Partida Rol por web

Tras el disparo exitoso del Chico, McReady entró en el vagón apuntando en la dirección del guardaespaldas y sin prestar atención ni a la mujer, ni al hombre elegante, de quienes no esperaba que fueran una amenaza. Solo cuando vio el cuerpo inerte del guardaespaldas, se tranquilizó un poco.

-Venga, usted...con nosotros. Hacia adelante-dijo al tipo elegante-Y usted, puede irse hacia atrás, con el resto del pasaje.

El chico recargó su revólver con manos temblorosas. Pensaba que había disparado tan sólo dos veces. Pero sin darse cuenta había apretado el gatillo una y otra vez hasta que el martillo golpeó por tercera vez un proyectil ya disparado. Sólo entonces, y sin saber siquiera el resultado de sus disparos, dejó de apretar el gatillo y recargó el arma, esparciendo los casquillos humeantes por el suelo.

Uno de ellos debió rodar por el suelo e introducirse por el pantalón del francés, que debió de quemarse con éste, porque se levantó del suelo como si le hubieran azuzado con un látigo.

McReady había sido el más rápido en actuar tras el tiroteo y en un instante estaba junto al banquero y su azafata. Una bella muchacha, todo sea dicho y a la que J.J. dedicó una tímida sonrisa, que al igual que en el caso anterior, no le fue devuelta, ya fuera porque iba enmascarado o por lo tenso del momento, en pleno atraco.

En esta ocasión J.J. reaccionó a la cara de horror de la azafata agachando la cabeza, y sintiéndose humillado, dirigió su atención hacia el banquero, al que tuvo el buen seso de cachear, librándole de cualquier elemento peligroso como arma, billetera o reloj de oro que pudiera guardar.

Cuando el último de esos aprendices de sheriff cae, dejo escapar un suspiro de alivio. "Gracias Virgencita de Guadalupe, porque ha habido un momento que pensé que no salía de este tren...". Hago un signo de la cruz muy rápido. No es que sea muy devota, pero pensar en la muerte siempre me hace sentir más religiosa.

Avanzo, pese a todo, con cuidado. Pateando con el pié todos los cadaveres para asegurarme de que efectivamente ya lo son y quitándole las armas a todos. Continuamos hasta el final del vagón y luego pasamos al vagón 8, camino del engranaje que lo sujeta al 7. Hay que ver qué los une para decidir cómo los separamos.

Tras un nuevo intercambio de balas, cuando una vez más Lonegan se quedaba apoyado contra la pared esperando escuchar de nuevo el estruendo de los disparos, observó que el silencio se prolongaba más de lo habitual. Asomó ligeramente su cabeza para comprobar que no parecía quedar nadie en pie en el resto del vagón. Se había escondido tan rápido tras sus últimos disparos que no había tenido tiempo de observar que el último hombre había caído muerto.

Ver a Juanita persignarse rápidamente le terminó de confirmar que el tiroteo había acabado, al menos por ahora. Junto a ella recorrió el resto del vagón con calma, mirando atentamente por todas partes. Mientras su compañera le quita las armas a los hombres muertos, Jack registra sus bolsillos por si encontrara dinero o algún objeto de valor. Además, pasa revista por todas las habitaciones en que está dividido el vagón, en busca de la plata o más objetos de valor que añadir al botín.

-Parece que hemos acabado aquí. Tendremos que pasar al siguiente vagón y hacer más de lo mismo. Me temo que con todo el jaleo que hemos montado aquí, también estarán prevenidos de nuestra llegada. Así que hay que andar con mucho cuidado. A no ser que los chicos hayan montado suficiente ruido en los vagones de segunda clase como para atraer a los que vayan vigilando el siguiente vagón, pero no podemos contar con eso.

Tras revisar bien el vagón, Jack decidió abrir despacio la puerta de salida que daba al vagón numero ocho y asomarse rápidamente para echar un vistazo, por si hubiera alguien esperándolos fuera.

Pierre, en un gesto algo zafio e impropio de él se metió la mano dentro de los pantalones y se frotó suavemente la zona de los... la entrepierna allí donde el casquillo de "El Chico" le había producido una quemadura.

Refunfuñó algo y negó con la cabeza. Pero como quiere que sea la cosa hacía tiempo que no hacia uso de la "cosa" pues tampoco le dio mas importancia.

Se adelantó para acercarse a sus compañeros. Al llegar a la altura de la camarera, y de forma algo compasiva  le dijo: -Anda. Apúrese y haga caso a mi compañero. Váyase hacia los vagones de enmedio, que o mucho me equivoco o pronto se presentarån mas hombres armados en nuestra busca.-

Luego se dirigió al banquero, mientras le seguían de camino al siguiente vagón: - A ver. Díganos ¿qué hay en la caja grande que han subidas al tren? Cante o dejaremos que "el chico" se ocupe de usted.-

Miró a Thomas de soslayo y le guiñó un ojo. No es que esperara que J.J. lo apiolara allí mismo. Era tan sólo una estratagema para hacer confesar al susodicho.

Mientras Juanita se adelantaba al cruce con el siguiente vagón, Lonegan se entretuvo a revisar las salas y a los cadáveres. La mayoría no llevaban encima poco más que sus armas, munición, y el que más un puñado de dolares; nada significativo. Sin embargo, el mayor impedimento a vuestros planes se debía a que la plata no se encontraba en este vagón. Estaba totalmente vacío, no había premio.

Estabais a punto de entrar en el siguiente vagón de carga cuando una sombra hizo detenerse a Juanita con la mano sobre el asidero de la puerta y apartarse bruscamente. El destino no os favorecía, aún había más guardias a la espera en el siguiente vagón; se podía decir que habíais tenido suerte, ya que aquellos agentes no parecían aún advertidos de vuestra presencia, pero cuantas más intromisiones, y más tiempo tardaseis en abandonar el tren, más probabilidades tendríais de fracasar.

La azafata se apresuró a cumplir las órdenes de McReady y Pierre, y, aunque sin dejar de chillar, retrocedió corriendo hasta el vagón anterior. El hombre de negocios, por otro lado, parecía clavado al suelo en el lugar donde le habíais encontrado, agazapado tras su asiento, y sujetando entre sus brazos una gran cartera de piel con aspecto de ser muy cara, y estar repleta.

Para cuando se dio cuenta de que el Francés esperaba que hablase ya habían pasado algunos segundos en los que os miraba con la incredulidad de alguien que se cree atrapado en un mal sueño. Cuando comenzó a hablar, lo hizo entre tartamudeos. - ¿P..pp..para qqqué qquiere saberlo? - él mismo debió darse cuenta de lo estúpido de su pregunta, ya que agachó la cabeza y tragó saliva mientras mantenía la mirada fija en vuestras armas - Aaa.. aunque se lo di...jjera no me cc..ccreerían. Aaademás, no es nnn.nada de lo que puedan saccc.ccar dinero. -

- No es nnnn.nada de lo que puedan saccc.ccar dinero - dijo Carter

- Eso está por ver - respondió J.J. arrancando de las temblorosas manos del banquero la cartera - desembuche - añadió, mientras vacíaba con gestos bruscos el contenido de ésta y de los bolsillos del ricacho encima de la mesa y se introducia en los propios todo aquello que parecía tener valor.

Todo sea dicho, parte del contenido de la cartera acabo rodando por el suelo, pues J.J. trabajaba con una sola mano, mientras con la otra empuñaba el revólver, cuyo cañón clavaba con saña en la tripa del banquero. Aquel tipo iba a pagar todos los cabreos del voluble muchacho, por poco que hubiera podido hacerle a éste.

Intento pensar algo que pueda distraerlos mientras intentamos entrar. Inicialmente había sopesado la opción de hacerles venir hacia nosotros, pero no encuentro ningún motivo que les pueda hacer salir del lugar seguro en que se hayan y más si tienen que dejar la plata desprotegida.

Evaluo las cosas que tengo cerca pero no identifico nada que me pueda ayudar. Pienso en la dinamita. Tirarla en el tren es arriesgado, puede hacernos descarrilar. Pero podría tirarla a un lado del tren. Eso llamaría su atención. "Pero el tren está en movimiento. Si me limito a tirarla, explotará cuando pasen los vagones 10 u 11... Aunque, si la tiro hacia delante..."

Pegada a la entrada del vagón 8, en el lateral, donde no me puedan ver, le hago señas a Jack, para que sepa que, en cuanto lo tire, tiene que entrar. Sólo será un momento de distracción, mientras se giran hacia donde llega el ruido, pero confío en que sea suficiente.

Pongo una mecha corta en un cartucho, me pongo en la esquina del vagón tanto como es posible sin caerme y lanzo el cartucho en diagonal al tren (hacia delante, pero separado de las vías)

Iban los dos forajidos envalentonados, dispuestos a entrar en el vagón numero ocho cuando una sombra pasando justo ante la puerta de entrada los hizo frenarse en seco. Se miraron un momento, sopesando cuales podían ser los siguientes movimientos que debían hacer para abordar el vagón con la plata. Tras unos instantes, Jack observó que Juanita echaba mano de uno de sus cartuchos de dinamita y, por unos instantes, una sensación de pánico vino a su cabeza:

¿No estará pensando en tirarles un cartucho? ¡Descarrilaría el tren y nos iríamos todos al infierno!

Pero para su tranquilidad, la mujer le indicó a través de señas que lo tiraría hacía adelante por uno de los lados. Puede que el ruido distrajera e hiciera mirar a todos los hombres del interior en dirección a la explosión por unos momentos, para aprovechar y entrar en tromba para pillarlos desprevenidos. Así que Lonegan se dispuso, revólver en mano, para entrar lo más rápido posible tras la explosión y disparar a todo el que encontrara a su vista. Pero antes de que prendiera fuego al cartucho, le dijo a Juanita:

-Tras lanzar la dinamita, entras detrás de mí.

A la espera de una respuesta del hombre del banco, "el Francés" intentó echar un vistazo algo más adelante en el vagón, sólo para ver si se podía ver el siguiente vagón a través de un cristal en las puertas entre vagón y vagón (si es que tal cosa existía, quizás las puertas fueran totalmente de madera y sin ventanillas).

Por lo que creían saber, había un par de hombres en el segundo vagón, justo antes de la locomotora, y tras lo sucedido en este (donde se había salvado por los pelos de la maldita parca) quería tomarse las cosas con más tiento. Aunque se había pegado un buen susto y no quería que se repitiera, seguía siendo un hombre curioso.

Intentó avanzar con cuidado y asomarse un poco a ver si se podía ver algo desde aquí. Tampoco quería adelantarse e ir al siguiente vagón esta vez. Echaría un simple vistazo desde este cajón, procurando estar en todo momento fuera de la vista y a cubierto y volvería atrás enseguida a decir a sus compañeros lo que pudiera ver.

Juanita arrojó el cartucho... que en menos tiempo del que se tarda en parpadear quedó tras vosotros, ahora que la fuerza del tren no lo impulsaba hacia adelante. Sin embargo la mecha estaba encendida y solo teníais una oportunidad; rápidamente cruzasteis la puerta al vagón nº 8 casi al mismo tiempo que la dinamita hacía explosión a una decena de metros tras de vosotros, haciendo temblar el tren por unos segundos.

El guardia que vigilaba la puerta se sorprendió sobremanera cuando aparecisteis súbitamente por la puerta, pero no tanto como cuando la explosión agitó el tren, desequilibrándolo a él y al resto de agentes del vagón. El plan no había salido exactamente como habíais planeado, pero la explosión había pillado desprevenidos a los agentes del First Bank, y eso os daba una oportunidad.

Vagón nº 8 (carga):

Sin ninguna delicadeza, J.J arrancó la cartera de las manos del hombre del banco y volcó su contenido sobre un asiento; una pequeña montaña de papeles cayó de su interior. Al revisarlos os encontrasteis estampada la firma del banco. Los papeles rezaban - BONO ESTATAL AL PORTADOR, VALOR: 200 $ -

Individualmente aquellos bonos eran algo grande, pero en semejante cantidad significaban una auténtica fortuna. Aquellos bonos sumados a la plata significaban que nunca ninguno de vosotros tendría que preocuparse nunca más por el futuro inmediato en lo que os quedaba de vida.

El hombre del banco contempló impotente como los bonos eran desperdigados, pero no dijo palabra al respecto. La siguiente vez que habló fue al sentir el contacto del cañón del revolver contra su piel. Sin embargo, la impresión parecía haberle curado el tartamudeo - ¡Son antiguallas que encontraron en las minas! No los necesitan ni pueden sacarles ningún provecho, solo déjenlos en paz. -

Mientras tanto, Pierre se adelantó para reconocer el terreno, aunque sin abandonar el vagón. Como habían supuesto, en el siguiente vagón había agentes, al menos por lo que Pierre podía ver, había uno vigilando la puerta de entrada al siguiente vagón, a quien veía moverse de vez en cuando a través de un cristal. Delante de vosotros solo quedaban un vagón de carga, y la locomotora.

Vagón nº 1 (carga):

Una vez satisfecha su curiosidad, Pierre Grimauld regresó junto a James y Thomas: -Bueno, señores. Tal y como esperábamos, hay un tipo armado rondando tras la puerta del próximo vagón, y seguramente habrá otro en el extremo opuesto. Yo creo que...- Detuvo su verborrea al contemplar la lluvia de documentos saliendo de la cartera del hombre del banco. Se agachó para recoger uno, con en ceño fruncido. Al levantarlo frente a sus ojos y leer lo que era el papelito de marras, la cara se le iluminó y los ojos se le abrieron como platos: -¡Muchachos! ¿¡Habéis visto esto...!?- Como si le hubiera dado la fiebre del oro, primero abrazó a J.J. con fuerza y le dió un beso. A continuación empezó a tirarse al suelo y recoger papeles a puñados, con una enorme sonrisa de felicidad en la cara. 

El muchacho esparció la montaña de papeles sobre la mesa sin el menor cuidado. No le dió tiempo a leer lo que éstos ponían al caer, pero al recibir el abrazo de Pierre se dió cuenta de los números que éstos tenían impresos.

¡200 dólares! ¡cada uno! aquello era una auténtica fortuna. Es como si cada uno de aquellos papeles fuera un billete de 200 dólares. ¡Demonios, si jamás había visto un billete de 200 dólares¹!

El muchacho se metió unos buenos puñados de aquellos papeles en los bolsillos, arrugándolos de cualquier manera y metiendo tantos como le cupieron hasta que los bolsillos de chaqueta y patalón estuvieron a rebosar. Sin embargo, no soltó el revólver en ningún momento, ni dejó de apuntar al ricachón. Si aquel tipo tenía algo de sangre en las venas lucharía por lo que era suyo y seguro que en culaquier momento se intentaba abalanzar sobre ellos.

Sólo cuando Pierre llamó la atención de los otros dos se permitió girar un instante la vista antes de volver a clavar una mirada asesina en el señor Carter.

- Quizás podemos hacer que este gordinflón llame al guardia desde la puerta y si no hace lo que le decimos o le da la alerta, le meteos dos tiros en la espalda.

- Le prometo que si me la juega no saldrá vivo de aqui - dijo con frialdad clavando el cañón en Carter más aún.

McReady había dejado a sus compañeros llevar la conversación. El Francés era de lejos el que más sería capaz de empatizar con el ricachón al ser presumiblemente, de su mismo nivel social. Así que controlada la situación, dejó que él se las entendiera con aquel hombre, mientras McReady permanecía atento a lo que pudiera suceder y más en concreto, de lo que viniese de los vagones de atrás.

Pero cuando vió aquella lluvia de papeles, no pudo evitar perder la concentración. ¿Bonos de 200 dólares? Era mucha pasta; quizá no muy fácil de cambiar pero fácil de transportar.

Pero no podían perder el tiempo ahora recopilando los papelotes. Tenían una situación que solucionar. La idea del Chico le pareció buena, así que asintió.

Se separó de la puerta y se dirigió al grandullón, apuntándole con el rifle.

-Ya has oído a mi compañero. Venga, andando.

Mientras sonaba la explosión, Jack entró a toda velocidad en el vagón. Pero la sacudida y encontrar al agente de vigilancia medio caído por los efectos de la explosión de la dinamita desequilibraron al forajido lo justo como para no ser capaz de desenfundar a tiempo su arma, que había vuelto a guardar en su funda por precaución mientras inspeccionaban con tranquilidad el vagón anterior. Trastabillado al encontrarse con el primer guardia, chocó contra la pared que había enfrente de la puerta, recuperando el equilibrio y dispuesto a revolverse para encarar al hombre al que había pasado casi por encima. Lonegan solo esperaba que Juanita hubiera visto su extraño baile al entrar y la presencia de aquel guardia no le pillara desprevenida a ella también.

El guardia está tan cerca que Jack no es capaz de esquivarlo. Por fortuna para nosotros, ese encontronazo distrae al guardia lo suficiente como para no percatarse de mi presencia. Para cuando levanta la vista, ya no es en mi en lo que se fija, si no en el cañón de mi arma. Es lo último que ve.

- Ya has oido gordinflas - dijo el muchacho con saña - ahora vas a abrir la puerta y le vas a decir al guardia que se acerque un momento. Que tienes algo importante que decirle - giró el tambor del revólver, dejándolo dar vueltas - más te vale hacerlo bien, porque si le alarmas o incluso si tan sólo no le convences para que entre en este vagón - tiró del percutor hacia atrás - estarás más muerto que tu guardaespaldas - e hizo un gesto con la cabeza señalando el lugar donde yacía el cuerpo del hombre, manchando de sangre algunos de los bonos que habían quedado en el suelo.