Partida Rol por web

-¡Alto, joven aprendiz! Eres mucho más valiosa viva que muerta, pero no consentiré seguir perdiendo hombres. Un hechizo más y ordenaré que acaben contigo... Bien, ¿dispuesta a hablar? -la voz suena ominosa, cavernosa y con una seguridad que sólo tienen las voces acostumbradas al mando. Y ha hablado en perfecto latín.

- No tengo nada de que hablar contigo, ¡suéltame!. - Sin hacer movimientos bruscos me deshago lentamente de las ligaduras que queden en mis manos, cuello, etc mientras miro alrededor de la habitación intentando hacerme una idea de donde estoy.

Consigues acabar de liberarte tus trabas, no sin algún esfuerzo y con la preocupación de si se te ha notado o no, pero al fin estás libre, aunque con alguna ampolla fruto del fuego. Te dolerá, te dolerá bastante, pero de eso ya te preocuparás más adelante.

Estás en una sala de paredes de piedra basta, sin ventanas, apenas iluminada por un candil colgado de un clavo en la pared junto a la puerta. El lugar rezuma un hedor característico e inconfundible a letrina o similar (casi echas de menos la capucha de la que te acabas de deshacer y que amortiguaba un poco la pestilencia). Las paredes tienen ese tipo de humedad que uno no quiere tocar bajo ningún concepto, no tienen decoración alguna y no hay más puertas que por aquella por la que vienen los matones. Aunque no puedes discernir la siguiente habitación, sí puedes apreciar que allí también hay algún tipo de fuente de luz.

-Eso no parece muy razonable, Margueritte. ¿Te extraña que sepa de ti? Que no te extrañe, tienes cualidades únicas que podrían hacernos un gran servicio, que podrían hacer de ti alguien grande, muy grande. ¿Seguro que quieres que de la orden de que te asesinen, Margueritte? ¿Qué harías si consiguieras acabar con ellos antes de que te degollaran o te destrozaran la cabeza de un mazazo? Sólo hay una salida, ¿crees que te dejaré huir? Vamos, hablemos, ¿qué puedes perder por hablar?…

Me quedo quieta y no contesto. Después de la vista alrededor y visto que no hay más salida que la que están taponando opto por quedarme donde estoy.

-¿Se te ha comido la lengua el gato? Vamos, vamos, no seas tímida. Te sorprendería saber todas las molestias que me he tenido que tomar para poder hablar contigo, aunque claro, seguro que eso no lo valorarías demasiado. Veamos qué puedo hacer por ti… ¿Sabías que hay tomos ocultos en la biblioteca? Yo puedo acceder a ellos. ¿Y tus padres, sabes por qué te cedieron a esta Alianza? ¿Estás segura de que lo que te contaron es la verdad? ¿Te imaginas por qué tu hermano es el preferido de Lupus y no lo eres tú, cuando eres tan claramente superior a él? Claro, nunca le has preguntado a Lupus por su pasado, ¿verdad? –continúa y continúa la voz, su verborrea sigue y sigue, mientras tú te ves atrapada. Los dos matones (uno de ellos no lo habías visto nunca, pero el otro es el que te dejó inconsciente en el callejón) se separan, siguiendo el contorno de la sala, impidiéndote tener control de ambos a la vez.

Viendo que no podré escapar puesto que estoy rodeada y se que hay más gente fuera me lo tomo con toda la calma posible.

Hay un momento de silencio en vuestra conversación durante el cual los matones acaban de tomar posiciones. Se nota cierta tensión en el ambiente, tensión que no se ha resuelto hablando, está claro.

-Hacedla pasar aquí y esperad fuera -dice entonces la voz misteriosa cambiando el enfoque.

-¡Pero señor! -Exclama uno de los matones, pero es rápidamente acallado por la voz y los gestos de su propio compañero. Obedecen. Sin llegar a tocarte te conducen a la sala contigua, tal vez el doble de grande y con algo más de mobiliario: una mesa, dos banquetas, algo de pergamino, pluma y tinta, un armario destartalado y lo que se diría un espejo cubierto con una tela sucia. No hay nadie ahí, sólo otra puerta de acceso a esta sala (con un total de 2 puertas, por la que has accedido a esta y otra más), puerta por la que pronto se retiran los dos matones, aunque sin perderte de vista en ningún momento. Los matones cierran la puerta al salir, pero no suena barra ni cerrojo alguno. Ahora que te fijas, es lógico, la puerta tiene barrote para atrancar, pero la tiene en este lado de la sala.

-Espero que así te sientas más cómoda, Margueritte -dice de nuevo la voz. O estás loca o la voz ha parecido surgir de debajo de las telas.

Supongo que la voz viene del espejo, no me cuestiono mucho la locura puesto que viviendo en Doissetep puede pasar cualquier cosa. Que vaya hablando tengo cosas mejores en que pensar.

-No me puedo creer que una chiquilla como tú consiga reprimir su curiosidad de manera tan loable. Escuchas mi voz, pero no me ves y sin embargo no sigues tu instinto. Te planteas cosas más allá de lo que te dicen o te inducen a pensar... pero no cuestionas tu aprendizaje. Dime, ¿sabes por qué te están entrenando como aprendiza? ¿de verdad? -la cháchara de la voz, que cada vez te queda más claro que viene de debajo de las telas, es decir, del ¿espejo?, ha sido un sinsentido hasta ahora, pero hay ciertas preguntas que llevas años reprimiendo y esta es una de ellas. Tu prodigioso intelecto ya te llevó a planteártelo antes. La escuela la construyeron para vosotros. Nunca antes los magos de Doissetep se habían puesto de acuerdo para entrenar a sus aprendices a la vez, a colaborar tan estrechamente en su aprendizaje... Aunque te duela reconocerlo, la voz parece saber algo que tú desconoces, algo que puedes intuir, pero que no te has atrevido a preguntar.

- Contra la muerte cargaremos. - Me han secuestrado a la fuerza, han matado a mi acompañante y han amenazado con hacerme a mi lo mismo.

-¿No te dijo tu madre que el suicidio cierra las puertas del paraíso? Pues te lo confirmo. Y si no empiezas a ceder por tu lado esto terminará muy mal, créeme. Preferiría tenerte de aliada antes que tener que acabar contigo, pero se nos acaba el tiempo, Margueritte. Eres importante, más de lo que te han dejado saber, y podrías serlo mucho más. Te podría ayudar, siempre que me ayudaras con mi causa. Y mi causa es elevada. Si conocieras la mitad de lo que yo sé, no tendrías tantas dudas. ¿Ni siquiera te interesa saber qué causa es esa? -insiste la voz bajo las telas.

Sigo buscando una posible salida de la habitación. Me paseo y cuando estoy al lado del espejo lo descubro con una mano temblorosa, intento que mi voz no me descubra y por eso hablo antes de ver lo que aguarda detrás. - Ya que insistes tanto al menos debo conocer a mi interlocutor.

-¡Al fin me liberas de mi oscuridad, muchacha, ya iba siendo hora! ¡Jajajaja! ¡Mírate, toda temblorosa! Pero no temas, no te haría nada, aunque pudiera... -dice el demonio desde el otro lado del espejo, su lado un infierno de llamas voraces que no proyectan calor alguno en tu lado; su voz resuena con una potencia de la que carecía antes, cuando estaba amortiguada por la simple tela que recubría el mueble- ¿Empiezas a creer en que puedo llevar a cabo mis planes? ¿De qué lado quieres estar? Doissetep caerá, con o sin tu ayuda, pero me gustaría que te salvaras, tienes tanto potencial...

- ¿Si eres tan poderoso porque necesitas la ayuda de una aprendiz?.

-Oh, ahí reside el quid de la cuestión. ¿Por qué tanto interés en ti? ¿Por qué eres una aprendiz? ¿Por qué no te dicen la verdad? Resulta irónico que sea un demonio quien tenga que revelártela: tú podrías traerme a mi aquí, si quisieras y te enseñara. Aunque me veas, no estoy ahí, contigo, sino en el Infierno. No te puedo tocar, pero mi influencia llega hasta ti, hasta Doissetep, hasta los Pirineos... Podría hacer que te enseñaran, que desataran tu verdadero potencial. Podría conseguir que tu magia adquiriera un nivel, un poder, que los viejos magos de Doissetep no podrían parar. No te lo quieren decir porque tienen miedo de perder el control, de dejar de tener poder sobre ti. Yo podría enseñarte. ¿Qué podrías hacer con ese poder? ¿Cuántas cosas cambiarías? ¿Te imaginas?

- Has cogido al aprendiz equivocado. - Si puedo volver a tapar el espejo lo tapo y sino simplemente me siento.

Recoges la mugrienta tela que cubría el espejo del suelo y con un rápido y grácil movimiento consigues que se extienda lo suficiente en el aire como para que al caer por su propio peso vuelva a quedar atrapada sobre el mueble, ocultando la infernal figura de Aker.