Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo III - Vauban

Cargando editor
27/02/2013, 21:02
Augustus Frederick

Aunque lo intentó no pudo pegar ojo. Observó a su tío dormirse con una velocidad pasmosa mientras él todavía intentaba asimilar qué había pasado con Lady Marion y las implicaciones que ello podía tener sobre la enfermedad. No sabía cuánto había pasado, ¿una hora? ¿dos minutos? Los ruidos de los no muertos le hacían perder la noción del tiempo.

El disparo le hizo ponerse en pie rápidamente. Iba a salir de la habitación cual torbellino, pero recordó justo a tiempo a Barnabas, que seguía roncando plácidamente. Se acercó a la cama y lo zarandeó, con poca ceremonia y mucha urgencia.

- Un disparo. Levántese, por si acaso. - dijo a modo de breve explicación, y salió al pasillo.

La presencia de los soldados, que pretendían hacerse cargo de la situación ellos solos, le puso en tensión cuando debiera haberlo calmado. La puerta abierta y la estampa que se ofrecía delante de sus ojos le puso directamente los pelos de punta.

- ¡NO! - exclamó sin poder evitarlo y acercándose rápidamente hacia Lady Marion.

Pero era demasiado tarde. Tantos esfuerzos, tantas esperanzas puestas en ella, pero su caso de estudio estaba más allá de cualquier recuperación. Se arrodilló y buscó un pulso inexistente, observó los ojos, el lívido rostro. Buscaba algún tipo de señal de que antes de morir se había recuperado bien, que el virus o el bacilo, o lo que fuera, estaba fuera de su cuerpo. Cogió el brazo y observó la herida. Si la infección había desaparecido realmente debería presentar una mejora considerable.

- Teníamos la seguridad de salvarla... - murmuró - ¿Por qué lo ha hecho?

- Tiradas (1)

Notas de juego

Augustus haciendo el paripé. ¿Algo que me puedas decir con esa super tirada, master?

Cargando editor
27/02/2013, 21:25
Director

Por los síntomas no cabía ninguna duda. Lady Marion se estaba recuperando, pues la herida había comenzado el proceso de recuperación y no presentaba los signos de la enfermedad. Quizá el asesinato hubiera sido precisamente por eso. Porque iba a sobrevivir. No dejaba de ser siniestro, si lo pensaba.

Cargando editor
27/02/2013, 21:54
Narcisus Strafford

Narcisus hubiese tenido muchas formas de actuar y muchas cosas que decir, pero no optó por ninguna de ellas. Le hubiese arrebatado el arma al cadáver, con inhumana lógica aplastante en tiempos de guerra, pero no lo hizo. Pese a mirarlo, desvió la mirada. No mientras la hija siguiese actuando como una insana compulsiva mentalmente inestable.

Ver aquello le horrorizó, y casi le dio una arcada. Nunca había visto a una hija abrazando a un padre, con cien mil agujeros de alfiler para el pelo, mientras cantaba canciones de cuna como una diabla demente al tiempo que la sangre se mezclaba con la de su esposa. Era jodidamente más doliente que una bala de cañón o un explosivo reventando en pedazos de carne a una persona.

Porque de normal no había coros infernales ni una mujer bañada en sangre como pájara cantora. Las violaciones, las ejecuciones y las barbaridades físicas eran mejores que aquello. Pero reprimió el volcar al aire la gran nausea, conteniéndose como un paleto que sostenía en mano sus armas. Las bajó, relajando el tipo al ver que... ya no había ninguna amenaza. Fría lógica de un monstruo.

- Lo siento muchísimo- confesó, pues era cierto. Lo sentía poco por la esposa, pero algo sí. No sentía la menor lástima por el padre, pero por Evan, sí. Nunca había visto a un ángel llorar en tal estampa, convirtiendo su corazón en un pozo de dolor negro-. Yo...- quiso decir algo útil, pero no había nada. Nada-, me encargaré del problema en la planta baja.

Y se giró sobre sus pasos, volviendo a alzar las armas. Dejarlas solas con su dolor era todo lo que podía hacer por ellas que fuese a beneficiarlas en ese instante. Tocarlas sería un craso error. Intentar consolarlas con algo más que las condolencias, también. No había forma de que aquello doliese menos, así que sólo podía respetar su necesidad de vivirlo en la intimidad.

Estuvo apunto de decir "El arma" al pasar por el lado de Connor, pero se contuvo. Hubiese sido totalmente inapropiado, así que simplemente comenzó a bajar las escaleras, apresurando progresivamente el paso conforme se alejaba, tornando el tiempo congelado de aquella sala en la vida real. Una llena de muertos caminando en animación suspendida.

Ni siquiera podía pensar algo que no fuese "Pobre Evan" o "Joder, joder, joder". Aquello era un shock hasta para él, y hacer su trabajo sería lo algo que le ayudaría a evadirse.

Cargando editor
27/02/2013, 23:35
Katherine Connor

Katherine se quedó inmóvil, con el corazón destrozado y el estómago revuelto, pensó que en cualquier momento vomitaría. Miró a su hermana, a su hermanastra, odiaba al mundo en ese momento, tenía ganas de coger el arma y darse un tiro ella misma. ¿Por qué su padre había matado a su mujer? No había lógica en lo que sucedía, él debía tener una verdadera razón, una fuerte. Se acercó a Evan cuando escuchó a los no vivos abajo haciendo sonar la ventana tapiada.

-Vamos, Evan, tenemos que irnos de aquí...

Se lamentaba por el estado de Georgina pero en ese momento no estaba más que para preocuparse por lo único que le quedaba en la vida, ella y Connor pero evidentemente, él de momento tenía otras prioridades y ella se lo agradecía.

Cargando editor
28/02/2013, 12:26
Evangeline Frederick

​La voz gemela de su hermana la hizo volver en sí, lo suficiente como para actuar.  El cuerpo de lord Butler iba perdiendo el calor poco a poco, pero Evan sólo veía en el el rostro gentil y amable de su queridísimo padre.
Los muertos, abajo, intentaban entrar. No podía permitirse el lujo de ser débil: ahora nadie la protegería, ni a ella ni a Kate. Tenían que cuidarse solas. Debía bajar a defender la casa y a su familia, pero primero tenía algo que hacer.
Con cuidado, delicadamente, pidió ayuda a su hermana y a un criado -su gesto de espanto al ver al señor y a la señorita fue notorio- para llevar el cuerpo de Lord Butler a su dormitorio. Le tendió sobre la cama, y con una toalla y la palangana del tocador, le limpió como pudo. Salvo por la ropa​ destrozada y ensangrentada, consiguió dejarle bastante aceptable, casi sereno en su lecho de muerte..  Ella misma se limpió los brazos -el agua de la palangana se tornó inquietantemente roja- y puso enmarcando a su progenitor las flores frescas que los criados solían poner en su dormitorio.


- Estamos solas, Kate -dijo, las primeras palabras que pronunciaba tras la muerte de lord Butler-. Tenemos que defendernos, y la casa. Y - aún no era capaz de razonar y decidir si Georgina era víctima, culpable o ambas cosas, así que hila la frase siguiente con tensión en la mandíbula- le prometí a Lady Marion que cuidaríamos de Georgina.


Vuelve a recoger el arco y las flechas, y el revolver que mató a Lady Marion, y baja abajo, como una amazona salida del infierno, envuelta en sangre y desesperación. Va dejando un rastro de medias huellas ensangrentadas que consiguen que el ambiente hostil parezca aún más espantoso.
Los muertos vivientes, intentando entrar, ya no le resultan tan terribles. Después de lo que ha visto hacer en su propia casa, en su propio hogar, a su propio padre, que los muertos se levanten y caminen sobre la tierra no le sorprende.

Cargando editor
28/02/2013, 18:07
Katherine Connor

La joven gemela tomó el rostro de su hermana entre sus manos, no es que ella tuviera mucha cabeza pero siempre que sucedía algo así, alguien perdía la razón y otro más tomaba al toro por los cuernos. La miró intentando controlar su llanto.

-No sé si la casa tenga defensa, quizás tengamos que dejarla atrás, querida y respecto a...

Miró a Georgina, no se explicaba qué había pasado aunque lo tenía ante sus ojos pero al verla, no sabía si podía perdonarla.

-Si ella va a venir, tiene que ser ya.

No quería mirar los cadáveres, no estaba hecha para esas cosas.

Cargando editor
28/02/2013, 18:42
Augustus Frederick

Un gruñido frustrado salió de su garganta sin que se molestase en reprimirlo. Miró a su tío, que se acercaba todavía dormido y con cara de incredulidad ante la estampa sangrienta.

- Estaba funcionando, la cura estaba funcionando. - le dijo con enfado - Y ahora está muerta.

Pero no era el momento de preguntarse por las causas, por muy siniestras que las deduciera, menos cuando la gente se estaba moviendo presta a proteger la casa. No podía hacer ya nada por la muerta, pero podía intentar mantener al resto vivos. Siguió a Narcissus y a una demasiado activa Georgina (lo que le hizo pensar en que tal vez deberían estar atentos a un posible ataque de histeria más adelante, ya que parecía estarlo reprimiendo) hacia el piso de abajo. Se desvió un segundo para entrar en la habitación donde habían descansado y coger uno de los fusiles que habían repartido. No era muy buen tirador, pero estaba seguro que a corta distancia eso no importaría.

Cargando editor
01/03/2013, 12:19
John Connor

La escena dantesca hace recordar al joven Capitán varias escenas vividas en el campo de batalla. Inmediatamente trata de sujetar a Katherine para impedir que sus ojos sigan observando el escenario de la matanza, pero ya ha salido corriendo a juntarse con su  hermana. Ahora es mejor dejarlas que se recompongan. Connor sabe que sus palabras no tendrán efecto hasta que salgan del shock. Los sonidos de ultratumba que llegan de la parte de abajo impiden que John  pregunte  por lo sucedido. Ahora tienen un asunto de vital importancia para el resto.

Así que como ya ha hecho la gran mayoría, se suma la causa de la defensa de la casa. La quietud que en un principio se observaba desde la ventana ya se ha tornado en caos. Con prisa, John desciende las escaleras y trata de ver la organización que pudieran haber puesto en práctica. - Capitán Strafford, estoy  bajo sus órdenes. ¿Qué flanco protejo? ¿Se ha asegurado la vía de escape? - A pesar de tener un igual rango, y lejos de celos por pretender dominar la resistencia, Connor se acoge la experiencia del militar y asumirá sus órdenes. Es bien conocedor de que la disciplina les brindará mayores oportunidades de éxito que la necesidad de reconocimiento para uno mismo. Usando el florete, tratará de atravesar tantos cráneos como le sea posible, aprovechando los huecos de las tablas.  - ¿Tenemos tablas para reponer las que vayan rompiéndose? De ser así, alguien debería poder estar dispuesto a sustituirlas conforme vayan dañándose. Con esto aguantaremos algo más de tiempo -

Cargando editor
01/03/2013, 19:40
Georgina Templeton-Sedley
Sólo para el director

Ni siquiera entornó la puerta.
Mecanicamente Georgina desentrañó el atillo y buscó su stick. Lo hizo todo medio a tientas, con la luz residual de la luna a través de la ventana, pero suficiente para darse cuenta de que lo estaba manchando todo. Se giró y vio su reflejo en el tocador toda teñida de escarlata. Cayó como el plomo sobre la banqueta, horrorizada de su aspecto. Nerviosa buscó algo con lo que asearse, con lo que quitarse ese hedor sanguinolento, algo que borrara el recuerdo de su madre descerebrada en la almohada y dentro de una cajita de sándalo apareció un retrato de familia. Era una miniatura en acuarela, no más grande de la palma de la mano, en la que aparecían sus padres, su tío y ella de niña. Los luminosos recuerdos de aquella época llena de ternura e inocencia hicieron volver a las lágrimas, alzó el rostro intentando encontrar algún vestigio de esa niña feliz que fue y el espejo solo le devolvió el reflejo de decenas de sombras renqueantes, avanzando hacia ellos con sus escalofriantes quejidos.
Se enjugó las lágrimas, depositó el retrato en el atillo y procedió a cambiarse de ropa. Sabía que volvería a mancharse de sangre y vísceras cuando volviera a enfrentarse a esas cosas, pero al menos su piel no estaría en contacto con los fluidos del cerdo de Butler.
Reflexionó mientras se vestía, aquel ya no era su hogar ni su familia, nada la ataba ya, tal vez solo el deseo de dar un entierro digno a su madre, no podía dejarla allí tirada pudriendose o siendo pasto de los muertos vivientes, no se lo merecía. Pero para eso necesitaba tiempo, osea que no podía huir sin más, debía defender esa casa antes de irse.
Suspiró temblorosa entre las sombras de la habitación, tenía frío, un frío que nada tenía que ver con la temperatura.

Se percató entonces de que Nelson no estaba...

Cargando editor
01/03/2013, 20:35
Georgina Templeton-Sedley

Apuntapies y con sumo desprecio sacó la ropa ensangrentada al pasillo, luego tomó el palo de cricket y un enorme chal de seda chocolate, cerró su cuarto y regresó al lugar del crimen. Avanzó sin mirar a su alrededor, ignorando deliveradamente a sus ex-hermanastras, hasta la cama. No fue capaz de girar la vista para ver el rostro de su madre así que tomo su mano y la besó

-Luego vuelvo mamá

susurró, tras lo que desplegó el precioso chal cubriendola por entero a modo de mortaja. Se quedó en pie unos momentos, en silencio haciendo una última plegaria, observando el hermoso reflejo tornasolado de la seda

-Era su color favorito...

Dijo sin mirar a nadie concreto, giró sobre sus talones, salió de allí y stick en mano bajó las escaleras en busca de Kapoor

Notas de juego

Georgina sigue vestida de hombre, pero se ha cambiado y ahora lleva ropa limpia y de más calidad, aunque no deja de ser ropa de viaje.

No pongo a los militares por que he creido entender que ya no estan en esa planta no?

Cargando editor
02/03/2013, 18:18
Director

El señor Templeton y Barbanas admiraron la escena sin entender muy bien las causas. Poco a poco, comprendieron que la defensa de la casa era más importante que llorar a los muertos. Algunos criados, muertos de miedo, estaban cuchicheando entre ellos. La muerte de lord Butler parecía haber convencido a muchos de que escapar era lo prioritario. Lady Marion no era la única que había sido secretamente maltratada por su padre, cuya doble vida se hacía cada vez más evidente.

Nadie podía escapar, al menos de momento. Templeton se acercó a Georgina y la miró un momento, asintiendo, despacio. Le dijo algo al oído, y luego un beso en la mejilla. Se puso a su lado, armado con una escopeta de caza que había traído consigo. Sir Barnabas se mantenía por detrás, apoyado en el bastón. Todos miraron hacia la ventana, cuando un tablón cayó. Las manos de hombres, mujeres y niños convertidos en no-muertos se colaron como serpientes, buscando atraparles, intentando agitar frenéticamente los tablones. Otras dos ventanas en aquella planta sufrían la misma suerte.

-Apunten a la cabeza -dijo sir Barnabas- No tengan prisa. Asegúrense que destruyen su cerebro. Es la única forma de matarles.

Los criados les miraron como si aquello fuera una broma. Ojalá lo fuese.

Notas de juego

Hacedme una tirada de ataque. Intepreto que os tomáis vuestro tiempo, así que tenéis un +2 al ataque. La DC para dar en la cabeza es 8+ acercándose a ellos, 10+ a unos metros. Para destruir su cabeza con un impacto debéis obtener más de 8 puntos en una tirada exitosa de ataque.

Daño de las armas:

  • Arco largo inglés - 1d8+1. Precisión +1. Recarga automática al siguiente turno.
  • Fusil Jäeger - 3d6+1. Precisión +1. Recarga 4 turnos.
  • Revólver Collier - 2d6+1. Precisión -1. Recarga 1 turno. A la sexta bala se recargan los seis cañones del arma, 6 turnos.
  • Pistola de chispa - 2d6. Precisión -1. Recarga 4 turnos.
  • Espadín - 1d8+1. Precisión +1.
  • Florete de esgrima (sin punta) - 1d6+1. Precisión +1.
  • Escopeta de caza - 3d6. Precisión +0.
Cargando editor
02/03/2013, 18:37
Mr.Templeton

El señor Templeton estaba inquieto por ella. No la conocía demasiado, y aquello era muy fuerte. Estaba experimentando unas emociones muy intensas, y no sabía como podía reaccionar. Pero más importante para él era demostrarle que no estaba sola. Así que le susurró esto:

-Vuestra madre me habló de la perfidia del señor Butler en sus cartas. Pero me hizo jurar cuando llegué que no os diría nada. Para ella, todo iba a terminar cuando regresárais a la India. En realidad, y a pesar de sus quejas, me lo pidió ella también. Quería lo mejor para tí. Al igual que yo.

Le dió un beso en la mejilla.

Notas de juego

Daño del palo de Crickett: 1d12. Precisión +0.

Cargando editor
03/03/2013, 00:24
Narcisus Strafford

- Ahí tiene sus respuestas, señor Connor- respondió Narcisus a las preguntas-. Cubra el flanco que desee, pero elija a la mayor brevedad posible.

Dejó la guadaña a un lado, apoyándola sobre la pared, y alzó el fusil Jäeger, apuntando.

- No habrá salida mientras ellos las cubran, y no creo que acercarse excesivamente no esté exento de riesgos- apuntó, en vista a la idea de acercarse a reponer defensas-, mientras sigan habiendo personas sin alma, pero con sangre latiendo, al otro lado.

Apretó el percutor del arma, haciendo sonar el estallido. Tras el retroceso, Narcisus contempló el lánguido brazo, con uno de los gemidos extinguiéndose mientras la cabeza estallaba. Hecho ello, comenzó a recargar a la velocidad que le fuese posible, sin escatimar en ritmo pero sin forzarse a cometer un error a medio camino y acabar tardando más.

La calma del hombre era maníaca teniendo en cuenta la situación. Había que ser un témpano de hielo para mantenerse en ese estado, como si aquello no fuese más que un entrenamiento rutinario. El ruido del arma, por desgracia, se escucharía, pero no consideraba en absoluto apropiado acercarse, y confiaba en que la lentitud de las criaturas, unida a su limitada inteligencia y su falta de instinto de supervivencia, les convirtiesen en poco más que una amenaza constante.

Era fácil. Mientras siguiesen ese patrón, el resto de los humanos eran una molestia mayor a los caminantes, salvo que les rodeasen y dejasen sin espacio. Claramente, el hombre que yacía muerto arriba, demostraba ser peor que cualquier muerto viviente.

- Tiradas (2)
Cargando editor
03/03/2013, 01:33
Georgina Templeton-Sedley
Sólo para el director

No sabía usar armas de fuego ni sabía esgrima pero, dada su afición por andar sola por las calles de la India, Kapoor le había enseñado a defenderse cuerpo a cuerpo o manejando objetos de cierta contundencia, era por ello que se aferraba a su stick de cricket. Dicho deporte la había mantenido en forma durante su estancia en Inglaterra.

Cuando bajó y se encontró con la escena sintió algo entre un calambre y una arcada recorriendo sus tripas. Atraídas por el ruido del disparo de Butler cientos de esas criaturas se agolpaban tras los tablones que humildemente protegían la casa. Estos se curvaban cada vez más ante el empuje en masa de los muertos, quienes estiraban sus pútridos brazos a través de los huecos, golpeaban y mordían los tablones dejándose la carne en ellos emitiendo una inquietante cadencia de sonidos.

El señor Templeton se acercó a ella, no había reparado en él tras el asesinato ¿Sería aliado o enemigo? Le miró a los ojos tratando de leer sus pensamientos, ahora era una asesina, había matado a una persona viva no a uno de esos seres, puede que sintiera repugnancia por ella ¿Que eran ahora que el mundo se desmoronaba? ¿Que les unía? ¿Seguiría existiendo “la Sedley”, la India...?

Cuando le susurró aquellas cosas frunció el ceño conteniendo la pena, la inmensa y profunda pena que la inundaba, pero cuando le dio ese beso se quedó... desubicada ¿Que quería decir con ese “Al igual que yo”? Se llevó la mano a la mejilla parpadeando como una niña confusa.
Hizo una mueca torpe, indicando que había recibido el mensaje pero sin saber realmente que responder o pensar...
Volvió a su posición de cara a la barricada, manteniendose junto a él. El escalofrío se tornó en un extraño aleteo en el estómago, entonces sintió un pálpito “¿Será posible en medio de toda esta locura y muerte?...” pensó con los ojos abiertos como platos. Giró el rostro para observarle de nuevo, sin pensar alargó la mano para cogerle de la solapa del chaleco y tiró de él hacia sí

-Si tenemos que morir que lo último que hagamos no sea llorar

Tras lo que se lanzó a besarlo como su inexperiencia y pasión juvenil le permitieron. Puede que todo acabara allí esa noche, pero al menos antes de rendirse se llevaría consigo el tesoro de su primer beso.

Cargando editor
04/03/2013, 00:13
Evangeline Frederick

Evangeline, tras salir de amortajar a su padre y dirigirse hacia la entrada, escuchó el sonido de la madera al resquebrajarse... pensó, brevemente, en que los criados que intentasen escapar podían dejar otras vías de entrada abiertas. Sus problemas acababan de empezar. 

No obstante, no estaba con la cabeza a eso. Si se acercaba a sus compañeros, los que estaban en primera fila, y disparaba en una dirección paralela al suelo, podía darles. Decidió buscar un alto, subirse a una mesa o algo similar, una superficie estable que le permitiera disparar desde arriba y facilitara el blanco.

Pensó en la diana. Colocó la flecha, con cuidado, tomándose su tiempo... el corazón le latía en los oídos, no había nada más. Nada más era relevante. Debía proteger la casa. Debía proteger a su familia. El resto era irrelevante. Respiró... la saeta atravesó el aire, clavándose en el cráneo de una -en otros tiempos- matrona de generosas curvas que ahora trataba, gris y descarnada, de entrar en la casa.

Tomó otra flecha.

- Tiradas (2)
Cargando editor
04/03/2013, 12:20
John Connor

Al igual que su homólogo, Connor se hace con el fusil y apunta a una de las ventanas que comienzan a perder su seguridad. No es dificil apuntar a alguien que no desea esquivar el tiro. John sopesa el arma. Lo apoya bien sobre su hombro. Observa el cráneo de su objetivo. No puede evitar observar los ojos inexpresivos de la persona que una vez fue. Deja escapar el aire de sus pulmones y aprieta el gatillo. La nube que emana el fusil trata de inundar el ambiente, pero se disipa escapándose hacia el piso superior. La bala se aloja en la cabeza abriendo un boquete considerable. Connor recibe el retroceso, pero sabe compensarlo bien. Si hubiera alguien ocioso, le encargaría la labor de recargar el arma mientras dedica su esfuerzo a dotes defensivas con otra arma.

- Quizá debiéramos lanzarses algún quinqué. Es posible que el fuego sea más efectivo que las balas - Aunque teme que por su falta de muestra de dolor, continuen en su intento de entrar y prendan fuego a la casa.

- Tiradas (2)

Notas de juego

La tirada del disparo es 17 en total. Siempre me equivoco con este sistema y luego no se puede modificar.

Cargando editor
05/03/2013, 00:07
Katherine Connor

Katherine tardó un poco en reaccionar, hasta que corrió al pasillo por donde había entrado, no había nada para hacer, excepto defenderse o defender lo que había sido suyo. Tomó su arco y su carcaj y echando una mirada panorámica, mirando a todos los suyos, se dispuso a disparar. Una sola flecha, un disparo certero, para algo tenía que servir aquel entrenamiento que ella tanto disfrutaba y en lo que era realmente buena.

-Está bien, quizás muera pero no será esperando de brazos cruzados...

Pensaba mientras seguía el trayecto de su flecha.

- Tiradas (2)
Cargando editor
05/03/2013, 17:37
Director

El asedio de Butler Manor. Podrían haberlo llamado así. Durante horas, atraídos por el ruido de los disparos, los no-muertos a más de tres millas de distancia terminaron confluyendo en la casa. Allí, les aguardaba una doble muralla, de piedra y carne. Los cuerpos de los que abatían se amontonaban bajo la ventana, haciendo a sus compañeros más fácil trepar e intentar colarse entre los tablones.

Todos colaboraron. Los militares disparaban y recargaban, mecánicamente, como les habían instruído. Con los fusiles de ánima rayada, conseguían dos disparos por minuto, pero a costa de estropear un poco la puntería del arma al forzar el cañón con la vaqueta. Las hermanas Butler, armadas con sus arcos, sembraron la muerte con rapidez y precisión. De una manera que, en realidad, nadie podría volver a considerarlas jamás "el sexo débil".

Los criados colaboraban clavando espetones y atacando con los cuchillos de cocina a aquellos que osaban aventurarse a través de los tablones. En otra ventana, Kapoor disparaba, atacando luego con su pesado sable talwar, que destruía los cráneos como si fueran huevos. Hubo un momento de la noche en el que las criaturas fueron más numerosas, y conseguieron destrozar unos tablones y colarse en la casa. Fue entonces cuando Georgina repartió la muerte con su palo de crickett, convertido en una maza destrocabezas de gran fiabilidad.

Al cabo, el número de muertos vivientes fue decreciendo, hasta que solo fueron un puñado. Quizá habían dado buena cuenta de todos aquellos seres en los caseríos cercanos, y parte de los del pueblo. Eran las cinco de la madrugada cuando, extenuados de matar y matar, se turnaron para dormir en los divanes de la planta baja, mientras otros vigilaban. El hedor de los muertos ya no les importaba, pues tras horas de combate habían llegado a acostumbrarse. Aquellas muchachas se estaban convirtiendo a algo muy parecido a un veterano de guerra, y eso daba que pensar. Se recolocaron los tablones, y algunos criados comenzaron a retirar los cuerpos de los no-muertos, una tarea que se prolongaría durante el resto de la mañana.

Habían sobrevivido, aunque ahora tocaba lo más duro: despedirse de aquellos a los que querían. De sus padres. Las hermanas se convencieron de que encontrar al pastor sería poco menos que imposible, sin tener que exponerse a nuevos y grandes peligros. Habían agotado prácticamente la reserva de pólvora que su padre atesoraba para las jornadas de caza, y tuvieron que recuperar las flechas de los muertos. Decidieron darles sepultura en el jardín interior, un espacio vallado y a salvo de los caminantes. No querían que sus padres terminaran consumidos por los muertos en vida. Connor y Strafford les ayudaron a cavar las tumbas. Luego, les envolvieron en unas telas ricas a modo de sudario, y los cubrieron con planchas de madera a modo de ataudes.

Allí estaban, diciendo sus últimas oraciones y despidiéndose, mientras la tierra caía sobre los cuerpos. Cansados y descorazonados, como si tuvieran la certeza de que el mundo que conocían había desparecido, contemplaron el amanecer de un nuevo día. Ahora debían decidir cuales serían sus próximos pasos.

Cargando editor
05/03/2013, 18:22
Evangeline Frederick

Evan, colgada del brazo de su gemela, miraba la tumba de su padre con gesto ausente. Le había besado en la frente y amortajado con sumo cuidado y cariño; el sello que solía adornar las manos de Lord Butler colgaba ahora de su cuello en una cadenita dorada, dentro del vestido.
Sus dedos estaban fríos, aunque no tanto como el alma. Vestía ahora de negro, de luto de viuda, con el cabello recogido con la máxima sencillez y ningún adorno a la vista.
Había tenido tiempo para pensar. Su padre estaba muerto, su tutor legal estaba muerto, el poseedor de todo aquello de lo que ella y Kate dependían para vivir y sobrevivir estaba muerto. Técnicamente, a partir de la lectura de su testamento todas las posesiones de Lord Butler pasarían al varón vivo de la familia más cercano. Casi esbozó una media sonrisa amarga, varón vivo... ¿quién les garantiza que cualquiera de sus primos no caminaba ahora mismo por la devastada campiña inglesa?
No solo eran huérfanas, sino que ahora mismo nada les garantizaba ni un techo donde dormir.
No iba a rendirse. Se aseguraría la supervivencia de su hermana, aunque tuviera que vender el alma para ello. Butler Manor era el hogar de sus antepasados, y por el Dios que ha cerrado las puertas del Infierno que no pensaba dejarlo a manos de los cadáveres andantes.
Cerró los ojos, suspiró y dio media vuelta , abandonando el pequeño e improvisado cementerio. Tenía un deber para con su familia y mucho en que pensar... los suministros eran limitados estando donde estaban, pero eso no la achantó. Ha visto la muerte de cerca y ha paladeado su sabor. No lo llamaría madurez -no lo era- pero se le parecía bastante.

Entró en la casa. Lo primero, reparar la barricada rota. Después, hacer un listado de suministros. Encargarse de apartar los cadáveres  de la casa sería crucial... ahogó una náusea.

Notas de juego

Master, ahora sí necesito que me respondas a las preguntas que te hice hace unos días en el OFT.

Otra cosa, ¿quedan sirvientes?

Cargando editor
05/03/2013, 21:39
Narcisus Strafford

Narcisus estaba apoyado sobre su pala, clavada en la tierra. Tenía el cuerpo bañado en sudor, con la frente perlada, dejando caer las gotas sobre las cejas. El cuello del uniforme parecía calado de agua, y en las axilas, uniendo el torso con las extremidades, se veían aros de sudor. El hombre había dejado caer la gota gorda. Horas y horas sosteniendo el fusil, apuntando, recargando a toda prisa, soportando el retroceso. Dando órdenes. Acatándolas. Conteniendo a aquellos que entraban con el florete, e incluso con la guadaña. Con uñas y dientes.

Y después, movilizar cadáveres y cavar tumbas para los caídos. No cabía en si de cansancio, tras toda la noche en vela. Quien iba a decirle el día de ayer que en dieciocho horas todo iba a haber acabado así. Poco importaban ya los hombres malvados, pues lo que no quedaban directamente eran hombres vivos, y todo muerto caminante era vil por naturaleza, primigenio y animal, instintivo cual cavernícola según evolucionistas.

Si de Narcisus dependiese, prenderían fuego a los cadáveres al largarse, dejando que la pira llamase a los zombis, concentrándolos allí como falso reclamo, mientras los vivos se marcaban la del fugitivo que deja tras de si una caja de música. Ventajas de tratar con lobotomías andantes, pero entendía que sería el único con ideas tan frívolas y tan poco respeto por los cuerpos.

Porque eran eso, cuerpos. No eran tu padre, ni tu tío. Ellos estaban muertos, y sólo quedaba la carne. Y eran tiempos de guerra como para ponerse moralista, pero díselo a alguien que acaba de matar a un hombre a base de cuchilladas de alfiler, y que ha estado usando un bate contra cabezas como si fuese a partir nueces. Narcisus era un monstruo, pero no era gilipollas.

- Es un hecho que no podremos repetir esto dos noches más. Debemos movernos a la mayor brevedad posible- concluyó el hombre, a voz partida, sin hacer amago de querer abandonar su improvisado bastón-. Si nosotros hemos soportado algo así, nuestro hogar no habrá sido menos- dijo mirando a Connor, famélico por la imperiosa necesidad moral de cumplir su deber como militar y presentarse al frente para obedecer órdenes y defender a su país-, y contará con la pólvora que ahora no tenemos, y las armas que debemos sustituir- señaló el florete, sin punta, tirado en el suelo. Era obvio-. Démonos un respiro, o moriremos de extenuación, pero marquemos un futuro antes de morir como ratas atrapadas en una caja.

Una metáfora inusual, salvando las trampas con queso.