Partida Rol por web

El agente no se movió ni mudó el gesto mientras era desarmado y atado a los asientos, pero sí que se enfadó visiblemente cuando J.J. metió unos bonos en su bolsillo a modo de soborno; como un perro rabioso, se podría decir. A la pregunta de McReady no respondió mucho mejor...

-¿Cuántos agentes quedan en la parte delantera del tren y en qué vagones?-

- ¿Por qué no vais a averiguarlo? Panda de ladrones de pacotilla; cuando el marshall os dé vuestro merecido estaré en primera fila para ver como os cuelgan en la horca -

Mientras tanto, El francés había escogido el momento para meter prisa. El paisaje no era muy claro en aquellos momentos y no dejaba saber si habíais pasado o no el punto de encuentro con Jack y Juanita; hacía tiempo que habíais entrado en el árido desierto, pero había montículos rocosos en la lejanía, tanto atrás como adelante. Por el tiempo que habíais pasado en el tren, creíais que aún debían faltar unos pocos minutos para alcanzar las escarpadas colinas donde se ocultaban ellos dos, pero en el fragor de los tiroteos... quien sabía si os habíais retrasado sin percatarlo siquiera.

Observo al hombre mientras Jack se encarga de "explicarle amablemente sus opciones". Pero el hombre, ya debía intuir los segundos que le quedaban entre los vivos, no se deja intimidar y casi pasa de nosotros. "Casi" porque al final sí que nos dice lo que necesitamos saber.

-¿Primera clase?- pregunto mientras miro incrédula a Jack. He tenido que oír mal -Eso significa que tenemos que atravesar todo el maldito tren...-

Me levanto del suelo y miro hacia la puerta que nos lleva al vagón 7. Reviso mis balas, relleno el tambor y después, comienzo a andar hacia allí.

El agente empezó a revolverse maniatado con el cinturón y comenzó a insultarles. Una actitud estúpida, dado lo precario de su situación. Quizás había malinterpretado la actitud de los bandidos al cogerle prisionero. En cualquier caso, no tuvo tiempo de replantearse su actitud, pues "el chico" al escuchar las primeras palabras del agente se limitó a decir - Respuesta equivocada - al tiempo que sacaba el revólver, lo apoyaba en la sien del agente y antes de que nadie tuviera tiempo de detenerle o aún siquera, de abrir la boca, apretó el gatillo.

La sangre y los sesos se desparramaron por todo el compartimento, cubriendo paredes y techo, así como la cara del muchacho y la del horrorizado banquero.

Sin más miramientos, el muchacho metió una nueva bala en el tambor y volvió la vista a Pierre - Podemos seguir - la escena, con el pelo y el pañuelo llenos de sangre y sesos y sin que esto pareciera importarle lo más mínimo, no podía ser más dantesca.

James estuvo a punto de hacer un gesto para contener el golpe del Chico, pero al fin y al cabo, el tipo se le había ganado y bien visto, llevarlo consciente no les ocasionaría más que problemas.

Sin decir nada más, siguió avanzando hasta la puerta del vagón delantero. Asomándose por el cristal lo mínimo posible, intentó mirar hacia el interior del siguiente vagón.

Lonegan observó al hombre mientras se le escapaban sus últimos segundos de vida. Había intentado alcanzar un arma con sus últimas fuerzas y le había devuelto la sonrisa para decirles aquellas palabras antes de morir. Definitivamente se había ganado el respeto por parte del forajido, pero había elegido el bando equivocado. También había pecado de soberbia en el último suspiro, al revelar el inteligente movimiento del marshall con respecto a la plata para intentar restregárselo en la cara. Lo bueno era que ahora no perderían el tiempo rebuscando en aquellos vagones y ya sabían a donde tenían que dirigirse.

-Eso es Juanita, nos toca hacer de revisores del tren. Espero que los chicos nos hayan ahorrado parte del trabajo.-Jack se acuerda en esos momentos de James, el chico y el francés. Espera que ellos mismos hayan dado ya con el paradero del botín para cuando consigan reunirse con ellos.

-¿¡Que podemos seguir...!?- Pierre miró al joven estupefacto -¡Quel enculé!**- No pudo evitar soltar la siguiente expresión al ver lo que J.J. acababa de hacer: -¿¡Pero qué demonios has hecho, chico!? ¡El tipo se ha comportado como un idiota, pero...!- Señaló al cuerpo, más bien los restos, ahora casi descabezados. -¿¡...y no bastaba con haberle disparado al pié, por ejemplo!?-

Volvió a mirar Mc Ready esperando su colaboración, pero algo en su mirada le dijo que este aprobaba lo que había hecho Thomas.

Así que, como ya nada más se podía hacer al respecto, añadió: -¡Merde!- y siguió a sus dos compañeros en dirección hacia el siguiente vagón del comboy, aún negando con la cabeza e intentando apartar de su mente lo que acababa de ocurrir.

Tras enteraros de que la plata os esperaba más adelante del tren no había nada que os obligase a esperar. Con Juanita a la cabeza, ambos avanzásteis el siguiente vagón. Como esperábais, era el último vagón de segunda clase, que parecía medio lleno.

Ambos perdísteis unos segundos para relajaros y aparentar normalidad al entrar al vagón, pero no reparásteis en uno de los guardias del tren, siempre armados para cualquier eventualidad. El tipo se encontraba apartado a un lado de la entrada, y salió unos segundos después de que entráseis a la zona de los asientos, atraído por el ruido de la puerta.

- Eh, eh, alto ahí un momento - El guardia bostezó sin disimulo, como si acabase de levantarse de una siesta - ¿Adonde iban? No está permitido entrar a los vagones de carga durante el viaje. -

El hombre del bando había empalidecido hasta el punto de parecer un fantasma ante tan truculenta escena. Casi literalmente paralizado en el lugar donde se encontraba, incapaz de moverse o decir una palabra por voluntad propia.

Ya nada había que os interesase en aquél vagón, salvo los bonos del banco que recogeríais luego aunque varios habían quedado arruinados al quedar cubiertos de sangre. Dado que era así, rápidamente avanzásteis al siguiente vagón, el último antes de la locomotora.

Atravesásteis con cautela la puerta y os adentrásteis hasta la boca del pasillo. Parecía desierto; no se escuchaba ni un ruido, ni se veía moverse a un simple ratón.

El chico entró en el siguiente vagón tras ocuparse del nauseoso Carter¹ . No se escuchaba ni pió. Aquello al chico pronto le dió mala espina. Seguramente habría más de un guardia en el vagón y quizás, sólo quizás, bien pesando no había sido tan buena idea volarle la cabeza al guardia. Por el ruido del disparo. Quizás lo habían oido y se habían escondido para emboscarles.

Cambiando de planes, J.J. volvió sobre sus pasos y levantó a Carter del asiento. Éste aún tenía la cara pálida y los ojos fijos en los restos del guardia. Sin miramientos y sin dejar de apuntarle, se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo puso dentro de la boca. Luego, quitándose el que llevaba él mismo en la cara, manchado de sangre, lo extendió y lo anudó en la nuca del banquero cubriéndole así el rostro. De aquella guisa, bien parecía un atracador más. Salvo por estar maniatado y amordazado, claro.

Hecho esto, lo condujo sin miramientos y a punta de pistola, hacia el siguiente vagón.

- Adelante señor Carter, usted primero - dijo señalando el pasillo adelante con la pistola, mientras se cubría con la esquina - despacito. Enmascarado y lleno de sangre, si había una emboscada preparada, aquel tipo no tardaría en caer.

Apenas aquel hombre terminó de plantear su queja, Lonegan se giró de nuevo hacia la entrada y le había puesto uno de sus revólveres a escasos centímetros de su estómago, intentando no llamar la atención de los demás pasajeros al hecho de que había sacado una pistola.*

-Tranquilícese amigo, y nos ahorraremos disgustos.-Dijo el forajido con la mayor tranquilidad posible, mientras lo invitaba a volver hacia la entrada del vagón, fuera de la vista del resto de pasajeros. Sin darle muchos más segundos para reaccionar, continuó.-Lamento haberle sacado de su apacible sueño, mi compañera se encargará de ayudarle a que vuelva a conciliarlo.-Se gira hacia Juanita y le comenta.- Todo tuyo.

El hombre se levanta y viene hacia nosotros. No podemos dispararle aquí en medio. No sabemos cuanta gente del vagón puede llevar armas y, quizas en un momento nos frían.

Por suerte, Jack se hace cargo de la situación rápidamente, dejándole clara cuál es la situación, que no es buena para el.

Por suerte, está pegado a la puerta, ninguno de los pasajeros tiene porqué vernos, así que cuando Jack lo arrincona y me deja al mando, saco mi revolver y, mientras le encañono, le invito a salir, hacia el vagón que acabamos de dejar.

-Si es bueno, me limitaré a dejarle en el siguiente vagón encerrado, no se preocupe- le digo mientras le empujo suavemente con el arma para que salga.

El despistado guardia se encontraba lento de reflejos, y para cuando tuvo el impulso de echar mano a su revolver se encontró superado en número. Bajo la amenaza de recibir varios balazos en las tripas, el guardia alejó los brazos de la cintura lentamente y sin decir una sola palabra. Parecía que se rendía a lo que decidiérais hacer con él.

Sin embargo, la llamada de atención del guardia había atraído algunas miradas no deseadas de los pasajeros más rezagados en el tren. Por suerte aún os encontrábais en el dintel de la puerta, nadie tenía porqué darse cuenta de nada de lo que estaba ocurriendo; a menos que el guardia hiciera un movimiento sospechoso o tuviera muy buena vista...

No en vano habías retrocedido para escudarte tras el hombre del banco... en el aparente silencio y tranquilidad del vagón todos tus sentidos parecían haberse agudizado, y captabas detalles con una claridad prístina

Había huellas de varios pares de botas, firmemente marcadas en el polvo sobre la madera del vagón, directamente frente a la puerta más grande y cerrada del compartimento de carga. Además, el olor de la pólvora mezclado con alcohol y sudor impregnaba el vagón, exáctamente igual que en un burdél*. Estabas seguro de que había varios hombres escondidos por alguna parte.

Por último, por debajo del permanente sonido del traqueteo del tren sobre las vías, escuchaste algo.. al principio lo confundiste con un pitido en tus oídos, pero después estuviste seguro, sonaba como el choque ligero de algo metálico...

Jack se giró para mostrar una amable sonrisa dirigida a los pasajeros de los asientos más cercanos a su posición. No sabía si sería demasiado creíble aquella expresión en una cara como la suya, pero esperaba que al menos desviara la atención de aquella gente de la zona de la cintura, donde el cañón de su revolver apretaba las costillas del guardia, hacia su rostro.
Mientras tanto, procuraba empujar discretamente al guardia hacia la salida del vagón para concluir la escena lo antes posible a la vista de los pasajeros, por si tenían la mala suerte de dar con un héroe entre los presentes.

Pierre siguió al chico de cerca, con su arma amartillada. Así preparado contra cualquier tipo de sorpresa.

Procuró ir abriendo las puertas de los distintos armarios y compartimentos de este vagón de carga a medida que avanzaban por el pasillo.

Su destino estaba cerca, y no era por tanto el momento de cometer estupideces. No le gustaba el silencio que imperaba en aquel cajón, y deseaba salir de él cuanto antes. Pero por otro lado, sentía cierta excitación exultante a cuenta de la noricia sobre los artefactos indios que el hombre del banco decía que transportaban.

Pierre era tremendamente curioso y rememoraba antiguas clases de su juventud sobre paleontología y culturas primitivas en La Sorbona. No llegaba el momento de saciar su curiosidad echando un vistazo a esos objetos indios. En su ansiedad, ni se dió cuenta de que estaba más pendiente de buscar esos objetos que de descubrir al último pistolero del banco que, se suponía aún quedaba en este vagón, aguardando en alguna parte.

- Shhh - dijo el chico llevándose el cañón del revólver a los labios, pidiendo silencio a Pierre y a James. 

Se señaló luego el oído con el cañón del revólver pidiéndoles que prestaran atención. Quizás había oído algo o quizás quería hacerlo. 

Por último señaló a Carter indicándole que siguiera hacia adelante y a los demás, que le dejaran hacerlo. Iba a caer en una emboscada, estaba seguro y entonces serían ellos los que emboscarían a aquellos.

La verdad es que el carácter impusivo del chico a veces ponía nervioso a James. Pero en situaciones como esta, era bueno tenerle. Era capaz de hacer cosas, que si bien eran necesarias o al menos, aconsejable, le hubiera costado hacer.

Vigiló mientras el chico amordazaba al banquero y luego siguió a sus dos compañeros cerrando el paso. Cuando el Chico pidió silencio asintió y levantó el rifle, preparado para lo que pudiera pasar.

Mientras Jack le apunto con el arma, deslizo mi mano hacia su cartuchera para evitarle tentaciones. Lo hago girada, para que nadie vea el movimiento de mis manos, tan rápida y tan "tahúr" como puedo.