Partida Rol por web

Otros Mundos I : Los Chicos de Jim Hopper

Día 1. Infierno esmeralda.

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28/06/2022, 23:56
Director

El rotor de la máquina tronaba como los tambores de la guerra que estaba por llegar. Las aspas del UH-1P cortaban el aire que era como melaza. Era una estación calurosa. La humedad de la jungla de Guatemala era como echar gasolina sobre napalm. Suma y sigue. Sudaban, más aún sentados en los bancos de transporte del pájaro de acero. Hacinados, juntos como hermanos. O como putas en un prostíbulo libanes. El astro rey vomitaba sobre ellos todo su calor hediondo. Aún no había amanecido del todo y ya podían intuir que la temperatura sería un azote constante.

La luz roja color diablo se desparramaba sobre sus rostros como un presagio oscuro de sangre. No había escolta. Ellos no estaban allí. Su país no tenía nada que hacer en Guatemala. Eran fantasmas.

El radiocasete, empotrado de forma improvisada en uno de los huecos del pájaro, tocaba una canción de rock pasada de moda. El ambiente, de fiesta, estaba cargado como siempre con la tensión de los momentos anteriores a una misión. La selva estaba llena de guerrilleros. La suya era una misión de rescate. Entrar y salir. Un día, dos a lo sumo. Encontrar al agente perdido del gabinete presidencial, y a cualquiera de los miembros de su equipo que hubieran sobrevivido, y sacarlo de allí llevándolo al punto de extracción acordado, fuera de la frontera.

El helicóptero del miembro del gabinete había sido derribado a dos kilómetros dentro de la frontera de Guatemala. No podían invadir su espacio aéreo. Tendrían que descender en la jungla de Belice, caminar varios kilómetros, buscar el pájaro derribado, averiguar qué había pasado y el seguir el rastro hasta encontrar el paradero del hombre que buscaban. La jungla estaba plagada de rebeldes. Inteligencia había mencionado apoyo soviético. No sería raro que hubiera sido secuestrado por los guerrilleros.

George Dillon había servido en Beirut, Ruanda y Somalia con Jim Hopper. Era un soldado metido en oficinas. Trabajaba para inteligencia pero al contrario que la mayoría de tíos de cuellos almidonados y ridículas corbatas del departamento, él era consciente de lo que era el trabajo de campo. Cuidaba de los suyos.

—Entrar y salir —había dicho —. Haced el menor ruido posible, pero tenéis permiso para usar fuerza letal. Por mí como si hacéis saltar por los aires media selva. Quiero al agente de vuelta. Y si están vivos, al piloto y a su guardaespaldas. Y a todos tus chicos, Jim. Quiero una operación limpia. Por eso te llamamos. Queríamos al mejor y ya que yo no puedo ir —sonrisa, blanco diamante sobre un lecho de pólvora negra —. ¿Quién mejor, viejo amigo?

No había podido compartir con ellos el motivo por el cual un civil se encontraba en aquella parte del mundo. Pero lo sabía. Inteligencia lo sabía todo. Había mencionado, de pasada, unos papeles y un maletín. No era lo principal, pero como todo equipamiento abandonado tras las filas enemigos, debía ser recuperado o destruido.

—A nadie le importa lo que hay en esos informes. ¿Entendido?

Debía preguntar, pero todos sabían cómo proceder. Ver, oír y callar. Un mantra de las fuerzas especiales que se dedicaban a las operaciones negras.

—El campamento rebelde se encuentra en alguna parte del suroeste de la selva. Han podido derribar un helicóptero, así que están bien armados y organizados. Sabemos que al menos un teniente soviético, Sergei Basilev, está con ellos, en calidad de consejero e intermediario. Si va al hoyo, suma puntos para vuestras vacaciones.

Vacaciones, permiso de dos semanas después de aquella operación. Todo pagado por el tío Sam. Un aliciente para volver con vida, por si lo necesitaban.

El líder rebelde es el capitán Edwin García. Sádico y temperamental. Le encanta meter armas rusas en el mercado negro. Toda una joya. Tened cuidado con él, no le gustará que le quitéis su nuevo juguete de las manos. Recordad, no es una guerra. Es una misión de extracción.

Inteligencia daba por hecho que el hombre que buscaban había caído prisionero en las manos del jefe guerrillero, pero serían ellos quienes descubrirían la verdad. Dillon lo tenía todo bien atado. Era la clase de hombre que se metería en aquel infierno personalmente si las cosas no salían bien. Les daba seguridad.

—Esta es la zona noroeste de la jungla —dijo, marcándola en el mapa —. Es como el triángulo de las Bermudas. Todo lo que pasa por encima, cae. Nadie sale de allí. No sabemos qué diablos están escondiendo, pero no os acerquéis. Queda lejos de vuestra misión, del punto de derribo y de la base de rebeldes. Pero, por si acaso…

Les avisaba. Los quería a todos de una pieza. La zona de la jungla había quedado marcada por el rotulador rojo peligro. Un recordatorio de que no debían desviarse del camino. Guatemala, por lo visto, guardaba más de un secreto.

—Estaré escuchando. Si queréis hablar conmigo,  extender el radio enlace y marcar mi frecuencia.

Les había estrechado la mano, uno a uno, fuerte como un toro. Les había deseado suerte.

 

Se encontraban en el pájaro, la música silbaba. Las aspas giraban, el calor les rondaba. La misma historia de siempre. Un miembro más entre ellos, invisible. La muerte, afilando su cuchillo. ¿A quién le tocará esta vez? La negra esfera de la nada girando en la ruleta de la vida. Negro muerte, rojo sangre. Los ojos de la serpiente, la casa gana o el jugador se hace millonario. La bola girando, girando, girando.

—Señor, si este maldito trasto no nos mata lo hará esta mierda de música. ¿De qué siglo es? ¿Del renacimiento? —dijo Tortuga, enseñando los dientes, sonriente.

Le dio un codazo a Gustav. Pretendió hacerle daño, pero no logró arrancarle más que un gruñido.

—Eh, Rico, apuesto a que tus abuelos tenían esto de fondo cuando estaban concibiendo a tu padre. ¿Eh?

Una risotada capaz de cortar el sonido del rotor. Linda le atravesó con la mirada. Tortuga enseñó las manos.

—¿Qué? Es mi forma de decir hola. ¡Solo quiero que se integre!

Ella entornó los ojos, los hizo girar y desistió, ya sabía que discutir con Tortuga era una carrera a toda velocidad contra un muro de hormigón.

—¿Nervioso, chico? —le dijo Linda al novato.

Había comprobado dos veces sus correajes, como indicaba el manual. Estaba revisando su arma por tercera vez, eso era cosa suya.

—Si te pierdes ahí abajo, sílbame. Iré a buscarte —le guiñó el ojo.

—¿Ha visto esto, sargento? Cinco años trabajando con ella y nunca me dijo nada tan bonito —Tortuga de nuevo, al ataque.

Linda, una sonrisa sincera. Se agitaba con el vaivén de la máquina. El acero con el color del camuflaje sobrevolaba la jungla escupiendo humo y promesas de muerte.

 Los chicos de Jim Hopper llegaban al punto de descenso.

—Tres minutos para el punto de descenso, señor  —dijo el piloto, la voz queda, ronca.

La jungla y sus secretos aguardaban. Tres minutos. Luz amarilla. Saltar. Después estarían solos. La misma historia de siempre.

La misma.

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29/06/2022, 17:55
Gustav Bergström

A esto lo llamaba yo tener un mal despertar, hacerlo por las tonterías de “Tortuga”. Con lo a gusto que estaba con las vibraciones del helicóptero. Ni siquiera escuché lo que tenía que decirme. Era como una mosca cojonera por lo que simplemente le gruñí e intenté volver a dormirme. Pero la luz indicaba que estábamos llegando.

Linda parecía centrada en tranquilizar al novato para que estuviera preparado, algo que no terminaba de entenderlo. Yo decidí prepararme también. Sacando mi pastillero, saqué una de aquellas pequeñas pastillas azules e intentando que no me vieran, me la llevé a la boca. Sacudí la cabeza mientras sentía como la energía me invadía.

- Bueno Pequeñin – dije mirando al novato – Tampoco te preocupes demasiado. No puedes hacerlo peor que este. –

Y le di a “Tortuga” un codazo de verdad. Él lo negaría, pero estaba seguro de que le había hecho daño.

Entonces la luz se puso verde y ni me lo pensé.

- Bueno, movámonos –

Me enganché a la cuerda, hice un saludo a todos y miré a Hopper.

- Os veo abajo, niñas –

Y salté.

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29/06/2022, 19:14
Jim Hopper

Si, ¿quién mejor? — Contestó a su amigo y dejó escapar una risilla que bien podría haber pertenecido a un conejo.  Sus pequeños ojos se entrecerraron tras las gruesas gafas de pasta pasadas de moda.  —Me hubiese gustado verte sudar un poco, Dillon, pedazo de hijo de puta —. Se encogió de hombros y dirigió su mirada hacia el helicóptero, atrayendo hacia aquel las miradas de algunos de los presentes. Volvió a mirar al ahora agente de inteligencia.

Tres semanas — dijo —tres semanas de vacaciones.  Los chicos se merecen eso, Dillon, como mínimo.  Nosotros  entraremos y saldremos como si nos hubiésemos bañado en lubricante. Sin preguntas, putos fantasmas, traeremos a ese tipo, su maletín y sus amigos, nos cargamos a ese tal Basilio y tú... bueno — volvió a reír —tu culo negro se llevará un ascenso ¿No es así? Así que no lo veo mal, Dillon. Quid pro quo. 

Jim sabía que no pedía mucho. Dillon sabía que lo harían bien, que la misión se llevaría a cabo de una manera u otra, con más o menos explosiones, más o menos incendios, ruina y caos, pero de manera igualmente exitosa. Ese extra suponía un papeleo mínimo y un presupuesto irrisorio para la agencia, pero para Hopper era importante. Se preocupaba por sus chicos y mandaba un potente mensaje: Todos saldrían vivos de ahí para ponerse hasta el culo de caipirinhas.

Sin esperar respuesta, señaló la parte del mapa que Dillon había comparado con el triángulo de las Bermudas.  

Vale. Ahora en serio. ¿Ahí que hay? ¿Misiles?¿Un agujero en la capa de ozono? ¿Narcos? ¿Una tribu perdida?¿Templos aztecas? Estaba lejos de la zona en la que actuarían, pero si esa parte de la junga era tabú para los rebeldes quizá no les persiguiesen allí.  Conocer donde tu enemigo no estaba dispuesto a guerrear era mierda básica, muy del "Arte de la guerra". A Jim le encantaba añadir nuevos capítulos a ese libro que no había ni leído.

......

Siempre tenía ese cosquilleo en el estómago justo antes de que les bajaran.  Nervios. ¿Sería ésta vez cuando mordiesen más de lo que podían tragar? ¿Cuando su falta de fuerza física lo estropease todo?  Se limpió las gafas tranquilamente. 

Esta música está bien, Tortuga.  Debe ser que me estoy haciendo mayor, porque me dan ganas de ponerme a concebir.

»En fin. Tres minutos. Tiempo justo para cambiarse de calzoncillos, de bragas y rezar un padrenuestro.  Siempre viene bien rezar, cabrones, no os riais. Hay que rezar por los pobres desgraciados que se crucen en nuestro camino.  

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29/06/2022, 19:34
Rico Flores

Observaba la jungla bajo ellos. En los vuelos de aproximación se imaginaba cómo avanzaría por el terreno algún tipo de animal. En esta ocasión iba trazando el recorrido imaginario de un mono saltando de rama en rama. En cierto modo, eso le ayudaba a distraerse, se aburría en los viajes.

 

Le llamaba la atención la información sobre el líder rebelde. Contrabandista de armas rusas… quizá pudiera conseguir algún juguetito extra para su VSS Vintorez. 

 

Tortuga hizo una broma sobre sus abuelos y la música que sonaba. Se encogió de hombros, señalando con el índice hacia el rotor, y gesticulando como si no le hubiera escuchado. Sabía que, en un grupo de veteranos como aquél, sería blanco de bromas debido a su edad. Pero bueno, el tiempo cerrará bocas… y tampoco parecían mala gente.

 

Linda se mostraba amable… otra consecuencia por su edad. Le infravaloraban, como si todos ellos hubieran nacido sabiéndolo todo, pero no dejaban de ser sus compañeros. Asintió con un gesto de la cabeza y esbozó una medio sonrisa. 

 

Tres minutos para saltar. Tiempo de sobras para echar un último vistazo al equipo y las armas. Se ajustó un pañuelo en la frente para absorber el sudor.

 

Gustav fue el primero, le dio la impresión de que lo sería para todo, sin mirar atrás y sin importarle qué o quién hubiera en su camino. 

 

Observó los alrededores antes de descolgarse, seleccionando una posición para controlar el perímetro. Debían de estar lejos de todo, pero en una jungla tan espesa, a saber…

 

Sintió el vacío al colgarse de la cuerda y descender. La aspiración del aire provocada por los rotores impedía sentir la humedad provocada por el clima tropical, que le golpeó de lleno al posar pie en tierra. 

 

De un sólo movimiento, descolgó el fusil y lo empuñó, tomando su posición en el abanico que debían formar para controlar el perímetro de la zona. Rodilla a tierra, seguro fuera, disciplina de gatillo, concentración en su arco de visión. Aguzar el oído era inútil hasta que el helicóptero se hubiera alejado.

 

Notas de juego

Al lío!

 

Por cierto, Rico habla inglés (idioma "oficial" de la partida, ,imagino) y español...que marcaré en color rojo para distinguirlo. Así que, si necesitáis intérprete, y sabeis. ;P

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29/06/2022, 23:08
Morgan Merl

¿Templos aztecas?¿Tribus perdidas? A Morgan le daba igual. Dillon ordenó que se olvidasen de esa zona. Para el sargento Merl ni existía ese lugar. 

Siempre había acatado órdenes sin cuestionarlas. No demasiado, al menos. 

Morgan colocaba pacientemente la munición en uno de sus cargadores. Repasaba mentalmente su equipo, el de sus compañeros, las órdenes y la misión. Era algo así como un mantra hasta que lo tenía todo tatuado en cada trozo de masa gris de su cerebro. A la vez, escuchaba las conversaciones, las bromas, y participaba de vez en cuando.

-Tú no eres tan guapo, Tortuga. Y podrías ser su padre.

Pero no lo era. Ni él tampoco. Se miró a aquel conejito pequeño de mala leche concentrada y sonrisa diabólica. Vale, era un hombre felizmente casado, jamás fue infiel a su esposa, pero eso no quitaba que fantaseara, como cualquier hombre. Linda tenía un polvo. O dos.

Sin embargo, para el sargento era una militar muy capaz, eficiente, letal. Una amiga. Una soldado antes que mujer. 

-Cabo Flores. Lo harás bien. Nada de heroicidades. Escucha la experiencia. Cuida del culo de tu compañero. O compañera -una sonrisa traviesa bailó entre su barba-. Los demás cuidaremos del tuyo. 

Tres minutos. Luz roja.

-Atentos.  -cruzó una mirada con Jim. Suficiente. Llevaban media vida compartiendo misiones, plomo, sangre, muertos, y birras. Se santiguó.

-Perímetro de cinco metros. Ojos bien abiertos. Gustav, no te hagas notar en exceso. No queremos que te violen las monas.

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02/07/2022, 00:52
Director

Gustav fue el primero en descender. Un peso pesado que se deslizó por el cordel de la vida sin miedo, como otras tantas veces. El primero en entrar, el último en salir. Su único hobbie, tirar del gatillo. Tortuga dejó escapar una risita. Buscó en la pechera de su chaleco, sacó una petaca reluciente.

—Un poco de valor —le dio un trago —. Bueno, un poco más —vació media petaca, otra sonrisa —. Recuerda novato, no sueles la cuerda hasta que lleves abajo — se arrojó al mar verde mientras las aspas zumbaban sobre su cabeza.

Le siguió Rico, un descenso perfecto. Le habían enseñado bien. Aquello era parte de su rutina de entrenamiento. Linda tomó el relevo.

—No se entretenga mirando las vistas, Sargento —dijo, no se refería a la selva.

El sargento fue detrás, por deferencia. Jim quedó arriba, solo, contemplando las tupidas copas de los árboles. No sabía identificar ninguna especie vegetal. Solo sabía que las copiosas hojas le impedían ver a sus enemigos, las trampas y los reveses de la muerte. Ya le estaban dando calor.

Recordó su charla con Dillon, como había intentado sonsacarle algo más de la misión. A Inteligencia le gustaba tener secretos. A Dillon no, se le veía incómodo. No soltó prenda de igual forma. Mejor que no se acercasen a la zona señalada en rojo. Eso era todo.

Jim descendió el último, chocando contra las copas de los árboles en su caída controlada. Se magulló pero no dijo nada. Entrar en un país donde se suponía que no debían estar siempre era doloroso. Tomó tierra. Nada mal para un tipo de su edad, directo al suelo como un dardo bien lanzado. El sargento ya había formado un perímetro defensivo con sus hombres. Linda ya estaba averiguando donde diablos habían caído.

A su alrededor solo había verde. Un verde de varias tonalidades. Demasiadas, como un lienzo que un loco hubiera pintando arrojado botes de pintura contra la pared. Todo mezclado, mareante, con sus formas difusas, recortadas. Espesura, maleza, hojas, troncos, lianas. El calor, cayendo a plomo sobre ellos igual que una prensa hidráulica. El sonido distante de un colorido pájaro. El helicóptero; un punto negro que pronto desapareció de su vista.

—El pájaro nos ha dejado tres kilómetros más al este de lo esperado. Tendremos que andar algo más. Por allí —señaló Linda hacia una dirección que era igual que todas.

De forma rápida y efectiva, el grupo empezó a moverse por la maleza. Salvo por Tortuga, quien cerraba el grupo, rezongando.

—Mis quejas al jardinero. Aquí no han podado en años.*

 

Avanzaron en silencio y en formación. Si el terreno era duro, si el calor era molesto, ninguno se quejó. Ninguno se detuvo a coger aliento. Ninguno se amedrentó al penetrar en la selva. Cuanto más adentro caminaban, más parecía cerrarse el infierno esmeralda sobre ellos. Igual que una bestia de enormes fauces que les estuviera devorando. Soldados, militares. El terreno era hostil. Habían sido entrenados para eso. Habían nacido para esa tarea. Tres kilómetros extras con el equipo a cuestas. Otros dos hasta la frontera. Un paseo. Sudaban, por el calor. Linda les informó de que estaban cruzando la frontera.

Evitaron cortar las molestas ramas, sería un rastro demasiado claro. El hombre había trazado una línea imaginaría en aquella parte de la jungla. Pero la selva no entendía de las leyes del hombre. Ella era Una, completa. Un gigante por el que caminaban como intrusos. Parásitos, molestos. Rico, al frente, fue el primero en indicarles que habían encontrado algo. La información suministrada por Inteligencia era buena.

Algunas ramas se habían quebrado a una buena altura. Casi podían seguir la trayectoria que había descrito el helicóptero al ser derribado. Encontraron piezas de fuselaje y cristales como carta de presentación. El tupido telón escondía un macabro acto. Y no sería el último. Algunos árboles se habían partido por el impacto, otros se habían doblado. No tardaron en encontrar el helicóptero.

Era una máquina con acero del color de la selva. Se encontraba boca abajo, hundido, aplastado, las aspas retorcidas como huesos rotos de una mano tratando de agarrar algo. Los cristales de la cabina vomitaban un cadáver; el piloto. Había muerto en el acto. Miraron en el interior. Vacío. Se movieron, tensos. A su alrededor la selva se cerraba sobre ellos, encogiendo la escena, asfixiándoles en un escenario constreñido. Fue Linda quien, tras adentrarse en la espesura unos pocos pasos en busca de algún rastro, regresó con el rostro pálido.

—Debería ver esto, señor.

Todos lo vieron. Entre las ramas, a unos diez metros de altura, dos cuerpos. Colgando, cabeza abajo. Despellejados. Los músculos, de un rojo apagado, brillantes. Los ojos, sin, párpados, mirando fíjame un horror invisible. Sus labios, arrancados, mudos. Había sangre en el suelo, también parte del equipo militar, sus trajes, mochilas con suministros, algunos cargadores, pero no armas. Alguien se las había llevado.

La visión era horrible. Incluso para ellos. Tortuga cogió su petaca y le dio otro trago.

—Noventa kilos de carne pelada. ¿Por qué colgarlos? Joder, ¿Por qué despellejarlos?

Se había quedado sin más palabras, sus ojos trémulos contemplaban la escena pero temblaban recordando sucesos del pasado.

—Un mensaje, para asustar —dijo Linda, aunque era más bien una pregunta.

Uno de los cuerpos aún mantenía una bota militar en el pie, el otro tenía un diente de oro. Ninguno era su hombre.

—Vivos, los han despellejado vivos —dijo Tortuga, la boca seca.

Una sed que nunca podría saciar.

—¿Qué dices, bruto? No puedes saber eso.

—Mira sus ojos, niña. ¡Míralos joder! —silencio, un pájaro despegando el vuelo en la cercanía —. Están llenos de miedo.

Notas de juego

*Queridos amigos, tenéis que especificar una formación estándar. Cuando os desplacéis  por la selva, salvo que nadie diga lo contrario, esa será la formación que adoptaréis. Tortuga querrá ir atrás, pero hará lo que diga Jim. Por supuesto la podéis modificar en cualquier momento, pero si no decís nada, asumiré que esta es vuestra forma de desplazaros.

 

Esta escena es de investigación. Recordad que podéis hacer solo una tirada por turno. Si hacéis una tirada de percepción, decid que inspeccionáis (el helicóptero, los cuerpos colgados, el piloto, etc) o lo que buscáis (pisadas, restos disparos, etc). Jim y Morgan, sentíos libres de dar órdenes a Linda y a Tortuga.

Esperaremos a nuestro amigo que está de vacaciones, hasta que él no vuelva y responda, no colgaré turno, aunque puede que os avance alguna de las pesquisas que vayáis descubriendo. No deis nada por sentado.

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02/07/2022, 10:48
Jim Hopper

Jodidos narcos — El helicóptero se había estrellado, quizás un accidente, quizás un disparo afortunado. Lo demás era típico de los cárteles de la droga, crueles y simbólicos asesinatos.  Salvo el momento inicial, Jim no había vuelto a mirar a los hombres despellejados.—. Siempre con sus mensajitos macabros.

Suspiró, mostrando un moderado disgusto. Como si ésta carnicería hubiese sido un leve contratiempo y no un horrendo hallazgo sacado de la más oscuras pesadillas.

—Tortuga, bájalos y deja de asustar a los niños. Sin piel todo el mundo pone  la misma cara de pasmarote.  

»Linda, rastros. ¿Qué ha pasado aquí, cuántos maricas guatemaltecos han hecho falta para hacerle ésto a unos hombres muertos.?

No ordenó nada a Gustav, él seguramente clavaría sus ojos en el lienzo verde que les rodeaba, buscando algo que acribillar.   

—Rico, abre los ojos. Haz algo o que parezca que lo haces.  Merl ¿Qué opinas? —preguntó mientras inspeccionaba el helicóptero. ¿Como lo habían derribado? Buscó marcas de disparos, el típico desgarro metálico provocado por una carga explosiva.  Era importante saber qué armas tenían los que se habían llevado a su hombre.

- Tiradas (1)

Notas de juego

ortografía 

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02/07/2022, 11:38
Morgan Merl

Selva. Jungla. El puto y enfermizo verde de infinitas tonalidades. Calor pastoso como miel caliente sobre tu piel. Sudor igual a gelatina derramándose y chorreando por tu cuerpo.

Selva. Una amante persistente y ocasional desde veinte años atrás cuando las junglas del infernal Vietnan desvirgaron a Morgan. la primera vez fue dolorosa. Las siguientes no mejoraron. Ahora, era como sexo masoquista. Odia a la selva. Y la amaba un poco.

Prendió un cigarrillo. Espantaba a los cabrones y tocapelotas bichos. Joder, Dios estaba fumado cuando creó las selvas y junglas.  

...

Se quedó observando el helicóptero y al piloto. Dio una vuelta al aparato. Todo el mundo sabía qué hacer. Gustav y Rico vigilando.

Luego estuvo un rato parado delante de los dos cadáveres colgando como carne fresca en un matadero. Mierda. Se pasó la lengua por dentro de los labios. El sargento había visto muchas cosas propias de demonios. Perversiones del negro corazón de los hombres. Del lugar oscuro que todos guardamos.

-Me recuerda a Camboya. -comentó, lacónico. Tortuga tenía razón, pero no se la dio, el capi no quería asustar a los "niños". -Asegurad el perímetro. Los enterraremos. Sacad también al piloto.

"¿Qué opinas?"

-No se han llevado los cargadores, equipo, suministros. Raro. Se toman su tiempo en esta carnicería, ¿y olvidan todo eso? -Siguió mirando a las alturas- Diez metros, Jim. No es algo habitual de esta gente. Quizás a ese García le gustan las bromas macabras. ¿No dijo Dillon que era un hijo de puta sádico?- Casquillos, huellas, rastros, se encargaría Linda.

Comprobó la sangre. ¿Fresca, seca? Examinaría los tres cuerpos, incluido el del piloto. Tiempo desde su muerte, arma empleada en el despellejamiento, heridas o no de bala, de armas blancas, cualquier indicio de lucha.

-Esto no cambia nada. Tienen a nuestro hombre, esa es la misión. Cabeza fría. Centrados. -No quería que el nene se cagase en los pantalones ni que a Gustav se le fuese la olla demasiado pronto.

 

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Quita el +10 , que me confundí, va con el 50+10 de int.

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03/07/2022, 02:14
Rico Flores

A pesar de las obviedades que le iban soltando sus nuevos compañeros, Rico siempre prestaba atención… Nunca estaba de más escuchar la voz de la experiencia… Aunque se repitiera una y otra vez…

 

Encabezaba la formación, en línea, separados 3 metros unos de otros. Al llegar al lugar del hallazgo, indicó "alto" con el puño cerrado. Escuchó durante unos instantes… Nadie cerca… e informó al resto.

No era mecánico ni forense, la historia estaba clara, ya se lo habían explicado durante el briefing, así que vigiló el perímetro, podían haber dejado centinelas, haber preparado una emboscada… Sabiendo que tenían un rehén valioso, era lógico suponer una misión de rescate, y aquello bien podría servir de cebo o distracción.

 

¡Y menuda distracción! 

 

Levantó la vista hacia donde indicaba Linda - Hijoeputa cabrón - Se había acostumbrado a la sangre a muy temprana edad. El territorio de los 18th Street en California era peligroso, violento y brutal. Había presenciado ajustes de cuentas y ejecuciones, tanto por parte de las bandas como de los cárteles en su operación anterior, pero ni por asomo algo así.

Las imágenes, los olores, incluso las texturas de sangre, carne, músculos y tendones se mezclaban saturando sus sentidos. 

El sabor amargo de la bilis subió a quemarle la garganta y su piel se perló con un sudor frío que no tenía nada que ver con el calor ni la humedad del ambiente.

 

Consiguió contenerse, aún así, se retorció ligeramente, la punzada de su estómago quejándose se hizo evidente y, aunque pudo retener el desayuno, se puso pálido y sintió como que todo su equipo había triplicado su peso.

 

Una vez recuperado, sin mirar a sus compañeros, dio un trago de agua de su cantimplora para aclararse la boca y quitarse el sabor amargo. Lo más "dignamente" que pudo, empuñó su fusil y se posicionó para vigilar los alrededores, intentando cumplir la orden de Hopper.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Bueno, no sé cómo poner color al texto (si es que se puede... en otro foros sí podía) jajaja. Asi que al hablar en español será lo subrayado

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03/07/2022, 20:05
Jim Hopper

72 horas antes.

—Me voy, señora Kowalzyk —La vieja casera del parque de caravanas de Nueva Inglaterra donde residía Jim salió tambaleándose a través del pasillo de su casa, esquivando a duras penas las pilas de trastos, revistas, productos de teletienda que ocupaban cada rincón de su vivienda —. No volveré en un par de semanas ¿Podría ayudarme? 

Con el macuto al hombro y su pecho repleto de condecoraciones, no parecía un hombre tan ridículamente pequeño. La señora asintió —Por favor, de de comer a Mr. Peebles y recoja los paquetes que me lleguen. Esperaba un nuevo comedero musical para su enorme gato de Maine y su puntual subscribcion a National Geographic .  Nada más. De nadie.

La señora asintió de nuevo, siempre contenta de ayudar al educado, correcto y puntual en sus pagos Jim Hopper.  No entendía como su mujer podía haberle hecho eso que le hizo.

Si, Hopper. No te preocupes —contestó, perdida en el brillo de los  zapatos de Jim.  Como una inmensa mayoría de estadounidenses, su afinidad por los símbolos militares, incluyendo sus veteranos, rayaba en lo religioso. Por lo menos mientas no les tocase rascarse el bolsillo.

Se lo agradezco, señora Kowalzyk. Le traeré uno de esos.. —miró hacia el interior de la vivienda.  Una estantería en el salón, al fondo, estaba repleta de una impresionante colección de bolas de cristal con sus respectivas y coloridas estampas navideñas —..paisajes nevados.

 

​​​​​​​​​​Ahora.

 

¿Camboya, eh? — taladró los ojos del sargento, acompañando su línea de pensamiento, absteniéndose ésta vez de rimas fáciles  —. Si, es un poco raro —no parecía en absoluto preocupado  -. Es lo que harían unos aborígenes. ¿Sabías, Merl, que todavía existen tribus en Centroamérica que no han tenido contacto con el hombre civilizado? — Sonrió —Pero me parece mejor lo que dices, eso del hijo de puta sádico.  No hacía falta ser un genio para seguir a Jim. Al contrario que Linda o el propio Merl, Hopper no tenía problemas en compatibilizar las misiones con un poco de justicia made in America.

 

Notas de juego

uf, cuántas faltas XD.  Disculpadme ^^u

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04/07/2022, 11:58
Gustav Bergström

Cuando encontraron los cadáveres colgados y despellejados, Gustav reaccionó como lo haría cualquier psicópata. Los echó un vistazo rápido, esbozó una mueca de disgusto y seguidamente continuó investigando la zona como si aquello fuera lo más normal del mundo. Tristemente, para él era así. En Vietnam había visto cosas igual de horribles, niños carbonizados que corrían hacia ti con un cuchillo, gente con las tripas fueras y una granada en la mano para volarte por los aires. Tortuga comenzó a gritar que les habían despellejado vivos.

- ¿Qué ocurre Tortuga? ¿Un poco de chicha te pone nervioso? ¿O es que te da envidia lo fresquitos que van? –

Morgan lo comparó con Camboya. Algo de razón tenía salvo por un pequeño detalle.

- No tan parecido, hacía bastante menos calor. Y era jueves por la tarde –

Gustav hablaba, pero ya no miraba los cuerpos. No eran de real interés para él y ya estaban otros para bajarlos. Sin embargo, si había aprendido algo en sus muchas luchas. Cuando alguien colocaba avisos así, también colocaba gente que diera una sorpresa a los que se lo encontraran. Y no estaba dispuesto a dejarse atrapar por una emboscada. Jim dio las órdenes y el hombretón, que ya estaba en ello antes de que le dijeran nada, levantó el pulgar mientras marcaba un perímetro con la vista y miraba más allá en busca de cualquier movimiento.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Ole esa tirada guapa. Soy como Dios, lo veo todo XDDDDD

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05/07/2022, 01:44
Director

—Claro que me pone nervioso —contestó Tortuga a Gustav —. Tendría que ser un bastardo de sangre fría como tú para que esto no me pusiera los pelos de punta, joder.

Volvió a llevar la mano a la petaca, miró el resplandeciente recipiente. Lo guardó, quizás lo necesitaría más adelante. El cowboy se acercó a Gustav, la mandíbula prieta, la voz ronca.

—Llevo mucho en esto, Gustav. Demasiado. Todos los días veo mierda parecida. Y por las noches la vuelvo a ver. No puedo dormir sino me emborracho —miraba al frente pero Gustav sabía que su compañera estaba mirando a ninguna parte; no era la mirada de las mil yardas, pero casi —. Un tío mío tiene un rancho ¿Te lo dije? Si, el cabrón que se casó con una cubana. Necesita que alguien le eche una mano. Caballos. No tengo ni idea, pero…no puede ser peor que esta mierda. Antes lo pensaba y decía. ¿Caballos? No me cuentes gilipolleces. Pero ahora veo estos cuerpos despellejados y pienso que oler a estiércol debe ser la gloria — silencio, a algunos hombres las palabras se les atragantaban —. Es mi última misión. Después de esto, lo dejo.

Una confesión. Hopper, ajeno a ella, dio las órdenes.

—Mierda, ¿Por qué tengo que bajarlos yo? —maldijo —. Pero tranquilo, gozarás de mi compañía un poco más. ¿Quién sino iba a cuidar de tu feo culo?

Tortuga se quejó pero cumplió la orden. Lo normal hubiera sido que hubieran cogido una de las lianas, hubieran rodeado uno de los troncos y lo hubieran usado a modo de polea para alzar los cuerpos. Tortuga pasó varios minutos tratando de encontrar el otro extremo de los cabos que sin duda debía estar clavado al suelo o atado a una rama o tronco. Pero no lo encontró.

Se quitó el sombrero texano, se secó la frente con el antebrazo y miró a los cielos cubiertos de verde y muerte. El otro extremo del cabo se encontraba en las alturas.

—¿Cómo cojones les subieron ahí? ¿A pulso?

Rezongó un poco más, dejó el arma en el suelo y tras advertirle a Gustav donde dejaba su juguete, empezó a trepar.

Hopper intentó ver que había derribado el helicóptero. El amasijo de hierros no había terminado muy bien. Todo el fuselaje estaba lleno de cortes, golpes y rasguños. Los cristales habían reventado. El rotor principal estaba retorcido a conciencia. El trasero no estaba. Examinó la cola. Miró arriba, al suelo. No encontró la pequeña aspa que impedía a la máquina girar como la peonza del diablo. Al no encontrarla por la zona dedujo que el pájaro había empezado a caer cuando había perdido el rotor trasero.

Se acercó al brazo que lo sujetaba. Allí estaba el impacto. Un agujero del tamaño de una pelota de ping pong. Una bala explotaba, mordía el metal, atravesaba. Era un experto en impactos. No había sido una bala. El círculo era casi perfecto y los bordes estaban ennegrecidos, como si lo que lo hubiera atravesado hubiera estado tan caliente como para fundir los bordes del metal. Extraño. En su larga carrera nunca había visto algo así, ni en arma de mano, antiaéreas o antitanque. Aquello era algo nuevo.

El sargento hizo sus propias pesquisas. El piloto había perdido el rotor, había caído en barrena. Había tratado de amortiguar el golpe usando los árboles. En buena parte, lo había conseguido. Dentro no había más sangre que la suya y era poca. Una de las ramas le había partido el cuello y roto los dientes. El resto de su cuerpo había sufrido cortes, seguramente por los cristales. Su maniobra le había costado la vida pero había salvado a los demás. Todo un héroe. Cualquiera lo diría viéndole desparramado sobre el helicóptero como un pedazo de basura. Llevaba muerto día y medio, dos a lo sumo, calculaba. No tenia chapas. Jhon Doe abatido.

Rico se tomó en serio su labor de vigilancia; la de los alrededores y la de su estómago. No sabía de cuál de los dos saldría antes algo feo y desagradable. Tortuga había trepado los diez metros, el sargento y el capitán estaban inspeccionando el helicóptero, Gustav estaba contemplando la selva como si quisiera prenderla fuego, o quizás era su mirada habitual. Todos estaban dentro de un perímetro de seguridad aceptable. Linda no, era quien más se movía. Aquí y allá, metódica. Algo no le cuadraba. Se perdía entre la maleza y Rico tenía que seguirla con la mira de su arma. Al rato volvía aparecer. Estaba a punto de advertirle que se estaba alejando demasiado cuando regresó.

—Señor, estoy confundida —le dijo a Hopper —. Tres hombres bajaron del helicóptero. Nuestros dos amigos colgantes llegaron a disparar. Lo hicieron en todas direcciones, pero no les habían rodeado. No hay huellas de una emboscada. Es como si no supieran a donde disparar —raro, no eran aficionados —. No sé cómo fueron abatidos. Nuestro hombre huyó de la escena. Creo que perdió el conocimiento, no avanzó más de veinte metro. O estaba tan asustado que no podía moverse o se quedó escondido —se encogió de hombros, no era habitual ver a Linda tan desconcertada —. Lo encontraron seis pares de botas. No eran profesionales. Guerrilleros, daría mi brazo por ello. Creo que investigaron el helicóptero, cogieron las armas pero dejaron lo demás. Algo les asustó. Se llevaron a nuestro hombre. Según el mapa, dirección suroeste. Al campamento de García.

Señaló un punto verde de la selva. Para ella tenía sentido, los demás solo veían la misma pintura una y otra vez. Había más.

—Las huellas más recientes corresponden a un segundo grupo. Más numeroso. Doce, catorce hombres. Siguieron la pista a los guerrilleros. Estoy perdida, señor. ¿Le dijo Inteligencia que había operaciones en esta parte de la selva? ¿Si había más soldados por qué no nos avisaron? No tengo más que una corazonada, pero diría que eran de los nuestros.

Solo una suposición. Tortuga alzó la voz, dio el aviso. El primero de los cuerpos descendió. Un peso muerto grotesco, rojo sobre verde, desparramándose sobre el suelo. Lo siguió su compañero. La caída le hizo perder la bota.

El sargento estudió los cuerpos. Había que tener estómago para ello. Les habían sacado la piel limpiamente. No había cortes, tampoco agujeros de balas. Si había heridas de cuchillo, el arma empleada debía haber sido tan fina y afilada que el corte era prácticamente invisible. No sabía como se despellejaba a un ser humano, pero era un trabajo profesional. Propio de una mezcla entre matarife y circujano, brutal y preciso.

Gustav, hasta entonces una estatua en medio del desconcierto, alzó su puño en señal de alarma. Entre los árboles, cuando el viento caliente había apartado un jirón de verde para permitir que se filtrase un rayo de luz, este había hecho brillar algo. En la selva, en la profundidad. Linda y Rico se desplegaron, el sargento y el capitán utilizaron el fuselaje del pájaro como parapeto. Tortuga, aún arriba, sacó su pistola y oteó desde las alturas. Un destello metálico, Gustav sabía lo que había visto. Linda le indicó a Rico que buscase con el visor, pero Rico ya estaba mirando y no veía nada. ¿Había alguien ahí? ¿Un tirador?

Silencio, una brisa caliente, sudor, sus corazones contenidos, sus alientos reprendidos. Las armas prestas. Miraron a la selva y la selva les devolvió la mirada. Sintieron un escalofrío caliente.

Gustav avanzó, lo había vuelto a ver. Sus compañeros eran cautos, le cubrieron. Él era un gigante entre ratones. Pisoteó las hojas, aplastó las raíces. Avanzó sin dudar. Treinta metros. Encontró lo que había visto desde la distancia. Trató de sacarlo de un tronco donde se había clavado. Estaba bien adentro. Y era afilado. Se cortó los dedos. Una maldición. Utilizó los guantes para extraerlo. Regresó con su pequeño tesoro. Aquello era lo que había reflejado la luz solar, provocando el destello, el misterioso guiño. Allí no había nadie, solo su pequeño éxito.

Gustav volvió con ellos, extendió su mano y les mostró el misterioso objeto. Otra pregunta más.

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05/07/2022, 09:05
Morgan Merl

"Jueves por la tarde".

-Tu humor no mejora con los años, Gustav. Deja de tocarle los huevos a Tortuga. -miró al cowboy- Ya hueles a estiercol, Billy.

Última misión. ¿Cuántas veces había escuchado esa misma frase? No añadió nada.

Las respuestas a los interrogantes daban lugar a más preguntas. Desconocían el tipo de arma que había derribado al helicóptero. No quedaba nada claro cómo alzaron a los dos cuerpos. Resultaba extraño el tiroteo. Les dejó perplejos el segundo grupo que mencionó Linda. En realidad no era tan extraño, misiones encubiertas con otras misiones secretas. Se solapaban.

Desconocían quién era el piloto y los dos militares desollados, sin chapas.

-Me siento gilipollas -murmuró para sí, pero audible.

Y luego el hallazgo de Gustav. Los seis lo observaron. - ¿Qué coño es eso? Va siendo hora de contactar con Dillon. Linda. *

Se encendió otro cigarrillo. Sus ojos se estrecharon en dos finas líneas, como si quisiera taladrar la densidad verde de la selva que los rodeaba por todas partes. 

-Los han despellejado vivos. Han muerto por el shock y desangrados. -confirmó. 

Un par de caladas. 

-Rusos. Supongo. O los enanos amarillos. Probando sus putas armas. Nuevos juguetes para el viejo oso. Tal vez nuestro hombre quería averiguar el asunto.

Fumaba, reflexionaba. Una mano en el fusil, otra en el pitillo. 

-¿No hablaba  el informe que hubo una señal de socorro y confirmación de que todos sobrevivieron al aterrizaje?
Se la estaban metiendo bien adentro a Hopper y sus chicos.

-Esto empieza a apestar, Jim. A establo. El otro grupo de bastardos no se preocupó demasiado de esta escena. Tenían un objetivo muy claro. ¿Diferente?

Más interrogantes.

-Cuando las cosas se tuercen mucho, y la mierda emerge, nos llaman a nosotros, Linda.

 

Notas de juego

*No recuerdo quien lleva la radio.

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05/07/2022, 14:17
Jim Hopper

Ni bueno, ni malo, ni horror, ni indignación. Una sempiterna, levísima y gélida sonrisa y unos ojos entrecerrados eran toda la concesión que Jim solía hacer al lenguaje no verbal.  El capitán era una caja negra en la que sólo unos pocos, muy pocos, sabían leer alguna clase de emoción. Únicamente Gustav y Merl, que llevaban décadas con él, notaron como Hopper se saltaba ocasiones flagrantes en las que bromear, quitar hierro a la situación o meterse con el culo negro de Dillon. Y eso sólo pasaba cuando estaba muy cabreado.

Era en momentos como ese, durante un cabreo, cuando prescindía de aún más gilipolleces, rodeos y de florituras de lo habitual.  Se volvía directo como un láser. Como el puto haz de microostias que había derribado el helicóptero.  

Nos ceñiremos a la misión.  Rescataremos a ese imbécil y nos largaremos.  Aquí hay armas experimentales en juego y varias agencias implicadas, pero nosotros, a lo nuestro. No interferiremos, no tocaremos nada ni nos quedaremos con nada que encontremos 

Paseó su mirada sobre los presentes.  Nada dijo acerca de ninguna de sus sospechas, que el asunto olía a la SDI de Reagan y a mierda reciente.  Tampoco dijo nada del extraño hallazgo de Gustav, puede que no le pareciese digno de mención.

Se detuvo primero en Merl. Negó con la cabeza.

Nada de hablar con Dillon. Será una mierda, pero es nuestra.  No vamos a llamar para que nos limpien el culito mientras tengamos papel y manos con las que hacerlo.  

Siguió con Linda, sin evitar un tinte paternalista en la voz.

—Linda, si no descolgaron a éstos hombres, pueden que sean americanos pero no de los nuestros. Por lo que a mi respecta, podrían ser enemigos. Ojo con eso, quiero desconfianza máxima

Tono que desapareció cuando se dirigió a "Tortuga" y Gustav.

Y vosotros dos.  Dejaos de melodramas.  Es un trabajo duro pero alguien tiene que hacerlo, como esos tipos que meten el brazo en el recto de las vacas.

Dio un vistazo alrededor.  Toda la selva le parecía igual, el mismo caótico y asfixiante de tonalidades verdosas, lleno de insectos y alimañas.  Odiaba la selva.

En marcha. Tras el primer grupo. Armas listas y en silencio, que sean ellos los primeros que se enfrenten los unos con los otros. Cuanto antes nos movamos, antes saldremos de aquí. 

 

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06/07/2022, 19:49
Rico Flores

Hacían demasiado ruido, con tanta bromita y pullitas… Se les veía demasiado confiados, a pesar de tanta experiencia… o quizá debido a ella…

No quería pensar que se había convertido en un paranoico, pero estar en un entorno desconocido, hostil y peligroso, a juzgar por los hallazgos que habían hecho… entonces Linda informó de los grupos. Había más gente de la esperada, lo que hacía que se complicase más la situación. 

 

La señal de Gustav tensó sus músculos, antes de que Linda le diera la orden, ya había aprestado el fusil, buscando entre la maleza al enemigo, o lo que fuera… barridos suaves, redujo el zoom al mínimo… nada, todo formas y siluetas naturales. No había nadie.

El gigante rubio manipulaba algo en un tronco, pudo ver un ligero destello. No dejó de vigilar la maleza hasta que volvió al perímetro, mostrando su hallazgo.

 

No había visto nunca nada parecido… lo que le inquietó… 

 

Hopper, quien parecía imperturbable, tomó el control de la situación, resolutivo, decidido a seguir. Esa era su misión, de nadie más, no necesitaban ayuda... seguirían adelante… y eso le dio más confianza…

 

<Allá vamos, pues…> Se tomó un momento para colocarse el ghillie y poder fundirse mejor con el entorno. Un par de toques de pintura en el rostro y la mira de su fusil tapada para evitar destellos… Sería como un arbusto móvil, no le verían venir.

 

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07/07/2022, 10:34
Jim Hopper

Tan pronto comenzaron a andar, Jim se dejó adelantar hasta que se quedó junto a Tortuga.  No era momento para hablar, nunca lo era, pero necesitaba saber que todo su equipo estaba al cien por cien 

Billy — no le llamaba así a menudo —Cuando volvamos, ven a verme. Supongo que que puedo tirar de algunos hilos.  Algún puesto habrá en manufactura.. o en mecánica.   No tenía muy claro que Tortuga sobreviviese muchos años fuera del ejército, menos aún en un estercolero lleno de caballos.  No se sabía mucho al respecto, no había estudios, pero Jim sospechaba que Billy se había roto.  Y los que se rompían necesitaban disciplina para no acabar pegándose un tiro.  Disciplina, trabajo duro y alejarse de los psiquiatras era todo que un hombre necesitaba para no caer. Jim creía saber bastante de eso.

 

 

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07/07/2022, 11:16
Morgan Merl

Morgan no gruñó con la respuesta de Jim acerca de la radio. Pero sí torció un poco el cuello, mirando hacia la espesura con aire pragmático. Era el capitán, se conocían desde hace años, no iba a discutir según qué cosas y menos en público. Pero creía que Hopper se equivocaba. 

Esta mierda no era de ellos, sino de Dillon, que se les había cagado encima. ¿No lo quería ver Jim? Era muy típico de él no distinguir entre su trasero y el ajeno. 

-Mi culito está limpio, capitán -fue cuanto replicó, con aire irónico. 

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07/07/2022, 20:39
Gustav Bergström

Casi le había decepcionado el hallazgo, esperaba haber encontrado un motivo para abrir fuego. Pero al menos ese cachivache era interesante. Pinchaba mucho, como comprobó al tocarlo y cortarse.

- Mira que si los han matado unos caníbales locos –

Dijo señalando los cuerpos que estaba descolgando tortuga. Incluso pensó en decir algo mas al vaquero, pero primero la reprimenda de Hopper y las palabras que le dedicó, le hicieron retroceder. No era que le preocupase mucho, pero si Jim decía que se estaba pasando, muy probablemente así era.

Su mirada se posó en el novato, le notaba tenso, callado. Por un momento llegó a sentir lástima por él. Pero se le pasó rápido. Volvió a mirar lo que llevaba en la mano.

- Jim, si no lo quieres, creo que me quedo este juguete. Cuando encontremos a los responsables puede ser divertido buscar por donde metérselo a ese bastardo. –

Y se lo guardó en el bolsillo.

Entonces escuchó el comentario de Morgan y en parte, podía estar de acuerdo en que esta no era nuestra mierda, pero joder. Nunca lo era.

- Recuerda que por muchos nombres que nos den, al final somos asistentas que se encargan de limpiar la mierda de otros. ¿O ya no recuerdas Vietnam? – Le dio un golpe en el hombro. – Tranquilo, que volverás con tu mujer, ya me encargo yo. Si algo te pasara tendría que cuidarla yo, y los dos sabemos que le caigo como el culo –

Y empezó a reír. Le caía bien Morgan. Lo hizo solo un instante, entonces escuchó la orden de Jim, preparó su GE M134 portatil y se puso en posición para avanzar. Aunque estuviera loco, no le gustaba que hubiera otros como él por ahí. Encontraría a esos cabrones y les haría lamentar el día que decidieron joder al ejército americano.

Notas de juego

Apuntado el dardo a mi inventario

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08/07/2022, 00:53
Director

Jim Hopper dio el pistoletazo de salida. Los muchachos se plegaron, se distribuyeron. Sacaron sus joyas, sus chicas, sus perros hambrientos; las armas listas, fuera el seguro. Los negros cañones como ojos depredadores buscando sobre quien escupir plomo y olvido. Rico se colocó su traje. Un fantasma en la espesura. Aún sabiendo donde se encontraba era muy difícil verle. Cuando se movía, las hebras de su traje seguían los movimientos naturales de la selva. Estaba totalmente integrado en ella. Rico, un tipo silencioso, el adecuado para su trabajo.

Más rudimentario, Gustav seguía a su compañero. O caminaba por allí por donde creía que iba Rico. Linda, de vez en cuando, corregía su rumbo desde más atrás. Si Rico era la punta de lanza, el observador, Gustav era el muro. Todo lo que no pudiera parar el francotirador lo haría él, fueran un par de tipos o un camión. Con una mandíbula tan prieta como la suya no sería raro verle masticando acero.

Tras él, el sargento y Linda. Lida era la más profesional, la más centrada.

—Si tiene miedo puede acercarse a mí, señor, pero no espere un abrazo —había bromeado con Merl, buena sintonía, tensión sexual que no se rompería, un quiero y no puedo. Tan lejos de casa, una necesidad; les recordaba que seguían siendo personas.

Se compenetraban bien. Ella, metódica, él, con kilos de experiencia a sus espaldas.

Jim les seguía. Un tipo pausado, tranquilo. Su motor interior daba más vueltas que el cigüeñal de un vehículo de carreras. Sus chistes eran afilados, sus decisiones; rápidas como el relámpago, contundentes como un martillo. Había muchos aspectos sobre la misión que los demás no consideraban o que no sabían ponderar. Él ya lo había colocado todo en su báscula particular.

Cerraba Tortuga. Cansado, decía. La energía de un toro. Con él a sus espaldas, no hacía faltar mirar atrás. Cualquier problema y su arma de gran calibre escupiría una solución. Jim le habló, en la intimidad de aquel jodido y sofocante lugar.

—Es como cuando rompes con una chica con la que llevas unos cuantos años, señor. Aunque hayan pasado meses, todo te recuerda ahora. El restaurante donde cenábais, el auto cine donde os metiais mano, su lado de la cama. Lo mejor es marcharse lejos. Olvidar no es sencillo. He visto cosas, señor —se quedó mudo, era el momento en el que esas cosas desfilaban por sus recuerdos —. No podría, señor. Necesito...romper con todo —aunque se le veía tan seguro como un equilibrista con un ataque de tos —. Gracias, señor.

 

Las botas marcando el ritmo, el calor trepando por sus pieles, orinando sobre ellas. El aroma de la selva, denso, profundo, con demasiados matices para captarlos todos; plantas aromáticas, vegetación en estado puro, mierda de bestias salvajes. Un perfume capaz de noquear su sentido del olfato. Pero no de engañarlo. Debajo, inconfundible, se podía aspirar el hedor de la muerte. Atrás quedó el helicóptero, los cuerpos despellejados, el piloto. Sus familias nunca recuperarían sus cuerpos. Recibirían una carta, la visita de un teniente o de un capitán. “Fue un orgullo servir con ellos”. Una mentira patriótica para ocultar un fallo en el sistema americano. Si la vida de un soldado era barata, el dolor de sus seres queridos apenas valía unos cuantos dólares.

En la selva, alejados de la civilización, de sus familias, de sus hogares, se sentían extraños, ajenos a todo. El mundo con sus normas, los políticos, la sociedad, la opinión pública, la televisión. Allí no tenía ningún valor. Ese mundo no era real. Era una mera ilusión, un constructor en el que los hombres y mujeres de bien creían vivir. Una granja de hormigas.

Ellos eran cazadores, los que hollaban el mundo real. La selva, exuberante con las tetas de una stripper, extraña, estaba más cerca de sus corazones ahora mismo que sus propias familias. Atrás quedaban recuerdos, las calles de un barrio tomado por las bandas; la sangre, las pipas y la droga, pero también la música hasta altas horas de la noche y las jóvenes meneando el trasero. Los hijos, la fiel esposa, el día de acción de gracias y la barbacoa del cuatro de julio. El delantal de cocinero con la consiga “Besa al chef” y la taza de “Mejor papá del mundo”. Un matrimonio quebrado, una solterona que echaba demasiado suavizante en la colada y su colección de globos llenos de agua y nieve. Otra colección de camisas, impolutas, planchadas, esperando sobre una cama vacía o escondidas en un armario que apenas se abría. Un rancho, caballos, una promesa de una vida mejor. Un prometido, eligiendo el color de la mantelería de una boda. Una botella vacía, televisión por cable, una suscripción al playboy y otra a la asociación del rifle. Vidas. Distantes. Unidas, como los dedos de una mano en un puño. El ejército hacia hermanos a los extraños.

Allí no eran sus recuerdos. Allí no eran productos del capitalismo, los ex de alguien o la familia de otros. Eran soldados e incluso eso dejaba de tener sentido. Eran familia, hermanos. Cuidaban los unos de los otros. Avanzaban por la jungla en formación, cubriendo los pellejos de los otros sabiendo que los otros estaban haciendo lo mismo. Un bloque humano. Real. Ahí estaba la grandeza del hombre; despojado de todo, encontrándose a sí mismo en ninguna parte, en una cacería sin sentido. Bestias. Cazadores.

Hombres.

Rico no tuvo problemas en seguir los rastros, pero era Linda quien veía en ellos más que ningún otro.

—Los guerrilleros trataron de ocultar su rastro, pero el paquete les retrasó. No se les da muy bien, la verdad —comentó, crítica. Un diez sobre diez era un notable para ella —. El segundo grupo no trató de ocultar nada. Siguieron a los guerrilleros, sin más. Tenían prisa.

Dudas, preguntas. Una mierda que empezaba a salpicar. ¿Les había mentido Dillon? ¿O él también había sido engañado? Jim conocía al negro, era de fiar. Un par de mentiras ligeras, de protocolo, nada más. No algo como eso. Operaciones en la zona. ¿Americanos? ¿Rusos? El anzuelo que Gustav había encontrado; siniestro, extraño, como de otro mundo. El metal cortaba como un bisturí, era ligero como una pluma.

—Con eso puedes hacerte un piercing para tus jodidas pelotas, Gustav —le había dicho Tortuga.

Botas, tierra, sudor. El aroma, una vez más, embriagador. El de una puta sifilítica que quería que yaciesen con ella a toda costa. Vietnam fue un error, aquello era una mentira. El sistema estaba podrido, el mundo condenado. Ellos, soldados, seguían adelante. Y seguirían marchando, las botas sucias, las suelas desgastadas. Las armas, siempre prestas.

Rico les dio el alto; el suelo estaba minado. Tortuga avanzó, se tiró al suelo. El tipo era un bruto pero con unos alicates entre las manos era tan delicado como un artista esgrimiendo un pincel. Cortó el cordón que activaba la trampa.

—Aficionados.

Sortearon un par de trampas más, habían sido colocadas con rapidez. No era un buen trabajo. Los guerrilleros eran chapuceros. Empezaron a notar la presencia del hombre. ¿Cuánto habían caminado? ¿Una hora? ¿Dos? El paso del tiempo marcaba su propio ritmo en aquel vergel asfixiante. Rico trepó a un árbol, usó el visor de su arma. Entre los árboles vio algo; movimiento, edificios, un muro de madera. La base guerrillera estaba más adelante.

—Los guerrilleros siguieron adelante —indicó Linda, era evidente que habían llegado a casa sanos y salvo —. El segundo grupo se dividió aquí. Rodearon el lugar. Seguramente para atacar.

Notas de juego

Habéis encontrado la base enemiga que Dillon os marcó en el mapa. Rico no ve mucho, la posición no es la mejor. Un par de guerrilleros sudamericanos con Ak-47, una edificación entre el follaje. El resto tendréis que descubrirlo por vosotros mismos. Vamos a decir que la base tiene cuatro caras; frontal, derecha, izquierda y trasera. Podéis rodear la zona e inspeccionar la cara que queráis.

Importante. Si vais a echar un vistazo, haced una tirada de sigilo, camuflaje, etc, lo que queráis, para saber si alguien os ve. Y para saber que captáis, una tirada de percepción. Recordad, las tiradas son tiradas, la narración es más importante. Gustav no verá una mierda si solo se asoma entre los arbustos, pero si usa unos prismáticos y decide subirse a un árbol tendrá una mejor visión.

 

Amigo Lord Arzzun, tira 1D100 en oculto. Ese va a ser el número de guerrilleros que hay en la base. Si, puede haber 100 cabrones ahí, hay que vivir la vida loca.

 

JettRrow, no hace falta que tires por camuflaje. Mientras lleves el traje y no hagas movimientos bruscos, nadie te verá. No es como si esos tipos tuvieran una especie de visión termal ¿Eh?

 

Es una partida de Depredador, jodería mucho que os matase un aficionado con un AK, pero puede pasar. Hay muchas formas de solucionar una situación. Una cosa es la película y otra los alocados planes que podáis idear. Todo es bienvenido y todo es posible, es vuestra historia.

Cargando editor
08/07/2022, 03:41
Jim Hopper
- Tiradas (1)