Partida Rol por web

Mientras Seve trataba de alcanzarla entre resuellos Trini invocó una nube de Glamour que se formó sobre la plaza. Sonó un relámpago inaudible para los mortales y rompió a llover tan torrencialmente que en cuestión de segundos las baldosas estaban encharcadas. El monzón pilló de pleno a las dos motos que se acercaban. Una de ellas, en la que iban las dos kinains, resbaló y fue a dar contra una papelera. La Noe empezó a gritar y saltó de su moto cuando estaba ya casi al pie de las escaleras. La nube se disolvió en jirones dorados y grises.

La Noe luchaba por mantener el equilibrio sobre sus deportivas con plataformas, pero a cada movimiento que hacía resbalaba y tenía que agitar los brazos para no caerse.

-¡PUTA DE MIERDA! -chillaba, calada hasta los huesos, mientras se sacudía la camiseta roja, que chorreaba-. ¡TE VOY A MATAR! ¡COMO SE ME ENCRESPE EL PELO TE RAJO, ZORRA! ¡COMEPOLLAS! ¡TE VA A PILLAR RUBÉN Y TE VA A MATAR! ¡A LOS DOS!

Seve llegó a su lado resollando y se volvió para mirar a la Noe. Empujó a Trini para que echara a correr escaleras arriba.

-¡Pero tú de que vas, loca de los cojones! -gritaba mientras subía las escaleras-. ¡Que con esa camiseta y esas lorzas en vez de la Noe pareces Mamá Noelia! ¡Gorda!

El cumplido fue recibido con un nuevo torrente de palabrotas y amenazas, y mientras la redcap se detenía para quitarse los zapatos Seve cogió a Trini de la muñeca y tiró de ella hacia lo alto de las escaleras.

La pooka sólo se detuvo para no dejar atrás a Seve, ahorrándose los comentarios ofensivos para no empeorar más la situación. Aunque estaba bastante segura de que echar más leña al fuego no iba a variar demasiado las consecuencias, así que dejó escapar una sonora carcajada y le lanzó el palo que tenía en la mano antes de seguir corriendo de vuelta al Hontanar. Se le antojaba una larga temporada recluida en los feudos.

- ¡Pero es su fiesta! No sé, deberían estar manteándole, bailando una conga con él en cabeza o... yo que sé. Esta fiesta es un muermo. Pero no se lo digas a nadie. - tampoco se había preocupado por bajar la voz, así que cualquiera que pasara cerca suya podría oirle a la perfección. - ¿Y eres de por aquí, guapa? Bueno, pregunta tonta, ya sé que no, pero quería saber cuánto llevabas aquí. Yo sí soy de por aquí. -

Amaia se mordió el labio al ver que Lord Marcel y la troll parecían calentitos. Levantó una mano en son de paz, dedicando un cabeceo al noble por respeto, no por verdadera dedicación.

-Sí, o unas cartas y echar un tute. O un chinchón. ¿Os gusta el chinchón? Podíamos jugar alguna partida. Si queréis.

La redcap se sentía un poco incómoda, como si hubiese irrumpido en el peor momento posible, que era el momento en el que acababa irrumpiendo siempre al fin y al cabo.

-O bueno, que lo mismo paso, ¿no? Al menos la comida está bien...

El sidhe torció el gesto, pero Blanca sonrió entornando los ojos y le echó una mirada al vaso de Amaia. Giró la silla para darle la espalda a Lord Marcel y señaló el kalimotxo.

-¿Sabes qué? Si traes un par de esos te enseño un truco para ganar a un troll echando un pulso.

Candela le sonrió de manera encantadora.

-¿Tanto se me nota? Bueno, supongo que si. Tengo el acento en el alma y ya no se me va a ir. Soy de Puerto Rico, pero no es mi hogar. Ese aún lo estoy buscando -le dijo suspirando-. Pero ya llegará. ¡Es difícil integrarse con la fauna local! Ya lo has visto. O bueno, y lo verás, que recién has despertado... ¿Estás con alguien? Quiero decir... En un feudo, ¡claro!

La sátiro le guiño un ojo.

Segismundo llegaba tarde, pero no había podido escaparse antes. Cuando abrió la puerta del feudo el calor, el ruido y el olor a comida y gente le golpearon como un mazo. Alguien se quejó de que entraba frío por la puerta abierta, pero aparte de eso nadie pareció darse cuenta de que había llegado. Cortapanes y Cesi estaban en un rincón con la familia mortal del troll, comiendo tortilla y riéndose. El Barón daba vueltas por la abarrotada sala, picando queso y croquetas y bebiendo orujo. Lord Marcel y Blanca estaban sentados con la redcap recién llegada, y el sátiro nuevo charlaba con Candela mientras una kinain con dos bolsos en el regazo les miraba mal desde una mesa. Ernesto se estaba poniendo la chaqueta, aparentemente listo para marcharse. No había rastro de Lady Ágata ni ninguno de sus cortesanos, ni tampoco de Lady Aurora.

-Eso está hecho, jefa.

Amaia le guiñó el ojo y se dirigió a la mesa donde reposaban las bebidas para hacer un combinado. Le hacía mucha ilusión hacerles un kalimotxo de verdad a Blanca y a Lord Marcel, uno hecho por una vasca de verdad. Parecía mentira que una bebida de Euskadi se hubiese hecho tan famosa en el resto del estado, pero es que estaba tan rica que resultaba inevitable.

Mezcló la Coca-cola con el vino, puso hielo y le dio unas vueltas. Luego miró en derredor y se topó con Lucía, la sátiro, y le dedicó una sonrisa. Se bebió su kalimotxo de un trago, anduvo hasta ella con los vasos para sus amigos en las manos y le guiñó un ojo.

-Menudo desfase de fiesta.

Lucía se quitó el cigarro de la boca para sonreír a Amaia y sacudió la ceniza en el suelo. Se había puesto florecillas blancas en los cuernos rizados y estaba muy guapa. Le revolvió el pelo a un niño de unos diez años que se le parecía mucho y se acercó a Amaia. Cuando estuvo cerca se le ensanchó la sonrisa y levantó la mano del cigarro en el aire para no quemar a nadie mientras le daba dos besos a su amiga. Uno de ellos cayó en la comisura de los labios, probablemente debido a que la boca le llegaba casi hasta la nuca.

-La tuya sí. Vaya marcha que llevas -dijo, mirando los vasos que llevaba Amaia-. ¿Qué tal estás, guapísima? ¿Qué tal tu chaval?

-Bah, no son para mí, son para el franchute y su colega -dijo moviendo la cabeza en dirección a los susodichos-. Yo bien, todo bien, ya sabes. Mi chaval ahí está, dejándose camelar por la sudaca... bueno no, que es caribeña. O lo que sea. Como le meta mano delante de todo el mundo me voy a acercar a darle un toque, a ver qué se piensa.

Estaba feo decir sudaca, pero estaba feo ser Candela así en general.

-¿Y tú qué tal con los tuyos? ¿Te has traído a los críos?

La sátiro volvió la mirada sin mucho interés hacia Blanca y Lord Marcel, y después miró a Samuel con un gesto de reconocimiento. Soltó una risa ronca y dio una calada a su cigarro.

-A los mayores. Quiero que vayan conociendo a todo el mundo, ¿sabes? -respondió, mordiéndose el labio inferior para reprimir una sonrisa. Se inclinó para hablarle en voz baja a Amaia y le brillaron los ojos con orgullo de madre-. Conchi dice que Pablo es un hada.

Pablo era el hijo mediano de Lucía, al que Amaia acababa de ver. No se lo habían presentado formalmente, y lo único que sabía de él era por los cumplidos y las quejas de Lucía, y ninguna de las dos cosas era especialmente fiable.

Calor y gente. Calor, comida y gente. De todo eso, por doquier, constantemente. Las celebraciones eran de esas cosas que para Segi tenían una cosa buena y mala a la vez, la gente. Las personas hablaban mucho durante las fiestas, cosa que al joven Sluagh de nueve años le encantaba, a veces sacaba algo jugoso y todo. Pero también era cierto que hablaban demasiado y le agobiaban, y no dejaban que su exigua voz se hiciera oír.

El protagonista de la fiesta era Cortapanes, pero incluso su enorme ser estaría escondido tras la marabunta de gente que quería saludarle, y lo cierto era, que ese troll se hacía querer. "Iré más tarde a verle, cuando me pueda oír..." pensó el Infantil. 

Cogiendo una de las croquetas que parecían que causaban sensación se deja llevar por la gente, ocupando los huecos que quedaban mientras las mareas de cuerpos (y sobre todo piernas) iban y venían. Era más fácil pasar por debajo que abrirse paso. Caminó bajo la multitud, buscando a Safira. 

Safira estaba sentada en la mesa del rincón, mordisqueando una croqueta mientras garabateaba en un cuaderno. Cuando Segismundo se acercó vio que era un cuaderno de ejercicios de matemáticas, y que en vez de resolver los problemas la eshu estaba dibujando en los márgenes. No vio al sluagh acercarse.

Se acercó por la espalda, desencajo un hombro para poder pasar entre una columna y una mesa, por último, lo dejo caer frío e inerte sobre el hombro de Safira, acompañando la puesta en escena con un "¡Bu!" que en bajo tono fue susurrado cerca del oído de su víctima. 

Después del susto y el chillido inicial, comenzaron las risas. 

- ¿Haciendo deberes en un cumple? No, no, no, eso es muy aburrido para una fiesta.- Comenta el siniestro niño mientras intenta cerrar el libro de Safira. 

La niña soltó un grito y el lapicero salió volando. Trató de saltar de la silla, pero se le enredaron las piernas y tuvo que sujetarse a la mesa para no ir al suelo. Se volvió y reconoció a Segismundo. Parecía contrariada, y apartó el cuaderno con brusquedad después de que el sluagh lo cerrase, pero se le pasó cuando vio el hombro desencajado.

-Vixe Maria! Ai, Segis, ¿estás bien? -Safira se frotaba la rodilla, donde se había golpeado con la pata de la mesa-. ¿Te duele?

Hubo un grito y un sonoro golpe seguido de otro grito, y las conversaciones se interrumpieron durante un instante. Cuando vieron que Safira estaba bien la mayoría volvió a ocuparse de sus asuntos, pero cuando Samuel miró de nuevo, Candela había desaparecido.

-¡Hostia, qué guay! Felicidades, Lucía. ¿Ha tenido ya la Crisálida o le quedan unos años? Ya sabes que mientras esté yo en los alrededores, nadie va a tocar a tu niño.

Hinchó el pecho con orgullo mientras mostraba los dientes en una fea sonrisa. Otra cosa no, pero la redcap era un dechado de buenas intenciones. Algo hizo que se le esfumase la sonrisa. Se inclinó sobre Lucía, hablándole al oído para evadirse de oídos indebidos...

-Oye tía, sobre lo que me dijiste el otro día, de la Idoia... Si necesitas ayuda con eso dímelo, ¿vale? No sé muy bien qué puedo hacer, pero si hay que ponerles las cosas claras a los tontos de los redcaps, yo soy tu chica -aseguró-. Blanca me ha enseñado unos cuantos movimientos nuevos y cada vez me siento más confiada. -Y se sentía menos aterrorizada ante la perspectiva de ponerse delante de un redcap sin la intención de huir de inmediato.