Partida Rol por web

PRAAN

BOSCOGNE

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16/04/2015, 00:48
Boscogne

El filo de su cuchillo corta el aire, recorta distancia, taja cuello, escupe sangre. La segunda herramienta letal continua la faena. Es su hacha quien termina el juego, con pesadez y apenas un quejido. ¿Qué se pensaba el albino? Desde el momento en el que lo había desafiado el duelo había empezado. ¿Esperaba preámbulos, un árbito, que alguien tocase un silbato o que una cajita de música dejase de tocar su canción? La guerra no entendía de normas, era brutal e inesperada. Y quien golpeaba primero, golpeaba dos veces.
Se sorprendió el mismo. ¿Con que facilidad había aprendido a matar? El albino estaba en su camino y lo había apartado de la forma más sencilla. ¿Es que acaso su ascensión hacia la gloria iba a estar manchado de sangre? No era un diplomático pero quizás, pensó, podría haber tratado de buscar una solución menos directa. El hombro estaba muerto, su cabeza rodaba sobre el césped claro con una sonrisa medio ladeada. Ni siquiera sabía que le había ocurrido. "Mierda, Boscogne, no tienes que ser tan violento", se reprendió, pretendía ser un líder, no un señor de la guerra.
Hubo un pequeño enfrentamiento. La sorpresa jugó a su favor, en unos pocos segundos todo había terminado. Los hombres del bosque se mostaron. Miró al suelo, a los muertos tendidos, la sangre, las armas perdidas, los bandidos desconocían que había sucedido. Se habían cruzado en su camino, eso era todo. Miró a sus hombres, especialmente a Dain y a Carle. Eran sus compañeros los que estaban repartidos por el frío suelo. ¿Tendrían remordimientos? Él si. Y no sabía exactamente porque, pero él no era tan frío.
Aún quedaba algún superviviente. Se habían refugiado en la casa. Si quisiera acabar con ellos no tenía que apostar más que dos tiradores en las posibles salidas y prender llamar a esa escombrera. ¿Y de que le serviría? No lo estaba haciendo bien. Había defendido su honor pero no había rastro del oro. Necesitaba el dinero, una parte justa de un botín robado. Aquello no debía terminar en otro baño de sangre.
Alzó la voz cual león rugiente. Le llamaban el verdugo, pero porque no fallaba, porque siempre cumplía con su parte del trabajo. No por ser un carnicero.
—¡Los de la casa! ¡La mitad de la deudad ya se ha saldado con la sangre de vuestros compañeros! ¡Pagad ahora y conservar la vuestra!

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19/04/2015, 14:06
Director

Tus hombres se reúnen en torno a la entrada. Para casi todos no ha sido mas que otra escaramuza victoriosa, incluso Carle y Dain no parecen especialmente preocupados por los muertos. Puede que fuesen compañeros puntuales o puede que las cosas acabasen tan mal que no quedara simpatía alguna.
Sadia tampoco parece alterada, dudas que haya usado el acero para acabar con alguien, pero apuestas a que ha visto bastantes muertes e incluso puede que haya provocado otras tantas.
Quien si parece afectado es Aranar, mira con una mezcla de asco y curiosidad a los cadáveres aún calientes de los ladrones. Su vista se queda perdida cuando observa el cuerpo decapitado del albino.

La respuesta no tarda en producirse, desde el interior una voz masculina grita con mas odio que miedo.

- Mandad a una persona desarmada y tendréis vuestro oro. No queremos mas muertos, pero estamos dispuestos a luchar hasta el final.

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21/04/2015, 11:56
Boscogne

La muerte, esa sensación esquiva y viscosa que te atrapa en ocasiones. No la muerte propia, sino la muerte del prójimo, la muerte cercana. Te hacía un nudo en el estómago. Veías un hombre, lleno de vida, arrogante, que había desayunado cecina y pan esa mañana, con la cabeza bullente de pensamientos; oro y mujeres, duro trabajo, deber, cualquier cosa y en un insante ese pequeño universo desaparecía por culpa del filo de un hacha y las emociones calientes de un cazador de hombres. Tanto tiempo cazando a seres humanos como si se tratasen de animales, de trofeos, de trabajo, que los había deshumanizado. Solo era carne. Ya no sentía nada, salvo un revoltijo en las tripas y la sensación de que todo aquello había sido un lamentable desperdicio.
Quien si que se veía impresionado por lo sucedido era Aranar. Probablemente eran los primeros cadáveres por muerte violencia que tenía la ocasión de ver.
—No los mires tan fijamente, Aranar. Pero no olvides lo que contemplas, este podía haber sido nuestro destino.
O quizás no, ¿Quién sabe? Pero de haber existido una solución diplomática sus hombres habrían hecho mejor en buscar un orador o un político, él era un soldado. El acero era su doctrina.
Los supervivientes se habían atrincherado. Una decisión estúpida, hubiera sido mejor que hubieran huido campo a través. Pero eran codiosos, o quizás tenían un poco del terco orgullo de su lider fallecido. Era su oro y no iban a soltarlo fácilmente.
—Ajá, así que existe el oro después de todo —masculló tras escuchar la propuesta del bandido.
Eran idiotas. ¿Quién se creían que tenían la sarten por el mango? Ellos estaban atrincheros, eran menos ¿Y les exiguían? ¿Les ponían condiciones? ¿Mandad una persona desarmada? ¿Para qué? ¿Para que lo tomasen como rehén, para que lo asesinasen a sangre fría como él había hecho con su lider? Estúpida banda de bandidos. Cortada su alba cabeza el cuerpo correteaba a locas de un lado a otro como un pollo decapitado.
—¡Nosotros tampoco queremos más muertos! ¡Ya habeís perdido muchos compañeros por culpa de un líder estúpido! —Dijo alzando la voz —. ¡Salid y se os perdonará! ¡Solo queremos el oro! ¡Y no todo! ¡Solo la parte que le corresponde a Dain y a Carle! ¡Nada más! ¡Lo que es justo es justo!
Esperó, pero intuía que no iba a querer ceder. Ordenó a sus hombres que se situaran, escondidos en las ruinas, parapetados, los tiradores con buena línea de visión de la entrada.
—¡La carne arde, el oro no! ¡Traed las antorchas!
Diría, aunque de momento no pensaba prender fuego a la la casa abarrotada de criminales. Solo quería intimidarles, obligarles a ceder. Sino lo hacían...bueno, no quería pensar en lo que era capaz de hacer. Lo cierto era que esas sabandijas le estaban echando un pulso. De continuar, lo iban a lamentar tanto como su líder.

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21/04/2015, 19:52
Director

Los ruidos de pisadas y arrastre se suceden en el interior del templo. Puede que estén parapetándose aún mas o quién sabe que están haciendo ahí dentro.
Al mencionar las antorchas los ruidos cesan, tus hombres se preparan mientras todos permanecéis expectantes. De repente el portón se abre lo justo para que algo salga volando por ella. Se trata de una bolsa de lona que cae a los pies de Tic, cuando toca el suelo se abre haciendo caer parte de las monedas que la llenan.
La puerta se cierra con la misma fuerza y rapidez con la que se ha abierto. Una voz masculina con mas ira que miedo suena desde el otro lado.

- Ahí tenéis vuestro maldito oro. Ahora marchad y demostrad que ese es vuestro único propósito.

Carle recoge la bolsa y la abre para ver su contenido. Introduce la mano y saca un puñado de monedas, las mira con ojo experto y después muerde un par.

- Parece que hay suficiente para saldar nuestra deuda. Ahora me pregunto cuanto tenían realmente como para pagar todo esto y que les sobre lo suficiente como para devolverlo.

Tomyr se pone a tu lado con una antorcha en la mano.

- Tienen mas oro, estoy seguro. Quememos este lugar y obtengamos mucho mas. Una compensación por el viaje y el peligro, no son mas que ladrones. Nuestra causa es mayor y mas noble.

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25/04/2015, 12:21
Boscogne

Una bolsa cargada de oro a cambio de un puñado de vidas marguinadas. El trato le parecía justo. La deudad de Dain y Carle estaba saldada. Se disponía a dar la orden de partir cuando Tomyr se puso a su lado. Quería más. La codicia era una lacra del ser humano. Esa clase de persona jamás se conformaría con lo justo, ni con lo suficiente. Siempre querían más y más. Y por eso el mundo era el infecto agujero de gusanos que era.
—Por mucho oro que tengan no vale más que nuestra palabra, Tomyr. Nuestra causa es más noble y más justa, por eso debemos ser más nobles y más justos. Mira a tu alrededor, ya ha habido demasiada muerte. Es suficiente, nos vamos.
Alzó el puño, hizo una señal de dispersión —. ¡Nos vamos! —Gritó elevando la voz para que pudieran escucharle dentro de la improvisada fortaleza.
Ladrones, solo eran ladrones había dicho Tomyr. Igual que Dain y Carle, y ellos no eran más que mercenarios. Tampoco eran mucho mejores. Para abandonar ese estigma había que recorrer un ardúo camino. A pesar de que el día había terminado de forma sangrienta había logrado inculcar un poco de honor al final. Poco a poco, se dijo Boscogne, no se abandonaba el lodo de buenas a primeras.

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28/04/2015, 10:59
Director

Tu respuesta no parece convencer a Tomyr, aún así asiente con la cabeza y acata tus ordenes. A falta de un lugar mejor, o de tiendas con las que acampar, regresáis al derruido baluarte en la montaña.
Por el camino Carle se ha encargado de contar el dinero concienzudamente y calcular todo lo que se puede hacer con él. No hay suficiente para todo pero algunas opciones que comenta son vestir y armar a todo el grupo, comprar caballos  o abastecerse de comida y útiles de acampada para ocultarse en el bosque.

Tic, el lancero, propone gastar parte en un burdel no muy lejos de donde os encontráis.

- ¿De que sirve luchar y arriesgar la vida si no se disfruta de la misma?

Algunos secundan sus palabras, otros no parecen estar de acuerdo y Sadia se limita a mantener un silencio hermético.

Cuando llegáis de nuevo al baluarte descubres que el interior no parece tan dañado. Si bien apenas hay cuatro salas habitables parece suficiente para pasar la noche en un lugar fácil de defender. El problema parece ser la inexistencia de vía de escape, el mismo desfiladero que lleva a sus puertas sirve de única entrada y salida del lugar.
Las habitaciones en píe parece que servían de comedor, cocina y despensa. El comedor es bastante grande, las otras dos salas son pequeñas en comparación. La cuarta estancia utilizable es una antesala que servia de nexo entre los barracones, el patio interior y un pasillo que lleva hasta el portón principal.

Tras un breve descanso tras el viaje de vuelta algunos hombres esperan que decidas el siguiente paso a dar. Aranar sigue algo alterado por la primera lucha, aunque apuestas a que se le pasará pronto. Los demás parecen ansiosos por saber en que se destinará el dinero, no obstante su motivación por el momento parece ser el oro por encima de los ideales.

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01/05/2015, 14:04
Boscogne

"No puedes alzar un Imperio trabajando con ratas". Algunas piezas de carbón no eran más que eso, carbón. Si ejercias suficiente precisión sobre ellas las quebrabas, y sino, estaban destinadas a arder, a ser consumidas por el fuego de la vida. Pero otras se convertían en diamantes, fuertes y cristalinos, capaces de cortal cualquier material. Necesitaba diamantes, no piezas de carbón, frágiles y quebradizas. Aceptaba a cualquiera, pero había pruebas.
No contestó a los hombres cuando insinuaron el marchar a un burdel cercano, esperó a llegar al pequeño bauarte. Era defendible, pero no había más escapatoria que el camino por el que habían llegado. Si les atacaban podrían resistir, pero el tiempo jugaría en su contra. Cuanto más tiempo permaneciesen allí más se estaban arriesgando. Les reunió a todos en el comedor alrededor de la mesa. ¿Cómo decirle a esa escoria que quería conducirles al Gran Foso, a liberar esclavos, a impartir un poco de ruda justica, a ofrecer consuelo a los débiles, a alzar un reino de la decadencia y la violencia? En el Gran Foso había almas oprimidas, almas olvidadas por Tribunal, por los reyes y sus leyes. Ahí encontraría a su pueblo. Pero no podía hacerlo si viajaba con una escoria peor que la que iba encontrar allí.
—El oro, Carle, repartelo sobre la mesa, a partes iguales para cada uno de nosotros —esperó a que el mezquino metal estuviera a la vista —.Podéis comprar equipo, guardarlo o gastarlo. El resto del día, y la noche, es vuestro. Pero no olvidéis que trabajamos para una causa más elevada que nosotros mismos. Marchaos. Mañana abandonaremos este lugar.
No dijo nada más. Una noche, no necesitaba nada más. Aquellos que hubieran gastado su oro en putas y burdeles se quedarían allí, si no eran capaces de controlar su entrepierna no podrían soportar las negras pasiones que encontrarían en el Gran Foso. El resto,tanto si guardaba su oro, como si decidia comprar equipo con él, serían de su agrado. Al alba les comunicaría sus intenciones.

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01/05/2015, 23:12
Director

Hábilmente Carle distribuye homogéneamente las doradas monedas sobre la mesa. Curiosamente cuadran y no sobra ninguna, o eso debe pensar el resto del grupo si no han visto como el insectoide se ha guardado las dos últimas.

Casi todos los hombres se muestran ansiosos, escuchan tus instrucciones antes de coger el dinero y en cuanto lo tienen se marchan. Por el camino van declarando intenciones y gastando el dinero incluso antes de llegar a su destino.
Vuestro explorador parece bastante impresionado por la cantidad de oro distribuida, si ya le parecía el paupérrimo pago por sus servicios no puedes imaginar lo que es para él tal acumulación de oro. 
En la sala quedan, ademas de ti mismo, cuatro personas. Carle y Dain conversan con Aranar, preguntan al muchacho por tienda de armas, establos y lugares poco concurridos por Tribunal.
Al otro lado de la mesa Sadia ni siquiera ha tocado el dinero, su montón sigue sobre la mesa. La bruja parece hacer lo mismo que tú, observar el comportamiento de los demás.

Tras unos minutos los cuatro se marchan juntos, Carle y Dain irán a un pueblo cercano y Sadia acompañará a Aranar en una breve visita a la casa del joven.

La mañana siguiente comienza con los problemas que augurabas la noche anterior. Un par de hombres, Vabryn y Owerraent no se han presentado ni a dormir ni al amanecer. Tomyr, Tic y Caraenry llegaron tarde, pero llegaron.
Antes del anochecer recibiste a Carle, Dain, Aranar y Sadia. Los dos primeros llegaron montados en sendos caballos y tirando de otros dos, en previsión de la necesidad de animales. Lucen armaduras nuevas, no de una gran manufactura pero al menos en buen estado.
Viendo su compra las cuentas no te cuadran, caballos, equipo y comida es demasiado para el dinero que tenían. O son muy buenos negociadores, o malos contables a la hora del reparto o hábiles ladrones.

Por su parte Aranar ha dado parte de su pequeña fortuna a su familia, a modo de despedida. Ha comprado un arco de caza y flechas, y una armadura de cuero bastante ligera. Todo en previsión de mantenerse a distancia en toda lucha y oculto cuando sea necesario.
La bruja se ha encargado de adquirir dos caballos, ha cedido uno a Aranar y otro se lo ha quedado ella.

El grupo de trasnochadores presume de haber gastado gran parte en alcohol y putas, apenas traen una espada nueva después de empeñar sus viejas armas. Dicen no saber nada de sus compañeros ausentes, en cuanto pisaron el burdel cada uno fue a lo suyo.

Todos vuelven a estar alrededor de la mesa, esperando a que hables. El Sol casi se ha asomado por completo sobre el bosque adyacente y continúa su ascensión por un cielo bastante despejado.

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03/05/2015, 11:52
Boscogne

Esperó. ¿Qué otra cosa podía hacer? El botín se había repartido, como estaba prometido, los hombres se habían marchado. Sadia no había tocado el dinero. Parecía que no tenía interés en lo material, al menos no en aquello que pudiera granjearla un beneficio carnal. Conocía a los hombres, había pasado mucho tiempo entre compañías mercenarias y piratas. Sabía de que pie cojeaban. Se arrojaban a sus instintos como animales en celo, no se los podía controlar, tampoco organizar. Y si eso no era posible, no los quería. Necesitaba hombres que pensasen con la cabeza, no con la entrepierna o un avaro corazón. Esperó, pero antes llamó a Carle a un aparte.
—Dos monedas, si robas a uno, nos robas a todos—dijo, muy serio. No quería que le devolviera el dinero, solo advertirle de que lo había visto...y que no iba a tolerar ese comportamiento. Se empezaba por poco, se terminaba por mucho.
La noche pasó lenta y tediosa. Sabía que al amanecer volvería a estar prácticamente solo.

El nuevo día trajo consigo a sus hombres. Dain, Carle y Aranar habían renovado su equipo así como comprado caballos. Al menos ellos pensaban ir a algún sitio. Observó con ojo clínico las piezas adquiridas, pasando por alto que valían más que lo que se habían llevado. Aranar había dado parte de su dinero a su familia; un corazón puro, a ver cuanto le duraba antes de sucumbir a la oscuridad. Observó a los demás, regresando, satisfechos por una noche de excesos. Otros dos no regresaron.
Se sentaron alrededor de la mesa. Idiotas, necios.¡Él les indicaba el camino hacia la gloria y ellos se iban de putas! No eran más que escoria de la peor clase. Escoria que le gustaba nadar entre sus propias heces y que no harían nada por salir de ese pozo de mediocridad que ellos mismos se cavaban todos los días. Podía aceptar muchas cosas pero no la falta de convicción.
—Idiotas—dijo mirando a los hombres que aún reían recordando la fiesta.—El Tribunal nos busca, somos forajidos. Y vosotros habeís perdido a dos de vuestros compañeros. O bien están entre los brazos de una ramera o bien cantando nuestra situación a los agente del Tribunal. En cualquier caso, no me sirven. Y vosotros tampoco. Nos marchamos, y vosotros haríais bien en hacer lo mismo. Este lugar ya no es seguro.
Se levantaría de la mesa, haría una seña a Dain, a Carle, a Aranar y a Sadia, debían irse de allí. Deseaba ir al Gran Foso. Lo planearían más adelante, cuando hubieran abandonado aquel lugar a toda velocidad. Ya no era seguro.

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05/05/2015, 18:39
Director

Ante tu breve discurso los aludidos apenas pueden justificar sus actos con excusas mediocres.

- No somos las niñeras de nadie, y no arriesgaremos nuestras vidas luchando sin recibir nada a cambio.

- El descanso del guerrero, cualquiera conoce esa regla.

Sus argumentos ya no importan, Tribunal puede llevar horas de interrogatorio o de viaje si esos borrachos no tienen valor ni honor.
Salís del baluarte y os dirigís a los caballos, la "negociación" de Carle facilita montura para todos e incluso hace que sobre una.
Los tres hombres, Tomyr, Tic y Caraenry, se quedan junto a la mesa con bastante indiferencia.

Apenas os habéis alejado unos diez metros cuando veis justo en la curva del desfiladero a un nutrido grupo de agentes de Tribunal. Están estrategicamente situados para evitar cargas y a la vez tapar cualquier ruta de huida.
La primera reacción es intentar regresar al baluarte, aunque solo demoraría lo inevitable. Sin embargo esa opción desaparece cuando se oye caer el baldón que bloquea la puerta. Desde dentro Tomyr grita, puedes intuir una sonrisa en su boca.

- Lo siento Sadia, la recompensa por ellos tres es elevada. Tú puedes escapar, no te sacrifiques por unos mercenarios.

Volvéis a girar los caballos hacia el camino, la caída es mortal y no aseguraría la huida. Trepar sería lento e inútil y la única salida está bloqueada por una treintena de hombres bien entrenados y armados.
A un lado del grupo de agentes puedes ver a Vabryn y Owerraent, con caballos nuevos. El líder que conociste en la taberna les entrega una pequeña bolsa llena de monedas, se asegura de que lo veas del mismo modo que avanza por delante de sus hombres para que observes que ahora monta tu caballo.
No se aleja mucho de su primera linea y sigue a unos veinte metros, al hablar alza la voz para que puedas oírle y para que sus hombres también lo escuchen.

- Os tomaba por un hombre de honor, alguien con mas cerebro capaz de sacrificarse por otros sin pedir nada a cambio. Y sin embargo aquí estáis, organizando quién sabe qué banda y atacando templos. Irónicamente habéis sido traicionado por tantas personas que en algunos casos ni siquiera he necesitado oro para obtener respuestas. El mismo tabernero cuya taberna salvasteis de la destrucción fue el primero en avisarme de vuestras intenciones. Podía haberlo dejado correr, sus palabras eran hipótesis hasta que huisteis de la atalaya. Entonces supe que había cometido un error, y yo siempre remiendo mis errores personalmente.

Mientras el agente suelta su discurso vosotros cinco permanecéis alineados y sobre los caballos. Disimuladamente cada uno aporta información sobre la situación.

- Hay una linea de ballesteros, apenas avanzaríamos diez metros antes de caer nosotros o los caballos. - dice Dain.

- De esta no salimos con un simple anillo. Bruja, espero que tengas algo potente que lanzar sobre ellos. - comenta Carle.

- No soy ese tipo de bruja. Si me dedicase al combate no iría con mercenarios traicioneros. - responde Sadia.

- Ahora somos nosotros los ladrones atrapados en el templo... - se lamenta Aranar.

El líder termina su discurso sobre la buena fe de los hombres y su nula confianza en las segundas oportunidades. Nuevamente lleno de frases mas dirigidas a sus tropas que a ti, apuestas a que entre el grupo se encuentra su biógrafo personal.

- De modo que... si sois tan amables, podéis dejar las armas cuando queráis, desmontar y venir hasta aquí para ser nuevamente apresados. Esta vez me encargaré personalmente de que no sois tratados como vulgares ladrones. Incluso los Siervos de la Luz se han interesado en la bruja que estoy a punto de apresar. Puede que gane su favor después de esto.

Sadia sonríe, lo hace de una forma exagerada, seguramente para lo pueda ver vuestro enemigo pero también para hablar sin desvelar que trama algo.

- Necesito tiempo, creo que pueda intentar algo. Va a ser arriesgado, va a ser doloroso y puede que no todos sobrevivamos, pero me temo que es lo que nos espera si nos entregamos. A no ser que tengáis algún plan mejor, puedo intentar... alejarnos de aquí. Me llevará unos minutos de concentración, debemos permanecer juntos y deshacernos de todo lo que pese. Eso significa oro, armas y armaduras. Por supuesto los caballos también.

Los demás se miran entre ellos y se encogen de hombros, después te miran a ti esperando una alternativa a la peligrosa propuesta de la bruja.

- Lo que tu digas, jefe. - Dain se encomienda a ti.

De repente Carle se ríe, no tarda en explicar su repentina carcajada.

- Si necesitamos tiempo solo hay que pedir a ese estirado que repita todo desde el principio. Tendremos tiempo de sobra.

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09/05/2015, 22:11
Boscogne

Debería haber visto la traición en aquellos hombres, sospechar un engaño, una mentira, un gesto que delatase su condición de ratas codiciosas. Quería oro, mujeres de carnes prietas, el buche lleno, una vida rápida y fácil, carecían de honor y moral. Él les había dado una oportunidad de ser algo más, de refinar sus almas mezquinas para ser más que los parásitos del mundo. Aquellos hombres solo miraban su ombligo, tan necios que aún no sabían que habían hecho un trato con el hombre que los ejecutaría más tarde.
—Malditas ratas traidoras —susurró para sí mismo, castigándose por su necia confianza, por haber sido tan estúpido de confiar tan ciegamente.
Delante se encontraban los hombres del Tribunal, superiores en número, bien pertrechados. Habían elegido la mejor posición. Intentaron retroceder pero la fortaleza estaba llena de ratas. Escuchó la voz burlona de Tomyr.
—¡Tomyr! ¡Necio! ¡Si crees que el hombre con el que has pactado no recuperará su oro de tu cadáver es que eres más bobo de lo que pareces! —Le gritó, exasperado.
Pactar con el Tribunal, como si esos arrogantes servidores de la justicia fuesen a dejar en libertad a peligrosos forajidos que habían compartido su tiempo con una bruja. Eran herramientas, necias y engañadas, que se habían dejado manipular por el oro. Iban a morir todos, nadie sacaría nada de allí. El Tribunal ganaba. Se negó a aceptarlo. No moriría a manos de esos perros, tampoco se dejaría atrapar.
—Has caminado muchos días con sandijuelas, Sadia. Lamento que se hayan mostrado así por mi culpa y que te veas expuesta de tal manera —dijo, aún firme, severo, serio, su ánimo no había sido minado
Ver una perfecta formación del Tribunal más adelante no le achantaba, al contrario, estimulaba su alma guerrera.
Vio a los otros dos bandidos recoger su premio. Idiotas, esas monedas estaban envenenadas. Les pagaban con oro pero cobrarían sangre y acero a manos del mismo hombre del que tan amigos se habían hecho. Intentaba provocarle. No cayó en esa treta, ni siquiera cuando reconoció al cabecilla del Tribunal montado su caballo.
Escuchó las palabras de su pomposo líder. Cada vez estaba más seguro de que todo era pura fachada. Tras aquellas palabras de supuesto honor se escondía una alimaña que solo buscaba el poder y la vanagloria personal. Otra mascarada más. No le sorprendió haber sido traicionado por el tabernero. Pobre diablo, que el oro le ayudase en su vida. Algún día se arrepentiría de haber traicionado al hombre que lograría cambiar el mundo.
Estaban cercados y las promesas del futuro no eran nada halagüeñas. A Sadia la esperaba la hoguera, sino algo peor, tortura y dolor, lo mismo que les restaba a los ladrones, incluso a Aranar, el chico se había visto arrastrado por sus palabras de gloria y ahora se sentía atrapado en un callejón sin salida. Le pegó una colleja, molesto.
—No pienses así, Aranar. No somos bandidos, somos algo mejor. No estamos en el templo y no estamos atrapados. Solo cuando la vida escape de tu cuerpo piensa que estás muertos, mientras tanto pelea, pelea, pelea. Siempre hay una oportunidad si se sabe ver.
Ballesteros o magia. ¿Qué sabía el de magia? Nada, pero si sabía que la punta serrada de una saeta podía matar a un hombre a pesar de portar armadura. La ballesta era un arma fácil de disparar, el paspo estrecho. Estaban condenados. Al menos Carle mantenía el humor. Y era lo que había que hacer, ser libres hasta el final. Río con él.
Había que tomar una determinación, eso estaba claro. Entregarse no era una opción. Jamás lo sería. Era un hombre libre. Antes había hincado la rodilla ante ese hombre, ante el Tribunal, por interés. Había ganado la confianza de unos hombres. Unos pocos, pero suficientes para saber que no estaba loco en la búsqueda de su alocado sueño. Había algo fuerte dentro de él que inspiraba a los bravos, a valientes. Ellos no necesitaban decir que representaban a la justicia, eran la justicia.
Susurró sus órdenes.
—Dain, Carle, Aranar. Retroceded. Volad la puerta de la fortaleza con vuestro anillo. Acabad con las ratas de dentro. Sadia, sígueles. Cuando la zona esté segura, prepara tu magia. Usaremos los muros de la fortaleza para evitar las flechas y la entrada como un embudo para frenar a los hombres, si es que no podemos bloquearla con el mobiliario de dentro. Sadia, tendrás que sacarnos de aquí, es la única manera —y algo que se le ocurrió de súbito —. Dejad los caballos aquí. Ánimo, saldremos de esta.
No iban a entregarse. Necesitaban tiempo, pues tiempo les daría. Alzó las manos en señal de rendición.
—Voy a proponerte un trato —sonrió, burlón, recordando su anterior encuentro —. Esta vez no voy a entregarme como entonces, tendrás que matarnos, a todos nosotros, porque no vamos a acompañarte. ¡Somos hombres libes! ¡Libres! Tú sirves unas leyes retorcidas, nosotros no tenemos señor salvo nosotros mismos. Hablas de justicia, pero se te llena la boca de falacias. Yo te diré lo que es la justicia. La justicia es ser pobre, pasar hambre, pero tener la oportunidad de alcanzar la gloria en igualdad de condiciones que aquellos que dicen tener la sangre azul o servir a un dios. La justicia es robar por necesidad mientras opulentos señores tiran comida en sus salones, durante sus festejos. Justicia es no criminalizar a una persona por poseer conocimientos que a otros os asuntan. Justicia es no tener que inclinarse, nunca, ante ningún hombre. ¡Nunca! ¡¿Quieres atraparme?! ¡Pues ven a por mí cobarde!
Desmontó del animal, hacia atrás. Durante su arenga había mantenido a los animales en formación, en una línea bien preparada. Al tocar el suelo cogió uno de sus cuchillos y picó los cuartos traseros de los animales, sin ponerse detrás de ellos, para espolearles, encabritándoles, haciéndoles correr hacia la posición de los hombres del Tribunal. Una pequeña estampida en un paso estrecho, suficiente distracción mientras el corría, cerrando filas, hacha en mano, dispuesto a colarse dentro de la fortaleza.
Ayudaría a sus hombres a proteger a Sadia, a acabar con los traidores. Golpes precisos, letales, por sorpresa ya que sería el último en aparecer. Y si les daba tiempo, bloquearían la entrada mediante el escaso mobiliario del lugar. Sadia podía subir a la torre. Que preparase su hechizo mientras ellos peleaban en la arcada de la puerta. Cuatro hombres podían hacer retroceder a treinta cobardes del Tribunal en un lugar así. Usaría la fortaleza para paliar la diferencia de número y alejar a Sadia de la más que segura contienda.

Notas de juego

Para una vez que no me hago el paranoico me traiciona medio equipo…XD

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11/05/2015, 10:26
Director

El líder del destacamento de Tribunal sonríe irónicamente ante tus palabras.

- Será un placer enseñaros lo que significa realmente la justicia y el honor.

Con un gesto hace alinear a los ballesteros, parece que ni siquiera pretende mancharse. Para entonces tus hombres están junto a la puerta, Carle grita a través de ella.

- ¡Eh, Tomyr! Hay que debes saber antes de que nos entreguemos.

La respuesta del traidor apenas se comienza a escuchar junto a la entrada cuando el insectoide usa el anillo y vuela la puerta.
Los hombres de Tribunal se preparan para la lucha mientras vuestros caballos avanzan camino abajo cubriendo tu huida hacia el baluarte. Oyes como las saetas vuelan y los animales caen, si no fuese por su sacrificio ahora estarías atravesado por los proyectiles.

Con los tres mercenarios aún aturdidos por la explosión Carle y Dain se dedican a rematarlos en el suelo. Cuando llegas los ayudas a levantar la pesada mesa y ponerla contra el hueco de la puerta. La entrada está tapada a excepción de un par de palmos en la parte superior, insuficiente para que puedan acceder por ahí.
Sadia comienza a concentrarse y extiende sus manos hacia los lados, notas como se eriza tu vello cuando la magia empieza a acumularse alrededor de la bruja. Necesita estar cerca de vosotros para realizar el hechizo, no obstante se queda a un lado lejos de la lucha.
No tardan en llegar los golpes y la carga contra la mesa. El ancho de la puerta facilita que casi diez hombres puedan empujar, lo cual os pone en una situación muy comprometida. Los tablones de la puerta comienzan a ceder a cada golpe de hacha, no es la madera fuerte que podría tener un noble en su casa, solo servia para que comiesen soldados y de eso hace años.
El filo de una espada se cuela por una rendija de la mesa y está a punto de atravesar tu cuello, todo se queda en un rasguño pero sirve de aviso a lo que viene acto seguido. Los agentes han dejado de cargar para concentrar sus golpes en la zona mas debilitada de la mesa, tras unos segundos la madera cede y sus armas pueden penetrar a través de la puerta.

Con estas condiciones resistir la mesa se vuelve muy difícil. Una carga conjunta termina de partir la madera y Aranar y tu caéis al suelo victima del potente empujón.
Carle y Dain corren a atacar la brecha mientras el resto de la mesa cede dejando el portón accesible. Rápidamente media docena de hombres penetran en el baluarte ante la imposibilidad de ser retenidos durante mas tiempo.

Una neblina comienza a envolver al grupo, está producida por el hechizo de Sadia. No sabes mucho de magia pero está claro que esto es solo el inicio de algo mucho mayor. 
Te levantas a tiempo para luchar, pero te topas con una tesitura complicada. Aranar ha tardado mas en incorporarse y un agente se dirige a él con la espada en alto, es entonces cuando ves por el rabillo del ojo que la bruja está corriendo la misma suerte. Otro hombre de Tribunal se dirige a ella preparado para apuñalar a la bruja.
Ambos están a la misma distancia, pero en direcciones opuestas. Tres segundos es el tiempo que separa a los agentes de tus compañeros, lamentablemente por muy rápido que seas solo uno podrá ser ayudado.

Cargando editor
17/05/2015, 23:48
Boscogne

Justicia y honor, dos palabras que le quedaban grandes a ese bastardo de blanco, dos fuerzas que se retorcían al ser empuñadas por personajes pagados de sí mismos como aquel. ¿Cómo no querer escapar de ese mundo? No, ¿Cómo no querer consumirlo, hacerlo arder hasta sus cimientos? ¿Y el criminal era él?
Lamentó lo de los caballos. Los animales cubrieron la huía ante la salva de saetas. No iban a jugar limpio, no iban a darles una oportunidad. Ya habían burlado al Tribunal una vez. No habría una segunda. O eso pensaba. Carle había tirado la puerta abajo, la explosión les abrió paso. Cuando se coló en las ruinas de la fortaleza los traidores ya estaban muertos. Ni siquiera les dedicó una fría mirada a sus cuerpos. Cada uno debía apechugar con las decisiones que tomaba.
La magia llega a ellos, Sadia comienza a conjurar. No le gusta. Siempre lo ha pensado y seguirá así, no entiende la magia, es inestable. La misma Sadia ha hablado con respeto y temor del conjuro que está preparando. Es como subirse a los lomos de un toro enfurecido y esperar que no te derribe. No hay más opciones y hoy Boscogne se sentía especialmente temerario.
La mesa a modo de barricada. Detiene la primera carga. Llegan los golpes.
—¡Date prisa, esto no va a aguantar! —Gritó, apremiante, pero no desesperado.
Intentaron frenarles, pero los hachas, la superioridad numérica…no había nada que hacer y sin embargo cada segundo era precioso. La defensa cedió, cayó hacia atrás junto con el muchacho. Un día de fuertes emociones para el chico. Aparecieron doce hombres en la brecha abierta, otros se enfrentaban a Dain y a Carle. Luego, la niebla, ligera, enfermiza, empezó a cubrirlo todo. Magia, magia maldita sea. Tan solo unos segundos más.
En pie una vez más, la dura batalla le esperaba. Como siempre, las armas listas pero…Aranar, a un lado, el muchacho no es un guerrero, uno de los hombres del Tribunal corre hacia él, espada alzada, gesto de demente en cara. ¿No ve que es solo un muchacho? Su acero no se detendrá. Sus ojos ven algo más. Otro guerrero, éste busca a la bruja. Y él tiene que decidir. Su mente es una explosión de adrenalina, no tiene tiempo de pensar y aun así, en menos de un suspiro, piensa. Si matan a Sadia, todos están perdidos, incluido Aranar. Si matan al chico…mierda, no es una decisión fácil. Aranar se unió a ellos. Les prometió la gloria. Pero Sadia…también la hizo una promesa. Si la deja a su suerte…ella no sabe defenderse cuerpo a cuerpo. ¿Y el muchacho? Lo lamenta, lo siente, le arde por dentro, pero tiene que confiar en que Aranar sepa defenderse, al menos durante cinco segundos.
Lleva su mano a su cinto, acompasa su respiración, ignora la niebla, traza la trayectoria del cuchillo mentalmente, y lo arroja contra el soldado que busca a la bruja. Repite la operación, esta vez contra el atacante de Aranar. ¿Cuánto tiempo se tarda en arrojar dos cuchillos? Espera que el suficiente.

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18/05/2015, 17:03
Director

El primer cuchillo vuela, la fuerza y la dirección son buenas. No tienes tiempo de esperar a ver si impacta, te fías de tu visión periférica al ver caer al hombre. Seguramente no haya muerto, pero el ataque se ha evitado.
Lo mas rápido que puedes repites la operación con el otro enemigo, solo que un segundo mas tarde. Lo necesario para que el vuelo del cuchillo no sea lo bastante veloz como para evitar lo inevitable.
El muchacho apenas se acaba de poner en pie cuando el metal se abre paso hacia su pecho, es entonces cuando todo se vuelve oscuridad.

Tus ojos no han dejado de funcionar, simplemente no hay nada que ver. Sientes que estas cayendo, sientes un frío paralizador y la incapacidad de respirar.
Intentas mover los brazos, apoyar los píes, pero tu cuerpo no responde.
Durante casi cinco segundos que parecen eternos estas atrapado en la nada, de repente el mundo regresa a tu alrededor y caes contra el suelo.

La grava bajo tu cuerpo es el primer indicio de que no te encuentras en el mismo lugar. Te duele todo el cuerpo, como si hubieras estado corriendo o rodando cientos de kilómetros. Tus ojos tardan en adaptarse a la luz, apenas puedes levantar el brazo para hacer sombra sobre tu cara y poder ver.

Te encuentras en mitad de un frondoso bosque, mas parecido casi a una jungla. La humedad y el calor son molestos y el Sol continúa su ascenso tras asomar hace poco por el horizonte.
A medida que recuperas movilidad te giras en busca de tus compañeros. Dain y Carle yacen en el suelo, parece que intentan recuperarse de igual forma que haces tú. Sadia está a unos metros de ti, inmóvil. Respira pero no parece consciente, supones que esto ha debido resultar aún mas perjudicial para ella que para el resto.

Temeroso de lo que puedes encontrar miras en dirección contraria. Aranar está vomitando y tosiendo violentamente, pero su pecho está limpio. Parece que el hechizo hizo efecto justo antes de que la espada le alcanzase.

No ves enemigos cerca, por suerte la bruja lanzó un hechizo selectivo que solo os afectaba a vosotros.
Tras unos minutos vais recuperando la fuerza y la estabilidad, sin embargo Sadia sigue inconsciente. Todos miran a su alrededor haciéndose la misma pregunta, ninguno reconoce el lugar.

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23/05/2015, 19:03
Boscogne

Un arma arrojada al aire, un parpadeo, el latir de su corazón arrastrándose como una oruga sobre tierra, un paso, un giro, huele el sudor, el aroma férrico de la sangre derramada, su brazo se alzó de nuevo, el cuchillo apenas tocando la yema de sus dedos. Un segundo lanzamiento. Aranar, en pie, y la espada del agente del Tribunal desplazándose hasta su corazón. Y entonces, oscuridad. Puede que Aranar hubiera muerto, pero él no. ¿Entonces? Sadia, pensó. O quería creer mientras su mente se desdibujaba en la sombra. Allí no había nada. Caía. Caía hacía ningún lugar, perdiéndose en la cortina del tiempo. Su vida ¿Agotada? ¿O se movía como había prometido la bruja? No podía moverse, respirar. ¿Era aquello la muerte? ¿Era el Infierno? ¿O simplemente su destino por haber desafiado el status quo? No llegó a alarmarse, el mundo volvió a él con la contundencia de un derechazo en la mandíbula. Y lo agradeció.
La luz dolía. Se sentía agotado, como si hubiera recorrido diez mil millas sin descanso. Y puede que así hubiera sido, aunque no de la forma convencional. Sintió la grava bajo sus pies, el calor sofocante. Habían huido. El lugar era un bosque frondoso, asfixiante. Divisó a Dain y a Carle, habían sucumbido como él a los estragos del viaje. Sadia había perdido el conocimiento pero estaba viva. Buscó a Aranar, el quinto fugado. Se temió lo peor pero cuando llegó a su posición le vio vomitar...no había sangre en sus desechos. Un golpe de suerte, los novatos siempre tienen un poco. Aranar había gastado toda la suya en un momento.
Se acercó a él, le palmeó la espalda y le tendió la mano.
—Arriba, muchacho. Nos ha ido de un pelo —dijo, alegre.
Se reunieron con los demás, intentó buscar una posición cómoda para el cuerpo de Sadia.
—Abrid bien los ojos, puede que no haya agentes del Tribunal pero el bosque puede esconder otros peligros—advirtió.
Por la cara de sus compañeros quedaba claro que ninguno reconocía el lugar donde se encontraban. Tendrían que esperar a que la bruja despertase. O no, la inacción era una suerte de lepra para el guerrero y aunque debían de estar a días de la posición de los agentes del tribunal, una huída no dejaba de ser una huida.
—Hemos tenido suerte, esta vez. Fuí demasiado confiado, lo siento. Tendré que buscar otro sistema para elegir soldados—dijo mientras oteaba la espesura. Las fuerzas volvían, suficiente para realizar una pequeña proeza física —.No os movaís, voy a buscar un árbol elevado. Treparé a él y veré donde nos encontramos o si nos rodea algo más que bosque y misterios.
Tomó otros dos cuchillos de su cinto, solo por si acaso. Hasta que supieran donde se encontraban trataría a aquel lugar como tierra hostil.

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23/05/2015, 19:44
Director

Lentamente el grupo se va recuperando. Carle y Dain son los primeros en incorporarse, están mas acostumbrados a resistir dolor y tienen mas resistencia que Aranar. El joven permanece de rodillas en el suelo, tiene una mano apoyada y la otra en el estomago, esperando a vaciarse y a reunir fuerzas para ponerse en píe.
Sadia permanece inconsciente, parece que ella no solo ha sufrido el desgaste físico, su esfuerzo transciende al plano mágico y ninguno de los presentes puede saber que conlleva eso.

Mientras trepas un árbol piensas en lo sucedido. Parece obvio que la bruja os ha transportado a otro lugar, uno no muy cercano a la región en la que os encontrabais. Conoces este tipo de hechizos, aunque nunca habías visto que una sola persona moviese a cinco al mismo tiempo. Desde luego ha sido tan arriesgado como poderoso.

Desde la copa del árbol tienes una visión privilegiada de varios kilómetros a la redonda. El panorama no es precisamente esperanzador, todo lo que ves son arboles y más arboles. Solo hay un lugar donde la vegetación pueda tener tal extensión: El Bosque de Mol. Y además parece que os encontráis en la zona sur, cerca de la Selva Eterna.
El problema no solo es que no haya ningún lugar cercano donde refugiarse, el problema es que ahora mismo sois el almuerzo de una cantidad ingente de criaturas que pueblan este lugar.
Todas las leyendas se quedan cortas, nadie ha salido de allí para contarlo y eso que pocos se han aventurado, o han sobrevivido, a penetrar tanto en el bosque.

La única persona que os puede sacar de aquí rápidamente está inconsciente, y no tienes mucha confianza en que pueda repetir el hechizo.

Dedicas unos instantes a otear la zona con la esperanza de estar equivocado, pero no parece que sea así. Sin embargo el detenimiento te ha permitido ver algunos detalles que no captaste en primera instancia.
Has visto una ruinas, o algo parecido a una entrada fabricada en la piedra, en una pequeña montaña no mucho mas alta que los arboles que la rodean.
También has observado una leve columna de humo que se filtra entre las copas de los arboles. Suponiendo que sea producto de una hoguera te extraña que alguien haga fuego a mediodía, y mas en un lugar tan abandonado por la civilización.
El tercer punto que llama tu atención es un claro en mitad de la manta de ramas que cubren la región. Debe ser grande como para notarse ya que los arboles se expanden hasta el punto de entrelazar sus ramas unos con otros.

Los tres lugares se encuentran en direcciones casi opuestas y calculas que a una distancia de entre tres y cinco kilómetros. A excepción de la montaña todos parecen accesibles a píe.

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26/05/2015, 21:03
Boscogne

—Ya se te pasará —le dijo a Aranar, palmeando su espalda, tratando de infundirle ánimos.
Hizo una seña, Carle y Dain quedaban al cargo. Les indicó que vigilasen la maleza. No creía que Sadia hubiera traído a ningún miembro del Tribunal con ella, la magia era poderosa pero a en ocasiones también era caótica e incontrolable, pero intuía que aquellos bosques selváticos no estarían desprovistos de la fauna habitual de bestias carnívoras.
Trepó al árbol, no sin esfuerzo. El viaje había sido duro para él también, cosa que había tratado de ocultar al resto. Quería infundir algo de coraje, de fuerza a su grupo. En situaciones como aquella había que mantener la moral. Y no dejarse llevar por el pánico o la desesperación. Al llegar a la cima de la copa del árbol supo que sus intenciones no iban a ser fáciles de llevar a cabo. Árboles, solo veía árboles. El Bosque de Mol, quizás, aunque por lo que él sabía aquel podía ser un continente nuevo y desconocido.
El tapiz verde se extendió de él, burlándose. “Morirás aquí”, decía. Sin caminos, sin agua, sin ciudades. Escrutó el entorno, era una de las primeras normas; conocer el lugar, conocer el enemigo. La información era poder, así pues pasó su vista de halcón sobre el mural verdoso tratando de descubrir sus secretos. Como imaginaba, los tenía.
Había una pequeña montaña con unas ruinas. No le gustaba, los lugares antiguos solían poseer algo peor que un depredador natural, cosas que se arrastraban y gemían. Y sin embargo era un buen refugio, en lo alto de una pequeña elevación, con muros, un techo. Alzó la vista al cielo, si llovía iban a pasarlo mal.
Vio la columna de humo, un gesto civilizado o un fuego natural. No podía saberlo. Tampoco se encontraban en condiciones de establecer contacto. Podían ser salvajes o exploradores, misioneros. Anotó el lugar dentro de su mente tratando de rememorar su posición para acudir a él más tarde, quizás mañana.
Había un calvero también. Terreno libre, despejado. Buena tierra para el cultivo. No era lo que necesitaban. Si iban a pasar varios día allí hasta que Sadia se recuperase necesitaban un techo, al abrigo del clima y el tiempo. Las ruinas era el mejor lugar para establecer un campamento. Podrían descansar allí.
Descendió del árbol, volvió con los demás.
—Hay unas ruinas no muy lejos de aquí, puede que tengamos que escalar. Iremos allí, esperaremos a que Sadia despierte. ¿De acuerdo? Procurad mantener los ojos abiertos, he visto humo. Puede que no estemos solos aquí. Y hasta que no conozcamos el lugar donde nos encontramos y la naturaleza de los posibles habitantes de la zona es mejor pasar inadvertidos.
Harían una camilla con ramas trenzadas, un trabajo rápido pero firme, suficiente para trasladar a Sadia a través del bosque con algo de comodidad. Luego se pondrían en marcha, quería llegar a las ruinas antes del anochecer.

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31/05/2015, 00:20
Director

El viaje es tedioso y lento. Dain y Carle portan la camilla con la bruja mientras Aranar y tú avanzáis por delante. Los dos ladrones parecen menos impresionados que el muchacho, acostumbrado a no salir de su región todo le parece novedoso y misterioso.

- Las leyendas sobre este lugar son terroríficas, se usan para asustar a los niños que sueñan con viajar por el mundo o embarcarse en aventuras en lugar de trabajar la tierra. En mi caso no funcionó, aunque ahora empieza a surtir efecto.

Durante todo el trayecto notas ojos en la espesura, susurros entre los arboles y presencias en la lejanía. Para ser el lugar menos poblado de Praan parece que están todos a vuestro alrededor, aunque tu parte racional sabe que es muy posible que solo sean producto de tu imaginación o efectos del viaje mágico.

El Sol desciende a tiempo para que su luz entre directamente en la cueva. Las piedras del techo le dan un aspecto de boca amenazante, tras una primera sala enorme se abre una gruta hacia el norte.
Os detenéis a descansar en el centro de la sala, bastante plana y con apenas un par de columnas de roca a cada lado.
La simetría y amplitud del lugar podría ser debida a la mano del hombre, pero no hay rastros de cincel ni pico, todo tiene un aspecto natural.

Aranar echa un vistazo a vuestro alrededor.

- Al menos no está habitada, no hay rastros de excrementos ni de comida. Supongo que los animales de la zona prefieren vivir en los arboles, aunque me sentía como un banquete andante mientras venía.

Dejan a Sadia en el suelo mientras las sombras se alargan y trepan por la pared.

- Deberíamos hacer fuego, uno pequeño para ver aquí dentro. - propone Carle. - Puedo ir a por leña, seré mas discreto que los demás.

Efectivamente en cuando el Sol termine su movimiento la oscuridad será total. La Luna y las estrellas no iluminan las cuevas y seguramente muchas amenazas del exterior tendrán ventaja con poca luz.

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05/06/2015, 12:16
Boscogne

—Las historias deben inspirar, no coaccionar —dijo Boscogne, siguiendo la conversación iniciada por Aranar —. En esta vida siempre vas a encontrar a alguien que te diga lo que no debes hacer, y te dará buenos motivos para ello. Incluso te contarán historias, historias terribles sobre lugares terribles. Así te mantienen encerrado en casa, trabajando la tierra sin descanso y loando a tu señor, agradeciéndole la protección que te brinda de esas cosas horribles que hay en la vida ¿Eh? Pero mira a tu alrededor. ¿Alguna vez habías visto algo así? Si, puedes morir, aquí, ahora, pero ¿No merece la pena? Una vida larga y aburrida, de esclavitud y monotonía comparado con esto…No es nuestro mejor momento, pero verás otras maravillas, conocerás otras gentes, empezarás a ver como es el en verdad el mundo. Verás lo suficiente para que, cuando llegue el día de tu muerte, no tengas que arrepentirte de nada —terminó su pequeña lección—. Sobre el bosque, bueno, no conozco ningún lugar en el continente que no sea peligroso. Muchas veces las leyendas no están a la altura. No te asustes aún, veremos que nos trae este lugar.
Siguieron adelante. De vez en cuando se cambiaba con Dain o Carle para transportar a Sadia. ¿Les había llevado allí por algún motivo? ¿Conocía ella a alguien allí o había sido un error tras arrojar su hechizo? Quizás el hechizo era aleatorio y podían haber terminado en medio de un desierto o del mar. No, aquel lugar estaba bien. Podían encontrar agua, comida y no había agentes del Tribunal.
No dejó de sentir que lo observaban durante todo el trayecto. Una sensación. O no. Muchas veces alguno de los mercenarios con los que solía trabajar le llamaban paranoico. Él prefería decir que era cauto. “Estás locos, Boscogne, se te va la cabeza”, le dijo una vez Pit el Tuerto. “Puede ser, pero yo aún mantengo intactos mis dos ojos”, le espetó. Por ello, se detendría cuando sintiera el peso de unos ojos a su espalda, miraría en la maleza y se tomaría la molestia de hacer un reconocimiento cercano de la zona, como si buscara a alguien. La cautela nunca estaba de más.
Llegaron a la cueva. El lugar era amplio. No había restos de excrementos ni de comida. No había animales, o aquella era una zona de paso. Tendría que servir. Ignoraba si la cueva era natural o labrada por el hombre. Mismo daba, serviría igual a sus propósitos.
Carle propuso ir a por leña. No era mala idea. El fuego no se vería dentro de la cueva, el humo tampoco. Les ayudaría a pasar mejor la noche y a ahuyentar a las fieras, si las había.
—Ve, Carle, pero no vayas solo. Dain, acompáñale. Cualquiera que esté en el bosque ya nos habrá visto llegar. No quiero que nadie vaya solo. Tened cuidado.
Mientras esperaba, organizó el campamento. Colocó a Sadia pegada a una pared, la tomó el pulso y la temperatura. Dormirían todos juntos aunque harían guardias, pegados a la hoguera, en un punto que pudieran ver la boca de la cueva. Harían dos hogueras, una en el campamento y otro más adentro de la cueva. Si algo iba a venir de dentro, lo verían llegar gracias a la luz de esa segunda hoguera. Revisó la ballesta, contó las saetas y los cuchillos que le quedaban, así como las provisiones.
—Hoy comeremos bien, necesitamos reponer fuerzas, pero mañana racionaremos la comida hasta ver si podemos encontrar algo comestible en este lugar, igual con el agua.

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09/06/2015, 11:39
Director

Carle y Dain regresan pronto de recolectar leña, la ausencia de luz no ayuda a su labor pero aún así han logrado suficiente para alimentar dos hogueras.
Sadia parece agotada, no presenta una elevada temperatura que indique enfermedad, simplemente ha sido un esfuerzo demasiado grande para ella.
Tras preparar la cueva y establecer los turnos de guardia comenzáis a descansar. Tu guardia, y la del resto del grupo, no es precisamente tranquila. Los numerosos ruidos del exterior llegan hasta la cueva y en bastantes ocasiones algo se cruza o asoma a la entrada, bien atraído por el fuego o por vuestra presencia.
Sin embargo nada ni nadie entra, todo queda en un acecho inocente.

El amanecer ilumina el bosque llenándolo de rayos de luz atravesando las espesas copas de los arboles. El fuego se ha extinguido y el grupo despierta lentamente.
En la entrada a la cueva las huellas indican que nada humano, a excepción de vosotros, estuvo por allí. Las marcas pertenecen a animales, aunque desconoces exactamente de cuales.

La columna de humo ha desaparecido, ante ti se extiende el bosque y unas doce horas de luz.
La maga sigue acomodada en el suelo de la cueva, Carle y Dain se han ofrecido a coger mas leña y buscar algo de alimento. Aranar quiere explorar la cueva, si bien parece una formación natural, cree que puede encontrar agua si llega lo suficientemente lejos.
Todos esperan tus ordenes mientras comen la ración que les ha tocado para esta mañana.