Partida Rol por web

Al fin, las criaturas parecían haber caído. Con un chasquido, el ser cánido que había invocado se desvaneció en el aire. Joseph se acercó al herido Penton. Viendo que Sigyn había empezado a sanarle -y que él no es que pudiera hacer mucho más al respecto- le dedicó unas pocas palabras de ánimo. "Te pondrás bien. A la siguiente no tendrán oportunidad." El mago le dedicó una sonrisa pícara a Penton y dio las gracias a la inquisidora.

Joseph se llevó la mano a la barbilla para meditar la hipótesis de Audrey. "Si alguien ha estado aquí antes significa que o bien no era aquí donde estaba lo que querían encontrar, o bien que se nos han adelantado, y probablemente sea lo segundo. Debemos prepararnos y continuar. Sea lo que sea, nos llevan ventaja."

Penton empezó a respirar más tranquilo después de ver como la criatura caía presa de su golpe. Las energías que empezaron a recorrer en el eran tranquilizadoras y reconfortantes. Sobretodo, cuando vio que sus heridas se cerraban bastante bien. Cuando oyó el grito de una persona a lo lejos, volvió en si. Ese acento, esa forma de hablar... era un paisano. Un hombre humilde, como los muchos que el conocía, como los que siempre habían estado a su lado. Ese sonido le tranquilizó un poco y es cuando se dio cuenta de que tenía en las manos: su maza y un frasco. "Metaselo por el gaznate" - recordaba que le había dicho el profesor Martell. Y luego, todo medio borroso. Un fuego dentro suyo. Los brillos rojos titilaban en su visión. Y no podía controlar su fuerza... 

Se giró y miró al profesor Martell "Creo... creo que esto es suyo" - le dijo ofreciendole el frasco. 

A medida que el sepulturero se acerca a la escena puede observar con horror los desmembrados cadáveres que yacen esparcidos por el camposanto y su mirada vuelve hacia vosotros con indignación:

"¡Por tos lus dioses y lus demonius! ¡¿Qué han hecho ustés!? ¿¡Estaban qué!? ¡Profanandul camposanto, esostaban!" — ante la falta de una explicación válida el hombre parecía haber asumido que en efectivo, se trataba de profanadores y con justa indignación estaba reaccionando, echando sus manos al aire mientras gesticulaba frenéticamente — "¡Nus llevan ventaja dice'l escuchimirriau este! ¡Ventaja les va llevar l'alguacil, acabóse!"

Joseph se sobresaltó al ver que aquel señor se había en efecto acercado al grupo y no solo eso, sino que estaba berreando. Aun así, suspiró y mantuvo la compostura, intentando mantenerse diplomático. "Discúlpeme, señor, pero esto no es lo que parece. No hemos profanado nada. Como bien ha visto, esas... cosas se alzaron de la tierra y comenzaron a atacarnos. ¡Incluso hirieron a nuestro amigo!" Sin darse cuenta, estaba perdiendo la calma. No se creía que ese señor les estuviera increpando. ¡No habían hecho nada! "¿De verdad cree usted que somos profanadores? Venga, hombre, por la gracia de Erastil, lo que hay que oír."

Gervasio chilló desde dentro de su bolsita, pero apenas se le oyó en medio de la discusión.

Cementerio de Ravengro - Astrado, 21 de Neth, 4720 AR [ Tarde ]

Renan, te ha llevado la mayor parte del día encontrar el cementerio. La carta del concejal Montehogar te incitaba a presentarte con urgencia para el funeral del profesor, pero las tierras de Ustalav son sombrías y oscuras... Un mal antiguo impregna cada recodo de este maldito país, un mal que el profesor había manifestado conocer en su tiempo... Un buen hombre, sin duda, había hecho mucho por tí y por tu familia, ayudandoos a rehaceros después de aquél incidente y ahora... Una carta te exhortaba a presentarte en su funeral:

Lamentamos profundamente comunicar a los muy estimados destinatarios de esta carta,

Que a día 18 de Neth del año 4720 A.R. ha fallecido el profesor Petros Lorrimor, natural de Ravengro y será enterrado su cuerpo en el cementerio de Ravengro. El entierro será conducido por el pastor de la Iglesia de la Dama Gris, el reverendo Hoyosombrío el 21 de Neth y se hallan, por la presente, invitados a tomar parte en el mismo.

La lectura del testamento del difunto se realizará a continuación y se requerirá de su presencia para la misma, ya que el difunto le ha legado una parte de su herencia en su última voluntad. Que la Señora de las Tumbas le acoja en su seno.

Aprovechamos la misma para extender nuestras más sentidas condolencias por su pérdida,

Ayuntamiento de Ravengro,
Concejal Vashian Montehogar

Y sin embargo... Ese mismo mal se había manifestado ante tus ojos. Un horrible espectro, fantasma, o algún tipo de criatura maligna se había manifestado ante tí, empuñando una sangrienta hacha con intención asesina y la locura en su rostro. ¡El fantasma del Decapitador se había hecho llamar! ¡Un fantasma, ante tí! Huíste desviándote del camino y perdiste el norte durante unas horas hasta que finalmente...

La densa niebla empezó a retirarse y entre retorcidos árboles negros observaste como ante tí se extendía la verja metálica que rodeaba a lo que únicamente podía ser un camposanto. La verja chirría levemente a medida que el viento la mece, reposando abierta su puerta que lee en letras grandes "TIERRAS DEL REPOSO". A medida que te internas poco a poco, escuchas una explosión, ¡un disparo! ¡dos!

Penton se dio cuenta de que necesitaba tener a esa persona de aliado. Al fin y al cabo, era un pobre hombre que no conocía nada sobre esas magias que, realmente el tampoco sabía bien de que iban, pero corría peligro. 

"Monseñor vigia, ruegome disculpe. Nosotros presentaranos'qui, en forma de respeto pal camposantu y sus descansados vecinos cando, del nada surgiose bestias de'l. Sean lus dioses o demonius, notros venimos buscandu respuestas pa'esto. Como ve, yo'mesmo acabé herido. Os viajeros que m'acompañan no son mas'que estudiosus de fuerzas que fuerase mejor no tocar. Permítame preguntarle, respetusu vígia: ¿cantas veces ha vistu usté muertos que levantaranse como yestos? 
¿Asegurome que yerran sempre cual becerro en campo? Por'que si así no fuere, estos estudiosus pueden saber qu'ocurre en el camposantu."

Ahora hacía un tiempo que no practicaba el varisiano. Aunque siempre lo ha oído, en su hogar poca gente lo utilizaba ya, los comerciantes no lo veían muy lógico. Pero ahí lo tenía, escondido con el fondo de su cabeza. Igual que esa rabia que le había poseído. 

La mirada de Audrey se va alternando entre los varios interlocutores. Finalmente, recoge a su ave y le susurra unas palabras:

"Oye, Crow... ¿Crees que les han poseído o algo...?" le pregunta con algo de preocupación, en particular mientras mira a Penton.

La mujer observó al viejo vigilante mientras les acusaba, la trampa que buscaba la vía susurrante debía de pasar por ésto, no solo por ser atacados sino por ser descubiertos.

- Caballero, nos acusa muy pronto, yo misma soy servidora de una semidiosa del bien, una señora empírea. - Enseñó el símbolo sagrado que por lo atípico que era no esperaba que fuera reconocido. - No me diga que he profanado nada, pues no haría tal aberración. Al contrario, puede ver que hemos acabado con zombies.

Sigyn no quería hablar demasiado, expuso la realidad esperando que el vigilante demostrara un poco de seso.

El anciano sepulturero estaba claramente irritado pero, ante las palabras de Penton, que había demostrado ser un hombre razonable que se expresaba en términos claros y la visión del símbolo sagrado de Sigyn, que no reconoció, pero dijo que pertenecía a una Señora Empírea, fuese eso lo que fuese, pareció tranquilizarse poco a poco:

"¿No muertus, disusté? ¿Levantaus dellas tumbas? ¡La Dama Gris me lleve, aqui nel camposantu! Disculpen ustés mi griteriu, veran ustés tuvierun anoche 'nos gamberrus trasteandu con las tumbas, y yastán n'el pueblu las cosas suficientemente mal como paque me pase otra vez. ¡Yahora se levantan lus muertus!" — el sepulturero se santiaguó en un fútil intento de mantener a raya las fuerzas malignas — ​​​​​​" Grasias por ocuparse delasunto, jóvenes, ¿pero qu'asian ustés aquí pues pa que sevieran metíos entó estu?"

Nada más cruzar la verja del cementerio Renan escucha una explosión y varios disparos. -Y yo que pensaba que los entierros eran tranquilos y deprimentes... -Masculla en voz alta. -Vaya con el profesor, ¡Este hombre sí que sabe celebrar un funeral!-. Se ríe. La adrenalina empieza a burbujear en su interior. Renan acelera el paso en la dirección de la que proviene el escándalo. 

Penton, más relajado con el tono del vigía dijo: "Males profundos queren herir noas tierras, señor. 'Qui mis compañeros estudiosus e mi mesmo estamos por voluntad propia, para librar os males que mostranse agora. Yo no conozco l'origen destos males pues mi labor siempre ha sido la tierra y los cultivus, pero demostraron mis compañerus los saberes necesarios pa'yudarnos. 

Maese Sepulturero, ¿podria usté guiarnos por estas terras, y ayudar a los conocedores a que'os muertos quedanse donde debieren?
 

Cada vez estaba más cómodo con ese hombre, aunque sabía que los trabajos que les traían aquí le perturbarían más que ayudar. 

A medida que te apresuras en la dirección del disparo, pasas a través del campo, la densa neblina que cubre la parte inferior del cementerio, casi ocultando las lápidas que allí reposan, parece apartarse a tu paso para revelar el camino, y al pasar por debajo de los retorcidos árboles, un par de cuervos graznan antes de salir volando. Subrepticiamente, empiezas a escuchar gritos y es entonces cuando divisas a un grupo de seis personas que parecen estar enzarzados en una discusión.

Un anciano sepulturero con un estrambótico y ajado sombrero parece estar discutiendo con un peculiar grupo de cinco individuos, a cuyos pies yacen los cadáveres hechos pedazos de varios cuerpos, que parecen haber sido sacados de sus tumbas, la tierra removida y apartada bajo las losas. Algunos parecen haber sido heridos por arma blanca, mientras que otros han sido destrozados por una macabra fuerza que los ha hecho comprimirse sobre si mismos en una violenta explosión de carne fétida y tripas.

 "¡Yahora se levantan lus muertus!" — el sepulturero se santiagua en un fútil intento de mantener a raya las fuerzas malignas — ​​​​​​"Grasias por ocuparse delasunto, jóvenes, ¿pero qu'asian ustés aquí pues pa que sevieran metíos entó estu?"

El resto del grupo parece enzarzado en una conversación con este peculiar hombre. Una joven de no más de 15 o 16 años, a juzgar por su altura, cubierta con una densa capa de viaje negra y con un cuervo posado en su hombro, con actitud reservada; un hombretón de casi dos metros, con un largo pelo pelirrojo, y una trenzada barba, que está hablando cercanamente al enterrador, armado con un pesado mangual; un silencioso hombre de mediana edad que está fumando una sustancia probablemente nociva, a juzgar por el olor, de una pipa de mano mientras se ajusta las gafas y observa la situación; un joven de apariencia cansada, grasiento pelo rubio echado hacia atrás y manos callosas; y una alta mujer de pelo blanco, armada hasta las trancas, que muestra algún tipo de símbolo religioso al sepulturero.

- ¡Buenas tardes! ¿Es esto el funeral del Profesor Lorrimor? - Pregunta Renan levantando una ceja ante la escena que se le presenta. Todo indica que ha habido una buena batalla y el grupo de personas que parecen ser los responsables están enzarzados en una especie de conversación que le resulta ininteligible. Entonces añade, apresuradamente -Espero no estar interrumpiendo nada importante -.

El chico destaca bastante pero no se  esconde de ello, al contrario: Su piel es de un tono marrón ceniza y sus ojos son dorados; lleva unos pantalones blancos en contraste a su piel y el torso al descubierto. Pero lo que más resalta es su pelo llameante, que va chispeando aquí y allá en función del viento. 

La joven encapuchada le dedicó una pequeña mirada suspicaz a su cuervo, desconfiada de la presunta respuesta que este haya ofrecido. Luego alzó la mirada hacia Penton y el sepulturero: Le estaba costando horrores entender qué estaban diciendo.

Repentinamente un ruidoso saludo perturba la ya agitada calma del cementerio: ¡Ha aparecido un nuevo individuo! Ella se ajusta un poco la capucha y alza la vista, observándole unos momentos antes de atinar a contestar su pregunta:

-El funeral acabó hace algunas horas.- le informa sin alzar demasiado el tono de voz: Lo mínimo e indispensable.

El sepulturero pareció acceder amistosamente a las palabras de Penton, que cada vez tenían más sentido para el anciano y concurrió con él:

"Sea pues, q'ustés son estudiosus dellos males, téngales la Dama Gris en su seno. ¿Qué pué' haser el vieju Biggs p'ayudarles señor...?"

Posteriormente, tomó conciencia de la llegada del joven de pelo llameante, a lo que reaccionó con cierto temor:

​​​​​​"Verausté, caballeru, el funeral s'acabó ha... ¡Desna me guarde! ¡Tienusté'l pelu ardiendu joven!" — dijo mientras se apresuraba a ayudar al joven a apagar su pelo.

Penton se dio la vuelta con prisa. No conocía a aquel individuo... ¡y le ardía el pelo! Bajo la rapidez de actuación de su nuevo amigo Biggs, Penton reaccionó igual. Soplando fuerte, intentó sofocar el pelo de ese nuevo individuo mientras gritaba a ratos "¡Biggs!" - soplido - "¡vayase usté a buscar un'poco d'agua!" - soplido - "¡Tenemus q'ayudarle!". 
 

Si Renan no quería interrumpir nada importante parece que lo consiguió. Ante la respuesta de la muchacha bajita se desanimó un poco. - Vaya, qué pena - comentó cabizbajo. No es que el Profesor Lorrimor hubiese sido un ser querido o próximo, pero sí había sido clave en su vida y la de su familia. No haber llegado a tiempo para despedirse de su amigo lo dejó algo alicaído.

Poco tardaron en esfumarse esos pensamientos. Dos de los individuos allí presentes corrían deprisa y en su ignorancia a apagarle su pelo ardiente - ¿¡Eeeh!? - Exclamó el joven llevándose las manos a la cabeza. - ¡Es mi pelo natural! ¿Sabéis lo que me cuesta peinarme cada mañana para que quede así de estupendo? Ya he quemado cientos de peines... - Se le escapa un pequeño suspiro - ¡Ni se os ocurra mojármelo!

Instintivamente el chico retrocedió un par de pasos. 

Joseph bajó la cabeza y negó con incredulidad ante lo que estaba viendo. Él tampoco nunca había visto uno en persona, pero todo indicaba que aquel muchacho era un ifrit. Prefirió ignorar al sepulturero debido a su reciente discusión con él y dirigirse solo a Penton. "Eh, Penton. Por mucha agua que le echéis no vais a conseguir apagarle el pelo. No le pasa nada, es así. Es tan solo un ifrit, una raza común en otras regiones, pero no aquí, no te preocupes. Tienen todo tipo de rasgos exóticos, y que el pelo le arda no es de los más raros." El mago se rascó la barba. "Sin duda, el profesor Lorrimor tenía amigos en lugares muy lejanos."

A decir verdad, Joseph solo pudo intuir lo que estaban hablando Penton y el sepulturero. Era un acento muy marcado que desconocía y le sonaba incluso arcano. En cualquier caso, era bueno tener al sepulturero calmado.

Joseph se acercó al ifrit y le tendió la mano, aunque no estaba muy seguro de si en su lugar de origen era costumbre también apretarse las manos para conocerse. "Yo soy Joseph. Si vienes por el funeral del profesor... ya seremos seis los que hemos venido por la misma razón."

Gervasio chilló con furia desde su bolsita. "Bueno... Siete. En cuanto se calme todo te pondremos al día. Hay más aquí de lo que parece."

Para la joven todo parecía ir bien pues el vigilante del cementerio hasta se ponía de parte de ellos: Penton había logrado entenderse a la perfección. Una pequeña sorpresa acontenció cuando aparecía otro amigo del profesor, un hombre con aspecto exótico para ella, desconocedora de casi todo lo que no eran monstruos. Sigyn observó al recién llegado cuando se producía una confusión respecto al cabello, la inquisidora, con su atípico cabello blanco encontraba curioso hallar a una persona con un pelo más llamativo que el suyo.

- Sí... Ifrit, mi nombre es Sigyn Bielke. Venía justo a eso mismo. Podríamos visitar la tumba del profesor ahora.

Expuso como una posibilidad ya que eran dos ahora los que no habian podido despedirse del intelectual.

- De manera que unos gamberros vinieron anoche.

Ladeó el labio hacia la derecha, con los cuerpos de los zombies cubriendo el suelo desmembrados quedaba claro que vinieron a dejarlos como guardianes o a realizar un poderoso ritual.

Ella se ríe un poco ante aquél divertido intercambio. Se cubre la boca para no hacer mucho ruido, mirando el fuego en la cabeza del joven: Si bien no sabía lo que era un Ifrit hasta que Joseph lo explicó, el verle tan campante con la cabeza en llamas ya le había dado la idea de que era natural en él. Le resulta de lo más curioso, eso sí~ Se aguanta las ganas de preguntarle si quema, y si puede tocar el fuego...

El cuervo también le chilla a Joseph cuando se corrige a 'siete'. Crow parece ofendido. Empieza a señalar con el ala a cada uno de los presentes, excluyendo al sepulturero e incluyendo a Gervasio y a sí miomo: CAW CAW CAW CAW CAW CAW CAW CAW.

Audrey toma del pico al cuervo para que deje de chillarle en la oreja. "¡Basta, Crow! Me vas a dejar sorda..."