contar a los goblins muertos, los vivos y al atardecer, otro grupo de aldeanos empezó a retirar los cuerpos de los asaltantes y a lanzarlos a una gran hoguera. La noche llegó demasiado deprisa, Laetitia ayudó a Minvant y a Rictor, hasta que ya no quedó nada que hacer. Ivtolt regresó al cementerio después de curar como mejor pudo a sus cachorros. Dorlam llevó a los niños de vuelta a la escuela y se reunió con Ilsoari, con el corazón encogido pasaron revista de los niños y adolescentes, para alivio de los dos magos, no faltaba ninguno.

Minvant intentó en un par de ocasiones hablar con Laetitia, pero el trabajo de los heridos se lo impidió, y le rogó que al menos si podían, por la noche hablarían del ataque y de algo que a la sacerdotisa le preocupaba. Shawn fue registrando uno por uno los cuerpos goblins antes de que se los llevaran, pero con los mismos resultados. Volver al Dragón era arriesgado, que le viera el sheriff más todavía, por lo que optó por una taberna local. En cuanto entró, los aldeanos reunidos levantaron sus jarras en honor al héroe y lo invitaron a una ronda, todo eso después de darle las gracias efusivamente por haber derrotado a los goblins.

Al caer la noche, el sheriff mandó a Kaddok al Dragón Óxidado a descansar. Durante la tarde habían interrogado a los goblins capturados, para sacar poca información o confusa. Balbuceaban desconocer el nombre de su líder, por más que el sheriff y sus ayudantes insistieron, ninguno conocía el nombre, tan solo que era un "pataslargas" como ellos. Dijeron que otro grupo de goblins había actuado en una misión secreta en el cementerio, pero desconocían el cometido de esa "Misión Secreta"

- ¡Era secreta! - se defendieron todos y cada uno de los goblins.

El ataque se había hecho desde dentro, alguien había introducido un carro en el interior de la ciudad. La misión de los goblins era matar, quemar y saquear todo Sandpoint, sin distinción. La puerta norte no estaba forzada, ni indicios de que alguien la hubiese abierto por medios mágicos. Los goblins no tenían conocimiento de nada más.

Cuando el ayudante salió a la calle y respiró el aire nocturno, se encontró rápidamente rodeado por un grupo de aldeanos que lo felicitaban por su hazaña, era un héroe que había salvado Sandpoint de la destrucción. Así llegó al Dragón Óxidado, dónde los habituales alzaron sus jarras en su honor y Ameiko le guiñó un ojo invitándole a la mejor cena que podía cocinar y que ella sabía que era la favorita de Kaddok. Para colmo de males, Foxglove estaba allí y se sentó en su mesa, entusiasmado con la visita.

Dorlam enseguida se encontró asaltado por los alumnos de la escuela. Decían estar orgullosos de él, de que fuera un alumno de la escuela, un Héroe de Sandpoint. Ni siquiera las advertencias de Ilsoari para que dejaran en paz al lanzador de conjuros sirvió para que niños y adolescentes lo agobiaran hasta la extenuación.

- Laetitia, querida... - dijo el padre Zantus acercándose a ella. Apretó sus manos con fuerza. - Hay algo que debes saber... acompañame, debemos ir a ver al sheriff...

Minvant se les unió, por petición de la bardo. Rictor marchó al Dragón para encontrarse la misma escena que Kaddok, el joven Foxglove corrió hasta él y volvió a saludarlo, pidiéndole que se sentara en la mesa para compartir la cena, mientras el ayudante del sheriff empezaba a perder los nervios.

La bardo acompañó a Zantus con el corazón en un puño, Minvant le daba ánimos, ninguna sabía lo que pasaba y Zantus se negaba a hablar hasta que no hubiesen llegado al cuartel. Una vez frente al sheriff, este dio un rápido vistazo a las dos muchachas y luego sacerdote, como esperando que él hablara, pero Zantus no lo hizo. El shoanti clavó sus firmes ojos en la bardo y habló claro.

- Laetitia, el cuerpo del padre Ezakien Tobyn ha sido robado del cementerio...

- Los goblins han profanado su cuerpo y han robado sus restos... - remató el padre Zantus.

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09/02/2011, 11:10
Laetitia Desnae

El jefe goblin habia muerto... ¡había muerto! – Maldito goblin... con lo que le costó caer y ahora va y se muere...

La bardo golpeó con frustración el pecho hundido del goblin y se levantó – ¡Mierd... – un desconocido llegó hasta ella y, con los ojos llenos de lágrimas, la abrazó - Muchas gracias, mi señora, me habéis salvado la vida...

La bardo se quedó inmovil... no salía de su asombro. Si en aquel momento hubiera aparecido una vaca lila a topos verdes volando por el aire no se habría quedado más sorprendida - ... P... pero... pero... – era lo único que llegaba a articular mientras miraba a un lado y a otro, totalmente confundida. El hombre se separó para mirar al resto.

-¡Gracias, gracias! ¡Nos habéis salvado a todos! ¡Habéis acabado con los goblins! – dijo, y fue entonces cuando Laetitia pudo mirarlo y reconocer al noble que se había escondido tras el carro. Saludó efusivamente a los clérigos y al ayudante del sheriff. La bardo seguía mirando asombrada – Pero de donde habrán sacado al tipo este...

- ¡Sois héroes, habéis salvado la ciudad! ¡Héroes! ¡Hablarán de vuestra proeza! Me encargaré de que vuestra hazaña llegue incluso a Magnimar ¡Héroes!... – se giró de nuevo hacia ella, que debía seguir con una cara de asombro digna de un poema no menos reseñable que el relato de la defensa de Sandpoint - Soy Aldern Foxglove, señora, un placer.

- De los Foxglove de Magnimar supong... – comenzó a responder, tratando de salir del estupor, pero el noble, que parecía que le habían dado cuerda (seguramente un efecto secundario de la emoción del ataque y la adrenalina que no había podido descargar) seguía hablando sin cesar - Ah, por favor, me encantaría charlar con vosotros, invitaros a una comida, una cena, lo que sea... ha sido increíble. Sé que tendréis muchas cosas que hacer, me hospedo en el Dragón Óxidado, por favor, si os pasáis por allí, me encantará hablar con vosotros... - ... y se marchó contándoles a todo el que se cruzaba la heroica defensa de Sandpoint mientras les señalaba y gesticulaba

Por otro lado, llegó el sheriff con un goblin atado y amordazado, cogido de los pies, como si fuera un granjero que habia cogido un pollo. La imagen era tan surrealista que en otra situación habría provocado más de una risa (a pesar de la fama del shoantí y su carácter), pero en aquel momento, Laetitia seguía aturdida. Mientras el sheriff intercambiaba unas palabras con su ayudante y el otro shoantí se reunía con sus lobos, Laetitia se apoyó en el carro que poco antes había tratado de mover, ayudando a sus piernas, que ahora le temblaban, a sostenerla en pie. Miró a su alrededor... la sangre, muerte y destrucción no ayudaron a que se tranquilizara. Un poco más allá, el camarero del Dragon oxidado registraba a un goblin y Minvant se abrazaba a Rictor... apartó la mirada al sentir una punzada en el corazón y por lo que escuchaba, que murmuraba la sacerdotisa supo que estaba sanabando las heridas del iomedita.

La gente comenzó a salir de sus escondites y se movilizaron con gran velocidad para hacer las tareas que había que hacer. Kaddok acompañó al sheriff, Minvant y Rictor fueron con el padre Zantus a atender a los heridos, Dorlam se había ido ya hace rato a comprobar si los niños estaban bien, el shoantí de los lobos había ido a investigar donde se habia metido el lobo que se habia perdido y regresado con un brazo de goblin... hasta el (ex)camarero de Ameiko había ido a hacer sus cosas, fueran las que fueran... pero ella no, no se había movido, seguía apoyada en aquel carro, con la mirada perdida y los ojos humedecidos luchando por contener las lágrimas... y solamente se movió cuando, tras avisarla tres veces, un aldeano la sacó de su ensimismamiento al cogerla del brazo y apartarla mientras otros dos movían el carro a un lugar donde no molestara.

Apoyó la espalda en la pared y miró al perro de caza de Aldern, que había defendido fielmente a su amo hasta el final y no había obtenido ni una simple mirada por recompensa por parte de su dueño. Era un animal espléndido, noble y leal, que en otra situación habría brillado con luz propia, pero había acabado solo y olvidado, con su fidelidad traicionada... las lágrimas rompieron el dique que su voluntad había construido y corrieron por sus mejillas. Recomponiéndose como pudo, se acercó a los restos del perro, y sabiendo que el joven Foxglove ya no le recordaría más pasó la mano por su cabeza - Vale que habrá que morir un día... es duro pensarlo, si, hay que decirlo bien... – comenzó a decir con un nudo en la garganta. – ¿Los héroes de Sandpoint? - se preguntó mientras se secaba las lágrimas – ¿Qué héroe se queda llorando sin saber que hacer, apiadándose por un perro mientras hay heridos por todas partes?. La bardo se puso en pie y tras pedirle a un aldeano que retiraran el cuerpo del perro para enterrarlo en vez de quemarlo – Él también ha sido un defensor de Sandpoint, se merece algo mejor que ser quemado con los asaltantes a los que combatió – le había dicho, se dirigió hacia donde estaba el padre Zantus y el improvisado hospital de campaña en el que se atendía a los heridos, sabiendo que no solo había llorado por aquel perro.

El jaleo que había en la plaza era considerable y el trabajo desbordaba a los sanadores. Aunque Minvant trató de hablar con ella, un herido pidiendo ayuda o consuelo evitaba que cruzaran mas de dos palabras o una mirada... cosa que la bardo casi hasta agradeció, hasta que mas o menos consiguió reponerse (tener algo que hacer había ayudado en gran medida a mantener la cabeza ocupada y no pensar).

-Laetitia, querida... – la voz del padre Zantus acercándose a ella hizo que se alarmara por el tono que lo dijo. Sus temores se acrecentaron cuando la cogió y apretó sus manos con fuerza. - Hay algo que debes saber... acompañame, debemos ir a ver al sheriff...

No sabía que pasaba, pero era algo muy, muy grave a juzgar por las palabras y los actos del clérigo. Mil pensamientos, a cada cual peor, pasaron por su cabeza - ¡Ameiko! – Exclamó al fin, pero el sacerdote la tranquilizó diciéndole que estaba bien y sirviendo la cena en su taberna - ¿Entonces...? – preguntó, pero la negativa del sacerdote a responder, no hizo sino acrecentar sus temores y sus dudas. Comenzaron a caminar, y al pasar junto a Minvant, solamente pudo tomarla de la mano, a lo que la sacerdotisa respondió acompañándola a la presencia del sheriff dándole ánimos para que siguiera andando. – ¿Qué puede haber pasado para que esté asi?... nunca antes le habia visto de este modo... ¿no será...?... no... ¿y si...?

-Laetitia, el cuerpo del padre Ezakien Tobyn ha sido robado del cementerio. – Fue la parca respuesta del sheriff a sus ojos, puesto que ni siquiera se habia atrevido a formular una simple pregunta como ¿Qué ocurre?. Las rodillas amenazaron con no sostenerla y tuvo que apoyarse en Minvant para no caer.

- ¿Q... Qué? – fue lo único que alcanzó a preguntar. ¡No tenía sentido! ¿Por qué los goblins habían entrado en la ciudad para robar el cuerpo de su padre?... no, tenía que ser un error, buscarían comida, quemar cosas, saquear... pero...

- Los goblins han profanado su cuerpo y han robado sus restos... - apuntó el padre Zantus, confirmando las palabras del shoantí.

La bardo miraba boquiabierta a uno y a otro – No... no puede ser... ¿para qué...?... ¿por qué...?...

A medida que iba asimilando lo que los goblins habían hecho, todo el dolor, todo el miedo y toda la tristeza se concentraron en su interior transformándose en rabia. La cara de la bardo se transformó por completo en un instante. En sus ojos ardía una llama de ira que amenazaba con desatarse fuera de todo control. Apretando los puños y los dientes en un intenrto de controlarse, se giró hacia el sheriff - Donde... estan... los goblins capturados... ¿donde estan?

Cuando tuvo a uno de los asaltantes delante, la furia estalló y lo agarró del cuello, estrellándolo contra la pared - Que habeis hecho con el cuerpo de mi padre - dijo sin dejar de apretar los dientes

- No... no... nosotros nada... solo teniamos que escondernos en el carro y asaltar la ciudad cuando empezara el discurso, lo otro era una misión secreta... ¡misión secreta! - exclamó el goblin mientras trataba de zafarse de la presa y el resto de goblins coreaba - ¡Misión secreta! ¡misión secreta!

- ¿Para qué...? - comenzó a preguntar la bardo, pero un nuevo coro de voces chillonas gritando "Misión secreta" hizo que no acabara la pregunta.

- ¿Y como es que varias tribus se han unido para hacer el ataque?

El goblin pareció recobrar algo de orgullo y dignidad al escuchar esta pregunta y respondió - El rey de Thistletop, el gran Ripnugget ha unido las cinco tribus en una. Somos los más fuertes, somos los más...

- ¿Y dónde teníais que ir después del ataque? - La pregunta pilló por sorpresa al goblin que se quedó sin saber que responder. Miró al resto, que se encogieron de hombros, pero tras ser sacudido contra la pared consiguió articular un - No... no se. Supongo que a casa, y cada tribu a la suya... digo yo

- ¿Cómo entrasteis en la ciudad?... ¿Quién os ayudo?

A la pregunta de la bardo, un coro de voces empezó a chillar - ¡Pataslargas!

- ¿Quién es ese "Pataslargas"?

- Un pataslargas como vosotros, feo como vosotros y alto como vosotros - fue su unica respuesta. Era evidente que habían recibido ayuda de alguien del pueblo, pero... ¿Quién? Recordó algo del sueño que había tenido la noche anterior y, de nuevo, preguntó al goblin que tenía contra la pared - Ese Pataslargas... ¿tenía las orejas puntiagudas? - La pregunta los pilló por sorpresa. Tras un rato pensativos, uno de los goblins respondió afirmativamente y el resto lo confirmó, Pataslargas era un hombre alto de orejas puntiagudas. - No hay muchas personas en el pueblo que respondan a esa descripción... - dijo soltando al goblin - Tengo que irme - concluyó, y se marchó a paso rápido hacia el cementerio, seguida por Minvant que trataba de cogerle el paso y se detuvo ante la tumba abierta de Tobyn, junto a la de Nualia que estaba practicamente intacta. - ¿Estás bien? - preguntó la sacerdotisa

- ¿Bien? - Contestó alterada la bardo levantando los brazos - ¡¿Cómo quieres que esté bien?!... ¡han profanado la tumba de mi padre y se lo han llevado!... ¡Malditos goblins!... ¡Que Desna escupa en su suerte!... - al girarse y ver la cara que ponía la sacerdotisa se paró en seco, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo llorando - ¿Cómo quieres que esté bien? - consiguió articular cuando la sacerdotisa fue a consolarla.

Ya recuperada la calma, salieron del cementerio y Laetitia murmuró unas palabras arcanas mientras hacía unos complicados gestos... y tanto ellas como sus ropas se limpiaron casi al instante. - Es un pequeño truco que aprendí de una anciana varisia en uno de mis viajes - dijo a modo de explicación mientras se encogía de hombros, como si hacerlo fuese la cosa más normal del mundo. Se dirigieron al Dragón oxidado, donde parecía que todo el mundo estaba de fiesta. Abrazó a Ameiko al verla, alegrándose de que estuviera bien... asi que no pudo evitar que la arrastrara a una mesa pese a sus reiteradas negativas. Una mesa en la que parecía que estaban agasajando a Kaddok y Rictor y se había instalado tambien Aldern.

- Señor Foxglove, su perro... - un plato calientre repleto de comida traido por Ameiko la interrumpió. Luego hubo un brindis... y otro. Todo el mundo estaba celebrando la victoria... excepto ella.

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09/02/2011, 11:11
Dorlam Selt

Para un joven que había crecido siempre bajo la sombra de estar 'sólo' en el mundo, sin más lazos que los creados artificialmente cuándo fue acogido por Ilsoari, aquel baño de multitudes era algo totalmente nuevo e inesperado. A lo largo de los años, Dorlam se había ganado un nombre dentro de Sandpoint, era un chico conocido pero nada sobresaliente y se le identificaba siempre gracias a su maestro. Ahora todo el mundo parecía reconocerlo y el camino hacía la escuela fue realmente un suplicio agravado por la insaciable curiosidad de los niños, que constantemente inquirían sobre lo sucedido tanto en la plaza como en la puerta norte. Al cabo de unos minutos, las historias habían degenerado tanto que habían sido cientos los goblins que había caído muertos bajo el yugo de los 'héroes de Sandpoint'.

Durante el trayecto a la escuela, Dorlam no contó las veces que tuvo que agradecer cumplidos o las paradas a satisfacer la curiosidad de algún lugareños... sin duda un número mayor al conjunto total de veces que ya lo hubiera hecho a lo largo de su vida. ¿Así se trataban a los héroes? A buen seguro que era una vida a la que primero habría que acostumbrarse.

Tras hablar con Ilsoari sobre lo sucedido, el mago pidió permiso a su maestro para conducirse hacía el Dragón Oxidado de nuevo. Apenas había tenido tiempo de conocer a muchos de los integrantes del grupo que habían luchado codo con codo contra los goblins. Además, las varias heridas que Minvant había sufrido en el ataque preocupaban a Dorlam, ya que ella, además, era la llave para que el mago abandonara Sandpoint en busca de un nuevo destino en Magnimar. Ahora, tras los hechos acaecidos, es posible que su nombre fuera conocido en la ciudad y que hubiera más puertas abiertas para él en la gran urbe.

Todos esos pensamientos nublaron su camino de regreso al local de Ameiko. Al entrar allí, el calor y el gentío casi le hicieron dar la vuelta pero no se dió por vencido y atravesó la multitud de gente reunida devolviendo agradecimientos a completos desconocidos. Al final encontró la mesa donde varios de su compañeros ya estaban reunidos.

- "Esto es una locura... apenas se puede andar por la calle sin que te den las gracias por algo... espero que esto se pase pronto. ¿Alguna noticia interesante?"

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09/02/2011, 11:12
Rictor Lasanti

- ¡Perfectamente, ha sido grandioso lo que habéis hecho! ¡Y vos también, señora, vuestros poderes son increíbles!

Rictor asintió, sonriendo, pero con el extremo de su boca torciéndose en una mueca un tanto incómoda; se notaba que no le gustaba hallarse en una tesitura como aquella. Se preguntaba si esa sería otra de las pruebas que le deparaba su futuro, porque nunca había esperado que fueran tan... intangibles. Y el hecho de que alguien quisiera colocarle en un pedestal no le atraía demasiado. Ejercer la virtud de la modestia es más fácil cuando la gente no está presionándote, como es más fácil ejercer el ascetismo cuando no llueve estofado desde los cielos. Había leído esa comparación en alguna parte (y no sabía dónde), pero encajaba maravillosamente en la situación. Le distrajo levemente la muñeca, que se le había resentido en el último golpe al extraer el sable y el saludo más que efusivo le había recordado.

-¡Sois héroes, habéis salvado la ciudad! ¡Héroes! ¡Hablarán de vuestra proeza! Me encargaré de que vuestra hazaña llegue incluso a Magnimar ¡Héroes! Ah, por favor, me encantaría charlar con vosotros, invitaros a una comida, una cena, lo que sea... ha sido increíble. Sé que tendréis muchas cosas que hacer, me hospedo en el Dragón Óxidado, por favor, si os pasáis por allí, me encantará hablar con vosotros...

-Oh, no; en serio, no ha sido para tanto... -dijo, mientras se sacudía la mano.

Esto no va a ser bueno, pensó casi inconscientemente el religioso joven mientras el Foxglove, de la familia Foxglove de Magminar por lo que él sabía, iba predicando por todo el lugar las excelencias de aquellos "intrépidos héroes que le habían salvado la vida a gran riesgo de perder las suyas". A este paso lo iba a saber todo Sandpoint, y más con la versión sin duda magnificada y exagerada hasta la hipérbole que el noble iría contando por ahí. ¿Así nacían las leyendas? Ser el inicio de una leyenda... hunh. Qué honor. Y qué inconveniente, dado que lo que él pretendía era realizar un tributo silencioso; cierto que a Iomedae también se la reconocía allí donde iba por sus obras en servicio de las deidades, pero... él no era Ella. Diosa, no, y que nunca pensara aquello. No era sino un triste, egoísta e imperfecto mortal, una figura de barro que algún día no muy lejano volvería al polvo del que había salido. Y más le valía recordarlo si no quería perder la cabeza.

- Gracias

-¿Eh? De nadaaaaaarghhh! -dijo, sin poder haberse preparado para aquello debido al sorpresivo abrazo.

-Oh, lo siento. Deja que te ayude como muestra de gratitud. Ya está.

Al igual que él, Minvant disponía de la capacidad de obrar diversas muestras de favor divino, como su antes maltrecho toso podía demostrar. La calidez característica cambió el fuego que ardía en su estómago en una agradable tibieza y, casi inmediatamente, en su estado habitual. Respiró hondo, esta vez sin miedo al dolor que podía causarle, y agradeció a las deidades, y principalmente a la Diosa, aquella intervención que había sanado su cuerpo y que le permitía ahorrar su poder para auxiliar al prójimo. Sonrió mientras contemplaba una estampa poco imaginable momentos antes: la de los fieros lobos actuando como si fueran cachorros y arrojándose sobre el fiero shoantí, pero para lamerle y juguetear en lugar de atacarle.

-Muchas gracias.

Tocaba el interrogatorio. Desde luego que le hubiera gustado estar delante y saber palabra por palabra lo que tenía que contar el goblin, pero había asuntos urgentes que le reclamaban, y el deber tenía que ser forzosamente antes que su gusto. La mayoría de la gente estaba levemente herida, y los casos en los que los ciudados albergaban duda de que el individuo sobreviviera fueron muy pocos. Esto llenó de esperanza al joven (recordemos que tenía 20 años mal contados), pero al turno de la recogida de cadáveres esta sensación desapareció totalmente. Ardía de cólera en su interior por el hecho de que la gente inocente hubiera muerto por aquello. ¿Para qué servían sus esfuerzos, si la gente había muerto igualmente? ¿De verdad había alguien que se atrevía a llamarle "héroe"? ¡Ja! También a él le interesaba hablar con el grupo de los que habían intervenido, y especialmente con Laetitia y Minvant que se encontraban junto a él, pero por el momento estaban muy ocupados. No fue hasta caer la noche cuando, deslomado por el completito día, se dirigió al Dragón Oxidado, completamente solo, dado que Minvant y Laetitia habían tenido que acompañar al padre. debía tratarse, sin duda, de alguna ceremonia de enterramiento desniana; no se le ocurría qué más podía ser.

Nada más abrir la puerta, tuvo a bien disfrutar de otra prueba impuesta para demostrar su temple: si esperaba una cena ligera, tranquilidad para meditar y reposar enseguida, se encontró con el bullicio encabezado por el mismo Foxglove, que le arrastró a la misma mesa que un hastiado ayudante del sheriff. Podía llegar a comprenderle, sinceramente. había sido un día muy duro para todos. Tanto él como Kaddok tenían alredero un montó de brazos y gente animando y vitoreando, y ambos estaban bebiendo algo, en el caso de Rictor con expresión y ansias más bien comedidad, en comparación con el jolgorio general. No es que despreciara la fiesta, simplemente estaba muy cansado. Y no acababa de gustarle lo que había sucedido, era muy raro... fue entonces cuando entró Laetitia.

-¡Buenas noches! Creo que querrán que se una también a la fiesta y... -dijo, parando gradualmente y cambiando su expresión al notar la que tenía ella, cambiando su cara a una seria, de circunstancias- ¿Qué ha ocurrido? ¿Se encuentra bien?

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09/02/2011, 11:12
Ivolt

Todo había terminado ya, los goblins se habían retirado y los que no, habían muerto bajo los puños y las armas de los improvisados defensores.
Para alegría del monje todos sus lobos respondieron al llamado, algunos más heridos que otros, pero todos conservaban la vida y su salud no peligraba. Dasha era la que peor se encontraba pero parecía darle poca importancia a sus heridas, en cambio se acercaba altiva con el trofeo de guerra en la boca que arrojó a los pies de Ivtolt cuando se acercó lo suficiente.
El monje, que se había incorporado luego de la efusiva demostración de cariño de sus fieles compañeros, acarició la cabeza de Dasha mientras decía.

-Quédatelo. Has peleado con bravura igual que tus hermanos y hermanas.-

La loba volvió a morder el brazo, Ivtolt curó sus heridas lo mejor que pudo y luego todos se escabulleron discretamente hacia el cementerio mientras aquel hombre rico se ocupaba de dar las gracias al resto de los defensores.
Al llegar comprobó que la visión de su chamán había sido más que acertada y se maldijo por haber abandonado su puesto. Una tumba había sido abierta y profanada. Al acercarse Ivtolt comprobó sin sorpresa que en la lápida podía leerse el nombre “Ezakien Tobyn”. Como un relámpago la imagen de Tasha olisqueando los alrededores llegó a su mente.

-Me advertiste- dijo sosteniendo con la mano la calavera de lobo. –Me advertiste pero no escuché- el rostro del monje cobró dureza y hosquedad y su mirada se volvió vacua y meditabunda.

Se encontraba a punto de ir en busca de Kadokk cuando lo vio llegar junto al Sheriff y un tercer hombre al que desconocía, aunque si se lo pensaba bien, todos eran desconocidos en aquella ciudad.

-Se llevaron el cuerpo. El tótem me avisó, pero fui sordo a sus avisos- dijo con culpa. Luego se alejó para dejar que aquellos hombres llevaran a cabo un trabajo que no rendiría frutos.

Permaneció apesadumbrado el resto del día, lamentándose y pensando que hacer para reparar su error. Tiempo más tarde una de las mujeres que había combatido a los asaltantes junto a él se estremecía y lloraba. Fue incapaz de escuchar que decía pero comprendió que aquella tristeza también era culpa suya.
Pensó en acercarse y disculparse, incluso llegó a intentar incorporarse, pero comprendió que sería mejor dejar las cosas como estaban, al menos por el momento.

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09/02/2011, 11:13
Kaddok

El combate habia sido duro, y había estado a punro de morir por un descuido, más aún, por ese descuido casi muere otra persona para salvarlo. Sin una queja, ignorando sus heridas, se dedicó a ayudar al sheriff en su recorrida. Los daños eran considerables, el fuego había mordido toda la madera a su paso y si bien no se habia caido ninguna casa, los arreglos necesarios serían considerables.

Lo peor de todo fué el resultado de los interrogatorios, era evidente que los goblins habían sido apoyados desde el interior por un elfo, pero no había forma de saber más. El cuerpo del antiguo párroco había desaparecido y era evidente que todo el ataque había sido orquestado con la intención de facilitar el robo del cadaver. Y quizá lo más perturbador era la noticia de que las tribus se habían unido bajo un rey.

Llegó al Dragón Oxidado con los ánimos por el piso y el cuerpo en un grito, y si bien en un principio la recepción de Ameiko le levantó el ánimo, la presencia y el empuje de Foxglove lo hundió por debajo de su habitual humor. Ya se le hacía difícil ignorar a los locales con sus felicitaciones, el noble de Magnimar lo dejaba muy cerca de su límite, y realmente agradeció la llegada de los otros héroes. Poco a poco fue hundiendose en el anonimato, dentro de lo posible, dejando que los demás hablaran con el noble.

Tan solo se permitió resurgir un momento para agradecer nuevamente a Minvant y disculparse por ponerla en peligro, para luego volver a concentrarse en su plato. Por primera vez desde que había llegado a Sandpoint no se la pasaba espiando a Ameiko, realmente no se sentía con fuerzas para levantar la mirada.

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09/02/2011, 11:13
Director

En el Dragón Óxidado parecían haberse olvidado de la tragedía de la mañana. Al menos, los que estaban allí, no habían perdido a nadie, y celebraban la victoria que los Héroes de Sandpoint, ya nadie los llamaba de otra manera, habían conseguido frente a la horda de goblins que querían arrasar el pueblo. Kaddok intentaba mantener la dignidad dándo ocasionales tragos a su bebida, procurando mantenerse al margen de todo, Dorlam intentó entablar una media conversación para distraerse, Rictor sonreía con algo de nerviosisto y los tres, además de coincidir en que estaban vivos de milagro y que el pueblo exageraba, estaba desesperados por hacer desaparecer a Foxglove.

El muchacho estaba entusiasmado con los héroes, relataba a cualquiera que se acercara la hazaña de la mañana, mientras Ameiko servía más y más bebida, habiendo tenido que pedirle ayuda a la halfling Bethana Corwin, una de sus ayudantes de cocina. Mientras Foxglove hablaba, Laetitia llegó acompañada por Minvant y un nuevo brindis se lanzó en honor a las dos mujeres, cosa que enturbió más de lo que ya estaba el ánimo de la bardo.

- ¿Qué ha ocurrido? ¿Se encuentra bien? - preguntó Rictor. Sabiendo que Laetitia no podría contestar, Minvant se adelantó.

- No es buen momento - susurró, haciendole una seña de que después se lo comentaría, mientras se sentaba al lado de la muchacha y pasaba un brazo por sus hombros para infundirle ánimos.

- Señor Foxglove, su perro... - trató de decir Laetitia. Pero si Aldern la escuchó y la ignoró a propósito o simplemente no pudo oirla, Laetitia no pudo saberlo. El joven Foxglove se sentó delante de ella, al lado de Kaddok y la miró fijamente mientras sostenía sus manos.

- Oh, los héroes reunidos de nuevo bajo un mismo techo. Ameiko, una ronda gratis para todos, a mi cuenta, claro está

La gente gritó ¡Héroes! y volvieron a su cena.

- Señor... - carraspeó ligeramente Minvant, sabiendo que en esos momento lo último que necesitaba su amiga era que le pusieran las manos encima. - Eso es muy exagerado. No somos héroes - trató de explicar, cuando el gentío se hubo calmado.

- Ah, la modestia de los héroes - dijo con aire melancólico. Todos en la mesa pudieron asegurar que los ojos del Foxglove brillaron de emoción. - Así es como se comportan los héroes, con modestia. Todavía no sé como agradeceros que hayáis salvado este pueblo y aunque es menos importante, mi corta vida, que es la única que tengo - el chico sonrió de oreja a oreja, creyendo sus propias palabras. - Y así lo contaré en Magnimar, cuando vuelva en un par de días. Por cierto que allí en la capital, tendréis cama y comida si os decidis a visitarla. Mi casa es modesta, pero con gusto la compartiré con vosotros... - divagando como iba, Minvant miró a los presentes buscando ayuda, pero por sus gestos pudo deducir que ya llevaban horas allí aguantando la conversación de Aldern.

- ¿Alguna noticia interesante? - preguntó Dorlam, con tal de hacer callar al noble. Lo malo de todo aquello era que la taberna estaba a rebosar de gente y para escucharle, había que poner atención a sus palabras.

- Bueno... - comenzó Minvant, mirando a Kaddok. - ¿Lae? - preguntó a la bardo, tanteando. Sabía que no estaba de humor para contar aquello.

Notas de juego

El turno era cortito por que hay unas cuantas cosas para discutir. Aprovechando la vuelta de Sir Alex, he dado tiempo para que posteara, ahora que ya estamos todos, continuemos :P
Puesto que Shawn no puede estar en el dragón, podrá darse una vuelta por Sandpoint.
Ivtolt, como se queda en el cementerio, lo único que puede hacer es esperar al día siguiente, a menos que vaya al Dragón. El cuidador le dará la oportunidad de dormir en su choza, para que no lo haga al raso.
Los de la posada, a charlar un ratito.

 

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09/02/2011, 11:14
Laetitia Desnae

Foxglove había esquivado su pregunta con la habilidad que solo un noble puede poseer, animó al populacho reunido y se sentó frente a ella, cogiéndole las manos. El gesto la dejó sorprendida, y no pudo hacer otra cosa que mirarle con extrañeza. ¿De donde demonios habian sacado a semejante personaje? Parecía encantado de escucharse a si mismo, y no había nada que le preocupara más allá de su propia camisa ¿Es que le daba igual todo el dolor y destrucción que los goblins habian causado al pueblo y sus gentes?... la pregunta era trivial, casi tanto como la respuesta.

Con una habilidad que la bardo hubiera querido para si misma, comenzó a relatar la grandeza de los denominados héroes y como iban a ser conocidos en Magnimar - ¿Alguna noticia interesante? – preguntó Dorlam haciéndose escuchar por encima del gentío - Bueno... - comenzó a decir Minvant dubitativa, mirando al ayudante del sheriff antes de dirigirse a ella. - ¿Lae?

Dando un respingo, como si despertara de un sueño, la bardo volvió a la realidad retirando las manos y mirando a la mesa con un nudo en la garganta. Tras unos segundos que parecían horas, apretó los puños y respondió – Los… los goblins estaban… organizados. El lider de una de las tribus consiguió unirlas para el ataque – a medida que iba hablando, la voz iba tomando seguridad – y fueron ayudados desde dentro por… alguien que pronto descubriremos quien es, ya que tiene un rasgo bastante característico. – Alzó la vista para mirar a los “heroes de Sandpoint”, conteniendo las lágrimas a duras penas – Pero lo peor de todo es que el ataque no fue mas que una cortina de humo, una distracción… - poco a poco la voz se iba endureciendo cada vez mas – El que les infiltró en la ciudad tenía sus propios planes, y solo necesitaba que entretuvieran a todo el mundo el tiempo suficiente para llevarlos a cabo. ¿Podeis creerlo? Tanta crueldad, tanto miedo, tanto dolor, tanta muerte y tanta destrucción desatada por las calles… ¿todo eso para qué? – Miró a los sentados a la mesa, con una ira en los ojos que había hecho huir a las lágrimas - ¡Para escabullirse entre los gritos y la sangre hasta el cementerio, y profanar la tumba de un buen hombre muerto hace hoy cinco años! – terminó diciendo dando un golpe con el puño en la mesa.

- Mas le vale al “pataslargas” que les ayudó a entrar que le encuentre Hemlock antes que de lo haga yo…

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09/02/2011, 11:16
Shawn

La batalla había dejado muchos cabos sueltos con respecto a aquella invasión recibida, sin embargo Shawn no podía actuar y buscar respuestas de día pues el sheriff y su ayudante estaban dando vueltas por allí y no era recomendado que le viesen rondando las calles tras el altercado en "El Dragón Oxidado", por lo que decidió abandonar las calles hasta que la noche le diese amparo.

Su alojamiento fue una pequeña posada en donde la gente le gritaba con el pseudónimo de héroe mientras brindaban a su salud.

"Héroe, ¿acaso los heroes son aquellos que pelean por sus vidas? No (Shawn desechó el pensamiento aquel), Los héroes son hombres como yo, que lejos de combatir por salvar la vida, combaten por salvar vidas ajenas, como eran aquellos feligreses que se encontraban en la posada celebrando el poder estar vivos."

Shawn se quedó sentado el resto de la tarde cabilando aquella idea mientras apuraba el trago de la pinta de cerveza que había pedido, cuando ya la fiesta comenzaba en la posada, el pícaro se levantó de su mesa dejando un poco de calderilla que había conseguido sacar de los goblin y salió a la calle en busca de pistas.

Al llegar a la calle Shawn contempló con gran entusiasmo que poca gente quedaba dando vueltas pues aun temían que algún goblin quedase por allí, o esa era la impresión que le dió al pícaro, por lo que agradeció aquella ayuda y se fundió en las sombras para poder moverse sin miedo a que ojos ávidos se percatasen de su presencia y pudiesen incomodarlo.

Su primera parada tenía que ser la plaza, el emplazamiento ideal donde comenzar un ejercicio de distracción en busca de algo más importante. Aquello era como un ajedrez, y uno de los jugadores había lanzado sus peones en un sacrificio buscando un beneficio mayor, aquella jugada era una celada, pero ¿donde encontrar al artifice de dicha distracción?

Shawn tenía muchas cosas que investigar en la noche y no tenía que perder el tiempo en divagaciones que no le llevarían a ningún lugar, ahora su orgullo era el que se encontraba en juego, ésto lo haría, no por la ciudad, si no por él.

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09/02/2011, 11:16
Rictor Lasanti

Héroes, héroes, héroes, héroes, héroes... no, en serio, ¿cómo pretendían que uno pudiera mantenerse impávido mientras le recitaban eso durante toda la tarde? Cómo envidiaba en aquellos momentos al pagano ayudante del sheriff, que había demostrado ser lo bastante listo como para aprovecharse de su aparición y escabullirse de entre los brazos, tanto metafóricos como reales, de Foxglove, y poder disfrutar tranquilamente de un merecido descanso. A él no le había sonreído tanto Desna, y se encontró prácticamente en el centro de todas aquellas miradas. Sonreía nerviosamente mientras trataba por todos los medios de que aquello no le afectara y, lo más importante, buscar una oportunidad para largarse de allí y poder dedicar tiempo a cosas verdaderamente importantes, como no desciudar sus ejercicios espirituales. Cosa que, por el momento, no estaba haciendo. Las veces que había rogado a Iomedae que intercediera por él a lo largo de aquella tarde eran incontables.

- No es buen momento

-Yo... de acuerdo.

¿Qué habría pasado? No podía saberlo, ni hubiera podido de haber dicho ella algo: el rito de la parroquia al recibir una nueva ronda por cuenta de los inagotables bolsillos del noble hubiera eclipsado toda información. La sacerdotisa trató de arreglar la situación, aunque él podría decirle que aquella línea de razonamiento era inútil. Tantas veces que había intentado explicárselo él, tantas otras que lo había frustrado con una respuesta similar.

- Ah, la modestia de los héroes. Así es como se comportan los héroes, con modestia. Todavía no sé como agradeceros que hayáis salvado este pueblo y aunque es menos importante, mi corta vida, que es la única que tengo. Y así lo contaré en Magnimar, cuando vuelva en un par de días. Por cierto que allí en la capital, tendréis cama y comida si os decidis a visitarla. Mi casa es modesta, pero con gusto la compartiré con vosotros...

Cuando se sintió mudamente interpelado en busca de ayuda, Rictor negó con la cabeza, desesperanzado. No iba a servir de nada intentar convencer a ese hombre, quien por otra parte parecía realmente necesitado de un modelo a seguir. En su cara casi podía notarse el palpable alivio que causaron las palabras de Dorlam, aunque el resto de la posada hiciera oídos sordos; también al joven clérigo se le notaba cansado de aquello. Pero más a Laetitia. ¿Qué había pasado, por el amor de Iomedae? Su pregunta tuvo una respuesta a no tarder, aunque fuera una que no gustara un pelo a ninguno de los que habían estado involucrados en aquella escaramuza goblinoide, y al iomedita de los que menos.

– Los… los goblins estaban… organizados. El lider de una de las tribus consiguió unirlas para el ataque. Y fueron ayudados desde dentro por… alguien que pronto descubriremos quien es, ya que tiene un rasgo bastante característico

¿Perdón?

-Pero lo peor de todo es que el ataque no fue mas que una cortina de humo, una distracción… El que les infiltró en la ciudad tenía sus propios planes, y solo necesitaba que entretuvieran a todo el mundo el tiempo suficiente para llevarlos a cabo. ¿Podeis creerlo? Tanta crueldad, tanto miedo, tanto dolor, tanta muerte y tanta destrucción desatada por las calles… ¿todo eso para qué?

¿C... cómo? ¿Cómo es posible?

-¡Para escabullirse entre los gritos y la sangre hasta el cementerio, y profanar la tumba de un buen hombre muerto hace hoy cinco años!

-¿¡QUÉ!? -gritó el muchacho (que apenas eso era) tras aquello, con la ira reflejándose en sus rasgos- ¿¡Qué clase de ser obraría así para realizar un deleznable sacrilegio!?

Estaba enfadado, sí, pero es que aquello era lo que era. Con todas las letras. se trataba de jugar con la ira de los dioses y con el alma inmortal de una pobre persona a quien se había privado de su eterno reposo. la cara del noble Lasanti, para quien la mirara, era todo un mudo mensaje: si había que actuar para detener aquello, él estaría entre los que actuaran. Después de todo, pensó, si había estado a punto de morir allí, su vida no era más que un préstamo. ¿Qué mejor forma de morir que hacerlo en una gloriosa restitución como aquella?

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09/02/2011, 11:17
Dorlam Selt

Cuando el mago se sentó en la mesa todavía faltaban miembros de aquella comitiva formada de improviso y recientemente bautizada como los héroes de Sandpoint. Al contrario que el resto de presentes en la taberna, que al parecer rebosaban alegría por el final sucedido, los reunidos en la mesa estaban más bien cabizbajos... quizá buscando respuestas que dieran sentido a lo sucedido aquel día. Las alabanzas del noble y las promesas sobre Magnimar animaron a Dorlam hasta llegar a un estado de euforia similar a cualquier grupo de lugareños que distraídos relataban su propia visión de la incursión goblin.

Si antes había sido Minvant la que había ofrecido una vía de escape a la sedentaria vida de Dorlam, ahora Aldern, no abría una puerta sino un portalón completo. Su sueño se cumpliría; iría a Magnimar y sería recomendado para seguir con sus estudios en las mejores escuelas de magia... Dorlam comenzó a imaginar más allá de la propia realidad. Sin embargo sus sueños y sus aspiraciones bajaron a un plano más terrenal al unirse al resto las dos damas; Laetitia y Minvant.

Las negativas a la euforia que demostraron las recién llegadas fueron a priori entendibles pero el semblante de su rostro daba a entender que no sólo era el cansancio o la abrumación la causa de su malestar. Poco a poco las respuestas se hicieron un hueco y dejaron atrás los festejos y vítores diversos en los cuales el señor Foxglobe seguía interesado en incidir.

La mente de Dorlam viajó cinco años atrás, intentando descubrir la identidad del cuerpo profanado pero de primeras no obtuvo ningún tipo de respuesta satisfactoria; su mente estaba demasiado nublada ahora. Sin embargo poco a poco, un plan maestro fue dibujándose bajo las explicaciones de Laetitia, un plan maestro que no dejaba dudas de que quién lo hubiera planificado tenía claras intenciones secundarias, intenciones que sin duda desembocarían en hechos mucho más oscuros que los sucedidos hasta ahora.

El mago sintía la necesidad de hablar, de dar palabras de consuelo a las jóvenes aunque no encontró las palabras adecuadas para ello.
- "Esto no puede quedar así. Habrá que exponer todos estos hechos ante las autoridades locales para que sean investigados... y si ellos no pueden... entonces... entonces estaré dispuesto a ayudaros sin ningún tipo de reparo ni condición." - el mago bajó la voz de pronto sintiendo que quizá había expresado su voluntad en un tono demasiado alto. - "Y... esos rasgos característicos... ¿cuales son?" - Dorlam, como habitante de Sandpoint conocía a la mayoría de tenderos y propietarios de establecimientos públicos por lo que podría acceder a ellos para rastrear la pista de tal personaje de rasgos característicos.

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09/02/2011, 11:18
Kaddok

El ayudante del sheriff conocía la razón del estado de Laetitia, el sheriff le había contado que el padre había criado a la joven y lo compañeras que habían sido las dos niñas. Podía imáginar el dolor que había sentido cuando el incendio, y el que debía estar sintiendo ahora que habían profanado su cadaver. Sin embargo no se animaba a acercarse y mostrar su simpatía, sobre todo si ella no contaba lo sucedido.

Cuando Minvant lo miró él negó imperceptiblemente con la cabeza, no sería él quien contara los hechos, afortunadamente la bardo salió al ruedo y aclaró dolorosamente las dudas de sus compañeros. Levantó la ceja ante la mención del rasgo característico, no recordaba que alguno de los goblins hubiera dicho algo al respecto. Hizo una nota mental para preguntar por el rasgo cuando terminara el relato, y sintió una punzada de celos ante la naturalidad con la que sus nuevos compañeros expresaban su sentir. Ira, descontento, consternación, compasión, unas pocas palabras y una mueca bastaban para demostrar a Laetitia lo que la noticia les provocaba. Gestos negados, una voz similar al ladrido de un perro y una mueca de horror congelada en un rostro destruido. Se gruñó por dentro, no era momento de sentir autocompasión, había una mujer que necesitaba de toda la ayuda posible, aunque a él le tocara el papel de aguafiestas.

- Un necromante en el peor de los casos, alguien que pretende algo de la ciudad en el mejor de ellos. Quien sea ha unido a las cinco tribuspara conseguir el cuerpo. - Miró a Laetitia - Lamento esto, encontraremos al culpable.

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09/02/2011, 11:18
Laetitia Desnae

- El asunto ya está en manos de las autoridades - dijo respondiendo al mago - Hemlock estuvo presente durante las últimas declaraciones de los goblins. Los rasgos especificos creo que no deberían ser revelados para no poner sobre aviso a los sospechosos ni causar una ola de histeria que acabara en el linchamiento de inocentes por el simple hecho de compartir ese rasgo. Será mejor dejar el asunto para mañana... si el culpable quería huir, ha tenido tiempo y oportunidades de sobra, no creo que vaya a desaparecer en mitad de la noche para atraer aun mas la atención sobre él.

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09/02/2011, 11:19
Director

La noche se les antojó más oscura que de costumbre a cada uno de los habitantes de Sandpoint.

En el Dragón Óxidado, la gente seguía brindando y celebrando que estaban vivos hasta que Laetitia golpeó la mesa para decir que los goblins habían robado los restos del padre Tobyn. A partir de ese momento, la gente se fue retirando de la posada, encontrando amarga la celebración. El único indiferente era, como cabía esperar, Foxglove, que volvió a animar el cotarro alabando el trabajo de Hemlock y el de su ayudante Kaddok, que encontraba irresistible la idea de lanzarle su jarra de cerveza por encima solo con la esperanza de que se ofendiera y se fuera de la sala común.

El silencio se hizo en la mesa cuando todo quedó dicho. Alguien había ayudado a los goblins a entrar y creado una distracción para llevar a cabo la misión real. La persona podía ser cualquiera, un pataslargas, pero que tenía las orejas picudas. Bien podía ser un elfo, o un semielfo, alguien de fuera o algluien del pueblo. Los compañeros se fueron retirando uno por uno hasta dejar en la mesa a Foxglove.

Minvant acompañó a Laetitia a su habitación, asegurándose de que estuviera bien, y cuando comprobó que la bardo podría conciliar el sueño con tranquilidad, la sacerdotisa de Desna volvió a la Iglesia para dormir. Dorlam volvió a la Academia, los niños estaban dormidos, aunque hubieron un par que lo estaban esperando, tenían miedo y necesitaban estar seguros de que el héroe estaba allí para que nada malo pudiera pasar. Kaddok recibió una afectuosa felicitación de Ameiko y le prometió que tendría desayuno gratis todos los días. El ayudante observó que la mujer estaba un poco más pálida de lo habitual, y no por el trabajo realizado aquella noche, pero no pudo preguntarle, y aunque hubiese podido, Ameiko ya se había centrado en arreglar su posada. Shawn estuvo vigilando la plaza media noche, pero allí no ocurrió nada, salvo que los acólitos de Desna retiraron los adornos. Pronto se vio asaltado por un grupo de pueblerinos que lo metieron en el Ciervo Blanco para celebrar la victoria. Allí conocio al dueño, casualmente, otro shoanti, que además era hermano del sheriff. Ivtolt decidió dormir al raso, a pesar de la insistencia del cuidador del cementerio por meterlo en la cabaña para que no se quedara congelado a media noche. Pero junto a sus lobos la noche no sería tan mala. Rictor tardó un poco más en dormirse, todavía dándole vueltas a la cabeza. La misma pregunta estaba en la mente de todos los héroes.

¿Quién querría el cadáver de un sacedorte y para qué?

La mañana se presentó, al contrario que el día anterior, tranquila. El padre Zantus celebró una misa en el interior de la nueva Catedral, para consagrarla y enterrar a las victimas de los goblins. Un total de quince fallecidos, entre ellos, una familia entera, la madre, el padre y su hijo pequeño. Laetitia asistió a la ceremonia, igual que Rictor. Allí pudieron ver a Minvant. Zantus le había pedido que ayudara en la ceremonia, para despedir las almas de los caídos, y estaba claro que aquello la afectaba mucho, pues trataba de disimular las lágrimas como mejor podía. Además de ellos, la alcaldesa y los nobles de Sandpoint también estaban allí, igual que Hemlock, cuyo gesto al mirar hacia los cuerpo dejaba claro que estaba bastante enfadado.

Cuando acabó la ceremonia, Minvant se reunió con ellos, después de intercambiar unas breves palabras con Hemlock.

- ¿Cómo estas? - preguntó a Laetitia.

Kaddok terminó el desayuno en el dragón. Por alguna razón, Ameiko no estuvo esa mañana, quién atendió fue la halfling del día anterior. Le preguntó por ella, pero Bethana contestó que la señorita Kaijitsu estaba descansando, pues se encontraba agotada. Meditando si ir a comprobar que estaba bien, el sheriff entró en el Dragón.

- La niña de Desna te está buscando - dijo al muchacho. - La pelirroja de Magnimar - explicó. Kaddok sabía que Hemlock conocía a cada alma de Sandpoint, y sabía cual era el nombre de Minvant, pero el sheriff nunca usaba nombres. - Está en la Iglesia. Cuando acabes con ella, pasate por los Establos de Hosk y dile a tus amigos los héroes si quieren pasarse - luego se acercó a la barra para pedir algo de comer, aunque primero tuvo que buscar a la halfling por el suelo, dada la gran diferencia de altura.

Shawn salió del Ciervo Blanco con dolor de cabeza, demasiada bebida. Volvió a la plaza, que estaba justo enfrente y se dedicó a vigilar durante toda la mañana. Había poca gente en la calle, los puestos estaban cerrados, se respiraba un aire de nostalgía demasiado tangible. Las banderas hondeaban a media asta. Paseó un rato por la calle, la gente lo saludaba con afecto. Cuando pasó por delante de una tienda que hacía esquina, leyó el cartel "Arsenal de Savah" cuando una mujer se asomó por la ventana.

- Eh, héroe. Si tus amigos y tu necesitáis machacar a esos goblins tendréis un descuento en mi tienda - habló la mujer. Shawn saludó con la mano y siguió caminando. Otra dama le salió al paso.

El hombre la estudió, era bonita, con todo el aspecto de ser hija de un noble, pero con cierto aire de picardía.

- Hola - saludó acercándose. - Me llamo Shalyss. ¿Tú eres uno de los héroes, verdad? - preguntó coqueta. Shawn miró a un lado y a otro de la calle, y luego de arriba a abajo a la mujer. El traje le sentaba divinamente. - Veras... es que necesito ayuda. En la tienda dónde trabajo, he visto ratas y me dan mucho miedo - hablando se fue acercando al muchacho de manera casual. - ¿Podrías venir a ayudarme con las ratas... por favor? - pestañeó seductora. - Es que si mi padre se entera y sus vecinos también, podria tener problemas. Ayer vi una rata gigantesca, si vinieses a matarla... te estaría muy agradecida...

Dorlam recibió una inesperada visitada. El joven Foxglove había ido a verlo.

- Buenos días - saludó al mago. - Ah, no sabía dónde encontrar al resto de los héroes, tu eras mago así que supuse que estarías aquí. Además, parecías interesado en mi oferta de ir a Magnimar, lo que me agradaría mucho, tengo ganas de saber cómo vive y actua un héroe. Bueno, a lo que iba, esto es para ti - le dio una bolsita de cuero cerrada. Dinero. - Como pago por mi vida, no es mucho, pero espero que sea suficiente. ¿Podrías acompañarme a buscar al resto de los héroes? Tengo que darles la recompensa y ofrecerles una invitación a dar un paseo...

Aquella mañana, el viejo Vosk madrugó para poder adecentar las tumbas de los que allí iban a ser enterrados. El shoanti se prestó a ayudar y el trabajo fue mucho más deprisa. Los lobos de Ivtolt tuvieron que quedarse dentro de la casa del guarda, mientras los acólitos de Zantus llevaban a los fallecidos a las tumbas que habían preparado, no era cuestión de tenerlos por allí merodeando con todo el dolor que las gentes de Sandpoint trataban de sobrellevar. El monje se sintió apenado, estaba acostumbrado a la muerte, pero no al dolor que esta dejaba a su paso. Sus lobos dejaron de moverse y aullaron, lo que estremeció a todo el mundo, Zantus lanzó una mirada de advertencia al monje pidiéndole respeto.

Cuando todo se hubo calmado en el cementerio, él y Vosk comenzaron a echar tierra sobre los cuerpos, ante las miradas de familiares y amigos. Finalmente, los lobos pudieron salir de la casa y corretear entre el camposante. Nuevamente, la joven Tasha se centró en la tumba de Nualia Tobyn. Al lado estaba el hueco vacío del antiguo sacerdote, pero la loba no parecía estar interesada en ella, sino en la tumba de su hija. Dejó el fino hueso de goblin que había estado disfrutando el día anterior y comenzó a cavar. Vosk estuvo a punto de demayarse y se lanzó pala en ristre contra la loba, y esta se apartó, mirando hacia Ivtolt.

Notas de juego

:arrow: La recompensa es de 50 monedas de oro para cada uno.
:arrow: Id haciendo lo que queráis y encontrandoos como queráis para proseguir.
:arrow: Shawn, la chica es noble, pero no parece quererte solo para matarle las ratas :roll:

 

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09/02/2011, 11:20
Kaddok

El ayudante del sheriff partió hacia la catedral una vez que terminó con su desayuno, extrañado por el hecho de que Ameiko no se hubiera presentado a trabajar. Llegó a la iglesia en cuestión de minutos, observando cómo la gente comenzaba a reparar las casas quemadas, cómo las heridas de la ciudad comenzaban a sanar poco a poco.

Dentro de la nave encontró a Minvant en compañía de Rictor y Laetitia, esperó a que terminara y en cuanto ella lo vió se despidió del sacerdote y la bardo y se dirigió a donde estaba él. Kaddok saludó con la cabeza a Rictor y Laetitia y antes de seguir a la sacerdotisa se acercó a ellos. - El Sheriff me dijo que mas tarde pasara por los establos de Hosk, y que si estaban interesados que fueran. - Luego siguió a la sacerdotisa fuera de la nave. Dieron la vuelta a la catedral y lo guió por el pasillo que daba a las celdas de los sacerdotes, a su propia celda. Kaddok frenó antes de entrar y negó con la cabeza.

- Podría dañar tu reputación.

- ¿Reputación? - preguntó un poco extrañada. - ¿Qué reputación?

- Pueblo chico lios grandes, si ven a un hombre entrar en las habitaciones de una dama correrán rumores.

- Ahm... - dijo ella. Miró por el pasillo y luego al shoanti. - Da igual, entra - pidió.

- Si a ti no te importa... - dijo antes de entrar

Ella sonrió contenta y cerró la puerta. Lo acercó hasta su cama y le pidió que se sentara. - Verás... no es lo que piensas - dijo con las mejillas rojas. - Es otra cosa... ¿Recuerdas que te dije que tal vez... tus heridas tendrían arreglo?

Él frunció el entrecejo por las palabras, y sonrió ante el arrobo de la joven, o al menos esas fueron las órdenes que los músculos recibieron. El resultado fue una mueca indefinida de aspecto bastante aterrador - Si

- Bien - dejo escapar el aire la sacerdotisa. - Pues... - con una pausa buscó las palabras. - Anoche tuve un sueño... Creo que Desna puede ayudarme a hacerlo...

- Cómo?- le costaba respirar, pensar en la posibilidad de tener el rostro bien lo sacaba de su centro. Nunca, hasta que ella le había dicho que era posible, se le había ocurrido pensar en esa posibilidad. Había crecido desfigurado, en cierta forma cambiar le daba miedo, pero pensó que no tenía nada que perder.

- Sobre cómo hacerlo... no estoy muy segura... - se desanimó. - Tampoco puedo prometer nada... es decir, tal vez, esta no sea la manera... pero me gustaría intentarlo.

- Peor no puedo quedar, y te debo la vida. - pareció dudar un poco - Adelante.

- Está bien... puede que me cueste un poco empezar... te pido paciencia - sacudió las manos y llenó de aire sus pulmones. Miró fijamente a Kaddok y se aproximó a él, alzando las manos hasta colocarlas cerca de su rostro pero sin llegar a tocarlo. - No te rías - dijo ella sonriendo un poco nerviosa.

- No creo que pueda, ¿Debo cerrar los ojos?

- No, no, no hace falta... te pido silencio... solo silencio... - selló sus labios y cerró los ojos, centrándose. Después, con un murmullo, comenzó a rezar en voz baja. Sus susurros eran bajos, no levantaba la voz, pero sus palabras se volvieron cada vez más rápidas. El rostro de ella se fue relajando hasta adoptar una expresión serena y Kaddok comenzó a sentir un ligero hormigueo en el rostro. Él contuvo las ganas de reirse por las cosquillas, se relajó como le habían enseñado sus maestros a hacerlo en presencia del fuego, aceptando su calor.

Minvant se relajó por completo, en su cara se reflejaba una expresión que Kaddok solo había visto en algunas mujeres y normalmente, cuando pagaba por ellas. El hormigueo se volvió doloroso, sentía que su piel se estiraba, algo le estaba pasando, dolía como si le estuvieran arrancando la piel y a la vez, cortándola con una navaja mal afilada. Ella estaba totalmente concentrada y su respiración comenzó a agitarse. Frunció el ceño y apretó los dientes, una luz blanca se mezcló con el rojo de su pelo y el azul de su túnica.

Kaddok aguantó el dolor como pudo, intentando no hacer una mueca. Quería cerrar os ojos y al mismo tiempo no quería dejar de observar la luz. El rostro de placer era genuino, y lo llevó a plantearse la idea de decirle a algunas de las chicas de la Madama que se dedicaran al teatro. Pensar en otra cosa amilanaba la sensación, aunque fuera en la certeza de que las mujeres que habían estado con el fingieran de manera tan perfecta. Tras unos minutos de interminable dolor, ya no sentía el rostro, como si se le hubiese dormido media cara. Ella fue susurrando las últimas palabras casi con dolor hasta que con un último gemido separó las manos y retrocedió varios pasos hasta chocar contra la mesita de la habitación.

La luz desapareció, ella jadeaba exhausta y temblaba de pies a cabeza, mirando sin ver al shoanti con los ojos entrecerrados. No sentía el rostro, pero más le preocupaba la joven. - Estas bien? - inentó preguntar sin saber si podría.

Parpadeó despacio, respiró varias veces y asintió con energia. Se frotó los ojos con las manos y sonrió al shoanti. - Sí, estoy bien... - se dirigió hacia su mochila y empezó a buscar algo en uno de los bolsillos. Cuando lo encontró, sin dejar de temblar, le pasó a Kaddok un pequeño espejo. - Mira...

Casi con temor tomó el espejo, aunque el hecho de que la chica no se hubiera echado a llorar, o a reir, o le pidiera disculpas le decía que no estaba peor. No se reconoció en un principio, dio vueltas el espejo para ver si reflejaba otras cosas, para comprobar que no fuera una pintura. El rostro que lo miraba en el espejo estaba entero, la boca era simétrica y la nariz no estaba quebrada. La piel no tenía una sóla cicatriz, los labios llenos, el gesto de asombro cláramente reconocible. Sus ojos seguían iguales, expresivos, tristes, dolidos, pero a medida que sus dedos recorrían la piel de su rostro iban poniendose brillantes. El asombro, la alegría y el miedo se podían ver claramente en ellos. Ensayó varios gestos, y a medida que lo hacía una sonrisa se iba dibujando de forma tal que la risa surgió espontanea, y su propia voz lo hizo callar, asombrado.

El rascar se había ido, y la risa sonaba clara, alegre, no parecía el ladrido de un perro. Miró a la joven a los ojos con una sonrisa de niño, los ojos brillantes, y susurró por miedo a embriagarse. - Gracias - le gustó cómo sonaba - Gracias - dijo ahora más fuerte, cargando la voz de alegría. Se paró y la tomó de las manos - Gracias- dijo dándole un beso en la mejilla

Ella rió, sus manos temblaban, miraba a Kaddok radiante de felicidad. - Ha funcionado - susurró. Le dio un abrazo, más contenta que él. - Ha funcionado - repitió dando saltitos.

La abrazó y luego la tomó de las manos - Gracias - parecía que todas las demás palabras que conocía habían sido el material para su nuevo rostro. Finalmente pudo calmarse, respiró profundo y la miró. Un par de lágimas asomaban en sus ojos. - Lo que quieras, lo que pidas, es tuyo.

Ella negó, sonriendole con afecto, casi con ternura. - No necesito nada. Desna te favorece, nos favorece... - luego su expresión cambió por una de agotamiento y tembló entre sus brazos, perdiendo el equilibrio. - Creo que necesito tumbarme, me estoy mareando...

Él la sostuvo, la ayudó a llegar a la cama y la acostó sobre ella - Descansa, ¿Quieres que llame a alguien? ¿Al padre Zantus?

Movió la cabeza, negando. - Si el padre Zantus supiera que estas aquí... - rió dejando la frase a medio, mirándole con una picardía que seguramente en otro estado le habría provocado una tremenda vergüenza.

- ¿Necesitas algo? agua, comida, lo que sea haré que te lo traigan. - el se sonrojó ante la mirada de ella, o mejor dicho ante las ideas que le traía esa mirada.

- No, en serio, solo ha sido un mareo... se me pasará - se quedó mirándole con atención, estudiando su rostro. A medida que lo analizaba, se encontraba satisfecha con el trabajo realizado. Alargó la mano y posó los dedos en su mejilla. - ¿Sientes mi mano? - preguntó, su voz seguía siendo un susurro dulce.

- Están calientes - tocó la frente de la chica, para ver si tenía fiebre, su piel estaba caliente.

Minvant apartó delicadamente la mano del shoanti de su frente - Estoy bien - volvió a reír. - A veces me pasa... - le acarició el rostro recompuesto, desde la frente hasta los labios y le dio un pellizco en la mejilla. - ¿Sientes eso?

- Si, puedo mover toda la cara - dijo haciendo muecas sin sentido, abriendo y cerrando la boca. - Eres maravillosa.

Ella se rió, sonrojandose por primera vez. - No es porque te lo haya hecho yo... pero me has quedado muy guapo.

Le sonrió y negó con la cabeza - La mejora era ineviable, pero lo mejor de todo es la voz, ya no ladro.

- Antes hablabas, ahora también. Ahora tu voz te parece más bonita porque te ves mejor, pero para mi sigues hablando igual - suspiró con una sonrisa, las mejillas sonrosadas y la mirada todavía echando chispas. - Espero que disfrutes de tu nuevo rostro.

- ¿Sigo ladrando? - dijo preocupado - ¿Sigue la voz saliendo cascada y sin forma?

- No, no, no... - insistió, levantándose y sentándose en la cama. Posó las dos manos sobre su rostro y lo miró fijamente. - Hablas bien, hablas perfectamente, tienes una voz profunda, a mi me agrada - le sonrió. - No intento convencerte, es la verdad

- No me duele al hablar - dijo aliviado, se sonrojó ante el contacto y la mirada - pero no me convenceras de que antes también sonaba bien. - respondió bajando la mirada

Se encogió de hombros. - Como quieras... - siguió con los dedos la línea de lo que antes era una cicatriz, curiosa e intrigada, como si no creyera en lo que acababa de hacer, sonriendo. Se inclinó hacia Kaddok y le dio un beso en la mejilla nueva. - ¿Eso también lo sientes?

- Si - dijo sintiendo como el corazón le daba un salto. Nadie lo había besado antes espontáneamente a no ser su madre, y él ni siquiera se lo pedía a las chicas de madame Kaye.

Ella se separó despacio. - Disculpa, creo... creo que no debería tomarme tantas libertades, no sé en qué pensaba, lo siento... - dijo sonrojándose hasta las orejas, turbada. Pareció darse cuenta de que estaba muy cerca de él, pero no se alejó, sino que se quedó mirándole.

Él respiraba pesadamente, consciente de la cercanía de Minvant, y consciente tambien de su posición cómo sacerdotisa. Si hubiera sido otra mujer, u otro lugar, quizá hubiera probado como se sentían sus labios, pero no quería aprovecharse de la joven y de un momento de euforia. Ella no se movía, lo miraba con atención, respirando con la misma pesadez que él. Su mirada viajó de sus labios a sus ojos y de nuevo a sus labios, pero cuando volvió a mirarle a los ojos su mirada se ensombreció. - Creo que... - balbuceó, intentando decir algo, tragó con fuerza para hablar, pero no le salió la voz. - Deberiamos...

Asintió sin poder hablar - No quiero aprovecharme... y no sería correcto aquí, ni ahora... - tragó saliva

- Perdoname... - dijo separándose. - Por Desna, lo siento... - se echó las manos a la cara, temblando. - He debido parecerte una... una... - no se atrevió a decirlo.

- No, no hay nada que perdonar - le dijo acariciando su mano sobre la cara - Y no podrías parecerme nada más que Minvant, mi salvadora y mi sanadora.

Se estremeció con el contacto de su mano y descubrió el rostro, mirándole con algo de incomodidad, sin saber qué decir. - No ha sido nada... no sigas así o te parecerás a Foxglove - comentó con una sonrisa.

- Por Desna, no, si ese es el riesgo prefiero las cicatrices - Sonrió y rió - Prometo no convertirte en objeto de culto, pero lo menos que puedo hacer es invitarte a comer algo, debes estar hambrienta.

Amplió su sonrisa, parecía sentirse menos incómoda. - No he podido comer nada aún, he estado desde temprano en los oficios de esta mañana y ahora que lo mencionas, tu curación me ha provocando un hambre horrible.

- Lo imaginaba, el Sheriff me pidió que nos esperaba en los establos de Hosk, si quieres ir luego vamos al Dragón.

- Entonces vayamos a dónde te manda el Sheriff, aguantaré un poco. Si ves que me caigo, ya sabrás por qué es - comentó con una risa, levantándose despacio. Se arregló un poco el pelo y quitó las arrugas de la túnica. - ¿Vamos? - sonrió.

Una vez fuera de la iglesia Kaddok sintió vergüenza por primera vez, no había pensado en las consecuencias de lo que acababa de suceder y ahora era demasiado tarde para hacerlo. Su rostro había cambiado, era imposible que no lo reconocieran.

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09/02/2011, 11:21
Director
Sólo para el director

Fin de la 1ª pagina. Dejo enlace a la segunda para encontrarla facilmente (que cada vez lo ponen mas dificil en NR) http://nacionrolera.org/viewtopic.php?f=777&t=10233&start=15

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09/02/2011, 11:57
Laetitia Desnae

El golpe en la mesa había hecho que el ánimo general decayera, aunque el del noble de Magnimar seguía en perfecto estado. En verdad era curioso aquel personaje, bien podría ser en realidad el centro del universo, como él seguramente pensaba, dado que su enorme Ego debía tener su propio campo gravitatorio y ser bastante potente.

Finalmente, Minvant acompañó a Laetitia a su habitación – No, en serio, de verdad, estoy bien... de verdad, no me pasa nada – había insistido, intentando convencerla de que estaba bien... pero las lágrimas aguantadas a duras penas debían ser más evidentes de lo que la bardo pensaba. Una vez en la habitación, cuando la sacerdotisa cerró la puerta no pudo evitar echarse a llorar de nuevo y abrazarse a Minvant cuando fue a consolarla – Lo... lo he perdido por segunda vez... – consiguio articular entre sollozos. Finalmente consiguió quedarse más tranquila y se tumbó (o mejor dicho, se dejó caer) sobre la cama sin quitarse siquiera el gorro que llevaba puesto desde la mañana. – Ya estoy mejor, marchate a dormir, tu que puedes – le dijo a la sacerdotisa mientras la cogía de una mano y trataba de poner media sonrisa. Tras asegurar varias veces que no pasaba nada y que estaba bien, Minvant se marchó dejándola tumbada, con los ojos abiertos sin ver en la oscuridad de la habitación... hasta que al fin, el cansancio ganó la lucha e hizo que se quedara dormida por agotamiento.

A la mañana siguiente, los golpes en la puerta despertaron a la bardo – ¿Mmmmmmm? – respondió una voz adormilada desde debajo del revoltijo de sabanas y mantas que había sobre la gran cama de la habitación - ¡Es hora de despertarse!

De entre las sábanas salió una maraña alborotada de pelo revuelto enmarcando una cara de sueño que hubiera asustado a un goblin - ¿Eeeeeh?... – respondió mientras se levantaba y se estiraba - ¡¡¡Mmmmmmffffff!!!, ¿qué estará haciendo Ameiko que manda a la cocinera a despertarme?

Se miró en el espejo. El pelo revuelto, ojeras, una legaña en el ojo izquierdo, la ropa arrugada... todo un espectaculo. Con unos compases y frases arcanas, hizo que la ropa se limpiara y alisara, el pelo se desenmarañase y tanto ella como su ropa se quedara como despues de haber pasado por una bañera de agua caliente y jabonosa y se hubiera secado. Se miró de nuevo al espejo, viendo el claro contraste con la imagen que unos minutos atrás se veía y sonrió al recordar cuando la vieja Zellara había hecho lo mismo la primera mañana que compartieron y como le había enseñado aquel truco, que era de lo más valioso. Pensando en la anciana varisia se puso un pañuelo en la cabeza sujetando el pelo, al estilo de los nómadas, y salió de la habitación.

Bostezando, bajó las escaleras al salón principal y la cocinera la llevó a una mesa donde pudo desayunar, con hambre pero con bastante poca gana. Luego, moviéndose como un autómata que repite los pasos programados sin pararse a pensar la razón por la que los da, se encaminó a la catedral mirando al suelo rechazando elogios y excusandose ante todos los admiradores escudándose en que llegaba tarde a la catedral y que luego, con más tiempo, pasaría de nuevo y podría dedicarles más tiempo. Una vez allí, saludó con la cabeza al padre Zantus, que la invitó a sentarse ya que contaba con la ayuda de Minvant para poder oficiar, así que se sentó en el extremo del último banco, esperando que nadie reparase en ella y maldiciendo por no haberse puesto algo que la ocultara más. Con un poco de suerte, el pañuelo varisio podría hacer pensar a un observador casual que se trataba de una viajera que había ido a la celebración del festival y se había encontrado envuelta en el asalto e iba a despedirse de algun ser querido.

Empezó a llegar la gente del pueblo, y las autoridades se sentaron en primera fila. Miró a ver si encontraba a Ameiko, pero no estaba, al igual que su padre. La idea de que quizás hubiera ido a verle se pasó por su cabeza, pero... no, no podía ser... el viejo Kaijitsu debería estar en su lecho de muerte para recibir a su díscola hija y ni aun así era posible que la recibiera.

La celebración fue dura para todos, a juzgar por las caras que se podían ver de los que se marchaban. Cuando ya solamente quedaba un puñado de personas, Laetitia fue hacia Minvant y Hemlock, que estaban intercambiando unas palabras - ¿Se sabe algo nuevo? – preguntó de una forma poco sutil, antes de que la sacerdotisa pudiera preguntarle por su estado. – Bien... ya estoy mejor, gracias por preguntar. ¿Tu como estas?

Despues de un rato, apareció Kaddok invitandoles a ir a los establos con el sheriff y siguió a la sacerdotisa, que se había excusado, dejando a la bardo sola con Rictor. – El dueño de los establos es un experto en goblins – le explicó al clérigo – seguramente sea parte de las investigaciones de lo de ayer. Yo iré... pero antes quiero volver a pasar por el cementerio.

De pie, frente a la tumba abierta de Tobyn y la de Nualia, comenzó una oración que quedó incompleta. Se quedó mirando la tierra removida. Miró por los alrededores buscando as flores que había dejado dos días antes, pero ya no estaban – Tendré que traerte otras nuevas – dijo mirando la de Nualia, antes de volver a centrarse en la de su padre. – No importa donde se esconda el responsable de esto, encontraré el camino para que me lleve a él. Que Desna acabe con su suerte y tuerza su camino para que pueda darle alcance y hacerle pagar por lo que ha hecho...

Cuando se dirigía hacia los establos, vio salir de la zona de las celdas de la catedral a Minvant acompañada por un hombre que... no, no era Kaddok, iba vestido como él, pero además de tener toda la cara estaba... alegre. Sacudió la sabeza, un milagro era posible, el shoantí había podido recuperar su rostro... pero dos en tan poco tiempo en la misma persona...

De nuevo en las calles, no tenía excusa para escapar de los agradecidos (¿agradecidos? ¿por qué? ¿es que no habian visto los cuerpos que habían enterrado?) aldeanos. Quedó con Drokkus en que mas tarde escribirían la historia, cogió el pan, la carne de ciervo, el salmón, un sombrero, un pañuelo, unos guantes, una aguja para el pelo con una pluma... cuando llegó al Dragón oxidado, parecía un carro varisio de camino a un mercadillo. Dejó la comida en la cocina (aprovechando para preguntar por Ameiko) y las demás cosas en su habitación antes de marchar hacia los establos, donde seguramente estaria ya el resto esperándola, ya que con tanto jaleo se había reetrasado...

 

Notas de juego

MJ: He lanzado un prestidigitación.

No he metido baza con Rictor pq no se si Setzer quiere dejarlo apartado, hablar o que... no me importa poner un añadido si quiere socializar/hacer/decir algo ;) Lo mismo con Ivolt

 

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09/02/2011, 12:11
Rictor Lasanti

Su cabeza no podía dejar de darle vueltas a aquello. Nigromancia y profanación de tumbas. No era uno de los dedicados sectarios de Pharasma, pero por Ella que aquello seguía siendo la mayor afrenta que se podía concebir para el fin de los días de un pobre hombre. El ambiente se enrareció, lo cual fue, pese a lo trágico, una excelente excusa para escurrir el bulto, aunque Foxglove parecía inmutable al desaliento. Una magnífica cualidad para dirigir una casa nobiliar, pero no demasiado agradecida en aquel momento; suerte que fue el trabajo de estos dos shoantíes el foco de atención, lo que le permitió retirarse a su habitación para poder disfrutar de un rato de reposo, si no bien merecido al menos sí necesario. Lo malo (que no todo puede ser perfecto) era la inevitabilidad de hacer funcionar la cabeza. ¿Pataslargas y orejas picudas? Por favor, que aquello no degenerase en una corriente xenófoba... pero podría pasar. Seguro que más de uno miraría con suspicacia por un tiempo a todo aquel con sangre élfica en sus venas.

Acompañó a las dos mujeres hasta su habitación. Hubiera entrado con ella para ayudarla, pero, visto con frialdad, no sólo no era una idea acertada sino que atentaba claramente contra el honor de la artista. Y lo único que necesitaba después de la impresión que le había causado aquello es ser un generador de rumores. Aunque cada uno de ellos ya lo eran a su modo, claro. Una vez en su habitación, suspiró y sacó una estela de pergamino; preparando la tinta y afilando la pluma, estuvo listo para su labor. Ah, sí... justo lo que necesitaba. Paz, tranquilidad y sosiego para poder meditar, y aislamiento para poder bastraerse en la contemplación divina. La transcripción de los Hechos no sólo era una tarea agradable, sino que le servía para afinar su caligrafía. Alguna vez podría tener que transcribir libros, si algún día volvía para instalarse en el monasterio, como un humilde fraile más. Una opción que no se le antojaba nada desagradable, por extraño que pudiera parecer a mucha gente dado el rigor con que los tales vivían.

Al día siguiente...

El sacerdote mantenía sus manos bruzadas en actitud de pésame, con los ojos cerrados y la cabeza mirando hacia abajo. En algunos momentos su mandíbula había podido transmitir sus sentimientos sobre el asunto, pero durante la mayor parte del tiempo no dejó que estos traslucieran, más allá de la tristeza de rigor. Rezó con fervor, aunque a un Dios distinto del que amparaba a la mayoría allí presente, antes de que salieran tras etrminar la misa. Tras algunos pésames, y tratar de consolar a la gente que peor lo estaba pesando, salió de allí, encontrándose con Minvant y Laetitia. Vestía de manera similar al día anterior, aunque el similar a una túnica azul había desaparecido, mostrando un sobrio sobrechaleco negro, adecuado para un día de luto como éste.

-¿Se encuentra bien? Quizá... quizá le vendría bien tomar el aire y andar un poco. Y a mí también, en realidad. Podría acompañarle, si no le es molestia.

El paseo había sido estimualnte, sí, para qué negarlo. A ambos les venía bien aquello; el ejercicio tonifica, despeja los malos humores del cuerpo y, lo que es más importante, contibuye también al bienestar mental. Y puestos a ponerse chistosos, reducía la posibilidad de que el joven Foxglove pudiera emboscarlos en algún lugar y hacerles pasar una noche como la anterior. En cuanto a si sucedió algo el resto del día... sí, para qué engañarnos. Varias cosas. A cada poco que caminaban sucedía algo, alguien reparaba en ellos, trataba de agradecerles todo lo que habían hecho (¿de qué hablaban?) o demostraban su agradecimiento de una forma más tangencial. Y, por experiencia propia de aquel día, el sacerdote Lasanti ya sabía que era prácticamente imposible decir a aquella gente que no.

-No, le aseguro que yo no... no, no se trata de eso, el teatro me apasiona, en serio -y era muy cierto-, pero me temo que jamás he actuado y no sabría estar a la altura.

-¡Pensáoslo, pensáoslo! Pero no podéis pasar y decir que Drokkus no sabe corresponder a los favores que los intermediarios de la Fortuna le dispensan... ¡Tomad! Cualquier día que deseéis disfrutar de cualquiera de las pequeñas maravillas de este Teatro, no tendréis que molestaros en hacer una de esas farragosas colas para una entrada. ¡Es más, no necesitaréis entradas! Insisto -terminó, viendo que uno de los dos, si no ambos, parecía poco dispuesto a aceptar aquello.

"Bien, por lo menos es ligero..."

Esa era otra: lo quisiera o no, había acabado cargado. Llevaba encima grandes cantidades de pan, unos jugosos filetes de venado y la pieza estrella de la mañana, un salmón enorme. ¿Quién le iba a decir que iba a acabar el día cargando con una bolsa? Y eso que no se decidía a pasar por lo que quedara del mercado... tenía el presentimiento (muy acertado) de que ahí tampoco iban a menudear las dádivas. Y andar por calles mientras escuchabas los brindis a tu salud acababa siendo engorroso. Miró a laetitia con cara de duda, como preguntándose cual era su opinión sobre todo aquello. ¡Y la gente que se arremolinaba alrededor! Las jovencitas del pueblo hacían multitud, pero ni aun así podía compararse con la legión de chicos que habían desplegado su arte tejeril sobre la bardo. Era comprensible (la mujer no dejaba de ser una persona increíblemente bella), pero no por eso menos engorroso. A él, por lo menos, no le hubiera gustado nada aquello. Pero quizás halagara la vanidad de ella, si la tuviese.

-¡Si alguien me hubiera dicho que iba a acabar así cuando vine aquí, sin duda me hubiera reído de su imaginación! -comentó, ya rresignado a lo inevitable de aquellas muestras.

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09/02/2011, 12:12
Dorlam Selt

Aquella mañana Dorlam se había levantado eufórico. Durante toda la noche sus sueños habían sido realmente sueños de grandeza; riqueza, fama y poder habían protagonizado cada uno de los relatos que Dorlam aún recordaba. El joven mago sabía que simplemente eran ilusiones de una mente llena de imaginación, pero por lo menos dichas historias irreales habían hecho que se hubiera olvidado de parte de su habitual monotonía.

El comedor de la academía se revolucionó al entrar el joven mago y la mayoría de los niños, pretendían ocupar la misma mesa que Dorlam eligió para efectuar su primera comida del día. Como era lógico eso fue imposible y lo que en un principio era ilusión y alegría terminó en insultos y peleas por acaparar la atención de uno de los héroes de Sandpoint. Dorlam consideró que la situación había llegado a ser algo más que incómoda.

Gracias a la intervención de Ilsoari y la ayuda de algunas de las cocineras, los incidentes no llegaron a más. Dorlam por su parte se sintió totalmente responsable de la situación y aunque quiso hablar de ello con Ilsoari, el maestro parecía estar de mal humor esa mañana.

¿Sería algo relacionado con los sucesos del día anterior?

El mago tomó la resolución de coger un atillo con algo de comida y desayunar en las afueras de la ciudad; lejos de la gente y de la insistente atención que se le estaba brindando. Sin embargo justo cuando se disponía a salir de la academia el ahora familiar rostro del noble de Magnimar se asomaba en la distancia con la clara intención de abordar al mago. Ya le había visto por lo que el mago supo que su estómago seguiría vacío durante un tiempo adicional.

-

"Buenos días"

- masculló Dorlam sin intención casi de pararse aunque las intenciones del noble parecían ser otras pues interpuso su cuerpo haciendo obligatoria la parada del mago. El noble saludó cortesmente al mago y explicó sus intenciones a un asombrado Dorlam.

-

"No creo que sea necesario..."

- el mago comenzó a hablar pero Foxglove volvió a argumentar lo necesario y obligatorio de sus necesidades. Un guiño del noble junto con el peso de una bolsa llena de monedas fueron gestos definitivos que indicaron a Dorlam que de nada servirian las excusas y quehaceres... Foxglove era demasiado tenaz y estaba acostumbrado a salirse con la suya... sería el perro faldero de Dorlam hasta que viera y catalogara a todos y cada uno de los recién nombrados 'héroes'.

Doram repasó sus quehaceres de la mañana. Ninguno era urgente aunque tenía la intención de visitar al viejo Quink. El viejo Bordert Quink aunque considerado un loco por algunos era una persona bastante sensata y versada en la historia de la zona. Solía tener sus propios devaneos pero a fin de cuentas era una buena fuente de información. Sin duda podría saber algo de las tribus goblins, de sus ambiciones y su rumbo histórico. Además era versado en tecnología enano y aquel carro de fuego que los goblins hicieron explotar podría estar relacionado con tecnología similar.

Además de la visita al viejo sabio, Dorlam se había planteado pasar por el establecimiento de Jubrayl Vhiski, una taberna de gran renombre por su habitual escándalo y peligrosa por sus habituales. Dorlam todavía se acordaba de Gressel Tenniwar, con quién tuvo más de una mala experiencia cuando el mago apenas no era más que un niño. Sabía que aquel tipo rondaba siempre esa taberna y tenía cuentas pendientes con él... pero claro... con Foxglove encima... era un problema.

Al final Dorlam se encaminó hacía el Dragón Oxidado, donde seguramente podría encontrar a alguno de sus compañeros, entretener al noble y realizar sus pequeñas incursiones.