Partida Rol por web

Astrid le dió algo de espacio a Tharion para que se relacionara con su pokemon, esperando, atenta, su comportamiento hacia él.

Thaion examina  rápidamente al chinchou, tras comprobar que está bien lo vuelve a guardar y se dirige a Astrid -bueno, será mejor ponerse en marcha, ya tendré tiempo de conocer a chincou- 

Sin más, los dos jóvenes salen del centro pokémon y se dirigen andando hacia el Encinar.

La ciudad está animada y llena de gente, viva. En contraste, al dejar atrás los últimos edificios, todo se vuelve oscuro, iluminado solo por la luz de la luna menguante. El camino así se vuelve algo peligroso e incierto, es bueno contar con un pokémon de fuego en estos casos.

De entre los árboles se oye, amortiguado, el ulular de los hoothoot.

Ahora que ha pasado la emoción del momento y el entorno es más tranquilo, las emociones del día empiezan a pasarle factura a Astrid. Ha sido un día muy largo desde que se despertara esa mañana temprano en pueblo Lavanda, encima tras haber dormido escasamente la noche anterior gracias a Celebi y Suichi. Tampoco ha cenado.

Astrid andaba cansadamente, y se le notaba que no había detenido su movimiento desde que había estado en el magnetotrén, incluso desde antes. Un sonoro crujido de estómago hizo callar momentaneamente a los hoothoot.

-¿El Encinar es muy largo? Creo que si llegamos hoy a pueblo Azalea dormiré y cenaré algo, despues de todo Iri ya esta segura, aunque esté encerrada...

Suspiró, pero de todas formas no podía dejar de ver la vegetación del entorno. Quizá hubiese alguna baya o hierba que pudiera guardar para fabricar alguna medicina mas adelante, a saber.

A medida que la ciudad iba quedando atrás y las luces y la gente se perdían en la distancia el humor de Tharion mejoraba con cada paso, rozando la euforia al ver los primeros arboles, nada mas salir de ciudad trigal Tharion saca a Charmaleon, mas para que esté cómodo que otra cosa, al verse de nuevo envuelto en la naturaleza sus pasos se volvían más ligeros, comentando más para si  mientras respira el aire puro del campo-mmm, viento nocturno entre los arboles, el ulular de los hoothoot, cielo estrellado, ah, nada como el hogar- cuando Astrid pregunta, responde -bueno, la tardanza depende del paso al que vallamos, podemos hacer un alto a mitad de camino, si estás cansada mientras cazo la cena, creo que un hoothot o un pidgey piri-piri te ayudará a recuperar fuerzas-

A la luz de la luna y de la cola del charmeleon es difícil de decir, pero de todas formas parece que no hay ninguna planta especialmente útil en la Ruta 34. Quizá en el Encinar sean más fáciles de encontrar.

Si se guarda silencio, a lo largo de la ruta puede oírse el susurrar de los pokémon moviéndose entre la hierba alta, pero en principio no se acercan al charmeleon y su compañía, así que todos pueden llegar al bosque sin demasiados incidentes.

Una vez cruzada la linde del bosque la oscuridad se hace mucho más densa. Sin contar con charmeleon sería casi imposible cruzar por ahí sin tropezar con una raíz y abrirse la cabeza.

Y en el encinar, Astrid pensó en buscar algo mas, pero el cansancio le pudo y solo siguió andando de forma semi-autómata con sus escasas energías restantes. A estas alturas realmente consideraba echarse a dormir en el bosque si se alargaba mucho el trayecto.

viendo el cansancio de su compañera Tharion afloja el paso y le comenta -intenta aguantar un poco, llegaremos al claro en breve... si mis cálculos son correctos, quieres que te ayude con algo de lo que llevas?-

Efectivamente, apenas Tharion ha pronunciado esas palabras, llegan a un claro en el bosque con un templete de madera en el centro. El templo aparece rodeado de hojas y ramas que, aunque por la mañana deben de ser de un verde intenso, ahora se ven completamente negras, haciendo que el templo se funda con la oscuridad como si de una aparición mística se tratase.

Es templo es sorprendentemente pequeño, no más grande que un trastero, y muy antiguo. Está construido con un estilo tradicional, con un tejadillo a dos aguas con las puntas algo vueltas. Está hecho completamente de madera oscura y antiquísima, y se alza entre las plantas sobre cuatro pequeños pilares, cual si de cuatro patitas se tratase. También tiene una pequeña puerta de madera delante.

Incluso de noche, no inspira temor sino todo lo contrario: tranquilidad, seguridad y paz.

Por lo demás, el claro es relativamente espacioso y la tierra es blanda, húmeda y mullida por la hierba que la cubre. Entre las copas de los árboles asoma un trozo de cielo lleno de estrellas.

Tharion se dirige a Astrid, -bueno, hemos llegado, este es uno de los puntos más tranquilos del encinar- se quita su voluminosa mochila -en mi mochila hay saco de dormir tienda de campaña, prácticamente cualquier cosa que necesites durante una acampada, quédate aquí y descansa, yo voy a ver que encuentro para cenar-

Al llegar al templo, el ambiente de tranquilidad le hizo sentarse a un lado del mismo (o mas bien dejarse caer). Dejó a Shuichi en el suelo, dejando que rodara por ahí para tener algo de entretenimiento silvestre.

-No creo que me mueva de aqui en un rato...-dijo, sin aliento.

Dejó la pesada mochila de lado.

-No te preocupes, también traigo un sobre de dormir y estoy preparada para el camping. De hecho hasta creo medicinas con hierbas, pero ahora mismo solo quiero descansar...

-ok, en ese caso volveré en una hora-

Shuichi se acerca rodando como es su costumbre al pequeño santuario. Tharion nunca había visto a un shuckle desplazarse así, los shuckles normalmente se arrastran con sus patitas, pero a este le gusta rodar por ahí. El pokémon se queda un rato junto al santuario, quizá un minuto, mirándolo en silencio. Luego vuelve rodando junto a Astrid, se acurruca junta a ella, restriega su cabecita contra su pierna cariñosamente y finalmente mete la cabeza y todas sus extremidades dentro de su caparazón para descansar un poco.

viendo que Astrid está bien, Tharion saca a Chinchou y lo coloca en su hombro y junto con Charmaleon se adentra en la negrura del bosque en busca de algo que cenar con la determinación con la que un nadador salta de un trampolín

Es la hora de los hoothoot. Siguiendo su característico ulular a Tharion no le cuesta demasiado encontrar a uno bien gordo que ulula a la noche posado en una rama a unos cuatro metros del suelo. Y en los alrededores debe de haber por lo menos uno o dos más, aunque ahora mismo quedan ocultos entre la oscuridad y las ramas de los árboles.

-Hu-hú, hu-hú...

Al localizar al Hoothoot Tharion se coloca debajo del árbol y en voz baja para no espantar a su presa se dirige a Chinchou, -bien amiguito, veamos de lo que eres capaz, usa chispa contra ese hoothoot-