Partida Rol por web

- Respirä.

- ¿ Quién es esa bruja que mencionáis? Jamás he oído hablar de ella. - Pienso un momento y reacciono - ¡Las Elegidas! ¡El objeto! ¡Tenemos que protegerles! 

-¡ Satior, Saitos !, tomad camino al noroeste, hacia allí se dirigían las Elegidas. Protegedlas a ellas y al artefacto- les ordeno.

Como imaginaba...

—Dìon an Ärtifact agüs cùm sùïl'äir fir än Äch Chòmäichdän...

Hice un gesto, con la cabeza, indicándoles a Särif y Siliäz que se diesen prisa. Debían entender que mis palabras, en aquellos momentos, eran las del Barón. No debían perder ni un sólo instante.

Luego miré al Alto Consejero.

—Amina Otnis... no será nada a partir de hoy —le contesté, en un tono cargado de furia.

Mi rostro estaba profundamente serio, y mi mirada mostraba una determinación inquietante en acabar con aquella bruja. Sin embargo, si Eyna tenía razón, no habría forma de parar a un centenar de hombres con los activos que teníamos actualmente. Era... francamente imposible.

La pregunta era... ¿cómo había organizado un grupo armado de cien hombres sin que ninguno de los reinos lo hubiera visto venir? ¿Acaso no habían vigías en los caminos? ¿Acaso nadie se había molestado en proteger las rutas que llevaban hasta el lugar donde se iba a realizar el Cónclave?

—Druida, deberías proteger el Artefacto —le dije—. El Túmulo es imposible de defender ya...

Tras decir aquello, y sin perder ni un segundo... le hice un gesto a Näesan para que me siguiera y emprendí la marcha...

- A sus órdenes, mi Señor.

Los dos guardianes pelorianos marchan hacia el noreste lo más rápido que les permiten sus pesadas armaduras.

Negando con la cabeza, declinando la orden de la Tenerïs:

- Thä eagäl orgumïl feumidìmealäs dhèanämh, Tenebrïs. Ilsiadsän näonül nigheanän aigabhandïl uaineä dhiarragüs adhurduïl dhuinïn coiseachusän rathäd seloagül feitheamhaïr antaobheilë.

- Si osa madado aqkí... eso kere decir... ke va acelo. ¡Va acelo! ¡No va eperanos! ¡No va eperar la apobacón del Cóclave! ¡Camyr! ¡Sarïf! ¡Aced loke osa odenado la Sacedotisä! ¡Neta Made Bery etán kaminö!

- ¡Cosejero Alatar, le pido camine aci su capameto, y detégase aloto lado delaroyo. ¡Ayí cave su aniyo nela tera! ¡Ágalo si kere otener poder del atefato para su pebo!

- ¡Awi! ¡Tenebïs! Agalo mimo, pero nela direcón opeta, aci su tera, cucel aroyo uda todas sus gemas nela tera. Pero... sus ojos... ¡SUS OJOS, TENEBÏS!

Al oír a Opilaf y a la elfa, parece que la dríada comprende a la perfección todo lo que está a punto de ocurrir. Su corteza se agita, sus raíces se hunden en la tierra, y de sus ramas brotan miles de diminutas hojas verdes. Entonces da varias zancadas hacia el sur, cruzando el río y clavándose al otro lado, hundiendo sus raíces de pies y manos en la oscura y húmeda tierra. Mira al cielo, cerrando sus ojos.

- Na Tenebrïs measail agam ... tha mi a ’smaoineachadh is dòcha gum bu chòir dhut fuireach air falbh bhon àite seo cho mòr‘ s a ghabhas. Tha mi a ’smaoineachadh gu bheil fios agam gu bheil an Green Priestess a’ dol a thilgeil geasag cumhachdach Circle of Power a ’cleachdadh an artifact agus stòr draoidheachd uaine na bhroinn. Bidh gems a tha faisg air làimh ag òl às an fhuaran, ach faodar an sgrios sa phròiseas.

- Mi Tenebrïs... debería alejarse lo máximo posible de aquí. Creo que... la Sacerdotisa va a invocar un Círculo de Poder sirviéndose del artefacto.

Fruncí el ceño cuando escuché a Sarïf negarse. Incluso sentí deseos de abofetearla, sin embargo... me contuve. No debía perder tiempo con ella... el Barón la pondría en su lugar una vez hubiese terminado todo. Por el contrario, me acerqué al druida, no sin antes dedicarle una última mirada asesina a la elfa.

—Dime, druida —le dije, en un susurro, cuando estuve a su lado—. ¿Acaso son mis ojos los que tengo que enterrar?

Sonreí irónicamente, y negué con la cabeza...

—¿Y qué conseguiría YO con ello, a parte de quedarme ciega? ¿Conseguiría poder para mi... Reino? ¿Para el Reino que me fue cruel e injustamente usurpado? ... Adarnaj... ¿Podría el Poder del Artefacto, y la diosa Beory, devolverme lo que... por derecho me pertenece?

Las palabras de Naesän inquirían en lo evidente: debía alejarme de allí sin perder ni un segundo... pero antes de hacerlo, quería saber la respuesta del druida...

Algo está ocurriendo. Veis cómo Opilaf, Alantar y Anwië bajan por la escalinata y se alejan hacia el lado que no podéis ver desde aquí. Al poco los escoltas del Altísimo Consejero vienen a marcha forzada, despacio por portar pesadas armaduras, pero vienen hacia aquí. Son dos caballeros pelorianos, entregados en vida, cuerpo y alma al dios de la luz Pelor.

También podéis ver que todos están en sus posiciones, tal como lo habíais planeado, aunque habéis tenido que adelantar la ceremonia y hacerla menos ceremoniosa, por las circunstancias.

El viejo druida te mira a los ojos, y te responde con verdadera sinceridad: - Nosé. Nosé situs ojos te matarán, Tenebïs. La Semiya de Bery asoberá todo poder cecano. Se nutirán dél para lego renacer nela tera dÛdatär. Tus ojos peden ser fete de poder, no sé si kedarás cega, pero pede kete velvas más poderosa. Pede ketu detino kede unido a Bery. Pero, nosé. Tus ojos tabén peden ser codena, tu final, Anwië Diherôt.

Había movimientos extraños que podía distinguir desde lejos, por lo que opté por apresurarme antes de que llegasen los guardias de Alantar.

Cavo en la tierra y entierro la semilla, miro a los druidas esperando que me guíen en el siguiente paso.

Casi de inmediato notais un movimiento bajo el pequeño montículo de tierra que Militsa ha formado al enterrar la semilla. Un tímido brote verde aparece, rodeado de un aura de poder, y va tomando altura progresivamente, dividiéndose y subdividiéndose en más tallos, en una armonía hermosísima. Los tallos luego son troncos, y luego ramas, y luego hojas. En el cielo una espiral de nubes comienza a formarse, y un fuerte viento se levanta, proveniente de todos los confines del Akiteba, trayendo consigo voces y presencias de criaturas lejanas, que acuden al nacimiento.

Bajo vuestros pies las raíces crecen al mismo ritmo acelerado que las ramas sobre vuestras cabezas, quebrando la tierra y las rocas y abriéndose paso hasta los arroyos cercanos, creando surcos y atrayendo el agua hasta ellas. Las primeras hojas son de un color verde claro, luminosas, al igual que los vasos de las ramas por los que corre la poderosa savia. En cuestión de segundos el tronco engrosa, es más robusto y ancho, obligándoos a alejaros para no ser arrolladas por la fuerza y el vigor del joven árbol. En su centro una pequeña fisura se abre, desplegando y mostrando el interior, como una flor que deja ver en su seno la gema, la semilla, el fruto, de Beory.

Las ramas permanecen en movimiento, meciéndose suavemente, mientras acogen una fina lluvia que riega al árbol recién nacido. Algunas de estas ramas se mueven del mismo modo que lo hacían las pequeñas raíces que rodeaban a la gema, y buscan a su alrededor otras gemas y objetos de poder mágico para nutrirse. Algunas se dirigen hacia vosotras, rodeándoos, buscando vuestros objetos de poder. Una de ellas atrapa con fuerza el báculo de Militsa, y otra la savia de Skadi, bebiéndola. Al hacerlo, una explosión de luz y poder os hace caer de espaldas sobre la hierba, y el árbol crece aún más.

Las ramas y raíces siguen expandiéndose, conectándose con los árboles cercanos, otorgándoles su poder, asumiéndolos y aceptándolos, haciéndolos parte del mismo ente vegetal mágico. Los druidas están preparados, y ofrecen sus resplandecientes y poderosas gemas al Árbol de Beory, que las abraza y las toma, incrementando así su tamaño, su vigor y su poder.

Al otro lado del Túmulo, en el lugar donde deben encontrarse las Elegidas, y sobre las Tres Espadas, veis asomar un fuerte brote, rodeado de un aura de poder, que va tomando altura progresivamente, dividiéndose y subdividiéndose en más tallos, en una armonía hermosísima. Los tallos luego son troncos, y luego ramas, y luego hojas. En el cielo una espiral de nubes comienza a formarse, y un fuerte viento se levanta, proveniente de todos los confines del Akiteba, trayendo consigo voces y presencias de criaturas lejanas.

Sus raíces crecen al mismo ritmo acelerado que las ramas sobre el cielo, quebrando la tierra y las rocas y abriéndose paso hasta los arroyos cercanos, creando surcos y atrayendo el agua hasta ellas. Las primeras hojas son de un color verde claro, luminosas, al igual que los vasos de las ramas por los que corre la poderosa savia. En cuestión de segundos el tronco engrosa, es más robusto y ancho. En su centro una pequeña fisura se abre, desplegando y mostrando el interior, como una flor que deja ver en su seno la gema, la semilla, el fruto, de Beory.

Las ramas permanecen en movimiento, meciéndose suavemente, mientras acogen una fina lluvia que riega al árbol recién nacido. Algunas de estas ramas se mueven como delicados tentáculos y buscan a su alrededor, expandiéndose, conectándose con los árboles cercanos, otorgándoles su poder, asumiéndolos y aceptándolos, haciéndolos parte del mismo ente vegetal mágico. Los druidas están preparados, y ofrecen sus resplandecientes y poderosas gemas al Árbol de Beory, que las abraza y las toma, incrementando así su tamaño, su vigor y su poder.

- ¡ESEL MOMETO! ¡ETEGAD VETAS GEMAS! ¡RECIBID ALA DISA BERY!

Me siento muy confuso. No llego a entender lo que está sucediendo, pero sopeso las opciones y teniendo en cuenta que las numerosas huestes de Erik Van Hunden vienen hacia acá, no creo que tengamos otra opción. 

Confío en Opilaf y hago lo que dice, me dirijo hacia el lado del arroyo camino de mi campamento para enterrar mi sello, no sin antes mirar a los ojos de la Tenebris tras el comentario del druida... ¿ a qué se referiría?

Que Pelor se apiade de nosotros.