Partida Rol por web

Años de situaciones extremas y totalmente desesperadas, habían sido una buena formación para afrontar un reto como al que ahora tendrían que hacer frente. Por lo que tras unos instantes, Eranor tenía claro lo que tenían que hacer para tener alguna oportunidad, aunque fuera pequeña.-Militsa nuestra única opción pasa por liberar a los cautivos, sus cadenas son débiles. Solo con su ayuda tendremos alguna posibilidad, hay demasiados enemigos.-Y se preparó para tratar de hacerlo. El problema era que para liberarlos, no podría defender a Militsa. No podía hacer las dos cosas a la vez.

Acababa de centrar toda la atención de los presentes y venían a detenerme, detuve mi hechizo.

De reojo hacia donde se encontraba Eranor grité -¡Libéralos!- para que mi compañero tuviera una oportunidad mientras yo seguía distrayendo a todos.

Me cubro con el escudo que perteneció a Alantar y con la antorcha en la otra mano, entono un nuevo conjuro:

{Druida del triángulo de la vida,

Permíteme crear un fuego purificador,

Que tome forma de bolas en llamas,

Que tomen como destino los monstruos oskuros que me rodean}

Repito esta estrofa en todo momento.

Eranor se concentra en como liberar a los prisioneros. Con tantos enemigos allí abajo, tratar de acercarse sería una muerte segura. Así que decide tratar de romper alguna cadena que ha visto oxidada, mediante un disparo certero. Selecciona una flecha del alba, apunta y dispara contra la debilitada cadena.

Militsa consigue conjurar cinco bolas de fuego a partir de su antorcha. La luz ilumina el techo de la bóveda, y capta la atención de todos los presentes. Algunos rostros de plata más detienen sus kántikos, distraídos por el ataque mágico desde las alturas, desde el saliente de roca, sobre sus cabezas. Cada una de las bola de fuego impacta a una de las Sombräs, haciéndolas estallar en mil pedazos, cristalizando lo etéreo de sus naturalezas. Azatöth parece empequeñecer, o al menos detiene su crecimiento y fortalecimiento.

La Sombrä restante y el Spektro no se detienen, y atacan a la druida atravesando su cuerpo, cruzando sus ropas y su carne como si de una ilusión se tratara. Al hacerlo, cada uno de los oskuros enemigos arrebata un poco de salud a su cuerpo y un poco de alegría a su alma.

Por su parte, el batidor hace su certero disparo, a gran distancia, pero tomándose el tiempo necesario para fijar su objetivo y serenar su pulso. La flecha sale disparada y cruza el ritual hasta alcanzar una de las cadenas que mantiene inmovilizados a un grupo de guerreros squálidos. La cadena se rompe. Los squálidos, aunque débiles, aunque derrotados, no desaprovechan la oportunidad y cargan desarmados contra los kultistas más cercanos, obligándoles también a detener sus kántikos.

Spektros y engendros reaccionan, y se lanzan contra los esclavos recién liberados, golpeándolos con sus korruptas armas y desatando el Kaos en sus almas. Algunos kultistas rostros de plata pierden la concentración, y el ritual se relentiza. Sólo algunos continúan entonando los oskuros kántikos al dios emergente. Los ataques de los engendros y los Spektros fulminan las vidas de los squálidos uno tras otro, sin piedad. Sin embargo, el resto de esclavos reacciona al ver a sus semejantes liberados, y comienzan a gritar y a agitarse.

Debilitada por el ataque del spektro y la sombra, no me dejé vencer y seguí luchando.

Di unos pequeños pasos para tomar distancia de mis atacantes y mirándolos como si con mis palabras pudiera atravesarlos comencé:

{Sangre de Beory que corres por mis venas,

Concédeme traspasar las heridas que me debilitan,

A la oskuridad que me desafía,

Que el equilibrio se mantenga}

Repito esta estrofa mientras apago la antorcha haciendo un pequeño círculo en el suelo entre mis oponentes y yo, como parte del ritual.

Eranor había logrado liberar a algunos prisioneros, pero estos fueron rápidamente diezmados por los numerosos enemigos, así no iba a conseguir nada. Tendría que tratar de liberar a más, arriesgándose a fatigarse en extremo, nada más comenzar el combate. Pero no veía otra posibilidad, tendría que templar sus nervios y afinar su puntería, porque sabía que tiempo, tampoco tenían, en breve acabarían con ellos. Así que apunto y soltó las flechas, con la esperanza de liberar a los suficientes, para iniciar una resistencia que les diese alguna oportunidad en un combate tan desigual.

La Sombrä es destruida por el conjuro de Militsa, la Sangre de Beory corre por sus venas y la druida puede alterar el orden natural. Sin embargo el Spektro apenas es rozado por el conjur, algo débil, y da varias vueltas más en torno a la druida antes de volver a atacarla, esperando a que el círculo de fuego mágico se disipe. Militsa sostiene el escudo de Alantar, que absorbe algo del korrupto daño.

Eranor efectúa un segundo disparo, usando dos Flechas del Alba en un disparo múltiple. La primera alcanza para romper otra cadena, liberando a más esclavos, que se unen al primer grupo enfrentándose a los kultistas. Esta vez todos deben detener sus kántikos, pausando el ritual. Uno de ellos, de mayor tamaño y rasgos deformes, sin máscara, con un rostro cadavérico envuelto en llamas violetas, grita órdenes en lengua oskura a los demás:

- Aldozzatök felöket! Aldozzatök felmöket! Nehahyk abba asötek ritulëk!

El desconcierto, la confusión, el desorden, ya están creados. Los engendros arremeten contra los bárbaros, que rompen las cadenas de más esclavos, e improvisan armas con lo que encuentran. Los squálidos atacan violentamente con sus manos desnudas a los hechiceros, quienes conjuran más spektros y sombräs, sobrepasados. El agua que cubre a todos hasta las rodillas disuelve la sangre, y podéis ver cómo el sentido de las corrientes de luz cambia, volviendo a su estado natural, a su sentido original, volviendo a correr hacia el exterior de la Fuente. Azatöth se retuerce, y con sus tentáculos y extremidades devora sin control a aquellos que tiene más cerca, sean esclavos o no, sean de un bando u otro.

Eranor dispara su segunda flecha, y su arco se rompe. El Arco del Alba se quiebra, lanzando la flecha apenas sin fuerza hasta golpear al líder de los kultistas, aquél del rostro en llamas, Zanduräs. El demonio se gira hacia él, y avanza a grandes zancadas golpeando a quienes se interponen en su camino, desintegrando instantáneamente en polvo negro a todos aquellos que toca o golpea con su korrupto kuerpo. El oskuro engendro psíkiko intenta abordar la mente del cazador mientras se acerca, pero falla en su primer intento.

Ven, granjero, y entrégame tu alma.

Te torturaré eternamente.

Encontraré a tu familia y les torturaré.

Te obligaré a verlo, te obligaré a hacerlo.

Sus almas me pertenecerán.

Y no encontrarás descanso en la muerte.

No persistas. Es en vano.

Entrega tu alma, entrégate a Azatöth.

Él te hará invencible.

Con él serás eterna.

La pérdida de su arco, fue un duro golpe para Eranor, justo acababan de comenzar el combate, cuando el arco quebró. Entonces recordó las hierbas que llevaba en la boca y la espada de Alantar que tenía a la espalda. Mastico las hierbas, y cuando vio que estas tenían su efecto, dejo caer el arco y empuño la espalda. Cargó contra el espectro que estaba atacando a Militsa, mientras le dice;-Militsa tenemos que pensar en como hacer frente a Zanduräs, parece un enemigo terrible.-Y atacó con todo su empeño al maldito espectro. Impactándole de lleno y haciéndole mucho daño.

Al menos habíamos detenido, por el momento, el ritual y los presos comenzaban a luchar contra sus raptores.

Sigamos confiando en que podremos con él – contesto a las palabras de Eranor ante la inminente llegada de Zänduras.

Rápidamente, tiro al suelo el hueso que me sirvió como antorcha y cojo de mi bolsa, primero, una hierba que paso a la mano donde mantengo el escudo, colocándolas entre la mano y él, y a continuación, tomo mi odre para derramar algo de agua mientras comienzo a invocar:

{Sangre de Beory que corres por mis venas,

Concédeme traspasar las heridas que me debilitan,

A la oskuridad que me desafía,

Que el equilibrio se mantenga}

Repito esta estrofa mientras derramo agua haciendo un pequeño círculo en el suelo delante de mí como parte del ritual. Seguidamente tras realizar el círculo, guardo el odre y cojo con fuerza mi hocino.

Eranor carga contra el spektro que acosa a Militsa, y empuñando la espada de Alantar lo desintegra en polvo. La druida traza entonces un círculo de agua, en cuyo interior os situáis los tres, a la espera de la embestida del engendro demoníako Zanduräs. Luego recita el conjuro de la Sangre, y traspasa sus heridas al líder del kaótiko akelarre, quien no cesa en su avance hacia vosotros, y que fija ahora su atención sobre la hija de Beory.

En torno al ritual, bajo la bóveda de la Fuente de Nuanta, el Abominable Azatöth continúa devorando todas las almas, toda la sangre, y toda la magia que tiene a su alcance. La Luz se apaga, y sólo las oskuras llamas del Kaos iluminan este lugar. Squalidos, humanos y otras criaturas de la Luz luchan encarnizadamente contra engendros, kultistas, brutalidades y spektros, con pocas esperanzas.

Brutalidad del Kaos vs Campeón Squálido

A un lado, sobre la cornisa, el Batidor, sin su arco, empuña la espada flamígera peloriana, y la sacerdotisa sostiene en una de sus manos el escudo radiante y en la otra su hocino de plata. Zanduräs, envuelto en llamas de Korrupción, dando zancadas de gigante, adquiere formas cambiantes, cada vez más horrendas, y avanza hacia vosotros obstinadamente. Algo más alejados, a su espalda, se unen dos rostros de plata, quienes también se encaminan hacia donde estáis.

Zanduräs

Kultistas Körad Lathaniël y Vëlka Argendÿr

Eres fuerte, pero tu mente no resistirá eternamente.

Ven, ahora ke puedes. Ríndete, y entrégate al Kaos.

Llevarás el poder de Azatöth. Llevarás plata sobre tu rostro.

Trascenderás a la Vida y a la Muerte. Trascenderás al Kambio.

Sobrevivirás. Y konocerás el nuevo mundo que Él tejerá para nosotros.

Veía como se unían dos rostros de plata a Zänduras y le dije a Eranor -Nunca debimos confiar en ellos- dije con arrepentimiento al sospechar los rostros conocidos que se ocultaban tras las máscaras.

De nuevo vuelvo a repetir el conjuro, pero esta vez trato de pasar las heridas de mi compañero al engendro.

Vuelvo a tomar mi odre para derramar algo de agua mientras comienzo a invocar:

{Sangre de Beory que corres por mis venas,

Concédeme traspasar las heridas que me debilitan,

A la oskuridad que me desafía,

Que el equilibrio se mantenga}

Repito esta estrofa mientras derramo agua haciendo un pequeño círculo en el suelo delante de mí como parte del ritual. 

Desde el primer momento Eranor tenía muy claro que sus posibilidades iban a ser muy reducidas, posiblemente los enemigos fueran más de los que podrían afrontar. Pero tendrían alguna posibilidad, aunque fuese muy pequeña. Pero cuando en el segundo ataque quebró su arco, entonces, las cosas cambiaron. El era bueno con el arco y a distancia, pero no cuerpo a cuerpo. Había logrado acabar con el espectro usando la espada de Alantar, pero lo que ahora se les venía encima era muy diferente, esto claramente le superaba. Miro a su amado compañero de aventuras, le acarició y le dijo.-Amigo, defiende a Militsa.-Luego miró a la sacerdotisa, y le dijo:-Voy a tratar de darte algo de tiempo, aunque no creo que pueda ser mucho. Sin mi arco, no soy útil aquí, intentaré usar esta poderosa arma, pero no soy un buen guerrero y este combate me supera.- Se preparó y cargo contra el engendro, Zanduräs era colosal y horrible, una pesadilla convertida en realidad, y allí iba el, con una espada a tratar de detenerle. No veía que otra cosa podía hacer, sino dar algo más de tiempo a Militsa, y de paso tratar de debilitar al monstruo.

Hija mía, abre tu mente, abre los ojos.

Retira el velo de la oscuridad,

y observa cómo todo está conectado.

Azatöth nos retiene, nos confunde,

su poder aumenta, mientras el nuestro disminuye.

Sus hijos promulgan su oscura fe,

le alimentan, él se alimenta de ellos,

y ellos beben de él.

Y como en las raíces o las ramas de un árbol,

unos beben de otros, dividiendo su fuerza,

en una cadena que se ramifica eternamente.

Zanduräs es el nudo, es la llave.

Zanduräs es el tronco que hunde sus raíces en el Kaos

y riega las mentes de los débiles que hace florecer.

Siega a Zanduräs, cercena su voluntad,

sesga el poder de su mente,

y el flujo de Kaos se cortará.

Las oscuras hojas del árbol de Azatöth se marchitarán,

y de las cenizas renaceremos con fuerza.

Antes de que os alcance, ambos lanzáis ataques contra él. Militsa sanando a Eranor al tiempo que pasa sus heridas al engendro, Eranor cargando con la espada flamígera, hundiendo su hoja envuelta en llamas de pureza en el pecho del demonio. Zanduräs se agita, su rostro se endurece. El daño recibido parece sorprenderle, e incomodarle. Como primera reacción lanza un ataque psíquico contra la druida, y golpea el cuerpo del batidor. A ella no logra korromperla, su mente es fuerte y resiste. A él el golpe le hace pocas heridas, pero su mente se ve afectada por las visiones que le provoca el contacto. La mente de Eranor está al límite, al borde de quebrarse.

Entonces el techo de la bóveda cruje, tiembla, y algunos enormes y pesados sillares caen al vacío, sobre la batalla que se está librando ante vosotros. Un chillido agita vuestros corazones, especialmente el de Eranor.

Del agujero del techo aparece una majestuosa silueta, un animal volador, una mítica criatura, que acude en auxilio de su amigo. El grifo Bòlcs Màdhar ataca sin dudarlo a Zanduräs, clavando sus poderosas garras sobre la korrupta carne del engendro, siervo de Azatöth, lanzándolo por los aires. El mero contacto hace ennegrecer las patas de Bòlcs, que chilla de dolor agitando sus alas sin poder posarse sobre el suelo.

Al contacto con Zanduräs, al korromperte hasta casi el límite de tu cordura, tienes varias visiones, fugaces, rápidas, como fragmentos de recuerdos, como fragmentos de sueños.

Ves a un cónclave de poderosos magos torturar, someter y encarcelar a un oskuro dios, Azatöth. Ves cómo le sumergen en la prisión subterránea de Nuanta, cómo le atan bajo complicados e intrincados conjuros. Ves cómo los demás dioses lo aprueban, y cómo la luz de colores comienza a resplandecer sobre un suelo oskuro, devastado y korrompido.

Ves a un joven hechicero enfrentándose a los magos, discutiendo, y perdiendo. Ves cómo se adentra en Nuanta, al giual que vosotros, y cómo se acerca al dios sometido. Ves cómo el joven hechicero descubre que del cuerpo del dios, de su esencia, la magia es drenada, ordenada y canalizada por ríos de luz hacia los confines del mundo. Ves cómo los magos usan esa magia, que fluye libremente por el cosmos.

Ves a Zanduräs confuso, tratando de entender a los magos, al cónclave. Le ves comprendiendo al dios, a Azatöth, y confranternizando con él. Ves cómo congrega a los Rostros de Plata. Y ves cómo crea el Kulto del Kráneo Karmesí, con el único fin de romper el orden, y de liberar al dios torturado y sometido, de liberar el Kaos.

Zanduräs se arrastra sobre el barro negro, moribundo y humillado. Los dos kultistas rostros de plata se apresuran para asistirlo, y él les golpea cuando lo hacen, lanzándolos lejos. La soberbia y la furia le invaden, y se levanta, con sus últimas fuerzas, pronunciando un oskuro conjuro que llama a la criatura más peligrosa de este lugar: el Guardián.

- Menjä mesteredhëk. Küszik felarräs helyrëk, amelyrëk megesküdött, megvëdik. Törd összek mindazök fejëk, aik harcolnääk sötetseggëk! Törd összek mindazök testëk, aik hazugsagöök ësremënyk hordoznaak, aik ittäk Azatöth vërët!