Partida Rol por web

Joseph estaba sorprendido con las habilidades de Audrey. ¡Nunca había visto nada igual!

Con uno de los esqueletos fuera de combate, iba a resultar fácil deshacerse del segundo, pero... el mago ya había empleado todas sus habilidades de combate. Ya solo podía recurrir a los hechizos más simples. Con un poco de suerte, acabarían rápido en la cripta y podrían volver a la casa de la señorita Lorrimor a descansar.

Volviendo en sí, Joseph conjuró un pequeño orbe que brillaba con luz verdosa y goteaba ácido, preparándolo para lanzárselo al esqueleto.

Audrey suelta un suspiro de alivio cuando ve que consiguió evitar que vuelvan a herir a Renan. Tras apartarlo, tanto Renan como las pequeñas rocas alrededor de la chica perdieron ese extraño efecto anti-gravedad. -¿Estás bien?- le preguntó, alarmada, viendo las sangrantes respuestas a su pregunta y estremeciéndose.

Repentinamente un CAW de su cuervo le llama la atención: El ave está señalando efusívamente al esqueleto aún en pie. -¡Ahora no, está sangrando!- responde ella al cuervo, nuevamente desacatando su orden. El cuervo, molesto, se va a un rincón de la habitación y espera, maldiciendo en cuervíl.

Audrey está muy nerviosa. Rebusca entre los bolsillos internos de su capa, pero se le van cayendo las cosas al suelo. Mira el cuerpo de Renan y se le ocurre vendar la herida, pero cuando intenta tocar la sangre, ¡se quema y tiene que apartar los dedos! Mientras más la lía, más nerviosa se pone y más la lía y por lo tanto más nerviosa se pone y más la lía, y por lo tanto etcétera, etcétera, etcétera.

En un abrir y cerrar de ojos, Renan se encuentra prácticamente flotando en manos de Audrey, que lo arrastra a la retaguardia de la batalla. — Eres pequeña pero tienes la fuerza de cien hombres— Exclama sorprendido Renan. — Creo que no estoy tan mal— añade ante la preocupación de su compañera. Al ver que el esqueleto vuelve a atacar, en realidad se siente aliviado que Audrey lo haya sacado de ahí, pero lamentablemente Sigyn se ha llevado el golpe a cambio.

Después de las intenciones fallidas de la pequeña chica por intentar aplicarle unas vendas, el Ifrit la aparta con suavidad. — Déjalo estar muchacha... Estás jugando con fuego ¡JA JA JA! — Renan se ríe de su propia estúpida broma. — Ya me preocuparé luego de estas heridas, ahora sólo quiero cargarme a ese bicho infame—. Dice él con orgullo y ansias de lucha.

Para no molestar a Joseph ni a Sigyn, Renan rodea la columna derecha y se acerca al esqueleto por su flanco. Reuniendo esfuerzos (pues el chico no quiere admitirse a sí mimo que sus heridas son bastante graves), arquea su cuerpo una vez más hacia atrás para coger impulso y sin pensárselo mucho le lanza al enemigo otra patada en llamas por el costado; esperando dañarle y no salir demasiado perjudicado esta vez. 

La joven recibió un fuerte espadazo que había abierto su carne formando de inmediato una mancha de sangre en la ropa ahora desgarrada. No se había encontrado con esqueletos tan fieros como los que tenía delante. Ella apretó los dientes sintiendo el dolor recorrer su cuerpo, en tanto que trataba de hundir la lanza en la cabeza para arrancarla, su arma punzante no le daba muchas más opciones. Con rabia fue viendo que sus intentos quedaban en nada, el monstruo iba bien protegido y ella no encontraba el ángulo exacto con el que atacar, retrocedió para ganar espacio.

Cuando quiso darse cuenta el artista marcial había tomado el lateral. Eran dos contra uno pero el muerto tenía una aberrante suerte de su lado y no era justo que alguien cuya voluntad debería de haber abandonado el mundo les estuviera causando tanto dolor.

La lanza de Sigyn se cierne sobre el esqueleto a medida que este avanza hacia la inquisidora, su armadura de placas bloquea el primer impacto, hay una pausa a medida que ambos combatientes intercambian golpes, la lanza de Sigyn buscando un hueco en la guardia que forma el escudo de su oponente, pero no logra encontrarlo sin exponerse al alcance de su espada larga.

Con unas palabras arcanas, un proyectil de ácido es disparado desde la mano del mago buscando la forma esquelética de su asaltante, pero su oponente se está moviendo demasiado para obtener un disparo claro y se pierde entre las columnas de piedra. Audrey corre a ayudar al ifrit, que ha sido herido dos veces de gravedad. Los nervios invaden a la joven, que se halla incapaz de sanar las heridas antes de que el ifrit, sediento de gloria se abalance de nuevo sobre su oponente con un nuevo golpe de su patada ardiente.

Un movimiento del escudo del no muerto es suficiente para desviar la patada del kineticista, pero eso le abre a la lanza de la inquisidora, quien antes de poder aprovechar el hueco de su oponente observa cómo la espada se abalanza sobre ella en un corte horizontal, dirigido justo a su cabeza. Hay un punto de dolor intenso en la herida que le ha causado esta aberración, pero la inquisidora interpone con rapidez su lanza con un movimiento seco para desviar la hoja de su adversario.

Audrey ve al joven en llamas correr con fuego en los ojos y lanzar flamígeras patadas. ¡Vaya valentía, que no mengua ni con sus heridas! Ella se pregunta si sería capaz de hacer lo mismo en sus condiciones...

Sus ojos luego siguen el juego de lanzas y espadas entre Sigyn y el esqueleto: Después de ver eso no le cabe duda de que ella es habilidosa, ¡pero qué difícil es herir a una cosa que no siente dolor! ¿Siquiera importa si le atraviesas un pulmón, o le rajas el cuello...?

Las provocadas chispas por el ácido mágico que pasa a centímetros del esqueleto la hacen reaccionar: Audrey da un paso hacia atrás e inspira profundamente. Acto seguido, golpea palma contra palma con fuerza; su capa comienza a sufrir de aquellos efectos anti-gravitatorios y pequeñas rocas se elevan del suelo.

Es entonces que la joven se arrodilla velozmente y golpea ambas palmas contra el suelo mientras mira al esqueleto, tensión en todo su cuerpo y ejerciendo fuerza contra el suelo, gruñiendo del esfuerzo. ¿Será suficiente?

El combate semejaba un baile en el que la dama evitaba al caballero puesto que Sigyn tenía que seguir desplazándose para poder usar la lanza larga. Retrocedió de nuevo pendiente del muerto, esta vez pudo bloquearle salvándose de una nueva herida que podría resultar trágica. Respiró con fuerza apuntando con la mirada a su objetivo, debía de introducir el arma entre los huesos para después hacer presión y hacerlos saltar. Impulsó la hoja de metal elevándola hacia arriba, el golpe fue certero atravesando la mandíbula, tiró entonces de un modo inclinado, tratando de arrancársela.

A su lado estaba Audrey arrodillada mientras realizaba esa magia suya, diría que era magia pero no la escuchaba pronunciar palabras arcanas y resultaba incongruente. Pensó un instante en ello llegando a la conclusión de que eran unos dones naturales, algún tipo de relación más íntima que la que mantenían hechiceros o magos.

- Eso es, le estamos dando duro.

Mostró una pequeña sonrisa pensando que el combate estaba bien orientado.

—  Tssk— masculla Renan al ver que su patada no ha surtido efecto. Al menos, el maldito esqueleto ha fallado también en su ataque a Sigyn. 

Esas dos chicas, junto a los esfuerzos del mago, le están dando bastante caña al bicho. Parece que el destino (y el profesor Lorrimor), han querido juntarle con aliados formidables. Él no quiere ser menos y, aprovechando que su enemigo tiene la espalda desprotegida, Renan se coloca justo detrás suyo. Impulsándose con la pierna izquierda pega un salto, mientras levanta la pierna derecha sobrepasando la altura de su propia cabeza y la del esqueleto; al que le propina una buena patada de corte vertical. No hace falta añadir que sus pies están encendidos en llameante carmesí.

— Vete al infierno, criatura repulsiva— casi escupe las palabras cuando por fin su pie retoma contacto con el suelo.

Sigyn clava la cabeza del no muerto, paralizándole temporalmente mientras intenta alcanzarla futilmente con su espada. La inquisidora arranca su lanza repentinamente de la cabeza con un sonoro crujido de huesos, cuando repentinamente, la patada de Renan parte en dos al esqueleto, haciéndolo convertirse en una pila inerte de huesos y piezas de armadura que caen al suelo ruidosamente.

El silencio se hace en la cripta, aunque el sello mágico que rodea la cerradura no parece haber desaparecido. Penton y el profesor Martell parecen haberse esfumado, puesto que no veis ni a uno ni a otro. Súbitamente, una voz retumba entre las paredes, rugiendo en una lengua infernal:

"¡ОГОНЬ АДА ПОГЛОТИТ ВАС, ВЛИВАЯСЬ В СМЕРТНЫХ! ¡ВАШЕ УЧАСТИЕ В ШЕПОТОМ ПУТИ СКОРО ЗАКОНЧИТСЯ! ¡ПРОЧИТАЙТЕ, И ВЫ МОЖЕТЕ ДЕРЖАТЬ ДУШИ!"

Sigyn clava la cabeza del no muerto, paralizándole temporalmente mientras intenta alcanzarla futilmente con su espada. La inquisidora arranca su lanza repentinamente de la cabeza con un sonoro crujido de huesos, cuando repentinamente, la patada de Renan parte en dos al esqueleto, haciéndolo convertirse en una pila inerte de huesos y piezas de armadura que caen al suelo ruidosamente.

El silencio se hace en la cripta, aunque el sello mágico que rodea la cerradura no parece haber desaparecido. Penton y el profesor Martell parecen haberse esfumado, puesto que no veis ni a uno ni a otro. Súbitamente, una voz retumba entre las paredes, rugiendo en una lengua infernal:

"¡LOS FUEGOS DEL INFIERNO OS CONSUMIRÁN, MORTALES ENTROMETIDOS! ¡VUESTRAS INÚTILES INTROMISIONES CON LA VÍA SUSURRANTE TERMINARÁN PRONTO! ¡DESISTID, Y QUIZÁS CONSERVÉIS VUESTRAS ALMAS!"

Joseph no sabía qué había ocurrido con Penton y el Profesor. Probablemente se hubieran quedado fuera de la cripta vigilando. A Penton probablemente no le gustaran estos lugares. Y a Joseph tampoco, preferiría no entrometerse mucho en temas de espíritus, ya que muchas historias decían que se aparecían de noche mientras dormías y... mejor no saber qué hacían.

"¿Estáis todos bien?" Era evidente que no, pero es lo mínimo que podía hacer. El mago sabía poco sobre curación y no tenía nada a su alcance que pudiera servir en la situación, así que se acercó al grupo para ayudarlos en lo que fuera.

No consiguió descifrar nada del mensaje en infernal. No era una lengua que conocía. Joseph maldijo por lo bajo escondiendo el miedo que tenía y disimulando un escalofrío que recorría su espalda. "Esto da mucho miedo, pero... ¿alguien sabe qué... dijo esa voz...?"

Fue un alivio que el guardián cayera, lo derribaron entre todos forzando a su cuerpo a quedar hecho pedazos, cayeron con estrépito aunque no tanto como la voz que resonó entonces. La inquisidora asumió que todavía quedaban retos por delante, solo que eran de naturaleza difícil de definir.

- Somos amigos del profesor Lorrimor.

No entendió las palabras, el idioma le pareció basto siendo incapaz de entenderlo. Miró a los demás, al ver que Joseph no las reconocía le quedó la esperanza de que Audrey fuera capaz.

- No conozco ese lenguaje.

Fue escueta pues necesitaba un poco de concentración para atraer de nuevo energías positivas a su mano, enseñó la palma vacía hacia arriba y emitió otra vez el cálido torrente de luz que al llegar hasta ellos alimentó a sus cuerpos creando un efecto beneficioso: las heridas provocadas por los esqueletos se fueron cerrando despacio.

Audrey suelta un pesado suspiro cuando todo acaba. ¡Está impactada por la habilidad de Siegyn y Renan! -Han acabado con él...- murmura, jadeante. Finalmente recupera el aliento y los efectos anti-gravitatorios a su alrededor se desvanecen. ¡Incluso asintió a Joseph cuando este preguntó si estaban todos bien! Ella no llegó a recibir heridas en este combate, al menos.

Audrey se incorpora y se sube la capucha. -Lo hemos conseg---

Entonces escucha esa espeluznante voz. Se estremece, se le pone la piel de gallina y mira alrededor rápidamente. Su cilíndrico cinturón tiembla.

Audrey le echa una mirada al cuervo y luego al grupo, asustada. -D-dice que...- y entonces recibe un golpe en la nuca por parte del ala del Cuervo, el cual parece especialmente agitado y nervioso. Se pone a aletear por aquí y por allá como si estuviese sumido en pánico.

-¡A-ay! ¡Perdón! Digo... N-no sé... no sé lo que dice... no sé... ese idioma...- dice con algo de inseguridad mientras sigue al ave con la mirada. Si alguien intentase una tirada de 'averiguar intenciones', se encontraría con que la dificultad de alguna manera consiguió alcanzar valores negativos.

Intentando distraer la conversación y parecer menos sospechosa _{(y con el cuerpo tieso como el de alguien que intenta distraer la conversación y parecer menos sospechoso)}, Audrey se dirige a Sigyn. -¡L-las heridas, vuestras heridas se están... cerrando! E-es im... impresionante lo que puede hacer t-tu... magia o... o fé o... _{o magia de fé o... o... algo así...-}

— Que me mantenga de pie ya es mucho decir— Contesta Renan con un suspiro de alivio a la pregunta de Joseph. Y alzando un poco su mano cerrada en un puño, levanta el pulgar hacia arriba; haciéndole la señal de que todo esta bien.

Mientras se acerca a sus compañeros, que también se están reagrupando, de golpe suenan esas palabras de ultratumba. El chico no había escuchado nunca ese lenguaje pero hace un esfuerzo por concentrarse, intentando pensar si alguna vez en su vida las podría haber oído. De tanto fruncir el ceño le acaba doliendo la cabeza. — ¡Maldita sea! Ese lenguaje horrible hace que me arda la mente—. Quizá es debido a eso que no presta mucha atención a las sospechosas palabras de Audrey.

Para suerte suya, Sigyn canaliza entonces alguna especie de energía que lo envuelve y la sensación de bienestar se apodera de su cuerpo. ¡Sus heridas se están cerrando! — No entiendo muy bien qué has hecho, pero gracias.

Ya un poco más recuperado, la sed de aventura se vuelve a apoderar del chico. No será el más listo del grupo, pero des de luego no le falta curiosidad. — ¿Y bien? ¿Entramos a ver qué hay en la sala que protegían esos esqueletos?
 

"Voy a echar un ojo." Dijo Joseph, fingiendo seguridad. Con ritmo irregular, caminó hacia donde antes estaba la puerta. Asomó la cabeza por el umbral y miró hacia los lados y hacia el fondo con cautela antes de entrar para seguir buscando.

Procedéis a examinar la sala de la que aparecieron los esqueletos. Un sinfín de objetos plagan este lugar, deshechados de cualquier modo entre pilas de escombros y basura. Encontráis unas treinta flechas (doce de ellas con la punta de plata, diez con grabados mágicos que emanan auras de transmutación leve, cinco con la punta hecha de ectoplasma que emanan auras de nigromancia leve y dos resplandecientes con una ténue luz azulada que emanan auras de conjuración moderada), seis frascos de lo que parece ser agua sagrada, un surtido de pociones (cinco de ellas de color rojizo que emanan auras de conjuración leve y otras dos de brillante color amarillo que emanan auras de abjuración leve), varios pergaminos (Joseph usa leer magia para identificarlos como: un pergamino de detectar no muertos, dos pergaminos de esconderse de los no muertos, un pergamino de protección contra el mal y dos pergaminos de convocar monstruo II), un tablero de ouija, que emana un aura de nigromancia leve, cuyo marcador ha sido tirado descuidadamente en la pila, seis macabros frasquitos con forma de calavera que también emanan auras de nigromancia leve y una caja abierta que posee el mismo emblema del escarabajo dorado con un ojo que visteis en los libros del profesor Lorrimor.

También podéis apreciar que en el interior del sarcófago del final a la izquierda, hay un túnel cavado a través de la tierra que parece internarse en las profundidades.

La alta joven observó a Audrey cuando intentaba ocultar que había entendido el mensaje, era dirigido hacia ella y se refería a algún suceso del pasado. Le mostró una pequeña sonrisa tratando de ser cálida aunque con expresión contenida.

- Nos puedes contar lo que sea, no debes de preocuparte por nosotros.

Le indicó esperando que en algún momento reuniera valor para contarle aquello que le atormentaba, Sigyn no quiso hacer conjeturas pero parecía evidente que la conocían bien.

- Este es un buen don, dejó mi pelo blanco a cambio, supongo que es lo que sucede cuando recibes este tipo de dones divinos sin ser un clérigo.

Su cabello negro se esfumó dejando solo un recuerdo, el nuevo aspecto no era del agrado de Sigyn, lo tenía que aceptar.

- Voy a seguir curando, Renan. ¿Entramos después en esa gruta?

Cuando terminó la canalización estaban los casi completamente sanados, las ropas eran testigo de los espadazos recibidos estando la piel en mucho mejor estado.

La gruta que se hallaba en el sarcófago era un pequeño túnel, por el que apenas cabría una persona a gatas. Por su composición parecían extrañamente lisas sus paredes.

Algo avergonzada, niega un poco con la cabeza.

-N... no, esta vez no iba dirigido a mi...- murmura en respuesta a la sugerencia de Sigyn. -Nos... Amenazaba a todos. Era la voz de... Alguien poderoso, y malvado, y... Decía que por entrometernos con la vía susurrante, condenaría nuestra alma si no... desistimos...-

El cuervo le da un golpe de ala en la nuca, aún alterado. -Ay...- se queja ella por lo bajo.

Toma aire y continúa: -Sea lo que sea... E-eso lo confirma. Todo esto es cosa de esa Vía Susurrante... Y... Y no podemos dejarles ir sin más. Deberíamos seguir adelante, ir más profundo.-, pretende ir con Sigyn también.

-¿Tu cabello se volvió... blanco, al recibir ese don?- ella baja la mirada, pensativa. -Supongo que no suena tan... mal.

Tras echar una mirada a aquél agujero, mira a su cuervo y luego a si misma. -Creo que Crow y yo podríamos ir por allí...- aunque su voz tiembla un poco, como si la idea de ir sola por ahí le diese algo de miedo.

Renan está a punto de irse detrás de Joseph a curiosear la sala, pero Sigyn le sugiere curarse un poco más. El chico acepta encantado — Gracias, muchacha. Tienes unos dones excepcionales, sin duda—. Y mientras tanto, no puede evitar escuchar su conversación con Audrey. — Hummm... Pues ese pelo blanco te queda bien. Te aporta un aire de sabiduría— asiente para sí mismo, diciendo lo primero que le pasa por la cabeza. 

— ¿O sea que ese mensaje incomprensible que daba dolor de cabeza era una amenaza? ¡Ja! Se la pueden meter por donde les quepa. Después de lo que me habéis contado y la jugarreta que te han hecho — mira a Audrey — no les pienso dejar tranquilos hasta que los aplaste por completo. Y si son poderosos... ¡Mejor! —Se vuelve a reír, mientras recorre la sala y se acerca a Joseph, que parece examinar algunos objetos interesantes.

—¿Qué es esto?— Coge uno de los pergaminos con intriga mientras lo examina. — No entiendo nada, pero desde luego no es un texto sagrado—. El ifrit había visto pergaminos y libros de textos sagrados en el templo donde se entrenó, pero eso no tenía nada que ver, era una escritura extraña e incomprensible para él. Se lo devuelve a Joseph, quién sí parece interesado en ellos.

Recae entonces en la pequeña gruta excavada — No creo que yo quepa por ahí... Pero echaré un vistazo—. Se agacha un poco cerca de la entrada y encendiendo su puño en llamas intenta ver algo.