Partida Rol por web

Tras unos instantes de silencio en el que parece que no se presentará ningún caballero, un mercader toma la palabra:

-Mi señor. No soy un gran guerrero digno de defender la gloria de vuestra casa, pero en los próximos días tenía intención de marchar hacia Desembarco del Rey, no me importaría retrasar la marcha y viajar en tamaña compañía. Además os ofrezco mi carromato para transportar todo aquello que necesitéis.

-Pensaba mandar un carruaje... -Reflexionó en voz alta mientras se atusaba la barba-. Entonces que así sea, haré que preparen una buena caravana y la conducirás, por supuesto tendrá espacio donde podrás alojar tu mercancía.

En estos momentos la sala empieza a vaciarse, la excitación y curiosidad inicial se ha visto reemplazada por la apatía de algunos que prefieren seguir con sus faenas dando por hecho que nadie más de interés se presentará.

-Si esto es todo, doy por concluida la sesión. En cuatro días partiréis.

Apenas quedaba gente en el lugar. Sólo entonces, en presencia de caras familiares, se permitió relajar su rostro.

-Dana, ¿dónde coño está Gale?

No prestando la más mínima atención a la amplia amalgama de invitados o miembros del personal que salía por las puertas del gran comedor, Brent reparó en la solitaria figura de Ser Osbyn Rhis, a quien dedicó una respetuosa inclinación de cabeza cuando el contacto visual entre ambos hombres se produjo nada más llegar al patio de armas. El caballero errante, fiel servidor y defensor del linaje de los Targaryen, era uno de los pocos miembros de la fortaleza por los que el isleño era capaz de modular su actitud socarrona y bravucona. La experiencia y la sabiduría que descansaban sobre los recios hombros del veterano guerrero lo merecían, a pesar de los comentarios que las malas lenguas dejasen escapar cuando él no era capaz de escucharlas. 

Con un férreo pero suave jalón de las riendas, Tempestad redujo el ritmo de la marcha de forma progresiva. Posando sus pies en tierra firme, Brent ofreció una pequeña manzana que requisó de las cocinas antes de marcharse, además de unas pocas caricias, a su caballo por el esfuerzo realizado. Dejándolo al cuidado de uno de los mozos encargados del cuidado de las caballerizas, aguardó a que el resto de morralla desocupase la habitación.

Desmontó del caballo con elegancia dejando ondear la capa a su espalda, consciente en más de un sentido de que era observado en todo momento. Cada movimiento estaba estudiado al detalle, hasta la sonrisa que dedicó a una pareja de doncellas que salían en ese momento del comedor, seguidas de cerca por una aya que resoplaba con la toga algo ladeada sobre su cabeza. Las muchachas se ruborizaron y soltaron una pequeña risita, apresurando el paso sin dejar de lanzar miraditas hacia la apuesta figura del heredero que dejó las riendas en manos de uno de los mozos de cuadras en vista que una vez más Erryk no se ocupaba de sus funciones.

_ Valiente escudero vas a ser pequeñajo... _ comentó volviendo a darle una colleja en reprimenda, aunque aguardó con interés a la respuesta que Ser Osbin pudiera darles. _ Ciertamente Ser... Escuchamos las campanas... ¿Qué ha sucedido?

Osbin miró un instante a Brent evaluándolo, era difícil sentir aprecio por él por su forma de ser, pero mientras no diese signos de causar problemas no tenía motivo de queja. Cuando el heredero del señor bajó del caballo se acercó a él a paso firme, aunque lento para no despertar los dolores de su pierna

- No te servirá de nada intentar enseñarle la lección a collejas, Gale, si tu mismo no das el ejemplo debido - intentaba sonar serio, pero acabó esbozando una ligera sonrisa que relajó su tono

- ve a ver a tu padre y reúnete conmigo y con Ser Gyles en el patio de armas, participarás en el torneo organizado por Robert Baratheon en Desembarco del Rey.

La sala quedó despejada, en ese momento un sonido metálico precedió a la presencia del Castellano.

-Lord Swanriver te ha permitido ir a Desembarco, aunque es el mayor nido de putas que hay no significa que un putero como tú deba ir aún a riesgo de deshonrar nuestra Casa. Reúnete conmigo en el patio de armas y decidiré si vales y en qué categoría vas a participar.

_ Tenéis razón Ser... mis disculpas...

Gale asintió llevándose una mano a la cabeza en gesto de asentimiento. Si algo tenía claro era que Ser Osbin era el caballero de quien había aprendido casi todo lo que sabía, y su palabra pesaba más que la de cualquiera por allí. Sin embargo, las palabras que llegaron a continuación hicieron que su rostro se transformase dando paso a una mueca que trocó desde la más absoluta incredulidad hasta la felicidad extrema.

_ ¿El torneo del Rey?... ¿Padre me dejará representar a la Casa?

El muchacho no cabía en sí de gozo, olvidándose por completo de las campanas, de los Dannet y de cualquier otra cosa que hubiera en el mundo salvo por supuesto, el torneo del Rey. Miró a Ser Osbin, cuadrándose ante él para agradecerle la noticia e inclinándose con una elegante reverencia se despidió.

_ Me reuniré con vos en cuanto hable con mi padre Ser... Podéis estar seguro... _ la enorme sonrisa que cubría el rostro del joven hablaba por sí sola. _ Ahora si me disculpáis...

Se giró y miró a Erryk, dándole una palmadita en la espalda para indicarle que le acompañara en el trayecto. Pasó junto a Brent, y educadamente, le saludó antes de seguir camino charlando con el aspirante a escudero. Ni Brent siquiera podría estropearle un momento así.

_ ¿Has oído pequeñajo? Tienes mucho trabajo por delante... _ decía mientras ambos se perdían en el interior de la fortaleza.

- Dad las gracias a vuestros "dioses".- con retintín, las palabras del isleño se deslizaron hacia los oídos del heredero poco antes de sus pies le introdujesen dentro de la estancia, acentuando la mención a las divinidades con poco disimulado desprecio. Él le debía obediencia a el Dios Ahogado, cuyos dominios se extendían sobre todo el lecho marino que se vislumbraba desde todas las costas de Poniente.- Si Dana hubiese nacido varón poca gloria quedaría para ti. - una sonrisa malévola afloró de los labios de Brent, siendo acompañada de una risa en la que pudo apreciarse una pizca de crueldad. 

Después de enfadarse conmigo por mis verdades ante la actitud de hermano ¿ahora se enfada?

Dana miró a su padre tratando de no transmitir el leve enfado que tenía por la actitud de su padre y, sobretodo, de su hermano -No lo se padre, nunca le ha dado importancia al honor de nuestra casa ni a nuestro nombre pero esto ya es demasiado, incluso para él. Puede que esté en peligro ¿no crees?

Fingiendo no oír la risa de aquél hijo del hierro, aunque sin poder evitar fruncir el ceño ante el tono con que dijo la palabra 'dioses', pidió que preparasen una zona adecuadamente, cuatro caballos frescos de las caballerizas, y equipo y lanzas de prácticas.

A medida que los caballos estaban listos él mismo llevo dos de ellos de las riendas, y posteriormente se montó en uno de ellos mientras esperaba, era un alivio para la pierna herida no tener que soportar su peso, pero no podía permitirse acostumbrarse a ello, el día que su pierna no lo sostuviese lo mismo daría que le quitasen la vida a que le obligasen a quedarse en la cama esperando a que el Desconocido se lo llevase.

Brent se retiró de su posición, apostándose sobre alguna de las vallas de madera que podían hallarse repartidas por la zona. Usualmente podían delimitar el cerco utilizado como arena de combate, o también servir como posta en la que atar a sus caballos cuando el cometido que les traía a la fortaleza no se prolongaba en demasía. 

En ese momento hace aparición en la sala el desaparecido Gale, seguido por un tímido Erryk, caminaba con cierto tiento y pesar sobrepasado por la imponencia del lugar y la presencia solemne del Señor de la Casa Swanriver. Reverencias torpes era su única forma de intentar capear aquella situación improvisada, gestos futiles pues pasaron desapercibidos para su señor, con otras ideas en la cabeza.

La sala se encuentra casi desierta: Lord Swanriver permanecía sentado en lo alto de su silla acompañado por su hija Dana; Bajo los escalones se encontraba el Maestre Warren y un poco más alejados en la estancia Ser Gyles junto con el muchacho que se había ofrecido como candidato, ambos se encaminaban a la salida, rumbo al patio de armas.

El rostro de Bronwell era como el de los ancianos a los que rezaban los norteños, contraído en una mueca de eterno disgusto, giró su rostro y suavizándolo un poco se dirigió al maestre.

-¿Mandaste el cuervo a Desembarco del Rey?

La imagen en el patio de armas parecía el patio de un colegio. Ser Osbin había ensillado y preparado varios corceles, tres de ellos reposaban con su brida fijada a la valla. Un divertido Brent observaba cuanto ocurría apostado en la valla unos metros más alejado.

No tardó mucho en aparecer el castellano Ser Gyles seguido del único voluntario para defender la casa.

-Realmente estamos en horas bajas si sólo tú te has presentado-. Regoznó expresando su desagrado con Brynden. -Qué sabes hacer? ¿Arco? ¿Esgrima?

Decidió no contestar a Ser Gyles. Que él fuera un estirado era asunto suyo, así que simplemente siguió sus órdenes y fue hasta el patio.

Esperó con postura relajada hasta que llegó y en cuanto le preguntó, desenvainó su espada corta y comenzó a hacer alguna que otra pirueta con ella agarrada por la empuñadura. 

—¿Qué os parece esto, Ser? —dijo, sonriendo con una mirada retadora y exagerando la reverencia a modo de burla.

Inclino mi cabeza hacia mi señor y la ladeo un poco. Lord Swanriver, estaba esperando a tener constancia del número exacto de participantes. Con lentitud me pongo recto y pregunto con servilismo. ¿Mi señor quiere que lo mande finalmente? Saco la mano derecha de la manga y la me toco la comisura del labio. Mmm, por ahora contamos con su hijo Gale, con Ser Gyles, Ser Osbin y... Ese muchacho, el tal Brynden. Le tendré vigilado, no me gusta ni un poco. Que le iluminen los Siete... ¿Correcto mi señor?

Las florituras y el comentario de Brynden causaron que el isleño dejase escapar un resoplido que no trató de hacer pasar inadvertido. En medio de un combate, aquellas galas de fanfarronería marcaban la diferencia entre quien vivía para reclamar la gloria y quien caía para ser condenado al olvido. 

llevando el caballo a un paso calmado se dirigió hacia los recién llegados y observó las maniobras de Brynden, desde luego no era para nada el estilo de combate de un caballero, cuya armadura limita mucho sus movimientos.

- muy bonito Brynden, ahora falta demostrar que sea útil en un enfrentamiento.

con una leve inclinación de cabeza hacia se dirigió a Ser Gyles

- el joven Swanriver se reunirá con nosotros dentro de poco.

-Conque esgrima, sí... Buena idea, uno a cabalgar y el otro con las espadas- Murmuró al verle escoger la espada, sin embargo la respuesta del joven le pilló de sopetón-. Bien dicho Ser Osbin ¿Contra quién peleas, contra el aire? Atácame, ¿o te crees que en desembarco se te quedarán mirando?, como te toque un Braavosi date por jodido.

Alzó una ceja ante las burlas de los presentes y su sonrisa se acentuó aún más con una confianza casi arrogante. Si se creían que podían menospreciarlo por lo que al parecer se contaba de él por ahí, se iban a llevar una sorpresa. 

—Las damas probablemente sí se queden mirando, pero... como digáis —y tras una leve y rápida maniobra para afianzarse, atacó a Ser Gyles como éste le había pedido.