Partida Rol por web

Por cierto, si alguien más cuenta alguna anécdota o toca música le cobraré la mitad de lo estipulado, seguro que tenéis cosas que contar sois el grupo más variopinto de mi posada.

Os fijáis y es verdad, está todo lleno pero de humanos.

Se me escapa una dulce carcajada. 

-¿Enserio? ¿esto es una entrevista personal? apunta apunta...- <¿sabrá escribir?> pienso curiosa mientras observo divertida al grandote tomando apuntes -mi nombre es Samay, porque así me han llamado siempre, supongo que es el nombre que me dieron mis padres, yo no soy de ningún sitio, y mis costumbres son solo mías, de ninguna tierra en concreto. ¿De donde he salido? te preguntaras... pues ¿que mas da eso? de aquí mismo, o del pueblo vecino, lo que cuenta, es que ahora estoy aquí, y bien acompañada por lo visto...- hago un gesto con la mano, señalando a los que me acompañan en la mesa, y le guiño un ojo al semi-orco esperando que con esas respuestas sea suficiente. 

Me fijo alrededor, y asiento amable a la camarera, agradeciendo que ella misma ha formado el grupo. 

Enarca una ceja al escuchar la respuesta, pero eso no parece importarle porque escribe que te escribe el orco no parece tener algún problema con ello, aunque desde luego si que parece saber escribir y lo hace bastante rápido. Otro asunto es entender lo que dice, aunque las letras y los trazos son elegantes.

Muy interezante zi. Tanto kiztz en tan pequeño contenedor.- murmura.

Yo me conformaré con un estofado y la habitación comunitaria. Digo, mientras le devuelvo la sonrisa y el saludo a todo aquel que me haya saludado, la verdad es que hacía tiempo que nadie intentaba contactar conmigo debido al pasado.

Si estamos de presentaciones, mi nombre es Caedum friëeda, defendor de pobres digo en un murmullo. Hace tiempo que no veo a ningún semiorco, sin duda son mas imponentes de lo que dicen las lenguas del norte.

Se fija en las orejas de punta de Caedum levantando la mirada y musita -zaludoz medio hermano. No ez lo normal, zomoz máz pequeñitoz pero dezde joven partía la jeta a miz hermanoz orcoz puroz. Hacían falta trez de elloz para ganarme y no me dejaron hazta que maté a uno.- lo dice como si fuese lo más normal del mundo y con cierto y evidente orgullo.

Observo lo que escribe el semiorco por encima, comprobando que sabe escribir, algo que me asombra bastante, aunque no leo lo que pone, no quisiera meterme en su intimidad tan pronto. 

-Un placer Caedum friëeda, defendor de pobres- repito cual maquina después de que el lo diga, una manera de que se me quede en la mente -¿alguna manera de llamarte con un nombre mas corto?- no quisiera olvidarme, y repetir todo eso en una conversación cuando lo nombre no se si lo llegaría a hacer bien... 

Escucho lo que dice Kalimash y se me pone la piel de gallina, por lo de matar a su hermano... Aunque prefiero no decir nada por el hecho.

Al llegar a la posada, me topo con un semiorco y aunque ya había tratado con otros semiorcos en el pasado, éste era muy diferente a los demás pues no portaba la típica indumentaria de un guerrero e incluso afirma ser un bardo. Al parecer es mi día de suerte.

Buen día Kalimash, soy Eladamri Lorian y me dedico a la recuperación de objetos de valor histórico. - le comento al bardo antes de llegar a la mesa.

Una vez en la mesa saludo a los demás comensales.

Buen día señores, soy Eladamri, un placer. - no puedo evitar la reacción de aquél humano, se nota que no está muy acostumbrado a viajar.

Samay, lindo nombre, le hace justicia a tu bello rostro. Al igual que tú yo también soy sólo un ave de paso por esta ciudad, voy hacia dónde el viento y los rumores me lleven. 

Lo mismo para mi por favor. - le digo a la posadera tras la última iintervención de Caedum

Parecía que el semiorco había decidido acaparar toda la atención, mientras reía, hablaba y escribía en su libro cosas que no entendía y que, en cierto momento, llegó a dudar que tuvieran algún significado. A medida que la conversación fluía fue dejando de lado sus dudas acerca de aquél ser, pues aunque era obvio que compartía la sangre de aquellas bestias - y al parecer algunas costumbres, de las que se sentía muy orgulloso -, no era como el resto. Se preguntó de dónde habría salido, y si tendría relación con las tribus que les atacaban en ocasiones, pero prefirió no preguntar. Él estaba allí para empezar de cero, para encontrar su lugar, y al parecer no era el único. 

La chica tenía secretos y parecía imposible que los contara, al menos por ahora, por lo que - aunque le hacía gracia su forma de responder - perdió el interés en aquella historia, que más adelante intentaría retomar. Luego estaba el semi-elfo, el protector de los pobres. En su aldea ese concepto no existía, todos compartían sus cosas y vivían como una comunidad. Las envidias por las posesiones de uno u otro apenas se daban, y nunca habían tenido que hacer frente a esa clase de problemas. Por eso su labor no le parecía nada importante, un título que, desde su punto de vista, no significaba nada. 

Y luego estaba aquél elfo, que parecía haberle mirado fijamente, como si le analizara. Por su rostro, su mirada, se había dado cuenta de su reacción al ver al bardo, pero por suerte no había dicho nada. Habían llegado juntos, así que era posible que fueran amigos. Como fuera, el tipo con aspecto de guerrero no había dicho nada aún, así que mientras esperaba, preguntarle podría ser un interesante descubrimiento más. Además, así apartaba las atenciones de la chica, que parecía que todos habían decidido fijarse en ella.

- ¿Y a qué te dedicas? - Las palabras iban claramente dirigidas a Eladamri, cuya explicación de moverse por el viento no le terminaba de convencer -. ¿Os conocíais de antes? ¿Eres bardo también como él? 

Observa al elfo y parece varios enteros mas incómodo ante su presencia -eh... zi, buen día y ezo.- dice en voz más baja que antes. Sólo parece avivarse de nuevo cuando Nox pronuncia la palabra mágica: "bardo".

¿Erez un bardo? ¿Eztoy ezcribiendo una hiztoria, zabez hacer acompañamientoz?

Yo soy un explorador, mi oficio es visitar viejas ruinas y recuperar su contenido para beneplácito de cualquiera que pague por ello.

No puedo evitar notar el recelo de Kalimash hacia mi, seguro y piensa que soy otro estirado elfo del bosque que está acostumbrado a mirar a todos por encima del hombro, si tan sólo supiera que he compartido barracas por casi dos años con algunos de sus congéneres quiźá se relaje. Mmm. Ya sé.

Ánimo Kalimash, cuéntanos un poco más de ti. La verdad es que me llama mucho la atención que te dediques a narrar historias cuando muchos de tus primos tienen un mayor apego a la lucha, de hecho mi amigo Trax, un semiorco con quién conviví algunos meses, solía decirme que para él más hermosa que cualquier poesía o historia antigua resultaba el sonido del acero al chocar.

Buen sujeto aunque un tanto hosco en ocasiones, salvo cuando nos tocaba cazar juntos, eso sí que lo ponía de buen humor. ¿Qué habrá sido de él? Ya hace buen tiempo que no lo veo.

No hay mucho maz que contar, le partí la crizma a uno y algo me dijo que era el momento de tomar el camino y conocer mundo. Laz recompenzaz por laz aventuraz zon mayores y menoz peligrozaz que zer el que cazan otroz aventureroz, ademáz en mi tribu todoz eran unoz eztupidoz zin zezo.

Su tono es bastante menos alegre cuando contesta a Eladamri, especialmente desde que ve que no es bardo, e intercala las frases con algunos trazos nuevos de su elegante escritura en Kelish.

A ver zi llega ya la jodía cerveza, ze hace de rogar máz que una fulana ante cobre.

Rió por lo bajo ante la conversación entre el bardo y el saqueador - aunque ese último comentario del semiorco no terminó de entenderlo, era joven como para que le hubieran contado acerca de esas cosas y no había fulanas en su aldea. Lo cierto es que en tan solo unas horas había empezado a darse cuenta del poco mundo que conocía -. Como sea, si que notaba los cambios de tono de aquellos dos y le parecía mucho más interesante ahora que hacía cinco minutos. Dispuesto a seguir por ese camino, miró al elfo con una media sonrisa, un poco maliciosa. 

- ¿Y qué piensas tú de las historias y la poesía? ¿Prefieres el acero al chocar? - Puso cara de inocente mientras hablaba y desviaba la atención hacia Kalimash -. Aunque seguro que él te puede enseñar de todo, ji, ji.  

Rio ante el último comentario del joven humano.

Jajaja, yo prefiero las historias que el sonido del acero muchacho, quién prefiera lo contrario es un tanto tozudo como mi amigo Trax, pero nunca negaré que un buen acero puede salvarte la vida en momentos difíciles.

Pero no veo la necesidad de andar búscandolos simplemente porque si. Yo lo que hago porque me pagan por ello y aunque el oro no compra la felicidad, sí que te permite llenar el estómago. Como solía decir mi amigo Tyrek. - digo cambiando mi semblante y tratando de imitar lo mejor posible la gruesa voz de los enanos. - "El oro, hace reír, bailar y cantar tanto a un dragón como a un grifo" Jejeje.

Ya en serio, suficiente sobre mi. ¿Qué hay de ti muchacho? ¿Nox cierto? Se nota por mucho que no eres el típico aventurero, ni un cazador de fortuna. ¿Qué haces por aquí? Lo pregunto porque es evidente que el buen maese Friëda al igual que yo estamos un tanto más habituados a esta vida, se nota en nuestros modales y formas, mientras que la hermosa Samay no va a soltar prenda alguna al menos hasta que los demás le demostremos que somos de fiar.

No soy nuevo en el oficio ¿Sabes? Tengo 17 años viajando, dos de ellos en una compañía de espadas a sueldo, donde conocí a Trax y otros 15 con el bueno, pero gruñón de Tyrek.

- ¿Espadas a sueldo? Mercenarios... - De ellos si sabía, eran como aventureros, pero se movían por el oro y hacían su trabajo sin preguntar mientras la recompensa fuera buena. Gente sin escrúpulos que luchaban por sí mismos. Los orcos y las bestias salvajes eran peligrosas, pero eran predecibles, en cambio personas como aquella, cuando habían acabado por casualidad en su pueblo, no traían más que desgracias y dolor. Muchos eran antiguos soldados cansados de la guerra, para otros simplemente el salario de un trabajo digno no les bastaba y buscaban fortuna de otra manera, sin importar el coste. La mayoría acababan por convertirse en asesinos, consentidos y pagados por los mismos que deberían frenarles pero no lo hacían porque sacaban el trabajo sucio. Saber eso le hizo endurecer la mirada, normalmente amable, y mirar con cierto odio al elfo -. He acabado aquí por azares del destino, no soy aventurero ni busco nada más que buscar un hogar, un lugar donde encajar. Como lady Samay, no tengo rumbo ni provengo de ningún lado... 

Sonrió entonces de nuevo, aunque era un gesto que no mostraba alegría ninguna. 

- Me temo, como verás, que vuestras vidas son mucho más entretenidas. 

No queriendo seguir por ahí, e intentando evitar el silencio incómodo que se produciría si nadie hablaba mientras traían la bebida y la comida, miró entonces al semielfo. 

- Caedum, ¿verdad? Dinos, a qué viene tú título.

Muy bien, si tanto interés tienes, esta es mi historia:

Desde joven, era un marginado. Mi condición de semielfo hacía que el resto de niños no quisieran jugar conmigo, pero eso no me importaba. Solamente tenía un amigo, llamado Ronald, y era un anciano del pueblo. Este también era pobre, pero también sabio, y siempre me daba consejos para que no me enfrentara a los otros niños. Era como un padre para mi, pero un día, un noble llego a la ciudad, de nombre Helix. Este humano, nada más llegar, ordeno asesinar a todos los pobres de la ciudad,y obviamente, nos escondimos, y estuvimos conviviendo todos durante largos años, hasta que un día, los soldados encontraron nuestro escondite, y mataron a todo el mundo; o casi. Un niño se pudo esconder de esa masacre, pues un anciano le tapó con su cuerpo para que no le descubrieran. Ese niño, era yo, y juré vengarme por lo sucedido; sin embargo, esa noche tuve que escapar a la espesura, ya que si me encontraban me matarían. Han pasado muchos años, y me se ha convertido en un experto cazador, y con gran pericia y suerte, logre colarme en los aposentos de Helix, y cortarle el cuello, dejando el mensaje "Los pobres están bajo mi protección, aquel que sea cruel con ellos se las verá conmigo" J.R

Ese es el motivo por el que prefiero no quedarme mucho tiempo en un mismo lugar, a pesar de que han pasado unos cuantos años, no se si la guardia ha olvidado mi cara. Por lo menos en esta ciudad "cuidan" mejor a los pobres que en mi ciudad natal. 

Le respondo a Nox, mientras tomo un poco de cerveza. Normalmente no contaría esta historia por temor a que me apresaran, pero había algo en estas personas. Tal vez fuera la cerveza, pero me inspiraban algo de confianza.

Y contestando a Camay: Puedes llamarme como gustes, no es algo que me preocupe demasiado.

Misando el Astuto, el Zorro o el Hijoputa, según a quien preguntéis.- narra con voz clara y sin ceceo alguno -un bellaco que revolucionó el orden social, un ladrón que asesinó incontables recaudadores de impuestos inocentes, un salvador cuyos robos acababan en manos de los pobres.
Su voz vuelve a la normalidad -exizten muchaz tragediaz zobre él, loz nombrez pueden cambiar, máz jamáz el dezenlace.
Mira al semielfo directamente a los ojos y dice - medio hermano, hiztoriaz como la tuya nunca terminan bien

Puede que no para mi, pero tampoco terminarán bien para los poderosos que tratan a los demás peor que la mierda que pisan con sus botas. Hice un juramento tiempo ha, y he de verlo cumplido.

Le respondo al semiorco. En parte sabía que tenía razón, y sabía que yo sólo muy poco podía hacer para erradicar las injusticias de la nobleza, pero tenía que intentarlo, de está forma, Ronald estaría orgulloso de mi, y podré ayudarle a encontrar el descanso eterno.

Asiente y añade Misando era Astuto, después de los golpes los bosques eran hogar y refugio, fortaleza inexpugnable. Inútilmente los nobles y el rey perdieron hombres ante sus flechas. Eran hombres estúpidos pero poderosos y enfurecidos. Entonces ocurrió la primera de las penurias de Misando: los nobles y el rey se revolvieron contra el propio pueblo que pagaba por cada fechoría de Misando, pronto el pueblo se dividió...
Después se encoge de hombros y dice -zi no erez hábil eztaríaz muerto, máz cuando erez hábil pueden atacar aquello que te importa.

Lamento mucho tu pérdida, la muerte no es algo agradable de ver, ni algo a lo que se le pueda tomar el gusto. - digo con cierto pesar en mi rostro - Por eso abandoné la vida de mercenario. 

Sin duda hice buenos amigos allí, como Trax, Ogrim, Elphie y Zefir, pero también cause mucho dolor a otras personas, eso no es vida para mi.

Luego conocí al buenTyrek, ese viejo enano si que es un gran sujeto. Al inicio es algo tozudo y gruñón, pero cuando lo llegas a conocer bien, te das cuenta que es una excelente persona. - digo con una sonrisa. 

El me enseñó el oficio y curo mi vista, tanto explorar tumbas y huir de ellas casi me deja ciego. Por error pisé una estúpida trampa de ácido. Ese día Tyrek me saco a rastras de aquél viejo templo y me llevo con Grul, un viejo chamán ogro quien trato mis heridas con extraños ungüentos, los cuales me devolvieron la visión y hasta me concedieron el don de ver en la oscuridad, pero a cambio mi vista se volvió  algo sensible a la luz.

Una por otra creo yo, en fin. Para hacerles corta la historia, Tyrek y yo estuvimos juntos 15 años y fueron 15 maravillosos años hasta que decidí que era hora de buscar nuevos horizontes, nuestra despedida fue larga y emotiva, incluso me regalo estos lentes para proteger mis ojos del sol, pero no son muy útiles me temo.