Partida Rol por web

Salís como un rayo detrás del pobre Onofre, que engañaba bastante, pues corre ágil cual gacela. Por varios momentos le perdéis de vista, pero el talento de Gonzalo para fijarse en cosas que se salen de lo común os permite seguirle el rastro. 

Corres así durante un tiempo, pues Onofre no se para, y acabas saliendo del bosque hacia una zona de campiña. Miras hacia Onofre, que sigue corriendo hacia una construcción que parece abandonada. Es un talud de tierra, claramente hecha por la mano humana, pues tiene forma esférica y muros en su parte más alta. Hay un hueco en ese talud donde no hay muralla, y justo en uno de los laterales de ese hueco, lo que parece ser una antigua torre, a la que Onofre se sube como alma que lleva el diablo. 

Te paras un segundo para compartir el hallazgo con Abraham, te giras y... ¿dónde está Abraham?. En el linde del bosque, algo parece moverse, pero no aciertas a ver lo que, hay demasiada maleza. 

Lope y Argia asentís a las palabras de Gonzalo, que complaciente, sale raudo a buscar al médico, al cual no le cuesta mucho encontrar, pues estaba justo en ese momento entrando en el castillo, con un pequeño cesto y una hoz. 

Mientras la breve búsqueda de Gonzalo tiene lugar, Lope y Argia examinan  a la mujer, intentando despertarla, sin conseguir nada más que algún gemido o movimiento leve de las extremidades. Está viva, eso, si, tiene pulso, pero está profundamente dormida.

Llega el judío con Gonzalo, le contáis la situación, y el hombre se dedica a examinar primero a la mujer y luego el potingue, si bien llega a las mismas conclusiones: alguien ha hecho una infusión con valeriana y algunos otros ingredientes, pero no en buenas proporciones, y ahora la pobre María no se da despertado*

Mientras compartís hipótesis de que hacer con la pobre mujer, se empiezan a arremolinar vecinos en torno a la casa de la tejedora. Empezáis a ver miradas de suspicacia, y algunos murmullos llegan a junto vuestra:

"Que le ha pasado a María ¿la han matado?" "Es cosa del judío, no le llega con haber matado al Señor de Ouro e Castelo" "¿Y esos quienes son?" "Pobre María, primero su hija y ahora ella" "Válgame Dios, solo hay desgracias, esto es una maldición de mouro, os lo digo yo" "Los extranjeros son de mal agüero, todo estaba bien hasta que llegaron" "Seguro que son amigos del judío" "Todo son desgracias, con el viejo señor esto no pasaría, pero su hijo no vale para nada, nos va meter en la desgracia"

Cada vez se va agolpando más gente. El judío se empieza a poner nervioso. Lo veis sudar y mirar con inquietud al gentío.

Poco a poco Argia fue preocupándose más por el estado de la mujer y asintió sin duda alguna cuando Gonzalo se ofreció a ir a por el médico, quien no tardó en acudir a la casa seguido por más gente que esperaba en el exterior y entonces comenzó lo que siempre comienza... Los rumores y habladurías...

La noble suspiró mientras dejaba al judío hacerse cargo de la mujer y comenzó a caminar en dirección a la puerta. Sus andares eran elegantes y corteses, con una sonrisa siempre en su rostro.

- Mis buenas gentes de Cova dos Mouros, soy la Baronesa Arjia Julene de Labort - Hizo una educada reverencia - Mis acompañantes y yo hemos acudido a tan hermoso lugar para conocer las maravillas que de él se hablan, encontrándonos con la trágica noticia de la muerte de vuestro Señor. Somos gentes de Dios dispuestas a ayudarles en todo cuanto necesiten. Abiertos a escucharles y a disfrutar de su compañía y productos. Por favor, si en algún momento desean hablar conmigo o alguno de mis acompañantes no duden en hacérnoslo saber hasta entonces creo que la buena maría necesita de toda la ayuda posible... ¿Podrían ayudarnos a acondicionar la casa y el catre para ella? ¿Hay alguien que la conociera o fuera una amistad de ella? Alguien que pudiera conocer la casa... Deseamos su pronta recuperación y con su ayuda será mucho más fácil... ¿Alguien podría contarme también algo más sobre ella? Parece que María estaba cansada y usó demasiada valeriana... 

Abraham se había estremecido enormemente al ver al terrible lobo, y luego había caído rodando como un guiñapo. Al levantarse, no vio al lobo, pero tampoco a Gonzalo. Tuvo la tentación de llamarle a gritos, pero pensó que igual atraería al animal, y no era menester andar tentando a la suerte. Echó mano de su reliquia, que llevaba siempre al cuello, y rezó una plegaria a Adonai para que le salvase. Estuvo así unos minutos, y, cuando hubo terminado de rezar, se puso en pie. Pero no tenía ni idea de a dónde ir. A falta de algo mejor que hacer, trató de buscar el lugar por el que había rodado, que se veía claramente por todas las hojas revueltas y las ramas rotas. Remontó el pequeño desnivel, hasta llegar al punto anterior. Pero, ¿dónde estaba? ¿A dónde podía ir? Aguzó el oído, tratando de escuchar a Gonzalo, pero le había perdido. Luego trató de pensar, mirando el musgo. Sabía que este crecía al norte*, aunque no estaba muy seguro de por dónde habían salido ellos del pueblo. ¿Hacia el sur, tal vez? Se movió tentativamente, caminando entre los árboles mientras trataba de discernir algo familiar: un árbol que le sonase, alguna muesca en el suelo. Poco a poco, tuvo la sensación de haber localizado un claro por el que había pasado hacía poco, y luego algunas ramas rotas. Sí, con eso y el musgo debería ser capaz de retornar a la villa... o eso esperaba.

Miré hacia atrás, y el judío no estaba... ¡no estaba! No me parecía que hubiera corrido tanto, ni alejádome tanto, pero así parecía. Por ello, no podía esperarle, puesto que el tal Onofre se nos podía escapar. Algo pasaba, y ahora si que tenía insistencia en mi corazón de descubrirlo.

Subí por el terraplén del talud (concretamente por el acceso por el que podía introducirse uno dentro del recinto), ballesta en mano, tratando de alcanzar tal torre. ¡Onofre! -grité-. ¡Esperad! ¡Vive Dios que no quiero haceros daños, sino deshacer este entuerto! También pensé qué podría ser ese aullido... Alguna que otra vez había disparado a los lobos, por diversión de los nobles dentro de una partida de caza... pero no eran mis objetivos favoritos, claro.

Gonzalo fue a buscar al judío que horas antes lo había atendido. No tardó demasiado en encontrarlo y menos aun en llevarlo a la casa de la tejedora. 

Cuando aquella pareja llegó, vio que tanto Argia como Lope estaban examinando el cuerpo. Con una voz calmada, les avisó de que ya estaba allí Jacob y éste se puso manos a la obra. Iban comentando qué sería todo aquello. El infanzón se quedó escuchándolos, puesto que aquellos conocimientos se le escapaban. Poco a poco, iba llegando más y más gente a la casa y Gonzalo agudizó el oído escuchando los comentarios. Algunos no le gustó demasiado. 

Cuando la baronesa comenzó a hablar para tranquilizar e informar, Gonzalo se puso detrás de ella y entre Lope y ésta, manteniendo una postura tranquila, pero pendiente de lo que ocurría a su alrededor.

¿porqué el pueblo es tan... tan... pueblo? su deber no debería ser el chismorreo, ahora esta gente debería estar atendiendo sus hogares, animales o lo que deban hacer por el bien de las gentes y del señor que les protege. Y aquí están, chismorreando cuando ninguno sabe nada de lo que pasa en realidad.

Miró con sorpresa a Lady Argia, se notaba que estaba acostumbrada a tratar con su gente y que se preocupaba de verdad por la suerte de esta mujer que había sido quizá envenenada.

La llegada del judío le pilló por sorpresa, tenía que reconocer que pensó en él como claro culpable de lo que le había sucedido a la mujer pero su preocupación parecía genuina, aunque con esta gente taimada y traidora nunca se podía estar seguro.

Disculpa judio, ¿sabes de alguien más de este lugar que sepa de plantas y venenos?

Según lady Argia toma la iniciativa y habla al vulgo, estos parecen tornar en mudos. Los que están en primera línea, miran al suelo o hace como que estaban "solo pasando" intentando desaparecer entre la muchedumbre. Los cotilleos iniciales dan lugar a una especie de vergüenza, o quizá miedo a las consecuencias de que un grupo en el que hay nobles se percaten de sus identidades y acaben pidiendo cuentas. 

Como quien no quiere la cosa, los de las filas traseras, cubiertos por los que tienen delante y aprovechando ese anonimato momentáneo se van yendo, hasta que solo queda un pequeño grupo que casi permanece más por "decoro" y no saber muy bien como actuar. 

Mientras esto pasa, el judío que está en vuestra compañía, se va relajando y dando explicaciones a la pregunta que le habéis formulado.

-Que yo sepa no, yo fui llamado precisamente para atender las necesidades médicas del difunto señor. Como mucho el párroco, que era quien trataba al señor antes de mi llegada. Cosa que por cierto, no le hizo mucha ilusión.  No obstante, yo apenas conozco a estas gentes. Mi trato se ha cerrado casi exclusivamente a lo señores, padre e hijo, y alguna discusión con Pardo Ferreiro y Don Sebastián. No obstante, no sé, esta mezcla, como bien apunta mi buena señora, no está bien hecha. Quizá por alguien que sabe algo de las propiedades de ciertas plantas, pero no domina su trato y aplicación. Quizá...- se quedó unos segundos pensativo - algún mercachifle de remedios, pero no he visto ninguno por la zona en el tiempo que llevo aquí.

Mientras mantenéis esta breve conversación, el tumulto se ha terminado de deshacer. Solo queda un pequeño grupo, del que sale una mujer, directamente hacia vosotros.

Con cara de decisión pero con los mejores modales que su educación le ha dado, se dirige directamente a vosotros.

-Disculpadme y disculpadnos mis señores - dice mientras hace algo que se parece a una reverencia - los del pueblo siempre hemos sido muy curiosos, pero sin maldad. No es costumbre tener a gente de bien por aquí, entre las casas del barrio. Me llamo Higinia, soy amiga de María ¿Puedo?-- dice señalando la puerta, y andando ya hacia dentro. Aquel puedo era más una afirmación que una pregunta.

-Pobre María, pobre María- susurraba la mujer mientras acariciaba cariñosamente el gesto de la mujer

Mientras hacía esto, miró hacia Gonzalo:

-¿Podéis ayudarme a acomodarla mejor? No sé qué ha tomado, ni donde lo habrá conseguido, pero le viene bien. Llevaba días sin dormir, iba a morir de cansancio, si no lo hacía antes de pena.

Con una mirada de compasión, cambia su atención de María hacia vosotros, sentada en el catre, y os cuenta la siguiente historia.

-Lo que le ha pasado a María es secreto a voces. A perdido a su hija, Isaura. Desapareció jugando con los críos en el bosque cercano hace ya unos días. Los mozos vinieron muy asustados diciendo que la habían perdido. Salimos los del pueblo a buscarla, incluso Sara, la mujer del difunto señor, que fue quien se la llevó a la madre, limpiándola antes de entregársela y vistiéndola con buenas ropas para el velorio. Buen corazón tiene esa mujer, pocos nobles se rebajan a tales labores... - en este momento hace una pausa, dándose cuenta de que está antes nobles - salvando los presentes, claro - dice con una sonrisa nerviosa y cambiando de nuevo al tema principal-  Pobrecita la niña, la debió atacar alguna alimaña. Dicen que la encontró Onofre...ya no fuera él quien mató a la niña, maldito loco, es igual o peor que una alimaña. No sé como aún hay gente que lo defiende en su locura...

Poco a poco acabas llegando a la entrada de la ciudad, donde ves un montón de gente, demasiada gente, andando en diversas direcciones pero justo delante de la puerta, por la cara interna. Consigues pasar entre la muchedumbre, y ves gente aún "dispersándose" de la puerta de casa de María, donde antes habíais estado.

Te acercas y echas un vistazo, reconoces perfectamente a todas las personas allí reunidas, salvo a una. Son Argia, Gonzalo de Villalba y Lope, junto al otro judío que conocisteis en la cena. Todos de espaldas o de perfil a la puerta, atendiendo a una mujer que desconoces, sentada ella en el catre de María, donde aún permanece donde la dejasteis, si bien en otra postura, siendo acariciada de forma cariñosa por esta mujer desconocida, que viste por cierto como una plebeya.

Parece que nadie ha reparado en tu presencia. Al menos aún.

Onofre se escondió en lo que parecía una torre, y no salía, si bien ante tu insistencia, asomó la cabeza y un brazo.

Señalaba ansiosamente el bosque y se volvía a esconder. Cada vez que le hablabas, solo obtenías por respuesta lo mismo. Sacaba la cabeza y un brazo señalando al bosque, tratando de avisarte de algo, o al menos, esa sensación tenías. Su cara no era de miedo, si no de pánico irracional.

POR LOS CLAVOS DE CRISTO!

Es todo lo que alcanzaba a decir.

Argia continuaba mirando con calma a las personas que se reunían allí, comprendiendo su forma de actuar y sintiéndose dichosa de haber conseguido parte de su propósito pues la gente iba marchándose y quienes se quedaban estaba claro que era para aportar algo.

Cuando aquella mujer se adelantó le dedicó un asentimiento de cabeza y dejó que pasase al interior de la casa, siguiéndola y ayudándola a acomodar a María mientras continuaba escuchando también a Jacob y asimilando aquello que estaba contándoles. Claramente la noble no tenía problema alguno en ayudar a que la mujer estuviera cómoda, preocupándose de que estuviera en la posición adecuada y suspirando cuando la mujer les contó aquella trágica historia.

- Pues quien le haya dado ese preparado podría haberla matado... - Le dijo con seriedad a Higinia - Si necesitaba dormir debería haber acudido a alguien con unos conocimientos más profundos que le hubiera dado un preparado acorde a sus necesidades, su estado y sus características...

Al escuchar sobre la pérdida de la niña su corazón dio un pequeño vuelco pues ella misma había dejado a sus hijos e hijas con su madre y el mero pensamiento de que cuando regresase no estuvieran ya la aterraba.

- ¿Onofre? ¿Por qué querría matar a una niña? Así que la esposa del Señor fue la que se encargó de ella... - Miró de nuevo a la mujer y suspiró - Haré un preparado que ayude a contrarrestar los efectos nocivos que el preparado ha tenido en María... 

Una amenaza parecía advertir Onofre, por lo que, teniendo ya mi ballesta en mano, hube de correr hasta la torre donde él estaba. Lo más seguro, tal vez, sería subir allí con él y resguardarme en aquellas ruinas. Quién sabe si podría disparar desde allí y acabar con aquello que le hacía temer. No me lo pensé más, por lo que me preparé para correr hasta la entrada de dicha torre para parapetarme. Sin embargo, me acordé en ese instante de Abraham... ¡Abraham! ¡Lo había quedado atrás!

Apreté los dientes, mirando una última vez a Onofre, y entonces salí de aquellas ruinas, volviendo al bosque y tratando de encontrar a quien debía proteger, pues ese era mi encargo desde un principio.

Viendo a los señores que capitaneaban aquella expedición allí, Abraham se aproximó discretamente hacia ellos, y le saludó con la testa. Venía el buhonero lleno de ramitas y arañazos, aunque no parecía que le hubiere pasado nada grave. Se situó en segundo plano, escuchando lo que en ese lugar se estaba diciendo, sin atreverse a intervenir ante tanta alcurnia presente.

Abraham se junta con el grupo justo cuando la mujer está terminando su relato.

Alcanza a escuchar "Dicen que la encontró Onofre...ya no fuera él quien mató a la niña, maldito loco, es igual o peor que una alimaña. No sé como aún hay gente que lo defiende en su locura..."

Gonzalo estaba entre la dama y Lope, con una postura que indicaba protección. Observaba a la gente que estaba arremolinada alrededor. Cuchicheaban de todo. La baronesa se dirigió a ellos con total educación y sonrió para sus adentros cuando agachaban la cabeza algunos avergonzados o incluso temerosos.

Poco a poco se fue disuadiendo y la postura de Gonzalo se relajó un poco, pero no bajó la guardia. Una mujer se acercó a ellos y comenzó a hablarles. Se llamaba Higinia y dejaron que se acercara a su amiga. Asintió a la ayuda que le pidió, incorporándola - y llevándola incluso si era necesario a donde ella dijera.

Contaba también que aquella mujer lo estaba pasando muy mal y la miró con cierta pena - Ti-ti-tiene que e-es-estar s-si-sie-siendo muy duro... - comentó en un susurro. La baronesa se adelantó preguntando por un hombre que Higinia había dicho y aguardó su respuesta, le llamó la atención.

Segundos más tardes apareció Abraham a quien saludó con un gesto de la cabeza.

Higinia miró con cara de incredulidad a la baronesa de Labort:

-Disculpe mi señora, quizá usted no lo haya visto y no conoce, pero parece y se comporta como una animal. Buena suerte tenemos de que viva a las afueras y no en la ciudad. Aunque bueno, seguramente ya lo habría pillado los guardias en alguna. No sé, no sé...era cuestión de tiempo que ocurriese una desgracia con ese animal cerca. ¿Lo han visto? Esta maldito, criatura de Dios no es, eso seguro. 

Al decir esto último, veis que se presigna, apurada.

En cambio la señora Sara...-a Higinia se le ilumina la cara- La señora Sara es un ángel mismo. Ustedes que han podido estar con ella de cerca seguramente, lo saben mis señores. No hay persona más bondadosa en todo Cova dos Mouros.

Cuando Argia se ofrece a preparar un remedio, Higinia parece dudar:

-¿Es necesario dárselo? No sé...llevas días muy malos encima, apenas duerme o come y ahora...ahora se le ve tranquila y por fin ha conseguido dormir. Le va hacer bien. No sé dónde lo habrá comprado, o quien se lo habrá dado, pero le ha hecho bien. No se preocupes señores, yo me quedo cuidando de ella...

Agarras tu ballesta y tras el dilema de decidir sobre tus siguientes pasos, decides volver hacia el bosque. Al poco de andar vuelves a escuchar a Onofre, que te grita desde lejos y te hace aspavientos, más no sale de donde está.

Una vez entras en el bosque intentas buscar a Abraham, aún empleas un buen rato, pero no consigues encontrarlo. Lo que si encuentras son huellas de algún animal, huellas a tu juzgar, bien grandes. Algunas ramas rotas te indican que por allí pasó algo o alguien. 

Tras un buen rato, te da la sensación de que allí no queda nadie, bueno, al menos, que allí no está Abraham.

Sin percatarte muy bien del paso del tiempo en esta búsqueda, te percatas de que la luz empieza a caer. Se va a hacer de noche. Vuelves escuchar un aullido. No suena muy lejos, de hecho.

Volvió a mirar a la mujer con calma.

- Correcto, no conozco a ese señor ni lo he visto o me lo he encontrado, al menos que yo recuerde y, por lo que me cuenta, lo recordaría. ¿No cree? Es una descripción extraña la que dais sobre ese hombre, si es que puede llamársele así... - Era mejor mantenerse a buenas con aquellas gentes, por eso era mejor seguirles la corriente - No he tenido el placer de conversar demasiado con ella, lo lamento - Dijo refiriéndose a la dama mientras rebuscaba por la casa a ver si había algo que pudiera preparar y sino, usaría lo que llevara ella encima - No os preocupéis no voy a hacer que se despierte. Haré un preparado que deberá tomar cuando despierte, para purgar de su cuerpo todo aquello que pueda hacerla enfermar por abusar de un compuesto y le ruego que cuando despierte nos avise. Es más, alguien debería vigilarla esta noche... 

Se acercó hasta Lope y le susurró algo al oído - _{No me extrañaría que alguien intentase matarla esta noche o que no viera amanecer... Eliminación de testigos...}