Partida Rol por web

Vigilado de cerca por el trío de forajidos y encañonado por el rifle de McReady, el hombre de negocios empalideció; tragó saliva sonoramente y asintió con la cabeza varias veces dando a entender que cumpliría vuestras exigencias sin oponer resistencia.

Lentamente, como si celebrarais una procesión, los cuatro avanzásteis por el hasta la puerta que daba al siguiente vagón. Cuando disteis la señal a vuestro rehén, y ocultos vosotros a ambos lados, Carter abrió la puerta y comenzó a gesticular hacia el agente del vagón siguiente para que le viera, haciendo gestos con la mano para que se acercase al vagón de primera clase. El guardia tardó unos segundos en darse cuenta de la presencia de Carter, y no tardó mucho en abrir la puerta para comprobar la situación.

- ¿Ocurre algo? - Preguntó el guardia desde el siguiente vagón, con su voz ligeramente ahogada por el ruido del tren sobre las vías.

Aunque la detonación había ocurrido a algunas decenas de metros tras vosotros y fuera del vagón, el estallido os provocó un ligero pitido en los oídos, haciendo que la escena transcurriese en un extraño y aparente silencio: cómo Lonegan entraba en el vagón apresurado y perdía el equilibrio, cómo todos los guardias también luchaban por mantenerse en pie... y cómo Juanita se colocó a un palmo del agente más cercano y le voló la tapa de los sesos ajena a los temblores del vagón y el pitido incesante que escuchabais.

Habíais terminado con el primer agente y ya estábais dentro del vagón, pero al igual que en el anterior, el resto aún estaban allí y os superaban en número. Pero como siempre en un tiroteo, quien dispara primero tiene la ventaja, y vosotros la teníais.

Inmediatamente después de acabar con el agente que nos estorbaba la entrada, me coloco tan protegida como me es posible. Sé que la cobertura no es muy buena, pero es lo que tenemos...

"¡Maldita suerte! ¿No podía haber estado la plata en el vagón anterior?" Estoy irritada. Nunca pensamos que sería fácil, pero demasiadas cosas están saliendo fuera del plan. La herida de antes me escuece y duele y eso tampoco mejora mi humor.

Con mucha precaución, me asomo para disparar de nuevo contra esta panda de pistoleros a sueldo. Sencillamente, me niego a pensar en ellos como agentes de la ley. Con el revolver en la mano, disparo contra el que tengo más cerca... y luego vuelvo a disparar

-Morir de una vez y dejarnos tranquilos, perros- murmullo entre dientes

El chico tiró del percutor hacia atrás de nuevo y el tambor giró con un chasquido característico y claramente audible para el banquero, quien a pesar del ruido del tren, con la puerta abierta, tenía muy cerca a J.J.

- Más te vale que venga...

- Enséñale pasta si hace falta, lo que sea - murmuró entre dientes, quizás más para sí que para el banquero. Estaba nervioso y no le gustaba estar nervioso. Odiaba cuando no estaba todo bajo control.

James seguía en silencio, impasible apuntando con su rifle a la puerta, a la espera de que asomase el guardia. El chico parecía que estaba resolviendo bien la situación así que no había motivo para añadir más tensión a la escena.

Pierre también se mantuvo a la espectativa, con su arma preparada y a cubierto. Todo dependía de lo que aquél guardia decidiera hacer y de si el hombre del banco lograba convencerle.

Al girarse para encarar al primer pistolero que habían encontrado, Lonegan recibe varias salpicaduras de sangre del disparo a bocajarro que acababa de propinarle Juanita. Mientras se incorpora y recupera el equilibrio contra la pared, observa que la mujer sigue avanzando tras derribar al primer hombre y se asoma al pasillo para seguir disparando con furia contra el resto de vigilantes que intentan acercarse a su posición tras escuchar el disparo.
Jack aprovecha el tiempo tras el enfurecido ataque de Juanita para realizar otro par de disparos intentando derribar lo más rápidamente posible a los hombres de vigilancia del vagón.

Cuanto más rápido nos quitemos a esta gente de encima, antes desengancharemos los vagones. ¡No hay tiempo que perder!

Atemorizado, James Carter gesticuló con más rapidez hacia el agente. - ¡Ven rápido! - gritó desesperado e intentando hacerse oír sobre el ruido de la locomotora.

El agente al otro lado dudó un instante, incluso girándose a mirar de vuelta el interior del vagón, pero sucumbió a las súplicas de Carter y se acercó rápidamente. Llegó prácticamente a la puerta del vagón dando la sensación de no haberos descubierto a ninguno en absoluto, antes de repetir: - ¿Se puede saber qué ha ocurrido? -

Uno, dos, tres... los agentes caían como moscas antes de tener la oportunidad de desenfundar los revólveres. Uno a manos de Juanita, otros dos al recibir cada uno el disparo de un revolver diferente de los 2 que manejaba Lonegan.

Solo el más rezagado de los agentes y otro más suertudo que había evitado las balas quedaban en pie, e incluso en ese momento en que habían pasado de ser un grupo numeroso a luchar de igual a igual, se negaban a rendirse. Ambos sacaron sus revólveres y dispararon sin piedad, pero lo que les sobraba de valentía les faltaba de puntería, ya que sus disparos apenas si se acercaron a arrancar trozos de madera de la pared tras la cual os escudabais.

James permaneció impasible atento a la reacción del agente, mas cuando escuchó su voz, dio un paso acercándose de tal forma que su rifle asomó tras el hombro de Carter.

-Ocurre que pases para aquí dentro o te vuelo la cabeza-dijo lacónico el exmilitar-Y sin hacer nada raro, si sabes lo que te conviene.

Disparamos y caen de nuevo. Seguramente si lo pensara bien y actuara con cabeza, en un momento estarían todos liquidados. Pero estoy molesta y, el hecho de que caigan como moscas,  hace que me confíe. Me asomo mientras estoy amartillando el revolver para volver a disparar, con tan poco cuidado que un disparo casi me acierta. Asustada, reculo para ponerme a cubierto pero, lo hago mientras preparaba el arma, la cual resbala en mi mano. Por suerte no se dispara, pero es porque lo para mi propia mano, que queda atrapada entre el martillo y el tambor. Dejo escapar un grito de dolor. Luego lo separo con cuidado y observo la mano. Está sangrando y duele como un demonio.

Jack se cubrió tras los dos primeros disparos que había hecho en aquel vagón, a tiempo para comprobar el sonido de la madera astillándose por el impacto de las balas de los vigilantes. Se habían quitado a tres de encima en un santiamén, y si su vista no le había fallado en el momento de asomarse al pasillo, ya solo quedaban otros dos hombres en pie.

Parece que a esos dos les sobran agallas, pero no será por mucho tiempo.

Lonegan volvió a asomarse, con un revolver en cada mano, para realizar dos nuevos disparos, destinados a cada uno de aquellos hombres.

Juanita había cometido un doloroso error al manipular el revolver que recordaría durante bastante tiempo. De haber sido en cualquier otro momento lo hubiera pagado muy caro, pero incluso si no hubiera estado a cubierto no hubiera tenido que temer. Lonegan estaba dejando constancia de su temible destreza con los revólveres, y no dudó ni un segundo en descerrajar dos tiros más sobre los agentes que que quedaban en pie. Ambos recibieron el balazo en las tripas, y ambos cayeron al suelo entre estertores de muerte.

Ya no quedaban agentes, y teníais el paso libre para recoger vuestro premio... o eso creíais. Entrasteis en los compartimentos de carga y revisasteis los armarios, pero no había nada. Aquello comenzaba a dejar de tener sentido. Todos aquellos agentes debían de proteger algo, pero ambos vagones, el nº 8 y el nº 9 estaban completa y absolutamente vacíos. Ni rastro de la plata.

Un ruidito como un gorgoteo os apartó de vuestras cavilaciones. Era uno de los agentes, aún con vida, pero no por mucho. Con sus últimas fuerzas intentaba recuperar uno de los rifles que habían caído al suelo durante el tiroteo.

El agente quedó tan desprevenido que fue incapaz de hacer nada. Antes siquiera de darse cuenta, McReady lo había encañonado y con los demás en su posición se podía decir que estaba rodeado. Se quedó congelado en su lugar incapaz de moverse o hablar. Ni tan siquiera había sido capaz de intentar echar mano a su revolver.

Mientras tanto, James Carter miraba al agente completamente avergonzado por colaborar con sus secuetradores. A duras penas, y con un débil hilillo de voz, fue capaz de decir - lo siento... -

El agente no se resistió, consciente de que su vida dependía de aquello. Os siguió a punta de pistola hacia el interior del vagón de primera clase, todo el tiempo con las manos en alto y sin moverse bruscamente.

El chico desarmó al agente de seguridad poniéndose el revólver de éste en el cinturón, metido de cualquier manera y le registró en busca de armas ocultas y de cualquier objeto útil o de valor; mientras, con la otra mano empuñaba su propio revólver y apuntaba alterantivamente al guardia y al banquero.

- Será mejor que no dé ningún problema y quizás puede que hasta tenga un poco de suerte y todo... - dijo J.J. con una sonrisa siniestra aunque no visible por el embozo - siéntese ahí - le dirigió hasta la mesa en la que había estado sentado Carter y en la que aún se apilaban unos cuantos papeles bancarios y unos pocos bonos de 200$.

Tras pedir a Pierre que le cubriera J.J. cortó la correa de la cartera de cuero de Carter y empleó ésta para maniatar al agente de seguridad, quién, encañonado apenas se atrevió a resistirse. Al terminar, sin embargo, J.J. cogió uno de los bonos de la mesa, hizo una bola con él y lo introdujo profundamente en el bolsillo de la chaqueta del guardia.

- Si usted no ha visto nada, nosotros tampoco ¿me entiende? - susurró al oido del prisionero. El banquero probablemente no habría podido ver nada desde su posición - es lo mejor para todos ¿no?

-Bien hecho-dijo James asintiendo en tono paternalista mientras observaba como se desenvolvía el chico-.

Luego se dirigió al agente.

-¿Cuántos agentes quedan en la parte delantera del tren y en qué vagones?-le preguntó-.

A Genius, Two Companions & An Idiot - Ennio Morricone 

El Francés hizo caso al chico, y se mantuvo en guardia cubriéndole mientras este desarmaba al agente armado. Observaba con atención a J.J., el cuál se había movido con desenvoltura durante todo el atraco; demasiada para ser tan joven. Y Pierre se preguntaba si eso no sería debido acaso a una niñez especialmente dura, lo que le provocaba cierta lástima por el muchacho.

Sin embargo, no se lo diría. El chico podía comportarse con frialdad para aquellos que no eran de la banda, sin embargo, los miembros de la misma sabían lo mal que el chico se sentía ante una crítica de cualquiera de ellos, ¿quizá les considerase la familia que nunca tuvo? Quién sabe.

Se sacó de encima las ideas de la mente, e intentó concentrarse en lo que estaban haciendo en aquél sitio y momento. Frunció el ceño al ver al muchacho acercarse al guardia ya desarmado y susurrarle algo, aunque no pudo escuchar el qué.

No le dio más importancia, y lanzó a sus dos compañeros: -¡Debemos darnos prisa, camarade! A estas alturas, puede que ya hayamos pasado por le point de recontre y no hemos frenado la locomotora aún. ¡Alé, alé!- Lanzó una mirada hacia la ventana, intentando discernir por el paisaje que se veía a través de ella si ya habrían sobrepasado el punto en donde se suponía Jack y Juanita iban a subirse al tren en marcha.

Quizás bien mirado y ya con cierta perspectiva, el plan ideado era una auténtica estupidez. Esperaba que alguno de hombres del banco situados en los furgones de cola hubiera aparecido en busca de los tres, pero todavía no habían visto a ninguno. ¡A saber si todo se había ido ya al carajo!

En cuanto tenemos vía libre, comienzo a buscar desesperada. Pero pronto resulta evidente que algo no cuadra

-¿Dónde está? ¿¿Dónde está??- Ahora sí que estoy cabreada de verdad, no ha salido nada bien y, encima, aquí no hay nada de nada.

Oigo que uno, que aún no ha muerto, todavía intenta que le acompañemos hoy en su viaje al otro mundo. Me acerco y le doy una patada a su arma para mantenerla fuera de su alcance

-¿¡Dónde está!? ¿¡Dónde lo tenéis!?- le grito después de agacharme para quedar de rodillas en el suelo

Tras caer abatidos dos hombres más, el tiroteo había concluido. Ambos forajidos se dedicaron a buscar por todos los rincones la plata que, según la información que habían recabado, estaba en uno de aquellos dos vagones que habían hecho suyos a base de plomo. La cara de Lonegan reflejaba una mezcla de perplejidad y enfado en esos momentos, este no era el tipo de imprevisto que esperaba que se saliera del plan.

Escuchó el gorgoteo y vio como Juanita se acercaba al hombre moribundo que intentaba alcanzar uno de los fusiles que habían quedado por el suelo. La mujer estaba cabreada de verdad, y se arrodilló ante aquel hombre para tratar de sacarle información sobre la plata. Por tratar de ayudar, Jack se acercó a ellos, y tras poner su pie derecho sobre la mano que estiraba el tipo, apoyó todo su peso sobre el talón, girando su bota como quien apaga una colilla.

-No está bien hacer enfadar así a una dama. Resuelva sus dudas y esto acabará pronto.-Dijo tras mostrarle al hombre su sonrisa lobuna.

El rostro del agente se contorsionó en un grito mudo cuando Lonegan le aplastó la mano, pero soportó el dolor para devolverle una sonrisa desafiante, manchada de la sangre que escupía mientras se le escapaba la vida poco a poco.

- El marshall... tenía razón...... Fue buena idea cambiar la carga... con los de... primera clase...... - El pobre desgraciado no llegó a decir más. Había exhalado su último aliento.