Partida Rol por web

 Jareth consiguió que la bola de cristal se convirtiera en un pez. El animalito nadó por esas aguas teñidas de rojo y consiguó hacerse con la canica. Saltó del agua y se transformó nuevamente en bola que dejó caer el preciado objeto directamente en la mano, bastante cubierta de sangre, del Rey de los Goblins.

Ahora sólo quedaba una canica, pero todos teniais bastante frío y una sensación de asco, y Christian aún no había recuperado la consciencia.

Christian estaba un poco mareado, no sabía muy bien qué había ocurrido. Se incorporó con dificultad, porque además no podía ver muy bien porque tenía la cara cubierta de algo pegajoso.

- ¡¡Sangre!!- gritó.

Fue corriendo y agarró a Jareth por los hombros, zarandeándole.

- ¡Tenemos que huir de aquí! Seguro que esto es una estratagema de mi padre. ¡Quizá esté aquí cerca!

Y sin previo aviso se fue en dirección opuesta al lago, andando como podía. La sangre le había hecho olvidarse de la canica, que para él seguía en el fondo del lago.

Ya sólo faltaba una canica, así que eso hizo que a pesar de todo lo que estaba pasando, ella se sintiera un poco más tranquila. Miró a Jareth y con un gesto celebró el hecho de que hubiera encontrado esa penúltima canica y celebró que Christian ya estuviera más repuesto. Su corazón latía con fuerza, le costaba respirar con esa pesada lluvia sobre ellos pero lo cierto es que el hecho de faltarles tan poco, le daba algunos ánimos para seguir.

El alivio al conseguir la canica fue inmenso, me gustó la celebración de Juliette, pues en un principio no iba a celebrarlo, no fuera cosa que pensara que era por mi soberbia o algo así.

Christian me zarandeó, y salió en dirección opuesta al lago – Vamos, busquemos un refugio para guarecernos – le dije a Juliette y seguí a Christian esperando que la chica también nos acompañara

 La lluvia pasó. Todo el parque quedó de rojo. Se oían sirenas por todos lados, helicópteros pasaban volando. Se vé que la ciudad estaba convirtiéndose en un caos.

Los tres jóvenes fueron ahora al último sitio, en donde encontrarían la canica final.

Lo que había en dicho lugar era un parque de juego para niños. Había unas hamacas, un tobogán, y un arenero. Todo "exquisitamente" teñido de carmesí.

Entonces vieron que en una de las hamacas, un niño pequeño se mecía...

Por suerte para mis compañeros dejó de llover, escuché extrañado aquella clase de aullidos que se escuchaban por un lugar y por otro, miré a Juliette por si se trataba de algo importante y miré ese parque de juegos.

- Bueno amigos, falta la canica y hay un niño, no se si será peligroso, pero aunque lo sea tengo que ir – le adelanté a mis compañeros y me acerque a ese niño con los ojos abiertos – Hola ¿Qué haces aquí solito?

 Jareth utiliza su percepción y nota que el pequeño se siente muy triste. No siente energías malignas alrededor de él y eso le tranquiliza.

– Hola ¿Qué haces aquí solito?

Pregunta y el crío, que está jugando con una canica amarilla, responde, aún con la cabeza gacha.

-Estoy esperando a mi mamá... Me prometió que volvería por mí...

La sangre que cubre las ropas del crío, producto de la lluvia anterior, le dan a todo un aire espeluznante y angustioso.

No es que tuviese mucho instinto paterno, pero reconocía que un niño bajo la lluvia de sangre que había habido no debía de haberlo pasado muy bien.

Vi aquella canica - ¿Si encontramos a tu mamá nos podrías regalar esa canica? O quizás te podamos comprar a cambio alguna cosa que te guste más – hice una seña, especialmente a Juliette, para que si a bien tenía que se acercara, supuse que una mujer tendría más “mano” con un niño pequeño

 Los niños eran, según Juliette, pequeños demonios caprichosos que conseguían todo con chantaje sentimental pero aún así, hizo caso de la seña de Jareth y se acercó a ambos. Con gran esfuerzo se concentró y miró al pequeño, la verdad es que tenía más ganas de vomitar que de pedirle la canica siendo dulce con él.

-Tranquilo, tu madre no debe andar muy lejos. Pronto la encontraremos y ambos estarán más tranquilos. Ahora, mi amigo...-hizo un alto, aquello le costó más decirlo que todo lo anterior.-Te preguntó si nos podrías vender tu canica o cambiarla por algo que yo tenga...

Juliette sonrió sintiéndose idiota, no tenía nada encima que pudiera llamar la atención de un niño pero bueno, nadie decía que ella fuera experta con esos pequeños demonios. Lo miró con aire cansado, esperando su respuesta.

- Seguro que luego le tendremos que cambiar los pañales o cosas así. Los niños no saben ni ir al excusado- pensó.

Siguió a sus compañeros al parque de juegos, sin acercase mucho al niño no fuera que le llenara de babas o mocos, porque ya tenía suficiente con la sangre.

- Así que tenemos que encontrar a la madre de estoooo... ¿cómo se dice en la lengua de los elfos gabachos?... "Petit peste" si no me equivoco. ¿Y dónde se habrá podido meter esa señora?

Miró en derredor a ver si veía a la madre del niño, o algo que pudiera servir de pista.

 El pequeño mira a Juliette y ve a la canica. La limpia de sangre en la única porción de su ropa, o en una de las pocas, que quedan sin sangre y se la entrega.

Luego se vuelve a poner cabizbajo.

-No va a volver, ¿no? El hombre ese dijo que mamá no iba a volver, que igual no me quería.

Luego comenzó a hamacarse muy despacito. Finalmente se quedó quieto nuevamente y se acurrucó en la hamaca.

Me quedé sorprendido cuando el niño le dio a Juliette la canica sin más, pese a las caras de asco de mis compañeros me sorprendí a mi mismo con cierto sentimiento paternal.

- ¿El hombre ese? – Seguro que el rey oscuro había pasado por aquí – No hagas caso a ese hombre, es malo ¿Te dijo tu mamá que volvería? Si es así volverá

Levanté mi espalda apoyando mis manos en las lumbares era incómodo agacharse para hablar con un niño – Juliette ¿No tienes un chisme de esos para hablar a distancia con los de tu mundo? ¿Sabes de alguien a quien avisar en estos casos? – hablaba por desconocimiento

 Juliette se quedó muy quieta con la canica en la mano y pensando en lo que el pequeño demonio estaba diciendo, después de todo, podía decirse que sentía un poco de pena por él pero poco y nada más. Bajó la mirada y recordó que en su bolso tenía un teléfono celular, esperaba que funcionara, así que lo sacó del bolso y marcó un número esperando que funcionara. Era el de la policía, si le respondían denunciaría al niño perdido para que vinieran a buscarlo, si no, ya podían ir pensando los tres en otra cosa que no fuera llevar al diablo consigo.

 Juliette consigue hablar con la policía.

-Sí, NYPD ¿en qué podemos asistirle? 

Mientras la voz de una operadora atiende el crío comienza a llorar a vivo pulmón. Se para y camina hacia Christian. Le tironea del pantalón y le dice.

-El señor malo viene para aquí...

Mientras Juliette comenzaba a usar su aparato mágico para hablar, algo que dijo el pequeño goblin me hizo girar en redondo.

- ¿Qué viene quien? - ¿Para que preguntaba? Sabía muy bien a quien se refería - ¿Dónde…? - ¿Cómo sabía que venía hacia aquí? Seguí la mirada del renacuajo por si lo veía venir – Chicos… ¿Apetece una carretita hacia la fuente en la que hay que meter las canicas?

- ¿El señor malo? ¿Qué señor malo?

Christian esperaba que no fuera el del saco, porque tenía un trauma infantil con él. De repente pensó que podría ser su padre.

- ¿Uno moreno y con rizos?- gritó al niño mientras le zarandeaba con fuerza.- ¡Responde mocoso! ¡¿Es mi padre?!

Lo que le faltaba: un niño mimado y su padre.