Partida Rol por web

Trini también se encogió al recibir los fríos vientos de marzo: subió la cremallera de la chaqueta al tope y escondió la cabeza hasta la nariz soltando bocanadas de aire tras la tela para que no se le enfriasen los mofletes. Guardó silencio esperando que el pooka dijese algo, pero pareció perder el interés en lo que fuera así que se limitó a otear el lugar con cuidado. Últimamente salir sin un troll de noche le daba terror.

-Obviamente esquilando a un mamut. –Dio un par de pasos medio brincando y chocó contra su hombro adrede para llamar su atención-. No sé si te has dado cuenta pero solo te falta una nube lloviéndote encima. ¿Sigue incordiándote el diablillo?

-¿Quién? ¿Clarisa? Vaya racista que estás hecha. Le ves patas de cabra y cuernos y ya es el demonio. No, no, no. -La apartó juguetonamente y mantuvo el brazo estirado para mantenerla a distancia-. No hay excusa.

-Habló el defensor del queso extranjero -protestó pegándole en la mano con suavidad-. No te vayas por la nacional, que te estoy hablando.

Apartó el brazo y se apresuró a volver a meterse la mano en el bolsillo.

-¿Cómo no voy a preferir el queso extranjero? ¿No has visto lo que había ahí dentro? A mí me da que todo ese queso ha salido de las tetas de Cesi. Que es maja y eso, pero puestos a probar los lácteos de alguien, pues casi mejor que sea más mi tipo. Y menos cuarentona.

La pooka abrió la boca y abofeteó el brazo de Seve varias veces, ofendida.

-¡No hables así de mi madre! Eres un impresentable. Un impresentable que no sabe sacarse las castañas del fuego, y si tu novio sigue mirándome como si estuviese llenándole el salón de basura me voy a mudar de casa.

El pooka se apartó para esquivar los golpes entre risas.

-Ay, que no te va a hacer nada. Dónde vas a ir, eh. -Rodeó el hombro de Trini con el brazo y la apretó contra sí, como para evitar que huyera-. Es que es un poco celoso. Le sienta mal cuando me ve salir corriendo detrás de un rabo enorme -dijo, y le dio un suave tirón de la cola.

Trini dio un brinco y se rió a carcajadas echando la cabeza hacia atrás.

-Qué buen ojo tienes –respondió guiñándole un ojo-. Y creo que voy a aceptar tu cheque, pero con condiciones. Es que el otro día me pasé por los Girasoles y, bueno, yo soy demasiado chic para esas fiestas –aseguró cerrando los ojos y asintiendo-. Además, el otro día ardió mi casa y no tengo nada que ponerme que le desencaje el cuello a la Meneos.  

- No me cabe duda de que serías una mentora excelente, Candela, pero Amaia es muy buena y además, se preocupó mucho por mi cuando tuve mi Crisálida. - le digo a la sátiro, parando para mostrarle una sonrisa amable a la redcap - No os peleéis que estamos de fiesta. Además, si nos ve La Meneos nos pasaremos una semana siendo tema de conversación y no quiero serlo por segunda semana consecutiva. -

Hago un gesto para llevarme la mano a la boca y entonces la miro dándome cuenta que ya no tengo croqueta. - ¿Por qué la gente ignora tanto a Cortapanes? Es su cumpleaños, se supone que deberían prestarle atención. -

Candela frunció el ceño, contrariada, pero dejó la fiesta en paz por el momento.

-¿Cortapanes? Pero si está rodeado de gente -dijo, confusa. No entendía al sátiro-. Recién vengo de allí.

-Mentora excelente mis cojones -gruñó Amaia-. Os dejo solos. Tú no te dejes liar, Samuel, que nos conocemos.

La redcap prefería alejarse de Candela en lo que quedaba de fiesta. No le gustaba que le disputaran lo que con gran tesón y trabajo había conseguido, que era convertirse en la mentora de otro changeling. No es que ella fuese una experta en nada, pero le gustaba que otros aprendieran de su experiencia, tener a alguien a quien proteger y defender de lo malo de la vida, como Lady Aurora y su club de follacas.

Pasó por una mesa para servirse más kalimotxo y pillar una cuña de queso casi entera que mordisqueó todo lo delicadamente que pudo, que no fue mucho. Localizó a Blanca charlando con alguien a lo lejos y se dirigió hacia ella para saludar. No estaba mal recordarles a todos que tenía a una troll protegiéndola y enseñándola a luchar.

-Hola. Vaya fiesta, ¿no? -dijo, sin estar muy segura de si su tono era positivo o negativo.
 

-Si quieres que se menee lo que mejor funciona es no ponerse nada. Aunque no sé, yo creo que de joven esa tuvo mucha marcha.

Como Seve caminaba bastante rápido para tratar de huir del frío y Trini tenía que seguirle el paso se habían alejado ya un trecho del Hontanar. Llegaron a lo alto de unos escalones que llevaban a una plaza, y desde lo alto de las escaleras Trini pudo ver un puñado de chicas reunidas en torno a una vespa. Dos de ellas agarraban a una tercera y la mantenían arrodillada junto a la moto mientras la cuarta paseaba frente a ellas y daba voces. Cuando ésta última se apartó unos mechones rubios de la cara, la pooka pudo ver una gran boca llena de dientes puntiagudos.

No parecía que les hubieran visto; estaban muy ocupadas con lo que quisiera que estuvieran haciendo y tendrían que mirar hacia arriba para ver el sitio donde se encontraban los dos pookas.

Blanca discutía en voz baja con Lord Marcel. El sidhe tenía los labios fruncidos en un gesto de disgusto y la troll le tranquilizaba en voz baja. Cuando Amaia se acercó los dos se callaron. Blanca se volvió hacia la redcap y la saludó con la cabeza.

-Si tienes setenta años no está mal. Me dan ganas de sacar un dominó o algo.

La pooka quedó totalmente paralizada, como si un coche la hubiese deslumbrado al cruzar la carretera. Cuando pudo reaccionar agarró el brazo de Seve hincando las uñas y se escondió en su espalda asomando la cabeza por encima de su hombro.

-¡Es ella! ¡La que me está tallando un ataúd! -chilló entre susurros tirando de él hacia atrás. Pero al volver a mirar terminó de comprender lo que estaba ocurriendo y pensó que si fuera ella, agradecería mucho que alguien apareciera de la nada para librarse de aquella imbécil-. Pero... mierda. Está haciendo más amigos. Joe, Seve...

Seve chistó y la cogió del brazo para ponerlos a cubiertos tras un banco. Abajo, Noelia le gritaba a la chica, que ahora Trini pudo reconocer como una de las amigas kinain de la redcap. Las dos chicas que la sujetaban también eran de la pandilla.

-¡... me enrollo con él! ¡Y si me quiero follar a tu novio, PUES ME LO FOLLO! ¡Y tú TE CALLAS LA BOCA, subnormal! -gritaba la Noe. Se detuvo para ladrarle instrucciones a sus compinches-. Agárrala bien, Carla. Como se suelte te mato, ¿me oyes?

La chica lloraba, temblaba y balbuceaba súplicas incoherentes. La que debía de ser Carla le retorció el brazo para que dejara de moverse, y la chica soltó un alarido.

-Ahora no me llamas puta, ¿eh? A la cara no te atreves a decírmelo, ¿eh? -De pronto la Noe, que estaba haciendo visibles esfuerzos por controlarse, estalló y le dio un tirón de pelo a la chica, que soltó otro grito cuando la Noe se quedó en la mano con un mechón de pelo demasiado negro para que fuera su color natural-. Eso es, llora, hija de puta. Y a ver si te queda claro,: tú a mí no me dices ni mú. Porque como vuelvas a tocarme los cojones te reviento, puta de mierda.

Los sollozos aumentaron de volumen cuando la Noe sacó una navaja. Las dos cómplices, que no parecían muy seguras de lo que estaban haciendo, intercambiaron una mirada aterrorizada. La Noe avanzó y su pobre víctima se encogió, preparada para recibir la puñalada. Sin embargo, la víctima fue la moto, que pronto se encontró con las dos ruedas rajadas.

-¡A partir de ahora para montar en moto me pides permiso! ¡Y para besar a tu novio! ¡Me pides permiso hasta para cagar, me oyes!

Hizo un gesto y Carla y su amiga soltaron a la pobre chica, mirándola con lástima. Las tres se marcharon y dejarón allí a la chica, que empezó a gatear hasta el otro extremo de la plaza. A su lado, Seve miraba hacia abajo bocabierto y tiritando de frío.

Trini se agachó junto a Seve, tiritando y retorciéndole el brazo de terror conforme la escena se sucedía con ambos pooka como espectadores. Si eso le hacían a la pobre muchacha siendo su 'amiga', ¿qué le iba a hacer a ella el día que la cogiese sin protección? Así que permaneció en silencio al lado de Seve hasta que todo terminó y la Noe desapareció de escena. Aguardó un poco más, solo por si decidían regresar, y se levantó para descender la escalinata controlando el flanco por el que habían desaparecido.

-Ey... ¿estás bien?

-¡Trini! -la llamó Seve en un susurro-. ¿¡Dónde vas!?

El pooka la siguió sin dejar de mirar en todas las direcciones. Se paró junto a la chica sin dejar de vigilar por si volvían las otras.

La chica se apresuró a incorporarse y se llevó la mano al sitio donde le faltaba un mechón de pelo. Al ver que no se trataba de Noelia se relajó. Era una kinain con obvios rasgos de redcap: pálida, boca ancha y amenazadora, aros en la nariz y labio superior y raíces rojizas.

-Sí, sí -se apresuró a excusarse. Entonces levantó la cabeza para mirar a Trini, y en sus ojos llorosos hubo un brillo de reconocimiento-. Tú eres la Trini, ¿no?

Y antes de que tuvieran tiempo de contestar la kinain se lanzó sobre Seve y los dos cayeron al suelo hechos un lío de brazos y piernas. La chica terminó encima, sentada encima de las rodillas del pooka que aullaba lastimeramente.

-¡NOE! ¡NOE, TRINI ESTÁ AQUÍ! ¡NOE!

La oscuridad respondió con el rugido de una moto.

A Trini le dio tanta rabia descubrir lo mala gente que era que no se le ocurrió otra cosa más que cargar contra ella al más puro estilo americano.

-¡Llama a la caballería! -gritó mientras rodaba por el suelo.

La kinain soltó un grito cuando Trini la derribó, y su cabeza impactó contra el suelo con un sonoro "ploc". Durante un instante lo único que Trini pudo ver fue una melena teñida. Alguien le tiró del brazo. Era Seve, que la ayudaba a levantarse.

-¡Qué caballería! ¡Corre, imbécil!

Había poco tiempo. Escuchaban a las motos acercarse por detrás, por donde habían venido. En las escaleras estarían a salvo porque tendrían que bajarse de las motos para seguirles o dar un rodeo, pero a lo mejor les daba tiempo a desaparecer en la oscuridad si se alejaban en dirección contraria, antes de que les vieran.

Trini echó a correr sin apenas haberse levantado del suelo, lo que casi logró que se dejase los dientes en el intento. Pero consiguió equilibrarse apoyando las manos como un perrillo y empezar a mover los pies de verdad. Se lanzó como una bala hacia las escaleras como si estas fuesen el chaleco salvavidas que necesitaba en medio de la tempestad, dejando demasiado atrás a Seve en la carrera.

-¡Pero serás tortuga! -protestó.

Rápidamente se agachó para alcanzar una rama y la agitó al ritmo en que pegaba brincos, alzando los brazos y pronunciando cosas sin sentido que en su cabeza imitaban perfectamente al lenguaje azteca. Pretendía ser una danza de la lluvia, pero con que mojase el suelo le bastaba.