Partida Rol por web

A diferencia de su compañero, James disparó sin contemplaciones. Habían advertido de la conveniencia de obedecer y de lo que pasaría si no se hacía, de modo que el que decidiese actuar de otro modo, sabía a lo que se imponía. Le pareció que el tipo del periódico estaría más desprotegido y por lo tanto, sería un objetivo más fácil, por lo que decidió dispararle a él. Era importante que el resto de los pasajeros viesen que iban en serio o de lo contrario, no conseguirían contenerlos.

Conseguimos saltar hasta el vagón y, con bastante dificultad, logramos subir hasta la zona de carga. Para mí, el esfuerzo ha sido enorme y ahora me encuentro realmente cansada. Pero no hay tiempo para lamentarse. Casi arrastrandome entre la madera, avanzo hacia delante, manteniendome tan agachada como me es posible. Es poco probable que alguien pueda vernos, pero no se puede descartar que en alguna curva, si un pasajero mira por la ventanilla, pueda dar la voz de alarma, así que toda precaución es poca. A la velocidad que va el tren, el aire me da en la cara y tira hacia atrás de mi sombrero que, si no lo llevase atado al la altura del cuello, hubiese salido volando. Avanzando, conseguimos llegar hasta el siguiente vagón de carga y, un poco después,estamos pasando entre vagones y agarrandonos con fuerza, para alcanzar el vagón número 9. Aunque el tren hace bastante ruido, intento mitigar el que hago yo con mis botas, mientras me encaramo a lo alto del vagon, para llegar hasta la trampilla*

Al chico el gesto de Pierre le había pillado completamente por sorpresa, no se había dado cuenta de que el asalto iba a empezar ya y cuando el Francés y James ya tenían los pañuelos en el rostro y los pasajeros empezaban a entrar en pánico el aún tenía la cara descubierta, las manos lejos del revólver y estaba de hecho mezclado con el pasaje.
Casi se vió arrastrado hacia los vagones posteriores con los aterrorizados pasajeros y tuvo que agarrarse a la manilla de una de las puertas para no hacerlo.
Instantes después dos pasajeros habían empezado a abrir fuego. Con la adrenalina retumbándole en los oídos se tapó la cara con una mano mientras con la otra desenfundaba el revólver y apuntaba a uno de los pasajeros, quien, concentrado en James y Pierre, le ofrecía la espalda desprotegida.
Sin preocuparse siquiera de cubrirse y parado en medio del pasillo le descerrajó un tiro en la espalda al más cercano.

A duras penas Jack saltó junto a su compañera sobre el penúltimo vagón del convoy, unos segundos más tarde y no hubieran podido alcanzarlo. Se mantuvo unos segundos agarrado a los hierros por la parte trasera del vagón, protegido del fuerte viento que provocaba la marcha para recuperar fuerzas. Tras la breve espera, se pusieron ambos en camino. Como los vagones de carga eran poco más que grandes vagonetas con ruedas, no les resultó difícil avanzar hasta llegar al noveno vagón, uno de los posibles contenedores de la plata del First Bank. Lonegan observó a Juanita ascender con cuidado al techo del vagón, subiendo tras ella, asomando solo la cabeza por encima del techo para ver qué hace. Antes de que se aleje demasiado, le dio un toque con la mano en una de sus botas para que se acercara a él y le comentó:

-Hay una puerta en la parte trasera para entrar al vagón, o podemos intentarlo por la trampilla. Tal vez les sorprenda más y tengamos ventaja si hay hombres de seguridad a la vista. ¿Cómo lo hacemos?*

El primer individuo, el que había volcado la mesa para usarla como cobertura, cayó al suelo irremisiblemente al recibir el rápido tiro de McReady. Las páginas del periódico que aún flotaban en el aire por la brusquedad con que habían sido arrojadas se cubrieron de sangre antes incluso de tocar el suelo, y el hombre no se levantó más.

El tipo tras la barra, sin embargo, parecía indiferente a los poco certeros disparos de Pierre. Esperó pacientemente tras la protección que le ofrecía el grueso mueble de madera hasta que los disparos cesaron y entonces se asomó para devolver los tiros. Solo se escuchó un disparo, y el propio hombre cayó al suelo como una muñeca de paja, formando un charco de sangre allí donde cayó. El Chico se había quedado rezagado confundiéndose con los demás pasajeros, y había sido quien había disparado en cuanto se le había presentado la oportunidad.

El resto de viajeros gritaban, se acurrucaban entre sí o con el mobiliario del vagón, o simplemente se aplastaban lo máximo posible contra las ventanas, como si así pudieran estar un poco más lejos de vosotros. Fuera como fuese, ninguno parecía dispuesto a repetir la hazaña de los dos cadaveres.

- ¿Cómo lo hacemos? - preguntó Lonegan

La pregunta quedó respondida cuando Juanita comenzó a trepar por una basta escalera de hierros hacia la parte superior del vagón. Como habíais supuesto por la información que habíais recopilado del tren ahí se encontraba la trampilla, aunque en el otro extremo del vagón, por lo que tendríais que moveros con cuidado por el techo para no caeros y que aquello terminase de forma horrible para alguno de vosotros.

Vagón nº 9 (carga):

La imagen del muchacho habiendo disparando por la espalda al tipo de la barra había resultado algo espeluznante, no sabía si por el hecho de haberle tiroteado a traición o por la extrema juventud de Thomas a la hora de matar a un hombre.

Sea como fuere, se recompuso cono pudo:

-Magnifiqué, chevaliers.- Mc Ready y Thomas habían realizado un buen trabajo. No podía decirse lo mismo de su propia persona. Debería enmendarse.

Empezó a recargar el tambor de su pistola, girándose para no perder la entrada delantera del vagón, en espera de posibles invitados sorpresa.

-C'esr le hour de seguir adelante.- Tras recargar, sguió hacia adelante, teniendo cuidado de mirar en los reservados a los laterales de la parte final del vagón antes de continuar hacia el siguiente furgón del tren.

-De acuerdo Pierre, te cubro-contestó James asintiendo-Chico, tú cierras la marcha. Controla que ninguno de esos de atrás se haga el listo.

El exmilitar salió detrás del francés con el rlfile apuntando desde el hombro al frente, para ar apoyo a su compañero.

El chico pasó por encima del cuerpo al que acababa de disparar por la espalda, teniendo cuidado de no tropezar con éste y sin el menor remordimiento. Como si matar a alguien por la espalda fuera algo tan mecánico y vacío de sentimientos como encender el fuego o dar heno a los caballos. Apuntando a los pasajeros con el humeante revólver y con la otra mano dispuesta a amartillar el arma una y otra vez si hacía falta caminaba hacia atrás cubriendo la retaguardia del avance de los otros dos hacia la cabeza del tren.

Voy la primera en la subida. Cuando alcanzo la parte de arriba, tengo que agarrarme, aún con más fuerza, para no caer. El aire empuja con fuerza aquí arriba. En seguida me doy cuenta de algo que no teníamos previsto. La distancia hasta la trampilla es enorme. En realidad, me parece demasiada. No me veo capaz de llegar al otro extremo del vagón. Así que comienzo a hacerle señas a Jack, que aún no había terminado de subir, para indicarle que volvamos, que por aquí no se puede. Jack comienza a bajar y yo lo hago tras él. Una vez abajo, no posicionamos a ambos lados de la puerta, saco el revolver, lo lo amartillo y le hago un gesto con la cabeza para que sepa que estoy lista para entrar.

Cuando está subiendo por la escalera, Jack observa que Juanita, tras lograr a duras penas avanzar poco más de un metro por el techo del vagón, se gira hacia él para mover la cabeza de un lado a otro negando y luego indicando con la cabeza en dirección a donde se encuentra. El forajido entendió que no era viable ese camino y supuso que retrocederían para tratar de entrar por la vía más asequible: La puerta trasera del vagón. Así que volvió a descender por las escaleras y esperar a su compañera antes de adentrarse en el vagón.

A medida que vuestros pasos os llevaban hacia el siguiente vagón del tren, los pasajeros por fin comenzaban a reaccionar, retrocediendo lentamente entre gemidos lastimeros de las mujeres y murmullos quedos de los hombres, hacia los vagones de segunda clase como Pierre les había sugerido.

Las puertas no estaban cerradas, por lo que atravesarlas hasta el vagón restaurante no os tomó más que unos segundos. Como habíais supuesto, ahí no había nadie, salvo unos cocineros al fondo del vagón y una camarera junto a una serie de estanterías llenas de platos limpios y cubertería. En cuanto escuchó la puerta a sus espaldas, la camarera  se volteó con aire ofendido.

- ¡Por favor! Los pasajeros de segunda clase deben quedarse en sus vagones. - Sin embargo, a media frase la mujer perdió la voz; cuando vio por los pañuelos sobre vuestras caras y los revolveres en vuestras manos.

Vagón nº 3 (restaurante):

Mientras bajaba de nuevo las escaleras, Juanita inesperadamente resbaló de una de las agarraderas, cayendo al suelo del vagón y siendo recogida por Lonegan para evitar que pudiera caer rodando fuera de las vías, pero el daño ya estaba hecho. El choque con el metal se había escuchado incluso por encima del ruido de la máquina circulando sobre el hierro, y en pocos segundos la puerta del vagón se abrió por si sola.

Era uno de los agentes de la Union Pacific quien había salido del vagón atraído por el ruido, y que en cuanto os vio apenas a un metro de la puerta desenfundó su revolver y disparó sin pensarlo dos veces, fallando el tiro por escasos centímetros del brazo izquierdo de Lonegan.

Decidimos volver a bajar y lo hacemos en el orden inverso a como subíamos, primero baja Jack y después yo. Pero no estoy atenta, me ha distraido el tener que cambiar de planes y voy intentando buscar una alternativa, por lo que no estoy pendiente de colocarme bien. En un tramo en el que el tren acelera y toma una ligera curva, pierdo pie, resbalo y me escurro escaleras abajo. Ya casi estoy sintiendo como caigo del tren, cuando una mano me agarra. Es Jack que, bien sujeto con el otro brazo, me iza, ayudándome a volver al tren.

Ni siquiera me da tiempo a esconderme, he hecho demasiado ruido e, inmediatamente, aparece en la puerta uno de los agentes. No me da tiempo a echar mano al revolver y él ya ha disparado. Por suerte, esta vez no me da, pero no me puedo permitir el lujo de esperar a ver si acierta la siguiente...

Desenfundo y disparo, tan rápida como es posible...

Una vez con los pies en el suelo, Jack se disponía a adentrarse con cuidado a través de la puerta trasera cuando un fuerte ruido a su espalda le hizo darse la vuelta. Juanita había caído al suelo desde la escalera tan desequilibrada que estaba a punto de caerse del tren, por lo que alargó el brazo para tirar de ella con toda la fuerza posible y evitar que cayera.

Ufff, ha ido por muy poco. Aunque todo este jaleo...

Los pensamientos de Lonegan mientras levantaba a su compañera fueron interrumpidos precisamente por lo que temía. La puerta se abrió y apenas tuvo tiempo para girarse cuando sintió pasara toda velocidad un balazo que se había perdido a escasos centímetros de su brazo izquierdo. Una lástima para aquel agente de la Union Pacific, había perdido la oportunidad de abatir al famoso Jack Lonegan y cubrirse un poco de gloria.

Lonegan desenfundó a toda velocidad para devolverle el saludo a aquel hombre.

El pobre desgraciado que había tenido la mala suerte de encontraros había desperdiciado su oportunidad. Los disparos de ambos le alcanzaron en el pecho y le derribaron al suelo, donde tuvo algunos espasmos incontrolados antes de caer fulminado. La puerta del vagón se agitó sobre sus bisagras por la velocidad del tren, salpicada con la sangre del agente muerto.

No cabía duda de que como poco en el interior del vagón ya se habrían enterado de que algo no iba bien. Acabábais de perder el factor sorpresa.

El hombre cae abatido por nuestros disparos. Es una buena noticia, mejor él que nosotros... En el lado malo, a estas alturas, quien no se hubiera enterado con el ruido de mi caida, se ha enterado por el sonido de los revólveres.  "Hasta 3 disparos, uno de él y dos nuestros... Es imposible que no lo hayan escuchado"

Creo que ahora mismo no nos queda factor sorpresa pero quizás, si actuamos rápido y ellos no tienen tiempo para organizarse...
Me dirijo, tan rápida como puedo hacia la puerta, la idea es entrar, parapetarme y esperar a que lleguen a buscarnos, pero intentando no estar tan a la vista como estamos aquí...

-Disculpe, ¿le parecemos de segunda clase?-dijo James sonriéndose por el cambio de actitud que su aparición había producido en el iracundo cocinero-Y ahora, venga, échense a un lado con las manos en alto.

Avanzó por el vagón sin dejar de apuntar al personal del restaurante y manteniendo la distancia en todo momento.
 

El muchacho, que hasta entonces se tapaba la cara tan sólo con la mano, se había tapado apresuradamente la cara con un pañuelo blanco al pasar de un vagón al siguiente. Justo a tiempo para encontrarse con una camarera de atractivas facciones, algo afeadas por la expresión de horror, causada sin duda por los revólveres aún humeantes del francés y de James.

J.J. le dedicó una sonrisa algo boba a la muchacha, que ésta sin embargo, pañuelo facial mediante, no pudo ver. Al ver que la muchacha no respondía a sus atenciones, J.J. agachó la cabeza algo avergonzado y pasó por delante de ella con destino a la cabeza del vagón, hacia el personal de cocina.

Éstos sin duda, no recibirían sus sonrisas, pensó el muchacho, cambiando de la pena, a la frustración y de ésta a la profunda ira con la facilidad con la que sólo un adolescente puede hacerlo.

Después de aquel ruidoso imprevisto y el encontronazo con el vigilante, entre ambos acabaron con su vida. Aun han tenido suerte de no salir heridos a las primeras de cambio, pero esto no ha hecho más que empezar.

La caída de Juanita y ahora los disparos, todo el tren debe saber ya que estamos aquí.

Su compañera se interna rápidamente en el vagón y Lonegan va tras ella. Ve una puerta a su izquierda nada más entrar, pero descarta mirar de primeras en el interior. Demasiado cerca, si hubiera alguien ahí ya nos lo hubiéramos encontrado.

Jack se pega de espaldas a la pared que hay a unos escasos dos metros frente a la puerta por la que han entrado, y trata de asomarse lo mínimo posible girando la cabeza hacia el lugar donde debería haber un largo pasillo para comprobar si vienen más hombres armados hacia ellos.