Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo III - Vauban

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05/03/2013, 23:29
Georgina Templeton-Sedley

Luchar junto a Kapoor era posiblemente la experiencia mas excitante de su vida. Con las manos manchadas de sangre y los pies hundidos entre los cadáveres, Georgina se sintió mas viva que nunca, sentía el corazón palpitante en el pecho, el aire frío llenando sus pulmones, el sudor mojando la ropa... Había dejado salir toda la frustración, el odio, la pena, la rabia que sentía hacia aquel país y concretamente hacia Harold Butler. Esa noche lo mató una y mil veces en cada cadáver que abatía. 

Saltó al combate recitando -AUM KRING KALIKAYE NAMAH AUM- una salmodia que no cambió hasta que no aplastó la última cabeza  -Lepaca Kali, Kali, Kalika, Kali-maa, Ratri, Smashana, Shakti...- De buen grado se habría hecho un cinturón de trofeos de cada uno de los muertos por su mano, incluido Butler, pero creyó que en bastante mala consideración la tenían ya  como para encima darles más razones para llamarla perturbada -Ingleses... no lo entenderían- masculló como si estuviera rezando. Miró al sikh, quien sabía perfectamente que estaba haciendo con esas recitaciones, y lo abrazó

-Gracias por estar siempre ahí...

Sabía que era un gran guerrero pero nunca había tenido oportunidad de verle desenvolviendose como tal, era como un héroe del Ramayana salido directamente del pergamino, un espectáculo sin igual.
A continuación observó la montaña de cadáveres sobre la que caminaba, les esperaba un trabajo aún más tedioso, respiró hondo y el hedor le provocó una arcada que reprimió a tiempo. Este hecho la hizo quedar meditabunda, puede que pudieran sacar algo bueno de tanta podredumbre

-Emmm... señor Frederick... estas... criaturas... usted no las ha visto atacarse entre ellas ¿Verdad? ¿Puede ser... que el olor nos delate?

Miró a los demás como esperando que hubieran caído en la misma conclusión que ella

-Quizás sería bueno empapar lienzos y alguna ropa en las supuraciones de estas cosas, si viajamos envueltos en ellas puede que nos confundan con uno de ellos...

Se le ocurrió la idea al recordar un hecho bastante escandaloso de sus tiempos en la India, en el que unos amantes huyeron disfrazados de leprosos. En cualquier caso, les pareciera bien o mal, ella lo pensaba hacer para protegerse a si misma, a Kapoor y al señor Templeton... se giró entonces para verle, él que siempre había lucido tan impecable estaba hecho un desastre aunque mantenía sus ademanes exquisitamente educados, sonrió hacia él con simpatía, se alegraba de que estuviera entero. Tuvo otro palpito, la memoria de aquel beso la sonrojó.

Caminó como quien lo hace por espesa nieve de regreso a la retaguardia, aunque casi se cae en el último momento al engancharse con un codo doblado. El irlandés la sostuvo cortesmente de la mano, ayudandole a mantener el equilibrio y salir.
-Emmm...

Permaneció quieta un momento, a su lado, antes de poder decir nada

-Discúlpeme yo... Gracias

y se despidió devolviendole el beso en la mejilla.

--------oOo--------

Todos insistían en que durmiera pero ella no quería hacerlo hasta dejar arreglada a su madre. Kapoor le ayudó a bajarla a unas dependencias cerca de las cocinas donde la lavó y cambió de ropa, finalmente tuvo que sobreponerse a su propio miedo y ver el estado en el que el disparo la había dejado. Como única joya le prendió en el pecho un camafeo con el retrato de su padre y ella. Le quitó la alianza y la guardó para dársela a las hermanas, no quería nada Butler.
Terminó de amortajarla con el chal de seda y hecho esto entonces si lloró amargamente hasta que la extenuación la hizo quedarse dormida, acurrucada junto al cuerpo de lady Marion.

--------oOo--------

A la mañana siguiente su guardaespaldas no la dejó cavar la tumba, la obligó a lavarse y descansar un poco. Los músculos se le habían enfriado con la inactividad del sueño y notaba la sobrecarga del esfuerzo, hubiera agradecido que le dieran una pala para librarse de las agujetas pero entendió que le debía un último gesto a su madre y se arregló “decentemente” para el funeral.

Esperó a que las hermanas hubieran dado su adiós y se hubieran marchado para hacer ella lo propio.
Se presentó con una de sus maletas de viaje, una mas bien pequeña pero con varios cierres, que puso a los pies del cuerpo.
Dentro estaban las joyas de la familia Sedley y sus objetos más preciados, algún día exhumaría los restos de su madre para juntarlos con los de su padre y con ellos se llevaría lo que era exclusivamente suyo. Ahora era la última Sedley, debía seguir adelante para continuar con el legado de sus progenitores, para honrarles.

--------oOo--------

Una vez concluidos sus particulares ritos regresó a su habitación para volver a vestirse de hombre y ponerse a trabajar. Había tanto por hacer... pero estaba cansada, cuando fue a calzarse las botas se sentó en la cama, tan mullida y suave y fue su perdición. No pudo resistirse a la tentación de tumbarse "solo un momentito" pensó... desde su posición observó a través de la ventana, ironicamente parecía augurarse un día espléndido antojándosele de lo más cruel -Somos como hormigas, no... ni eso, no somos nada- que más daban las horripilancias que estaban teniendo lugar, el mundo seguía girando, completamente ajeno.
Tenía que reunirse con el resto, ver cuales eran los planes, pero estaba tan cansada... cerró los ojos un momento...

Notas de juego

Perdón señor master, lo he releido y he querido editarlo un poco :S

Un detalle: Mientras las gemelas despedían a su padre Georgina ha dejado la alianza de su madre en el cuarto de una de ellas, la que vosotras querais :)

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06/03/2013, 15:58
Katherine Connor

Katherine no podía creer lo que habían hecho, al menos habían mantenido a raya a aquellas cosas y nada más le interesaba en ese momento más que asearse y dormir un poco, quizás la pesadilla terminase pero no, al otro día, tuvieron que darle sepultura a su padre. Ese ser horrible que no conocían de nada y casi que sólo lo hizo por su hermana, luego se reunió con ella dentro, no quería molestar a su hermanastra, ya bastante había sufrido con el maltrato de su padre y viendo la muerte de su madre como para obligarla a soportarle a ella.

Estaba cabizbaja y distante, pero cuando estuvieron a solas, se dirigió a su hermana sin importar que Connor y Strafford escucharan lo que tenía para decirle a Evan.

Notas de juego

Hago otro post.

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06/03/2013, 16:02
Katherine Connor

Tomó las manos de su hermana, aunque no la miró de momento, si miró a Connor y se le hizo un nudo en la garganta.

-Evangeline, no sé en qué momento nos perdimos. Parece como si nunca hubiéramos vivido en esta casa, no sabíamos quién era nuestro padre y esa pobre mujer sufriendo en silencio el dolor que ese horrible monstruo que nuestro padre era le provocaba... No puedo creer que nunca fui capaz de ver quién era en realidad y aunque no le odio, siento que fui engañada toda la vida... Tantos años creyendo y viendo a un hombre bueno, dime, querida hermana, ¿en qué momento dejamos de ver la realidad? ¿cuando murió madre? No lo sé y ya no me importa pero no me queda nada más que tú y voy a cuidarte con mi vida si es necesario...

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y volvió a mirar a Connor, no iba a ir a ningún lado y esperaba que él pudiera perdonarla.

-No nos queda nada, no sabemos quién cogerá los vienes de nuestro padre y a saber si son suyos, quizás son de Georgina y en ese caso me alegra, al menos no se quedará sin nada y podrá sobrevivir si es que sobrevive a esto pero no es eso lo que me importa, nacimos en esta casa y en esta casa crecimos y fuimos criadas por alguien que nunca conocimos pero al que siempre llamamos padre y no voy a abandonar Butler Manor ni a ti, ¿lo entiendes?

Acarició la mejilla de su hermana, para ella era más increíble que su padre fuera lo que había sido que los muertos vivientes en sí pero la vida era así, se ensaña con unos y les da por su lado a otros, debía aprender a vivir con ello, aceptar ser estrellada y no estrella por la vida. Apretó la mano de su hermana.

-Los caballeros pueden irse si lo desean... ¿Verdad?

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06/03/2013, 16:33
Augustus Frederick

Intentó ayudar en lo que pudo durante la refriega, pero era evidente que aquello le superaba. Se sorprendió a si mismo alejándose de las ventanas e intentando apuntar con un fusil tembloroso sin éxito. Su cuerpo no estaba preparado para depender de sus reflejos y mucho menos para concentrarse en una situación similar. Ni la peor ronda en el hospital de Leeds se asemejaba a aquello.

Una vez finalizada la lucha, en la que su anciano tío había sido más útil que él, intentó compensar moviendo cuerpos putrefactos e intentando impedir infecciones futuras debido a ellos. Una vez quietos, aquellos cuerpos no le inquietaban lo más mínimo, y en cierta manera le fascinaban. Trató de inspeccionarlos lo mejor que pudo, aunque era evidente que las horas, la poca luz y la falta de instrumental impedían hacer un correcto análisis.

- No sabría decirle, señorita. - contestó pensativo, observando el espécimen que tenía delante - También es posible que tengan el olfato atrofiado y se guien por el movimiento de su alrededor. O es posible que haya otra explicación totalmente diferente. En estas circunstancias no puedo recomendar ni desaconsejar nada, me faltan datos empíricos.

A su parecer el debate más importante en aquellos momentos era qué curso de acción seguir dados los descubrimientos sobre el poder curativo de la quina. ¿Debían huír a un sitio más seguro y seguir huyendo, preocupándose sólo por sus propias vidas? ¿O debían intentar guiar sus pasos hacia la salvación de toda Inglaterra?

- Tiene toda la razón, - afirmó contestando a Strafford - aunque mi opinión sobre encerrarnos en un lugar más poblado no ha variado. Sin embargo, me gustaría proponer otro lugar al que ir: el hospital más cercano. Sé que conlleva sus riesgos, pero tal vez podamos encontrar alguna manera de acabar con toda esta pesadilla. Aunque en algún momento también deberíamos buscar algun cargamento de quina... tal vez en el puerto... - el discurso de Augustus se perdía según nuevas ideas se agolpaban en su mente - Quiero decir que deberíamos intentar hacer algo contra esta plaga. Es obvio que se necesita fuerza bruta para acabar con aquellos que están infectados, pero si queremos que Inglaterra prevalezca después de esto, lo que tenemos que hacer es evitar nuevas muertes. - miró al resto de gente, sabiendo que después de su comportamiento poco activo durante el ataque le restaba autoridad a su opinión.

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06/03/2013, 20:48
Evangeline Frederick

- No.

Evan mira a su hermana con gravedad, seria, severa.

- Me da igual lo que diga el universo y quien quiera decirlo, Kate. Tu padre no era un monstruo. Tu padre, papá, nos ha cuidado, amado y protegido toda la vida. Toda la vida, Kate. Cada vez que has deseado algo, lo ha conseguido para ti, para nosotras. Ha pasado horas y horas mirándonos, velándonos al dormir, escuchando lo que teníamos que decir y gastando su tiempo -era otra época, y de un padre no se esperaban las mismas cualidades que hoy día-. Su única meta en la vida era nuestra felicidad. Nos ha dado todo lo que tenía. Se ha casado con una mujer sin linaje -lo dijo sin acritud porque no guardaba rencor a Lady Marion, pero  la verdad es que no lo tenía- ni clase ninguna para que tú y yo pudiéramos pasar toda la vida entre algodones. ¿Eso es un monstruo, Katherine? No. Papá es el mejor padre que hubiera podido desear. Y no reniegaré de él -sacó el sello de lord Butler y se lo mostró a su hermana-. Lo llevaré con orgullo, y haré todo lo que esté en mi mano para proteger su casa, su nombre y su linaje. Lo que haga falta -terminó con fiereza.

Apretó la mano de su gemela y asintió con solemne lentitud.

- Y no abandonaré su casa. Aquí he nacido, y vive Dios que si tengo que morir defendiéndola, que así sea. Estaremos juntas, Kate: juntas nacimos y juntas permaneceremos hasta el final.

Abrazó a Katherine, besándola en la frente.  Desvió una mirada apesadumbrada y triste hacia Strafford. 

- Me gustaría hablar con usted a solas, capitán, si tiene a bien.  El despacho de papá -los ojos se le llenaron de lágrimas, Lord Butler no volvería a sentarse en ese asiento- será un lugar apropiado.

Notas de juego

Continúo suponiendo que los caballeros se han separado con las gemelas.

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07/03/2013, 02:59
Mr.Templeton

Cuando volvió a abrir los ojos, escuchando a alguien en la habitación, lo vió. Acababa de lavarse tras la batalla, y estaba tan cansado como ella. Se sentó a su lado a la cama y la miró un momento, a los ojos. No hubo diálogo, pero si una gran expresividad. Había reflexionado sobre lo que ella había hecho, sobre sus reacciones, sobre la situación.

Estiró la mano y acarició su mejilla con ella, suave, dulcemente. Luego, suspirando una única vez, le dijo esto.

-Se que estarás desorientada. Y se que en estas situaciones todo parece carecer de sentido, más que nuestros propios deseos. Ahora ya eres propietaria de la Sedley, y tienes todo el poder para decidir sobre el consejo. Un poder que tu madre no tenía. Por eso, no quiero que te sientas obligada a...

Parpadeó. Luego añadió.

-Soy un viejo, para ti. Un hombre mucho más mayor, no demasiado agraciado... -añadió, parpadeando- No soy un héroe de novela, solo un viajero, un comerciante astuto, un superviviente. Pero debo confesar que hay algo en ti, en toda esta situación, que me impide dejarte a tu suerte, a huir buscando mi propio beneficio. Te vas a reir... pero nunca me han amado de verdad. Siempre querían algo de mi, contactos, dinero... un divertimento pasajero. Yo era simplemente "ese hombre de paso", y un hombre de paso nunca echa raíces en ningún lugar, ni puede obligar a ninguna mujer a seguirle a través del ancho mundo.

Acarició su pelo, tímido.

-También creo que un amor forjado en estas circunstancias, es más fuerte que el propio destino. Y si tu... -suspiró, sin terminar la obvia frase- Disculpa, quizá estoy hablando de más. Solo quiero que sepas que, hagas lo que hagas, te seguiré. Hasta cerciorarme de que estás a salvo, escapas o esta pesadilla termina. No puedo pedirte ir más allá. No si tu no quieres.

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07/03/2013, 09:46
John Connor

La noche había pasado y habían sobrevivido. Ése era el objetivo y lo habían cumplido. Por el momento no había baja alguna salvo lo ocurrido con el señor Butler y su esposa. El grupo de supervivientes se reorganiza siendo consciente de que no tardará en regresar otra oleada de muertos. Con las luces del día, los ánimos parecen renovarse, aunque tienen por delante el mismo panorama desolador. La epidemia no conoce de horarios y quizá tampoco de estaciones, habrá que erradicar el mal antes de que sea imparable.

Connor ayuda en el entierro del patriarca de los Butler. Se retira la casaca y su camisa no tarda en perder su blancura. Es capaz de sentir el dolor que debe estar sufriendo Katherine. Y también sus hermanas. El incidente, aún no demasiado claro en su mente, podría desembocar en otra tragedia interna, una vez se superen los malos tragos del entierro. Ojalá no ocurra nada, pues bastante mal asunto ya tienen con la infestación que les trata de devorar.

John se acerca a Kate mientras su hermana revela su intención de no abandonar su hogar, aún a riesgo de perder la vida en ello. - Con todos mis respetos señorita. Me hago cargo de su dolor, pero creo que debe ser su juicio y no los sentimientos quien tome la decisión. La munición no durará para siempre y el enemigo cada hora se hace más numeroso - Mientras Evangeline trata de hablar con Strafford, Connor aprovecha para permanecer junto a Kate. Los últimos acontecimentos le han impedido poder acercarse a ella. A pesar de no encontrarse con la pulcredad de su uniforme de horas atrás, la abraza. - Lamento todo lo ocurrido. Era mi deber protegeros. No he podido evitar que pierda a un ser querido y ello me causa dolor - El Capitán deja pasar unos instantes y consulta a la muchacha. - ¿Qué decisión tomará? ¿Permancerá junto a su hermana en la casa? De ser así, tendré que respetarlo. Acudiré al fuerte y trataré de hacer acopio de munición y armas y se las entregaré. Es posible que encuentre dificultades para llevarlo a cabo y quizá pudieran detenerme. Si no regresara, me gustaría que supiérais que desde el día en que le ví en el pueblo su rostro quedó impreso en mí. No sé si serán evidentes mis sentimientos, creo que para una mujer esas cosas no suelen pasar desapercibidas. Ojalá no hubieran ocurrido estos trágicos sucesos. De haber sido así, ahora estaría hablando con su padre solicitando su mano. Pensar en regresar del fuerte y volver a verla me llena de fuerzas. Quizá el Capitán Strafford deba quedarse por si no pudiera regresar y así disponer de su buena perícia en el combate. En mi ausencia, no podría pensar en nadie mejor para su protección. Cuando regrese de hablar con su hermana le comentaré mi intención. Hasta entonces... -

Connor, observando que nadie más se encontraba en el escondido rincón del jardín, miró fijamente a Katherine y sujetándola firmemente la besó.

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07/03/2013, 15:39
Katherine Connor

Katherine escuchó a su hermana en silencio, no sabía cómo había sucedido aquello y estaba muy confundida, la observó apartarse con Strafford y asintió, aunque no se había convencido del todo. Y la miró apartarse, mientras sentía que el corazón se le partía en mil pedazos, bueno, si acaso se podía más. Sin embargo, estaba resuelta y su hermana le había dado el ok a aquella decisión.

Notas de juego

Hago otro post.

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07/03/2013, 15:48
Katherine Connor

Katherine escuchó a su hermana en silencio, no sabía cómo había sucedido aquello y estaba muy confundida, la observó apartarse con Strafford y asintió, aunque no se había convencido del todo. Entonces escuchó a Connor y sintió que la pena rebalsaba su corazón, viéndolo que se preocupaba de no haber evitado lo inevitable e incluso se sintió culpable de hacerlo sufrir de ese modo pero no se atrevió a interrumpirlo, de momento no y lo dejó hablar hasta que el joven capitán posó sus labios en los de ella. No era un beso tierno y suave, sino más bien, era un beso en consecuencia a lo cerca que habían estado de la muerte, un beso en el que ella le entregaba el alma porque no podía entregarle el cuerpo. Cuando se apartó de él, tomó su rostro entre sus dos manos y lo miró fijamente.

-¿No puedes quedarte?

Fue su pregunta que salió clara y llana de los labios de la joven Butler y no es que no le danzara en la cabeza lo que él le había dicho sobre estar allí hablando con su padre en otras condiciones que no fueran aquellas y no es que olvidara que afuera había un montón de cosas que más tarde o temprano intentarían comérselos, simplemente era que sabía que si le dejaba ir, posiblemente no le volvería a ver nunca y el solo hecho de perderlo a él también le abrumaba terriblemente pero no espero por la respuesta, finalmente sabía perfectamente cuál sería. Entonces, sin soltar su rostro, prosiguió.

-No podíamos hacer nada, Connor... Nadie podía y perdona si al final me he olvidado de tu rango y de hablarte con corrección pero creo que ya nada me importa y no quiero perder a las únicas dos personas que me quedan, mi hermana y tú...

Miró alrededor, también estaba Georgina pero sabía o al menos así lo estimaba, que ella las odiaba y que posiblemente, ni siquiera quisiera tener que ver con ellas cuando todo terminase, si es que terminaba bien. Soltó el rostro del muchacho y se abrazó a él con fuerza hablándole al oído.

-No te vayas, no me dejes...-suplicó entre lágrimas.

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07/03/2013, 20:34
Narcisus Strafford

Narcisus, aún en la conversación grupal, antes de que nadie se escindiese por sus bandos, respondió al médico, Augustus. Obvió el resto, sin necesidad ni deseo de inmiscuirse en los asuntos privados de las mujeres sin permiso ni interés. Simplemente, no era su problema, ni le afectaba, y no podía hacer nada al respecto. No eran sus muertos, ni su dolor, y le faltaba empatía como para ponerse en el lugar de las mujeres. Él era, en cierto modo, un animal, a expensas de que demostrase tener sangre en las venas y cerebro en la cabeza.

- Por lo pronto, hasta no saber más sobre el exacto medio de contagio de esta enfermedad, no me cubriré con ninguno de sus fluidos- espetó-. Es obvio que entramos en contacto con ellos, tanto al matarlos como mover los cuerpos- no podía llevar siempre guantes, los mismos se manchaban, y la sangre salpicaba-. Quizás sea útil y beneficioso para que no nos detecten, pero lo creo demasiado arriesgado.

En resumidas cuentas, coincidía con Augustus a ese respecto, aunque al no saber lo bastante de medicina, no podía emplear una terminología totalmente adecuada y científica, más propia de alguien como el médico, son sabiduría en la materia y cultura al respecto.

- Pero disiento hacia donde movernos. Los hospitales y los puertos, a mi modo de ver, habrán recibido mayor afluencia que el cuartel. Creo- barajó sin ánimo de ser demasiado duro, pero sí sincero-. Personalmente, veo ambos sitios como un foco de infección, con una capacidad de defensa mucho menor que una fortificación militar- carraspeó, molesto por lo que iba a decir, pues era verdad-. Soy consciente de que sólo mis posibilidades de llegar a casa- el cuartel- decrecen sobremanera, por lo que me resignaré a la opinión de la mayoría. Yo voto por el cuartel. Cuando cada cual tenga su veredicto, háganmelo saber para saber adónde dirigirnos, si es que no nos separamos- calló un segundo, desviando la mirada, nuevamente nervioso-. Si es que lo hacemos, cosa que no quisiera.

Se le veía algo tenso al decir aquello, pues sabía que era cierto, aunque fuese con conveniencia. Sabía que era demasiado frío y aséptico para las circunstancias, pero no podía hacer nada al respecto. Él era así, simplemente. Se marchó, descansó la cabeza, y al rato volvió, topándose sólo con las gemelas y su compañero de armas. No habría pasado mucho, pero Georgina ya se había evaporado.

 

Notas de juego

El último párrafo es para justificar las conversaciones múltiples con diversos destinatarios. Simplemente.

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07/03/2013, 20:46
Narcisus Strafford

Narcisus llegó ante las intervenciones de Katherine, escuchando también a su homóloga y al soldado que compartía su mismo rango. Llevaba el rostro lavado con agua, y aún goteaba, pese a estar parcialmente seco gracias a una manga húmeda, sobre la muñeca derecha. Lucía cansancio y hastío en la mirada, así como cierto flaqueo de voluntad. Estaba maltrecho a nivel físico y emocional, aunque no hubiese heridas sino falta de energías. Precisaba comer, dormir, y sentarse durante un tiempo.

Pero seguía en plena forma, pese a su aspecto. Si en algún momento se daba una situación crítica, reaccionaría en tensión, liberando adrenalina e ignorando toda emoción adjunta salvo el objetivo principal. Era un hecho, como lo era el responder de forma parca sólo a lo que le interesaba.

- No le recomiendo viajar sólo, Connor- apuntó Narcisus, diplomático como en su trabajo-. Dada la situación, sus probabilidades de éxito son bajas, pese a su increíble talento- halagó, meramente por no ofender al hombre con su opinión en contra-. Dudo de nuestra seguridad yendo todos juntos, pese a ver gran talento innato entre los presentes- se giró parcialmente hacia las gemelas, señalándolas con la comunicación no verbal-. Solos, mi sensación de alarma e inseguridad se dispararía. Debemos movernos, y lo más seguro es hacerlo en bloque. Sigo pensando que lo lógico dadas las circunstancias es volver a nuestro puesto de trabajo, como manda nuestra responsabilidad moral, legal, y la falta de material y estabilidad actual. Si la posición en la guerra es mala, hay que retroceder hasta la trinchera.

Se giró hacia Evangeline, mirándola con una mezcla de reprobación y ternura. Era la mirada de un padre que amaba a su hijo, pero que sabía debía tomar medidas contra algo que estaba haciendo mal. Como si Evan, efectivamente, fuese una niña movida por el impulso infantil de atarse en la tierra. A su modo, era lógico, pero Narcisus parecía incapaz de comprender implicaciones emocionales para con los padres, por lo que no daba crédito a esa opinión.

- Desconozco qué haré si finalmente decide no moverse de este hogar, pero sepa que quedarse anclada a este territorio me parece una sentencia de muerte- lo dijo desinflándose, como si le pesase tener que lucir esa personalidad, y cada vez le costase más. Decir que aquello era una sentencia de muerte le dolió hasta en la ceja-. No deseo fundirme con la tierra tan pronto, y tengo una obligación como soldado, pero por otro lado no me parece ético abandonarla aquí. Me pone en un compromiso.

Lo dijo delante de todos, siendo claro y sincero, sin nada que ocultar. Hecho ello, Narcisus se movió a paso lento, esperando a que la mujer le siguiese mientras Kath y Connor seguían, probablemente, hablando a sus espaldas. Deambuló paciente, con gesto cansado y desvitalizado, hasta "el despacho de papa", pidiendo referencias para saber exactamente dónde estaba. Cerró la puerta tras él, y sin girarse siquiera, mirando la madera móvil, esperó a oír la voz a sus espaldas, creyéndola inminente. Evan quería hablar con él a solas, así que Evan diría, seguramente.

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07/03/2013, 21:39
Evangeline Frederick

Evan cerró la puerta del despacho, pesadumbre y luto ensombreciendo su rostro. Acarició el asiento tras la mesa antigua donde había visto a su padre leyendo documentos cientos de veces, y se asomó a la ventana. Fuera, los terrenos circundantes estaban salpicados de muerte.

- Iré al grano, capitán -comenzó con voz grave y rasposa por las lágrimas y la pena-. Usted es un hombre de mundo y no es necesario que le explique que, en este momento, tanto yo como mi hermana Kate nos encontramos en una situación terrible. En el improbable caso de que sobrevivamos a las semanas que nos esperan, cuando la plaga remita Kate y yo quedaremos a merced económica y legal del heredero de la fortuna de padre. Es decir, un pariente de cierta edad al cual no hemos visto en la vida y de cuyas intenciones no sabemos nada. Si lo desea, puede dejarnos morir en la calle. Y no tiene razones para no hacerlo.

Se giró y clavó los ojos en Strafford. Desolada, parecía haber envejecido veinte años en unos días.

- No puedo permitirme ningún lujo, capitán Strafford. El bienestar de mi hermana y el linaje de mis antepasados descansan sobre mis hombros. No puedo permitirme el lujo de dar nada por supuesto, de ser descuidada o de dejar de velar por los intereses de mi familia. Si sobrevivimos, Kate y yo estaremos en la más absoluta pobreza desde el momento en que un abogado lea el testamento de papá.

Se dejó caer en un asiento, agotada. La situación la sobrepasaba, era más de lo que podía controlar, de lo que sabía controlar.

- Yo no debería estar aquí ahora manteniendo esta conversación con usted, capitán. Es una falta al decoro y una indelicadeza, y nadie lo sabe mejor que yo. Pero el bienestar y la vida de mi hermana están en juego. Así que haré lo que tengo que hacer,  o lo que pueda hacer. Negocios, porque actualmente no tengo nada más y no puedo permitirme otra cosa.

Miró al hombre con pesadumbre. No era esto lo que esperaba de la vida. Tragó saliva. Sabía lo que tenía que hacer para proteger los intereses de la familia y la vida de su hermana, pero era todo tan frío...

- Plantéese esto como un negocio del que ambos podamos sacar beneficio. Desconozco si tiene interés en el matrimonio, pero quizá le pueda tentar con otras mercancías -así se sentía, mercancía. Las cosas ni siquiera tenían el barniz brillante que hacía de esta píldora amarga un dulce-. Le ofrezco mi mano, ni más ni menos, y los bienes y propiedades asociados a ella. A cambio, lo único que le pido es que garantice la seguridad y bienestar de Kate. Me comprometo a adaptarme a sus deseos durante el resto de su vida. Jamás levantaré la voz, jamás le llevaré la contraria ni tendré un deseo que no sea el suyo. Podrá hacer cuanto le plazca -pensó en los comentarios de Lady Butler sobre la vida licenciosa de los soldados-, y jamás enarcaré una ceja. Me adaptaré total y completamente a sus caprichos y deseos. Lo que le ofrezco, capitán Strafford, es mi mano, bienes y voluntad. A cambio, lo que le pido es el bienestar de Katherine.

Se reclinó hacia atrás en el asiento, mirándole a los ojos, agotada y entristecida.

- No es un mal trato, capitán -dijo, casi llorando de angustia y preocupación-. Tarde o temprano tendrá que casarse y perpetuar su linaje. Yo le ofrezco todas las facilidades. Nunca tendrá que molestarse en pensar si su mujer tendrá amantes, o si aceptará ir a tal o cual fiesta, o si discutirá por querer cambiar un tapizado, o si le gritará por descubrir sus compañías. Le ofrezco paz marital hasta el fin de sus días. Cuidar de Kate es un precio bajo. Y no me diga  -frunció la nariz- que el capitán Connor parece muy capaz... eso me da igual. Connor no puede mantener el nivel de vida que Kate se merece, y ella es una  romántica. Se casará cuando su corazón se lo diga, y si se lo dice después de la lectura del testamento, cuando estemos en la más terrible pobreza, lo hará entonces. Contigo pan y cebolla, ¡ja! Necesito estar casada cuanto antes, capitán. Por las dos.

Obligada a cuidar de sí misma y de su gemela, Evangeline estaba evidentemente sobrepasada por la situación.

- Piénselo. No tengo prisa. No me voy a mover de aquí. Prefiero morir en mi casa que sobrevivir para acabar indigente en las calles de Londres. Le ofrezco el matrimonio más ventajoso que pueda desear -evidentemennte, la opción de casarse por amor era algo que Evangeline no se planteaba. Y menos ahora.

 

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07/03/2013, 23:51
Narcisus Strafford

Narcisus reaccionó a la altura de sus talentos y de sus circunstancias. Se lo pensó mucho antes de hablar, meditando lo que le rumiaba en la cabeza. Era mucha información soltada de golpe y muy relamida. No se acordaría de dar matices y apuntes a todo lo que hubiera sido justo y menester. No mudó su posición hasta hablar, aprovechando que su espalda no decía nada. Quedó mudo y quieto, escuchando mientras hacía ojos ciegos sin ver a Evangeline. Le sobraba con oírla, mientras él cambiaba el rostro a un palmo de la puerta. Sonrió, arrugó el ceño, parpadeó, soltó aire, e incluso afiló los ojos. Eran muchas reacciones ante muchas palabras, pero eran desechables ante Evangeline, que las tomó como supuestas pero no en qué momentos. Era obvio que algo habría pensado Strafford, y que habría repercutido en su rostro. ¿Qué? A saber.

- Es una mala comerciante, señorita Bulter- dijo Narcisus al fin, girándose y mirándola a los ojos con la mayor de las frialdades, a expensas de la reacción. Si lloraba, cedería en su actitud, pero sin un total detonante, la voz quebrada no le bastaría para vencer su mascarada de inhumanidad-. No puedo darle una respuesta definitiva ahora, como usted comprenderá- para su desgracia, pensó, pero lo omitió para no ser excesivamente cruel-, pero creo que aceptaré. Tampoco puedo prometerle nada al respecto- porque me conozco, pensó, pero más de lo mismo-, pero sepa que por el momento no tengo interés alguno en aprovecharme como se podría de esa oferta. Sigo pensando que es usted la mejor persona que he conocido en mucho tiempo.

Calló, cesando en su discurso mientras reflexionaba. Tras un tenso silencio, siguió hablando.

- Reconozco que verla actuar frente a los infectados mina mi visión sobre usted- atinó a confesar, con un deje de lástima al decirlo, como si ello no fuese bueno para nadie. No creía a Evangeline capaz de hacerle eso a nadie, pero lo era. Y seguían siendo humanos, a fin de cuentas. En cierto modo era una asesina, pese a la afección que achacaba las personas convirtiéndolas en muertos vivientes-, pero sigue siendo una mujer excesivamente inocente. Sé de varios compañeros de armas que la habrían levantado las enaguas para comprobar qué hay de cierto en sus palabras, pero, para suerte de ambos, la simple idea me provoca más nausea que enfrentarme cara a cara con los Caminantes.

Tras decir aquello, Strafford se sintió mal. Muy mal. Se sintió francamente hundido a nivel anímico, y en su rostro se grabó una expresión de pena y depresión, por primera vez. Le afectaba haber dicho algo así a una mujer como Evangeline. El mero ser capaz de ello le apenaba. No merecía ese trato, y en aquel momento sólo quería revocar lo dicho y retroceder en el tiempo, o abrazarla y decir que lo sentía, pero no podía hacer nada de ello.

- Lo siento- dijo intentando, sin éxito, recobrar la compostura-. No es en absoluto apropiado decirlo, pero ya estamos haciendo algo inapropiado, y debo decirlo a alguien. Mi padre era peor que el suyo. Imagínese. Temo convertirme en él. Me debato sobre cómo encarar esta oferta, y ello me aterra- se dejó caer sobre una silla, pasándose una mano por el pelo, sintiendo humo en la cabeza-. Un buen hombre no tardaría tanto en saber cuál respuesta decir. Un buen hombre no tardaría nada en descubrir cuál era la respuesta ética, moral, o humanamente, como lo quiera decir, me da igual, correcta. Temo que yo ya no sé ni qué es lo apropiado.

Supuso el cómo interpretaría aquello Evan, así que procedió a explicarse, tendiéndole la mano libre, moribunda, famélico de algo de afecto. En cierto y macabro modo, era como algunos maltratadores. Necesitaba afecto y reconciliación, pero siempre volvía a estallar.

- No me refiero a aceptar o no su propuesta, aunque temo acabaré decantándome por lo primero- redundó-, sino al cómo sacar partido de ella. Ofrece usted mucho a un hombre cruel, Evangeline. Aún distingo a veces lo que está mal de lo que está bien, pero confieso que cada semana encuentro...

El hombre hizo algo extraño. Una mezcla entre llano y risa. Duró unos segundos, pero no dejó de ser algo ciertamente inquietante. Subió y bajó el pecho, cual mente desequilibrada. No patológicamente enferma por un trastorno de la personalidad, ni una esquizofrenia, pero sí por un trastorno de la moralidad, que le hacía dudar entre si era divertido, triste, o irónicamente divertido o triste. No atinaba a comprender el por qué de aquella reacción.

- ... encuentro más agradable cosas que no debieran serlas. Como militar y hombre, llego a encontrar cierta satisfacción en algunos actos que sólo debieran estar reservados para la guerra- atinó a decir al fin, siendo suave en sus palabras-. Ya no hablo de matar, o de torturar. Hablo de adaptarla a mis deseos durante el resto de su vida, sin que levante la voz, lleve la contraria, o tenga un deseo que no sea el mismo. Hablo de hacer cuanto me plazca sin que enarque una ceja, adaptándose total y completamente a mis caprichos y deseos.

Narcisus volvió, tras repetir adaptadas las palabras de Evan, a repetir su mezcla de llanto y risa. Al acabar, limpiándose con la manga la nariz, alzó los ojos.

- Lo siento- volvió a confesar, como si ello lo arreglase todo.

Era una persona rota entre dos mares sin distinguir donde estaba el norte.

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08/03/2013, 00:49
Georgina Templeton-Sedley
Sólo para el director

Cuando despertó no sabía cuanto tiempo había transcurrido, ni siquiera recordaba haberse dormido. El cuerpo le pesaba aunque se encontraba infinitamente mejor, un sueño muy reparador. Al sentir la caricia de Templeton, por un segundo, creyó seguir dormida. Le gustó.

Era un hombre distinto, el que siempre había creído ver al fondo de esos ojillos escrutadores, sin ceremonias ni diplomacia, desnudo. Para como él era se le notaba visiblemente afectado, se atrevería a decir que incluso con miedo...
Le escuchó atentamente desde su posición tumbada, el hombre, en su corrección y temor apenas se había atrevido a sentarse al borde de la cama ¿Cuanto tiempo llevaría allí en silencio hasta atreverse a hacer un ruido y despertarla? A cada palabra Georgina estaba más conmovida, a cualquier persona le habría parecido quizás frío o aseptico, pero a ella que llevaba tiempo observandole, que llevaba años escuchando frases pomposas y relamidas, tal nivel de sinceridad le pareció valiente y encantador. Un señor, adulto y formado, temeroso ante una adolescente, descubriendo lo que el consideraba sus desventajas, no declarandose, si no confesandose.

Se sintió alagada, abrumada, intrigada... ¿Que habría visto en ella más allá de su fortuna? Era rebelde, ácida, tampoco es que la adornara más belleza que la de la simple juventud e inexperta a todas luces. La había visto comportarse como un cuatrero, la sabía asesina, era una asesina... hasta ese momento la duda que había frenado a Georgina en cuanto a realizar su propuesta al irlandés era la sombra del interés, el temor de que esa amabilidad se tornara en ambición y posesibidad tras las nupcias. Pero como funestamente había podido comprobar, la pasada noche, las máscaras habían caído y lo más profundo que había dentro de cada uno había aflorado revelando su autentica naturaleza, si Templeton no había huido aún, si estaba allí sentado era por que de verdad quería estar con ella.

Hubo silencio, se quedó mirándole como si no pudiera creer lo que estaba pasando, le parecía mucho más increíble que el hecho de que los muertos caminaran. Era precioso, maravilloso, lo más bonito que había visto y oído nunca, era la clase de amor que tan  solo había visto en sus padres, ese que (ahora lo sabía) efectivamente no tiene edad.
Se llevó las manos a las mejillas y la frente, queriendo reaccionar, temiendo estar febril. Cerró los ojos, respiró hondo casi de cara a las sábanas, temblaba por dentro. Finalmente se incorporó para sacarse la única bota que había llegado a ponerse, apartó los zapatos con un pie, caminó lentamente hacia la puerta entornada y se asomó al pasillo, allí, sin que nadie la viera se permitió una sincera y nerviosa sonrisa, apenas un segundo, luego cerró.
Tardó unas milésimas en darse la vuelta, estaba apunto de dar (si sobrevivían) el paso más importante de su vida. Quedó pensativa, apoyada en la puerta, se le ocurrían mil millones de cosas que decir y todas le parecían estúpidas o cursis. Recordó las últimas palabras de su madre, que más daban la empresa, los años o lo que fuera, al final y siempre lo único que contaba era el amor.

-Señor Templeton...

se mordió el labio inferior y avanzó hasta la cama quedando frente a él todo lo próxima que pudo. Dandose un poco de tiempo a si misma para asegurarse de lo que iba a hacer le alzó la cara con un suave gesto, devolviendole una mirada llena de anhelos y ternura. Sonrió observando los peculiares rasgos del irlandés, con su particular encanto, deslizó la mano apartandole el pelo a modo de caricia. Le gustaba su pelo, era azafrán, su color y sabor favorito

-...en absoluto estoy desorientada, estoy más lúcida que nunca...

respiró hondo y con ello tomó el aliento suficiente para volver a besarle, esta vez profundamente, mientras avanzaba sobre él y suavemente lo obligaba a inclinarse hasta dar con la espalda en el colchón. No sabía cuanto tiempo de vida les quedaba, no sabía si volverían a ver una cama en mucho tiempo, eran tiempos apremiantes que no dejaban lugar a titubeos ni circunloquios. En el fondo de su corazón lo supo desde el primer momento, desde que leyó esa carta, desde que le habló en la fiesta y ante tal certeza entendió que era el instante preciso.

-nada me haría más feliz... que verle cada mañana al despertar, que lo hiciera con una caricia como la de hace un momento y que me mirara así cada día... nos queden los días que nos queden sobre la tierra...

Dicho lo cual, la joven, volvió a besarle entregandose por completo a sus brazos esperando que aquel fuera el sello que les uniera para siempre.

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08/03/2013, 13:26
Evangeline Frederick

Sé de varios compañeros de armas que la habrían levantado las enaguas para comprobar qué hay de cierto en sus palabras, pero, para suerte de ambos, la simple idea me provoca más nausea que enfrentarme cara a cara con los Caminantes.

Si Narcisus necesitaba lágrimas, aquella frase inesperadamente cruel las consiguió. Inesperadamente, porque de haber intentado Strafford levantarle las enaguas, Evan se habría indignado y horrorizado; pero saber que la idea de verla como a una mujer le asqueaba hasta tal punto no era, por decirlo suavemente, agradable. Evangeline se encogió sobre si misma, una patada en toda la boca,  y las lágrimas que hasta el momento pugnaban por salir rompieron finalmente a brotar.
No obstante, Strafford se disculpó casi de inmediato, y una descompuesta Evan aceptó sus disculpas sacando un pañuelo tan negro como su vestido de luto y secándose las mejillas. ¿Quizá es que era uno de esos caballeros... que sólo aceptan la compañía de otros caballeros? Bajó la mirada. Daba igual. Mientras protegiera a su familia, daba igual.
Las palabras del capitán, a continuación, le desvelaron muchos secretos de su comportamiento y su actitud. En lo que a ella respectaba, Lord Butler no era, ni había sino jamás, un monstruo. Nada ni nadie podría convencerla de lo contrario. Cualquier argumento contra tal circunstancia era un error, una malinterpretación o una mentira descarada y capciosa. Pero empatizó con el soldado, un hombre espantado por no ser capaz de distinguir el bien del mal. Le dejó hablar, desahogarse, sin mirarle con más que lástima y conmiseración 
Cuando él le tendió la mano, ella la tomó. La puso boca arriba y acarició la palma encallecida de sujetar la espada con delicadeza, intentando tranquilizarle. Así de absurdamente: una cría que acababa de quedar huérfana y quizá en la calle, cuidando -o intentando- de un hombre más adulto, maduro, capaz y vivido que ella.  A Evan le podía ese instinto maternal excesivamente benéfico y bienintencionado. No era consciente de en qué pozo podía estar metiéndose, en la oscura vida de maltratado de Strafford, que en cualquier momento podía pasar a maltratador. También hay que decir que le daba igual, con tal de proteger a Kate hubiera hecho cualquier cosa.
Achacó las reacciones extrañas de Strafford a la tensión acumulada por todos. Una mujer más astuta hubiera sabido ver las señales, pero Evan no lo era. Cuando finalmente el hombre se disculpó, le secó con cuidado los ojos con su propio pañuelo, apartándole el brazo de la nariz. Una vez más, actitud maternal no pedida y quizá, no deseada.

- Al menos estamos de acuerdo en que esta situación no debería de darse. Pero se da -lo dijo con desconcierto, sin llegar a comprender todavía cómo era posible que se diera-. Le preocupa perder la orientación -añadió, despertando de su ensueño-, el norte, el -medio sonrió, recordando la conversación en el baile. Habían pasado varias vidas desde aquello- placer por el arte que separa al ser humano del animal.

Se quedó pensativa, analizando las palabras e intenciones de su interlocutor, no con demasiado éxito.

- Otra carta que puedo poner sobre la mesa, para usted, es la oferta de encargarme de mantenerle encarado hacia el norte, si lo desea. Eso será incompatible, quizá, con convertirme en una extensión de su voluntad, pero quizá le resulte más tentador. Como ve, tiene razón: soy mala negociando, y estoy dispuesta a cualquier cosa para proteger a Katherine de la miseria y la muerte. Lo que quiera que escoja, si es que algo escoge, estará bien. No estoy tratando con usted desde la ignorancia - dijo, engañadísima, sin ser consciente de su propia candidez-, sé lo que le ofrezco y porqué lo hago. No debería sentirse culpable decida lo que decida.

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09/03/2013, 00:11
Narcisus Strafford

Narcisus se dejó maquillar, aunque notaba cierta urticaria por dentro al quedarse quieto mientras le trataban, a sus ojos, como a un niño. Como uno lloroso que aún necesitaba de su madre. ¿De su madre? ¿Narcisus? Já. Narcisus lo que necesitaba era de menos a su padre, simplemente. Su vida hubiese sido mucho más sencilla, y ahora quizás estaría, suponiendo que sólo el origen hubiese cambiado en la ucronía, calmando a Evangeline y realizando algún tipo de cacareo conciliador y sentimental, casi romántico y protector a partes iguales. Una verdadera lástima cómo se desarrollaron los acontecimientos.

- Hay algo que no puedo cambiar, Bulter- dijo sin más, tomándose la confianza de omitir Señorita, aunque no lo hizo por ello, sino por mera familiaridad de trato. Mantener cortesías a esas alturas le parecía superfluo e hipócrita-. Quizás no me quiera ir de todo hacia el sur. No quiero acabar mis días sabiendo en mi último halieto que he sido durante mi vida un hijo del mismísimo diablo, y que me espera lo peor en el infierno.

Narcisus no era católico. No pisaba iglesias. Pero al parecer, había cierta ideología religiosa en su mollera. La razón era muy simple. No confiaba en la existencia de un dios redentor que velase por el bien. Algo así no permitiría la guerra, ni a su padre. Pero sí creía en que la vida devolvía lo malo que sembrabas. El señor Bulter había muerto entre alfileres. Los muertos caminaban surgidos de las fosas comunes. Las mujeres mataban con arcos y los hombres no descansaban cavando tumbas. Ya vivían en el infierno, pero aún podía ser peor. Podía no quedar un sólo hombre bueno sobre la tierra, y convertir la faz en un campo bélico masivo sin tregua ni piedad.

- Pero entienda que su Norte no será jamás el mío- Narcisus se levantó de pronto, tomando a Evangeline por la muñeca. No pretendía hacerla verdadero daño, pero sí asustarla lo bastante como para que se adaptase al mundo en que ahora vivían. No plenamente, pero sí que asimilase su justa medida para sobrevivir-. Porto a las espaldas cicatrices reales representando a una hermana muerta y violada a manos de mi padre- sentó a Evan en otra silla, poniendo un pie sobre la misma, entre las piernas de la mujer, pisando la falda-. Los crímenes de guerra se volatilizan cuando es por una buena causa, y uno aprende a mirar hacia otro lado ante un hombre partido en dos, que aún grita. Aprende a ignorar a la mujer que, a enaguas levantadas- inclinó el pie hacia delante, presionando el bajo vientre de la huérfana de una forma muy descriptiva- por cuatro militares, que la violan sin decidir si la razón principal es saciar un impulso primario o que su marido, allí presente, diga lo que quieren saber, pese a sangrar por una boca sin dientes.

Todo aquello podía ser verdad o mera exageración, pero Strafford lo dijo como si fuese cierto. El tono serio y despectivo de sus palabras era el de un desván lleno de pólvora. Abrías la puerta y llovía tu final si soltabas la antorcha. Ese era el mensaje que quería transmitirle a su interlocutora, paradójicamente.

- Escúcheme con atención- dijo con lentitud y gravedad, alzando las cejas mientras acercaba el rostro, sin quitar los ojos de Evan. Como si no tuviese ya toda la atención del mundo-. Morirá por mucho que la defienda si sigue aquí. Tiene dos opciones. Aferrarse al hogar donde nació y morir, en cuyo caso le recomiendo cortarse las venas antes de que la devoren en vida- cerró los dientes tras la última palabra, y los hizo chirriar con la mandíbula de abajo, cual sierra. Muy descriptivo-. O puede mover su virginal cuerpo y aprender una valiosa lección. El mundo no sigue sus reglas. Y yo tampoco. Esa es mi respuesta. ¿Quiere que proteja a las dos gemelas Bulter? Pues sea capaz de asimilar que un militar curtido desde la más triste infancia sabe más de protección y supervivencia que una mujer cuya mayor picardía hasta hace un día ha sido comer más tarta de la normal.

Recordar la fiesta no lo hacía sino más duro. Indicaba que el hombre lo recordaba todo, y que aquel hombre, si bien existía, no estaba presente en aquel preciso instante. Pero sus conocimientos, sí. Lo curioso era que, leyendo entre líneas, Narcisus en el fondo luchaba contra si mismo, canalizando su personalidad de una forma constructiva y beneficiosa para todos. Estaba haciendo el bien, empleando los únicos medios de que disponía.

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10/03/2013, 12:00
Evangeline Frederick

Si Evangeline creía que su espanto había tocado techo, se equivocaba. Cuando la coge del brazo con agresividad y la deja sobre una silla con una brusquedad impropia de un caballero -o de lo que a ella la han educado para pensar que es un caballero- se asombra, molesta e inquieta. Cuando en medio del feroz discurso del hombre entra en juego el indiscreto zapato, destrozando todos las muletas sociales de cortesía y decoro que ella emplea para moverse por el mundo, directamente se echa a llorar, ahogada en terror y espanto. Una no espera violencia y agresión de aquellos en quienes confía, y un acto menor de salvajismo en manos de alguien cercano resulta mil veces más impactante que un intento de asesinato por parte de un completo desconocido. Cascadas de lágrimas saladas se escapan en silencio aterrado por los ojos de una muchacha que hace una semana no era capaz de concebir un universo en el que esto ocurriese.

Serpentea gimoteante contra el respaldo de la silla, intentando retroceder con las manos y las uñas clavadas en los brazos de la silla, apartando el rostro todo cuanto puede del hombre que no reconoce frente a ella. No obstante, esto es Strafford: con suerte, un sociópata. Con mala suerte, un psicópata.

El matiz de sus palabras es brutal, bofetada tras bofetada en el delicado ánimo de la frágil joven. Sin saber ni quién es, está a un paso de convertirse en una Blanche duBois de un siglo antes. Las palabras de Strafford pierden todo su sentido cuando el lenguaje que llena la conversación es el de su cuerpo agresivo y su tono de voz feroz , la violencia a duras penas contenida.

- ¡Suélteme... déjeme! - es todo lo que es capaz de articular, en un susurro aterrorizado y ahogado por el pánico. Un pánico tanto más terrible por provenir de alguien en quien confiaba.

Dentro de un par de minutos, asimilará a quién ha hecho la propuesta que ha hecho. Y, lamentablemente para ella, la inocente y cándida Evan, nada preparada para el mundo real, pensará que pagar cualquier precio por la salud y bienestar de su hermana es aceptable.

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10/03/2013, 15:23
Narcisus Strafford

Narcisus, lejos de compadecerse, se mantuvo férreo en su determinación. Sentía desagrado por lo que estaba haciendo, pero no podía mostrarlo. Evangeline no distaba mucho de cualquier niña. Era inocente, caprichosa, y débil. No sobreviviría a un pequeño apocalipsis más de seis días desde aquel momento. Strafford estaba convencido de que era un hecho, al menos sin ayuda. Al sentir cierto aprecio por la mujer, se veía en la intención de ayudarla.

A pasos de gigante, la actitud de Evangeline lo hacía sentir rechazo. Él se consideraba inexpugnable tras sus capas de acero reforzado que blindaban corazón y cerebro, y no veía sino patetismo en el sucumbir a nivel físico y social. De ahí que aún oliendo a sudor, no se resignase a ducharse y dormir. Obviamente, se asearía en cuanto tuviese tiempo, pero no podía permitirse descansar, pese a que, egoístamente, hubiese sido más provechoso para él que ayudar a Evangeline, al menos a corto plazo.

El tarado soltó la mano de Evangeline con un aspaviento, girándose para darle la espalda. Se dedicó a mirarla a través de un espejo en la pared, pero no hacía un segundo había mirado la puerta. Quizás, y sólo quizás, lo hubiese hecho no sólo para aflojar la correa, sino para, de paso, evitar que el ruido se elevase demasiado y alguien irrumpiese en la sala, pillando a Strafford con las manos en la masa de lágrimas. Lo cierto era que ni él lo sabía. Sólo se dejaba llevar.

- Mientras siga llorando no puedo hacer nada- declaró de forma escueta, criticando sin remilgos su actitud-. Usted decide qué prefiere, si morir o vivir. Si moverse, o si quedarse. Si opta por lo segundo, no hay trato. Me marcharé cuando deba hacerlo. Respeto que quiera morir al lado de su padre, pero no compartiré ese destino.

Narcisus parecía claro. No se andaba con subterfugios. Sentía cierta lástima por Evangeline, pero ello no podía detenerle. Había comprendido que no podía dejarse comprar sin más por alguien con tan poca resistencia. Él se creía con más aplomo que la mujer allí presente, y actuaba en consecuencia. El débil muere, el fuerte sobrevive. Era filosofía de Nietzsche, y de Narcisus. Si se dejaba subordinar a Evangeline, sería más débil que ella. Y estaba decidido a sobrevivir.

- ¿Quiere un pañuelo?- preguntó ladeando el rostro, mirándola de reojo. Un mínimo toque de consideración como refuerzo positivo, nimio, despreciable, pero llamativo como gota de agua en el desierto. Era algo deliberado y calculado. No podía convertir a un gato en un león, así que recurría a lo poco que sí podía hacer.

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10/03/2013, 16:38
Evangeline Frederick

- No.

No, no quiere su pañuelo. Ahora mismo, no hay nadie sobre la faz de la tierra a quien odie más que al hombre frío y despiadado que tiene ante ella. Si fuera más introspectiva, podría intentar darse cuenta de lo extraño que es que Strafford se encandilase con su inocencia para vapulearla después, pero ahora no es el momento para esos pensamientos, ni para andar analizando recovecos de las personalidades ajenas.

No quiere abandonar la casa, pero es la condición para que Strafford acepte proteger la vida y el patrimonio de Katherine. Y Evan se dejaría cortar el cuello para proteger a su hermana. Ahogada en el espanto de la existencia oscura junto a un hombre que no comprende ni aprecia, añade no obstante:

- Tenemos trato.

Baja el rostro y se seca con el ya empapado pañuelo de luto. Hace una semana la vida se abría brillante y esperanzadora, ahora sólo le espera la miseria y la angustia. Añorará sus pianos, sus amadísimos pianos... piensa en  el último, regalo de lord Butler. El dolor el apuñala el alma, feroz. Se queda quieta mirando los dibujos del mármol en el suelo,  en ese asiento donde Strafford la ha humillado hasta lo indecible, reprimiendo el impulso de cruzar las piernas. La mera idea de tener que dormir -aunque sea esporádicamente- en la misma cama que ese hombre le cierra el píloro. Piensa en la encantadora sonrisa de Sir Patrick y en lo que se dice de él. ¿Tendría razón Lady Marion, son todos los soldados unos monstruos? ¿Qué va a hacer Kate, entonces, con ese irlandés que quizá bajo la superficie sea tan terrible como Strafford o sir Patrick, o el propio Lord Markington, que huyó dejando a su suerte a su mujer e hijos?

Le duele la cabeza, muchísimo. Se lleva la mano a los rizos rubios, sintiéndose a punto de romperse y sin volver a mirar en ningún momento a Strafford.

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11/03/2013, 01:48
Narcisus Strafford

Narcisus comenzó a andar, dirigiéndose hacia la puerta. Se quedó allí, con la mano sobre el pomo, sin llegar a girarlo. Ladeó el rostro, mirando a la que ahora, en cierto y extraño modo, era su pareja, por decirlo así. No sabía cómo procesarlo y digerirlo, ni qué nombre darle a todo ello.

- Entienda una cosa, Evangeline. No soy un buen hombre- concedió, si bien sus palabras eran, además de sinceras, suaves, carentes de agresividad, pero no de frialdad-, pero disto mucho de ser el Diablo. Aunque no lo crea, sólo hago lo que creo que, a la larga, será mejor para usted. No me satisface agredirla emocionalmente de esta forma, pero no veo otro modo de moverla.

Moverla. Esa era la palabra de elección. Impulsar a Evangeline en una dirección. Podía canalizar su odio hacia Narcisus si quería, o podía autocompadecerse. Podía hacer lo que quisiera, pero debía seguir en marcha si quería sobrevivir. Y, pese a ello, parcialmente mentía. Le satisfacía. No estaba preparado para aceptarlo y creerlo, pero lo hacía. A veces. Y sólo a veces. Alimentarse cual parásito del dolor ajeno era algo inherente a su genética familiar, pero por otro lado, iba en contra de los valores de un hombre que ansiaba la redención. Era... complejo.

- Creo que será mejor que la deje sola- dijo girando el pomo, pero aún sin abrir la puerta-. Muy posiblemente no querrá comprender lo que voy a decirle, pues somos mundos muy diferentes, pero debo decirlo. Me irrita verla llorar- lo comentó apuntalando cierta tirria en la palabra, como si verdaderamente le provocase urticaria-. No soy paciente ni agradable ante la debilidad. Es una de mis numerosas taras cognitivas. Pero, cuando se muestre estoica, estaré dispuesto a ponerme a su nivel y discutir con usted. Hasta entonces... considero que no tiene autogobierno para mantenerse con vida. Es usted de naturaleza suicida, Evangeline.

Aquello hubiese sido muy distinto si Narcisus hubiese sentido verdaderamente algo de amor por Evangeline. Al parecer, lo de la fiesta no fue sino el interés por las luces de algo nuevo, brillante, y desconocido. Ahora se había revelado lo que había detrás, y demostraba ser demasiado frágil y con una ideología demasiado caprichosa y aniñada para su gusto. Si Evangeline hubiese sido más hombre sin dejar de ser mujer... pero no. Súmese a ello las circunstancias en que estaba el país, con los caminantes. Y por supuesto, al cansancio de Strafford. El hombre apenas podía pensar con claridad, y a duras penas construía su discurso. Sabía que, muy posiblemente, estaría diciendo más de una estupidez.