Partida Rol por web

Asintiendo ante las palabras del hechicero.

Por fin alguien piensa lo mismo que yo. Mi indicación a que no tenían que hacer caso a lo que contamos los bardos era demasiado sutil me temo.

Comienzo a jugar con la cinta que asegura mi espada para poder desenvainarla rápidamente.

 Borateo pasa la mirada de los elfos a Wilbur y comenta.

 - Pues no sería tan descabellado, son media docena y están junto al pueblo. Y no les interesa que nos acerquemos.

 Poco a poco, motivado en parte por la reacción del grupo, la mirada de Borateo hacia los elfos va cambiando.

 - Cuando queraís.

 Si quienes están heridos, se decantan por combatir, no seré yo quien se raje, y si mueren... pues más nos tocará a los que entreguemos la recompensa.

Estos oscuros pensamientos pasaron por la mente del monteraz antes de prepararse para derramar sangre.

¿Eh? ¿Entonces no estáis aquí buscando empleo como cazadores?

Esto lo dice en común, pues se ha enterado de vuestra conversación... algo por encima.

Maese elfo, seguís sin presentaros por lo que no se si me estoy dirigiendo a un simple cazador, a un sheriff local, a un guardabosques o a un vulgar bandido. Jamás os dije que veníamos de caza. 

Os advertí de que vuestra oferta podría ofender a mis acompañantes. Vos mismo podríais haber negociado directamente con ellos si os hubierais rebajado a hablar un idioma que ahora demostrais conocer. Lo cual ha sido no obstante una hábil maniobra, puesto que si les hubiérais dicho palabra por palabra lo que me habéis comentado en nuestra noble lengua ahora mismo se habrían ofendido y ya habrían caido al menos un par de vuestros cazadores. Intenté suavizar vuestras palabras pero no me lo poneis fácil.

Mis compañeros, que como imaginaréis no son unos simples cazadores, van a atravesar el paso de las montañas y no demuestran interés alguno en regalar la pieza de caza obtenida esta mañana. Lo cual es lógico, porque siguen el ejemplo de la naturaleza en la cual ningún depredador abandona su presa después de cazarla para que la disfrute otro depredador salvo que este sea mas grande y poderoso. Y no es vuestro caso. 

 Haciendo gala de una inusitada habilidad y destreza el monteraz pelirrojo, liberado de la carga, y presumiendo las intenciones del grupo, se lanza entre los dos elfos que lo tienen amenazando, usando la larga lanza a modo de pértiga y escudo, dejando sorprendidos a los dos elfos, incapaces de actuar contra el inesperado movimiento.

 Cuando parece que vaya a partir corriendo por el camino, se detiene bruscamente para girar sobre si mismo y lanzar una ezstocada con la larga lanza contra el líder de los elfos, encarándose a este, enseñando los blancos dientres entre su poblada barba pelirroja, en una fiera posición. La punta de la lanza, pero, sale demasiado desviada como para suponer un verdadero peligro para el espadachín elfo.

La maniobra de Borateo parece pillar desprevenidos a los elfos, aunque Nugruk se esperaba algo parecido del intrépido batidor.

Con un grito salvaje, dejando de lado la racionalidad, Nugruk se mueve ligeramente, tratando de golpear al elfo con la distracción de la lanza de su compañero.

El tiempo de la palabra ha terminado, ha llegado el tiempo de la sangre.

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!!!

El bárbaro cortó de un tajazo un brazo del líder elfo. El brazo cayó al suelo, y del muñón de su torso brotó un chorretón de sangre que manchó de rojo al pájaro que estaba en el suelo atado a un palo. La pieza de caza se había estropeado de manera tan aguda como el chillido de dolor del herido.

Aezandal arwis mueldar...

Aunque no todos entienden élfico, todos fueron capaces de entender qué significaban esas palabras... Algo sobre la madre del bárbaro y su nivel de castidad, aproximadamente.

¡Hacedles la "avispa" a esos bastardos!

Valandil nos maldecida por dudar de sus dotes negociadoras pero llego el momento de matar o morir.

Tengo tres de los elfos a mi lado por lo que opto por atacar al que esta frente a mí.

El efecto sorpresa ya ha pasado y este desvía mi ataque al golpear mi brazo con su laúd.

En un instante todo se precipitó. La banda de mercenarios prefirió desatar una carnicería antes que ceder el fruto de su caza.

Ante el poderío físico demostrado por el bárbaro, dos de los elfos optan por interponer a Valandil entre ellos y el poderoso espadón rebanador de brazos. Valandil se ve abrumado en un dos contra uno. Recibe un corte de uno de los elfos que le rasga la mejilla. Su otro enemigo, en lugar de atacar con la cimitarra, desenfunda una daga y ataca con ella clavándola en el hombro. Saca la daga y la sangre resbala por la armadura de pieles del druida. Con una cimitarra en una mano y una daga en la otra, ahora el oponente presenta un aspecto mucho más temible. El halcón no se lo piensa, Valandil está en peligro. Tras alzar el vuelo durante toda la "negociación", vuelve a realizar un picado. El elfo de la cimitarra resulta herido en el otro hombro por ese par de garras caídas del cielo.

Voy a hacer paté con tu hígado, pajarraco.

Intenta apartar al halcón con su daga y le raja el vientre.

Griaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...

El quejido de su compañero pone los pelos de punta a Valandil. El halcón sigue aleteando torpemente, en un intento de alejarse, pero le cuesta tomar altura. Queda franco para que el elfo de la cimitarra cumpla sus pretensiones culinarias.

Cof, cof... Déjame mostrar mis dotes como compositor...

Eso le dice el elfo que quedó mano a mano con Roger. Comienza a hacer sonar las cuerdas, emitiendo un burdo y desacompasado sonido.

... porque te voy a componer una cara nueva.

Coge el instrumento por el mástil con ambas manos y gira sobre su cadera antes de soltar su golpe. El laúd surca su alrededor en un círculo sobre el aire del que Roger logra quitar la cabeza a tiempo, agachándose hábilmente.

Mientras, el elfo desarmado saca una daga e intenta sin éxito abrir en canal a Wilbur. El hechicero, por un momento, parece darse cuenta de un detalle, como quién recuerda que dejó la túnica colgada a secar al ver un montón de nubarrones en el horizonte.

¿Buscas algo, túnica gris?

Al ver por el rabillo del ojo cómo el enemigo de Wilbur desenvainaba un arma, Nugruk no ve venir a otro elfo más que, viendo a Borateo alejarse y al rompebrazos a tiro, no lo duda.

¡Te lo haré pagar! Has mancillado el cuerpo impoluto de mi amadísimo ermh... amigo.

Pero sus ojos se empañan de lágrimas de dolor por vete tú a saber qué sentimiento, y con la visión enturbiada no logra conectar un buen golpe.

El manco eleva la voz.

¡Sois unos inútiles! Yo mismo lo haré.

El líder elfo hunde la espada en el pecho de Nugruk. En ese momento, a todos se os hiela la sangre. Volvéis la cabeza para ver si el poderoso bárbaro se mantiene en pie, o se desploma para siempre. La sangre del corazón de Nugruk resbala por el filo de la espada y gotea melancónicamente sobre el suelo como una plañidera en un velatorio.

Wilbur se lo veía venir. Quizás por eso se había estado preparando para la batalla mientras sus absurdos compañeros de armas se dedicaban a parlamentar. Parlamentar, ¡JA! ¡Panda de blandos!

El hechicero tomó posición, tenía claro qué pretendía: irradiar una intensa luz de colores que despistara a esos elfos. Llevó la mano a su bolsa de componentes mágicos, pues precisaba combinar tres tipos de arena diferentes para realizar su sortilegio. Entonces se dió cuenta de que de su cinto no colgaba bolsa de componentes alguno. Había desaparecido.

 Sin perder el tiempo, el pelirrojo guerrero se desplaza a su izquierda, buscando tomar con la guardia baja al elfo manco, que al parecer era el líder de los asaltantes.

 Esta vez la maniobra resultó acertada, y la punta de la lanza encontró el cuerpo, entrando profundamente en él, acompañado de un iracundo grito ahogado.

 - YyyyaaarrrRRggghh.- Con el que sacudo todo el elfo.

 Su mirada sse posa desafiante a los demás.

 - ¡¿Quien es el siguiente?! ¡Tengo para todos!

Wilbur levanta una ceja al comprobar como el madito elfo le ha birlado los componentes mágicos, le dice.

- Conozco un hechizo magnífico, el componente principal es hígado de elfo.

Momento en el que su maza de armas cruza el aire horizontalmente en dirección al parietal izquierdo de la cabeza del elfo que le había cogido prestados los componentes mágicos.

Estábamos rodeados. Debimos intentar esperar... malditos elfos arrogantes e intransigentes...

Inmediatamente comienzan las hostilidades Valandil saca la cimitarra e intenta protegerse en vano con el escudo, Su valioso emplumado compañero acaba de ser malherido por defenderle, lo cual le pone frenético y rojo de furia, e ignorando el dolor asesta un espadazo al elfo que atacó al halcón.

No debisteis importunarnos. No éramos ningún peligro para vosotros. Ahora vuestras esposas sufrirán hambre cuando sus maridos no puedan traer caza al hogar por estar muertos.

El líder de los elfos abre los ojos como habiendo visto la luz que espera más allá de la muerte. Sin entender, sin discernir, mira abajo: a la punta de lanza que le ha nacido en pleno pecho.

¿De dónde habéis salido, hijos del infierno?

Su alma se escapa. Su mano pierde la fuerza de los vivos y ya no sujeta bien la empuñadura. Él se desploma cuando la lanza es retirada, la espada corta se mantiene firme clavada entre las costillas de Nugruk. Es ley de vida: la carne se pudre y el metal prevalece.

Cuando Valandil se lleva la mano al cinto buscando agarrar su cimitarra, se da cuenta que allí solo queda la vaina vacía de su arma.

La rabia de Nugruk y la perdida de sangre hace que su siguiente golpe yerre el blanco, dejandolo frente a un adversario que podría acabar con su vida de un golpe.