Partida Rol por web

¿Quién anda ahí?

Preparación de Partida

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07/09/2020, 14:12
Director
Sólo para el director

La Cosa:

Analista de Laboratorio (Vidente):

Héroe (Bruja):

Armero (Cupido + Cazador):

Enamorados:

Anciano y su Husky (Anciano del Pueblo + El Feriante y su Oso):

 

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12/09/2020, 21:21
Director
Sólo para el director

El viaje estaba siendo extenuante y la excitación de lo desconocido había, con el paso del tiempo, ido viéndose sustituida por una asfixiante sensación de angustia que casi podría alcanzar la catalogación de fobia.

Todo había comenzado con el monstruoso vehículo 4x4 que había ido a recogerte. Tenía cierto aspecto de vehículo oficial por estar totalmente pintado en negro y tener las lunas tintadas, pero su efecto, era más bien amenazador. Al fin y al cabo, por estar en la ciudad, lucía como un oxímoron rodante, claramente fuera del entorno para el cual había sido diseñado. Y la verdad es que el color elegido, que probablemente buscaba normalizar su visión, solo incrementaba la inquietud que provocaba.

Los tipos trajeados, de porte militar y pocas palabras que salieron de él solo incrementaron el malestar que te provocaba. Te hacían pensar que todo aquello era una gran equivocación. Por la cabeza se te cruzaron pensamientos de que en realidad te estaban secuestrando para algún tipo de experimento gubernamental de alto secreto. Al fin y al cabo, si desaparecías todo el que te conocía creía que ibas a la Antártida. Pasarían meses antes de que llamase la atención tu desaparición.

A pesar de todo y sintiendote intimidado, subiste al vehículo mientras uno de los armarios vestidos de negro guardaba tu equipaje en el maletero. Aquella gente parecía tan poco abierta a que pudieras cambiar de idea como a la cháchara amistosa o al matrimonio Gay.

El vehículo te llevó a un aeródromo militar próximo lo cual hace que casi te cagues encima cuando estabais atravesando la verja exterior que lo protegía. ¿No se suponía que la expedición científica era independiente? Nadie te daba muchas explicaciones, pero si te daban mal rollo y lo que parecían órdenes que ni se te ocurría contravenir. En cada momento, solo te indicaban el siguiente paso y, cuando preguntabas, una respuesta tan incierta como superficial.

- Tomarás un avión hasta Atlanta

- ¿Atlanta? ¿No iba a la Antartida?

- Afirmativo. Ahora tomarás un avión hasta Atlanta.

Y así ocurrió. En un avión no comercial y acompañado por impertérritos titanes de negro.

Al llegar a Atlanta, te llevaron a una sala de espera del aeropuerto y allí te encontraste con lo que jurarías que eran los primeros seres humanos.

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12/09/2020, 21:58
Dr. Blair
Sólo para el director

Permitame que me presente. Soy el Doctor Blair.

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15/09/2020, 11:21
Narrador
Sólo para el director

Flotaba un pensamiento en el ambiente. Uno que nadie recordaba exactamente dónde lo había oído antes pero que formaba parte de esa memoria colectiva que los seres humanos tienden a generar.

Alístate a la expedición, decían. Conocerás mundo, decían. Harás nuevos amigos, decían...

Tantas veces habíais oído esas palabras en boca de unos u otros que ya habían agotado la paciencia de los más transigentes. Todo no había sido más que una farsa. Una engañifa. Una mentira piadosa para atraer incautos como los que habíais acudido. No quedaba ninguna duda de que si el mundo tenía culo, entonces estabais en él.

Hacía más de cinco meses que estabais en aquel infierno blanco y azul y se os habían congelado los dedos de las manos de tanto contar los días que aún quedaban por delante. No había nadie ni nada en kilómetros a la redonda. La vida humana más próxima (la Base Vostok) estaba al otro lado del lago Vostok, a unos 150 kilómetros aproximadamente, lo cual en aquella región inhóspita y remota, perdida de la mano de Dios, significaba casi 3 días de camino a pie en condiciones atmosféricas favorables. Y allí nunca había condiciones atmosféricas favorables. Menos aún en el mes de Agosto. Las temperaturas oscilaban entre -60 y -89 grados centígrados y llevabais meses sumidos en una total y absoluta penumbra a la que el tímido y mortecino Sol que, en los mejores días, apenas se vislumbraba unos minutos en el horizonte, era incapaz de vencer.

Por supuesto, desplazarse a pie largas distancias en aquella remota región y en pleno invierno polar era una locura por muchas raquetas de nieve que pudieras utilizar. Para eso existían los vehículos, si es que se podían llamar así a los dos trineos tirados por perros que tenían en el campamento. También estaba el tractor de vapor, y esa era la apuesta más segura para desplazamientos de poca gente. Lejos quedaban ya los verdaderos vehículos, que os habían llevado hasta allí. Aunque ya en el mismo viaje se pudo ver como cada vez iban siendo más pequeños o más bien, básicos, estaban lejos de poder ser considerados rudimentarios. Primero los enormes aviones Boeing, después aviones más pequeños de hélice sin llegar a poder ser llamados avionetas, después aquel impresionante pájaro naranja y blanco Mi17 que parecía un monstruo por su tamaño para ser un helicóptero ya que podía transportar fácilmente a una treintena de personas. Cualquiera hubiera pensado que ese sería el último alarde de tecnología de vanguardia que veríais cuando aterrizó en la base del Campamento Glaciar Unión, pero aun os esperaba una sorpresa, simplista pero vanguardista, el maravilloso trineo eólico que os había llevado hasta el Gran Imán, allí a las orillas del Vostok.

Al llegar todo se veía tan bien. El frío era un problema, por supuesto, pero visto en retrospectiva, era una cáilda tarde de domingo. En aquel entonces al menos había Sol. Brillaba durante todo el día y hacía que uno se replanteara (equivocadamente) la idea que tenía de la Antártida. También había gente. Mucha más de la que esperabais encontrar al llegar. En época de verano, en aquel campamento había unas 40 personas trabajando. Por las noches se dividían en dos barracones de literas. La Casa del Paraiso era el barracón de las mujeres. La Casa del Elíseo era el barracón de los hombres. Había otros tantos edificios formando el complejo, el principal La Casa de la Administración que era donde estaban las salas comunes incluyendo también el comedor y las cocinas. Pero también había edificios centrados en investigaciones concretas, una para los perros e incluso una casa para otros animales con varias gallinas y cinco vacas que os proveían de huevos y leche fresca. Además, en una situación de emergencia, podían servir para proporcionaros carne.

Al llegar vosotros, una docena abandonó la base en el mismo trineo que usasteis vosotros para llegar hasta allí, así que más o menos se mantuvo el numero de personas. En las siguientes semanas y sin apenas tiempo para acostumbrarse, el campamento se fue vaciando trineo a trineo y ahora solo quedabais 19 personas.

Entre ellos, cinco científicos cuya principal misión allí era la investigación: Los físicos JackMaika y Susan. La niña prodigio y paleobotánica Zhou, que con sus 16 años era la más joven allí, y la bióloga Sara. Mientras los tres primeros centraban sus investigaciones mirando hacia lo alto, las dos últimas lo hacían mirando hacia abajo.

El resto de los presentes se ocupaba de labores de apoyo para las que no eran necesarias conocimientos teóricos, comenzando por las dos únicas notables excepciones. Ellis y la doctora Taneko. El primero alternaba sus responsabilidades asociadas a la seguridad del campamento con labores de apoyo teórico a las investigaciones científicas gracias a su doctorado en ciencias exactas, la segunda no podía englobarse entre los que carecían de conocimientos específicos dada su posición de único médico practicante del campamento.

Otros cuatro de los presentes destacaban por sus conocimientos más aplicados, empezando por el bueno de Ben, que se ocupaba de mantener el complejo sistema de control de la maquinaria siempre activo, además de reiniciar alguna vez algün ordenador personal. Para su desgracia, la falta de comunicaciones con el exterior (a excepción de una radio de onda corta que no siempre lograba señal con el campamento Vostok), le impedía asistir el campamento en remoto.

Completaban el cuarteto Jonathan, Jeffrey y Lyra. Estos conformaban el equipo encargado de labores mecánicas, encabezados por Lyra que era la más experimentada. En realidad, tanto Jonathan como Jeffrey estaban allí más por su capacidad de pilotaje de vehículos terrestres y aéreos respectivamente, aunque eran conocimientos que no podían aprovechar en su día a día salvo la esporádica excepción del tractor de vapor, por lo que acabaron encargándose de la maquinaria que mantenía vivo y a una temperatura asumible el campamento.

Otros profesionales de labores de apoyo eran los dos encargados de la cocina que no podían hacer una pareja más antitética: Rhonda, una mujer americana que había vivido la peor cara del sueño americano y Ostap un simpático ruso americanófilo que solo tenía ojos para las glorias del pais del Tío Sam.

También la siempre eficiente con las finanzas, secretaria administrativa Mia y Ungâk, la cuidadora groenlandesa de los perros que siempre iba acompañada de uno de ellos.

Aún había otra persona allí cuya presencia no estaba especialmente clara pero que sí dejaba bastante claro que, al fin y al cabo, aquella era una expedición muy cara y debía obtener financiación de los inversores más variados. Esa era la única explicación asumible para la presencia del excéntrico religioso terraplanista Jesús, que dedicaba bastante tiempo a grabarse videos de sí mismo con la intención de subirlos a internet a su regreso a la civilización.

Completaban la plantilla el doctor Blair, McReady y Mayor, que acababan de regresar de su última expedición trayendo consigo aquello.

Mayor era como conocíais al líder de la base. En realidad, ninguno de los que quedabais conocía su verdadero nombre a excepción, quizás, del doctor Blair. A su regreso os había juntado a todos en la Casa de la Administración. El motivo estaba claro que tenía que ver con aquel objeto que yacía atado con cuerdas y lona embreada sobre la mesa, goteando lenta y metódicamente sobre los pesados tablones, húmedo y delgado bajo el resplandor sin pantalla de la luz eléctrica. El hedor que emanaba de aquel objeto no ayudaba en absoluto a rebajar el asfixiante ambiente a humanidad, a perros, a grasa de cocinar, a máquinas y aceite de motor. Y sin embargo, era un olor que recordaba a la vida de un modo extraño. Casi colateral.

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15/09/2020, 12:39
Mayor
Sólo para el director

Mayor se adelantó hacia la mesa. Lentamente, sus ojos rastrearon los círculos de hombres apretujados en la Casa de la Administración. Su cuerpo alto y erecto concluyó de erguirse y asintió.

-Diecinueve. Todos están aquí.

Hablaba en voz baja, pero ostentaba la clara autoridad de un comandante nato, de un comandante que no sólo lo es por su título.

-Ustedes conocen en líneas generales lo que hay en la trastienda de este descubrimiento de la expedición del Polo Secundario. He estado conferenciando con el segundo comandante McReady y con Blair. Como esto involucra a todo el grupo conviene que todo el personal de la expedición se ocupe del asunto.

Voy a pedirle a McReady que les proporciones los detalles, ya que ustedes han estado demasiado atareados con sus respectivos trabajos para seguir de cerca los esfuerzos de los demás. ¿McReady?

Notas de juego

 John W. Campbell

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15/09/2020, 12:46
McReady
Sólo para el director

Al surgir del segundo término, donde se cernía el azul del humo, McReady parecía una figura de algún mito olvidado, una estatua de bronce dotada de vida y que caminaba: Media metro noventa, y cuando se detuvo junto a la mesa, después de una mirada característica hacia arriba para cerciorarse de que tenía espacio suficiente bajo las cortas vigas del techo, se irguió. Llevaba aún su chaqueta, resistente y de un anaranjado detonante, pero que dada su enorme complexión física no parecía fuera de lugar. Aun allí, a metro y medio por debajo del viento que zumbaba sobre la desolada extensión antártica, penetraba el frío del continente helado y daba sentido a la aspereza del hombre. Y McReady era de bronce: su barba, de un rojo broncíneo, y la roja cabellera a tono con ella. Las nudosas manos que se crispaban y descansaban continuamente sobre los tablones de madera, eran de bronce. Hasta los hundidos ojos, bajo aquellas gruesas cejas, tenían tonalidades broncíneas.

La durabilidad del metal, que resistía al tiempo, se revelaba en los ásperos y duros contornos de su rostro y en los suaves tonos de su gruesa voz.

-Blair y yo estamos de acuerdo en una cosa: en que el ser que hemos hallado aquí no es... de origen terrestre, temo que pueda haber peligro en eso; Blair dice que no lo hay.

Pero volveré a explicar cómo y por qué lo encontramos. Según todo lo que se sabía antes de que viniéramos aquí, parece ser que este punto se halla exactamente sobre el polo magnético sur de la Tierra. La brújula no apunta directamente hacia aquí, como todos ustedes saben. Los instrumentos más delicados de los físicos, especialmente diseñados para esta expedición, y su estudio del polo magnético, percibieron un efecto secundario, una influencia magnética secundaria y menos poderosa a unos ciento treinta kilómetros al sudoeste de aquí.

La expedición magnética secundaria salió a investigar. No hay necesidad de detalles. Lo hallamos, pero no era el enorme meteorito ni la fuente magnética que se había especulado. La ganga de hierro es magnética, como ustedes saben: el hierro, con tanto mayor motivo..., y ciertos aceros especiales, más magnéticos aún. A juzgar por las indicaciones superficiales, el polo secundario que encontramos era pequeño, tan pequeño que su efecto magnético era ridículo. Ningún material magnético concebible podía causarlo. Los sondeos del hielo indicaron que estaba dentro de los treinta metros de la superficie del ventisquero.

Creo que ustedes deben conocer la estructura del lugar. Hay una ancha meseta, una extensión llana que llega a más de doscientos treinta kilómetros al sur de la estación secundaria. Aquella meseta se extiende con la misma lisura hacia el sur. Ahí mismo, donde estaba enterrado eso, había un cerro hundido en el hielo, una muralla de granito que había impedido que los hielos se arrastraran hacia el sur.

Acampamos durante doce días allí, en el borde de esa cordillera hundida en el hielo. Cavamos nuestro campamento en el azul hielo que formaba la superficie. Pero durante doce días consecutivos el viento sopló a 70 kilómetros por hora: Llegó hasta los 80 y bajó a los 60. La temperatura era de 63 grados bajo cero. Aumentó a 60 y bajó a 68. Aquello era meteorológicamente imposible y prosiguió en forma ininterrumpida durante doce días y doce noches.

Más al sur, el aire helado de la meseta polar del sur surge de ese cuenco de 6.000 metros, baja por un desfiladero de la montaña, pasa por sobre un glaciar y sigue hacia el norte. Debe de haber una cordillera que forma túnel y lo encauza, y lleva ese aire helado por espacio de 600 kilómetros hasta dar con la pelada meseta donde encontramos el polo secundario, y a 550 kilómetros más al norte llega al océano Antártico.

Allí siempre ha habido hielos, desde que la Antártida se heló hace veinte millones de años. Nunca debe de haberse producido un deshielo.

Hace veinte millones de años, la Antártida estaba empezando a helarse. Pero practicamos investigaciones y bosquejamos conjeturas. Lo que sucedió fue poco más o menos esto:

Algo bajó del espacio, una nave. La vimos allí, en el hielo azul: era algo así como un submarino sin torrecilla ni timones orientadores, de 90 metros de longitud y 15 de diámetro en su parte más gruesa.

Aquello bajó del espacio, impulsado y llevado por fuerzas que los hombres no han descubierto aún, y no sé cómo, quizás algo funcionó mal, quedó atrapado en el campo magnético de la Tierra. Vino aquí, al sur, sin gobierno probablemente, circunvalando el polo magnético. Hubo probablemente una fuerte nevada, así como un acarreo de materiales de los ventisqueros, y volvió a nevar mientras el continente se helaba: El torbellino debió de ser allí particularmente fuerte, ya que el viento lanzaba un compacto manto blanco sobre el borde de esa montaña, ahora enterrada.

La nave chocó al avanzar con una masa de granito y quedó destrozada. Aunque no murieron todos los pasajeros, el aparato debió de quedar estropeado y su mecanismo de impulsión bloqueado. 

Uno de los pasajeros salió de la nave. El viento que soportamos allí nunca bajó de los 41 kilómetros por hora y la temperatura nunca excedió los -60º. Luego, el viento debió arreciar. Y la nevada caía en maciza sábana. Ese ser debió de extraviarse a diez pasos de distancia.

McReady hizo una breve pausa, y su grave y firme voz dejó paso al zumbido del viento en las alturas y al incómodo y malicioso gorgoteo en la chimenea del hornillo de la cocina.

Le era fácil a un hombre -o a un ser- extraviarse a diez pasos.

-Y el viento era entonces, probablemente, más impenetrable de lo que creemos.

La voz de McReady le evocó a Ostap el bienvenido y húmedo calor del edificio de la administración.

-El pasajero de la nave tampoco estaba preparado, según parece. Se heló a tres metros del misterioso aparato.

Cavamos para encontrar la nave y nuestro túnel dio por casualidad con aquel ser... helado. El hacha para el hielo de Mayor le golpeó el cráneo.

Cuando vimos lo que era, Mayor volvió al tractor y encendió el fuego y, cuando empezó la presión del vapor, llamó a Blair. El propio Mayor estaba enfermo, entonces. En realidad, estuvo enfermo durante tres días.

Al llegar Blair, sacamos a aquel ser metido en un bloque de hielo, como ustedes ven, lo envolvimos y lo cargamos en el tractor para volver aquí.

Queríamos entrar en la nave. Llegamos al flanco de la misma y descubrimos que su metal era desconocido para nosotros. Nuestras herramientas no magnéticas de berilio-bronce no podían afectarlo. Teníamos alguna herramienta de acero en el tractor y tampoco eso lo raspaba. Hicimos tests razonables: hasta intentamos algún ácido de los acumuladores, sin resultados. Cuando llegamos a una compuerta casi cerrada, cortamos el hielo a su alrededor. A través de una pequeña hendidura pudimos mirar y vimos que allí sólo había metal y herramientas, de modo que decidimos desprender el hielo con una bomba.

Teníamos bombas de decanita y de termita. La termita ablanda el hielo; la decanita podía destruir cosas de valor, mientras que el calor de la termita aflojaría simplemente el hielo. Pusimos una bomba de termita, le hicimos una conexión y llevamos el conector por el túnel hasta la superficie, donde esperaba Blair con el tractor a vapor. A cien metros al otro lado de aquel muro de granito hicimos estallar la bomba de termita.

El metal de la nave, que era seguramente una aleación con un noventa y cinco por ciento de magnesio, se incendió. El resplandor de la bomba fulguró y se extinguió; luego, empezó a brillar de nuevo. Volvimos corriendo al tractor y gradualmente el resplandor se acentuó. Desde donde estábamos pudimos ver todo el témpano, iluminado desde abajo por una luz insoportable: la sombra de la nave era un gran cono oscuro que llegaba hasta el norte, donde la luz crepuscular había desaparecido casi. Aquello duró un instante, y contamos otras tres sombras que debían de ser pasajeros helados allí. Luego, los hielos se abatieron sobre la nave.

No sé cómo, en el cegador infierno, pudimos ver grandes objetos inclinados, moles negras. Aquellos debían de ser los motores, lo sabíamos. Secretos que se diluían en una radiación flamígera..., secretos que habrían podido darle al hombre los planetas. Cosas misteriosas que podían levantar y arrojar esa nave... y que se habían impregnado de la fuerza del campo magnético de la Tierra.

El aislamiento, algo, cedió. El campo magnético de la Tierra, que había impregnado los motores, quedó libre. La aurora cayó en el cielo, y la meseta entera quedó bañada en un fuego frío que impedía la visión. El hacha para hielo que tenía en la mano se calentó al rojo. Los botones de metal de mis ropas me quemaron, y un relámpago azulado saltó hacia arriba desde más allá de la pared de granito.

Luego, las murallas de hielo se desplomaron sobre aquello. Por un momento, chilló como el hielo seco cuando es oprimido entre metales.

Estábamos a ciegas y durante horas vagamos a tientas por las tinieblas mientras nuestros ojos se reponían. Descubrimos que todas las bobinas, dinamos y receptores radiotelefónicos, auriculares y altavoces, en un kilómetro y medio a la redonda, estaban fundidos. De no haber tenido el tractor a vapor, no habríamos llegado al campamento secundario.

Volvimos a la base lo antes posible. Esta es la historia de... eso.

La gran barba de bronce de McReady señaló el objeto que estaba sobre la mesa.

Notas de juego

 John W. Campbell

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15/09/2020, 15:00
Dr. Blair
Sólo para el director

Blair se movió con malestar, y sus pequeños dedos huesudos se retorcieron bajo la fuerte luz. Las pequeñas manchas marrones de sus nudillos se movieron hacia atrás y adelante, mientras los tendones temblaban bajo su piel. Apartó un fragmento de lona embreada y miró con impaciencia el oscuro objeto rodeado de hielo que estaba dentro.

- Quiero examinar ese ser. Deshelarlo y hacer placas microscópicas de sus tejidos. McReady no cree que esté exento de peligros, yo sí. McReady, naturalmente, es un meteorólogo y no un biólogo. En otras ocasiones he descrito las formas de vida microscópicas que los biólogos llamamos vivas, aun en estos parajes tan fríos e inhospitalarios. Se hielan en cada invierno y se deshielan en cada verano, durante tres meses, y viven.

Admito que esta microvida puede conservar la facultad de vivir. Los seres inorgánicos, como las células individuales, pueden conservar la vida durante periodos desconocidos cuando se les congela sólidamente. En cuanto al ser en sí, está tan muerto como los mamuts congelados que se encuentran en Siberia. Las formas de vida orgánicas y de desarrollo superior no pueden soportar ese tratamiento.

Tiene que deshelarse esta noche en una de las cabañas, si queremos que se deshiele. Alguien... ¿quién está de guardia hoy? ¡Ah, McReady! Habrá rayos cósmicos esta noche. Bueno, usted tiene que velar a esa momia suya de veinte millones de años. 

Entiéndanlo. No se puede transigir. ¿Por qué han venido aquí usted y Mayor a estudiar el magnetismo? ¿Por qué no se conformaron con quedarse en su país? Hay bastante fuerza magnética en Nueva York. Me sería tan imposible estudiar la vida que tuvo en otros tiempos este ser, basándome en una muestra conservada en formalina, como a ustedes obtener la información que querían en Nueva York Y... ¡si a ésa se la trata así, nunca, en tiempos futuros, podrá haber un facsímil! La raza de la cual proviene debió de desaparecer durante los veinte millones de años que se pasó congelado, de modo que aunque proviniera de Marte, nunca encontraríamos nada semejante. Y... la nave ha desaparecido.

Sólo se puede hacer una cosa... y es lo mejor. Hay que deshelar eso lenta y cuidadosamente, y no en formalina.

Notas de juego

 John W. Campbell

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15/09/2020, 15:20
Mayor
Sólo para el director

Mayor volvió a adelantarse y Blair retrocedió, cediéndole el espacio:

-Creo que Blair tiene razón, caballeros. Es una oportunidad irrepetible. McReady se encargará de vigilar su deshielo durante la noche.

Ansiosamente, Blair estaba desatando las cuerdas. Un solo tirón de la lona embreada y dejó al descubierto aquel ser. El hielo se había derretido un poco con el calor de la habitación y era límpido y azul como un buen cristal grueso. Brillaba, húmedo y bruñido, bajo la áspera luz del globo de vidrio sin pantalla que pendía de arriba, en el techo.

Todos se tornaron repentinamente rígidos. Aquello estaba boca arriba sobre las rústicas y grasientas tablas de la mesa. El roto mango del hacha de bronce para hielo estaba sepultado en el extraño cráneo. Los tres ojos frenéticos, llenos de odio, brillaban con un fuego vivo, relucientes como sangre recién derramada, desde un rostro enmarcado por un nido repulsivo de gusanos que se retorcían, de azules y móviles gusanos que se arrastraban donde debía crecer el pelo...

McReady estaba de pie cerca de la mesa observándolos, el corpachón sólidamente plantado sobre las vigorosas piernas. Mayor, desde el otro extremo, contemplaba fijamente a aquel ser, con odio feroz.

Blair tomó un martillo. El hielo que servía de envoltura al ser se deshizo rápidamente bajo su contacto, abandonando aquello que le protegiera durante veinte mil millares de años...

Notas de juego

 John W. Campbell

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15/09/2020, 15:22
Narrador
Sólo para el director

El resto de los presentes asumió la orden del líder de la expedición. Tenía su punto de razón, pero aquella terrible criatura helaba la sangre más aún que el frío de la Antártida.

A juzgar por la expresión de su fisonomía no humana, estaba irritado cuando se congeló. Decir irritado, en realidad, es lo más aproximado a sus sentimientos, los de un odio frenético, loco, demencial. Con esos tres ojos encarnados y esos cabellos azules que parecen gusanos que se arrastran... Nada de lo engendrado en la Tierra tiene la indecible sublimación de la devastadora ira que ese ser exhibió en su semblante al contemplar a su alrededor la helada desolación terrestre, hace veinte millones de años.

Su sola visión provocaría a un humano de voluntad fuerte constantes pesadillas desde que contemplase esos tres ojos encamados. En ese momento, todos los presentes supieron que es noche soñarían que ese ser se deshelaba y resucitaba... que no había estado muerto y ni siquiera totalmente inconsciente durante esos veinte millones de años, sino sólo detenido, esperando..., esperando. Soñarán, mientras que ese maldito ser que la Tierra no quiso poseer gotea, gotea esta noche en la Casa del Cosmos.

En la atmósfera se pudo percibir un estremecimiento colectivo. Y entonces todos menos Blair, Mayor y Mcready, desviaron la mirada de aquel ser e intercambiaron sus impresiones.

Notas de juego

Inicio del Preludio 0

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16/09/2020, 12:31
Narrador
Sólo para el director

Las horas fueron sucediéndose unas a otras y la expectación reinante debida al descubrimiento se mezclaba con cierta sensación de intranquilidad indescriptible. Era el efecto de aquél ser encerrado en su prisión de hielo que goteaba lentamente.

Finalmente llegó el momento de irse a dormir y unos y otros acudisteis a vuestras respectivas literas en las Casas del Elíseo y del Paraiso. Todos menos McReady, que debía hacer la guardia mientras tomaba mediciones de los rayos cósmicos. Algunos ayudasteis a trasladar el inquietante bloque de hielo a la Casa de los Rayos Cósmicos antes de retiraros definitivamente a descansar y McReady quedó solo.

Algunos tardaron en conciliar el sueño y muchos tuvieron pesadillas. Pesadillas con esos terribles tres ojos o con esos gusanos que tenía por pelos que surgían de debajo de vuestras almohadas y os atacaban.

Pasaron las horas.


Blair surgió bruscamente de las profundidades del sueño, acosado por pesadillas. El rostro de McReady flotaba borrosamente allá arriba: por un momento le pareció que se prolongaba el salvaje horror de la pesadilla. Pero el rostro de McReady denotaba cólera y cierto susto.

-Blair... Blair... Maldito tronco... Despiértese.

-¿Quéeee? -preguntó el biólogo, frotándose los ojos, mientras su huesudo y pecoso dedo se curvaba hacia un mutilado puño infantil.

Desde las literas circundantes, otros semblantes se alzaron para contemplar absortos a ambos. McReady se irguió.

-Levántese... Su maldito ser se ha escapado.

-¡Se ha escapado!

La voz del doctor bramó las palabras con un volumen que estremeció las paredes.

Otras voces gritaron repentinamente desde los túneles de comunicación. Las habitantes de la Casa del Paraíso irrumpieron dando tumbos, bruscamente.

-¿Qué diablos sucede? -preguntó una entre las recién llegadas.

-Su maldito ser se ha escapado. Me quedé dormido hace unos veinte minutos y, cuando desperté, había desaparecido. Oiga, doctor... Usted había dicho que esos seres no reviven. La vida latente de Blair se ha convertido en otra muy efectiva y nos ha burlado.

Blair le miró absorto, con aire ausente.

-Ese ser no era... terrestre -dijo, con un repentino suspiro-. Yo..., yo creo que las leyes terrestres no rigen para él.

-Pues pidió licencia y se la tomó. Tenemos que encontrarlo y capturarlo de algún modo -dijo McReady, que profirió una furiosa blasfemia, con los hundidos ojos hoscos y sombríos-. Es un milagro que ese ser infernal no me haya devorado durante mi sueño.

Blair se echó atrás con un sobresalto, los apagados ojos animados bruscamente por un fulgor de miedo.

-Puede que ese... Hum... Este... Tendremos que encontrarlo.

Se interrumpió. Desde el pasillo llegó un aullido salvaje y alucinante. Los hombres se tornaron rígidos, bruscamente, y se volvieron a medias.

-Creo que lo han localizado -concluyó McReady

Notas de juego

Fin del Preludio 0

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26/09/2020, 00:17
Director
Sólo para el director

 

Resultados del sorteo:

  • Humano: Sara
  • Humano: Jack
  • Humano: Lyra Becks
  • Humano: Mia Stuart
  • Humano: Jeffrey Jones Jr. Clark
  • Humano: Ungâk
  • Humano: Jonathan Teddy Coldston
  • Humano: Jesús Yrion
  • Humano: Susan Weaver
  • Humano: Zhou Thurston
  • Humano: Maika
  • La Cosa: Kaida Takeno
  • Superviviente y su Husky: Ben Hudson
  • Héroe: Rhonda Daniels
  • Analista de Laboratorio: Ostap Ankudinov
  • Armero: Ellis

 

Notas de juego

La Cosa

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26/09/2020, 12:47
Director
Sólo para el director

Los días aparecen diferentes entre ellos, pero la noche tiene un único nombre.

Elias Canetti

La noche en el invierno antártico se extendía reptando sobre las horas del reloj hasta abarcar días completos haciendo indistinguible el paso del tiempo. En el interior del Gran Iman, la luz eléctrica producida por los generadores era la única compañía para vuestra lacerada cordura.

El viento, un viento ventisquero, soplaba en lo alto. Ahora, la nieve recogida por las murmurantes ráfagas caía en líneas parejas y cegadoras sobre la parte delantera del sepultado campamento. Si un hombre salía de los túneles que unían los edificios subterráneos del campamento, se perdía a diez pasos de distancia. Afuera, el dedo delgado y negro del mástil radio telefónico se erguía a 100 metros de altura, y más arriba estaba el claro cielo nocturno. Un cielo de viento débil y gimiente que cubría el manto lamiente y enroscado del alba. Y, al norte, llameaban en el horizonte los extraños y airados colores del crepúsculo de la medianoche. Eso era la proximidad de la primavera a 100 metros de altura sobre la Antártida.

En la superficie, estaba la muerte blanca. Una muerte en que los dedos, helados y rígidos como agujas, rehuían el viento y absorbían el calor de todas las cosas tibias. El frío... y una blanca niebla del interminable nevar de los ventisqueros, de las muy finas partículas de nieve que lo lamían todo y oscurecían todas las cosas.

Aquel bramido gélido del viento antártico os hacía estremecer. Especialmente Ostap se estremeció. Cinco días antes había salido a la superficie para ir a un escondrijo de carne helada. Llegó a él, inició el regreso... y, de pronto, surgió del sur el viento ventisquero. La fría y blanca muerte que cruzaba el suelo lo cegó en veinte segundos. Prosiguió la marcha a ciegas, describiendo círculos. Hizo falta media hora y la labor conjunta de cuatro hombres antes de que Jack, Susan, Ben y Jeffrey, guiados desde abajo con una cuerda, lo hallaran en la impenetrable lobreguez.

Dedicasteis un pensamiento a los hombres que habían partido unos días antes de expedición al polo magnético secundario. Un pensamiento acompañado de una sensación aciaga. Ahora estarían apenas protegidos en un campamento casi improvisado allí fuera, en mitad de la más absoluta y blanca nada. ¿Sobrevivirían a la muerte blanca? Queríais confiar en que sí. Habían salido preparados y podían utilizar el motor del tractor de vapor como generador eléctrico para darles calor. Lyra les había explicado como hacerlo.

Sin embargo, un pensamiento funesto, inexplicable y con cierta impresión de ser un pensamiento exógeno os cruzó repentinamente por la cabeza. Ojalá no regresasen. Inmediatamente después de haber pensado aquello, todos, y especialmente Sara, la amante de toda vida, os alarmasteis de vosotros mismos. ¿Pero a qué venía eso? ¿Cómo podíais desear algo tan terrible?. Aturdidos despejasteis vuestra muerte rechazando aquel pensamiento que no reconocíais como propio. No podíais saberlo, pero ese rechazo era normal, aquel pensamiento era ajeno a vosotros. Era un reflejo del imaginario colectivo humano que, en su naturaleza más primigenia, sabía que lo que se avecinaba sobre vosotros era tan terrible que desearíais nunca hubiese ocurrido. Eran los ecos de vuestro pensamiento futuro. Eran los ecos del pensamiento pasado de la humanidad más visceral. Era puro instinto resonando anarmónicamente en vuestras cabezas como una campana rota.

Como si de una respuesta muda del Universo se tratase, un fulgurante resplandor rojizo tiñó la atmósfera al sudoeste del campamento, como un relámpago sangrante. Los perros comenzaron a aullar y gimotear inquietos y asustados ante el impotente esfuerzo de Ungâk por carmarlos. Rhonda fue testigo de las enloquecidas coces de las vacas. Mia y Zhou se hicieron un silencioso y angustiado ovillo en sus respectivas camas de la Casa del Paraiso, donde ni Maika ni Kaida lograrían conciliar el sueño esa noche. En la Casa del Elíseo, Ellis reprimio un escalofrío y Jesús comenzo un quedo rezo a su Dios. Ni siquiera el rudo y fornido Jonathan pasaría indiferente y en ese instante se sintió especialmente solo echando de menos a su ex-esposa.

Aquella larga y fría noche se volvió densa y sofocante como un plato de melaza.

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28/09/2020, 10:59
Narrador
Sólo para el director

Las horas fueron sucediéndose unas a otras y la expectación reinante debida al descubrimiento se mezclaba con cierta sensación de intranquilidad indescriptible. Era el efecto de aquél ser encerrado en su prisión de hielo que goteaba lentamente.

Finalmente llegó el momento de irse a dormir y unos y otros acudisteis a vuestras respectivas literas en las Casas del Elíseo y del Paraiso. Todos menos McReady, que debía hacer la guardia mientras tomaba mediciones de los rayos cósmicos. Algunos ayudasteis a trasladar el inquietante bloque de hielo a la Casa de los Rayos Cósmicos antes de retiraros definitivamente a descansar y McReady quedó solo.

Algunos tardaron en conciliar el sueño y muchos tuvieron pesadillas. Pesadillas con esos terribles tres ojos o con esos gusanos que tenía por pelos que surgían de debajo de vuestras almohadas y os atacaban.

Y las horas continuaron pasando.

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28/09/2020, 11:00
Narrador
Sólo para el director

Blair surgió bruscamente de las profundidades del sueño, acosado por pesadillas. El rostro de McReady flotaba borrosamente allá arriba: por un momento le pareció que se prolongaba el salvaje horror de la pesadilla. Pero el rostro de McReady denotaba cólera y cierto susto.

-Blair... Blair... Maldito tronco... Despiértese.

-¿Quéeee? -preguntó el biólogo, frotándose los ojos, mientras su huesudo y pecoso dedo se curvaba hacia un mutilado puño infantil.

Desde las literas circundantes, otros semblantes se alzaron para contemplar absortos a ambos. McReady se irguió.

-Levántese... Su maldito ser se ha escapado.

-¡Se ha escapado!

La voz del doctor bramó las palabras con un volumen que estremeció las paredes.

Otras voces gritaron repentinamente desde los túneles de comunicación. Las habitantes de la Casa del Paraíso irrumpieron dando tumbos, bruscamente.

-¿Qué diablos sucede? -preguntó una entre las recién llegadas.

-Su maldito ser se ha escapado. Me quedé dormido hace unos veinte minutos y, cuando desperté, había desaparecido. Oiga, doctor... Usted había dicho que esos seres no reviven. La vida latente de Blair se ha convertido en otra muy efectiva y nos ha burlado.

Blair le miró absorto, con aire ausente.

-Ese ser no era... terrestre -dijo, con un repentino suspiro-. Yo..., yo creo que las leyes terrestres no rigen para él.

-Pues pidió licencia y se la tomó. Tenemos que encontrarlo y capturarlo de algún modo -dijo McReady, que profirió una furiosa blasfemia, con los hundidos ojos hoscos y sombríos-. Es un milagro que ese ser infernal no me haya devorado durante mi sueño.

Blair se echó atrás con un sobresalto, los apagados ojos animados bruscamente por un fulgor de miedo.

-Puede que ese... Hum... Este... Tendremos que encontrarlo.

Se interrumpió. Desde el pasillo llegó un aullido salvaje y alucinante. Los hombres se tornaron rígidos, bruscamente, y se volvieron a medias.

-Creo que lo han localizado -concluyó McReady

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28/09/2020, 11:34
Dr. Blair
Sólo para el director

En los oscuros ojos de Blair brillaba un raro malestar. Se lanzó hacia su litera y se hizo con un pesado revólver calibre 45 y un hacha para hielo. Esgrimía ambos cuando se lanzó por el pasillo hacia la sección de los perros.

El casi aterrorizado aullar de la jauría se había convertido en un salvaje alboroto propio de una cacería. Las voces de los animales retumbaban de una manera atronadora en los angostos corredores, y entre ellos se distinguía un grave gruñido de odio. Un grito penetrante de dolor, una docena de ladridos furiosos.

-Habrá tomado por el pasillo que menos le convenía... Y habrá ido a parar entre los perros. Escuchen... Los perros han roto sus cadenas...

Blair se lanzó hacia la puerta. Pisándole los talones, lo siguieron McReady, y luego el encargado de seguridad Ellis, que nunca había pensado enfrentarse a una amenaza real en un entorno como aquel. Algunos hombres y mujeres más les siguieron. Otros se lanzaron hacia el edificio de la administración y en busca de armas... a la casa de los trineos. Jonathan, que estaba a cargo de las cinco vacas del Gran Imán, se lanzó por el pasillo en dirección opuesta: tenía en mente una horquilla de dos metros, de largos dientes.

Lyra se detuvo en plena carrera al ver que la gigantesca mole de McReady se apartaba bruscamente del túnel que llevaba a la sección de los perros y desaparecía en un recodo. Indecisa, la mecánica vaciló durante un instante, con el extintor en las manos, no sabiendo a qué lado correr. Luego siguió a Blair. Sea cual fuere la intención de McReady, se podía confiar en que la pondría en práctica con éxito.

Blair se detuvo en el recodo del pasillo. Su respiración se escapó repentinamente de su garganta, sibilante.

-¡Santo Dios...!

Su revólver se descargó atronadoramente; tres ondas sonoras envaradoras y tangibles retumbaron a lo largo de los angostos pasillos. Luego otras dos. El revólver cayó sobre la endurecida nieve, y Susan vio que el hacha para hielo adoptaba una posición defensiva. El cuerpo de Blair le bloqueaba la visión, pero más allá oía algo maullante y que reía con una risita demencial. Los perros estaban más tranquilos: había una mortal seriedad en sus graves gruñidos. Escarbaban en la endurecida nieve y las cadenas rotas tintineaban sonoramente.

De pronto, Blair se movió y Jack pudo distinguir qué había más allá. Durante un instante permaneció petrificado; luego profirió una vigorosa maldición.

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28/09/2020, 13:01
Mayor
Sólo para el director

El ser se avalanzaba sobre Mayor, que estaba armado tan solo con un extintor. Los poderosos brazos del hombre descargaron un golpe con el grueso de la bombona de plano sobre lo que podía ser una cabeza. Se oyó un horrible crujido, y aquella carne hecha jirones, desgarrada por media docena de perrazos salvajes, se levantó nuevamente de un salto. Los ojos encarnados ardían con odio ultraterreno, con una vitalidad ultraterrena, imposible de matar.

Mayor, consciente de estar luchando por su vida, proyectó hacia el ser el extintor: el cegador y ampollante chorro de sustancia química pulverizada lo desorientó y lo detuvo, impidiendo al propio tiempo los salvajes ataques de los perros, que no temían durante mucho tiempo nada viviente o capaz de vivir, y lo mantuvieron a raya.

Mayor aprovechó el momento para retroceder y buscar un lugar donde refugiarse y reagruparse con el resto. Según parecía, había sido el primero en llegar al escándalo de los perros y las cadenas. No lo habíais visto en las literas así que quizás ni siquiera sabía que allí se encontraría a la desaparecida criatura. Esta le debió sorprender y arrinconar. Probablemente recurriendo a su entrenamiento militar había conseguido hacerse con un arma improvisada. A juzgar por los cuerpos de un par de animales que se desangraban sin vida cerca de él, seguramente aquello no hubiera sido posible sin la ayuda y el sacrificio de los perros. Finalmente el extintor hizo las veces de arma.

El grito de Sara debió prevenir al Mayor cuando la criatura volvió a la carga, cegada y apartando en fuertes golpes a los animales que la rodeaban. Mayor se volvió de nuevo esgrimiendo su extintor y golpeó, pero un brazo rígido como una piedra asestó un manotazo haciendo caer a Mayor y haciendo salir despedido el extintor. De un salto cayó sobre él y asestó un golpe certero que atravesó con dos punzantes estacas de carne el cuello de Mayor y le hizo caer inconsciente.

La criatura iracunda se volvió y avanzó hacia los que acababan de llegar.

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28/09/2020, 13:05
McReady
Sólo para el director

McReady apartó a los demás de su camino y corrió por el angosto pasillo atestado de hombres que no podían llegar al lugar donde ocurrían los hechos. Proyectaba un ataque sobre base segura. Una de las gigantescas antorchas fuelles usadas para calentar los motores del avión estaba en sus bronceadas manos. El aparato bramó ruidosamente cuando McReady abrió la válvula. El frenético maullido se acrecentó con sus sibilantes notas. Los perros se apartaron en confuso tropel del cálido lanzazo de llama azul.

-Ellis, consiga un cable de alta tensión y tiéndalo como pueda. Y un asa. Podemos electrocutar a este... monstruo, si yo no lo reduzco a cenizas.

McReady hablaba con la autoridad que da la acción planeada. Ellis se encaminó por el largo pasillo a la planta de energía, pero Rhonda y Maika ya se le habían adelantado a la carrera. Ellis halló el cable en el armario eléctrico de la pared del túnel. Al cabo de un minuto, lo había desprendido y volvía. La voz de Maika resonó con el agudo grito de advertencia de ¡Alta tensión! cuando se puso en marcha la dinamo de emergencia accionada con gasolina. Ahora habían bajado ahí el resto de la expedición: arrojaban combustible en la caldera de la planta. Rhonda estaba trabajando con dedos rápidos y seguros en el otro extremo del cable de Ellis con uno de los alambres aislados de conexión de energía eléctrica.

Los perros habían retrocedido cuando el cable llegó al recodo del pasillo, acobardados por aquel furioso monstruo que los miraba con unos siniestros ojos encarnados, profiriendo maullidos, con su odio de fiera acorralada. Los canes formaban un semicírculo de hocicos ensangrentados con una orla de relucientes dientes blancos, y gemían con una maligna vehemencia que corría pareja casi con la furia de los ojos encarnados. McReady se detuvo con aire confiado en el recodo del pasillo, con la antorcha fuelle pronta para la acción en sus manos. Se hizo a un lado sin apartar la mirada de la bestia cuando Jack se adelantó. En su rostro enjuto y bronceado se veía una débil y contenida sonrisa.

La voz de Maika gritó desde el otro extremo del pasillo, y Ellis avanzó. El cable fue enrollado al largo mango de una pala para la nieve y los dos conductores fueron divididos y mantenidos a medio metro de distancia por un trozo de madera atado en ángulo recto sobre el otro extremo del mango. Conductores pelados de cobre, cargados con 220 voltios, centellearon a la luz de las lámparas de presión. El ser maullaba y pregonaba su odio y esquivaba los ataques. McReady avanzó hasta el costado de Ellis con la antorcha fuelle dispuesta.

Los gemidos de los perros se hicieron más penetrantes, más agudos, y sus ágiles pasos los acercaron más. Bruscamente, un enorme perro de Alaska, negro como la noche, saltó sobre el acorralado monstruo. El ser se apartó de él chillando y pataleando, con sus pies como sables dentados.

Ellis saltó hacia adelante y descargó su golpe. Se oyó un horripilante y agudo grito, que se estranguló. El olor a carne quemada se acentuó en el pasillo y se elevó una espiral de humo grasiento. El eco del martilleo de la lejana dinamo se volvió sordo.

Los ojos encarnados se velaron y convirtieron el rostro en una rígida y convulsionada parodia de facciones. Aquellos miembros, que parecían brazos y piernas, se estremecieron y ejecutaron movimientos espasmódicos. Los perros saltaron hacia delante. El monstruo, tendido sobre la nieve, no se movió cuando lo desgarraron los brillantes dientes de los perros.

Los miembros de la expedición presentes formaron un círculo en torno a la escena. Una histérica calma se apropió del campamento solo rota por los gruñidos de los perros desgarrando a la criatura y el sordo repicar en la distancia de la dinamo que había alimentado el arma improvisada. Poco a poco, este sonido se fue amortiguando cuando Rhonda apagó la máquina.

Uno de los Huskys, que había sufrido un golpe en una pata al comienzo de la reyerta, se alejó de la manada y cojeó acercándose a donde estaba Ungâk buscando sus cuidados.

La doctora Taneko había alcanzado al yaciente Mayor cuando se había despejado el camino. Ahora seguía sobre él. Levantando su cabeza, la doctora buscó con los ojos a McReady y, al cruzarse sus miradas, negó lentamente. McReady bajó al fin la antorcha fuelle que sostenía.

Repentinamente, el gruñido de los perros se volvió un lastimoso chillido y todas las cabezas se volvieron de nuevo hacia ellos. Un constante y ensordecedor chillido de dolor brotaba de sus gargantas desbocando nuevamente los corazones de los presentes. Al principio no era fácil distinguir qué estaba ocurriendo, pero pronto, a medida que crecía, se hizo evidente. La carne chamuscada de la criatura que hasta hacía unos segundos se limitaba a dejarse devorar mientras soltaba hilillos de humo al aire frío se había erguido de nuevo en un amasijo informe que recordaba vagamente a la silueta de la criatura. De este amasijo salían cabezas peludas, cuerpos y patas de lo que antes eran perros. La criatura había comenzado a fundirse con sus agresores de modo que el cuerpo de los perros había pasado a ser poco más que nuevas extremidades. Mientras la infernal fusión de cuerpos cobraba forma, las cabezas de perro aun vivas y conscientes gemían, ladraban, chillaban o emitían sonidos distorsionados cuando la masa fundente alcanzaba sus cuerdas vocales. Las cadenas rotas que antes habían sostenido los cuellos de los perros tintineaban contra sí mismas y se arrastraban por la nieve.

Un golem de carne y pelo, híbrido entre aquella Cosa y la manada de perros se terminó de erguir ante la aterrada mirada de todos vosotros. Dos de sus tres ojos se abrieron en donde había tenido su cabeza la criatura, el tercero no era más que una desagradable pulpa de carne allí donde uno de los Alaskan Malamuts había desgarrado, probablemente el mismo cuyos cuartos traseros pataleaban al aire a pocos centímetros de distancia. En aquellos ojos había odio. Un odio tan profundo y desgarrador que removía vísceras y despertaba las peores pesadillas. Era un odio de otro mundo.

Un chasquido retumbó rompiendo el efecto petrificante de la escena y una gran lengua de fuego manó de las manos de McReady. Avanzó un par de pasos descargando la muerte desde la antorcha fuelle gritando enloquecido y prendiendo fuego a aquella masa informe que comenzó a gritar con chirridos impropios de gargantas terrestes.

Unos interminables segundos después, el golem había caído en la nieve calcinado. Aquella criatura se había cobrado la vida de Mayor y de todos los perros (a excepción del herido junto a Ungâk). La llama del arma que sostenía McReady continuaba lamiendo a intervalos la carne calcinada, como insegura ante el hecho de que estuviese definitivamente muerto. Ningún ser terrestre podría haber sobrevivido a aquello y teníais bastante convicción de que tampoco ese ser lo habría hecho.

El descanso nocturno se había quedado partido en dos, pero no podríais volver a conciliar el sueño después de aquello. Aun así, volvisteis a vuestros barracones a intentar calmar vuestros pensamientos. Incomodos en vuestras literas, pensasteis que el día siguiente os depararía la tranquilidad robada en la noche de hoy.

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29/09/2020, 11:35
McReady
Sólo para el director

A la mañana siguiente, después de enterrar a Mayor en la inmensidad blanca de la Antártida, todos se reunieron en la Casa de la Administración.

McReady miró a su alrededor, en la atestada habitación. Dieciocho mujeres y hombres, algunos de ellos recostados contra la pared en nerviosa tensión, otros relajados con aire de malestar, otros sentados, la mayoría de ellos de pie en una forzosa intimidad de sardinas. Empezó a hablar:

-Perfectamente. Creo que todos estamos aquí, Todos vieron lo que estaba sobre la mesa. Para quienes no lo hayan visto, levantaré...

Su mano se tendió hacia la lona embreada que abultaba sobre el cuerpo tendido en la mesa. De allí brotó un acre olor a carne quemada. Los presentes se movieron con malestar y se apresuraron a declarar que no necesitaban verlo.

-Parece que Charnauk no guiará más equipos de perros -prosiguió antes de entrar a un tema espinoso-. La muerte de Mayor ha sido un duro golpe para todos. Él había asumido en vida las labores de gestionar el campamento. Sin él no solo hemos perdido un amigo, también necesitamos que alguien se encargue de esta responsabilidad. Creo... creo que lo que debemos hacer es someterlo a votación y elegir a un nuevo líder. ¿Les parece?

Hubo varios gestos de asentimiento. Aquel parecía un plan tan bueno como cualquier otro y, al fin y al cabo, aquel tema, aunque probablemente necesario, parecía ridículo en comparación con lo que habían vivido.

Cerrado ese punto, McReady respiró pesadamente y continuó cambiando de tema.

Blair quiere examinar en forma más detallada a ese ser. Queremos saber qué pasó y asegurarnos de que está total y definitivamente muerto. ¿De acuerdo?

-El que no esté de acuerdo puede cuidarlo esta noche -dijo con una sonrisa Blair

-Muy bien, pues. Blair..., ¿qué puede decirnos sobre esto? ¿Qué era ese monstruo? -dijo, volviéndose con aire interrogativo hacia el biólogo.

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29/09/2020, 11:54
Dr. Blair
Sólo para el director

-Dudo de que hayamos visto alguna vez su forma natural -dijo Blair, contemplando el cuerpo cubierto-. Quizás haya estado imitando a los seres que construyeron esa nave, pero no lo creo. Los que estábamos cerca del recodo vimos a ese ser en acción: lo que está sobre la mesa es el resultado. Cuando quedó en libertad, empezó aparentemente a mirar a su alrededor. La Antártida estaba todavía helada como hace muchísimos siglos, cuando la viera por primera vez... y cuando quedara congelado. A juzgar por las observaciones que hice cuando se estaba deshelando y por los trozos de tejido que corté y endurecí entonces, lo creo nativo de un planeta más cálido que la Tierra. En su forma natural no podría soportar la temperatura terrestre. En la Tierra no hay forma alguna de vida que pueda habitar la Antártida durante el invierno, pero la mejor transacción es el perro. Esa bestia encontró a los perros y llegó tan cerca que Charnauk se le echó encima. Los demás lo olieron o lo oyeron, no sé, el caso es que se volvieron frenéticos y rompieron sus cadenas y atacaron antes de que la pelea concluyera. Lo que encontramos fue en parte a Charnauk, que, cosa extraña, sólo estaba muerto a medias, y digerido a medias por el protoplasma gelatinoso de ese animal, y en parte los restos del monstruo que encontramos primitivamente, disueltos en cierto modo hasta volver al protoplasma básico. Cuando los perros lo atacaron se convirtió en la mejor bestia de ataque que se pueda concebir. Algún animal de otro mundo, aparentemente.

-Se convirtió -dijo con tono brusco McReady-. ¿Cómo?

-Todo ser viviente está formado de gelatina-protoplasma, y de cosas diminutas y submicroscópicas llamadas núcleos, que controlan el grueso, el protoplasma. Ese ser era simplemente una modificación de ese mismo plan de alcances mundiales de la naturaleza; células formadas por protoplasmas controlados por núcleos infinitamente diminutos. Ustedes los físicos podrían comparar eso, una célula individual de cualquier ser viviente, con un átomo; el grueso del átomo, la parte que llena el espacio, está formada por las órbitas del electrón, pero el carácter del mismo está determinado por el núcleo atómico.

Esto no excede absurdamente lo que ya sabemos. Sólo es una modificación que no hemos visto aún. Es tan natural y lógica como cualquier otra de las manifestaciones de la vida. Obedece exactamente a las mismas leyes. Las leyes están formadas por el protoplasma, su carácter es determinado por el núcleo.

Sólo que, en ese ser, los núcleos pueden controlar esas células a voluntad. Digirieron a Charnauk y, mientras lo digerían, estudiaron cada célula de su tejido y modelaron sus propias células para imitarlas con exactitud. Partes de ese ser, las partes que tuvieron tiempo de terminar la transformación, son células caninas. Pero no tienen núcleos de células de perro.

Blair levantó un poco la lona embreada. Asomó una desgarrada pata de perro, de rígida pelambre gris.

-Esto, por ejemplo, no es un perro ni mucho menos: es una imitación. Con respecto a algunas partes, no estoy seguro: el núcleo se estaba ocultando, cubriéndose con un núcleo de imitación de las células caninas. Con el tiempo, ni siquiera el microscopio habría podido revelar la diferencia existente.

-Supongamos que hubiese tenido muchísimo tiempo -dijo McReady con amargura-. ¿Y entonces?

-Entonces habría sido un perro. Los demás perros lo habrían aceptado. Nosotros lo habríamos aceptado. No creo que nada lo hubiese distinguido, ni el microscopio ni los rayos X ni ningún otro medio. Se trata de un miembro de una raza de soberana inteligencia, una raza que ha descubierto ya los más profundos secretos de la biología y los ha usado. -replicó Blair, meneando la cabeza. El escalpelo que esgrimiera entre sus huesudos dedos cayó y se inclinó a recogerlo, de modo que su rostro quedó oculto mientras hablaba-. Hipotéticamente, se habría podido propagar hasta convertirse en la población del mundo en su totalidad.

Quiero decir... Pesaba 80 kilos Charnauk, unos 45. Ese ser se habría convertido en Charnauk y le habrían sobrado 40 kilos para convertirse en... en Jack, por ejemplo, o en Zhou. Puede imitarlo todo..., es decir, convertirse en todo. De haber llegado al mar Antártico, se habría convertido en una foca... quizás en dos focas. Estas podían haber atacado a una ballena asesina y haberse convertido a su vez en ballenas asesinas o en una manada de focas. O quizás habría atrapado a un albatros o a una gaviota skua y hubiera volado a América del Sur.

Jesús profirió una blasfemia. -Y cada vez que ese ser digería algo y lo imitaba...

-Le habría quedado su cuerpo primitivo para recomenzar -concluyó Blair-. Nada podría matarlo. No tiene enemigos naturales porque se transforma en todolo que quiere ser. Si le hubiese atacado una ballena asesina, se habría transformado en una ballena asesina. Si ese ser fuese un albatros y lo atacara un águila, se convertiría en águila. Podría convertirse en un águila hembra. ¡Podría desandar camino... hacerse un nido y poner huevos!

-¿Y está seguro de que ese engendro infernal ha muerto? -preguntó en voz baja McReady.

-Sí, a Dios gracias -respondió el biólogo con voz entrecortada-. Usted se encargó de asegurarse fuera de toda duda. Está muerto y cocido.

-Entonces, sólo podemos darle las gracias al cielo de que estemos en la Antártida, donde no hay nadie, ningún ser que imitar, salvo esos animales del campamento.

-Estamos nosotros -dijo con una risita Blair-. Puede imitarnos a nosotros. Los perros no pueden viajar 600 kilómetros hasta el mar: no basta el alimento. En esta temporada no hay suficientes gaviotas skua que imitar. Tan tierra adentro no hay pingüinos. No hay nada que pueda llegar al mar desde este punto..., salvo nosotros. Nosotros tenemos la inteligencia. Podemos hacerlo. ¿No comprenden? Ese ser tiene que imitarnos a nosotros... tiene que ser uno de nosotros..., ésa es la única manera de que pueda pilotar un avión..., pilotar un avión durante dos horas, y gobernar... ser... todos los habitantes de la Tierra. Un mundo a su alcance... ¡si nos imita!

Él no lo sabía aún. No había tenido la oportunidad de descubrirlo. Lo acosaron y tomó lo que tenía más cerca. Miren... ¡Yo soy Pandora! ¡He abierto la caja! Y la única esperanza que queda es que no pueda salir de aquí. Ustedes no me vieron. Yo lo hice. Yo lo solucioné todo. Yo lo rompí todo. El tractor, los trineos... Ningún transporte puede ya partir de aquí. Nada puede salir.

Blair profirió una risita y se dejó caer al suelo, sollozando.

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29/09/2020, 12:41
McReady
Sólo para el director

McReady se lanzó hacia la puerta.

Los ecos de sus pisadas se perdían en el corredor cuando la doctora Takeno, sin prisa, se inclinó sobre el hombre tendido en el suelo. De su oficina, situada junto a aquella habitación, trajo algo y le inyectó una solución en el brazo de Blair.

-Quizá se le pase cuando despierte -suspiró, levantándose.

Ostap le ayudó a levantar al biólogo y a tenderlo sobre una litera.

-Todo depende de que podamos convencerlo de que ese ser ha muerto.

McReady irrumpió en el recinto, alisándose distraídamente la cobriza barba. Miro a su alrededor.

-No creí que un biólogo pudiese hacer nada parecido tan concienzudamente. Se le olvidaron los repuestos del segundo escondrijo. No hay peligro. Yo los destruí.

Al llegar contempló pensativamente a la médico.

-Eso podría ser algo así como una epidemia. Todos los que bebieran un poco de su sangre... -meneó la cabeza. -A Blair se le ha escapado algo. Ese ser puede imitar, pero, hasta cierto punto, tiene su propia química orgánica, su propio metabolismo. Si así fuera, se convertiría en un perro... y sería un perro y nada más. Tiene que ser una imitación de perro. Tiene que haber un modo de distinguirlo...