Partida Rol por web

Se despertaron con los primeros rayos del sol de aquella nueva mañana. El resto de la noche había sido tranquila y no tuvieron que lamentar más incidentes. Las únicas criaturas que se acercaron a ellos fueron un pez que chapoteó en el agua y un búho que se posó en una de las ramas bajo peligro de ser ensartado por una flecha al ser confundido con una corneja. No fue así por fortuna, y el buho pudo seguir con su caza nocturna sin ser molestado por nadie.

Desayunaron frugalmente y prepararon todo para partir cuanto antes. Debían navegar a contracorriente en esta ocasión, lo que suponía que el viaje de vuelta iba a resultar más largo. Pero al menos dejaban atrás el tétrico lugar donde tañía la peligrosa campana del pantano, Balín les contó que ellos también habían sido cautivados por su hechizo cuando llegaron a las ruinas de la perdida y olvidada ciudad. Desistió de contar más sobre su cautiverio y sobre el tétrico y lúgubre lugar hasta que no estuviesen de vuelta en Esgaroth, pues no confiaba en la oscuridad reinante de aquel bosque.

El viaje que se avecinaba iba a ser largo, Grimrow calculó que les costaría el doble que el viaje de ida. Aproximadamente tardarían ocho días en cubrir la distancia que les separaba de la Ciudad de Lago. En aquella zona las aguas todavía eran mansas, gracias al sosiego que proporcionaba que las aguas del río se desparramaran formando aquella zona de ciénagas y pantanos. Por eso, a cada golpe de remo podían avanzar una buena distancia, pero sabían que no tardarían mucho en enfrentarse a las veloces corrientes del Río Rápido.

Grimrow distribuyó los pesos en las embarcaciones y les hizo saber a sus compañeros que si todo iba bien tardarían un poco más de una semana en estar de vuelta.

Dejó que fuera la embarcación de Cuidorón la que marchara en cabeza, de ese modo, aunque la corriente era ligera y el riesgo mínimo, el podía observar su progreso y corregirlo en caso de ser necesario.

Volver a estar en la embarcación le reconfortaba y se notaba no solo en su pose sino en las palabras de ánimo hacia sus compañeros, aunque dirigidas sobre todo hacia los enanos ya que sabía su animadversión a las aguas.

Tras llegar a las barcas, Ella había caído rendida tras la rápida pero intensa batalla. Se tumbó en un lado, hizo con su mochila una pequeña almohada y cayo rendida en sus sueños. A pesar de ello, se levantó cansada y agitada, sentía que no había descansado. Sin embargo, sus ánimos no sufrían por el cansancio y se sentía más motivada al sentir cómo, poco a poco, se acercaban de nuevo a Esgaroth dónde podría descansar.

Montó en la barca dónde estaban los enanos y hizo lo que se le pidió. Ella era totalmente inexperta en el manejo de las barcas, por lo que no podía hacer mucho más, remar si se lo pedían o quedarse a un lado para no molestar. Aun así se mantuvo alerta tratando de aprender todo lo que pudiera, pocas veces había podido disfrutar de un viaje en barca tan largo.

Mungo entreabrió los ojos para encontrarse con un panorama desolador: un dolor de cabeza comparable al que tendría un desgraciado al que acaban de atravesarle la sien con una flecha, y un estómago tan revuelto como las aguas que atravesaban.

Lo que me faltaba, de la sartén al vómito, pensó amargamente mientras contenía las nauseas hasta que pudo sacar la cabeza del bote para vaciar lo poco que había cenado.

—¡Ugh! Lo lamento muchísimo. ¿Ya es de día? ¿Cómo puede ser? ¿Acaso el asalto de anoche fue un sueño? Decidme que fue un sueño y que no perdí el conocimiento para convertirme en una carga.

Tras dormir ligeramente el resto de la noche, despertándose abruptamente ante cualquier ruido que llegaba a percibir, Farald se levantó a primera hora de la mañana al igual que sus compañeros e inmediatamente ayudó a su compatriota a distribuir las cargas en los dos botes ya que ahora contaban con dos pasajeros más.

Una vez con todos los preparativos listos, el bárdido se subió al bote designado y comenzó a remar tranquilamente, con intención de guardar fuerzas para cuando el grupo llegue a las agitadas aguas del Río Rápido.

El hombre del bosque fue de los primeros en despertar para preparar el viaje de vuelta. Se permitió mostrar una actitud más distendida, ya que tenían a los emisarios bajo su protección. Aunque ni él ni su compañero canino bajaron la guardia. Siempre mantenían una vigilancia efectiva del perímetro. 

La mirada de Balmut se centró en Mungo al escuchar el ruido del vomito. En respuesta a sus palabras, se acercó despacio con su sonrisa lobuna mientras negaba con la cabeza.

- Nada que no se arregle con un buen plato caliente. - le susurró mirándole a los ojos. Entonces pasó de largo y se hizo con un remo. Con luz no había razón para retrasar la marcha. 

El hobbit levantó la cabeza con parsimonia y le devolvió la mirada a Balmut.

—Preferiría no pensar en comida hasta que no lleguemos a tierra firme. Estoy deseando llegar a la Ciudad del lago y pasar una larga noche entre sábanas suaves y descansar la cabeza sobre una mullida almohada.

Coronó su respuesta con largo suspiro y volvió a derramarse sobre la cubierta, con la firme intención de no volver a levantarse a menos que fuese estrictamente necesario.

Balmut soltó una breve risa.

- Tranquilo, la comida es para Inzim y para mi. - volvió a mirar a Mungo antes de que se volviera a dormir. - Por cargar contigo. - 

Le dedicó una sonrisa y continuó remando. 

Los primeros cuatro días de aquel viaje de regreso transcurrieron con tranquilidad en las barcas, remando contra la corriente del Río Rápido una vez dejaron atrás las ciénagas pantanosas donde habían rescatado a los enanos. También, conforme se fueron alejando de aquellas tierras frías y sombrías, fueron recobrando el ánimo perdido tras los incidentes con los labios-maulladores. Más de uno estaba seguro de que cuando contasen esa historia no les iban a creer. ¿Monstruos salidos de relatos para los niños traviesos de los hobbits?, no podrían culpar a nadie, el relato era tan fantástico que ni ellos mismos se lo hubiesen creído de no haberlo vivido en persona.

Vencer las aguas del río a golpe de remo era una ardua tarea. Había sido mucho más sencillo y ligero el camino a la ida, cuando tenían las corrientes a favor, pero ahora, remar contracorriente provocó que algunos de ellos sintiesen los brazos doloridos y un terrible cansancio al finalizar cada jornada. Pasaban el día en las barcas, sin tener mucho mayor entretenimiento que las historias que unos y otros se contaban para hacer más llevadero el esfuerzo. Oin y Balín les contaron con más calma como habían caído presas de las criaturas del pantano cuando atravesaban la zona en su misión de llevar el mensaje encomendado para el Rey de las Águilas. Los enanos se fueron recuperando con el pasar de los días y la buena comida que el grupo podía cazar cuando arrimaban a la orilla las barcas para descansar y encender un fuego. Finalmente, el sueño premonitorio de Gloin en el que veía a su hermano ahogándose en aguas oscuras se había cumplido, pues fue arrastrado por el hechizo de la campana bajo las aguas del estanque hasta las habitaciones interiores, pero no había sido tan trágico como el mismo Gloin temía.

Krölin ansiaba el viaje de vuelta como si de una salvacion se tratase. No estaba dispuesto a correr mas peligro del que el grupo ya habia pasado. Una buena cerveza y una cama caliente era la visión que lo empujaba a seguir remando por aquel rio, esperando no poder volver a ver aquellas criaturas oscuras. - No debe de quedar mucho, vamos... - El enano intentaba motivar al resto del grupo a volver a casa cuanto antes. 

Sin embargo se veia a algunos de sus compañeros sufriendo el cansancio del viaje. Mungo parecía que estaba decayendo. - Vamos Mungo, esto no es nada como lo que hemos pasado antes. ¿Te acuerdas cuando aquel tabernero loco te confundió con un ladrón? Intentó cazarte entre el bosque de cañas. Pero le frenaron y le hicieron entrar en razón. Vamos, en nada estaremos en una taberna, con un buen fuego y una buena cerveza. 

El viaje de vuelta a Ella se le estaba haciendo más duro de lo que había pensado. Se pasaban el día remando y aquel río parecía no terminar nunca. Agua, agua, rápidos, agua de nuevo… un día y otro día igual. Para rematar, a las noches, al dormir, sus pesadillas no la dejaban descansar.  Aquél ser la seguía persiguiendo en sueños sin darle descanso ninguna de las noches. Siempre se despertaba aterrada en mitad de la noche y no volvía a conciliar más el sueño.

Al menos, por aquellos parajes la caza no escaseaba y podían deleitarse con buenas cenas, incluso el alegre hobbit, cuando se le pasaba el mareo, les contaba historias que la relajaban un poco.

Desde la mañana, con sus brazos entumecidos y las manos llenas de callos, cogió el remo y al igual que sus compañeros remó y remó haciendo que aquella barcaza se deslizara a contracorriente dirección a una buena cama dónde descansar.

Grimrow veía como, poco a poco, palada a palada, las energías del grupo iban mermando así que trató de hacer etapas más cortas y descansos más largos. Luchar contra corriente no era algo sencillo y menos para quien no estaba acostumbrado ello. Aparte el hecho de que Cuidoron fuera delante dirigiendo la barca, desconocedor del río y sus corrientes, tampoco ayudaba, de todos modos el elfo lo hacía lo mejor que podía, así que no podía reprochársele nada.

Solo quedaba que las palabras de ánimo de Krölin y la cercanía a su destino subieran el ánimo del resto y les ayudara en los últimos días de viaje.

Balmut se alegraba de ir dejando atrás el Bosque Negro. Contaba con volver un día. Cuando estuviera preparado. Cuando pudiera ser más útil. Cuando supiera la forma de conseguir avances reales en la guerra. Sin ser muy consciente de ello, o sin querer serlo, no le preocupaba que ese día se siguiera posponiendo. Olvidar la opresiva sensación que transmitía cada uno de sus rincones, sin temer un peligro tras cada rama u hoja, era demasiado agradable. Cuando se daba cuenta se obligaba a recordarla, a pensar en sus amigos y familiares que aún la sufrían y en que tenía que regresar.  

El explorador pensó que había conseguido depurar su técnica de remo, pues había logrado cansarse menos de lo esperado para hacerlo contracorriente. Se mantuvo más sonriente y compartió alguna de sus historias. Decidió escoger las más animadas para que la moral del grupo no decayera. Por desgracia vivir gran parte de su vida en el Bosque Negro dejaba pocas opciones y las que contó eran pocas, la mayoría de cuando abandonó su hogar. O el último puesto avanzado que había considerado como tal. 

Mungo se limitó a gruñir, concentrando todos sus esfuerzos en mantener el escaso contenido del estómago en su sitio.

—Un sitio junto al fuego, cerveza negra y embutidos variados, queso de leche cruda de oveja, conejo estofado… —murmuraba para tranquilizarse.

Aunque le iba a costar un buen tiempo olvidarse de lo sucedido en las ciénagas, el hecho de haber puesto una buena distancia entre ellos y ese oscuro lugar hizo que el ánimo de Farald fuera recuperándose a poco, incluso llegando al punto de esbozar una sonrisa o lanzar una ligera risa ante los comentarios y los relatos que sus compañeros hacían en los descansos nocturnos.

A pesar de que remar a contracorriente no era una tarea sencilla y que el bárdido estaba más acostumbrado a moverse bajo el agua que sobre ella, se podía decir que estaba empezando a pillarle el tranquillo y aunque al final de la jornada terminaba igual de cansado que los demás, por lo menos el esfuerzo del día anterior no le pasaba factura tal y como sucedía con algunos de sus compañeros. Por eso, y en un intento de aliviar el cansancio y las preocupaciones de los demás, se unió a los esfuerzos de Balmut compartiendo con el grupo todas las canciones y relatos que había aprendido con el tiempo, eligiendo las más alegres y animadas y dejando de lado las que hablaban de pérdidas, tristeza o finales amargos.

Además, aprovechando el viaje, el hombre de Valle le hizo una pregunta a los mensajeros enanos.

-Mis señores enanos, vuestro pariente y amigo Gloin nos dijo que vuestra misión era enviarle un mensaje al Señor de las águilas pero también investigar el Camino del Bosque Viejo -les dijo respetuosamente Farald- Por eso os pregunto ¿porque no usasteis el Sendero elfo para llegar a las Montañas Nubladas y dejasteis la exploración del camino a un grupo más numeroso y mejor armado? Se que vosotros sois viajeros y guerreros avezados que habéis realizado grandes proezas pero el Camino del Bosque está abandonado, es peligroso y discurre entre las Montañas del Bosque Negro y Dol Guldur, me parece una ruta bastante temeraria sobretodo teniendo en cuenta la importancia de vuestro mensaje.

-Lo cierto es que pensamos que tras la batalla de los Cinco Ejércitos la amenaza de trasgos sería reducida, nunca pensamos que encontraríamos un lugar tan sombrío como ese y con unos enemigos de los que jamás habíamos oído hablar. Lo cuál fue un error. Sin duda nos equivocamos. -Admitió el enano. -Pero las labores que se llevan a cabo en Erebor no permitieron enviar un contingente más numeroso, y nosotros nos ofrecimos voluntarios para ir, creyendo que el camino sería más seguro en discreta compañía. He de reconocer que elegimos investigar esta nueva ruta porque, de haber salido bien, supondría una vía más rápida para llegar, y por la que no tendríamos que responder preguntas de ningún Rey Elfo... con mis disculpas. - Dijo mirando a Cuidoron. No es que Balin odiara a los elfos, pero su último paseo cerca de su reino no había terminado muy bien.

Caía la tarde del quinto día del viaje de regreso cuando el grupo, tras una agotadora jornada de remo, decidió acampar a orillas del río, preparar un fuego, cazar algo para cenar y descansar hasta el día siguiente. Desde allí escuchaban el rumor cercano de la cascada de la Escalera de Girion, donde el agua del Lago Largo caía de gran altura proporcionando al río aquella velocidad que le hacía celebre.

Ella y Mungo lograron cazar un par de liebres para la cena y el fuego ya estaba listo cuando vieron que el cielo, que había estado encapotado durante toda aquella jornada, descargaba una tromba de agua de grandes proporciones. La tormenta venía cargada, y los truenos sonaban no muy lejos de allí. Comenzaron a recoger a toda velocidad, debían buscar refugio cuanto antes para evitar que las cosas se estropeasen y que la tormenta les trajera consecuencias peores.

Según los días iban pasando, Ella se notaba mejor. Poco a poco se acostumbraba al leve vaivén de la barcaza, a sentir el agua sonar constantemente y los leves golpeteos que provocaban las escasa olas de aquél río. Remar se había convertido en una rutina, y a pesar de seguir sintiéndose cansada al final del día, su humor volvía a ser lo que era anteriormente.

Escuchaba las historias de Farald y Balmut, reía ante los graciosos finales mientras aprendía todo lo que podía sobre embarcaciones, remar y navegar.

Al final del quinto día, pararon en el borde del río y tras cazar junto con Mungo un par de liebres volvieron al claro dónde estaban sus compañeros. Nada más llegar Ella fijó su mirada en el cielo, feos nubarrones se veían acercándose, oscureciendo la luz del atardecer. Un rayo cegador iluminó todo y tras unos instantes, un potente trueno sonó.

- Mejor será que busquemos cuanto antes refugio.

Agarró sus pertenencias y la cena y miró a sus compañeros, dispuesta a prestar ayuda a quien lo necesitara.

La tormenta puso en movimiento a Balmut. Recogió sus cosas con rapidez y, con Inzim ya a su lado, se dirigió en busca de un refugio que pudiera resguardarlos. Había aprovechado el momento de caza de sus compañeros para darse una vuelta por los alrededores. Le gustaba conocer el terreno que le rodeaba en todo momento. Una precaución que solía ayudarle a moverse con mayor facilidad en los momentos de necesidad. Podía no saber donde estaba justo lo que le hacía falta, pero su conocimiento le servía para decidir las mejores direcciones que tomar para encontrarlo. 

- Por aquí. - 

Dadas las circunstancias prefirió que le siguieran a tener que volver en su busca una vez encontrado el refugio.